Cuerpos y territorios

Desde Espacio Público nos complace informar de que El Instituto Equit junto con la Rede de Gênero e Comércio y GIFF (Grupo de Intervención Investigación Feminista), con el apoyo del Fondo de Mujeres del Sur, ha promovido el ciclo de debates feministas Conversas latino-americanas, que será abierto por dos importantes nombres del pensamiento crítico contra el devastador orden neoliberal: Silvia Federici y Sônia Guajajara. Moderará Graciela Rodríguez del Instituto Equit.

El debate será el 10 de septiembre, a las 22.30 hora española. Se podrá seguir en portugués y en español.

Transmisión en español. Canal youtube RGC:

https://www.youtube.com/channel/UCE-b7usnAsShdOxaR-JFFvw

Transmisión en portugués: Canal youtube Inst. Eqüit

https://www.youtube.com/channel/UCongSW4B9QmF2w0KwOMxnqg

Silvia Federici

Escritora, profesora y activista feminista desde hace más de 30 años. Autora, entre otros libros, de Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria (2004); Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas (2013); Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes (2020). Silvia Federici es un referente indiscutible del movimiento feminista mundial.

Sônia Guajajara

Sônia Guajajara nació entre los Guajajara en un pueblo de la selva amazónica en Maranhão. Estudió en una escuela de agricultura en Minas Gerais y continuó sus estudios en la Universidad Federal de Maranhão. Fue candidata del Partido Socialismo y Libertad a la vicepresidencia de Brasil en las elecciones generales de 2018 y es la líder de Articulação dos Povos Indígenas do Brasil.

«Y la culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía» es la frase que, desde el 25 de noviembre, miles de mujeres en todo el mundo gritan en las calles y publican en las redes sociales, evidenciando los abusos a los que nos exponemos cada día y de los que lamentablemente todas hemos sido víctimas al menos una vez.

Se trata de la intervención “Un violador en tu camino” del colectivo chileno Lastesis, que comenzó como un acto callejero, en medio de la conmemoración de un nuevo Día Internacional Contra la Violencia de Género y del estallido social que vive Chile desde octubre y que en pocas horas se convirtió en un himno feminista, coreado por mujeres de distintas edades, credos, etnias e idiomas.

Hace pocos días el grupo de mapeadoras feministas Geochicas OSM publicó un mapa con todas las ciudades donde se ha replicado la intervención, dando cuenta que el grito “el violador eres tú” ha llegado a casi todo América Latina, además de ciudades de Europa, Asia y África.

 Foto: Tuanis Banana

Este himno feminista refleja lo que las mujeres enfrentamos desde que somos niñas, pero también es una canción de lucha que denuncia los abusos del Estado opresor chileno que desde el 17 de octubre ha dejado a más de 3,500 personas heridas, de las cuales más de 600 son mujeres, niñes y adolescentes, según cifras oficiales. El Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) también revela que se han presentado al menos 134 querellas por violencia político-sexual cometidas por agentes del Estado.

Las líneas de “Un Violador en tu camino” han traspasado fronteras y en algunos casos se han modificado según el contexto de cada país o ciudad donde se ha replicado, hecho que da cuenta de la multiplicidad de violencias que ocurren en distintos lugares, y que han visto en esta performance un reflejo, una voz que necesitaba gritar y ser escuchada.

Toda la presentación está llena de simbolismos que dan cuenta de la situación de abusos vivida por los y las manifestantes en estos ya más de 60 días de estallido social chileno. Por ejemplo, las sentadillas que se realizan en la coreografía de “Lastesis” hace referencia a que algunas de las personas detenidas han sido obligadas a hacer sentadillas, muchas incluso desnudas, según testimonios recogidos por organismos que investigan las vulneraciones a los DDHH.

Además, se toma un trozo del himno de Carabineros de Chile (nuestra Policía Nacional), enseñado en todas las escuelas durante la educación primaria, y en el que se alude a la protección y resguardo que esta Institución debe proveer a las mujeres: “Duerme tranquila niña inocente, sin preocuparte del bandolero, que por tus sueños dulce y sonriente vela tu amante carabinero”. Esta frase suena irónica cuando han sido ellos mismos los principales encargados de violentar, abusar, torturar, reprimir y violar a jóvenes y adultas, sin olvidar, que además de estos hechos condenables, altos mandos de su dirección han cometido desfalcos de millonarias cifras dinero, en una impunidad tal que es un grano de arena más en el total de la rabia que produjo el estallido, y que hace que esta institución, décadas atrás una de las mejores evaluadas socialmente, sea en la actualidad una de las más repudiadas.

En ninguno de estos abusos se ha pronunciado la ministra de la Mujer y Equidad de Género de Chile, Isabel Plá, habiéndose manifestado únicamente para defender a las fuerzas policiales chilenas que han resultado heridas durante sus horas de servicio reprimiendo al pueblo que se manifiesta en las calles de todo el país, ignorando que las chilenas sólo por salir a las calles a interpretar la canción de apenas dos minutos de duración, se arriesgan a perder un ojo en el camino y sumarse a la lista de más de 350 personas que han sufrido la mutilación de sus ojos en manos de la fuerza policial.

 Foto: Tuanis Banana

Esos no son los únicos casos en los que el gobierno sudamericano ha perpetuado su violencia machista, ya que tras el anuncio del Pacto por la Paz Social y la Nueva Constitución se empezó a discutir sobre la necesidad de asegurar la participación protagónica de mujeres, pueblos originarios y de independientes a partidos políticos en el órgano constituyente que se elegirá en abril, donde en un principio todo el oficialismo se negó.

¿A qué le teme el gobierno chileno?, ¿Tanto miedo les da que las mujeres nos unamos y nos tomemos los espacios de poder de los que siempre hemos sido relegadas? En Chile más de la mitad de la población es mujer y si el pueblo lleva más de dos meses en las calles exigiendo cambios sustanciales que hagan al último país del mundo un lugar más justo y digno para todos y todas, tienen que entender que ese nuevo Chile tiene que construirse de la manos con las mujeres, los pueblos originarios y la comunidad LGBTIQ+. Esto no es un favor que nos debe el Estado de Chile, es un acto de justicia. Es un derecho que durante mucho tiempo se nos ha negado al callar y opacar nuestras voces, pero ya es tiempo de cambiar.

Porque Chile despertó ¡Porque la nueva constitución será feminista o no será!

Hasta un total de catorce partidos han llegado a un pacto espurio, en un intento por dar salida a las protestas ciudadanas. El acuerdo lleva un pomposo enunciado: Por la paz y una nueva constitución. Desbordados por la explosión social que cuestiona el sistema político implantado desde la dictadura, la constitución de 1980, el pacto garantiza la continuidad del orden neoliberal, con un nuevo etiquetado. Salvo el Partido Comunista y Humanista, la coalición gobernante Chile Vamos, nicho del pinochetismo, pasando por socialistas, democristianos, radicales, Partido por la Democracia, hasta Revolución Democrática y Convergencia Social, se coaligan. Son las tres coaliciones que dan vida al Chile actual y están presentes en las instituciones. Su objetivo, romper el espinazo de las movilizaciones sociales que han ido creando sus propias estructuras, débiles pero capaces de cuestionar el orden. De ellas han surgido los cabildos abiertos, mesas de debates, y una organización sin liderazgos, su gran debilidad para negociar con el poder constituido. Estudiantes, jubilados, profesionales, trabajadores, sectores medios, el movimiento feminista, el pueblo Mapuche participan en la elaboración de propuestas para llamar a una Asamblea Constituyente. Es una explosión de rebeldía generalizada. Un hartazgo a tanta injusticia social, corrupción, mentiras y  la total sordera de una elite política que durante décadas se ha desentendido de las consecuencias de un modelo concentrador y excluyente, justificando la desigualdad bajo el argumento de responder a una distribución equitativa acorde a las leyes del mercado.

Las multitudinarias manifestaciones, que no han podido ser aplacadas, aspecto a considerar si se tiene en cuenta la dureza de la represión, demuestra que la violencia no es suficiente para debilitar los movimientos sociales que han decidido resistir como parte de sus reivindicaciones democráticas por una Asamblea Constituyente, los derechos del pueblo Mapuche y el fin del ciclo neoliberal. Como dato, sirva la encuesta realizada por la Universidad de Chile. En ella se observa una doble matriz. Por un lado la amplitud de la población que acude a las manifestaciones, sus demandas por un cambio de régimen y por otro la pérdida de confianza en las instituciones políticas del Estado. Así, un 55,3% de la población dice haber participado de alguna forma de la protesta: cacerolazos, marchas, concentraciones o apoyo en las redes sociales. El 87,8% cree que los cambios de gabinete no solucionan los problemas actuales, otro 80,3% de los encuestados, considera necesario redactar una nueva constitución y más del 90% pide una reforma en el sistema de pensiones, salud, educación y el mercado laboral. En la contraparte, la desafección y descrédito de los partidos. La consulta pedía una valoración de 1 a 10 en el nivel de confianza en los principales puestos de representación política. El resultado no puede ser más desalentador. El presidente de la república obtiene un 2,8; los ministros 2,6; parlamentarios 2,5 y los partidos un 2,4. Curiosamente, los encuestados valoraban positivamente el cuerpo de Bomberos con un 9,3, seguidos de las ONGs con 7,2, las Juntas de Vecinos con un 6,3, los Hospitales un 6,2, las Universidades llegan al 6,1, y el Instituto de Derechos Humanos se queda con 6.0.  

El miedo sacude al poder. El gobierno, con aval de una gran parte de la oposición, opta por la fuerza bruta. La violencia como arma política en manos del Estado se ejerce sin contemplaciones, recordando los peores días de la dictadura, además de su falta de entendederas del porqué de las protestas ciudadanas. Hasta el 6 de noviembre, el Instituto Nacional de Derechos Humanos reporta 6,362 detenidos, 23 muertos, 2,365 heridos, 400 por arma de fuego, 774 por perdigones, 1.104 por gases o golpes, 217 presentan pérdidas oculares. Se acumulan 246 querellas por torturas, 58 por violaciones y abusos sexuales.

Gobierno y oposición, no logran apaciguar a la ciudadanía bajo el exclusivo uso de la fuerza bruta. Se criminalizan las protestas y centran la atención en los llamados puntos negros o zonas oscuras. Presentar un país en manos de delincuentes que asaltan supermercados, violan la propiedad privada, rechazan el dialogo, rompen la convivencia, siembran el caos y la destrucción. Son las bases para traer a colación la amenaza de un levantamiento popular. Es la guerra. El presidente de Renovación Nacional, partido de Sebastián Piñera, Mario Desbordes, declara el 13 de noviembre: “solo quedan uno o dos días” para un acuerdo que ponga término al levantamiento popular. El gobierno amenaza con implantar el Estado de sitio, dando todo el poder a las fuerzas armadas y de paso, agita la bandera de un ruido de sables, lo cual obliga a tomar decisiones urgentes. Manuel Cabieses director de Punto Final señala: “El rumor del peligro golpista -real o supuesto- surgió cuando el presidente de Renovación Nacional, sentenció que sólo quedaban uno o dos días para pacificar el país. Se estima que este ex teniente de carabineros y ex funcionario de la Gendarmería, mantiene una relación privilegiada con las instituciones armadas. La maniobra, en todo caso, permitió a los desprestigiados partidos recuperar protagonismo. Lo hizo mediante la suplantación de identidades. Las masas populares y las organizaciones sociales -que tuvieron fugaz aparición con la mesa de Unidad Social- fueron suplantadas por partidos situados en el peldaño más bajo de la estima ciudadana. Horas después del pacto de gobierno-oposición, el pueblo salió otra vez a las calles reiterando sus demandas democráticas y fue reprimido con extrema dureza”.

Bajo el paraguas de un push militar, gobierno y oposición, el 15 de noviembre, al borde de un ataque de nervios, firman el documento “Por la paz y una nueva constitución”. En el que dicen recoger las principales reivindicaciones de las protestas y llaman a la desmovilización, esgrimiendo la necesidad de una paz para convocar a un plebiscito sobre la reforma constitucional. Incluso tiene fecha: abril de 2020. En la consulta, los ciudadanos deberán responder a dos preguntas: ¿Quiere Usted una nueva constitución?; y ¿Qué tipo de órgano debiera redactar la nueva constitución. Convención constitucional o Convención mixta? La segunda, esconde la trampa para garantizar un cambio a lo gatopardo. Serán las fuerzas políticas, mismas que firmaron el pacto quienes tengan la mayoría de constituyentes. La elección se realizará por el actual sistema parlamentario y listas electorales, con lo cual las tres grandes opciones: Chile Vamos, Nueva Mayoría y el Frente Amplio se repartirán los delegados, desplazando del escenario a quienes desde abajo y en los cabildos abiertos han cuestionado el orden vigente. Es decir la continuidad del orden neoliberal. La traición se ha consumado.

Jorge Sharp, Alcalde de Valparaíso militante de Convergencia Social junto a 72 correligionarios, presentan su renuncia, al partido, poniendo en evidencia lo espurio de la firma: “El Acuerdo de Paz social, y una nueva Constitución, firmado por diferentes partidos políticos nacionales, es contrario, en esencia a las demandas que las diferentes y diversas manifestaciones han enunciado en la calle. Su construcción se realizó por un conjunto de directivas partidarias y parlamentarios que no representan la voluntad mayoritaria de la movilización, excluyendo, en definitiva a ese Chile que despertó. (…) Las decisiones tomadas por las instancias superiores del partido, nos indican que este no constituye el espacio que permite impulsar de forma adecuada la política de transformaciones democráticas que requiere el momento actual. Es por ello que a través de esta carta comunicamos nuestra renuncia a Convergencia social”.

La criminalización de las protestas y el rechazo a las demandas de una Asamblea Constituyente con delegados electos desde abajo y cuya labor sea recoger las propuestas de los cabildos abiertos, será deslegitimado. Primero por la imposibilidad de ser elegidos bajo la actual ley electoral y en segundo lugar, esgrimiendo el ruido de sables que acompañara todo el proceso. Así, la espada de Damocles, de las fuerzas armadas con su autonomía frente al poder político, penderá sobre la cabeza de los chilenos y serán los cancerberos del orden neoliberal nacido del golpe de Estado de 1973. Sin embargo, la historia es imprevisible. Los grandes cambios sociales no se detienen ni con la ignominia ni con la traición. Tal y como el presidente Allende lo señaló en su último discurso: “el proceso social no va a desaparecer porque desaparece un dirigente. Podrá demorarse, podrá prolongarse, pero a postre no podrá detenerse (…) La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. (…) este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor”.

Mesa redonda ‘¿Cambio de ciclo en América Latina?’. Participantes: – Pedro Brieger, director del portal de noticias NODAL. – Isabel Wences, profesora mexicana-española de la Universidad Carlos III de Madrid e investigadora de IELAT. – Roberto Vasques, analista político brasileño. – Mercedes Hernández, defensora de derechos humanos e investigadora de ciencias sociales guatemalteca. – José Antonio Sanahuja, profesor de la Universidad Complutense de Madrid. – Roberto Montoya, periodista y escritor especializado en política internacional, de origen argentino. Modera: Ana Pardo de Vera, directora de Público.

 

moderado por:

  • Enrique del Olmo

    Sociólogo

  • Pedro Chaves

    Politólogo, investigador especializado en la UE

Conclusión del debate

¿Cambio de ciclo en América Latina?

¿Involución en América Latina? Espacio Público lanzó la pregunta en esta página web para propiciar la reflexión por escrito sobre los cambios que allí tienen lugar. Lo hizo con la ponencia inicial del director del portal informativo latinoamericano Nodal, Pedro Brieger. Decenas de personas estudiosas de la historia y la realidad latinoamericana y caribeña se pronunciaron sobre el tema con elaboradas respuestas. A modo de conclusión, como siempre, Espacio Público convocó un coloquio presencial. En esta ocasión, la Casa de América de Madrid acogió la iniciativa y la cantidad de personas que quisieron asistir desbordó con mucho la capacidad de la sala Simón Bolívar y de la adyacente que se habilitó para intentar ampliar el aforo.

Allí se discutió sobre los recientes acontecimientos y las tendencias generales. Sobre lo que preocupa a la población y sobre las causas ¿Nos encontramos realmente ante un cambio de ciclo en América Latina?, ¿asistimos a un retorno de las políticas económicas neoliberales que parecían descartadas?, ¿qué resistencia oponen las fuerzas de izquierda a los movimientos favorables a una restauración conservadora?, ¿hasta qué punto se implica de nuevo la administración norteamericana en las decisiones de los gobiernos latinoamericanos?

¿Vuelve Estados Unidos sobre el “patio trasero”?

El mayor protagonismo de Estados Unidos en la vida política venezolana llama la atención y abre más interrogantes sobre su significado en la actual coyuntura internacional.

La directora de Público, Ana Pardo de Vera, planteó el debate con la incógnita de las repercusiones que tendrá la iniciativa de Donald Trump contra el gobierno de Nicolás Maduro, poniendo el acento en que nada de lo que allí ocurre es ajeno para Europa y mucho menos para España.

Algunos ponentes fueron bastante explícitos:

“Estados Unidos nunca descansa en América Latina”, aseguró el periodista y sociólogo argentino Pedro Brieger. Ahora “lo novedoso es la simultaneidad en los cambios”, explicó para destacar la gran cantidad de países que en poco tiempo pasaron a tener gobiernos progresistas así como los procesos que tienen lugar desde hace pocos años en sentido contrario.

“En la frontera de México con Estados Unidos hay más militares que en Siria”, dijo la profesora mexicana y española Isabel Wences, que denunció como muy peligroso el odio que manifiesta Donald Trump hacia los mexicanos y mexicanas, a los que siempre se refiere con todo tipo de insultos.
“Estados Unidos ha entrado con nueva doctrina en América Latina, que ya no es la de la Escuela de las Américas, para ‘milicos’”, advirtió el analista brasileño Beto Vazquez.

Los estados centroamericanos siguen intervenidos, y no solo por Estados Unidos, explicó la investigadora social guatemalteca Mercedes Hernández.
Pero los análisis sobre la implicación estadounidense en la región son evidentemente complejos y están llenos de matices. Así se puso de manifiesto durante todo el coloquio.

El periodista Roberto Montoya, por ejemplo, estuvo de acuerdo con Brieger en que Estados Unidos nunca abandonará América Latina, pero habló de la existencia de un declive en la hegemonía norteamericana, debido a la presencia de China, y en menor medida de Rusia, en la vida económica de los diferentes países de la zona.

Brieger discrepó de la idea según la cual Estados Unidos habría abandonado Latinoamérica para concentrarse en conflictos como el de Afganistán o Irak, y recordó que el intento de construcción de un área de libre comercio en las Américas fue el gran proyecto estadounidense para América Latina.
Para Montoya, sin embargo, el hecho de que Donald Trump preste respaldo a los gobiernos más ultras, como el de Bolsonaro en Brasil y potencie la intervención de su país en Venezuela, no puede hacer olvidar que “tiene muchos frentes abiertos” y que la situación económica y política “no le dejan margen de maniobra para hacer lo que quiera”.

En América Latina, explicó, el neoliberalismo se hizo fuerte de la mano de gobiernos militares, luego continuó por otros medios. Está claro según él que en aquel continente se ha producido el cambio de ciclo objeto de discusión en este debate. Cambios en “procesos distintos”. El ciclo progresista empezó en el 98 con Hugo Chávez en Venezuela. Lo que ocurra en este país es importante porque podría cerrar ese ciclo, también en Venezuela, señaló.

El profesor José Antonio Sanahuja también habló sobre la influencia de China en todos los países, sea cual sea la naturaleza ideológica de su gobierno, del retorno de Estados Unidos a América Latina y explicó que los liderazgos opuestos a la “lógica neoconservadora” fueron posibles en alguna medida porque la Administración norteamericana se había retirado de la región para prestar atención a su intervención en Oriente Medio.

Los atentados del 11S en Estados Unidos tuvieron bastante que ver con este cambio de actitud de la primera potencia occidental, se recordó en el debate.
Sanahuja señaló, por otra parte, que la democracia liberal atraviesa “una profundísima crisis”. Las clases medias, que han experimentado una expansión notable, se enfrentan a las rigideces que nos les permiten ascender socialmente, explicó y caracterizó el actual momento con la constatación de la existencia de “un elemento importante que hay que tener presente”: “Hay descontento social profundo entre una población que quiere cambios”.

“Las izquierdas en América Latina no han sabido crear un bien público” y han dejado espacio a la derecha, explicó el profesor de la UCM.

Beto Vázquez mantuvo que “la estrategia de vuelta al poder” de la derecha estaba “muy elaborada”. Han llegado al poder con “campañas de manipulación y noticias falsas”. “Estamos ante un otoño de los pueblos”, afirmó el analista brasileño.

Isabel Wences, que calificó como “anticíclica” la actual experiencia mexicana, puso en valor los reconocimientos formales de los derechos humanos en diferentes países de América Latina, pero habló sobre la necesidad de mirar la otra cara de la moneda, a menudo olvidada, que tiene que ver con la extrema pobreza en la que viven muchas personas y las situaciones de auténtica esclavitud,
Y Brieger, aunque también había señalado el “avance de algunas derechas en Latinoamérica” y que la consecuencia había sido que numerosos países dejaron de contar con gobiernos progresistas, insistió en la existencia de una corriente de izquierda muy heterogénea, presente en diferentes países.

La esperanza feminista y el fanatismo religioso

Ana Pardo de Vera preguntó por las causas del odio de la ultraderecha hacia el feminismo y se refirió al “fanatismo religioso”, que caracterizó “como un virus que se ha ido inoculando” para difundir entre la población las ideas más contrarias al respeto por los derechos humanos.

“Miro con esperanza el movimiento feminista argentino”, afirmó Mercedes Hernández, que destacó la juventud de las mujeres que llenan las calles de las ciudades, pero no pasó por alto la “nostalgia del pasado de los machos”. La investigadora guatemalteca denunció la existencia de una “ofensiva de hombres que cultivan todo tipo de odios”. El fanatismo religioso, dijo, “es una de las herramientas” de un discurso del odio, misógino, “que nos debe llenar de preocupación”, afirmó.

Isabel Wences, que insistió en la necesidad de detener el discurso del odio que fomenta Donald Trump, habló sobre la necesidad de “devolver la dignidad a los mexicanos” y sobre la responsabilidad de su actual presidente Andres Manuel López Obrador. “Tiene una gran tarea por delante, para restablecer la relación entre iguales”, dijo y reclamó que para ello es preciso trabajar con una “agenda feminista”.

López Obrador, observó, “ha puesto a mujeres en puestos clave” de su administración, “pero esto no es suficiente”, “hay que recuperar lo público”. Pero Wences también advirtió sobre la creciente influencia de las organizaciones religiosas. “Los movimientos evangélicos son peligrosísimos”, dijo, y reconoció que López Obrador y el propio Lula, en su momento, tuvieron que contar con su pujanza.

La izquierda y la inseguridad

La directora de Público reclamó atención sobre las responsabilidades de los gobiernos de izquierda en los procesos de involución.

Chávez, afirmó Montoya, dio un paso importante con iniciativas de integración latinoamericana que fueron más allá de la cooperación económica, pero los gobiernos progresistas “no vieron venir la contraofensiva conservadora”. La izquierda, según este analista, no sólo ha de señalar a los injerencistas, sino también a sus cómplices.

Wences y Brieger ya habían señalado que muy a menudo cuando se habla de América Latina se ponen sobre el tapete problemas de corrupción y de calidad democrática pero se olvidan problemas realmente acuciantes: “No hablamos del hambre de la población”.

Y José Antonio Sanahuja señaló en esta reflexión el menosprecio o el “olvido” de los dirigentes progresistas latinoamericanos por un tema tan grave como la seguridad ciudadana. “La preocupación por la inseguridad” existe y “las izquierdas no han sabido abordarla”. La derecha, en cambio, ha asumido el tema pero con el “punitivismo” como receta.

Ponencia inicial

¿Involución en América Latina?

¿Involución en América Latina?

  • Pedro Brieger

    Periodista y sociólogo

América Latina es hoy la única región donde hay un cuestionamiento real en un conjunto de países a las políticas neoliberales impuestas por los organismos financieros internacionales. Si uno mira hacia Europa, África, Asia u Oceanía verá que existen múltiples movimientos sociales que cuestionan las políticas de ajuste y que algunos tienen una importante representatividad parlamentaria. Sin embargo, como región, hay sólo una donde existen debates profundos y liderazgos fuertes que cuestionan –como mínimo– el orden neoliberal y proponen propuestas superadoras.

La reciente dura respuesta del gobierno de los Estados Unidos a la decisión de El Salvador de romper relaciones con Taiwán y reconocer a la República Popular China es un claro ejemplo de la preocupación de la Casa Blanca por cada paso mínimo que pueda dar en su “patio Trasero” un gobierno alineado con la corriente progresista que se ha desarrollado en América Latina y el Caribe en el siglo veintiuno.

Hay que destacar que esta corriente es muy heterogénea y difícil de definir en términos conceptuales porque abarca desde el Frente Amplio de Pepe Mujica en el Uruguay hasta la Cuba revolucionaria, pasando por el chavismo en Venezuela, Evo Morales Bolivia o el kirchnerismo en la Argentina que gobernó durante doce años. Esta corriente está formada por hombre y mujeres que se definen como “progresistas”, de “izquierda”, “populistas”, “nacionales y populares”, “socialistas”, y una amplia gama de definiciones que incluyen a algunos y excluyen a otros. Sin embargo, tienen muchos puntos en común que los llevó a acercarse para forjar por primera vez desde las independencias nacionales del siglo XIX una región integrada en base a un discurso que algunos definen como “post-neoliberal”, aunque varios hayan seguido aplicando postulados clásicos del dogma neoliberal; y la búsqueda de un camino de integración regional sin la tutela de los Estados Unidos, aunque esto tampoco implica una retórica “antiimperialista” en conjunto.

Esta nueva corriente emergió como una novedad para América Latina en el siglo XXI y se fue consolidando en franca disputa con las corrientes conservadoras, liberales, de derecha que con sus diferencias y matices gobernaron durante los siglos XIX y XX.
En el siglo XX los gobiernos populares-progresistas-nacionalistas o de izquierda en sus múltiples variantes fueron relativamente de corta duración porque la mayoría fueron derrocados por sangrientos golpes de Estado, con la salvedad de Cuba y su revolución en 1959.

Así se puede mencionar a modo de ejemplo los derrocamientos de Juan Domingo Perón en la Argentina en 1995, Joao Goulart en Brasil en 1964 o Salvador Allende en Chile en 1973, entre una larga lista de gobiernos populares. Estos golpes venían acompañados del cierre de los parlamentos y la postergación indefinida de elecciones, prohibición de partidos políticos y sindicatos, censura, represión, muertes y desapariciones. Si se lo compara con las destituciones de Manuel Zelaya en Honduras (2009), Fernando Lugo en Paraguay (2012) y Dilma Rousseff en Brasil (2016) se verá que en estos tres casos se intentó mantener un relativo grado de “institucionalidad” respetando incluso los cronogramas electorales establecidos. Esto quiere decir que algo se ha modificado en América Latina en el siglo XXI porque –por ahora– son imposibles los golpes militares a la usanza del siglo XX.

Si miramos retrospectivamente veremos que la última etapa de uniformidad en la región fue la década de los noventa del siglo pasado, la que en diversos trabajos hemos definido como “la década del mito neoliberal”. Esa década en América Latina tuvo una característica: la aplicación de las teorías neoliberales y el éxito de su discurso mediático. Salvo Cuba, que es un caso aparte, en los noventa la ola del pensamiento neoliberal se expandió a lo largo y ancho de América Latina. El neoliberalismo extremo desde una posición marginal y minoritaria durante casi todo el siglo XX logró convertirse en doctrina hegemónica. Para ello fueron necesarias dos fases: una de imposición y otra de consenso. En la primera, para imponer su nuevo paradigma como verdad absoluta e incuestionable, necesitaron de dictaduras militares que impidieran cualquier tipo de oposición y sociedades paralizadas por el miedo (ej: Brasil, Chile, Argentina).
Es importante señalar que la imposición del modelo neoliberal no fue consecuencia directa del fracaso de los proyectos “populistas” porque la mayoría de los gobiernos “populistas” NO fueron castigados por el voto popular, sino que fueron derrocados por golpes de Estado.

En la segunda fase, con la apreciable participación de los medios masivos de comunicación se fue consolidando un consenso ideológico aplastante y la conformación de lo que Ignacio Ramonet definió como “pensamiento único”. El trabajo ideológico de los pensadores que difundieron las teorías neoliberales tuvo éxito ya que en pocos años lograron que sus ideas parecieran –reitero, parecieran– el único modelo lógico y viable.

Un grupo importante de economistas –muchos de ellos conocidos como “los Chicago Boys”– apoyados por los principales organismos económicos internacionales y sostenidos monetariamente por empresas multinacionales, crearon fundaciones, institutos o centros de investigación y lograron una real inserción en los principales medios de comunicación que les permitió convencer de lo “moderno” de sus teorías, aunque sus postulados originales se remontaran al siglo XVIII o XIX. También lograron imponer la idea generalizada de que todo lo público es “ineficiente”, que el Estado es intrínsecamente perverso, que la única manera para que las empresas de servicios funcionen es privatizándolas, que así se reducirán gastos y se eliminará la corrupción; de la necesidad de achicar el Estado, bajar el gasto público, abrir los mercados, incrementar la producción de artículos destinados a la exportación, flexibilizar y “modernizar” los mercados laborales, quebrar el poder de los sindicatos supuestamente interesados solamente en enriquecer a sus cúpulas, y reducir los gastos sociales. Estos, y otros postulados, se basaron en la construcción de un mito de crecimiento y prosperidad en los años noventa del siglo pasado y que fueron conocidos como el “consenso de Washington”, los principios esbozados en 1989 por el británico John Williamson, que trabajó en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Sin embargo, esta década se vio alterada por tres hechos. Primero, la aparición del zapatismo el 1 de enero de 1994 justo cuando se implementaba el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Segundo, el triunfo de Hugo Chávez en diciembre de 1998 en Venezuela. Tercero, la revuelta popular que en la Argentina derrocó al gobierno del presidente Fernando de la Rúa en diciembre de 2001, vista en la región como una revuelta en contra del neoliberalismo porque la Argentina era presentada por los organismos internacionales como ejemplo de “éxito” de las reformas estructurales y el “consenso de Washington”

Con el comienzo del siglo se inició un proceso de triunfos electorales que llevó a la conformación de una corriente heterogénea difícil de calificar en los cánones tradicionales de “izquierda-derecha”. En el año 2005 hizo su aparición de manera conjunta y con alto impacto político durante la Cumbre de las Américas en la ciudad de Mar del Plata, Argentina. Allí, los cuatro presidentes del MERCOSUR (Kirchner, Lula de Silva, Tabaré Vázquez y Duarte Frutos) conjuntamente con Hugo Chávez, evitaron que naciera el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), el gran proyecto regional de Estados Unidos para toda América, excluyendo a Cuba. Y lo hicieron de manera espectacular con un gran acto público en un estadio de futbol con Chávez como principal orador y Evo Morales –en ese entonces un dirigente social– en las tribunas. La Cumbre de las Américas fue un momento de inflexión porque de manera inesperada Washington se quedó sin perspectivas claras y las derechas latinoamericanas –subordinadas a la Casa Blanca– tampoco atinaron a esbozar algún tipo de respuesta al finalizar la cumbre para darle continuidad al ALCA.

Poco tiempo después Evo Morales se convirtió en presidente de Bolivia, apareció Rafael Correa en Ecuador y se fue conformando un eje político que se atrevió a disputar la hegemonía de Estados Unidos y las derechas latinoamericanas de manera simultánea como nunca antes había sucedido desde las independencias doscientos años atrás.

En un momento, dejando de lado Guyana y Surinam (dos países que recién se están acercando a la región a pesar de su lugar geográfico), ocho de los otros diez países de América del Sur estaban gobernados por esta corriente.

De manera intuitiva –a veces– se comprendió que existía una disputa continental y que debían estar juntos, con sus diferencias (a veces profundas). Y en 2008 nació la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) como claro proyecto político para integrar la región y en 2010 la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) incorporando a Cuba y dejando fuera a Estados Unidos y Canadá en un gesto político sin precedentes si se recuerda que en 1962 la Organización de Estados Americanos –el único organismo regional existente en ese entonces– excluyó a Cuba. La CELAC, no sólo les imponía a los gobiernos de derecha la incorporación de Cuba, sino que también excluía a Estados Unidos.

La cuarta cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) realizada en Quito el 27 de enero de 2016 demostró la vigencia de este organismo regional. A pesar de las dificultades que tienen los presidentes para asistir a tantos eventos internacionales, la mitad de los 33 países envió a sus presidentes o primeros ministros. Salvo los presidentes de Argentina, Surinam y Uruguay llegaron a Quito 9 presidentes de UNASUR, lo que marca la importancia que le otorgan todos.
A nadie se le escapa que la CELAC fue creada para excluir a los Estados Unidos de un organismo continental que incluye 33 de los 35 países del continente, y para incluir a Cuba, marginada de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la década del sesenta, como recordó Rafael Correa. De la misma manera, cualquier conocedor de la historia americana sabe que la OEA fue impulsada por los Estados Unidos en 1948 para brindarle legitimidad a sus políticas mucho antes de la revolución cubana de 1959.

En ese momento las derechas latinoamericanas parecían arrinconadas por el avance arrollador de la corriente progresista. Hasta tal punto, que en 2009 Álvaro Uribe –presidente de Colombia y un pilar de la política regional de Washington– tuvo que aceptar que UNASUR hiciera una reunión especial para debatir y rechazar los acuerdos militares de su país con los Estados Unidos y la instalación de bases militares.

Empero, en 2009 fue destituido Manuel Zelaya en Honduras y en 2012 Fernando Lugo en Paraguay. El presidente de Ecuador Rafael Correa advirtió que se estaba generando una “restauración conservadora” de las derechas con el inestimable apoyo de los Estados Unidos. En el año 2015 hubo un hecho trascendental: la corriente progresista en el poder sufrió en la Argentina una derrota en las urnas frente a un candidato de derecha, Mauricio Macri. Pocos meses después, en agosto 2016 fue destituida Dilma Rousseff, destitución convalidada inmediatamente por el presidente argentino. El giro a la derecha de los dos países más poderosos de la región parecía avalar la tesis de Correa de “restauración conservadora”. Los grandes grupos de comunicación rápidamente instalaron la idea que el “populismo” desaparecería y todo volvería a la “normalidad”; esto es, gobiernos “pro-mercado” y alineados con los Estados Unidos en vez de bregar por un mundo multipolar.

Sin embargo, las derechas latinoamericanas tienen serias dificultades para consolidar esta “restauración conservadora” y resolver la disputa a nivel regional. Hoy los golpes de Estado al estilo del siglo XX no son viables para cerrar ciclos, por lo tanto, estos ciclos progresistas no sufren derrotas históricas producto del asesinato, cárcel o exilio de sus principales referentes. Las elecciones en la Argentina en 2105 son un ejemplo de lo antedicho. El kirchnerismo sufrió una derrota electoral pero no fue derrotado. La diferencia es sustancial. La presidenta Cristina Fernández, en su último día al frente del país, convocó a una multitud frente al palacio presidencial para despedirse después de doce años de kirchnerismo, casi como si estuviera festejando una victoria de su movimiento y no una derrota. Al día siguiente asumió la presidencia Mauricio Macri sin fervor popular y casi sin gente en las calles.

Esto quiere decir que la “restauración conservadora” tiene serias dificultades para consolidarse. En primer lugar, porque no puede recurrir a los golpes de Estado del siglo XX para resolver la disputa que existe a nivel regional, aunque triunfe en procesos electorales, destituya presidentes por la vía institucional o utilice al Poder Judicial para perseguir a los referentes populares que sufren derrotas, pero no son derrotados (ej. Cristina Fernández, Rafael Correa, Lula de Silva). Por otra parte, las derechas latinoamericanas pueden ganar elecciones con una exitosa estrategia de marketing político “en contra de”, pero no tienen nada nuevo para ofrecer o seducir a las grandes mayorías como está quedando demostrado en el caso argentino y las dificultades del presidente Macri para imponer sus políticas de ajuste.
Sus planes económicos son el clásico compendio de políticas neoliberales, similares a las delineadas por el “consenso de Washington” en los años noventa del siglo pasado, o a lo que el “gurú” del neoliberalismo –Milton Friedman– le sugería en una carta a Augusto Pinochet en 1975. Allí bosquejó una serie de recomendaciones muy similares a las medidas económicas que hoy los gobiernos de corte neoliberal presentan como “modernas”.

La corriente progresista no está derrotada a nivel regional, aunque hoy le cueste marcar la agenda política. La corriente de derecha-conservadora parece más abocada a destruir lo heredado que a construir una agenda propositiva. La disputa entre las dos corrientes puede extenderse en el tiempo: La gran pregunta es cómo se resolverá.

PD: El resultado de la primera vuelta electoral en Brasil permite pensar en un triunfo del candidato de corte fascista Jair Bolsonaro el 28 de octubre y una modificación sustancial para la región. En caso de asumir Bolsonaro el 1 de enero de 2019 la disputa regional tendría nuevas características, difíciles de analizar al momento de entregar este trabajo.

* (Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de más de siete libros y colaborador en publicaciones sobre temas internacionales. Actualmente se desempeña como director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. Ha colaborado y colabora con diferentes medios nacionales como Clarín, El Cronista, La Nación, Página/12, Perfil y para revistas como Noticias, Somos, Le Monde Diplomatique y Panorama. A lo largo de su trayectoria Brieger ha ganado importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión).