ALIANZA «MÁS ALLÁ DEL CRECIMIENTO»
El crecimiento económico del siglo XX estuvo marcado por un aumento sin precedentes en el uso de los recursos naturales, especialmente en los países desarrollados. El modelo económico predominante es de naturaleza lineal: extrae materias primas vírgenes, produce bienes en grandes cantidades y, al finalizar su ciclo de vida, estos productos se desechan, desperdiciando su valor y funcionalidad, generando además importantes impactos ambientales. Esta dinámica impulsa la extracción continua de recursos, actividades productivas contaminantes y la generación masiva de residuos.
La economía circular se presenta como una solución a este modelo insostenible. Su objetivo no es solo mejorar la gestión de residuos, sino mantener el valor de los materiales en el sistema económico durante el mayor tiempo posible, reduciendo el consumo innecesario de materias primas. Para ello, se requieren nuevos modelos de negocio que privilegien el uso eficiente de los recursos y promuevan la transición de la propiedad a soluciones basadas en servicios.
Uso de materiales y crisis del modelo lineal depredador
A pesar del creciente interés por la circularidad, la mayoría de los materiales utilizados en la economía global siguen siendo vírgenes. Desde 2018, la proporción de materiales secundarios ha disminuido de 9,1% a 7,2% en 2023 (The circularity gap report 2024. Circle economy fundation, 2024). Paralelamente, el consumo total de materiales ha aumentado de manera alarmante: en los últimos seis años, se ha utilizado más de medio billón de toneladas de recursos, casi tanto como en todo el siglo XX.
Estas estadísticas muestran la cruda y fría realidad: a pesar de que la economía circular ha alcanzado el estatus de «megatendencia», los discursos y objetivos ambiciosos aún no se traducen en acciones concretas ni en impactos mensurables.
El uso de materiales se ha triplicado en los últimos 50 años y sigue creciendo a un ritmo medio superior al 2,3% anual. Para satisfacer la demanda mundial, cada persona utiliza ahora una media de 13,2 toneladas de materiales al año. Esto supone un aumento respecto de una media de apenas 8,4 toneladas por persona hace cincuenta años (Global Resources Outlook 2024: Bend the Trend – Pathways to a liveable planet as resource use spikes. International Resource Panel. Nairobi).
Los sectores con mayor demanda de materiales son la construcción, el transporte, la alimentación y la energía, responsables de aproximadamente el 90 % del consumo mundial de recursos.
En España, la extracción de materiales ha aumentado un 10,3 % desde 1970. La biomasa representa el 49,9 % de los materiales extraídos, seguida por minerales no metálicos (45,6 %), metálicos (4,0 %) y combustibles fósiles (0,5 %).
Si no se implementan medidas urgentes, la extracción global de recursos podría aumentar un 60% para 2060, pasando de 100.000 a 160.000 millones de toneladas anuales (Global Resources Outlook 2024: Bend the Trend – Pathways to a liveable planet as resource use spikes. International Resource Panel. Nairobi). Este crecimiento pone en riesgo los esfuerzos para mitigar el cambio climático, proteger la biodiversidad y reducir la contaminación dado que la extracción y el procesamiento de estos materiales generan más del 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y el 40% de los impactos en la salud relacionados con la contaminación del aire.
De acuerdo con el crecimiento estimado de uso de los recursos para 2060 podemos afirmar que la explotación de recursos constituye el principal motor de la triple crisis planetaria. Para abordar estos desafíos, resulta imprescindible reducir la intensidad del uso de recursos en sectores clave como la alimentación, la movilidad, la vivienda y la energía. Este enfoque es esencial para garantizar un planeta equitativo y habitable.
Pero además debemos tener en cuenta que esta extracción de materiales se produce de manera muy desigual en el planeta. Existen grandes disparidades en función del nivel de ingresos de los países. Los países de ingresos altos, son responsables de un consumo per cápita seis veces mayor y con diez veces más impactos climáticos per cápita en comparación con los países de ingresos bajos (Global Resources Outlook 2024).
Los países con ingresos altos (incluido España) a pesar de albergar a alrededor del 17% de la población mundial, consumen el 25% de las materias primas. En promedio, la huella de materiales per cápita de los países de ingresos altos (22,6 toneladas). Los países de ingresos medios representan el 51% de la huella material, mientras que albergan a alrededor del 37% de la población mundial. La mayor parte de los materiales se extraen en países de ingresos medios, que han duplicado con creces su extracción de materiales entre 2000 y 2020 lo que ha provocado que su huella material per cápita promedio actual sea de 19 toneladas por año tan solo 3,6 toneladas menor que la de los países de ingresos altos. Pero es importante añadir que esta elevada huella material es consecuencia de que los materiales extraídos se utilizan principalmente para la fabricación de bienes que son consumidos en los países de ingresos altos (Global Resources Outlook 2024). Además es importante añadir que esta deslocalización de procesos que requieren un uso intensivo de recursos hacia países de ingresos medios ha sido impulsada en muchos casos por normas ambientales más bajas y costos laborales más bajos.
La huella material per cápita de los países con ingresos más bajos (en donde vive el 46% de la población), es de apenas 5 toneladas al año, menos que el nivel sostenible estimado de 8 toneladas por persona al año. Estos países generalmente tienen dificultades para satisfacer sus necesidades básicas de atención de la salud y educación, su objetivo primordial es mejorar el nivel de vida. Esto requerirá un mayor uso de materiales para proporcionar la infraestructura.
La economía circular como solución parcial
La realidad es que, los niveles de consumo y producción siguen siendo elevados, la generación de residuos y la contaminación sigue aumentando. Para lograr un futuro próspero y realmente sostenible, Europa y el mundo, deben acelerar la acción hacia una economía circular y neutra en carbono, en la que el uso de recursos sea bajo, la recirculación de materiales sea alta y el ciclo de los materiales esté compuesto por materiales seguros y no tóxicos.
Históricamente, se ha demostrado que es posible desvincular el crecimiento económico del consumo de recursos, logrando a la vez reducciones en la desigualdad y mejoras en el bienestar. Sin embargo, esto exige políticas audaces que eliminen progresivamente las actividades insostenibles y fortalezcan la demanda de productos circulares. La aceptación social de estos cambios será clave para su éxito.
Las presiones sobre el medio ambiente derivadas de la producción y el consumo se pueden reducir mediante cuatro enfoques principales: reducir el consumo general; diseñar ecológicamente los productos y producir de manera eficiente en el uso de los recursos; mantener los productos en uso durante un período prolongado; y reciclar los materiales para volver a utilizarlos de manera productiva.
La economía circular, sin incidir y poner en cuestión el modelo económico actual, propone un modelo de producción y consumo basado en el aprovechamiento máximo de los recursos y la minimización de los residuos. Busca cerrar los ciclos materiales mediante la reutilización, el reciclaje y la reparación, promoviendo así un uso más eficiente de los recursos, la innovación tecnológica, la mejora de procesos y el diseño de productos que favorezcan la durabilidad y la recuperabilidad.
Según el informe de la Comisión Europea «Circular Economy Action Plan» (2020), la huella de consumo de materiales de la UE aumentó un 4% entre 2010 y 2017, mientras que el PIB creció un 15% en el mismo período. Este desacoplamiento parcial indica que, aunque el consumo de materiales sigue creciendo, lo hace a un ritmo más lento que la economía en general. Pero esta mejora no considera el impacto del consumo europeo en la extracción de recursos en terceros países. La dependencia de importaciones de materias primas críticas y combustibles fósiles sigue en aumento. Mientras tanto, los mercados de materiales reciclados enfrentan barreras que impiden su consolidación, lo que subraya la necesidad de medidas regulatorias más ambiciosas.
Es preciso una implementación más ambiciosa política y económicamente y una mayor presión para acelerar la adopción de acciones circulares dentro de las empresas. Dada la fuerte influencia del marketing en las decisiones de compra, es necesario considerar cambios legislativos para estimular un cambio en la cultura del consumo. Como compradores, los individuos tienen un papel importante que desempeñar y deben ser informados sobre las consecuencias de las decisiones de consumo a través de acciones de sensibilización. Se requieren sistemas de producción y consumo más adecuados ecológicamente para ofrecer un paradigma alternativo a los ciudadanos de la UE. Lograr una «circularidad» efectiva requiere mercados que funcionen, pero para muchos materiales reciclados, los mercados de materias primas secundarias no están funcionando bien, lo que refleja una necesidad apremiante de abordar los desafíos en materia de precios, estándares y estabilidad del suministro.
Decrecimiento: más allá de la eficiencia
El Informe Circularity Gap (Circle Economy, 2013) estima que 16 soluciones circulares en cuatro sistemas clave (alimentación, entorno construido, bienes manufacturados y consumibles, y movilidad y transporte) pueden revertir el rebasamiento actual de cinco de los nueve límites planetarios clave. De manera similar, el informe conjunto de Material Economics y la Fundación Ellen MacArthur sostiene que la adopción de estrategias circulares en cuatro sectores clave (acero, cemento, plásticos y aluminio) podría reducir las emisiones de GEI de materiales industriales clave en un 40% para 2050 (Fundación Ellen MacArthur, 2019).
Pero que la economía circular sea un activo real está aún muy lejos si comparamos la cantidad de materiales reciclados utilizados en la economía con el uso total de materiales, lo que podemos denominar tasa de circularidad o lo que es lo mismo, cuánto de circular es la economía. Se estima que actualmente la economía europea es circular tan solo en un 11,5% (AEMA, 2023), pero a escala global la situación es peor: se estima que la circularidad económica mundial es del 7,2 %. Y con tendencia a la baja (Circle Economy, 2023). Como le ha pasado a España donde el uso circular de materiales entre 2010 y 2021 registra valores negativos (-2,01%) o lo que es lo mismo somos un 2% menos circulares ahora que en 2010. Por si sirve de consuelo, no hemos reducido nuestra tasa de circularidad al ritmo que lo ha hecho Finlandia, en donde el deterioro del indicador resulta más apreciable (-18,41%) (Situación y evolución de la economía circular en España. Fundación COTEC para la innovación, 2023).
Por tanto, la economía circular no parece ser suficiente o al menos el ritmo no es el apropiado. Además existe el peligro de que los «efectos rebote», es decir, que los beneficios ambientales de una mayor circularidad, producidos por las innovaciones tecnológicas, por la eficiencia en el uso de los recursos y la reducción de generación de residuos, se vean contrarrestados por un aumento en el consumo o el desplazamiento de impactos hacia otras áreas. Por tanto, dado el impacto significativo que genera la extracción y el procesamiento de recursos, y la imposibilidad de alcanzar una circularidad completa, resulta fundamental priorizar la reducción en el uso de materiales y avanzar hacia una economía menos dependiente de los recursos. Este enfoque no solo contribuirá al equilibrio ambiental, sino también a una mayor resiliencia económica.
En este sentido, la economía circular no puede ser un fin en sí mismo, sino más bien un medio para un fin. Y este fin puedes ser el que recogen las teorías del decrecimiento. Teorías que más allá de cuestionar la premisa de que el crecimiento económico continuo es compatible con la sostenibilidad ambiental, defienden la necesidad de reducir la escala de las actividades económicas, priorizando el bienestar social y ecológico por encima de los indicadores de producción y consumo, rechazando que la satisfacción de las necesidades humanas esenciales debe requerir un uso intensivo de recursos.
Por ello, el desarrollo de la economía circular y las teorías del decrecimiento, son dos enfoques que, aunque emergen de diferentes contextos y perspectivas, convergen en su crítica al modelo económico dominante y en su búsqueda de un futuro más equilibrado ecosocialmente marcado por los límites planetarios. Explorar la relación entre ambos conceptos permite identificar puntos de encuentro y tensiones, y ofrece claves para repensar el desarrollo económico y social.
A primera vista, podrían parecer contradictorios. Ya que la primera, en muchos casos, se apoya en estrategias que buscan compatibilizar la sostenibilidad con el crecimiento económico, sugiriendo que es posible «desacoplar» el uso de recursos naturales del aumento de la actividad económica. Mientras que el decrecimiento, en cambio, critica la noción de desacoplamiento, argumentando que las mejoras en eficiencia a menudo se ven compensadas por un aumento global en el consumo.
Sin embargo, existen importantes puntos de confluencia. Ambos enfoques comparten la visión de que el modelo económico actual, basado en el consumo masivo de recursos y la generación de residuos, es insostenible, tal como hemos podido ver a lo largo de este artículo.
La economía circular, con su énfasis en la reducción y reutilización, puede ser una herramienta poderosa para transitar hacia las metas del decrecimiento, especialmente en lo que respecta a reducir el impacto ambiental y limitar la explotación de recursos. Además, ambas perspectivas destacan la importancia de redefinir los valores económicos y sociales, poniendo el foco en la calidad de vida, la equidad y la preservación ambiental.
No obstante, para que esta relación sea plenamente fructífera es necesario superar ciertos desafíos. Uno de ellos es garantizar que la economía circular no sea cooptada por intereses económicos que perpetúen las dinámicas de consumo desenfrenado bajo una apariencia de sostenibilidad. Asimismo, es crucial que las iniciativas de economía circular se diseñen teniendo en cuenta los principios de equidad y justicia social que fundamentan el decrecimiento. Las posibles convergencias están ahí. La economía Circular puede y debe ser una herramienta para avanzar en el desarrollo de un modelo económico más allá del crecimiento