El PP ha logrado una victoria contundente en las elecciones anticipadas en Andalucía. VOX logró menos de sus expectativas y la izquierda se ha metido un bacatazo importante. Este sería el resumen de una jornada que marca un punto de inflexión en la legislatura en curso. La duda será saber si es un cambio de ciclo, o se queda en una seria advertencia a la coalición de izquierdas que gobierna España. Las anteriores elecciones de 2018 nos invitan a la prudencia, ya que las tres derechas sumaron, y el PSOE arrasó en las generales de 2019, movilizando la izquierda 1 millón más de votos que la derecha.

Es evidente que el marco de la pandemia ha beneficiado al PP, partido gobernante, mientras que el de la inflación y los choques dentro del gobierno central, junto a la guerra, han empeorado las expectativas de la izquierda. Esto se ve reflejado en la abstención, mayoritariamente de izquierdas. Hay un cierto castigo a la izquierda gobernante incapaz de ofrecer un relato coherente que ponga en solfa sus éxitos, y demasiado acostumbrada a generar ruido en un momento, y en un marco, donde la gente reclama seguridad y certezas.

El PP ha logrado repetir los buenos resultados de Arenas en 2012 (1,58 millones de votos), consolidando su hegemonía en el Sur, sustituyendo al PSOE como en Partido Institucional Andaluz. El PP regó con 50 millones de euros a los medios de comunicación. El PP logró, con las encuestas del CENTRA y de los medios antes de la convocatoria electoral, instalar dos ideas: Moreno es un moderado (aunque no tenga nada que ver con sus políticas),  y no hay posibilidades de que la izquierda gobierne.

Con ese marco, que compró mucha gente, incluido muchos dirigentes de la izquierda andaluza, la campaña «que viene VOX», junto con la campaña de Olona, muy sobreactuada, benefició al PP, que es probable que se haya beneficiado de un trasvase de votos del PSOE para frenar a VOX, ya que los votantes percibían que la izquierda no tenía posibilidades de alcanzar el gobierno.

El PP ha logrado con una imagen “centrista”, que poco tiene que ver con las políticas que ha realizado, recuperar parte del electorado que se marchó a VOX en 2019, casi absorber a CS, y superar a toda la izquierda junta. Es un espaldarazo a Feijóo, frente a Ayuso, y un voto de castigo a Sánchez. La campaña de VOX fue un desastre y ha frenado las expectativas de la extrema derecha tras CyL, lo que beneficia al PP como partido alfa de la derecha española, y se beneficiará de cara a las Generales.

Mientras la derecha ha logrado superar en Andalucía los 1,8 millones de votos obtenidos en 2012 (han llegado a los 2,1 millones), la izquierda se ha dejado un millón de sufragios en casa. No logra movilizar a los 700.000 que se dejó en las anteriores elecciones, y se deja más de 260.000 en estas.

La izquierda ha sido incapaz de romper la imagen de moderado y sacar a relucir la agenda antisocial y neoliberal de Moreno. La sensación es que éste no ha tenido oposición (o no ha aparecido en los medios), favorecido por la pandemia, que ha evitado manifestaciones de todo tipo frente a su política neoliberal. Si observamos a las candidaturas de izquierdas el panorama no era alentador y no favorecía un clima para un cambio de gobierno. La gestión de Moreno no había sido contestada en los años anteriores, por lo que no se percibía como mala, y la izquierda no presentaba una alternativa. Bonilla lo ha tenido fácil.

El PSOE apostó por un liderazgo centrista, sevillano y con experiencia de gestión, pero poco consistente. Esto ocurrió porque Susana se empeñaba en querer continuar al frente de la SG y María J. Montero no quería enfrentarse a su antigua compañera, a pesar de ser la mejor apuesta. Escoger a un dirigente vinculado a una época de gobierno anterior, y falto de una ideología clara, no daba la imagen de renovación que hacía falta.

Teresa Rodríguez se opuso, desde la segunda reunión, a sumar en una candidatura conjunta, con la esperanza de reconstruir una suerte de PSA «à la CUP». El resultado es que, a pesar de que saca 2 diputados, ha restado más de lo que ha sumado y ha favorecido la mayoría absoluta del PP. Si sumamos las candidaturas de P.A y AA se han perdido 6 escaños, y hubiesen quedado empatados con VOX, además de evitar la mayoría absoluta del PP. El ciudadano/a común no ha entendido en qué se diferenciaban dos candidaturas que se reclamaban lo mismo (feministas, andalucistas y verdes).

El resultado de Por Andalucía era previsible. Una candidatura hecha a toda prisa (cuando hubo tiempo para realizarla), con un nombre que se podía confundir con el de AA, una candidata desconocida, con todo el sarao del cierre de la candidatura jugando al «chicken game», son los principales motivos que han provocado este resultado. ¿Alguien le daría un voto de confianza para gestionar una Consejería cuando no habían logrado presentar los papeles a tiempo de la coalición?

Por Andalucía vuelve a porcentajes de voto un poco superiores a los de IU en 2008, y si sumamos a AA, que obtiene votos del mismo espacio político, se queda en resultados superiores a IU en 2012, pero lejos de 2018 (4% menos), y de 2015 (8% menos). La confrontación resta, como restó en Galicia. Se vuelven a perder votos y a no obtener trasvase de los votantes socialistas.

En Por Andalucía hubo la posibilidad de colocar a un independiente de prestigio, ampliando el espacio, y haber cerrado gran parte de la coalición en febrero, permitiendo una precampaña larga y obligando al PSOE a moverse. IU y Podemos prefirieron negociar hasta el último minuto para colocar a su candidato/a, con el resultado conocido. Se perdió una oportunidad histórica de salir a la ofensiva y marcar, de nuevo, como en 2014-15, la agenda política.

Se hizo una lectura conservadora tras el bacatazo de CyL, apostando a que se iba a la baja y saliendo a «empatar», con el resultado ya sabido. Profecía autocumplida de manual. La campaña ha sido poco imaginativa. IU ha sido poco permeable a ideas innovadoras de campaña, ni a argumentarios potentes. Se ha hecho una campaña clásica sin tener una gran cantidad de militantes para poder realizarla. La comunicación un desastre, sin capacidad, apenas, de incidir en la agenda. Sólo ha salvado los muebles en los actos la presencia de Yolanda Díaz, que animó un poco la movilización.

Esto es el fin de una forma de hacer política inaugurada en 2014. Campañas poco profesionalizadas, falta de encuestas, negociaciones hasta el último minuto, falta de extensión territorial, no meter publicidad en los medios, amauterismo, programas poco trabajados, coaliciones realizadas, siguiendo a Borges, “más por espanto que por amor”. Si la izquierda alternativa quiere pintar algo, tiene que tratar de revertir estos malos hábitos, así como formar a sus cuadros y realizar precampañas largas, con datos, encuestas, extensión territorial, etc.

El problema no es que Podemos estuviese invisibilizado en campaña o en el nombre. UP lleva dándose bacatazos desde las elecciones autonómicas anteriores (y locales). El problema es la falta de proyecto de país, falta de extensión territorial, calidad de cuadros, conflictos internos (donde ha habido tortas las expectativas de votos han bajado), exceso de ruido en el gobierno central, falta de relato, falta de autocrítica, etc. Es urgente abrir un proceso de reflexión o la historia nos llevará por delante volviendo al bipartidismo. La mayor parte de la ciudadanía no va a votar a una opción política que ande ensimismada en sus batallas internas, y peleada, como ya le pasó al PCE en los 80. Aprendamos de la historia, aprendamos de la experiencia.

Otra cuestión a tener en cuenta. El horizonte de la izquierda no puede ser volver a 2008. Ya en 2008 había problemas serios, no existe la “belle époque”. Hay que avanzar y progresar y significa trascender los marcos resistencialistas. No podemos continuar “defendiendo los servicios públicos” cada día más degradados, ni “defender el Estado del Bienestar”, como si este hubiese sido magnífico previo a la crisis de 2008. Hay que reformar dichos sistemas y explicar su utilidad, como la del pago de los impuestos justos, en suma, dar la batalla ideológica en torno a un proyecto de reformismo fuerte, su suscite consensos de gran parte de la población. Hay que recordar que lo que antes dábamos por hecho (democracia, Estado del Bienestar, etc.) ha sido desacralizado en años de descapitalización, privatizaciones y degradación. La política debe de acercarse más a la ciudadanía y hacerla partícipe, dar argumentos e ideas. Tenemos que construir la  política sobre la sociología española realmente existente, y no sobre la falsa ideología que hace pasar la realidad por nuestro molde mental. Tenemos que estudiar.

Es necesario trascender el espacio de UP, que no deja de ser una coalición electoral. Necesitamos cuidar la cultura de la cooperación y el apoyo mutuo, y dejar de comprar la competitividad y el homo hominis lupus en nuestras organizaciones, que tienen que ser netamente democráticas y fraternalmente republicanas. Hay que reinventarse y lograr ensanchar el espacio y aumentar la militancia. Hay que levantar un proyecto de país, que trascienda unas elecciones, y organizar candidaturas potentes con buenos cuadros. Sabiendo que la mayor parte de los medios de comunicación te es hostil, hay que volver a tejer alianzas con la sociedad civil, con la ciudadanía, con el sindicalismo de clase, con los trabajadores y trabajadoras, y los estudiantes. Esa es la clave del éxito. Sin horizonte de esperanza no hay victoria para la izquierda, sin Perestroika no hay futuro, sin dar seguridad a una vida convulsa y futuro incierto la tendencia es al conservadurismo y a la reacción. Esperemos que el proyecto de Yolanda Díaz lo consiga. A día de hoy, es nuestra única oportunidad.

Las próximas elecciones andaluzas, que podrían ser en junio o en octubre, según le den las encuestas a Juanma Moreno Bonilla, no son unas elecciones autonómicas normales. Estas elecciones son las primeras del nuevo ciclo político lleno de incógnitas y en una situación internacional y nacional inestable. La inflación escala y la crisis energética se acentúa en el contexto de una guerra entre Rusia y Ucrania, que ha supuesto duras sanciones a Rusia, por ser el país agresor. Las consecuencias de esta guerra no van a ser inocuas en el Continente y, salvo que se haga una política social y económica decidida, va a golpear con dureza, especialmente a los más vulnerables.

Andalucía es la frontera sur de la UE, con un vecino conflictivo y por el que pasan desde tuberías con gas provenientes de Argelia (muy necesarias en la actual crisis energética provocada por la guerra de Ucrania y por el conflicto de Argelia y Marruecos) hasta una gran cantidad de mercancías. Es una frontera muy sensible a los cambios que se están produciendo de manera acelerada con el cambio climático, las llegadas de inmigración irregular, o los choques entre Argelia y Marruecos. La UE necesita una frontera Sur calmada, que evite choques innecesarios como los protagonizados por Salvini, cuando fue Ministro de Interior en Italia. Además, el PPE ve con malos ojos la entrada de los amigos de Órban, Putin, Salvini, Le Pen, etc., en el gobierno de Castilla y León, y verían con mucha alarma la entrada de estos en Andalucía. Por tanto, las elecciones tienen una importante dimensión europea.

Las elecciones andaluzas no son unas más debido al peso demográfico de nuestra Comunidad (ocho millones y medio de personas), por la cantidad de diputados que elige (61), además de por el peso simbólico de ser una Comunidad Autónoma que ha sido baluarte de la izquierda, y que vivió con sorpresa la llegada a la Junta de la derecha con la carambola que supuso el récord de abstención en la izquierda y máxima movilización de la derecha en 2018. Si el gobierno de coalición pretende continuar necesita un buen resultado en Andalucía (y como mínimo en Cataluña y/o Valencia). Si Yolanda Díaz quiere que su movimiento tenga futuro necesita de un buen resultado en Andalucía, como ella misma ha reconocido. Si Feijóo quiere ver desbrozado su camino a la Presidencia necesita retener la Junta para su partido. Por lo que podemos afirmar que estas elecciones son “la madre de todas las batallas”.

Si aterrizamos en el terreno nacional, tras la defenestración de Pablo Casado, ha asumido el poder en el PP el dirigente gallego Núñez Feijóo, con la promesa de lograr formar gobierno en un viaje “hacia Ítaca” (el centro político) pero que ha asumido la contradicción de que en Castilla y León la extrema derecha entre en las instituciones de manos del PP, que pone en entredicho “giro centrista”.  Este giro queda desmentido ya que le han abierto el espacio a VOX, vuelve a utilizar “fake news” contra el gobierno de coalición, y sigue entrampados en la corrupción, tal y como se ha demostrado con el caso de las facturas del hermano de Ayuso. Si VOX es necesario para la gobernabilidad, en un contexto de hundimiento de CS, no nos cabe la menor duda de que estos entrarán en el gobierno de manos del “moderado” Moreno Bonilla.

Por otro lado, el gobierno de coalición navega en aguas turbulentas, con cierto desgaste, y con una de sus patas (UP) en una crisis existencial, a la espera de que Yolanda Díaz lance su proyecto. A pesar de todo, lo único estable en nuestro país en la actualidad es el Gobierno de coalición de izquierdas y progresista, y más ante la crisis del PP y sus problemas con su relación con VOX y con la corrupción.

Sin embargo, el crecimiento de la inflación, y las consecuencias de la guerra de Ucrania se sienten en Andalucía y proyectan un futuro incierto y generan ansiedad en la población. La recuperación podría descarrilar si no se toman medidas. El “futuro es un país extraño y amenazante”, parafraseando al maestro Fontana. Por consiguiente, existe la necesidad de ofrecer certidumbres, de construir un proyecto sólido, que no pretenda cambiarlo todo en pocos años, y que tenga una proyección de futuro. Si no acometemos la ardua tarea de ofrecer un proyecto transformador y realista no tendremos éxito frente a aquellos que lo único que defienden es volver al pasado.

¿Qué riesgos corremos en estas elecciones? Que la derecha se normalice en la Junta de Andalucía y siga con su labor de colapsar los servicios públicos, mientras favorece a las grandes empresas que se reparten espacios de negocio a costa del Estado del Bienestar. Nos jugamos que la extrema derecha continúe marcando la agenda al Presidente Juanma Moreno Bonilla, que pese a que se ha labrado una “imagen” de moderado, no deja de realizar políticas muy de derechas en nuestra Comunidad. Nos arriesgamos a que la extrema derecha gobierne nuestras instituciones democráticas, y logren cambiar la sociología de nuestra tierra e influyan en las políticas de la Junta, así como que los Fondos Europeos acaben en manos de cuatro empresas amigas del Presidente y de su Partido. Nos jugamos la democracia, nada más y nada menos.

Las políticas de la actual Junta son lesivas para los intereses de la mayoría social y pretenden revivir el modelo de los “pelotazos urbanísticos” de las décadas infaustas de inicios del 2000. Un ejemplo de ello ha sido tratar de amnistiar a los regantes que obtienen agua ilegal del Parque nacional de Doñana, que está en estado crítico por la falta de lluvias, el permitir la construcción de hoteles en parajes naturales, echar a 8000 sanitarios antes de la sexta ola, echar a 2500 docentes además del cierre continuado de aulas públicas, echar a 1000 trabajadores del INFOCA, realizar una reforma fiscal regresiva que beneficia a los que más tienen, etc. Un giro hacia el pasado que no tiene ninguna respuesta a los problemas del presente ni del futuro. Un repliegue hacia recetas fallidas que ya sabemos hacia donde nos llevan: al aumento de la desigualdad, a enriquecer a los que más tienen, a aumentar el cambio climático, aumentar la pobreza, y mantener en la precariedad a miles de andaluces y andaluzas.

El PSOE-A ha escogido a un candidato con poco fuelle en Andalucía para tratar de ganar la Junta. Juan Espadas es un político centrista, del aparato, con poco carisma y sin muchas ideas. Ha dado bandazos intentado realizar una “oposición útil” (no se sabe a qué) y casi acaba metido en la trampa presupuestaria que hábilmente le puso Moreno Bonilla. El PSOE-A está en un estado de apatía y tiene unas perspectivas mediocres. No podemos, salvo sorpresa de última hora, esperar grandes movimientos dentro del PSOE para revertir la situación. Siguen empeñados en querer “pescar” en el voto centrista que votaba a Ciudadanos, y que ahora se ha derechizado. Estrategia que tuvo escaso éxito en las campañas de Madrid y Castilla y León.

Teniendo en cuenta la situación del PSOE-A, nuestro espacio político, la izquierda alternativa, debe de dar un paso al frente. Salir de lugares comunes y avanzar hacia un diseño de candidatura que mire hacia el futuro, y que sea innovadora. No se trata sólo de sumar siglas, que son condición necesaria pero no suficiente, sino de sumar a personas provenientes de la sociedad civil, de los sindicatos de clase, de la Universidad, etc., que hagan más rica la candidatura y permita ampliar el espacio con vistas al futuro. Tenemos que reflexionar con la ciudadanía andaluza de izquierdas y progresista qué modelo de sociedad queremos construir para la próxima década que sea justa socialmente, ecologista, feminista, centrada en el mundo del Trabajo y federalista. Debemos ser “el Partido” del Estado del Bienestar, de la Transición Ecológica y la Justicia Social.

Debemos evitar el repliegue sobre nosotros mismos en momentos de incertidumbre. No podemos caer en buscar un candidato/a del apparátchik, sino a uno/a, que supere y amplíe el espacio político y logre movilizar parte del electorado que ve con perplejidad la situación actual de la izquierda. Las lecciones de Castilla y León son demoledoras, el espacio de la izquierda alternativa, sin un proyecto definido, sin sumar a más gente que la que hay, con falta de implantación territorial, y con liderazgos agotados, tienen un recorrido corto y una curva descendente. Hay que hacer lo contrario a lo que pregona Ignacio de Loyola, “en tiempos de crisis haz mudanza”. La fortuna nos ha dado una nueva oportunidad a la izquierda alternativa con la aparición en escena de Yolanda Díaz, y con su buen hacer en el Ministerio de Trabajo. Si sabemos aprovechar la oportunidad podremos virar el tablero político hacia la izquierda y construir un espacio político que nos permita llegar a la Junta de Andalucía en un gobierno de coalición progresista y de izquierdas, que encare los problemas heredados del pasado, como afrontar los grandes desafíos al que nos enfrentamos en el futuro, como la gestión de los Fondos Europeos o el cambio climático.

Tenemos esta oportunidad. No la desaprovechemos, si no: “la Historia nos juzgará y no nos absolverá”.

Notas:

*Pedro González de Molina Soler es ExSecretario de Educación y Formación de Podemos Canarias. Profesor de Geografía e Historia en el IES Vega de Mar (Málaga).

En estos días la Agencia Tributaria ha publicado los datos de las declaraciones de la Renta de 2019 agrupados por códigos postales, que pese a que cogerlos siempre con reservas, nos dan una panorámica de las desigualdades que se producen por barrios en nuestro país, y en especial, en Andalucía. Estos datos van en consonancia con los publicados por el INE en los indicadores urbanos 2020, que vienen a confirmar dos cuestiones, la brecha social y la brecha territorial se agrava desde la crisis del 2008 hasta el año 2019 (últimos con datos disponibles). Como las políticas no se hacen en abstracto, es interesante comparar la situación actual de Andalucía con las medidas que intenta, vía presupuestos de la Comunidad, aplicar el bipartito de derechas que gobierna en la Junta, apoyado por VOX.

Si observamos los indicadores urbanos de 2020 publicados por el INE, vemos una imagen escalofriante de nuestra Comunidad. Los 10 municipios más ricos están situados en Madrid y Barcelona. El resto están situados en Cataluña, la Comunidad de Madrid, País Vasco, más Toledo, Oviedo y Santiago de Compostela. De los municipios más ricos de nuestro país ninguno está situado en Andalucía. Sin embargo, tenemos el triste record de tener 34 de los 49 municipios más pobres, entre ellos el que menos renta tiene: Níjar (Almería).

Atendiendo a la variable del empleo, con datos de 2019 que han variado, Linares (30,9%), La Línea de la Concepción (27,4%) y Córdoba (26,7%) presentaron las tasas de paro más elevadas. No hay ninguna ciudad andaluza entre las ciudades con menos paro. Tenemos 11 de las 15 ciudades con más paro de España.

Como es natural, a mayor pobreza y paro, menor esperanza de vida. Andalucía no tiene ninguna ciudad con las mayores esperanzas de vida, pero sí 9 de las que tienen menos, compartiendo esta lista negra con Canarias, Alicante, Melilla y Ceuta (datos de 2017).

Si aterrizamos a las rentas por barrios, las rentas más bajas se localizaron en Sevilla –zonas 5-A (barrio Polígono Sur del distrito Sur), 4-E (barrios de Los Pajaritos y Amate del distrito Cerro-Amate) y 9-A (ocupada parcialmente por el barrio Colores/Entreparques) y en la zona 4-A de Alicante/Alacant (que incluye en su mayor parte al barrio Juan XXIII). No hay ningún barrio andaluz entre los que tienen mayor renta en España. Todos los de mayor renta se encuentran en las ciudades de Madrid y de Barcelona. Con los datos de 2017, de los 15 barrios más pobres de España 13 se encuentran en Andalucía, principalmente en Sevilla, Córdoba, Málaga y Campanillas. También hay dos barrios de Alicante y uno de Madrid.

Con los datos obtenidos de la Agencia Tributaria para 2019, seguimos manteniendo la tendencia. El barrio más rico de Andalucía es la Malagueta-Monte Sancha (53.453 euros brutos de renta, número 43 sobre 606 números estudiados por la Agencia Tributaria), en Sevilla están el Casco Antiguo-Este-Nervión Sur (60) y otros 4 barrios favorecidos. A pesar de esto están lejos de los 245.400 euros de renta media de La Moraleja en Madrid.

Otro de los datos interesantes que obtenemos es que en los barrios más ricos, a pesar de los enormes salarios que cobran, suelen percibir gran parte de sus ingresos a través de las rentas del capital, del ahorro, de los bienes inmuebles, los rendimientos por sus empresas y las ganancias patrimoniales, que están menos gravadas que las del trabajo. A lo que tenemos que añadir que, durante la recuperación económica, éstas han recuperado lo que han perdido y han crecido tres veces (o más) sobre las rentas de las familias e individuos más pobres.

Observando los datos y la realidad que se cierne sobre nuestra tierra, uno pensaría en la necesidad de realizar una política redistributiva y predistributiva enérgica para reducir la desigualdad y lograr una sociedad más equilibrada, cohesionada y justa. Esto sería el sentido común de alguien que cree en la necesidad de evitar la concentración de riqueza, por un lado, que además no es eficiente económicamente ni justa socialmente, con el aumento de la pobreza, la precariedad, el descenso de la esperanza de vida, etc., por el otro. Sin embargo, la Junta de Andalucía, gobernada por el PP y CS, sostenida por VOX, realiza una política distinta a la del sentido común. ¿Qué política realiza?

Por un lado, rebajan los impuestos en torno a unos 329 millones, en un contexto donde la pandemia, aunque ha remitido, no ha desaparecido, y las consecuencias sociales y económicas no se han solucionado. Empiezan por una reducción al ya menguado Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados al 7%, que beneficia principalmente a las rentas más altas y a las empresas, y en menor medida al resto. En 2019 se bonificó el impuesto de sucesiones y donaciones al 99%, que antes sólo pagaban las rentas altas y que es un mecanismo de redistribución de la riqueza muy potente y al que los Think Tanks de la derecha han logrado colgarle un sambenito de mala fama, ahora se pretende reducirlo aún más. En 2019 rebajaron 3 puntos el tramo autonómico a las rentas más altas, y en 2021 pretenden rebajarlo aún más. Se pretenden rebajar la fiscalidad sobre los Tributos sobre el juego (TJ), en plena epidemia de ludopatía, y al Impuesto Especial sobre Determinados Medios de Transporte. Además de otros impuestos menores, se pretende que se pueda deducir, siguiendo el modelo de Madrid, los gastos de las Escuelas Privadas y de las Academias, dicho de otra manera, todos los andaluces y andaluzas perderemos prestaciones de servicios públicos porque gente que no lo necesita se va a poder deducir de la renta los gastos de las Escuelas privadas a las que sólo va la “élite” y las Academias privadas. Esto es el “triunfo de la injusticia”, tal y como reza el libro de Saez y Zucman sobre las bajadas de impuestos y la desigualdad.

Si estas noticias se unen al cierre de las aulas públicas en la Educación, a la contratación de la mitad de los docentes COVID de refuerzo (2700 docentes menos entre las dos medidas), que redujeron el curso pasado el abandono escolar, o que se vaya a echar a 8000 sanitarios de sus puestos de trabajo mientras se benefician las empresas privadas de Educación o de Sanidad, echar a parte de la plantilla de INFOCA, gracias a la negligencia de este gobierno, uno puede llegar a la conclusión siguiente: Este gobierno no pretende una “Bajada Masiva de Impuestos” sino un “birle masivo de impuestos” a favor de los más ricos y grupos económicos afines a la derecha andaluza.

Justamente, todas las medidas que han beneficiado a las clases populares y a las clases medias en Andalucía vienen de la legislación aprobada por el Gobierno de Coalición de izquierdas en el Congreso y el Senado, o de las ayudas contra la COVID19 aportada por el Gobierno central, que muchas no se saben dónde se han gastado, por consiguiente no dependen de la acción de la Junta. Dicho de otra manera se han logrado pese a la Junta.

Cuando usted vea que pide cita al médico y se lo dan para varias semanas más tarde, que le retrasan una intervención, que su hija o hijo estudia en aulas masificadas, que no hay plazas suficientes para la FP en la Pública y debe desembolsar una cantidad importante en la Privada, que la atención a la Dependencia es lenta, etc. Recuerde, todo esto ha sido gracias a las bajadas de impuestos que reducen los servicios, aumentan las desigualdades, y a ese dinero que se han ahorrado los más pudientes por llevar a su hijo o hija al Colegio Privado religioso y a su Academia de Inglés, a costa de todo lo demás.

Joseph Chamberlain, primer ministro conservador británico, pronunció las siguientes palabras, en plena crisis producida por el crack del 29: “El propósito de mi existencia es hacer la vida más agradable a la gran mayoría; no me preocupa si para ello debe volverse menos agradable para la minoría acomodada.” Sin embargo, los actuales partidos gobernantes pretenden que nuestra tierra retroceda a costa del bienestar de la mayoría de la gente, para que unos pocos vivan mucho mejor de lo que ya viven. No son la solución, son parte del problema.

Esta tierra se merece un gobierno que haga políticas para la mayoría, no para una minoría. Esta tierra se merece un gobierno que priorice la Justicia Social y pretenda dar oportunidades a todos y a todas para que puedan tener un futuro digno. Como hombres y mujeres comprometidos con el cambio social esta debe ser nuestra guía.