El amor y el paso del tiempo son dos de las experiencias más narradas en la cultura que consumimos y sin embargo es difícil encontrar un relato con el que sentir cierta identificación. Vemos, leemos y escuchamos el amor polarizado: idealizado o espantoso, fábula o verdad. My Mexican Bretzel es diferente. La narración de su protagonista, Vivian Barrett, fluye entre los términos variables y las incógnitas de la ecuación sentimental. En las líneas de su diario, Barrett nos descubre una honestidad a la que no estamos acostumbrados/as, ya no para compartirla sino para mirarnos al espejo. Las ruinas posbélicas de la vieja Europa son la metáfora perfecta de un amor antaño dorado que se resquebraja y muestra sin pudor sus vigas derruidas. Y entonces aparece Leo, el mexican bretzel que insufla color, risas, amaneceres, olas y flores. Y Vivian quiere volver a ser joven.
Los sentimientos sin filtrar de Barrett y las imágenes caseras de 16mm y Super 8 que graba su marido (a veces ella) son un lienzo extraordinario del que no puedes apartar la mirada pese a que la pantalla es silente gran parte del tiempo. Ese silencio te atrapa porque solo así puedes acompañar a Viviane en sus reflexiones. Barrett es ‘la abuela’ de la directora de la película, Nuria Giménez Lorang, quien encontró decenas de latas con filmaciones olvidadas, un archivo familiar y cultural que regala imágenes peculiares: postales de una vida lujosa en un continente en ruinas, los primeros neones de Las Vegas o el hacinamiento de inmigrantes inquietos/as en el Queen Mary.
Las comillas sobre la abuela se entenderán con el visionado pero tampoco hay que hacerse muchas preguntas siempre que aceptemos que la ficción puede ser el mejor retrato de la realidad.
La vida invisible de Eurídice Gusmão, de 2019, dirigida por Karim Ainouz, es una película impactante, que pone en evidencia la estructura machista impregnada en la sociedad brasileña, especialmente de los años ’50. Ha ganado en el Festival de Cannes el premio Un Certain Regard, como mejor película, entre otros premios internacionales y brasileños. La película está ahora disponible en filmin.
Es una adaptación de la novela homónima de Martha Batalha, que narra la historia de dos hermanas y sus dificultades para sobrevivir en el entorno machista que les rodea. Aunque la novela está ambientada en los años ’30, la película la traslada a los años ’50.
Nacidas en una familia católica portuguesa conservadora, sueñan con poder sentir el gusto de la libertad. Guida, la mayor, de 20 años, es atraída por la vida nocturna de Rio de Janeiro y para huir de las garras de su familia, decide seguir a un marinero griego en su travesía. Al percibir que el amor romántico que ha anhelado ha sido un engaño, intenta volver al nido familiar, pero la familia la rechaza y tiene que enfrentar sola las dificultades que la vida le presenta. La solidaridad y los vínculos con las mujeres de una comunidad empobrecida de Rio son las que la acompañan y apoyan en su camino.
Su hermana, Eurídice, es una prometedora pianista, pero se queda atrapada en un matrimonio concertado que no desea. Como sucede en los matrimonios tradicionales, sufre relaciones sexuales violentas, dominadas por el deseo masculino. No pudiendo huir de esa realidad como su hermana, se queda en la jaula familiar. Al descubrir que los hombres de su entorno le mienten, engañan, dominan, y que su madre, víctima de los mismos hombres, tampoco reacciona, empieza a sufrir trastornos de salud mental. Ilustra con acierto que las mujeres no nos volvemos locas, sino que es la sociedad machista la que nos empuja hacia el abismo y la locura.
El eje de la película gira en torno al lazo estrecho entre las dos hermanas, que enfrentan, aunque de modo diferente, las violencias machistas, que las ahogan y atrapan, terminando por tener que sobrevivir y renunciar a sus aspiraciones.
Es una película que narra la trama asfixiante en la que se desenvuelve la vida de millones de mujeres en los años situados en la mitad del siglo pasado al enfrentar distintas formas de violencia machista: en el ámbito privado del matrimonio (padres, maridos, parejas) o la violencia obstétrica del sistema de salud, que no protege los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Estas violencias son silenciadas, olvidadas, naturalizadas, y aunque las hermanas intentan rebelarse, la realidad en la que viven es más fuerte y las aplasta.
La película nos hace recordar lo que nuestras madres y abuelas tuvieron que enfrentar en los ’50 y cómo lucharon para conquistar los derechos de los que hoy disfrutamos de manera precaria porque ni son efectivos, ni están consolidados. En la actualidad ¿cuántas madres, abuelas, hermanas, hijas siguen renunciando a sus aspiraciones para dar un futuro mejor a las próximas generaciones? ¿Cuántas tendrán que ser asesinadas? ¿Cuántas estaremos abocadas a renunciar a todo por la familia? ¿Cuántas tendremos que morir abortando de forma ilegal en Brasil? ¿Cuántas tendremos que sufrir las violencias obstétricas del sistema hospitalario? ¿Cuántas tendremos que vivir en la pobreza y la precariedad laboral? ¿De verdad tendremos que esperar otros 100 años? este es el siglo de las mujeres y tenemos una fuerza colectiva a nivel global que, nunca hemos tenido antes. No lo desperdiciemos compañeras. Nos tenemos que aceptar en la diferencia y revelar contra el privilegio. Unirnos porque nos queda todavía mucho por hacer. Vamos a ello.
Texto: Lola Blasco; Dirección: Marta Pazos. En el Centro Dramático Nacional.
Extrañamente, en esta obra todo aquello que parece digresión o abuso de la alegoría aparece natural ante los ojos del espectador. Puede que la razón se encuentre en una mezcla de violencia y delicadeza que empuja a los personajes a lo largo y ancho de un mar revuelto, lleno de cabezas, crisis y danza.
En el cruce entre los símbolos y el argumento nos encontramos con un barco en el que la protagonista, joven y alucinada, siempre viendo una ballena entre la bruma, conversa con un viejo marino al que solo interesan los nudos: son la mejor manera de vencer la tormenta, medir la velocidad de la nave y, además, aprendiendo a hacer nudos después se puede saber cómo deshacerlos.
Los personajes inician un viaje por el espacio íntimo de la protagonista y el periplo lleva al espectador por los diversos escenarios del mundo contemporáneo. Testigos de la revolución conservadora (el buzo, el caballero, armado de manguera y espada de Alejandro Magno), pateras que naufragan, las últimas palabras de Saddam Hussein… La ballena nos persigue a todos, podríamos pensar al final de la representación.
El espacio, una piscina sobre la que se prueba que no es posible caminar sobre las aguas, junto a las coreografías, intermedios musicales (Lola Blasco reúne lo cómico con lo melancólico), objetos extraños y un universo sonoro, lleno de luces y estrellas, que hacen presentir al espectador la bruma que se levanta tras el paso del barco que conduce a los personajes.
Siglo mío, bestia mía es la representación de una crisis personal que se retroalimenta de los espectáculos más espeluznantes del mundo contemporáneo, aquellos que son virales, que miramos embobados como si fueran un videoclip. La música que lo acompaña la hemos escuchado todos, pero a veces es necesario ir al teatro para volver a distinguirla entre tanto ruido. Eso es precisamente lo que otorga el texto de Lola Blasco. Música de cuchillos y alaridos. Al final, lo que queremos es ser mejores. Humildes y mejores.