La socióloga e investigadora argentina Laura Fernández Cordero ha realizado un viaje por los siglo XIX y XX para reunir, en este original y estupendo trabajo de investigación, catorce voces que rescatan las luchas y reivindicaciones pasadas de mujeres (también de dos hombres y hasta la voz colectiva de un periódico) que posiblemente no conocíamos y que explican y enlazan con las luchas feministas de nuestro tiempo.

Así, podemos escuchar a Claire Démar o Jenny D’Héricourt (traducidas aquí por primera vez al español), que a comienzos del siglo XIX reclamaban las promesas incumplidas de la Revolución Francesa y exigían el derecho al sufragio y al placer, o nos encontramos con hombres como Charles Fourier o Joseph Déjacque; también con “La Voz de la Mujer”, que da la palabra a un grupo de mujeres que reivindican la emancipación de las mujeres y el amor libre. O a luchadoras más conocidas y comprometidas con las luchas sociales y políticas de su tiempo, como Flora Tristán, Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, o Alexandra Kollontay. Y también descubrimos a una nueva Bella Otero, no la famosa, sino otra mujer que desafiaba la dicotomía de los sexos y subvertía todas las clasificaciones. O con luchadoras anarquistas como Ana Piacenza y Maria Lacerda de Moura, por no olvidar a Emma Goldman, que reclama una revolución que no deje fuera el baile y el  goce, o a librepensadoras como Maria Abella, que desafía la moral católica.

Este trabajo ha sido publicado recientemente en España por Siglo Veintiuno/Clave Intelectual y su autora ha viajado a España para presentar el libro.

Laura Fernández Cordero es socióloga y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, investigadora del Conicet, dirige proyectos de investigación dedicados a las publicaciones periódicas de las izquierdas durante el siglo XX y es autora de “Amor y anarquismo. Experiencias pioneras que pensaron y ejercieron la libertad sexual” y coautora (con Judith Butler y Virginia Cano) de “Vidas en lucha. Conversaciones”. Con ella hemos podido conversar en Espacio Público.

El título del libro “Feminismos para la Revolución” y el subtítulo “Antología de 14 mujeres que desafiaron los límites de las izquierdas” refleja muy bien el contenido de esta obra. ¿Por qué feminismos en plural y a qué límites de las izquierdas te refieres?

Hace tiempo que el feminismo recurre al plural para dar cuenta de su diversidad y de la imposibilidad de contener en un solo término los debates, las corrientes y la velocidad con que da lugar a nuevas ideas y prácticas políticas. El libro intenta proponer que esa multiplicidad de maneras de vivir y de hacer política feminista existe desde que el término comienza a acuñarse y a dispersarse por el mundo en la segunda parte del siglo XIX.  No escapa a una paradoja, casi ninguna de las voces que compila la antología se reconoce a sí misma como “feminista”.

Es otro modo de decir que los límites del movimiento y la propia denominación son parte de una agitada construcción política y su acuñación, un hecho colectivo. Las anarquistas del periódico La Voz de la Mujer adelantaban décadas respecto de las discusiones sobre el amor y la violencia, sin embargo, identificaban el feminismo con el sufragismo y rechazaban su conformación burguesa. Las socialistas y las comunistas miraban su desarrollo con atención, pero buscaban la organización de las obreras y las mujeres en general en clave revolucionaria, algo que las distanciaba de la propuesta liberal.

En relación con los límites, la antología pretende dar cuenta de la importancia de la “cuestión de la mujer” y la “emancipación femenina” en el ideario de las izquierdas, en sentido amplio, pero a la vez señalar las zonas más problemáticas. Cada texto llama la atención sobre alguna de ellas, para citar solo algunos: Jenny D´Hericourt debe defender el derecho a la escritura e incluso a la voz pública de las mujeres contra Pierre Joseph Proudhon, uno de los referentes de pensamiento libertario. La carta de Joseph Déjacque visibiliza la dificultad de definir el contorno de la Humanidad a liberar si en ese universal se incluye a las mujeres. La entrevista de Clara Zetkin a Lenin ofrece una síntesis de la posición clásica en relación con la “cuestión femenina” y la sexualidad, así como de la intención permanente de los líderes por encuadrarlas en sus propias tesis y directivas políticas. La Bella Otero pone en jaque la heteronormatividad y la homofobia que campean en gran parte de las izquierdas, pese a su discursividad en torno a la libertad sexual.

Emma Goldman denuncia las moralinas que acechan a los compañeros, y Ana Piacenza critica los límites del hombre anarquista que odia la opresión y oprime a la mujer. Más allá de mis propuestas de interpretación, creo que los textos, en su complejidad, puedan despertar otras lecturas.

Una de las principales características de los cánones, antologías y selección de personajes o textos, es que siempre hay exclusiones: una parte entra dentro de “lo elegido” pero la mayoría queda fuera. En la Introducción el libro dices que “El primer listado fue imposible. El segundo, delirante”.  ¿Qué criterios has seguido para esta selección de personajes?

Una vez decidido que valía la pena aportar otra antología a las innumerables que ya han sido editadas, los criterios fueron múltiples. Primero, textos que reflejaran la discusión entre dos espacios que estaban en conformación y en diálogo permanente: los feminismos y las izquierdas en sentido amplio. Pero no solo de las referencias más obvias, sino también personalidades menos conocidas como la uruguaya y argentina María Abella o la librepensadora brasileña Maria Lacerda de Moura.

El segundo y más importante: que fueran escrituras significativas por su contenido político, su variación (hay cartas, ensayos, memorias, notas, libros, etc.), o su propia belleza. Textos que crean o surgen de problemas y no que van en el sentido de los cánones establecidos. Incluso dramáticos como el de Claire Démar, porque antecede su suicidio, o de fuerte actualidad como la carta en la que Rosa Luxemburgo se queja ante su amante por lo que hoy llamaríamos un permanente “mansplaining”. En ese sentido, los textos quieren contrarrestar el efecto de novedad causado por la celebrable masificación de los debates feministas y su crecimiento como movimiento político en las últimas décadas.

Por último, se impone un criterio de espacio y maleabilidad, FPR se pensó como un “libro herramienta”, uno que se puede leer en cualquier orden, que está allí para una consulta rápida y (ojalá!) que vaya en las mochilas camino a las asambleas y las aulas. Un buen indicio es que una productora sonora, Ya el Blanca (Miel de arcilla contenidos), me propuso convertir el libro en un podcast, un formato que permite otra circulación y puede invitar a seguir con otras lecturas.

Un momento de la presentación de “Feminismos para la Revolución” en la librería La Mistral de Madrid.

Las voces que se oyen en el libro son muy variadas. Dices que: “De un tiempo a esta parte, pasamos de los deslumbramientos a disfrutar la relectura; fue y es un regreso atento a las voces quebradas, dubitativas, inconsistentes, polémicas y hasta suicidas”. ¿Has buscado sobre todo a personajes que vivieron momentos históricos agitados?

¡No sé si en los últimos dos siglos ha habido un momento que no haya sido agitado desde estas perspectivas! El libro tiene un evidente foco europeo, ruso y latinoamericano, abre con las décadas que siguen a la Revolución Francesa cuando las promesas de Libertad, Fraternidad e Igualdad atraviesan las tensiones de su propia ambición. La segunda parte del siglo XIX con su imparable revolución industrial deriva en la primera gran guerra y en los intentos revolucionarios que tienen a Rusia como exponente máximo.

La clausura de la expansión de la revolución a otros países, la proliferación de los movimientos emancipatorios fuera de Europa y los fascismos en crecimiento también exigieron escrituras y políticas urgentes y activas. Quizás la elección tuvo que ver con textos que, asumiendo la agitación, no intentaron simplemente explicarla o bajar su intensidad, sino echar más leña al fuego.

En esta antología hay también dos hombres, Charles Fourier y Joseph Déjacque, ¿consideras que los hombres forman parte o son aliados de las luchas feministas?

Es una pregunta difícil. En la historia de las luchas feministas siempre ha habido compañeros o aliados, pero sin la iniciativa de las mujeres y de quienes no se sintieron representados por la masculinidad tradicional y heterosexual, los feminismos no hubieran existido o habrían estado siempre subsumido bajo lo que se consideraban verdaderas grandes luchas económicas y políticas.

Ahora, si los feminismos quieren animar una transformación radical deben actuar sobre la producción misma del orden de los géneros y para eso se impone una política de alianzas que no restrinja el movimiento a “la Mujer”. En este sentido, sí, hay hombres dispuestos a formar parte de la lucha. Sin embargo, son menos los que se avienen a revisar los términos de esa participación, es decir, sumarse sin repetir lo que han aprendido como mandato: ordenar, dirigir, imponer su voluntad y opinión, brindar seguridad, escalar jerarquías, subir la voz sobre otras voces, explicarlo todo, acaparar el micrófono, desconocer la producción teórica feminista, etc. etc.  Ya no pueden convencernos de que nuestra utopía se hará realidad a partir del primer día después de la revolución, ni compartimos completamente esa nostalgia de otros tiempos mejores de los movimientos emancipatorios. Si vamos a pensar el futuro, tendrá que ser de otros modos. Construir esas otras formas de hacer política es uno de los enormes desafíos del feminismo.

Otra de las personas que hablan en el libro es La Bella Otero. “Hubo, al menos, dos Bella Otero. Una, bailarina y actriz gallega con mucha fama en el 1900 parisién. La otra, capturada por el Servicio de Observación de Alienados de la Policía, desde el cual médicos, juristas, psiquiatras y criminólogos patrullaban los márgenes del orden nacional.” Dices en la presentación del personaje.

He nacido en Madrid en el año de 1880. Siempre me he creído mujer, y por eso uso vestido de mujer”. Dice ella.

“Esta antología quiere ser parte de los feminismos que no son refugio de identidad ni barrera de control sobre los cuerpos […] los feminismos que todavía tienen mucho para decir viven en las alianzas con los movimientos de mujeres y los activismos LGTB+”, afirmas también en el libro. Háblanos de esta Bella Otero.

Se sabe muy poco de esta persona que hoy llamaríamos travesti o trans, y que por entonces había asumido, en Buenos Aires, el nombre de una artista europea. Lo que conocemos es el momento en el que el médico Francisco de Veyga la mantiene detenida en el Servicio de Observación de Alienados de la Policía.

En ese trance, bajo la etiqueta “científica” de “Inversión sexual adquirida – tipo profesional”, La Bella Otero cuela su breve autobiografía que es publicada con sus fotos en la revista Archivos de psiquiatría, criminología y ciencias afines en el año 1902. Es el texto más maternal y más erótico. Y más pícaro. No tiene una clara intención política en el sentido clásico, pero su historia, el interés que despierta y el modo en que aprovecha su momento (siempre que creamos que el texto es de su autoría… ya si hubiera sido escrito por uno de los médicos, tengo que escribir otro libro!), decía, su gesto de ironía, parodia y burla recuerda el desparpajo y el humor travesti local.

La «otra» Bella Otero

Al mismo tiempo, señala el fuerte artificio de la naturalización de la dicotomía sexual y la existencia de otras vidas que la exceden y la discuten. No se olvida de marcar cómo, aunque la mantienen en los márgenes, es parte de la vida de la ciudad e interactúa eróticamente con sus hombres. Creo que en la antología viene a apoyar la idea propuesta en la introducción sobre el error de estar patrullando los límites identitarios del movimiento feminista o, como hacen las llamadas Terfs (feminista radical transexcluyente), aferrarse a esa figurona “LA MUJER” que es también un artificio.

Al contrario, la historia y la fortaleza de los feminismos es la de mantener abierto el debate por el sujeto de sus políticas y los alcances de sus transformaciones en términos de identidad de género y deseo sexual. Y desde allí pensar las alianzas necesarias, sobre todo ante el avance de los movimientos conservadores (y de las derechas que capturan parte de las luchas feministas y LGTB+) que no andarán con tanta disquisición en las etiquetas y reprimirán por igual si tienen oportunidad.

Otro de los personajes es un periódico “La Voz de la Mujer”. ¿Por qué lo has seleccionado?

La Voz de la Mujer es una vieja conocida para mí. La encontré gracias al trabajo de historiadoras feministas que me precedieron (Maxine Molyneux, Dora Barrancos, María del Carmen Feijoó y Mabel Bellucci) y fueron protagonistas de mi primer libro: “Amor y anarquismo”, Siglo XXI, 2017. Es una voz colectiva que se expresa en uno de los primeros periódicos escritos y dirigidos por mujeres anarquistas. Hay muy pocos en el mundo, este salió en Buenos Aires entre 1896 y 1897. Si bien la consigna de la emancipación de la mujer era agitada por el anarquismo que había llegado al país, el texto elegido demuestra las tensiones entre la declamación de la doctrina y una de sus consecuencias, por caso, que las mujeres tomaran la palabra en primera persona. De ese modo, muchos se sintieron opresores o tiranos de su hogar, o consideraron que ellas excedían ciertos límites.

De hecho, los debates que recorrí en los periódicos libertarios (en el sentido digno de la palabra y no en el de las nuevas derechas) entre 1890 y 1930 dejan ver que la discusión no pasaba tanto por el contenido de la palabra femenina, sino por el tono o la modalidad en que asumían la escritura o la palestra. No en vano las redactoras recibieron el mote de “furiosas de lengua y pluma”. ¿Quién no recibió alguna vez esa crítica? Tu voz es demasiado fuerte, altisonante, poco razonable, nerviosa…

Desde las palabras de la primera mujer que aparece en la antología Claire Démar a la última, queda claro que ha costado muchos esfuerzos, luchas, sacrificios, conquistar los derechos de las mujeres. Pero también que se pueden perder en un muy poco tiempo. Lo estamos viendo ahora en Estados Unidos, por ejemplo. ¿Crees que este libro puede ayudar a tomar conciencia de lo importante que es para los feminismos no bajar la guardia?

Ojalá lo sea! Sin ánimo de aconsejar ir hacia el pasado para buscar lecciones para el presente, la antología propone un ejercicio de memoria histórica que parte de preguntas actuales. Quiere demostrar que, pese al recorte temporal, siempre hubo una enunciación feminista que, a lo largo de los siglos, discutió el orden de los géneros y la subordinación de una gran parte de la humanidad. Busca, al mismo tiempo, contrarrestar la idea de que es una novedad de las últimas décadas o que las disputas actuales entre feministas, a veces muy duras, son signo necesario de debilidad. Todo lo contrario.

También quiere iluminar las relaciones de las autoras con otros movimientos políticos y autores, así como los hilos que las van uniendo: Tristán y Goldman leyendo a Wollstonecraft, Maria Lacerda traduciendo a Aleksandra Kollontay, María Abella editando a Virginia Bolten… Es lo que todavía hacemos para mantener vivo este movimiento de vocación internacionalista.

Pero no todo es celebración, tal como anuncia tu pregunta, es necesario llamar la atención sobre las reacciones conservadoras y no solo externas, sino también en los compañeros de luchas y en el propio movimiento. El retroceso de los derechos en la decisión sobre el aborto en Estados Unidos es una prueba clara, pero no la única. El discurso de las derechas que avanzan en los distintos países y el de los cada vez más extendidos movimientos religiosos conservadores, junto a la actualización de la iglesia católica con un papa supuestamente “progresista”, no nos ofrecen un panorama en el cual podamos descansar.

Al mismo tiempo, las izquierdas han ido incorporando parte de las luchas feministas o dando más atención a quienes las agitaron siempre en esos mismos espacios; será importante que ese diálogo avance y no se quede en una incorporación oportunista u obligada por el clima de época. Hay mucha producción teórica y política de los feminismos en distintos terrenos (la subjetividad, las economías, los cuerpos, las emociones, la sexualidad, la ecología) que pueden revitalizar a las izquierdas en un momento crítico.

Saber que nuestras luchas tienen una larga historia, que aunque la pensemos en etapas no necesariamente van hacia un progreso seguro, y que ya se han enfrentado fascismos similares pueden ser una buena inspiración para las luchas presentes.

Nota:

Todas las imágenes publicadas en esta conversación han sido cedidas por la editorial Siglo Veintiuno/Clave Intelectual.