El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños. Eleanor Roosevelt

Se hace difícil respirar, será el calor sofocante, será el estruendo de la calle, será el genocidio en Gaza, serán los gritos de los intolerantes… Aspirar y exhalar se convierte a menudo en un acto de fe, en creer que es imprescindible, creer en una posibilidad, en una oportunidad, lejos del gozo o la complacencia. No dejamos de hacerlo, porque en el fondo confiamos, sabemos que es necesario, que no existe otro modo de avanzar, mirando hacia delante. Pero, sigue siendo difícil, no conseguimos conciliar el sueño, el sopor, el cuerpo suda de calor y de inquietud, gotas frías que recorren la mente afligida, en la somnolencia imaginas mundos, lejos del presente, proyectando futuros, más allá de los márgenes de la realidad. Suelen ser bellos, a menudo relucen y consiguen apaciguar el bochorno.

Te despiertas y no recuerdas los sueños, pero sonríes, no sabes exactamente porqué, será el frescor de la mañana, la luz tenue del día o el canto de algún pájaro. No quieres poner la radio, sabes que escupe guerras e incendios, prefieres hacerte el sordo, evitar el ruido que no mejora el silencio. En el baño, te ves reflejado, eres el mismo que ayer, quizás más viejo y tu mirada no puede engañarte, tus ojos te ven y son el recuerdo de lo vivido y de lo sufrido. Vuelves de pronto al presente, con sus aristas y sus preguntas que recorren, una y otra vez, la insoportable levedad de la vida. Preguntas recurrentes que intentan apaciguar el enigma de existir y dar respuestas a la aventura de caminar. Es cuando ante tanto desasosiego te haces la pregunta: ¿Tenemos futuro?

El futuro que no existe todavía pero que llega muy pronto, sin tiempo, sin remedio, como hace el agua cayendo del cielo. Resulta enojoso por no tener forma ni color, tampoco olor. Es silencioso en sus diatribas, cómo si callase para no enfurecer, para evitar el colapso de la vida. Muchos han imaginado teorías del tiempo, o lineal o circular, inexistente o cuántico, eterno o finito. La religión se ha disputado la hegemonía de su explicación, ha matado por ello, pero siempre ha fallado al no despejar las dudas de su veracidad.

La sociedad occidental se ha decantado hace siglos por un concepto de futuro marcadamente pesimista, la pugna aristotélica sobre el platonismo, la muerte de cristo en la cruz, la persecución de los místicos, los estados nación y la filosofía europea abogan por visiones ásperas de la vida humana en contraste con la mirada más espiritual y holística de oriente, donde no existe la dualidad bien-mal. En occidente el individuo ganó la batalla, se afianzó en el centro, creó un espacio donde todo orbitaba alrededor suyo, antropocentrismo, supremacismo, etnocentrismo, consumismo, la victoria del YO, el triunfo del Ego, la libertad, la conquista del mundo, la ocupación del universo.

Nos hemos quedado solos, miramos a los lados y no queda nada, la naturaleza explotada sufre, los vecinos molestan, la belleza se hace invisible, es la victoria del individualismo. El futuro nos atenaza, nos aprieta, le tenemos miedo, llevamos muchos años deformándolo, convirtiéndolo en distópico, lo imaginamos oscuro y violento, no conseguimos pintarlo con colores luminosos. A lo que no ha pasado todavía le hemos puesto el nombre de futuro, cuando de hecho lo que está por llegar ya está pasando, el porvenir es el ahora. Hacemos y todo está por hacer.

Aunque esté de moda, dejemos de crear distopías, volvamos a creer en las utopías, muchos y muchas lo están haciendo, aunque sean de difícil realización. El imaginario colectivo se mueve en terrenos pantanosos, la desilusión se ha adueñado de nuestras conciencias, nos hemos castrado la imaginación, hemos dejado de creer matando la religión, ya no creemos en nada, ni tan solo en nosotros mismos. Desorientados hemos creado enemigos por doquier, que si musulmanes, que si comunistas, que si gays, que si inteligencia artificial… Dejamos el humanismo por el posthumanismo para adentrarnos en un período de profundo malestar. Pero lo curioso de todo es que sabemos cual es el camino, no son quimeras son hechos y conocimiento, son movimientos transversales que sacuden las conciencias a través del mundo.

El ecologismo y el feminismo conforman la nueva política que modela el futuro imperfecto, la nueva manera de vernos, la nueva mirada que debe transformar el mundo. Es nuestra oportunidad, corregir y mejorar. Ya no estamos solos, formamos parte de un todo, no existe el centro, vivimos interconectados configurando un supraorganismo solidario que lo relaciona todo, explorando una actitud más espiritual/sensorial que trascienda el plano del mundo material en el que vivimos, sin antagonismos entre nosotros y los objetos que nos rodean. Esta nueva mirada nos reequilibra, nos refuerza, nos posibilita. Ya lo hemos imaginado muchas veces, no es nada nuevo, sabemos cómo hacerlo: Buscar la belleza, soñar, amar, cuidar, proteger, compartir y escuchar son el camino que nos libera de la incertidumbre, el miedo y el pesimismo.

El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad. Victor Hugo

moderado por:

  • Orencio Osuna

    Director de la Fundación Espacio Público

  • Bonifacio Cañibano

    Periodista

Conclusión del debate

Este debate sobre el sindicalismo, que se ha mantenido vivo durante algunos meses, ha abordado múltiples cuestiones que resulta imposible resumir en unos folios, de modo que nos centraremos en algunas de las más destacadas. Una parte de las intervenciones han resaltado el valor histórico que han tenido los sindicatos a la hora de conseguir no solo condiciones de trabajo más dignas para la clase obrera, sino también su contribución en la introducción y mejora de los derechos sociales y la democracia, haya llegado esta a un grado de desarrollo mayor o menor. Este es un apunte significativo, especialmente en el contexto español, donde los sindicatos se implicaron directamente en la lucha contra la dictadura y desempeñaron un papel relevante en su desaparición. ¿Dónde estaríamos ahora sin la lucha sindical? ¿cuales serían las condiciones de trabajo sin la presencia de miles de sindicalistas en las empresas? Estaríamos más cerca de Singapur que de Suecia (Héctor Maravall). Esta corriente, la que ha resaltado en el debate el papel histórico de los sindicatos, se pregunta también por las causas por las que los sindicatos , sobre todo los mayoritarios , tienen una imagen tan devaluada ante la ciudadanía

Titulamos el debate “los sindicatos en tiempos neoliberales” para encuadrar la situación actual de los sindicatos, que soportan, como el conjunto de los ciudadanos la agresión frontal del capitalismo “sin complejos”, empeñado en desmantelar toda forma de resistencia de las clases populares, y entra esas formas muy especialmente la resistencia de los sindicatos . A resaltar esta agresión han contribuido numerosas intervenciones. En el marco de la agresión del capitalismo neoliberal contra “la resistencia”, sitúan muchos de los intervinientes la mala imagen de los sindicatos que finalmente se ha instalado en la sociedad. “Hay que estar ciego para no ver que, más allá de hechos o conductas reprobables de algunos de sus miembros; más allá de errores o carencias, tal campaña guarda relación directa con el hecho de que los sindicatos constituyen el principal obstáculo frente al desarrollo de las políticas en curso, cuyo fondo, aquí y en Europa, es desarbolar el modelo social construido tras el final de la Segunda Guerra Mundial” (Julián Ariza)

Es también en este contexto donde se sitúa la represión policial y judicial contra los sindicalistas por parte del Gobierno, que ha recurrido sin dudarlo a métodos que difícilmente se compadecen con el sistema democrático. Más de trescientos sindicalistas de las formaciones mayoritarias están procesados y les ocurre lo mismo a varios centenares más de las formaciones minoritarias “se ha producido un brutal y sistemático ataque contra los sindicatos más representativos y mayoritarios, con participación de empresarios, policía, jueces y fiscales y poderosos medios de comunicación. Esta triada perversa, está socavando, no sólo la credibilidad de los sindicatos, sino hasta el propio Derecho Constitucional de Huelga, que tan costoso fue para los trabajadores conquistarlo en la Dictadura. Utilizando una vía indirecta y basándose en el apartado 3 del art. 315. Un apartado, antigualla del C. P. franquista que quedó en el Código Penal vigente, tras su revisión en el año 1995. Basándose en él, están penalizando a los participantes en los piquetes informativos” (Eduardo Saborido)

No han faltado las intervenciones que han subrayado los errores tácticos, los abandonos de su cometido o la falta de honestidad de algunos comportamientos sindicales. “El sindicato “gestoría” que resuelve mi tema sin importarme lo que tengo al lado. El sindicato gestoría o incluso el sindicato empresa que tiene a su servicio gestores y que se comporta como una auténtica empresa en el mercado capitalista que nos envuelve. Que vende el producto: seguros de vida, seguros si te pones enfermo, viajes, vacaciones, cuotas súper-rebajadas…que también despide a sus trabajadores como otra cualquier empresa.” (Ángela Sánchez)

Todos estos factores han contribuido a la actual crisis del sindicalismo, porque en este debate hay un amplio consenso en la aceptación del que el sindicalismo atraviesa una crisis importante; pero también hay consenso a la hora de señalar las causas objetivas de esa crisis, que van más allá de los comportamientos sindicales y que se enraízan en el cambio vertiginoso que se ha producido en la organización del trabajo y en el modelo de producción.

Joan Coscubiela lo señalaba en su exposición: Al sindicalismo le esta desapareciendo el hábitat que lo vio nacer: el estado-nación, la sociedad industrialista, la empresa integrada, las condiciones de trabajo homogéneas, fruto de la organización fordista del trabajo incluso el empresario tradicional, que ahora no tiene en muchas ocasiones cara, y que es sustituido con frecuencia por un ejecutivo que gestiona unos fondos posiblemente multinacionales que conforman el capital de la empresa. Han desaparecido del paisaje habitual, salvo excepciones, las grandes empresas y prolifera el minifundismo empresarial y los pequeños centros de trabajo donde es cada vez más difícil organizar a los trabajadores. A los sindicatos les ha pasado como al oso panda, que están desapareciendo los bosques de bambú en los que vivía y de los que se alimentaba , ejemplarizaba Coscubiela en el debate en Público TV, que ha cerrado el debate virtual.

Esta es quizás la cuestión más inquietante que se ha planteado y para la que no hay respuestas fáciles en este momento gramsciano en el que el viejo sindicalismo no se ha ido todavía y el nuevo no ha llegado aún. Emergerá una nueva forma de organización sindical, porque en la medida en que mutan los poderes empresariales mutarán también las formas de resistencia frente a ellos (Ignacio Muro).

Con una clase obrera profundamente fragmentada y dispersa, con la inmensa mayoría de los trabajadores en precario, con una patronal crecida y corrupta, con los viejos partidos obreros, que han dejado de ser obreros, los sindicatos están abocados a asumir funciones que van más allá de los intereses de sus afiliados y que van más allá de concebir los centros de trabajo como el núcleo fundamental de la lucha. En estas circunstancias , “sencillamente no es posible hacer sindicalismo exclusivamente desde los centros de trabajo y ha llegado el momento de organizar a los trabajadores fuera de las fábricas “(Leo Moscoso).

Una nueva organización de los sindicatos mutando hacia una forma de organización social, que desborde el propio centro de trabajo, ha sido una posición claramente defendida por una parte significativa de los intervinientes “Porque el problema principal es que el empleo ya no es mecanismo de integración, es sinónimo de precariedad y pobreza. Y es por ello que la lucha quizá no pase por defender el empleo, sino por defender la vida, la dignidad no del empleo, sino de nuestro día a día” (Ignacio Martín)

Algunos de los que sostienen este planteamiento contemplan que la huelga general de consumo sería ahora mucho más factible y eficaz que la huelga general del trabajo, que ha sido tradicionalmente la forma de resistencia sindical más contundente, pero que en el ecosistema del minifundismo empresarial, es difícilmente ejecutable .

Ponencia inicial

Los sindicatos en tiempos neoliberales

Los sindicatos en tiempos neoliberales