El título de la maravillosa película de Bertrand Tavernier, Ça commence aujourd’hui, (‘Todo empieza hoy’), que narra la lucha por la dignidad de la gente trabajadora en un pequeño pueblo francés, es una valiosa y útil expresión para poner el acento en las necesidades de hoy. Las conquistas y avances se necesitan hoy, no mañana. Los ataques a los derechos de las clases populares y los retrocesos en las condiciones de vida se producen ahora. No son cosa de mañana.

Por eso es tan importante lo que ocurre hoy en Francia. Importante para su población, pero también para el futuro inmediato de las clases subalternas del resto de la Unión Europea. Desde la Comisión Europea se avanzan nuevas líneas de austeridad acordes con los intereses del gran capital en el capítulo de pensiones, que condicionan las políticas de cada uno de los países miembros, para imponer ampliaciones del número de años de trabajo cotizados necesarios para la jubilación, el retraso de la edad para retirarse de la vida laboral y para cambiar las cuantías a percibir, en función de la correlación de fuerzas entre clases sociales y entre gobernantes y gobernados en cada país. Frente a esa estrategia conjunta de los de “arriba”, la resistencia de las y los asalariados se da país a país y con escasas si no nulas muestras de solidaridad internacional.

Las movilizaciones que tienen lugar en Francia representan un movimiento histórico, por la dimensión y composición de las manifestaciones, su generalización en todas las ciudades, su duración, la unidad de las organizaciones del movimiento obrero y de las organizaciones sindicales, la convergencia con sectores ecologistas, feministas y rurales, expresión de la profundidad del malestar social y del hartazgo que existe en amplias capas de la población contra el Gobierno.

Trabajadoras y trabajadores, jóvenes y no tan jóvenes, estudiantes y personas jubiladas conforman una mayoría social apabullante en contra de la reforma del sistema de pensiones que el presidente francés, Emmanuel Macron, y el gobierno de Élisabeth Borne quieren imponer. Un cambio que implica el aumento de la edad de jubilación de 62 a 64 años y un incremento de los años de cotización para conseguir pensión completa.

Miles de personas se manifiestan en Perpinyà contra la reforma de las pensiones (6 de abril 2023). Foto de Marià de Delàs.

Las encuestas coinciden en señalar que la mayor parte de la ciudadanía francesa no solo rechaza las condiciones para acceder a la jubilación que quiere mantener Macron sino que comparte preocupación por el hecho de que este político demuestra absoluta falta de respeto por un valor fundamental de la República que preside: el régimen de libertades.

Llevan tres meses de movilizaciones. Las cifras de personas que han participado en las manifestaciones en ciudades grandes y pequeñas de Francia son las más importantes de las últimas décadas. Han salido a la calle millones de personas, pero hasta el momento el Gobierno no solo no ha cedido ni un palmo sino que ha utilizado y utiliza las herramientas más duras de su arsenal administrativo y represivo para intentar que la revuelta se extinga.

La voluntad de aprobar la reforma a cualquier precio condujo a la primera ministra a utilizar un artículo de la Constitución francesa, el 49.3, que permite aprobar un cambio legislativo sin mayoría parlamentaria. Las amenazas del ministro de Interior, Gérald Darmanin, ha pretendido que la Liga por los Derechos humanos deje de recibir la financiación pública a la que tiene derecho, el escándalo por la contaminación del agua potable con clorotalonil, las nuevas revelaciones sobre la violencia empleada por la gendarmería en Sainte-Soline durante la movilización contra las megapresas … son indicadores de los estrechos límites (¡incluso en Francia! y no digamos en otras latitudes) de las libertades y derechos políticos en un contexto de neoliberalismo autoritario. Lo que se libra en Francia es algo más que una batalla social.

La actuación más y más violenta de la policía ha reforzado la exasperación de una ciudadanía que se siente cada vez más excluida de la vida política. Parece que el gobierno francés haya decidido tratar a la clase trabajadora del mismo modo que lo hizo Margaret Thatcher y que está dispuesto a cualquier cosa menos a retroceder. Observan la generalización de las asambleas, las manifestaciones, las huelgas y los bloqueos de carreteras y medios de transporte, pero esperan que la tormenta social pase de largo, y si en algún momento la situación les parece insoportable optan por incrementar la violencia policial y recurren a las detenciones.

El futuro del sistema de pensiones preocupa y mucho, pero el descontento social va mucho más allá. La gente también sale a las calles con confianza en la posibilidad de ganar, porque ve la necesidad de defender la democracia y su derecho a intervenir en la vida política más allá del tiempo de elecciones. La reforma de las pensiones concentra, “la mayor parte de mecanismos que hoy la ciencia política identifica como alimento del resentimiento social, que nutre así a los partidos de la derecha radical”, afirman los investigadores Bruno Palier y Paulus Wagner (1). “Si el movimiento pierde, la ultraderecha llegará al poder”, explicó recientemente en conferencia en Barcelona una militante anticapitalista francesa.

Las protestas se han generalizado y eso ha sido así porque existen más motivos junto al rechazo a la subida de la edad de jubilación (2). Se reclaman mejoras salariales, incremento de las prestaciones para los parados, servicios públicos de calidad, cambio de políticas en relación a las personas migrantes, medidas en favor de una transición ecológica justa… “No habrá pensiones en un planeta muerto”, dicen los jóvenes anticapitalistas, que explican cómo “ante el productivismo degenerado, que impacta sobre los ecosistemas y pone en peligro la sostenibilidad de nuestra existencia, lo que se nos propone es trabajar más tiempo”. Hace apenas unos días se viralizó un significativo video en el que se puede ver a una joven que baila al frente de una manifestación, al ritmo de una canción y un mensaje. “Pensiones, clima, un mismo combate. No hay jubilación en un planeta quemado”, repite Mathilde Callart, militante de un movimiento ecosocial nacido en el País Vasco.

En algunos países de Europa se han organizado concentraciones de solidaridad ante embajadas y consulados, convocadas por organizaciones de izquierdas, pero la rebelión de los trabajadores franceses pasa más bien desapercibida en los medios de comunicación. Coincidiendo con la movilización francesa y sin relación aparente pero sí efectiva, porque corresponde a una misma reacción ante la pérdida de derechos y condiciones de vida, en Alemania se produjo una gran huelga para desbloquear las negociaciones del convenio colectivo del sector del Transporte.

Ante esto cabe hacerse varias preguntas relevantes ¿Qué han hecho los sindicatos de cada país en solidaridad con los franceses? ¿Qué ha hecho la Confederación Europea de Sindicatos? La respuesta a la doble pregunta es: nada a la altura de los problemas y del momento actual. CCOO y UGT han enviado mensajes de aliento a la lucha de las y los huelguistas franceses y de denuncia de la brutal represión gubernamental, pero no se ha dado ni un solo paso práctico para sostenerla y para coordinar las estrategias de resistencia ante el incierto futuro. Parece hoy altamente improbable o inimaginable que las centrales sindicales europeas piensen en la articulación de algún tipo de campaña conjunta en defensa de los derechos elementales de trabajadoras y trabajadores, que cambie la correlación de fuerzas actual.

En el Estado español solo algún sindicato minoritario y alguna organización anticapitalista se han esforzado en la convocatoria de actos para explicar lo que pasa en Francia y para hacer ver la excepcionalidad que representa esa revuelta para la historia de las movilizaciones populares en el continente europeo.

Sobre el territorio francés, en las manifestaciones multitudinarias, que se reproducen en todo tipo de poblaciones, se expresa rechazo contra la criminalización del movimiento sindical, así como una clara determinación a mantener la movilización. “No nos rendiremos” (On lache rien) se escucha una y otra vez en boca de huelguistas y manifestantes, que ven en el mantenimiento de la actual y excepcional unidad sindical la fórmula para hacer retroceder al Gobierno. La ‘Intersyndicale’, que agrupa a trece organizaciones de personas asalariadas y de defensoras de la juventud, confía en que la protesta no se debilitará, en que se mantendrán las asambleas, huelgas, bloqueos y manifestaciones, sin ceder a las “invitaciones” a la paz social que expresa la primera ministra y sin confianza en lo que pueda resolver un Consejo Constitucional –comienza sus deliberaciones el 14 de abril- tradicionalmente significado por anteponer intereses de los poderosos por encima de necesidades sociales.

La victoria o derrota de este movimiento dejará profundas huellas en Francia y en toda Europa en un momento en el que la inflación generalizada, la guerra en Ucrania y ahora de nuevo en otros países, y el recrudecimiento de la competencia entre potencias económicas y militares pueden determinar un rumbo u otro para el movimiento popular. Las clases subalternas tienen ante sí el desafío de hacer presente su participación cualitativa en las decisiones, reconstruir su identidad y conciencia de clase ante los desafíos del siglo XXI y asumir de nuevo un papel activo ante la cuestión del poder.

De inmediato sabremos cómo se resuelve la cuestión en el plano legal, y, más importante, cómo se plasman los avances del movimiento social en las calles y en las empresas, que hagan posible el predominio de una alternativa política capaz de acabar con el macronismo, hacer frente al ascenso de la derecha e iniciar un nuevo marco constituyente democratizador y superador de las limitaciones de la Vª República. Quizás, ¡ojalá!, estemos ante un nuevo “tiempo de las cerezas” que desde Francia aliente al continente.

Notas:

(1) Benoit Bréville. Un peuple debut. Dossier: Retraites, l’onde choc. Le Monde Diplomatique, nº 829 Abril 2023.

(2) Antoine Larrache. Una semana movida ¿para ir hacia la victoria? Viento Sur, 1 abril 2023.

ECTOGÉNESIS (del griego ecto, exterior y de génesis, origen, creación). Procreación a través de un útero artificial.
Si bien Aldous Huxley utilizó este concepto para su obra más famosa, no fue el único. También utilizó dos conceptos más: hipnopedia y senescencia. ¿Suenan raro?, ¿no los conoces?

HIPNOPEDIA (del griego hipno, sueño, y pedia, educación). Huxley inventó el término y, en esencia, consistía en la educación por medio del sueño. Aunque no lo creas, ya se está usando. Pregúntale a los “coach” que proponen inducir ideas a los niños a través de frases que se les repiten mientras duermen.

El otro término, inventado por Huxley también, es:
SENESCENCIA (del latín, senescens, envejecer). Proceso de envejecimiento celular. Actualmente se define como el momento en que las células humanas dejan de dividirse y/o reproducirse, pero no mueren.

¿Madurez? ¿Vejez?

Hoy, para este artículo, voy a utilizar el primero de los términos: ECTOGÉNESIS.

Pues bien, hasta que este proceso sea viable, somos las mujeres (sexo mujer, no género mujer), las que gestamos y parimos.

¿Hay alguna duda de ello?

Si piensas que me equivoco puedes ahorrarte tiempo, no sigas leyendo porque no me vas a entender. Es más, ya has opinado antes de llegar al final.

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Sigo definiendo términos:
Trabajo es todo aquello que requiere un esfuerzo (otra cosa es el empleo, no confundamos).

Aunque la RAE recoge, al menos, 12 acepciones para dicho término, voy a quedarme, ahora, con este: Esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza, en contraposición a capital.

Y lo voy a utilizar para hablar del que es, no ya el más importante, sino el trabajo IMPRESCINDIBLE para los humanos. Hablo de la reproducción. No hay vida, no hay riqueza, no hay continuidad de la especie sin que un ser humano, mujer (sexo, no género), geste y para. Por mucho que queramos reivindicar lo contrario, la naturaleza es como es. Los mamíferos nos reproducimos así. Mientras los niños no nazcan de una semilla en una mata, o de un huevo puesto por una gallina, será la mujer la que tenga en su útero un óvulo, fecundado por un espermatozoide, durante los nueve meses de rigor y luego pase por el parto para que ese bebé sea, en un futuro, productor de riqueza y consumidor de la misma (es decir, le interesa al gran capital, no solamente a la naturaleza).

Quiero dejar claro que la decisión de no ser madre es muy respetable. La decisión de cambiar de sexo, porque no te identificas con el que has nacido, también lo es, pero es incuestionable que la reproducción es como es. Otra cosa es que algún día se consiga en probetas, tipo Huxley, es decir, se logre la ECTOGÉNESIS.

Toda esta introducción es necesaria para abordar el tema que realmente quiero abordar, ya que tengo la costumbre de intentar ir a la raíz, al origen de la cuestión y/o problema, para encontrar una solución. Atacar el efecto sin solucionar la causa es batalla perdida. De ahí toda esta explicación previa. Si tomas un analgésico para calmar el dolor que te produce el dedo que has metido en el ojo, es, cuanto menos, inútil si no sacas antes el dedo del ojo.

Dejando esto como arranque quiero que intentemos no pensar con la mente capitalista que nos hace creer que todo aquello que no genera una nómina no es trabajo y que todo aquello que no genera beneficio económico tampoco lo es, aunque, en el caso de lo que quiero explicar, sí produce beneficio económico, aunque no lo percibas tú directamente.

La economía feminista, en contra de lo que muchos piensan (incluso las que hablan de ella en púlpitos y artículos) se basa en ver la economía desde un ángulo muy diferente al habitual. Astrid Agenjo, (Doctora en Economía por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y Máster en Economía Internacional y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid), la define así: Esta corriente económica pone la vida, sostenible y digna, en el centro.

Nuestra conocida y querida antropóloga, ingeniera, profesora y activista Yayo Herrero, dice: “No hay economía ni tecnología ni política ni sociedad sin naturaleza y sin cuidados”. La ecología y la economía feminista van de la mano. Ambas toman como centro la naturaleza. ¿Y que han más cercano a la naturaleza que la reproducción y los cuidados?

Estamos acostumbrados a que todo gire en torno a la producción. A la producción, no a la reproducción. Pues bien, la economía feminista gira en torno a la reproducción y a los cuidados. En torno a la VIDA. En síntesis, intenta poner en el centro lo que es necesario para sostener la vida. Trabajos que, como expliqué antes, son IMPRESCINDIBLES. La reproducción es el único imprescindible para la vida humana. Sin él no habría trabajadores, ni consumidores de lo producido por los trabajadores, si solo queremos verlo desde el punto de vista capitalista. Y no habría continuidad de la especie, es decir, el hombre desaparecería de la faz de la tierra, si utilizamos el punto de vista biológico. Es decir, lo mires desde donde lo mires, sin REPRODUCCIÓN, los humanos no existiríamos.

El doctor en biología, considerado uno de los más eminentes primatólogos y etólogos contemporáneos, Frans de Waal, dice, en El bonobo y los diez mandamientos: “El cuidado maternal mamífero es la inversión más costosa y prolongada en otros seres que se conoce en la naturaleza, que empieza con la nutrición del feto y acaba muchos años después.”. O no acaba nunca, como diríamos cualquier madre a la que nos preguntasen cuándo dejamos de cuidar a los nuestros.

¿Verdades de Perogrullo? Tan de Perogrullo deben de ser que no lo vemos, o no somos capaces de tenerlo en cuenta.

Si las generaciones de nuestras madres y abuelas, las que se dedicaron, porque así lo determinaba la educación y la cultura transmitida, a casarse, ser madres, cuidar de su familia, no han cotizado (nada o poco) como para generar un derecho a una pensión contributiva de jubilación, según las normas que rigen actualmente, no es porque no hayan trabajado, es porque ese trabajo, repito, el más importante de todos los trabajos, no se consideraba obligado a cotizar. Es más, ni se consideraba trabajo… ¿o sí?
¿Recordáis qué ponía, en el apartado “PROFESIÓN” en los DNIs de nuestras madres y abuelas? Os lo digo yo: SUS LABORES, por lo tanto, en el fondo, se reconocía como tal.

Es curioso que los movimientos feministas que conocemos nos intenten hacer creer que esa labor es denigrante para la mujer. Nunca lo vi así. Quizá porque me acostumbré a pensar sin ser condicionada por intentos de manipulaciones exteriores.

Una conocida feminista (no de las de camiseta y consigna), allá por 1870, dijo: “Para que la mujer llegue a su verdadera emancipación debe dejar de lado las ridículas nociones de que ser amada, estar comprometida y ser madre, es sinónimo de estar esclavizada o subordinada”. Ella era Emma Goldman (anarquista, crítica, pensadora, activista radical, feminista y defensora de la libertad de expresión, el amor libre y el control de la natalidad). No lo dudéis. Era una acérrima feminista. Otra de sus frases: “… nunca haré las paces con un sistema que degrada a la mujer a una mera incubadora”. Para ella no está reñida la maternidad con el feminismo, pero ese, también, es un tema que trataré en otra ocasión.
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Teniendo en cuenta que intento sacar el dedo del ojo antes de recetar paracetamol para aliviar el dolor generado por mantenerlo dentro, doy el siguiente paso hacia la cuestión que me ha movido a escribir este artículo.

Cuando utilizamos cantinelas tan repetidas que ya no sabemos ni qué significan, deberíamos, al menos, analizarlas a fondo. En este caso, y porque formo parte del movimiento pensionista y me duelen los errores de mis compañeras, quiero explicar por qué estoy segura de que se equivocan cuando sueltan el slogan: queremos acabar con la brecha de género en las pensiones. Es un error, un gran error, querer acabar con algo que ni es brecha ni es de género. Y paso de analizar si es reivindicación feminista, pseudo feminista o… lo que el capitalismo encubierto quiera que sea. Si la reivindicación es incongruente, se cae por su propio peso. Y no solamente eso sino que deja en evidencia a las reivindicadoras.

Es cierto que existe un porcentaje elevado de diferencia entre la media de las pensiones de las mujeres y las de los hombres. Ronda el 33% (lo sé porque yo misma hice el cálculo con datos del INE y de la Seguridad Social).

Dejando aparte que las diferencias también podríamos calcularlas en base a las edades (sin tener en cuenta el sexo -que no el género-) o a las comunidades autónomas, por poner solo un par de ejemplos, y también encontraríamos otros tipos de brechas, estas diferencias a las que me refiero en esta ocasión, se deben a que todas las personas recibimos el mismo trato, independientemente del sexo (repito, que no el género), edad, provincia, etc.

El SISTEMA PÚBLICO DE PENSIONES (SPP de aquí en adelante) es igualitario. Trata a todo cotizante por igual. No hace distinciones por sexo (otro tema aparte es la “justicia” de las normas). Por lo tanto, si pides igualdad, no pidas trato diferente. ¿Se ve la incongruencia?

Si pedimos igualdad y defendemos un SPP, no podemos hablar de brecha de género pretendiendo que el SPP nos lo solucione. Estaríamos pidiendo una manera diferente de cálculo. Dejaríamos sin efectividad la igualdad y la base del sistema que defendemos.

Vamos a ver si podemos sacar el dedo del ojo antes de tomar el paracetamol.

Es cierto que las mujeres, de media, cobramos menos que los hombres por las pensiones contributivas de jubilación.

Ah, pero las que denuncian esa brecha se les ha olvidado otro detalle. Esa media, ese 33%, es falso. La diferencia de poder adquisitivo es mucho mayor. Si es que hacen bien las cuentas, claro, y lo que quieren saber es realmente lo que cobran, unos y otras, a su jubilación.

¿Por qué es mayor? Porque se les ha olvidado tener en cuenta que hay muchas mujeres que, por no tener el tiempo cotizado suficiente para tener derecho a una pensión contributiva (15 años) no entran en el cálculo, ya que no cobran ninguna pensión contributiva. No quiero meter cifras para demostrarlo porque no es la intención de este artículo. Es suficiente con que se me haya entendido para ver que también se equivocan en esos porcentajes de los que hablan.

Esta es una evidencia más de que la lucha por la “brecha de género” está enfocada desde el ángulo capitalista. No han tenido en cuenta más que a las mujeres que han cotizado 15 años o más. El resto, ¿qué pasa?, ¿no existen para calcular la dichosa brecha?

Esas mujeres, las que dedicaron toda su vida, exclusivamente o a tiempo parcial, a la reproducción y a los cuidados, se encuentran sin derecho a una vejez digna. Cómo si su trabajo no las hiciera merecedoras de tal. Y no olvidemos que, por cultura y por costumbre, muchas de estas mujeres han trabajado, también, en negocios familiares y/o en trabajos para otros desde casa (coser, bordar…), y ni se planteaba siquiera la posibilidad de cotizar por ellas.

Tampoco me vengan con que sus maridos ya tienen una pensión, porque no es la pensión de ellas, y son ellas las merecedoras de un reconocimiento y una vejez digna. Ni tampoco me cuenten eso de que se les da una no contributiva porque tampoco. Las no contributivas no son pensiones, son caridad. Y, hay más, esas ayudas (repito, no pensiones) se conceden si reúnen, ellas y su unidad familiar, las características necesarias para ser consideradas pobres de necesidad. Es caridad y condicionada a la precariedad, no solamente suya, sino de su marido.

Queda claro que ese planteamiento no reconoce el trabajo hecho ni las hace merecedoras de una pensión per se.

Peor todavía, perpetúan la dependencia del varón. ¿Es esta una reivindicación feminista?
Las mujeres, y nombro el sexo porque somos las dotadas por la naturaleza, para la reproducción, deberíamos exigir que se nos considere el trabajo que hacemos PARA LA SOCIEDAD como trabajo imprescindible. Y, por tanto, como generador a derechos acordes.

Los cuidados, hoy por hoy, sobre todo los de los primeros meses de los hijos, recaen, sino exclusivamente al menos en su mayor parte, en nosotras. Y sin cuidados un niño no crece, no se desarrolla. No será un futuro trabajador ni un futuro consumidor. Ni tampoco origen de una nueva generación. Por tanto, seguimos trabajando para la sociedad.

Los cambios culturales están convirtiendo a los padres en cuidadores también. Estupendo. Así será, pero no mañana, ni pasado mañana. Y sea cuando sea, aun así la gestación y el parto sigue siendo labor de la madre. En su totalidad (miedo me da pensar en que algún día Huxley tenga razón y los hijos no tengan padres).

Las 2 generaciones vivas que, hoy por hoy, han dedicado su vida a este trabajo, repito, se merecen, por ellas, por nosotras y por nuestras hijas, pero también por la sociedad venidera, que se les proporcione una vejez digna, independientemente de su situación económica y familiar. ¿O se tienen en cuenta estos datos para calcular las pensiones contributivas de jubilación? ¿Verdad que no?

Deberíamos empezar a cambiar el chip. A pensar que la vida no ha de girar en torno al dinero, sino a la vida, como ha de ser si el ser humano quiere seguir en el planeta. Respetar la vida y que esta la considere como el eje de todo, nos hará, también, más respetuosos con el medio en el que se desarrolla: EL PLANETA.

Yayo tiene razón. Reproducción y ecología van de la mano. Y yo me atrevo a añadir: eso también es FEMINISMO.

EPÍLOGO:

Respecto a la demanda sobre la pensión, soy consciente de que esto es una batalla que, si algún día se gana, probablemente ya no quedarán vivas las mujeres por las que lucho. No importa, me conformo con que se les reconozca su trabajo y, desde dentro de cada uno de nosotros, les pidamos perdón por no haber sabido valorarlas y les demos las gracias por todo lo que han aportado a la sociedad humana. Y, sobre todo, me conformo con que el chip para ser capaces de ver el error en centrar la existencia en algo que no sea la propia existencia, empiece a funcionar.