“La música real es silencio y todas las notas simplemente enmarcan ese silencio”. Miles Davis
El piano no tiene quien lo toque, sin sus notas, sólo queda el silencio…
Una tragedia artística, una implosión. En apenas dos meses, el mundo de la música perdió dos figuras insustituibles del panorama jazzístico mundial. El 9 de febrero de 2021 moría Chick Corea y Keith Jarrett, enfermo, reconocía pocos días antes que nunca más tocaría el piano. Es como si de golpe desapareciesen Liszt y Schumann, Oscar Peterson y Bill Evans o Brendel y Gould.
Nada volverá a ser lo mismo. Eran dos artistas inmensos, creativos, brillantes, eclécticos e irrepetibles.
Recuerdo perfectamente el día que mi hermano volvió del Principat d’Andorra con el Köln Concert de Keith Jarrett en la maleta. En 1976 no era fácil conseguir los discos de la siempre sorprendente discográfica ECM, el jazz contemporáneo no era una de las prioridades culturales de aquella época. Cuando aquel disco doble del genial pianista norteamericano entró en casa, no sabía todavía que su música provocaría una de las sacudidas emocionales más memorables de toda mi vida.
Cogí disco y noté el tacto rugoso de la funda, olí el característico aroma del disco nuevo, vi la sugerente foto en blanco y negro, y colocando con suavidad la aguja sobre aquel vinilo escuché el cric sonoro de la aguja cuando impacta con el disco… En este breve instante, en aquellos pocos segundos ya se habían despertado de golpe cuatro sentidos! Ya estaba preparado, la aguja estaba a punto de entrar en el primer surco, y… tras el silencio, sonaron un sol, re, do, sol, re…. 5 notas que ya forman parte de la historia de la música. Ya no había marcha atrás, estaba atrapado para siempre.
Pocos meses después con la misma liturgia, escuché el disco debut de Return to Forever, editado también en ECM. Esta mítica banda capitaneada por el pianista Chick Corea había grabado el disco en 1972, 3 años antes que el Concierto de Colonia de Jarrett. Las primeras 4 notas sintetizadas, sol, re, re sol, son una invitación a volar, hipnóticas, dulces, son como una ola suave que va y vuelve. Pura magia.
Todo pasó aquel 1976, y desde entonces Chick y Keith me acompañaron para siempre. Keith Jarrett, nació en Allenton, Pensilvania en 1945. Desde muy joven ya demostró un talento descomunal con el piano y con apenas 6 años ya componía música. Art Blakey lo incorporó en sus Jazz Messengers y posteriormente formó parte del cuarteto de Carlos Lloyd donde coincidió con el que acabó siendo su batería predilecto, Jack DeJohnette. Miles Davis lo ansiaba en su grupo y, tras muchos intentos, fue a buscarlo con todos sus legendarios músicos, Chick Corea, Dave Holland, Wayne Shorter y Tony Williams al club de París donde actuaba en 1970 solo para convencerle. «Keith, ¿qué siente uno al ser un genio como tú?», le preguntó Miles a Keith tras un concierto. Jarrett y Correa tocaron juntos en el Festival de la Isla de Wight en 1970 interpretando el Spanish Key del disco Bitches Brew.
Jarrett se convertía así en el futuro del piano y junto a Manfred Eicher de la compañía ECM empezó una carrera musical grandiosa y prolífica, con discos míticos como el My Song o Standards o con grabaciones tocando Bach, Shostakovich, Barber, Mozart, Handel… Pero sobre todo, Jarrett pasará a la historia por sus famosas improvisaciones grabadas en directo, Paris, Tokio, La Fenice, hasta su último concierto, el de Budapest del año pasado.
Chick Corea, nació en Florida en 1941. Empezó a tocar el piano con 4 años y aunque sus estudios fueron clásicos pronto se decantó por el jazz. Horace Silver y Bud Powell fueron sus influencias. Su carrera como pianista fue meteórica, tocó con Sonny Stitt, Stan Getz, Sarah Vaughan y reemplazó a Herbie Hancock en la banda de Miles Davis con quien estuvo más dos años. Fue el mismo Miles quien le persuadió de tocar el piano eléctrico. Poco después creó el grupo Return de Forever unos de los grupos fundamentales del Jazz-fusión junto a Stanley Clarke, Joe Farrell, Airto Moreira y Flora Purim con la discográfica ECM. Chick Corea era ecléctico, tocaba jazz, clásica, transitaba a través de diferentes géneros musicales en busca de sonoridades nuevas, la samba, el flamenco, el new age, música mestiza, componiendo un clásico del jazz como Spain o colaborando con Paco de Lucía, Carles Benavente y Jorge Pardo. Chick exploraba sonoridades con el arte del creador, generoso y empático, fue el músico de jazz que obtuvo el mayor número de Grammy de la historia, 23.
Vinilos y CDs comprados o prestados, Spotify, conciertos en el Palau de la Música, en el Grec o Auditori, vivencias irrepetibles junto a estos dos genios que con su música hicieron de este mundo un espacio más bonito y amable.
Aunque la belleza no dependa del formato, y los discos de Keith Jarrett y Chick Corea son extraordinarios, escuchar sus obras ya no es lo mismo. Con la música en streaming, hemos perdido toda la liturgia de los discos físicos y las acciones que despiertan otros sentidos. Ahora con un clic obtienes el premio, cuando antes todo era mucho más complicado. Primero escuchabas un tema por la radio y si te gustaba era esencial recordar el título de la canción o el intérprete. Después venía la aventura de encontrar la tienda (casi siempre era Discos Castelló), comprar el disco o el single, llegar a casa, sacar el celofán, abrir el disco, con sus fotos y textos, encender el equipo de música y poner el disco. Todo esto resumido ahora con un clic… Pero el esfuerzo entonces tenía premio. La gran diferencia es que escuchabas el disco entero, sin pausas, sin prisas, sin cortes, saboreando y descubriendo tema tras tema la totalidad de la obra… Un hecho impensable en la actualidad, en una época dónde la gente a duras penas escucha un solo tema entero, con la tentación de buscar otro, o abrir otra aplicación. La música incompleta, fragmentada, interrumpida, sin continuidad no puede ser escuchada, sólo oída, sin pausa no se puede apreciar la belleza, con prisas esquivas el detalle, la contemplación imposible. El arte como objeto de consumo, banalizado.
El retiro forzoso de Keith Jarrett y la muerte de Chick Corea han dejado huérfano el panorama jazzístico. Su capacidad interpretativa, lírica y creativa no tiene sustituto, sólo Brad Mehldau parece ser el único discípulo aventajado que pueda ocupar este espacio vacío, Hiromi Uehara también podría. Improvisar, crear espontáneamente está al alcance de pocos creadores, tanto Chick como Keith eran genios en este aspecto, tenían la capacidad de dibujar melodías, de pintar espacios y ritmos, de viajar cruzando sonoridades para llevarnos a la sublimación sensorial.
“Sin música, la vida pierde el sentido” dijo Nietzsche.
Por suerte nos queda su música, pero sin Keith Jarrett y Chick Corea y sus pianos enmudecidos, la vida pierde emoción, creación, belleza y éxtasis. Qué tristeza…