Es necesario un conocimiento profundo de un autor para escribir una biografía de su vida y su pensamiento, pero para revelar su verdadera sensibilidad se necesita algo más, una especie de conexión entre el biógrafo y el personaje estudiado que extienda un hilo de intimidad entre ambas figuras. Este hilo lo extiende Clare Carlisle con Kierkegaard en su libro El filósofo del corazón. La inquieta vida de Søren Kierkegaard (Taurus, 2021).
Clare Carlisle, al final de su libro, explica la emoción que sintió al reunirse con unas pocas personas en una iglesia de Londres para rendir homenaje a Kierkegaard. Años antes, esta profesora del King’s College tuvo que esforzarse en aprender danés y escribir una tesis doctoral sobre un filósofo que, en principio, no le interesaba especialmente. Sin embargo, en el transcurso de sus estudios una chispa prendió y nació ese hilo de intimidad (posible, quizás, solamente en un mundo como el nuestro, en que leemos en voz baja y soledad). Todos los lectores tienen historias similares a esta, historias en que a través del tiempo y las palabras nos iniciamos en una pasión y una comprensión que va más allá del sentido del texto y llega hasta el corazón del autor.
Ocurre incluso con los autores más esquivos. Kierkegaard pertenece a esta especie. El danés utiliza numerosos pseudónimos, oculta su autoría y no desea ser descubierto. Contradictoriamente, se enfada cuando sus obras no despiertan las críticas deseadas y se pasea todas las tardes por Copenhague, conversando y desplegando sus razonamientos. Kierkegaard quiere la fama y no la quiere. Es un ser lleno de indecisión que, a pesar de ello, supo tomar la decisión más difícil: renunciar a Regine, su amor, para dedicarse por entero a la escritura. Era consciente de que no podría ser escritor si se veía obligado a representar el papel de marido y padre burgués.
Carlisle descompone la vida de Kierkegaard, examinando su correspondencia y analizando sus obras filosóficas más relevantes. En nuestra lengua se pueden encontrar las mejores traducciones de sus obras en las recientes ediciones de la editorial Trotta.
Así, emerge la pregunta más trascendental de Kierkegaard: ¿cómo vivir cristianamente? Seguramente, para los abonados al lugar común de que el filósofo es el predecesor del existencialismo, esta pregunta los decepcione, pero no debemos dejar que el secularismo de nuestra época (secularismo que, precisamente, estaba naciendo en el siglo de Kierkegaard) nos confunda. En el fondo, Kierkegaard interroga sobre la muerte y busca la mejor forma de vivir como seres humanos. Su misión es reformar el cristianismo y eso lo hace desde una ciudad provinciana de la periferia europea, una ciudad puritana y protestante. El filósofo danés se siente como Sócrates, al que dedicó uno de sus primeros textos, y para ello no cesa de incordiar a sus conciudadanos. Estos le respetan, pero al final terminan por reírse de él o lo ignoran.
Kierkegaard es producto de la tradición cristiana, que es una tradición ecléctica y compleja. Si analizamos las distintas corrientes cristianas, nos damos cuenta de que las diferencias entre protestantes, puritanos y católicos son confusas y que las tres tendencias intercambian ideas y hasta a veces se suplantan entre ellas. No se trata solamente de comentarios de pasajes de la Biblia, tipo de ensayo tan prolijo en Kierkegaard, sino de actitudes plenamente filosóficas como la ironía, el lugar de la narración ficticia y la interpretación de los textos. No es necesario ahondar más, pero es importante retener que, al margen del existencialismo (¿afirmaríamos con naturalidad que Goya es surrealista, adscribiéndole así a un movimiento posterior en el tiempo?), Kierkegaard tiene su propio contexto intelectual y cultural: no solo cristianismo, sino también romanticismo e idealismo alemán.
En cualquier caso, Carlisle ha escrito una brillante biografía del filósofo danés, en la línea de los mejores autores actuales de este género como Rüdiger Safranski y Wolfram Eilenberger. Este tipo de libros deben cumplir dos funciones. La primera, ofrecer una panorámica del autor y su época. La segunda, conseguir que el lector de la biografía sienta ganas de internarse por sí mismo en la obra del filósofo. Esto último se alcanza mediante la extensión del vínculo íntimo que une a Carlisle con Kierkegaard a ese lector (un tercer hilo). Que este sienta la misma emoción, el mismo grado de penetración emocional en el universo que es toda obra. Por mi parte, empezaré con Temor y temblor. En este libro, como explica la profesora del King’s College, Kierkegaard muestra que la mejor forma de vivir es dando salto a la vida con una fe nueva. Este salto, al final, es lo que todos los lectores queremos, por lo menos los lectores modernos.