De forma recurrente, el libro de George Orwell, 1984, asoma en el debate público y periodístico como ejemplo de una de esas novelas que parecen haber acertado en sus (funestas) predicciones sobre el futuro. Pero hay ejercicios retrospectivos que ponen igualmente los pelos de punta, sobre todo cuando se comprueba que, en cierta forma, también hablaban de un futuro que ya se ha convertido para nosotros en presente. La conjura contra América es uno de estos ejercicios de ficción.
La novela se basa en un supuesto, el de qué hubiera ocurrido si en 1940, en lugar de ganar las elecciones presidenciales en Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, lo hubiera hecho un candidato antisemita y simpatizante de las potencias del Eje que hubiera optado por la neutralidad del país en la guerra. Y así ocurre en la novela de Philip Roth. Charles Lindbergh, primer hombre en volar en solitario desde el continente americano al europeo (Nueva York-París), héroe nacional, se hace con la presidencia, después de una campaña atípica, siempre enfundado en su traje de aviador, sus discursos lacónicos y su forma de plantear las elecciones: votad por mí o votad por la guerra. Y el pueblo americano, cansado de tener que atravesar una crisis cada década, vota por él.
La historia está contada por un niño, Philip, hijo menor de una familia judía de cuatro, la familia Roth, que vive en Newark. Los hechos históricos se van intercalando con el relato de la familia, demostrando como los primeros pueden llegar a afectar las vidas de los individuos y las comunidades que estos forman.
Philip Roth escribe una historia basada en un supuesto, pero que juega con elementos reales. La extrema derecha y el antisemitismo han existido siempre en Estados Unidos y una organización criminal como el Ku Kux Klan ha sido solo la punta del iceberg de un gran número de agrupaciones que a lo largo de la historia de este país han aflorado (el Bund, el Partido Nazi Americano, la asociación América Primero) y que han tenido en común el racismo y la defensa de una América blanca, cristiana y anglosajona. Estamos hablando de la América WASP (White-AngloSaxon-Protestant), del Partido Demócrata en los estados del sur en esa época, en un gran número de republicanos en todo el país, del general Douglas MacArthur o de Huey Long.
La novela describe con detalle como la implantación de un gobierno fascista nunca sucede de la noche a la mañana, sino que se enmascara detrás de un rostro atractivo y sonriente como el de Lindbergh, y los cambios que acomete son lentos y progresivos, muy sutiles. Poco a poco, los judíos, la familia Roth, los judíos de Newark, Washington y del resto de Estados Unidos, se van dando cuenta de que ya no son ciudadanos en igualdad de derechos. De que tienen un gobierno que les culpa de los males del mundo, de que no se integran en la sociedad americana, que tienen manía persecutoria. Una gentuza paranoica que vive voluntariamente en guetos. Lo primero que ocurre es que los antisemitas que siempre lo habían sido, ahora lo muestran. Al tener un presidente que piensa como ellos, se sienten impunes y dicen lo que nunca habrían dicho por temor al rechazo. Pero ahora son ellos los que mandan, así que se sienten fuertes. Después está el cambio en lenguaje, los eufemismos. Antisemitismo es una palabra que ya no se usa. Ya solo hay americanos y americanismo. Los judíos tienen que dejar de lado su judaísmo para ser más americanos. Y entonces vienen los cambios en las leyes, la desprotección de la comunidad judía, y las primeras políticas que van en su contra y que buscan destruir su comunidad. En todo este proceso, que dura varios años, no faltan los colaboracionistas y el estallido final de violencia, el asesinato impune de judíos y el último giro hacia una dictadura.
Viendo el relato de Roth, resulta imposible no buscar similitudes entre este gobierno ficticio de Lindbergh y el momento actual. Basta con observar las ideas intolerantes, racistas y aislacionistas de partidos como Vox o Frente Nacional o de gobiernos como el de Hungría o de la Administración Trump. Lo sorprendente no es que leyendo el libro uno se dé cuenta de que estamos en una situación parecida a la de los años treinta (esto resulta exagerado), sino que se aprende la forma en que hace política la extrema derecha. Sutilidad, esta palabra la describe a la perfección. Buenas palabras, sonrisas, seducción, que ocultan un fondo radical que busca el momento adecuado para implantarse con naturalidad en la sociedad.
Philip Roth era un escritor extraordinario, capaz de explicar la realidad desde la ficción, con una escritura tan fluida y tan bien construida (y tan bien traducida por Jordi Fibla) que será capaz de asombrar a cualquier lector.
La conjura contra América, de Philip Roth (Traducción de Jordi Fibla). Barcelona, Debolsillo, 2005.