‘El que no està dibuixat’, de William Kentridge, y ‘No em sents’, de Nalini Malani, son dos exposiciones que representan a los que no acostumbran a tener voz. Ambos artistas utilizan las imágenes para reflejar los mecanismos de la opresión.
En estos tiempos oscuros los juegos de sombras son protagonistas en dos muestras luminosas, en Barcelona. La primera que se inauguró y que acabará antes es No em sents, de Nalini Malani, en la Fundació Miró, y la otra es El que no està dibuixat, de William Kentridge, en el CCCB. Desde que la humanidad habitaba en las cuevas y vivía en la prehistoria, pero sobre todo desde que Platón creó el mito de la cueva, las sombras nos ayudan a entender la realidad, porque las sombras representan las ideas y tienen algo mágico, que conecta con el subconsciente y despierta la imaginación.
Las dos exposiciones coinciden en Barcelona y comparten muchos puntos en común. De hecho, en 2013 ya se publicó el estudio comparativo William Kentridge, Nalini Malani: The Shadow Play as Medium of Memory, de Andreas Huyssen. El estudio analiza entre otros puntos, como el uso de las sombras permite recordar. Ambos artistas, de reconocimiento internacional, pertenecen a una generación que se ha forjado con temas como el colonialismo, la descolonización, el apartheid y los traumas que generan. Y los dos, más que adoptar un estilo documental, han optado por una estética propia para abordar cuestiones éticas y políticas.
De hecho, hace tres semanas, el artista sudafricano William Kentridge y la artista india Nalini Malani conversaron en un diálogo moderado por la periodista Anna Pérez Pagès, sobre los puntos de encuentro de su obra. Kentridge ha dedicado su obra a la historia reciente de Suráfrica y al trauma del apartheid, mientras que Malani ha centrado su trabajo en la mujer y las clases más desposeídas en la India. En este diálogo, Kentridge y Malani, ratificaron su compromiso para hacer visibles la memoria traumática y las voces más silenciadas.
No em sents de Nalini Malani, a la Fundació Miró
«La destrucción del pasado es quizás el más grande de todos los crímenes» se puede leer en una de las piezas de Nalini Malani (Karachi, al actual Pakistán, 1946). A finales de los años sesenta, Malani emergió como figura pionera del cine experimental en India con unas obras que denunciaban la discriminación que sufrían las mujeres de su país, un tema que el artista no ha dejado de explorar. La Fundació Miró permite ver la obra de esta artista por primera vez en el estado español y lo hace con No em sents, un montaje que recorre cincuenta años de la trayectoria de Malani, que ha sido galardonada con el VII Premi Joan Miró por su compromiso con los valores de la imaginación radical y la conciencia sociopolítica.
La exposición ofrece la oportunidad de ver sus primeras filmaciones de finales de los años sesenta, varias series de pinturas e instalaciones inmersivas de los últimos quince años y también dibujos en las paredes, creados específicamente para las salas de la Fundació Joan Miró. Dar voz a los débiles y vulnerables y mostrar la situación de desigualdad y violencia que sufren las mujeres de todo el mundo es el cordón que ata todo el montaje, y también la producción de esta artista que utiliza tanto referencias asiáticas como occidentales para mostrarnos el castigo y el dolor del mundo. He aquí por qué el título, No me sientes, interpela directamente el patriarcado, un interlocutor que, para Nalini Malani, se muestra indiferente e insensible a las demandas justas de las personas vulnerables, y especialmente de las mujeres.
El montaje empieza con dos formatos de obra muy característicos de Nalini Malani: un teatro de sombras y un dibujo mural efímero que se borrará en una performance justo antes de que concluya la muestra. La exposición se puede visitar hasta el 29 de noviembre, pero si no podéis ir, en la web de la Fundació Miró se encuentra un montón de información y también en las redes sociales de la artista en las que desde 2017 realiza animaciones con su tableta y las comparte con sus seguidores.
El que no està dibuixat, de William Kentridge, en el CCCB
La muestra es una oportunidad única para ver algunas de las obras más emblemáticas de Kentridge: tapices de gran formato, la impactante instalación audiovisual More Sweetly Play the Dance y la serie completa de los once cortometrajes de animación Drawings for Projection. Las creaciones de William Kentridge hacen referencia a su ciudad de origen, Johannesburgo, a la historia de Suráfrica y al apartheid, pero, sobre todo, tocan cuestiones universales: la naturaleza de las relaciones humanas, la memoria, la dominación y la culpa o la disección del poder.
Una de las obras más impactantes y representativas del proceso creativo de William Kentridge es More Sweetly Play the Dance, que precisamente es la que da la bienvenida al visitante. Se trata de un espectacular friso en movimiento de casi cuarenta metros de longitud y ocho pantallas en el cual, a ritmo de procesión, aparecen una serie de personajes que huyen de la muerte, de alguna crisis o se manifiestan contra la represión. La pieza borra fronteras entre la instalación artística y las artes escénicas. Estará en la Sala 2 del CCCB hasta el 17 de enero, y después se podrá ver en el espacio PLANTA de la Fundació Sorigué, cerca de Balaguer.
La muestra también reúne siete dibujos en papel que dan testimonio del laborioso proceso creativo de las películas de Drawings for Projection y una selección de nueve tapices de gran formato, que el artista realiza en colaboración con la Stephens Tapestry Studio de Johannesburgo, taller local que da trabajo a mujeres de la zona. Los tapices presentan siluetas oscuras, figuras recurrentes a la obra de Kentridge, que para él simbolizan las crisis, las guerras y los problemas que asolan Suráfrica y el resto del mundo. La exposición, si la pandemia del coronavirus lo permite, se puede visitar hasta el 21 de febrero.