Mujeres ilustres toman la calle en Guadalajara

L. Lucía

No es frecuente ver esculturas o representaciones artísticas de mujeres en las calles. Y no es porque no hayan existido mujeres que merezcan ese reconocimiento. No, no es esa la razón. Existir sí han existido, pero han sido invisibilizadas y así han quedado, sin posibilidad de que conozcamos o podamos reconocer sus ideas, sus creaciones, sus aportaciones. Y cuando han sido representadas ha sido por ser esposas, madres o amantes de hombres, generalmente de la aristocracia y la nobleza, o como objetos de deseo especialmente en obras en las que aparecen desnudas. Pero nunca, o casi nunca, como creadoras. Y mucho menos en el espacio público.

Por ello es tan interesante la iniciativa de la escultora y feminista Pilar Vicente de Foronda, que propuso y ha llevado a cabo con la colaboración la anterior corporación del Ayuntamiento de Guadalajara, (representada por su concejala de Igualdad Sara Simón) un proyecto escultórico para conmemorar en la calle a ocho mujeres cuyas vidas y actividad han tenido que ver con la ciudad de Guadalajara a lo largo de la historia, desde el siglo XIII hasta la fecha.

“Las razones que validan la presente propuesta son estas: bustos de mujeres que recuperen la memoria de las mujeres que han sido motor de actuación en la ciudad de Guadalajara, ejecutados por una mujer escultora que lleva lustros visibilizando historias de mujeres y su lugar en la memoria colectiva, Poniendo en valor cómo hay otras mujeres que la historia nos enajena y cómo hubo otras pensadoras, creadoras, constructoras, políticas, filosofas, etc. cuyo pensamiento  debe ser visibilizado para que la historia de toda la humanidad esté completa”, nos dice Pilar V. de Foronda.

Los bustos de estas mujeres, que han tomado hoy la calle, han sido modelados en barro y posteriormente fundidos en bronce, a través del procedimiento de la cera pérdida, entre 2022 y 2023, y se pueden ver hoy en el Bulevar Clara Campoamor de Guadalajara Capital.

Mayor Guillén de Guzmán, nacida en León en 1205 y fallecida en Guadalajara en 1262, es la más antigua de estas mujeres. Aparece en las crónicas de la época por haber sido amante del rey Alfonso X el Sabio y madre de su hija Beatriz, que llegaría a ser reina de Portugal. Al no tener sangre real nunca pudo casarse con el rey. A cambio recibió de él un señorío (el Infantado de Huete). Dotó y fundó el monasterio de Santa Clara en San Miguel del Monte, una aldea despoblada en el término de Alcocer, fue también responsable de la iglesia parroquial de Cifuentes y fundadora en Alcocer del monasterio de San Miguel del Monte, de las hermanas Clarisas. El acta fundacional del convento, del que apenas quedan vestigios, fue suscrita por Guillén en 1260 y confirmada por sus hermanos Pedro y Nuño, una muestra muy clara del papel de las mujeres en la época: siempre necesitaban la colaboración de los hombres de su familia para poder realizar cualquier proyecto.

Algo posterior es María de Cazalla (nacida en Palma del Río en 1487 y fallecida en Guadalajara en fecha indeterminada), una mujer valiente, religiosa, letrada y teóloga, que fue procesada y torturada por la Inquisición dentro del proceso contra Los alumbrados. Escribió un libro de comentarios bíblicos, en colaboración con Juan Cazalla (que lo tradujo al latín), en el que defiende la necesidad de una existencia religiosa más interna y propia, reprueba la frivolidad, reprocha las riquezas de los ornamentos del culto y se burla de las devociones habituales de las mujeres devotas a las que denomina «míseras» y «papamisas».

En 1532 entró en prisión. Se le acusó de luteranismo, erasmismo y alumbrados. Sufrió las torturas del potro y la toca, y permaneció amordazada y a oscuras parte del tiempo de su cautiverio. Finalmente, tras nueve años de proceso, fue absuelta de los cargos más graves, sometida a vergüenza pública en una iglesia de Guadalajara, se le impuso una multa de cien ducados y se le prohibió mantener contacto con sus antiguas relaciones.

Mencía de Mendoza, nacida en 1508 en Jadraque (Guadalajara) de una familia noble, fue intelectual, bibliófila, humanista y mecenas de las artes y letras del Renacimiento; a los 14 años sucedió a su padre como marquesa del Cenete.

Casada con Enrique III de Nassau- Breda, camarero mayor y consejero de Carlos V, vivió en Breda durante casi una década. Allí conoció a Luis Vives, que fue su profesor con el que estudió Latín y Cultura clásica. Fue una de las mujeres más ricas de su época y fue mecenas de las artes y las letras, destacando su nutrida biblioteca en el Palacio del Real en Valencia, considerada una de las más importantes bibliotecas de uso del siglo XVI. Falleció en Valencia en 1554.

¿Y quién no ha oído hablar de la princesa de Éboli, posiblemente una de las mujeres más célebres del siglo XVI en España?

Ana Mendoza de la Cerda, (Cifuentes 1540 – Pastrana 1592), princesa de Éboli, cortesana, madre, hija, monja, viuda, sufrió un duro e injusto encarcelamiento. Hija de Diego Hurtado de Mendoza, su madre Catalina de Silva y Felipe II la casan muy joven con Ruy Gómez de Silva, privado del rey Felipe II, quien, en 1559, sería nombrado Príncipe de Éboli. Fue amiga de Juana de Austria, reina viuda de Portugal, de Teresa de Ávila, de Isabel de Valois y de la pintora italiana Sofonisba Anguisola, que fue quien la retrató por primera vez con su característico parche en el ojo disfrazada de pastora.

Ana de Mendoza poseía una de las mayores fortunas de España cuando se quedó viuda en 1573. Madre de seis hijos menores, los dejó al cuidado de su madre para profesar en el convento de las monjas carmelitas en Pastrana, casa que había sido fundada a expensas suyas por Teresa de Ávila. Pero pronto es obligada por el rey Felipe II a abandonar el convento para que se ocupara de sus hijos. Relacionada con el entorno de Antonio Pérez, secretario del Rey, se vio envuelta en intrigas que la enemistaron con otra parte de la nobleza, sufrió encarcelamiento y finalmente fue enclaustrada en Pastrana junto a su hija pequeña. Allí murió a los 52 años emparedada, enferma y demenciada.

Tres siglos después, las mujeres, algunas mujeres no procedentes de la nobleza, lograron estudios y su presencia en la vida pública fue más visible. Es el caso de Crescencia Alcañiz Maestro (1868-1906).

Maestra, pedagoga, reformista social, pionera y exitosa conferenciante, defensora de la educación femenina, vivió su juventud en Guadalajara, donde posiblemente fue la primera mujer que participó en la vida cultural de la ciudad.
Su actividad no sólo se limitó a la docencia, también intervino como conferenciante en la Asociación de Amigos de la Enseñanza en el Ateneo, proponiendo la creación de escuelas para niños y niñas con discapacidad, clases para personas adultas y escuelas en las fábricas. Fue una de las fundadoras de Asociación de la Caridad Escolar para impulsar la creación de las cantinas escolares junto a Carmen Rojo, Matilde García del Real y Luciana Casilda Monreal, ejerciendo como secretaria en su primera Junta Directiva. Participó activamente en 1892 en el Congreso Pedagógico hispano-portugués-americano junto a mujeres tan destacadas en la defensa de los derechos feministas como fueron Emilia Pardo Bazán o Concepción Arenal.

El siglo XX nos trae a mujeres luchadoras e implicadas en la actividad política. En Brihuega nació (1917) la investigadora y escritora Tomasa Cuevas, militante anarquista y comunista.

A los nueve años trabajaba en un taller textil, con 14 años se afilió a la Unión de juventudes Comunistas de España y a los 19 al Partido Comunista de España, desde donde, defendiendo a la Segunda República, ayudó en hospitales, organizó talleres de costura, colaboró en tareas de propaganda, reclutó a combatientes y preparó fiestas para las tropas. Tras el triunfo del golpe de estado fascista fue delatada por un vecino, detenida y condenada a prisión. Tras pasar 5 años en la cárcel es desterrada a Barcelona donde se afilia al PSUC y sigue con su actividad política, ahora en la clandestinidad, lo que lleva a nuevas detenciones y a sufrir torturas que le dejarían graves secuelas en la columna vertebral. Exiliada a Francia y más tarde a Praga, en 1969 regresó a Barcelona, donde siguió con su actividad política y desarrolló una gran labor en solidaridad con los presos. Su experiencia le llevó a recorrer España, magnetófono en mano, recogiendo las experiencias de otras mujeres que también lucharon en apoyo a la República y contra la dictadura franquista. De esa pionera labor de investigación surgieron los libros Cárcel de mujeres (1939-1945), Cárcel de mujeres: Ventas, Segovia, Les Corts, Mujeres de la resistencia) y Presas: mujeres en las cárceles franquistas publicados en los 80.

La Generalitat de Catalunya le concedió la Creu de Sant Jordi en 2004.

Posiblemente por su profesión de actriz, el rostro más conocido sea  el de Amelia De la Torre (Guadalajara, 1905 – Madrid, 1987)

Debutó en la compañía de Margarita Xirgú en 1925, con  20 años, trabajando en montajes como Cuando los hijos de Eva no son los hijos de Adán, de Jacinto Benavente, o Doña Rosita la Soltera de Lorca.

En 1963, dirigida por José Luis Alonso en el madrileño Teatro María Guerrero, Amelia de la Torre se consagró con su magnífica representación de La loca de Chaillot. Una de sus más grandes creaciones, si no la mejor. Y en esa misma temporada, en dicho escenario también, estrenó la primera obra de Antonio Gala: “Los verdes campos del Edén”, obra en la que también trabajó en 1966 para Televisión Española.

Junto a su marido Enrique Diosdado como compañía pusieron en escena obras como: Los papeles de Aspern (1955) de Henry James, Yerma de García Lorca (1960), Casa de muñecas (1961), de Ibsen, La barca sin pescador (1963), de Alejandro Casona, Nunca es tarde (1964), de José López Rubio, El carrusel (1964) de Víctor Ruiz Iriarte, ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966), de Edward Albee, Canción para un atardecer (1973), de Noel Coward, Los comuneros (1974), estas dos últimas escritas por su hijastra Ana Diosdado, Las manos sucias (1977), de Jean-Paul Sartre o Las amargas lágrimas de Petra Von Kant (1985) de Rainer Werner Fassbinder, entre otras muchas.

Trabajó también como actriz en varias películas, como Plácido o La vaquilla entre otras, y en el famoso Estudio 1 de TVE.

Y llegando ya a los tiempos actuales, en Guadalajara también ha vivido y trabajado hasta 2004 la archivera, bibliotecaria y museóloga Juana Quilez Martí, protagonista en los años 30 del siglo XX de la modernización de las bibliotecas de la Universidad Central e impulsora del desarrollo del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara.

Dirigió una biblioteca infantil en el Grupo Escolar “Ortega Munilla” de Madrid. Decía: “es triste que un niño tenga que pelear tanto para poder leer un libro de cuentos”. Fue una activa socia en la reciente Asociación de Bibliotecarios y Bibliógrafos de España, escribiendo artículos y dando charlas radiofónicas. También participó en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía que tuvo lugar en Madrid en 1935. En 1952, comenzó una actividad que contribuiría definitivamente al desarrollo cultural de Guadalajara.

Probablemente era la única mujer entre los hombres de renombre provincial que asistía a los consejos de cultura del Ayuntamiento, Diputación o Gobierno Civil. En esos primeros años en Guadalajara, organizó la Biblioteca Pública Provincial, instalada en los bajos del antiguo Instituto de Enseñanza Media “Brianda de Mendoza”. Igualmente organizó el Archivo de Hacienda, poseedor de fondos de la Desamortización de Mendizábal.

Se jubiló en 1976, pero siguió participando activamente en proyectos ciudadanos, fundó dos guarderías, dos centros de mayores y la asociación de amas de casa Concepción Arenal. Es Hija Predilecta de Castilla–La Mancha y posee la Medalla de Oro de la Ciudad de Guadalajara.

Notas:

FOTOGRAFÍAS DE NOELIA PALAFOX, a la que agradecemos su gentileza al autorizar su reproducción en estas páginas.