NOMADLAND

Paco Peris

Nómada: 1. adj. Dicho de un individuo, de una tribu, de un pueblo, carente de un lugar estable para vivir y dedicado especialmente a la caza y al pastoreo. 2. adj. Que está en constante viaje o desplazamiento.

La Rae no se ha actualizado del todo, como si fueran todavía cazadores-recolectores de tiempos remotos. La Real Academia no considera los que ahora se desplazan por otros motivos, los que ya no tienen dónde vivir, los que están en los márgenes del sistema, los que huyen, los que buscan a ser libres… Ya no viajan, tantean; no se desplazan, resisten; no es turismo, sobreviven; no son negocios, combaten. Subsisten en un mundo desigual y violento donde no se permite la fragilidad y la disidencia se paga con el exilio.

La película Nomadland dirigida por Chloé Zhao, recientemente galardonada con tres Oscar de Hollywood, transita entre mundos desconocidos, hacia donde no queremos mirar, cruzando paisajes ciegos en los que el camino significa superar el presente para sobrevivir el mañana.

La actriz Frances McDormand encarna magistralmente a Fern, una mujer que ha perdido a su marido, y después del cierre de la empresa donde trabajaba, emprende con su furgoneta un viaje existencial para explorar otras manera de vivir, como una nómada moderna. La actriz había leído el libro País nómada (publicado por Capitán Swing), de la periodista Jessica Bruder y fue a buscar a alguien para adaptar el texto al cine y protagonizarlo. Frances vio la película The Rider y quedó cautivada por el trabajo de Zhao, por su manera de rodar, espontánea, libre y directa. El libro y los vídeos de YouTube de Bob Wells, el gurú de los nómadas contemporáneos, inspiraron al equipo de la realizadora nacida en Pekín y se lanzaron durante seis meses a la carretera, percibiendo las sensaciones del movimiento, de no tener un punto fijo, observando, localizando, sintiendo los paisajes con sus atardeceres, encontrando personajes…

La carretera, la gran metáfora de la vida de los norteamericanos, que desde sus orígenes, como pioneros, han atravesado paisajes, han conquistado territorios para convertirse en habitantes y luego ciudadanos. La carretera conforma parte del imaginario colectivo de su cultura. De William Faulkner a John Steinbeck que en su obra Las uvas de la ira ya nombraba “La 66 es la ruta de la gente en fuga, refugiados del polvo y de la tierra que merma” y más tarde Jack Kerouac en El camino: “Todavía nos quedaba mucho camino. Pero no nos importaba: la carretera es la vida”. O Bruce Springsteen en Thunder Road:

Tenemos una última oportunidad de hacerlo real
De cambiar estas alas por unas ruedas
Así que sube
El cielo nos espera al final del camino

Extensiones inacabables, líneas y horizontes infinitos, paisajes muy fotogénicos retratados magistralmente por John Ford y luego convertidos en carreteras de cine, Thelma y Louise, Easy Rider, Una historia verdadera, Green Book, Mad Max y tantas otras…

Nomadland no existiría sin toda esta tradición de obras que reivindican la carretera como una travesía de huida, aventura, emancipación y dolor. De hecho la película tiene mucho que ver con la novela de Jon Krakauer Into the Wild (Hacia rutas Salvajes, publicado por Ediciones B) que explica la historia de Chris McCandles, un joven que decide dejarlo todo y echarse a la carretera: «No eches raíces, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nómada… No necesitas tener a alguien contigo para traer una nueva luz a tu vida. Está ahí fuera, sencillamente».

No tenía otra salida, Fern ve cómo su pueblo desaparece a causa de la crisis económica, sin hijos y sin marido, sólo irse cobra sentido. Intenta dejar atrás el sufrimiento, a la deriva, sin rumbo fijo, sola, frágil, insegura, sin saber si amar de nuevo, intentando ahuyentar la aflicción.

“Algunas personas sienten que no merecen el amor. Caminan tranquilamente en espacios vacíos, tratando de tapar las brechas del pasado” (Krakauer).

La vida no es dual, no es ni blanca ni negra, son sus matices los que la convierten en una aventura imprevisible. Del dolor a lo soportable, Nomadland sortea la tristeza, la melancolía de la vida de los nómadas y transforma sus existencias en epifanías, en futuro e ilusiones. Los personajes de la película no son actores, son reales, viven en la carretera, en caravanas, son mujeres y hombres inconformistas que no se resignan al papel de perdedores de una crisis que los ha expulsado. Son antisistema y practican nuevas formas de vivir que podrían formar parte de las nuevas teorías del decrecimiento y de la economía sostenible. Desafían el individualismo que el mismo sistema favorece, desarrollan la solidaridad directa y el comunitarismo. Son tan pobres como libres.

Nomadland es el reflejo de una sociedad decadente, de un país que acostumbra a vender su hegemonía económica y cultural gracias a sus películas y series, mostrando una ficción falsa de prosperidad y riqueza. La película de Zhao es diferente, es dura, no tiene filtro, pero desprende humanidad a raudales. Trata de problemas reales, actuales, de crisis agravadas ahora por la pandemia, que han convertido en marginales a millones de ciudadanos, clases bajas y medias que son víctimas del sistema y que han pagado un peaje muy alto. La película nos interpela y nos revela que el exilio no deshumaniza, al contrario, evita lo que la economía depredadora provoca, desigualdad y marginación. La película nos hace vivir el tránsito, entre realidades, lejos de las convenciones sociales, practicando la soledad y la solidaridad. “Eres una afortunada que puedes viajar donde quieras. ¿Y os llaman nómadas?”, le dice una mujer a Fern. Otra le dice “Veo cosas bonitas”. Energía vital para combatir el desconcierto contemporáneo.

“Una de las cosas que más amo de esta vida es que no hay un adiós definitivo. ¿Sabes? he conocido a cientos de personas aquí y nunca me despido por última vez. Siempre digo: Te veré en el camino”, le dice Bob Wells.

Atardeceres majestuosos, encuentros cruzados, amores fugaces, vitalidad y tristeza, actuaciones memorables, poesía visual, espiritualidad, todo cabe, todo es vida.