Distopía: 1. f. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. RAE
La distopía está de moda. Series de TV, cine, libros… Parece como si la ficción priorizara explicar o imaginar mundos futuros, que se mueven entre una realidad imposible y una irrealidad posible. Estamos en tiempos de pandemia y vivimos en el presente lo que podría parecer una distopía vista en el pasado. Calles y ciudades vacías, hoteles barrados, ejército patrullando, hospitales colapsados, el Capitolio asaltado… Imágenes que violentan nuestro espíritu y nos conmueven.
La distopía no es un recurso de ficción nuevo. Libros como Un mundo Feliz, 1984, La guerra de los Mundos, Fahrenheit 451… Autores que con sus obras advertían de los peligros de la sociedad industrial. Hoy en día en la sociedad post industrial, post humanista los peligros se acrecientan y los creadores se han volcado en explicar las amenazas que nos acechan. Películas como Mad Max, Blade Runner, Gattaca, La carretera, y series como El cuento de la criada, Years and Years, Black Mirror y El Colapso nos dejan perplejos ante mundos imaginados que a menudo nos dibujan futuros oscuros.
Nuevo orden, la nueva película del mexicano Michel Franco, duele, es violenta, es un auténtico puñetazo a las conciencias de una sociedad que vive entre la perplejidad y las dudas del presente. Es una distopía, y confirma la definición de la RAE, pero con perspectiva no lo es tanto. Cuando la ves, te preguntas constantemente que podría ser real, como si estuvieras viendo un noticiario que explica una revuelta en un lejano país sudamericano. La historia arranca en una boda de la alta burguesía mexicana. Simultáneamente se produce una sublevación de la población indígena que instaura un régimen militar que somete a la élite blanca. El nuevo poder asesina, secuestra a cientos de personas y las encierra en campos de concentración a la espera de rescates millonarios. Los que no lo consiguen son ejecutados. Se decreta un toque de queda que limita la libre circulación. La violencia inunda las calles. La película es una patada en el estómago y refleja desde el principio las profundas desigualdades de una sociedad injusta. Lo hemos visto y lo vemos cada día en las noticias, poblaciones que viven en la pobreza que protestan por sus vidas y sus derechos. No tenemos que irnos muy lejos, no sólo pasa en los países del tercer mundo, pasa muy cerca: Los movimientos cómo Black Lives Matter en Estados Unidos o los Chalecos amarillos en Francia, por ejemplo.
La película te pone delante del espejo, te interpela, “No es un presagio, pero sí una advertencia. Quiero suscitar una conversación que contribuya a que las cosas cambien. Mi film nos invita a pensar qué estamos haciendo mal”, asegura el director. La historia recrudece el debate al que debemos hacer frente: ¿Qué sociedad queremos construir? La pandemia ha puesto de manifiesto una vez más que los que más sufren son los más desfavorecidos. La pandemia ha confirmado que la desigualdad es la verdadera pandemia de la sociedad. Que la distopía la viven a diario millones de persones que viven en el presente las características negativas causantes de la alienación humana (como precisa la RAE).
Nuevo orden molesta, es incómoda porqué confirma que la desigualdad es insostenible. Pasó y está pasando; movimientos indígenas revolucionarios han sacudido la historia de Sudamérica. El Zapatismo en México o el Che Guevara entre tantos otros. Resistencias para reclamar la descolonización del continente, para reclamar la alteridad de sus culturas, movimientos de liberación nacional que en la actualidad son admirados y homenajeaos en los días de la patria, que fueron a menudo violentos y no por ello son considerados ilegales. Hoy en día, siguen existiendo pero ya no luchan por una patria, luchan por la dignidad, por la equidad, por la igualdad de derechos y la justicia, pero ahora son combatidos por ilegales y violentos. Es la gran paradoja, la gran pregunta que se hace todo el mundo, ¿Qué es la violencia y quien puede ejercerla? En la película vemos sus diferentes caras. La que ejercen los ricos sobre los oprimidos y la que usan los desfavorecidos para defenderse de los ricos. Lo que ayer fueron sueños utópicos se convierten hoy en acontecimientos distópicos. La película es ambigua, no se posiciona, es equidistante, no hay buenos, casi todos son malos, la duda sobrevuela todas las secuencias, no acabas de saber quien está detrás de toda la revueltas: “No quería dar mensajes ni educar, porque el cine no sirve para eso. Mis convicciones políticas no son importantes. La ambigüedad de la película es deliberada. La quise mantener abierta, aunque no fuera fácil, para que el público de distintos países pueda proyectarse en lo que cuento”, asegura el director.
La película de Miguel Franco es dura, cruel, nihilista y a menudo insoportable cuando recuerda los horrores del holocausto, prisioneros marcados, rociados con mangueras o incinerados en crematorios. La barbarie al servicio de una causa, los indígenas convertidos en opresores, los salvadores en corruptos, los liberadores en torturadores. Al final todo gira, nada cambia, cómo en el Gatopardo de Lampedusa…
“En política, nada sucede por casualidad. Siempre que ocurra un evento, podemos estar seguros de que alguien lo planeó de esta manera”.
Franklin D. Roosevelt.
La pandemia nos ha hecho reflexionar y nos preguntamos si la sociedad que hemos construido es la más adecuada para hacer frente a los desafíos que ponen en peligro nuestro mundo. Todos apostaríamos por un nuevo orden, por una manera más justa de hacer las cosas, para dejar atrás el antiguo sistema socio-económico que poco a poco se va desmoronando. No podemos dejar que el pesimismo de las distopías anule el anhelo necesario de las utopías. La película del realizador mexicano nos advierte sin embargo que la búsqueda de estos nuevos ideales nos pueden llevar al caos y al desconcierto.
A un nuevo desorden.