Un planeta libre de la amenaza nuclear, una de las reivindicaciones más irrenunciables de todos los movimientos progresistas en todo el mundo.
El 28 de marzo de 1979 se produjo en la localidad de Three Mile Island, cercana a Harrisburg, en el estado de Pensilvania, uno de los más controvertidos accidentes relacionados con el uso de la energía nuclear: En la madrugada de aquel día, una concatenación de fallos en el sistema de seguridad de los refrigeradores de la planta produjo una fusión parcial del núcleo del reactor de la central de Three Mile Island.
A consecuencia de este accidente, se emitieron a la atmósfera una cantidad de gases radiactivos que nunca se pudieron llegar a cuantificar con exactitud y que según los estudios realizados a posteriori tanto por Greenpeace como por diversos organismos científicos tanto estadounidenses como de ámbito internacional, produjo un exponencial aumento de los casos diagnosticados de cáncer y leucemia en la población que vivía hasta en un radio de 20 kilómetros alrededor de Three Mile Island. Una parte muy significativa de esos casos se dieron en la ciudad de Harrisburg.
Antes del desastre de Harrisburg ya existía un enconado debate entre los defensores y los detractores del uso de este tipo de energía, por los devastadores efectos que producía sobre el medio ambiente, los altísimos grados de contaminación que generaba y por los riesgos potenciales, que como se demostró en este accidente, entrañaba su desarrollo a gran escala para la salud y la seguridad, amén de los estratosféricos costes económicos que implicaba a todos los niveles –se calcula que entre 1979 y 1993, los años que se tardó en limpiar completamente el reactor, se tuvo que destinar una cantidad total de 980 millones de dólares para poder realizar esas labores de limpieza- y de los peligros para la paz mundial que en plena guerra fría existían si se generalizaba su uso en la construcción de armamento nuclear.
Todas estas razones eran las que ya desde comienzos de los años 60 llevaron a la implantación de un fuerte movimiento antinuclear en Europa, protagonizado fundamentalmente por el CND desde Inglaterra y en Estados Unidos, fuertemente ligado al movimiento pacifista y a los primeros grupos de izquierda alternativa en países como Alemania u Holanda, en donde ya en los años 70 cobraron una relevancia social nada desdeñable los grupos squatters de ocupación de espacios de uso especulativo para su transformación en espacios sociales autogestionados o los colectivos ecologistas que llegarían a confluir en la creación de Die Grünen, el Partido Verde Alemán, fuerza política que llegó a contar con millones de militantes y de votantes en la antigua RFA en la década de los 80 y que entró con una fuerza inédita en una formación política de izquierda alternativa en el Bundestag.
Un planeta libre de la amenaza nuclear era una de las reivindicaciones más irrenunciables de todos los movimientos progresistas en todo el mundo y desde lo sucedido en Harrisburg, esa reivindicación cobró más fuerza si cabe frente a las posiciones de la grandes empresas, los gobiernos, las cúpulas militares de las grandes superpotencias y los capitostes de la industria del armamento, quienes trataban en todo momento de equiparar el desarrollo de la energía nuclear con el progreso técnico y el bienestar social. Y en este sentido, no le fue nunca a la zaga la URSS a los Estados Unidos; Mijaíl Gorbachov siete años después, tras el desastre de la central nuclear de Chernobil, insistió en que pese a todo, el desarrollo de la energía nuclear era un objetivo estratégico de los planes políticos y económicos del estado soviético.
La dimensión de la catástrofe de Harrisburg no pasó inadvertida al mundo de la cultura y más específicamente, al mundo del rock. Si en los años 60 el rock de la Costa Oeste, la banda sonora del movimiento hippie, ya había mostrado su activismo a favor de la paz con figuras como la de Country Joe & The Fish y los grandes eventos como Monterey o Woodstock habían tenido como emblema el símbolo de la paz, en 1979, tras el accidente nuclear, un nutrido grupo de músicos del rock americano se organizó y fundó un grupo activista al que llamaron MUSE, siglas de Musicians United for Safe Energy, en castellano, Músicos unidos por una energía segura, para tratar de concienciar sobre la necesidad de impedir que se siguieran desarrollando los programas de energía nuclear y de que nunca más volviera a suceder otro Harrisburg.Jackson Browne, Graham Nash, Bonnie Raitt y John Hallfueron los principales impulsores de la creación de MUSE y de la iniciativa más importante que llevaron a cabo: la celebración de una serie de cinco grandes conciertos en el Madison Square Garden de Nueva York entre los días 19 y 23 de septiembre de 1979 que se denominó ‘No Nukes’, que culminaron con un gigantesco mitin en el que intervinieron los miembros de MUSE así como destacados activistas del movimiento antinuclear en el antiguo vertedero de Battery Park, en el extremo norte de Nueva York, al que se estima que acudieron alrededor de 200.000 personas.
En esas históricas noches participaron entre otros Crosby, Stills and Nash, Bruce Springsteen y la E Street Band, James Taylor, Carly Simon, Chaka Khan, The Doobie Brothers, Colin Jesse Young, Gil Scott-Heron, Tom Petty y Poco, así como los propios miembros de MUSE, Bonnie Raitt, Jackson Browne y John Hall.
Los organizadores de MUSE tuvieron pocos problemas para completar un cartel difícilmente repetible en el ámbito del rock tanto pasado como actual. Algunos de los artistas que intervinieron ya habían hecho campaña públicamente contra la energía nuclear: James Taylor, por ejemplo, había escrito una carta abierta y pública al presidente Carter sobre el tema. Otros, como Tom Petty, los Doobie Brothers, Chaka Khan y Poco, no hicieron previamente tan explícitas sus críticas al uso de la energía nuclear, pero toda vez que fueron convocados, aceptaron entusiastas formar parte de los conciertos y en sus declaraciones públicas de la época apoyaron sin reservas la iniciativa de MUSE
Los shows de ‘No Nukes’ incluso lograron convencer a Bruce Springsteen para que volviera a los escenarios después de una ausencia bastante prolongada, aunque se abstuvo de emitir declaraciones públicas en apoyo de la causa porque, tal y como su manager le dijo a la revista Rolling Stone en ese momento, sintió que «la música era suficiente”. El pasado año 2018 el propio Springsteen recopiló todas las grabaciones de sus conciertos en el No Nukes Festival y los editó como disco oficial, a pesar de que según algunas críticas de la época, no todas sus actuaciones fueron especialmente brillantes.
Las actuaciones del No Nukes recaudaron varios cientos de miles de dólares que se donaron a las organizaciones de lucha antinuclear, pero eso fue solo el comienzo para MUSE. En noviembre de ese mismo año, las grabaciones de los conciertos llegaron a las tiendas de discos en la forma de ‘No Nukes: The Muse Concerts for a Non-Nuclear Future’, un triple LP en cuyo encarte interior se incluyó un libro en el que se explicaban todos los detalles del accidente, se proporcionaba información sobre el colectivo MUSE y de todas las organizaciones antinucleares norteamericanas. Al año siguiente, llegó la película ‘No Nukes’, uno de los más acertados precedentes de lo que hoy conocemos como rockumentary, combinando escenas de backstage con fragmentos de las actuaciones en directo, e incluso a uno de sus mentores, le sirvió para iniciar su carrera política: John Hall, años más tarde fue elegido para la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
Y aunque MUSE finalmente se retiró del primer plano de la actualidad mediática, la organización se mantuvo unida, y en los últimos años, se han reunido periódicamente para llamar más la atención sobre los peligros de la energía nuclear mientras ayudan a recaudar fondos para ayudar a aquellos que han sufrido los efectos y las consecuencias de los accidentes nucleares.
En 2007, Raitt, Nash y Browne grabaron una nueva versión del clásico de Buffalo Springfield «For What It’s Worth» a beneficio de la causa; en 2011, Browne, Raitt y Hall organizaron otro espectáculo ‘No Nukes’, con una lista de artistas que incluía a Tom Morello de Rage Against The Machine y Crosby, Stills & Nash, para ayudar a las víctimas del desastre de Fukushima, otro de los más devastadores accidentes producidos en la historia reciente en una central nuclear.
Como Graham Nash le dijo a Rolling Stone antes del concierto de 2011, «Las personas que poseen los medios de comunicación más influyentes del mundo pueden contarse con los dedos de una sola mano. No quieren personas. Quieren ovejas, compradores, consumidores, pero ciegos, sordos y mudos», argumentó. «Compre otro par de zapatillas de deporte, compre otra Coca-Cola, cómase otro Big Mac, y no oiga hablar de mí mientras le robo”. Ese es el mensaje. Solo estamos tratando de tomar conciencia de los problemas del accidente japonés y amplificarlos».
Para Jackson Browne, la causa de ‘No Nukes’ fue básicamente, tal y como lo relató a los medios, una cuestión de conciencia social. «Era algo que podía hacer y quizá con ello dormir un poco mejor por la noche. No sé si podríamos haber hecho más, pero creo que todos los que nos involucramos, lo dimos todo por nuestra parte. Es cierto que la energía nuclear aún existe, es un arma en manos de un poder que seguramente es demasiado fuerte para enfrentarlo desde la música, pero por otra parte, no podíamos quedarnos callados. El poder debe sentir que aunque sea más fuerte, la razón pocas veces está de su lado. Y si los músicos podemos poner bien alto nuestros amplificadores para que el poder lo sienta, es lo menos que podemos hacer”.
Mick Jagger declaró a New Musical Express en el verano de 1968, tras el mayo francés: “Es absurdo pensar que se puede empezar una revolución social con un disco. ¡Ojalá se pudiera! Si fuera posible, los Stones quizá ya lo habríamos hecho”.
En este año de 2019 se cumplen 40 años del desastre de Harrisburg, de los conciertos ‘No Nukes’ y de la gran movilización social que promovieron, que supuso en todo el mundo un gran avance en la conciencia colectiva sobre el gran peligro de la energía nuclear. Tras unos años de receso en la lucha por la defensa del medio ambiente, hoy la reivindicación por un mundo ecológicamente sostenible, la lucha contra el cambio climático, en definitiva, la lucha por la supervivencia del planeta, cuya depredación por el capitalismo salvaje hoy estamos viviendo en nuevas tragedias como los incendios de la Amazonía, las boutades de ignorantes como Donald Trump y la ofensiva ultraconservadora negacionista del gran problema de sostenibilidad que nuestro planeta padece, quizá un disco no pueda dar la vuelta a esa situación, como decía Mick Jagger. Pero sí puede concienciar, puede mostrar una realidad que desde determinadas esferas de poder se pretende esconder o deformar, y sobre todo, puede demostrar que aquellas personalidades que han adquirido una solvencia, una credibilidad, un respeto dentro de la cultura, tienen también en sus manos aportar, como hicieron los músicos de MUSE en 1979, su esfuerzo a esa concienciación colectiva tan necesaria. Máxime en estos días.