Tiene algo este libro. Hay en él una voz muy personal. Una música sorda lo recorre de principio a fin, dejando en quien lo lee cierta turbación, una sensación inquietante que no deja indiferente.
En los catorce relatos que forman parte de Lo contrario de mirar, Ana Pellicer, habla, a veces con mucha delicadeza y en ocasiones con una intimidad casi agresiva, de amor, dolor, gozo, alegrías súbitas, engaño, deseo, sexo, erotismo, locura, mujeres, preocupación social, y siempre, con una presencia silenciosa, América Latina, sea México, El Dorado, Bogotá, Buenos Aires, La Habana…
La autora ha escogido cuidadosamente cada frase, cada palabra; y con una prosa muy elegante lo mismo habla de lo dicho que no se ha dicho, que del triunfo y suicidio de un escritor, del rescate de la banca, de la anagnórisis de una poeta, de la fugacidad de un amor, o de lo efímero y de lo duradero.
“Yo quiero creer en la necesidad de llevar cicatrices. Trato de no pensarlas en abstracto sino por significado como emblema de otra cosa: de un rato de amor, de un acto de entrega, de un accidente.”, dice en Semántica de la cicatriz; “el verdadero placer es adelantarse al placer […]. Obtener el gozo de lo que va a ser por lo que ya promete”, leemos en Banquete; “no podemos imaginar cabalmente cuánto dolor son esos millones de euros, cuánto cuesta el gramo de divisa en nuestro cuerpo, el de nuestros hijos, el de nuestros viejitos. La relación entre piel y crédito, vísceras y prima de riesgo” (Rescatados). “Que te olvide una vez. Que empiece a morir para adelante. Que ya va siendo hora” (Lo contrario de mirar).
“Y de pronto recordó, como si su cerebro hubiera bloqueado la idea conscientemente a lo largo de todo el vuelo, aquel cuerpo que la había llevado hasta allí, ese cuerpo que cobraba sentido unido al suyo y por el que había experimentado deseo intenso en un hotel de lujo deshabitado, esa piel infinita, ese doloroso olvido que quizás seremos y que todavía la acompañaba, las risas, el miedo, los llantos e bajito, los tantos besos, la extraña calma y la ubicación en la locura, el no-lugar y, como siempre, el viaje que lleva a otro viaje” (La enfermedad es un invento de los gringos).
Personajes e historias muy heterogéneos protagonizan estos catorce relatos, que con mucho respeto hacia quien los lee, sugieren más que cuentan y, como dice Yuri Herrera, “no se parecen a nada. Ana Pellicer explora a sus personajes como quien va a practicar una cirugía, pero deja esa responsabilidad al lector, a quien le abre espacios a través de silencios y sutilezas y así le da la oportunidad de tener la última palabra».
Poco sabemos de Ana Pellicer, que es doctora en filología, gestora cultural y profesora universitaria, y que Lo contrario de mirar es su primer libro, publicado en una editorial, Sitara, también nueva, muy reciente (2017).
Una autora y una editorial a seguir.