En estos días es inevitable referirse, en el 50 aniversario de la muerte de JimMorrison, el líder de The Doors, una de las bandas más controvertidas e influyentes de la historia del rock, a los oscuros y confusos detalles sobre su muerte, y por supuesto, a su papel dentro del imaginario colectivo de lo que significaron los años 60 en su dimensión más rompedora y revolucionaria. Así como por supuesto a su rol como frontman, líder en escena y cantante de un grupo sin el cual no es posible entender aquel periodo en el cual, como bien dijo el prestigioso crítico e historiador del rock David Dalton, “hubo un momento en el que se pudo creer que el rock iba a heredar la tierra”.

A la hora de aproximarse al personaje en este singular aniversario de su fallecimiento, no obstante y en tanto en cuanto la faceta de Jim Morrison como estrella de rock, como líder de los Doors y en relación con toda la literatura ya existente sobre su vida y su muerte –alguna fiable, otra no tanto- será objeto de artículos en diferentes medios, querría compartir con todos y todas las que nos leen unos apuntes sobre una de las facetas quizá menos exploradas acerca de la personalidad de Jim Morrison: su vocación poética.

Más allá de la imagen salvaje de una estrella de rock hedonista, evadida de la realidad por el alcohol y las drogas, más allá del falso estereotipo que creó la muy discutible película de Oliver Stone sobre los Doors en 1991, la cual ha dejado en la memoria de mucha gente la grotesca caricatura de un músico, creador y artista que era mucho más que el exagerado e irreal retrato que Stone mostró en su cinta, Jim Morrison aún con sus episodios de excesos, fue un joven inteligente y cultivado, apasionado lector y que junto a la música, desarrolló como estudiante proyectos e ideas en el campo del cine y del teatro experimental. Y muy especialmente, desarrolló una trayectoria poética tristemente muy breve, pero interesantísima y que es innegable que habría tenido un recorrido mucho más largo de haber seguido vivo. No es en modo alguno baladí el hecho de que cuando decidió en la primavera de 1971 establecerse en París, además de alejarse de toda la presión que suponía vivir en Estados Unidos, tanto por sus problemas con la justicia como por su situación con los Doors, su intención era inspirarse en una ciudad que había sido la cuna de muchas de sus influencias más determinantes para seguir escribiendo poemarios y perseverar en su vena literaria.

Memorial de Jim Morrison en Berlín

Es conocido que el poeta y dramaturgo francés Antonin Artaud llegó en 1936 a México con la intención de conocer y experimentar los rituales iniciáticos de los indios Tarahumaras y de probar el peyote, la llamada planta-origen de la conciencia en tanto que su consumo poseía, para los habitantes de aquel territorio, la virtud alquímica de transmutar la realidad y llevar al iniciado hasta el punto en que todo se abandona para volver a empezar. Le interesaba sobremanera la capacidad de los indios americanos para entrar en otros estados de conciencia y percibir otro tipo de realidad. Años más tarde, es conocido también que Jim Morrison, siendo un niño de apenas cuatro o cinco años, vio morir en la carretera a un indio que había sufrido un accidente de tráfico con su familia. Según las tradiciones y creencias indias, cuando alguien ve morir a una persona, el alma del fallecido se adentra en la persona que le vio despedirse de la vida y le acompañará siempre. Jim Morrison, que se sentía muy identificado con Artaud, conocía esa creencia y siempre pensó que él había vivido esa experiencia, lo cual le inspiro una pieza incluida en su libro ‘Poemas Ocultos’, que decía lo siguiente:

“Ave de rapiña
ave de rapiña volando alto, volando alto, voy a morir
Llévame en tu vuelo
indios esparcidos en el amanecer
carretera sangrante 
los fantasmas se amontonan en los niños pequeños
frágil mente de cáscara de huevo
bajo el agua, bajo el agua…”
“Si pudiera clavarme una pluma en mi corazón y derramar sangre por todo el escenario, ¿te satisfaría? ¿Pensarías que soy un chico extraño?” (The RollingStones, “It´sOnlyRock’n’Roll”)
Antonin Artaud

A Jim Morrison, tanto como poeta como en su faceta de cantante de rock, siempre vio y vivió la expresión artística como vehículo de exploración de los sentidos, llevados siempre más allá de lo que nos permiten percibir convencionalmente y como forma de romper barreras para llegar a vivir la máxima sensación de todo aquello que podemos conocer y sentir. Por ello fue siempre un gran devoto de Arthur Rimbaud, el icono de los poetas malditos franceses del siglo XIX, el autor que consideraba la creación poética como la entrada a un mundo en el que a través de una prolongada, ilimitada y sistemática deconstrucción de todas las experiencias sensoriales –amor, odio, locura- el poeta llega a ser al mismo tiempo el mayor marginado de la sociedad y el supremo científico, porque alcanzará el conocimiento y la ciencia que los demás nunca podrán conocer. Y la autodestrucción, la inmolación, es un precio que el poeta estará dispuesto a pagar para recorrer ese camino.

Es la misma visión del poeta que desarrolló William Blake, otra influencia capital para el líder de los Doors, quien sostenía que las visiones interiores del artista son más reales que las que percibimos del mundo exterior y por tanto, posee la facultad de vivir en otros mundos y dimensiones.

Esa filosofía casa perfectamente no solamente con la concepción de la poesía como experiencia iniciática que Jim Morrison abrazó, sino incluso en su forma de interpretar en el escenario, en la que en aquellos vibrantes momentos en los que entraba en trance para interpretar “Celebration Of The Lizard”, se transmutaba en otro ser, iniciaba ese viaje a los infiernos de Rimbaud atravesado una vez más por Artaud, quien preconizaba que la interpretación escénica era una fuerza viviente transitoria pero con capacidad de trascender, destruyendo los tabúes, los miedos y las prohibiciones para volver a asimilar las energías vitales del mundo sin condicionamientos previos.

Arthur Rimabud

Una idea que tampoco está lejos del Aleph de Borges, ese punto de referencia desde el cual se puede ver todo el universo simultáneamente, que era en el que Jim Morrison necesitaba situarse para escribir, componer e interpretar. En este sentido, el teatro de ruptura de Artaud y el rock psicodélico de los Doors, siendo expresiones artísticas muy diferentes entre sí, comparten una capacidad expresiva y distorsionadora de la realidad de la que Jim Morrison fue con toda seguridad su máximo exponente.

De los suburbios de París a las carreteras americanas

Jim Morrison tuvo como una de sus influencias más destacadas a los poetas malditos franceses como Baudelaire o Rimbaud, además de Dylan Thomas – “Donde una vez las aguas de tu rostro / giraron impulsadas por mis hélices / sopla tu áspero fantasma / los muertos alzan la mirada”, escribió Dylan Thomas. Morrison escribió años después: “Un ángel cruza / la súbita luz / la habitación / un fantasma nos precede / una sombra nos sigue / y cada vez que paramos / nos caemos”-pero también a los autores de la “Beat Generation”, en especial Lawrence Ferlinghetti y Jack Kerouac. El afán, especialmente narrado en el ‘On The Road’ de Kerouac, de vivir intensamente, de sentir la vida como la combustión de una llama de fuego y del rechazo a los estándares sociales de la época fueron otra de las características esenciales de la vida y de la poesía de JimMorrison.

“Todo lo humano
está dejando
su rostro
Pronto desaparecerá
en el tranquilo pantano vegetal
¡Quédate!
¡Mi Amor Salvaje!”

Resulta paradójico que alguien que alcanzó la fama y la popularidad masiva que adquirió nuestro hombre fuera muy reacio a publicar sus poemas y que de hecho, solamente se decidiera a hacerlo presionado por su pareja, Pamela Courson y por muchos amigos que le insistieron en ese sentido. Jim siempre tuvo miedo de que sus libros de poemas no fueran apreciados ni valorados en su medida real al ser la obra de una estrella del rock, cosa que por desgracia así sucedió: Tanto ‘Los Señores” como “Las nuevas criaturas”, los dos primeros libros que editó pasaron desapercibidos para la crítica literaria del momento, siendo tan solo la revista Rolling Stone la que dedicó reseñas a estos libros desde el punto de vista literario. Algo más de repercusión obtuvo en 1970 ‘Una oración americana’, de la que se hizo un disco editado en 1978 con los poemas de Jim recitados sobre una base musical de jazz que sí llegó a ser un éxito comercial.

Versos y rock´n´roll

Aunque el mundo poético de Jim Morrison buscó escenarios, ambientes y personajes no necesariamente vinculados a la música, el rock´n´roll fue la banda sonora de su inspiración para algunos poemas que se recuerdan entre los mejores de su producción.

“Fría música eléctrica
dáñame
desgarra mi mente con tu oscuro sopor
Fría sien de acero
frías mentes vivas
en la estrangulada orilla
Veteranos de guerras extranjeras
somos los soldados de las guerras del rock´n´roll”.

Tal vez nunca imaginó que su muerte se produciría casi exactamente dos años después de la de Brian Jones, fundador de los Rolling Stones, grupo que gustaba muchísimo a Jim. Impresionado y muy afectado por la tragedia de la desaparición de Brian, le dedicó este estremecedor poema:

“Piscina de mantequilla caliente
¿Dónde está Marrakech?
Bajo las cataratas la furiosa tormenta donde los salvajes cayeron al final de la tarde monstruos rítmicos Has dejado que tu NADA le haga competencia a tu SILENCIO Espero que te hayas ido sonriendo
como un niño
en el fresco remanente de un sueño”

La excelente poeta, profesora y periodista Marina Casado, en un magnífico artículo publicado en su página web sobre la figura de Jim Morrison como poeta, se pregunta: “¿Qué fue antes, el poeta o la estrella de rock? Lo primero, siempre. Lo segundo, nada más que un camino temporal por el que se atrevió a dar un rodeo. Si nunca se hubiera producido aquel encuentro en la playa con Ray Manzarek, compañero de la universidad, del que surgió el proyecto de crear una banda de rock, ¿conoceríamos hoy a Jim Douglas Morrison como un poeta, heredero de la Beat Generation, exaltado observador de una América fría y deshumanizada, dominada por unas criaturas inteligentes y manipuladoras a las que bautizó como “Los Señores”?”.

Realmente difícil dar una respuesta adecuada a este interrogante. Creo no obstante que no puede disociarse totalmente una dimensión de la otra. Jim Morrison llevó la poesía al rock, incorporó al espíritu del rock de los 60 en Estados Unidos ese nuevo lenguaje y esa nueva forma de entender la vida que Ginsberg o Kerouac plasmaron en sus poemas y a su vez, fue el primer poeta, tal vez en competencia con Sam Shepard, que tanto en su estilo de escritura como en las imágenes, metáforas, recursos literarios o incluso en las vivencias que se desprendieron de su interior para desvirgar los folios en blanco, mostró que el rock también podía inspirar creaciones poéticas en muchos casos, realmente sublimes. Por ello, a los 50 años de su muerte, es relevante recordar su figura y reivindicar su legado.

Keep your eyes on the road, your head upon the Wheel…