Sobre arte, artistas y maestras de escuela

Pocas profesiones hay tan importantes como la de ser maestra, acompañar los primeros años de conocimiento, socialización y experiencia del mundo, cuando la curiosidad y el entusiasmo está intacto. Acompañar y preservar, como decía Hannah Arendt, lo nuevo que las generaciones nos traen.

Cuando Albert Camus recibió el premio nobel de literatura, se lo dedicó a su maestro, Monsieur Germain: “sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares”.

Pocas profesiones hay tan poco valoradas como la del magisterio, que viene de magister, maestría.

Y pocos profesionales como los y las maestras son conscientes de ambas cosas. Conscientes de su importancia en la formación de las personas y conscientes también del poco valor que se da a su trabajo, un trabajo que marcará, para bien o para mal, la relación que cada uno, que cada una de nosotras, tendremos con el saber, con la autopercepción y con la capacidad creativa transformadora.

De su mirada, de su interés por hacernos descubrir las reglas y estructuras del universo, la forma y las funciones de la vida, el papel y nuestra responsabilidad en el mundo, dependerá, en muchos casos, nuestros pasos futuros, la elección de nuestros estudios, nuestra autoestima como investigadores o futuros profesionales.

Fotografía de Marián López Fdez de Cao.

Hace pocas semanas, dentro de mi propia profesión en la Facultad de Educación, visité algunos centros, en especial del ciclo de Educación Infantil y pasé varias mañanas viendo cómo se desarrollaba la clase en el aula. La maestra había recibido a los niños con tres años y los acompañaba durante otros tres, hasta que cumplían seis años. El doble de su vida, nada menos. Me comentaba cómo los conocía a la perfección uno a uno, una a una, desde que entraban casi bebés y cómo, en su rápido crecimiento, se forjaba su carácter, su empuje, o sus bloqueos y miedos.

Ella los conocía y trataba con ese cuidado y sabiduría que sólo tienen las personas más sensibles y a la vez más experimentadas, sabiendo unir contexto y evolución personal: su situación familiar, las dificultades o ventajas que su entorno ofrecía, pero a la vez, la alegría o tristeza, el optimismo o pesimismo que reinaba en sus casas y también, más allá de todo eso, lo singular y diferenciador de cada uno.

Fotografía de Marián López Fdez de Cao.

La Segunda República española sabía de la importancia de la formación de los y las ciudadanas desde su ciclo inicial e invirtió esfuerzos, dinero y programas por formar y dignificar esta profesión y llevó a esos profesionales a todos los rincones de la península. Una profesión donde, tras la guerra civil y las nuevas leyes que cercenaban derechos y expulsaban a las mujeres del trabajo una vez casadas, se refugiaron aquellas que deseaban tener un desarrollo profesional y a la vez, no renunciar a formar una familia. Por eso, quizá, es una profesión feminizada. Por eso, quizá, es escasamente valorada.

En esa aula durante esa mañana, vi cómo hablaban de números, pero también del cielo, de plantas, de pintar, de crear juntos. De todo a la vez, pensando el mundo e imaginándolo también, juntos. En esas aulas casi mágicas, donde se despliega el interés y la curiosidad de los niños y las niñas, de distintas procedencias, intereses y extracciones, se forja la nueva sociedad que puede cambiar la nuestra. Y en ellas, la maestra es la forjadora, la que acompaña y anima ese cambio.

Pero también, en esas aulas se ponen en marcha planes y ensayos en los que, la mayoría de las veces, las maestras no han sido ni informadas ni consultadas. La maestra me contaba de lo absurdo y contraproducente de algunas medidas, y lo bueno de otras. Ellas, las maestras, reciben -sin participar en ellos, repito- planes educativos, programas especiales, reformulaciones de enseñanzas con entusiasmo y a veces este se vuelve resignación o estupor.

Como catedrática de Educación artística y experta en cultura, observo curiosa cómo se traduce el documento de la UNESCO[1], y las directrices de Mondiacult sobre educación artística y cultura en las aulas de Educación Infantil y Primaria en nuestro país. Es un documento importante porque señala los beneficios de una buena educación artística y cultural en el desarrollo humano, en la cultura de paz y en la sostenibilidad.

Y me pregunto esto porque parece que, en vez de poner como primera medida el refuerzo de la educación cultural y artística en la formación de maestros en las facultades de formación de profesorado, de donde egresan, se piensa en la escuela, pero sin las maestras. Es sabido que los planes de magisterio no ofrecen hoy en nuestro país una formación sólida en educación artística. Y no la ofrecen porque apenas existe formación en esos ámbitos. El Estado español y en concreto los Ministerios de Universidades y Educación, han prácticamente eliminado en las últimas décadas las artes visuales, dramáticas, de movimiento de la formación de la maestra de Educación Primaria. Y a pesar de negársele ese aprendizaje, muchas maestras en su formación permanente independiente lo han incorporado. Porque son buenas profesionales. A pesar de su educación. A pesar de los ministerios. Porque el arte es necesario.

Ahora escucho que se quiere introducir artistas en las escuelas, sin reformar ni reforzar la formación de las maestras en ese ámbito en el plan que se está diseñando y decidiendo ahora mismo en el Ministerio de Universidades. Y no puedo sentir mayor sorpresa. ¿Cree el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Universidades, que un artista sabe interactuar con niños y niñas de modo intuitivo, porque le corre por las venas? ¿Que ver a un artista esculpir, dibujar, pintar, hacer sus instalaciones, performances o su mural es suficiente para vincular a niños y niñas? ¿Cree el Ministerio de Cultura, o el Ministerio de Educación, o el Ministerio de Universidades que no hay que saber del desarrollo evolutivo de los niños y niñas, su nivel de desarrollo gráfico y perceptivo, la importancia del arte como clave de la educación globalizada, como eje triangular del saber, que no hay que saber de la educación en cultura visual?

La idea romántica del “artista en residencia”, aderezada probablemente con la dosis de halo romántico del XIX y desarrollada por la bohemia del XX dio tantos relatos anovelados, que sigue nutriendo esta percepción. ¿Por qué no ponen matemáticos en residencia y eliminan la formación en didáctica de las matemáticas de magisterio? ¿O botánicos, físicos, biólogos en residencia y eliminan esa formación también de la formación del profesorado? ¿Creen, de verdad, que el arte y la cultura no se enseña?

Para comprender esa ecuación sólo puedo pensar en tres causas: primera, el elitismo del arte (sólo los artistas pueden crear), unido a la idea romántica del artista; segundo, el desprecio a la capacidad de las maestras de aprender a fomentar la creación, el desprecio a su potencial sabiduría, y el desprecio a su ejercicio, su experiencia y su dignidad; y tercero, el desconocimiento de la importancia de la educación artística.

Fotografía de Marián López Fdez de Cao.

Si realmente queremos cumplir con las directrices de la UNESCO, démosles formación a aquellas que día a día, semana a semana, mes a mes, año tras año, conviven, conocen, sienten y saben cómo desarrollar las capacidades de su alumnado, con nombre y apellido, uniendo a veces las artes a la visión de una planta, al cuerpo humano, al conocimiento de sí mismos y otras viendo el arte como un área específica y compleja que pueden y deben desarrollar. Para organizar su experiencia emocional, para visibilizar sus deseos, conocer el mundo, vincularse, imaginar, aprender un lenguaje que les pertenece y al que tienen derecho.

Démosle la oportunidad de incluir el arte como un elemento que les ayude a percibir el mundo, a observar, a atender, a ser conscientes de ese mundo y su ser cambiante en relación con los otros. Enseñémosles a las maestras a ayudar a sus niños y niñas a defenderse de las imágenes de las pantallas. Démosles herramientas en su formación, enfoques diversos -como el abordaje triangular de Ana Mae Barbosa, el ojo ilustrado de Elliot Eisner, el arte como modo de conocimiento, de Jerome Bruner, el arte como experiencia, de Dewey, los mil lenguajes del arte, de Malaguzzi, y tantos otros modelos-.

Y, sí, claro que sí, por supuesto que sí, cuando esas maestras plenamente formadas entren en sus escuelas, entonces sí podrán recibir con los brazos abiertos a un o una artista -con halo romántico o no- y señalarle qué y qué no se puede o debe hacer con los niños y niñas creadoras, cómo hay que aprender con y de ellos y no imponerles sus diseños creadores para que los rellenen, por muy fabulosas que nos parezcan sus producciones finales en cualquier pared de la Escuela. Maestras que puedan coordinarse con museos y centros culturales para desarrollar de modo horizontal una programación consensuada. Como, en definitiva, sólo con maestras sólidamente formadas en educación artística, esa presencia puede convertirse en verdaderamente educativa, en verdaderamente creadora. Si, además, a ese artista lo seleccionan ellas, las maestras. Es decir, la escuela.

Notas:

[1] Consultar también: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000381560

Miles de personas han pasado ya por el Museo Thyssen-Bornemisza para ver la exposición MAESTRAS, inaugurada el pasado 31 de octubre y que se podrá visitar hasta el 4 de febrero de 2024.

Si el discurso patriarcal dominante ha ocultado históricamente el trabajo artístico realizado por mujeres, esta exposición nos permite conocer y disfrutar de casi cien obras de gran calidad cuyas autoras son mujeres, obras que fueron realizadas entre los siglos XVI al XX.

Feminismo, arte, historia concurren en esta muestra, que también tiene un indudable valor didáctico. Y nada mejor para recorrer la exposición que hacerlo de la mano de la Guía Didáctica realizada por la catedrática universitaria Marián López Fdez. Cao, que también ha dirigido el seminario Maestras españolas. Construyendo genealogía del arte español, como complemento a la exposición. Una Guía que plantea especialmente preguntas, empujando a que encuentren las respuestas quienes la leen. Le agradecemos a la autora que nos dedique una parte de su tiempo a Espacio Público para visitar con ella la muestra.

Marián López F. de Cao. Fotografía cedida por la autora.

¿Por qué esta Guía, a quién va dirigida y qué se propone?

Las exposiciones en el museo Thyssen siempre van acompañadas de un imprescindible componente educativo, especialmente a través del equipo Educathyssen, uno de los mejores equipos didácticos de España, y desde un compromiso del museo que no externaliza estos servicios sino que forma parte de su filosofía central.

Para esta exposición la comisaria, Rocío de la Villa, y el director del museo, Guillermo Solana, me propusieron ocuparme específicamente de la guía didáctica, dada mi trayectoria en el trabajo educativo en museos en clave feminista, mi conocimiento de las artistas de la exposición, el análisis de las exclusiones y tergiversación histórica de sus trayectorias y obras. Ello me daba la oportunidad de abrir temas de reflexión y cuestionamiento que me parecen importantes.

La guía invita a poner en cuestión algunos de los pilares del conocimiento al uso. La exposición Maestras puede ser considerada un hito que abre un profundo cuestionamiento a los fundamentos de la historia del arte presente en textos escolares y manuales, que se presentan como movimientos cerrados con características específicas y nombres determinados. Las y los visitantes de la exposición se quedan desconcertados ante la calidad de las obras y las autorías para ellos desconocidas, ¿De dónde salen tantas obras y de tanta calidad? ¿Dónde estaban? ¿Por qué sus autoras no están en las genealogías y vanguardias del arte? Los y las espectadoras se quedan impactados por tanta obra que desconocían y no aciertan a comprender el porqué. Si la base de la excelencia debiera ser la calidad de las obras, ¿por qué no las conocen? Y este cuestionamiento es lo que subraya esta magnífica exposición. El ocultamiento de estas magníficas obras no se debe a la calidad, sino a factores propios de la ideología subyacente a la construcción del pensamiento occidental.

Como señalo en la introducción, gracias a esta exposición, el canon comienza a ser puesto en entredicho, y desvela varios constructos que articulan no sólo la historia del arte, sino la construcción del conocimiento occidental, además del canon: el genio, la hegemonía cultural, la genealogía y el presentismo. El movimiento feminista académico lleva años alertando del presentismo –juzgar el pasado con los valores dominantes del presente– contra esta errada historiografía tradicional, que ha excluido voluntariamente a las mujeres de la historia universal (aparentemente representativa de toda la sociedad). En un discurso histórico androcéntrico, las mujeres no existen y cuando aparecen, lo hacen como la excepción, legitimando el pensa­miento patriarcal existente.

Las y los visitantes de la exposición se quedan desconcertados
ante la calidad de las obras y las autorías para ellos desconocidas. 
¿De dónde salen tantas obras y de tanta calidad? 
¿Dónde estaban? 
¿Por qué sus autoras no están en las genealogías y vanguardias del arte?

La hegemonía cultural, por otro lado, es un concepto que de­signa la dominación de la sociedad, cultural­mente diversa, por la clase dominante, imponiendo su propia cosmovisión —creencias, moral, explicaciones, percepciones, instituciones, valores o costum­bres— como norma cultural, válida y uni­versal.  La selección de obras que componen la historia del arte que nos ha sido transmitida responde a la selección de esta hegemonía cultural –a través de la genealogía que pone nombres y señala vínculos cuasi naturales de unos nombres con otros– realizada por críticos e historiadores que se han instituido como el discurso autorizado, deslegitimando cualquier otra visión.

A partir de esta reflexión que deconstruye este campo de conocimiento, abordamos las distintas secciones proponiendo textos que amplían el contexto de las secciones, ofreciendo datos relativos a las circunstancias sociales, educativas, culturales o económicas, entre otras cuestiones que pueden ayudar a comprender no sólo las obras sino las trayectorias vitales de estas artistas y su vinculación con su desarrollo profesional.

Esta guía educativa está principalmente diseñada para profesorado de educación secundaria y bachillerato, una etapa cuando adolescentes y jóvenes tienen capacidad de desarrollar su mirada crítica y poner en cuestión cánones heredados. Es una guía que tiene como intención abrir el pensamiento visual, hacer preguntas, mirar por las grietas de una narración que debe ser revisada.

La Guía está estructurada en torno a cuatro secciones que resumen las ocho que trata la muestra:

  • Mujeres, ciudadanas: La causa delle donne e Ilustradas y Académicas.
  • La mirada a la naturaleza y al otro: Botánicas, conocedoras de maravillas y Orientalismo/Costumbrismo.
  • Trabajos, cuidados y Otras visiones de la maternidad.
  • Amistad y vanguardia: Complicidades y Emancipadas.

¿Por qué estas cuatro secciones?

La exposición gira en torno a ocho secciones que se pueden ver claramente a lo largo del recorrido de la exposición que yo agrupo de dos en dos con fines educativos como señalas. Son secciones temáticas que ayudan a comprender aspectos vitales del ser humano como la lucha por la ciudadanía, el cuidado, la mirada a la naturaleza y lo otro, la amistad o la emancipación. Creo que La causa delle donne informa de la lucha por la igualdad que llevaron a cabo las mujeres desde el S. XV hasta el XVIII y que culmina con la lucha, junto a los hombres, por los derechos en la Revolución francesa. Saber que las mujeres han reclamado el acceso a la educación y estatus intelectual desde el S. XV, es para muchos y muchas jóvenes –y no tan jóvenes– algo que les sorprende, porque inexplicablemente, no aparece en los libros de historia o literatura que estudian. Yo añado algún dato relevante y textos de mujeres como María de Zayas, del S. XVI, donde, como hoy, se apoya en grandes mujeres de la historia para tratar de construir una legitimidad o Juana Inés de la Cruz que aborda temas tan actuales como el juicio masculino a la sexualidad femenina, además de parte de la vindicación de los derechos de la mujer y ciudadana, de Gouges.

Cada sección parte de una introducción amplia al concepto central y aporta datos específicos sobre algunas artistas. Aunque los modos de trabajo y de hacer arte de hombres y mujeres son similares, las miradas y los posicionamientos ante la realidad son en algunos casos, diferentes, y eso es algo que es necesario reseñar. La mirada hacia el acoso de una mujer –como es el caso de las interpretaciones de “Susana y los viejos”, o “Judith y Holofernes”, presentes en la exposición donde el artista puede conseguir que nos identifiquemos con la acosada o el acosador– difiere en muchos casos, del mismo modo que, por ejemplo, muchas de las perspectivas de las artistas a la naturaleza y al otro, precisamente por ser conscientes ellas mismas de la subalteridad a la que las somete la sociedad, son menos jerárquicas, más cercanas y respetuosas.

El “otro exótico” –la “otra exótica”– se diluye y la lucha por el sufragio coincide en muchas de ellas con la lucha por la abolición de la esclavitud. O la diferencia en la que las mujeres retratan a otras mujeres resaltando su capacidad intelectual y su verticalidad, otorgándoles dignidad, frente a innumerables representaciones a que estamos acostumbrados donde las representaciones femeninas tienden más a que se incida en su cuerpo y su horizontalidad visual que remite a la pasividad. En fin, cada sección interroga a nuestra mirada educada en la inferioridad femenina en el arte y abre ante nosotros otros modos de ver.

Aunque los modos de trabajo y de hacer arte de hombres
y mujeres son similares, las miradas y los posicionamientos ante la realidad 
son en algunos casos, diferentes, y eso es algo que es necesario reseñar.

La educación artística es un campo de batalla que nunca has abandonado. La metodología creativa y la educación de la mirada –la competencia visual y artística– debe ser fundamental en la educación”, dices. ¿Crees que se la da la suficiente importancia en los planes de enseñanza actuales?

En absoluto. Desde la Sociedad para la Educación Artística (SEA), de la que soy presidenta, llevamos casi cinco años tratando de que tanto el Ministerio de Educación, el Ministerio de Universidades y el Ministerio de Cultura comprendan la importancia de lo que hablábamos anteriormente y mucho más: de que una mirada crítica construye ciudadanos y ciudadanas libres y cultas e impide el estereotipo; que saber ver las construcciones visuales de jerarquía, de subalteridad o ejercicio de poder, nos permite no sólo desasirnos de ellas, sino modificarlas y crear nuevas.

La educación artística llevada por maestros y maestras con una formación sólida en procesos creadores y educación visual abre la mirada atenta, que es la misma que la mirada científica, que permite analizar, comparar, comprender estructuras internas y relaciones externas. Que la creación es un acto de conocimiento, vínculo y resistencia ante un mundo injusto que abre otras posibilidades más allá del aquí y ahora, el que estas mujeres de esta exposición llevaron a cabo a pesar de sus circunstancias. Ellas, las creadoras, son el ejemplo de la resiliencia a través del arte.

Queremos una red escuela-museo en igualdad donde 
los y las maestras sean profesionales formados en arte y cultura 
y también agentes activos con los museos en una red estable 
y estructurada que fomente espacios de educación 
en la inclusión, la igualdad y la diversidad.

Hoy en día, Francia y Portugal tienen un plan nacional de educación artística y cultural, que va desde lo macro a lo micro, algo que España no tiene y que desde la SEA le pedimos a los ministerios de Educación y Cultura. Sólo un plan similar será capaz de garantizar los derechos culturales, promover la creación, renovar la cultura y combatir la brecha cultural que hay en este país. Nosotros queremos que las escuelas sean espacios de cultura, no sólo los museos. Queremos una red escuela-museo en igualdad donde los y las maestras sean profesionales formados en arte y cultura y también agentes activos con los museos en una red estable y estructurada que fomente espacios de educación en la inclusión, la igualdad y la diversidad.

Actualmente, no hay red, no hay estructura, no hay formación.

Por último, después de tantos siglos silenciadas e invisibilizadas, ¿cuál crees que debe ser el papel de las mujeres en la historia del arte, en la creación y la educación artísticas?

Creo que lo que ha invisibilizado a las mujeres ha sido el relato de la historia, este relato de la historia. En esta exposición contemplamos a mujeres, como Natalia Gontcharova –que fue la primera artista, hombre o mujer, en realizar, como representante del arte ruso de vanguardia, en 1913, una gran exposición con más de 800 obras y un éxito sin precedentes–  o Sonia Delaunay –que llegó a tener un taller con más de 30 empleados– , o Helene Funke y muchas más, que fueron tremendamente famosas y con mucho éxito en su tiempo. Sin embargo, tan pronto se murieron, los libros las borraron y su obra bajó a los almacenes de los museos. Eso es el canon, la hegemonía, la genealogía.

Creo que estamos ante un momento de crisis de legitimidad de los museos, precisamente porque la historiografía feminista, al igual que la decolonial y demás movimientos críticos, está poniendo en entredicho los relatos de la hegemonía cultural, por volver al inicio. No podemos seguir mostrando a nuestras hijas e hijos que lo valioso –lo que está en los museos– es sólo lo que han hecho los hombres blancos propietaristas –en términos de Piketti– de la clase urbana. La cultura, como la creación, es mucho más que todo eso.

La exposición Maestras es una bocanada de aire puro en el museo, no sólo porque muestra y restituye la magnífica obra de mujeres tenaces, creativas y valientes, sino porque mira la realidad desde un poco más abajo, o un poco más arriba: desde las miradas de unas adolescentes planchadoras, desde las miradas de las enfermeras, de las vendedoras de zapatos, de las resistentes a la guerra que animan a los jóvenes a la deserción de las guerras y se enfrentan a la muerte. Esta nueva mirada la ha abierto el feminismo, que ha abierto a su vez, otras miradas –de clase, de origen, de diversidad–, en su continua autorreflexión crítica. Y en lo que a mi mirada atañe, al feminismo pacifista.

El arte, la creación, el proceso creador es todo lo anterior que debe acoger el museo y la educación: resignificar el mundo, mirarlo de otro modo, con cuidado y respeto, buscar una solución simbólica que nos sitúe –a través de nuestra mente, nuestra mirada y nuestras manos– en un conocimiento tácito más allá de la mera instrucción. La poesía, la danza, el teatro, el dibujo, el cine, la pintura, la música deben formar parte integral de nuestro desarrollo como humanos y es deber nuestro facilitárselo a los más pequeños. Una creación que nos haga mirar, aun en los momentos más duros, más allá. Como decía Brecht: “En los tiempos sombríos, / ¿se cantará también? También se cantará/ sobre los tiempos sombríos”.

Notas:

Marián Marián López Fdez. Cao es catedrática de Universidad (UCM). Ha colaborado con sus trabajos en Alemania (Akademie der Künste, Munich y Hochschüle der Künste, Berlín), Reino Unido (Courtald Institute of Art, Londres), EE.UU (MOMA, Nueva York) y México (Universidad de Veracruz).

Ha sido directora del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid (2007-2011), presidenta de la Asociación Mujeres en las Artes Visuales (2012-2017), asesora del vicerrectorado de Relaciones Internacionales y directora de la Escuela Complutense Latinoamericana (2012-2019).

En la actualidad dirige el grupo de investigación consolidado EARTDI 941035 “aplicaciones del Arte en la inclusión social”.

Desde 2017 es vicepresidenta del European Consortium of Arts Therapies Education un consorcio que agrupa a 34 universidades europeas que ofrece estudios de terapias creativas (danza, música, drama, juego y artes visuales). Y forma parte del comité de expertos en cultura de la Organización de Estados Iberoamericanos.

Fotografías: Espacio Público