El huracán que ha significado la llegada de Trump y sus oligarcas a la Presidencia de Estados Unidos, no ha hecho sino acelerar las políticas neoliberales y reaccionarias que vienen existiendo desde hace años en bastantes partes del mundo.

Asistimos a un choque entre los diversos imperialismos y entre las potencias capitalistas dominantes para repartirse el mundo.

Como policrisis han definido algunos la crisis múltiple del sistema capitalista, que conlleva una aceleración de la crisis medioambiental, una carrera desenfrenada de los distintos imperialismos, por aumentar sus beneficios y apropiarse de los recursos minerales que son claves para el desarrollo de la industria del automóvil, el armamento y la tecnología.

Una competencia interimperialista cada día más fuerte que sacude la estructura de la anterior globalización y alienta una carrera hacia el rearme y el militarismo en las sociedades.

En el plano político proliferan y crecen los nacionalismos reaccionarios y la ideologías neofascistas. El ascenso de la extrema derecha, su participación en gobiernos, pero también en partidos políticos que aun no gobiernan, pero que condicionan la vida política en sus respectivos países con una agenda sociocultural reaccionaria como es la defensa del autoritarismo, la adhesión al líder capaz de restaurar el orden, una ideología represiva, el culto a la violencia policial, el reparto de armas para su “defensa de los delincuentes”, la intolerancia contra las minorías sexuales, junto a la difusión masiva de insultos y noticias falsas en las redes sociales son algunos temas de de la extrema derecha postfascista.

A la vez, se produce un ataque a los derechos del planeta, a la defensa de la Tierra, a los derechos de los pueblos a decidir por ellos mismos, a los derechos sociales y democráticos conquistados por las clases trabajadoras puestos en cuestión por las élites capitalistas.

Están venciendo a las fuerzas sociales, como el movimiento obrero, entre otros movimientos, que hicieron que en Europa, una mayoría de países existieran derechos democráticos y sociales.

El Derecho internacional y las resoluciones de las instituciones internacionales como la ONU, resultado del equilibrio entre las grandes potencias  surgido tras la victoria sobre el nazi-fascismo en la segunda guerra mundial sufren el desprecio, cuando no la decadencia en los distintos países. La Carta de las Naciones Unidas, se ha convertido en una constitución mundial de escaso relieve.

Los poderosos, las grandes potencias, practican la ley del más fuerte. Trump y los oligarcas, han vuelto a dejar claro los ejes de dominación de los imperialismos, empezando cada uno por sus propios pueblos.

Se trata de masacrar a las clases trabajadoras y obtener los máximos beneficios para sus acólitos y superricos.

Los acuerdos del imperialismo norteamericano y el imperialismo ruso han dejado claro que la OTAN, nunca ha sido una alianza de protección militar y al contrario, ha sido y es, un instrumento de los Estados Unidos. El imperialismo norteamericano anhela un acuerdo con el imperialismo ruso, que le permita repartirse las zonas de influencia y acabar con la guerra en Ucrania, apoderándose de sus recursos, y centrarse en el área Indo-Pacifico en Asia. No es nuevo, la cumbre de la OTAN en Madrid perfilaba ese proyecto, a la vez que por primera vez, aparecía China como uno de los enemigos potenciales de la Alianza Militar.

Los aliados de la OTAN, los países de la Unión Europea, no son más que vasallos que deben adaptarse a los intereses de los imperialistas norteamericanos.

La débil respuesta dada por la Comisión Europea a la política arancelaria enunciada por Trump, solo se entiende desde una posición de vasallaje, claro está, que pensar lo contrario, sería como esperar que una Comisión de derechas, hiciera una política progresista.

El apoyo dado, de los Estados Unidos y la mayor parte de los países de la UE, con la presidenta de la Comisión al frente, al genocidio perpetrado por Israel contra el pueblo palestino en Gaza, la invasión de Cisjordania y las agresiones a los países vecinos, no dicen nada favorable de la autonomía estratégica que pregona la Comisión Europea.

La UE muestra sus límites políticos, económicos y sociales. Los capitalistas europeos no han conseguido construir un estado federal y un gobierno político centralizado que se corresponda a su poderío económico. La UE siempre ha dependido y depende  de los gobiernos en Estados Unidos.

Estamos ante “una nueva aplicación de la estrategia del shock , con la guerra de Ucrania que está siendo utilizada por las elites europeas para entrar en una nueva fase en la que se pretende reforzar un modelo de federalismo oligárquico y tecnocrático, porque esto es lo que ha propuesto abiertamente el exconsejero de Goldman Sach, Mario Draghi en su informe encargado por la Presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen: acelerar la puesta en pie de mecanismos de decisión conjunta de las instituciones europeas con el fin de favorecer la unión de los mercados de capitales de la UE y poder actuar en mejores condiciones dentro de la cada vez más intensa carrera de la competitividad con las otras grandes potencias, ya estén en declive o en ascenso, tras el final de la globalización feliz” ( M.Urbán y J. Pastor, Hacia un despotismo oligárquico, tecnocrático y militarista ) Viento Sur 193.

Todo ello en detrimento del Parlamento europeo como de los Parlamentos estatales, y por supuesto, del respeto a la soberanía de los pueblos.

A la vez, puesta en marcha de un programa que combina, la exaltación de un Estado fuerte y la disciplina social, con la hostilidad hacia los sindicatos y organizaciones sociales. La represión ejercida en Alemania, contra las manifestantes en Solidaridad con Palestina, la prohibición de las conferencias en las universidades que iban a dar, Yanis Varoufakis, economista y miembro del Gobierno griego en 2015, y Nancy Fraser profesora de la New School de Nueva York, la represión contra las trabajadoras y trabajadores que defendían sus pensiones, en Francia, la Ley Mordaza en el Estado Español, el Pacto de Migración y Asilo , los seis de Zaragoza, los trabajadores de Asturias de la Suiza,…..son ejemplos de esta tendencia a la criminalización de la protesta y el recorte de las libertades.

Desde hace veinte años, las elites europeas practican políticas de austeridad que van progresivamente desmantelando el Estado del Bienestar y degradando la vida de la mayoría social, a la vez que favoreciendo a las fuerzas reaccionarias y fascistas.

En una situación de  disputa entre los distintos imperialismos y potencias  capitalistas, retroceso de las políticas verdes y aumento de las desigualdades, la UE apuesta por el rearme militarista, aunque el rearme signifique engordar los beneficios de las empresas multinacionales de armamento de los Estados Unidos; por las políticas securitarias haciendo de los migrantes el enemigo a batir; y por intentar hacerse un hueco en la lucha de bloques, la apuesta soberanista de Europa. Detrás del concepto fetiche de la autonomía estratégica, no hay más que una apuesta militarista, como han descrito Pedro Ramiro y Erika Gonzalez, en Viento Sur 193, 2023; para tratar de abarcar otras cuestiones relativas a las políticas de defensa y al campo de la economía política en el ámbito militar.

La retórica sobre la Europa democrática y progresista resulta totalmente falsa cuando se confronta con la realidad y se evalúan sus políticas .

La bandera azul estrellada que dieron los capitalistas a Europa, nació con los objetivos de paz, justicia social y democracia, un imaginario que ocultaba la explotación colonialista: el bienestar de Europa dependía de la explotación de los países del sur, África Asia, Oceanía.

De la paz, recordar la posición de la UE respeto a la guerra de la ex-Yugoslavia, o  sus expediciones militares en los países del Sur . En todo momento la UE se ha subordinado a la OTAN.

De la justicia social se puede hablar de lo que ha significado para la mayoría social la constitucionalizacion de las políticas neoliberales y la actitud ante la crisis griega en 2015.

Las élites quieren redefinir la UE, pero ello conlleva dar soluciones a las prioridades político económicas, fiscales, política exterior, entre otras, a la vez que redefinir la relación que se va a mantener con los Estados Unidos en el marco de la OTAN y como va a enfrentar a una mayoría de la ciudadanía, a la que se le pide que acepten sacrificios y una regresión en el nivel de vida. Alemania y Francia, sus presidentes ya han advertido que serán necesarios recortes en el Estado del Bienestar.

La continuidad de la OTAN permite vender armas a los países europeos, mantener las bases en el continente y contrarrestar la penetración china.

No es un slogan, exigir salir de la OTAN y erradicar las bases norteamericanas de nuestro país, es apostar por la paz y contra el rearme militarista de la UE.

España debe poner fin a su presencia en esa maquinaria militarista que ha encabezado la mayoría de las invasiones en el mundo.

Opino que se puede defender la unidad de Europa, pero de otra Europa diferente a la Europa del capital e imperialista.

La vulnerabilidad de Europa no está en el armamento, ni en el gasto militar. La Unión Europea necesita que las inversiones estén orientadas a su autonomía digital, a la política energética, a los alimentos y a los medicamentos, Esto si que es un riesgo para la Seguridad Europea.

La perspectiva de construir una Federación de Europa de Estados europeos, debe ser reavivada, debe apostarse por construir una Europa de la mayoría social.

No pienso que la solución y el solo contraste con Trump, representante del imperialismo norteamericano hegemónico, pueda venir de otras potencias imperialistas, que sean menos opresivas con sus pueblos.

Ningún imperialismo juega un papel progresista porque todos actúan según los intereses de sus elites capitalistas.

No cabe duda de que el discurso pronunciado por el vicepresidente de EEUU en Múnich, en el que leyó la cartilla a Europa, representó un dramático punto de inflexión en las relaciones transatlánticas.

El ex primer ministro francés de Asuntos Exteriores, Dominique Villepin, lo calificó certeramente del “fin de una ilusión” (1).

La ilusión de una Europa, añadía el diplomático, “protegida con el mínimo coste por una alianza transatlántica estable a la vez que fiable”.

Es una evolución que supo prever en su día el jefe del Estado francés Charles de Gaulle y que ahora con Donald Trump en la Casa Blanca vemos convertirse en realidad.

No se puede vivir eternamente, dice Villepin, de la ficción de que Estados Unidos va a defender “nuestra democracia y nuestros valores”.

“Democracia” y “valores” que, para sorpresa y visible enojo de los europeos, el vicepresidente J.D. Vance puso en tela de juicio en su radical discurso en la Conferencia de Seguridad de la capital bávara.

Vance se refería sobre todo a los atropellos a la libertad de expresión y a la anulación de elecciones con el pretexto de la supuesta “desinformación rusa” como ocurrió en Rumanía.

El político republicano parecía ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio si atendemos a lo que ocurre en EEUU con cuantos protestan contra el genocidio de Gaza y a los que Trump amenaza con la expulsión, o con los inmigrantes a los que trata de repatriar cuando no los encierra en Guantánamo.

Lo que para el jefe de la diplomacia francesa está en juego es “la identidad europea, nuestra visión de la democracia, el respeto hacia el otro”, algo que por cierto uno también echa últimamente de menos.

Lo sucedido desde la llegada de Trump a la Casa Blanca no es, sin embargo, nuevo. Tal vez lo sea para quienes se limitan a leer The New York Times o a ver la CNN, pero era algo que uno venía hace tiempo escuchando.

Hace años que algunos analistas de aquel país venían pronosticando la ruptura de la OTAN y no sólo por la llegada impetuosa del Donald sino por las claras divisiones existentes en su seno.

Divisiones que se reproducen en la Unión Europea, donde resulta cada vez más difícil conciliar las políticas de países como Polonia o los bálticos, claramente rusófobos, con las de otros como la Hungría de Viktor Orbán o la Eslovaquia de Robert Fico, que buscan por motivos económicos que Bruselas se niega a entender un acercamiento diplomático a Rusia.

Y no hay duda de que con Trump por segunda vez en la Casa Blanca, Estados Unidos tratará de aprovechar esas divisiones para negociar acuerdos comerciales con los europeos no como bloque sino de modo individual, lo que los volverá mucho más vulnerables.

Su táctica es la del “shock” y los anuncios permanentes para sembrar el caos en las relaciones internacionales con el nada disimulado intento de sacar siempre, como el gran negociador que cree ser, la mejor tajada. Brutalidad en el trato frente a la anterior hipocresía.

De ahí que haya decidido prescindir del tradicional soft power (poder blando)norteamericano: las llamadas agencias de desarrollo o de promoción de la democracia, que cumplían hasta ahora el papel que antes tenía la CIA.

Trump acusa a USAID o a la Fundación Nacional para la Democracia de corrupción y de despilfarro del dinero de los contribuyentes para promover en otros países la ideología “woke”, que él y su movimiento MAGA tanto detestan.

¿Cómo reaccionar ante el huracán Trump? La respuesta de los gobiernos europeos, que parecen de pronto pollos sin cabeza, es emanciparse cuanto antes de la tutela del “amigo americano”, aumentando el gasto en defensa aunque ello obligue a recortes en los programas sociales?

¿Acaso no entienden que, por mucho que los medios se dediquen a lo que Noam Chomsky llama “manufacturar el consenso” en torno a la defensa de Europa, las inevitables tensiones sociales van a alimentar precisamente el fuego populista?

Y hablando de los medios, ¿cómo es que uno no ha visto en ninguna parte el discurso que pronunció recientemente en el Parlamento europeo el economista Jeffrey Sachs? En el que criticó en términos muy duros la retirada unilateral de EEUU en 2002 del tratado ABM que limitaba los sistemas antibalísticos de ambos bloques.

Destruido aquel marco de control de los arsenales nucleares de las dos superpotencias, EEUU procedió en 2010 a instalar en Rumanía y Polonia, países ya incorporados a la OTAN, sus sistemas de misiles Aegis, que amenazaban directamente a Rusia.

Y tras abandonar también unilateralmente en  el tratado INF sobre misiles de alcance medio, el secretario de Estado Tony Blinken dijo que Washington se reservaba el derecho de instalar ese tipo de armamento en la ex soviética Ucrania o donde considerase conveniente.

Todo eso lo aceptaron sin rechistar los europeos, que se encuentran ahora con que, al no existir ya acuerdos que limiten ese tipo de armas, son los primeros amenazados en caso de estallido de las hostilidades por las tensiones en torno a Ucrania.

Rusia lleva tiempo abogando por una nueva arquitectura de seguridad europea que evite una carrera de armamentos como la que ya se anuncia, pero los europeos, que han abandonado totalmente la diplomacia, parecen ya sólo interesados en sustituir a EEUU en Ucrania.

Y en continuar así la escalada militar en ese país, al que, venciendo los escrúpulos de París y Berlín, EEUU invitó irresponsablemente a entrar en la OTAN para ahora, con la guerra perdida, traicionarle.

Como dijo un día el cínico Henry Kissinger: “Puede ser peligroso ser enemigo de EEUU, pero ser amigo es fatal”.

Notas:

[1] En declaraciones al semanario alemán Der Spiegel.

Si ha habido un personaje clave en la reorientación hacia la OTAN de la política ucraniana y su ruptura total con Moscú es la estadounidense Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos.

Nuland tuvo un fuerte protagonismo en la llamada revolución del Euromaidán de 2014, que resultó en el derrocamiento del presidente democráticamente elegido Víktor Yanúkovich y la instauración de un nuevo Gobierno de orientación atlantista.

La diplomática estadounidense participó personalmente en aquellas manifestaciones, que derivarían en sangrientos enfrentamientos con las fuerzas del orden protagonizados por elementos neonazis.

Como revela una grabación de sus conversaciones con el embajador estadounidense en Ucrania, Nuland fue también determinante en la decisión sobre quién debería encabezar el nuevo Gobierno de Kiev.

Nuland se decidió por Arseni Petróvich Yatseniuk, algo que no gustó a los líderes de la oposición, y el embajador sugirió que sería conveniente consultar ese nombre con los dirigentes europeos, a lo que aquélla contestó “Fuck the EU!”, («¡Al carajo la Unión Europea ¡»)

Descendiente de inmigrantes judíos de Besarabia (hoy parte de Ucrania) que abandonaron la Rusia zarista para establecerse en Nueva York, algo que parece explicar su interés por esa parte del mundo, Nuland está casada- y no es un detalle menor- con Robert Kagan.

Kagan es uno de los más duros ideólogos neocons: autor de un ensayo político titulado “The Jungle Grows Back” (“La Jungla vuelve a crecer”), que describe un mundo lleno de peligros – Rusia, China, Irán- y en el que corresponde poner orden a EEUU.

Decidida partidaria en su momento de la invasión de Irak, Victoria Nuland fue una de las principales asesoras del vicepresidente Dick Cheney, uno de los políticos más universalmente criticados por sus métodos sucios en la guerra antiterrorista y el programa ilegal de espionaje, denunciado por Edward Snowden.

El republicano George. W. Bush, que ordenó aquella invasión con la mentira de la existencia de armas de destrucción masiva en el país árabe, designó a Nuland embajadora ante la OTAN, puesto desde el que ésta se encargó de organizar el apoyo internacional a la ocupación de Afganistán.

Ya con el demócrata Barack Obama en la Casa Blanca, Nuland fue nombrada secretaria de prensa del Departamento de Estado de Hillary Clinton, para ser designada más tarde secretaria de Estado adjunto para Asuntos Europeos y Euroasiáticos.

Desde su papel de primera fila en el Euromaidán, Nuland no ha cesado en la búsqueda de apoyo militar a Ucrania tanto dentro como fuera de Estados Unidos para que el país invadido por Rusia consiga recuperar un día todo el territorio ocupado, Crimea incluida, la más roja de las líneas rojas del Kremlin.

Nuland estuvo una vez más presente en Kiev pocos días antes de que el presidente Volodímir Zelenski destituyese en febrero al jefe de las Fuerzas Armadas, Valerii Zaluzhny, y lo sustituyese por el general Oleksandr Syrskyi.

Victoria Nuland acaba de anunciar su próxima retirada del cargo que ocupa, en el que la sustituirá John Bass, último embajador en Afganistán antes de la salida de EEUU del país de los talibanes. ¿No es significativo?