La obsesión ucraniana de Victoria Nuland

Joaquín Rábago

Foto de Jade Koroliuk en Unsplash

Si ha habido un personaje clave en la reorientación hacia la OTAN de la política ucraniana y su ruptura total con Moscú es la estadounidense Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos.

Nuland tuvo un fuerte protagonismo en la llamada revolución del Euromaidán de 2014, que resultó en el derrocamiento del presidente democráticamente elegido Víktor Yanúkovich y la instauración de un nuevo Gobierno de orientación atlantista.

La diplomática estadounidense participó personalmente en aquellas manifestaciones, que derivarían en sangrientos enfrentamientos con las fuerzas del orden protagonizados por elementos neonazis.

Como revela una grabación de sus conversaciones con el embajador estadounidense en Ucrania, Nuland fue también determinante en la decisión sobre quién debería encabezar el nuevo Gobierno de Kiev.

Nuland se decidió por Arseni Petróvich Yatseniuk, algo que no gustó a los líderes de la oposición, y el embajador sugirió que sería conveniente consultar ese nombre con los dirigentes europeos, a lo que aquélla contestó “Fuck the EU!”, («¡Al carajo la Unión Europea ¡»)

Descendiente de inmigrantes judíos de Besarabia (hoy parte de Ucrania) que abandonaron la Rusia zarista para establecerse en Nueva York, algo que parece explicar su interés por esa parte del mundo, Nuland está casada- y no es un detalle menor- con Robert Kagan.

Kagan es uno de los más duros ideólogos neocons: autor de un ensayo político titulado “The Jungle Grows Back” (“La Jungla vuelve a crecer”), que describe un mundo lleno de peligros – Rusia, China, Irán- y en el que corresponde poner orden a EEUU.

Decidida partidaria en su momento de la invasión de Irak, Victoria Nuland fue una de las principales asesoras del vicepresidente Dick Cheney, uno de los políticos más universalmente criticados por sus métodos sucios en la guerra antiterrorista y el programa ilegal de espionaje, denunciado por Edward Snowden.

El republicano George. W. Bush, que ordenó aquella invasión con la mentira de la existencia de armas de destrucción masiva en el país árabe, designó a Nuland embajadora ante la OTAN, puesto desde el que ésta se encargó de organizar el apoyo internacional a la ocupación de Afganistán.

Ya con el demócrata Barack Obama en la Casa Blanca, Nuland fue nombrada secretaria de prensa del Departamento de Estado de Hillary Clinton, para ser designada más tarde secretaria de Estado adjunto para Asuntos Europeos y Euroasiáticos.

Desde su papel de primera fila en el Euromaidán, Nuland no ha cesado en la búsqueda de apoyo militar a Ucrania tanto dentro como fuera de Estados Unidos para que el país invadido por Rusia consiga recuperar un día todo el territorio ocupado, Crimea incluida, la más roja de las líneas rojas del Kremlin.

Nuland estuvo una vez más presente en Kiev pocos días antes de que el presidente Volodímir Zelenski destituyese en febrero al jefe de las Fuerzas Armadas, Valerii Zaluzhny, y lo sustituyese por el general Oleksandr Syrskyi.

Victoria Nuland acaba de anunciar su próxima retirada del cargo que ocupa, en el que la sustituirá John Bass, último embajador en Afganistán antes de la salida de EEUU del país de los talibanes. ¿No es significativo?