La vivienda, cómo blindarla como un derecho
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Alejandra Jacinto
Abogada CAES
La apuesta histórica por la especulación, el urbanismo sin control, la privatización de las viviendas públicas (más de seis millones), el todo urbanizable que ha traído consecuencias catastróficas como las inundaciones de la DANA, así la falta de regulación del mercado inmobiliario ha provocado una situación de crisis habitacional. Una crisis que es múltiple y está causada por un modelo inmobiliario que antepone la vivienda como inversión, en lugar de como derecho ciudadano de forma histórica. Crisis que ha ido mutando,desde el estallido de la burbuja inmobiliaria con la ejecución masiva de cientos de miles de procedimientos de ejecución hipotecaria y el rescate bancario hasta la actualidad donde, nos encontramos inmersos en una burbuja de precios del alquiler que es consecuencia directa, por acción u omisión, de las políticas públicas realizadas.
Es necesario apuntar que además de las consecuencias sociales evidentes que genera la crisis de la vivienda, las consecuencias climáticas y ambientales han de tenerse también presentes. La urbanización sin control sumado a un existente parque de vivienda envejecido e ineficiente es un problema que ha de abordarse de inmediato.
En la actualidad, la vivienda se ha convertido en la primera gran preocupación ciudadana según el CIS. La dificultad en el acceso a la vivienda como consecuencia de los elevados precios de esta, ya sea en compra o en alquiler está suponiendo de facto una brecha de desigualdad que no hace más que agravarse con el paso del tiempo y la ausencia de decisiones políticas que pongan freno a políticas especulativas. La vivienda es cada día más inasequible para la mayoría de la sociedad. La actual combinación de precariedad laboral, exiguos salarios y vivienda inasequible produce en estos momentos, en los que “la seguridad” está en boca de todos, inseguridad real para las mayorías sociales de nuestro país.
Inseguridad para trabajadores y autónomos que no saben si van a subirles el alquiler o no les van a renovar el contrato, inseguridad para los jóvenes que no pueden aspirar a emanciparse, inseguridad para las familias cuya cuota hipotecaria variable puede aumentar si así lo decide el BCE, inseguridad de personas en situación de vulnerabilidad que llevan años en listas de espera para poder acceder a una vivienda protegida, inseguridad para las personas en situación de sinhogarismo para las que tampoco existen sistemas de acogida suficientes, etc, etc.
Resulta necesario entender las causas estructurales que subyacen a esta cuestión, así como la posición de los poderes públicos hasta la fecha.
En ese sentido podemos afirmar que:
Llevamos 47 años de democracia con un derecho (artículo 47 CE) que no ha sido configurado como Derecho Fundamental a pesar de serlo materialmente. Un derecho que da acceso a otros derechos y eso tiene que ver con su ubicación en el texto Constitucional que convierten el mismo en un derecho que no es materialmente exigible, justiciable, ni subjetivo a día de hoy. ¿Sería necesaria una reforma constitucional para “fundamentalizar” el derecho a la vivienda y que deje de ser un principio rector de la política social y económica? O, con su configuración actual ¿es suficiente? Teniendo en cuenta que, en todo caso, el derecho a la vivienda es un Derecho Humano (artículo 25 DUDH y artículo 11 PIDESC), se reconoce en la Carta Social Europea Revisada y en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, y en aplicación del artículo 10.2 y 96 de la Constitución “los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento jurídico interno”.
A su vez, resulta necesario reflexionar sobre la distribución competencial del derecho a la vivienda, cuestión que está sirviendo de excusa para algunas administraciones públicas y en particular gobiernos autonómicos ubicados del lado de la especulación inmobiliaria para ejercer una inacción consciente y contumaz en cuanto al desarrollo, promoción y garantía del derecho a la vivienda.
Sabiendo que la vivienda es competencia autonómica plena al mismo nivel que ordenación del territorio y urbanismo, pero que el Estado es competente en la planificación general de la actividad económica, bases y coordinación ¿existe margen de maniobra para que desde la Administración Central se obligue a actuar a aquellas Comunidades autónomas en franca rebeldía constitucional?
Igualmente ha de tenerse en cuenta la actuación dispar de las diferentes Administraciones Públicas, algunas con voluntad real de garantizar el derecho a la vivienda con legislación, mecanismos y organismos en marcha para su garantía frente a otras donde únicamente impera el libre mercado.
Si bien la primera Ley de Derecho a la Vivienda aprobada recientemente constituyó un paso adelante, quedan muchos elementos pendientes. La sociedad española en general y su sector público en particular tienen el deber desarrollar un sistema de vivienda como un pilar más del Estado del Bienestar, convergiendo así con Europa. Eso significa desarrollar un servicio público de vivienda y una normativa que evite la especulación, proteja a los residentes y garantice la función social de la propiedad, haciendo así efectivo el derecho a la vivienda.
Para ello resultaría necesario poner límites a un modelo cada vez más financiarizado, globalizado, especulativo, oligopolístico y extractivista, donde la concentración de la propiedad se encuentra cada vez en menos manos, según datos del propio Ministerio de Vivienda.
De hecho, de los casi tres millones de viviendas en alquiler, la mitad pertenece de multipropietarios, rentistas o fondos que cada vez concentran más propiedades y además, en algunos casos, gozan de una fiscalidad privilegiada.
Existe, además, un desvío de la oferta de vivienda hacía el alquiler vacacional, temporal y de habitación y todo ello sumado al dato de 3,8 millones de viviendas vacías según el Banco de España. ¿Hay realmente un problema de oferta o el problema radica en el desvío fraudulento de la misma? ¿Pueden ser esas prácticas constitutivas de usos antisociales de la propiedad privada proscritos en la Constitución (artículo 33)?
¿Cuáles son las medidas más adecuadas para corregir esta situación? ¿Cómo es posible solucionar este gran problema destinando menos del 0,20% del PIB a la partida de vivienda, mientras se habla de aumentar exponencialmente otras partidas en una situación de ausencia de Presupuestos?
Teniendo en cuenta el aumento del número de operaciones de la compra de viviendas para inversiones; la proliferación de los abusos inmobiliarios; la participación de múltiples actores con intereses económicos; la discriminación que produce el propio mercado inmobiliario, dejando fuera a una parte de la población por razón de raza, género o capacidad económica; la sofisticación y profesionalización de los operadores del mercado inmobiliario; los procesos de turistificación y gentrificación que asolan los centros de las ciudades con la proliferación de viviendas turística (sólo en Madrid operan de forma impune más de 15.000 de ellas, sin licencia) y la extensión del negocio y el discurso del miedo. ¿Qué podemos hacer?
¿Están funcionado la regulación de precios que prevé la Ley de Vivienda? Los datos apuntan que sí, que mientras en Barcelona bajan los precios un 6%, en Madrid suben un 18%. Sin embargo, ¿es esto suficiente? ¿podría ser el alquiler indefinido un antídoto frente a la espiral especulativa de precios?
La sociedad civil organizada demanda soluciones urgentes al principal problema que adolece hoy la sociedad en su conjunto, movilizándose masivamente en las principales capitales del país, organizándose en colectivos como los Sindicatos de Inquilinas y otras organizaciones vecinales en defensa del derecho a la vivienda. Sin embargo, no esperan ya políticas públicas a la altura pues la desconfianza y la desafección justificada por la falta de resultados empieza a emerger.
Es el momento de ser capaces de diseñar un plan de intervención, contundente, concreto, materializable, exigible que, de resultados a corto, medio y largo plazo, siendo conscientes de que estamos inmersos en un conflicto, donde la conciliación de intereses resulta imposible y donde aparece como condición necesaria limitar los beneficios económicos del sector inmobiliario (en sentido amplio) para garantizar al acceso a la vivienda y otorgar seguridad residencial a la población. No hacerlo, pasará factura.
La vivienda, un problema sin resolver
08/04/2025
Julio Rodriguez López
Ha sido presidente del Banco Hipotecario de España y de la Caja de Ahorros de Granada. En la actualidad es Vocal del Consejo Superior de Estadística del INE
Una demanda de vivienda recalentada
En la primavera de 2025 persiste la gravedad y el alcance del problema de la vivienda. Los precios de las viviendas y los alquileres están desacoplados respecto de los niveles de ingresos de la mayoría de los hogares de España. En los últimos años se ha reforzado el carácter de activo de la vivienda. Esto lo confirma el que se vendan más viviendas pagadas sin préstamo hipotecario que las financiadas por medio de dicho tipo de préstamos. Se compran viviendas por parte de extranjeros (14,5% de las ventas de 2024) y de otros no residentes con fines de inversión, para mantener el poder de compra del ahorro, así como para lavar dinero. Las compras de viviendas por parte de no residentes se aproximan al 10% del total de las ventas.
El difícil acceso a la vivienda es, pues, consecuencia de su carácter inasequible para un amplio sector de la población. Precios y alquileres resultan muy elevados en relación con los ingresos de la mayor parte de la población. Esta situación se ha agravado por el importante aumento de la población de España, que ha dado lugar a que en el primer cuarto del siglo veintiuno se hayan creado unos 5,2 millones de hogares. La población extranjera ha visto crecer su presencia en el conjunto de la población desde el 4,2% en 2001 hasta el 14% en 2024. El aumento del número de inmigrantes explica una amplia proporción del crecimiento de la población.
El incremento de la población española a partir de la inmigración en lo que va de siglo veintiuno tiene carácter de aluvión. Ello obliga a disponer de viviendas con carácter imperativo. La persistencia de una seria dificultad de alojamiento para la nueva población puede llevar a reducir el crecimiento de la economía española, puesto que dicho crecimiento se apoya en buena medida en el aumento poblacional. El alojamiento necesario para la nueva población no lo resuelve el mercado, que funciona mal en materia de suelo y vivienda. El mercado puede contribuir a aumentar el ritmo de construcción de viviendas, pero en gran parte dicho proceso tiene lugar en condiciones de precio no accesibles para la mayoría de los nuevos hogares.
Inmigrantes, jóvenes que se independizan y consiguen un empleo pero que tienen difícil acceso a la vivienda, compradores no residentes, inversores en vivienda, integran una intensa demanda de vivienda, a lo que hay que unir las consecuencias de la reducción del tamaño de los hogares, que incrementa la demanda de vivienda para una misma población. El esfuerzo mayor de acceso a la vivienda corresponde a los hogares que viven de alquiler. Según el Banco de España, por encima del 40% de los hogares destinan al pago del alquiler una proporción elevada de los ingresos, también por encima del 40%, lo que les impide ahorrar para poder acceder a una vivienda en propiedad. Estos hogares, además de destinar una proporción elevada de recursos al gasto corriente en vivienda, sufren la incertidumbre que se deriva del vencimiento del plazo del alquiler. El vencimiento del contrato puede dar lugar a un nuevo precio del alquiler muy superior a lo que se había estado pagando durante el periodo de vigencia del mismo.
El generalizado problema de la vivienda en la mayor parte de los países desarrollados se complica en España por la ausencia de un parque público de viviendas sociales de alquiler, que tiene una dimensión relativa muy inferior al resto de países de Europa Occidental. La política de vivienda en España ha tenido un carácter insatisfactorio de forma crónica. La mayoría de las viviendas protegidas se han descalificado, el control de alquileres establecido por el régimen franquista se prolongó demasiado tiempo, la intensa desgravación fiscal establecida para el acceso a la vivienda en propiedad redujo a niveles insignificantes el parque de viviendas de alquiler. El esfuerzo presupuestario, medido por el gasto público en vivienda dentro de los Presupuestos Generales del Estado, descendió de forma espectacular entre 2013 y 2021. La construcción de viviendas protegidas disminuyó de forma notable en ese mismo periodo. El marco competencial en materia de vivienda resulta complejo, pues la competencia corresponde a las Comunidades Autónomas pero la mayor parte de la financiación procede del gasto público estatal en vivienda.
Respuestas a la crisis, a corto y largo plazo
A corto plazo destacan actuaciones a implantar como la extensión del control de alquileres previsto en la Ley 12/2023 por el derecho a la vivienda, debiendo permitirse por los gobiernos autonómicos una mayor capacidad de iniciativa a los ayuntamientos. Conviene reforzar la garantía pública del cobro del alquiler, debiendo acelerarse con dicho propósito el reglamento anunciado en el Real Decreto Ley 1/2025. Debería de regularse el alquiler de temporada, que con su crecimiento está reduciendo la oferta de viviendas de alquiler convencional. Se deberían de expedir licencias municipales para el alquiler de temporada, así como también para el alquiler turístico, con lo que el ayuntamiento podría decidir cuantas licencias concede o retira.
El gasto público en vivienda previsto en los Presupuestos Generales del Estado debería de elevarse hasta el 0,5% del PIB (unos 7.000 millones de euros), con el fin de impulsar la construcción de viviendas protegidas destinadas al alquiler y que sean asequibles para hogares con bajos niveles de ingresos (no superiores a 3,5 Iprem, unos 30.000 euros anuales).
Tiene una especial relevancia el próximo Plan Estatal de Vivienda 2026-2030. En sus objetivos se deben de incluir las variables básicas de la política de vivienda, como son las viviendas protegidas a iniciar, que deben de ser realmente asequibles, pues no basta con que el precio del alquiler sea inferior al del mercado. Destaca el objetivo de las viviendas protegidas a construir, unas 40.000 viviendas anuales durante un plazo de 15 años. Se debe de crear un fondo estatal para financiar la promoción de las viviendas protegidas citadas, y ello con recursos procedentes de los fondos europeos, de los préstamos del BEI y de las emisiones de bonos a largo plazo por parte del ICO, avalados por el Estado. En materia de fiscalidad, los impuestos por la compra de más de una vivienda deberían de subir gradualmente, especialmente en las zonas tensionadas.
Unos cuantos datos estadísticos sobre la vivienda
En el análisis del problema de la vivienda en España conviene tener en cuenta algunos datos básicos. A fines de 2024 la población de España ascendía a 49 millones de habitantes, con 19,4 millones de hogares, 8 millones más que al inicio del presente siglo. El número de viviendas familiares ascendía a fines de 2023 a 26,9 millones, de las que 3,8 millones eran viviendas vacías y unos tres millones eran viviendas principales destinadas al alquiler. Solo el 14,7% de los hogares españoles residía en viviendas de alquiler, frente a una proporción del 58,5% para los hogares jóvenes (16 a 29 años) y del 74,6% para los hogares extranjeros no UE. El alquiler en España es cosa, pues, de los hogares con menos recursos.
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