Berlín desaloja el campamento pro-Palestina que se había instalado frente al Reichstag

Roser Gari Pérez

Foto de Janne Leimola en Unsplash

Tras siete meses de protestas contra el genocidio patrocinado, alentado y defendido por Alemania ya no sorprende la brutalidad policial cuando trata con activistas pro-Palestina. Hace dos semanas Alemania saltó a las portadas por la prohibición y disolución retrasmitida en vivo del Congreso de Palestina. El viernes 26 de abril del 2024 cientos de policías realizaron arrestos masivos y muy violentos a la gente que estaba acampada frente al Reichstag para pedir el fin del genocidio en Gaza y que Alemania deje de colaborar en el mismo. Acorralaron y arrestaron también a la gente que fue a intentar parar el desalojo.

Según fuentes policiales sólo ese día se efectuaron 161 arrestos y se iniciaron 41 investigaciones criminales. Esta acampada completamente pacífica se asentó hace dos semanas, el día que Nicaragua demandó a Alemania en la Corte Internacional de Justicia en la Haya por su complicidad con el genocidio en Gaza. Durante estas semanas ha habido actividades, charlas y conciertos. También detenciones diarias y normas que la policía se sacaba en el momento de la manga como tener que mover todas las tiendas a diario, prohibir todo idioma que no sea el alemán o el inglés (después de protestas permitieron el árabe unas horas mientras había un traductor para que pudieran rezar), de hecho, en nombre de la lucha contra el antisemitismo, no solo se prohibió el gaélico, idioma oficial de la UE, sino también el hebreo. Otras prohibiciones incluyen un sofá, el camarada sofá (recomiendo seguir su Instagram), mesas, sillas, colgar cosas de los árboles y los triángulos rojos (así que la gente empezó a pintar círculos rojos).

Al no poder doblegar la moral de los acampados con los arrestos y absurdas normas, y viniendo el principio de la temporada turística de verano, que atrae a cientos de turistas diariamente a la explanada frente al parlamento donde estaban instalados, la policía dio una orden inmediata de desalojo, porque se habían producido actos prohibidos, léase hablar en idiomas comunitarios o decir ‘del rio al mar’, y porque hay que proteger el césped de la explanada. Como escribe Philip Roth en Operación Shylock: “Es demasiado ridículo para que nos lo tomemos en serio, y demasiado serio para que sea ridículo”.

Y es que las detenciones arbitrarias y prohibiciones son constantes en las manifestaciones y actos de apoyo al pueblo palestino. En este país se han dado arrestos por llevar kufiyas, gritar “Viva Palestina”, llevar pegatinas con un puño, llamar a la policía nazi o antisemita cuando estos se están riendo de la kippa con motivo de sandia que llevaba una compañera judía, a la que este mismo policía arrestó por la fuerza al siguiente segundo, video que se ha viralizado, también se han arrestado a menores por llevar unas canicas con las que estaban jugando, por mapas fechados de la palestina del 1947 hasta el día de hoy, a activistas judías por llevar la estrella de David con los colores de la bandera de palestina, o llevar una pancarta que pone Judíos contra el genocidio. Todo en nombre de la lucha contra el antisemitismo. Hay que mencionar que lo que tienen en común estos arrestos mencionados es que las personas detenidas son judías alemanas o de origen migrante, la mayoría palestino, ya que Alemania es casa de la mayor comunidad palestina fuera de Oriente medio. Lo que señala esto son dos cosas, el profundo racismo y antisemitismo arraigado en la policía alemana y la poca presencia de alemanes blancos en las manifestaciones y actos.

El silencio, y por tanto complicidad de una enorme parte de la sociedad alemana será objeto de estudio en las décadas que vienen, ya que, por ejemplo, a diferencia de los campamentos que están surgiendo en los campus de EEUU, Francia, Australia e incluso tímidamente en España y la creciente solidaridad de estudiantes y profesores, aquí excepto honrosas y valientes excepciones, las y los estudiantes callan, y una buena parte del profesorado y dirección de las universidades, incluida la ahora mal llamada, Universidad Libre de Berlín abogan por la expulsión de estudiantes por motivos políticos (léase sólo por solidaridad con Palestina). Esta misma universidad ya mandó a policías antidisturbios en diciembre para disolver por la fuerza una asamblea pro-palestina, y presentó cargos contra algunos de sus estudiantes. Pero en vez de un clamor general en defensa de la libre expresión y el derecho de reunión en las sacrosantas universidades públicas, la prensa y sociedad alemana se dividió entre la condena de estos estudiantes a los que sin pruebas tachaban de peligrosos antisemitas (varios de los estudiantes eran de hecho judíos) o bien se calló y miró para otro lado.

Es en ese caldo de cultivo de apatía, constante criminalización, excusas y, no nos engañemos, apoyo absoluto de una gran parte de la sociedad, incluso algunos que se consideran de izquierdas, es dónde el estado alemán está saltándose limites democráticos y cayendo en el autoritarismo en todo lo respectivo al movimiento por la liberación de Palestina. Pero aquí, ahora mismo, parece que no importa, de hecho, es bienvenido por demasiados, ya que se está enmarcando como la lucha contra el terrorismo yihadista y el antisemitismo, ahora mismo el pensamiento crítico, en general, brilla por su ausencia. Aunque buena parte de la sociedad piense que Israel está yendo demasiado lejos, a pocos les parece importar que hoy en día en Alemania no haya pleno derecho de expresión y de reunión cuando se critican estas mismas acciones genocidas, simplemente porque no están de acuerdo con lo dicho en las manifestaciones pro-Palestina, que muchos interpretan en términos de blanco y negro, o Palestina o Israel, ya que hace décadas que el contexto político e histórico está siendo o bien prohibido o directamente reescrito en favor de Israel.

El absurdo llega a límites dantescos cuando los antideutsche (o antialemanes, movimiento, en teoría, de izquierdas antifascista, que se opone al establecimiento del estado alemán por sus crímenes en la segunda guerra mundial, cuyo lema es “Nunca más Alemania”) llenan las calles de pegatinas con la bandera de Israel junto a la antifascista, como si Netanyahu y su gobierno no fuesen de extrema derecha, y las redes quejándose del odio contra Alemania, de videos de la acampada antes mencionada, donde se gritaba “Fuck You Germany” (“Qué te jodan Alemania”). Al parecer solo ellos pueden quejarse de un país que es cómplice activo del genocidio en Gaza, genocidio en el que muchos de los manifestantes han perdido a decenas si no centenas de familiares y amigos, y que está reprimiendo por la fuerza manifestaciones y pasándose por el arco del triunfo el derecho de reunión y de libre expresión de aquellos que le incomodan.