De indultos y otros vaivenes

Concha Torralba

En estos días en los que la mayoría de mujeres feministas alzan sus quejas al poder judicial y piden en distintos actos, más o menos públicos, el indulto para María Salmerón, aparece el libro de Beatriz Gimeno, titulado “Misoginia Judicial” con el subtítulo esclarecedor en sí mismo de La guerra jurídica contra el feminismo. Título que anticipa la descripción de algunos casos de la violencia ejercida contra las mujeres y muy especialmente contra las madres que protegen a sus hijos de padres maltratadores, incluso con hechos probados y sentencias en firme. Título, por lo tanto, que no se aloja estrictamente en un afuera externo a todo lo que nos cuenta Beatriz Gimeno; más bien abre, enseguida, todas las cuestiones que afectan jurídicamente al feminismo y nos aclara, si cabe, la propia misoginia de una Institución que mantiene vigentes leyes del pasado. De esta manera nos encontramos ante un texto tejido con estos vaivenes que, una vez más, sirven para expresar la fluctuación entre la Justicia y el Derecho.

La hija de María Salmerón le pidió en 2019 a su madre que le defendiera de estar con su padre, condenado por malos tratos. La desobediencia de María consistió en suspender el régimen de visitas para proteger a su hija. Algo tan Justo como eso le llevará, antes que acabe este mes de mayo, a la cárcel, cumpliendo así la condena con respecto al delito señalado y dictaminado por Derecho. Ya en 2018, Naciones Unidas pedía a la Justicia española la revisión urgente de eliminar la discriminación de las mujeres en las resoluciones judiciales, así como escuchar las voces de los niños y niñas que viven la violencia vicaria en las familias. Ejemplos como este de María Salmerón son los que ilustra el último libro de Beatriz Gimeno. Escribe sobre la sentencia, conocida como “Campo algodonero” que enlaza perfectamente la cuestión de la desigualdad estructural con la violencia específica que sufren las mujeres y Naciones Unidas condenó al Estado de México porque no dispuso los medios adecuados para luchar contra los estereotipos de género. Sobre violencia específica contra las mujeres, y ya muy particularmente sobre la denegación del indulto a María Salmerón por parte de la Ministra de Justicia, que considera vinculante la sentencia del Tribunal que la dictó, vienen al caso sus propias palabras.

Le hemos escuchado, tanto en la prensa como en la concentración del día 4 de mayo, delante del Congreso, y de viva voz, cómo siente sobre ella y su hija esa violencia institucional al denegarle el indulto que el Consejo de Ministros rechazó el pasado 26 de abril por ser reincidente y atendiendo a la negativa del tribunal que dictó su sentencia. Actitud esta, tanto del Tribunal como del Gobierno, similar al caso Juana Rivas. No se puede olvidar que en España desde 1996 la mayoría de los gobiernos de la democracia española han indultado a políticos y no sólo eso, han perdonado casos de corrupción. En esto último la cuestión de reincidencia es probable que necesite alguna que otra consideración.

Otro de los casos que cuenta Beatriz Gimeno en el libro es el de Irune Costumero y Ángela González Carreño, que se justifican con el SAP (Síndrome de alienación parental). A la hija de Irune la secuestró el padre violando el régimen de custodia. Pero la policía no consideró la denuncia y ni siquiera buscó al padre. Un claro ejemplo de desigualdad institucional. Interesante, también, leer las explicaciones en situaciones de violencia vicaria, abusos sexuales y estereotipos de género; los tribunales han pasado de la madre cuidadora, admitida como custodia de los hijos, a la madre protectora para la que despliegan en su contra las recomendaciones del SAP, interesado en que cualquier padre, aunque sea maltratador, es mejor para los niños y niñas que un padre ausente y es necesario mantener esa relación, contra viento y marea. La judicatura no puede dejarse llevar por estos estereotipos, como dice Gimeno, “esto es falso, además de peligroso”. Unido a otros casos, la ONU ha condenado a España porque estima que todo lo referente a esta artimaña es un claro sesgo de genero. Sin ninguna duda el feminismo anima a las madres a denunciar los abusos de todo tipo contra sus hijos e hijas, el estereotipo patriarca se siente amenazado y el SAP, en tanto que maniobra sectaria, sale en su defensa a ultranza empleándose como arma contra ellas.

¿Qué otra cosa puede ser sino misoginia y machismo en los órganos judiciales con las madres protectoras, se pregunta Violeta Assiego, en su artículo aparecido el día 4 de abril en la revista Pikara. A pesar de que los órganos internacionales han calificado de “falsos” los síndromes de alienación parental, se siguen aplicando en los tribunales de familia? Assiego compara estas decisiones judiciales “con el Código Civil y Penal franquista que retiraba la patria potestad a mujeres separadas, no escuchaba a los niños y negaba la violencia sexual dentro del matrimonio”. Escritoras feministas señalan al patriarcado como síntoma revelador de la desigualdad estructural en la sociedad que vivimos. Síntoma, estructuralmente también, poco analizado antes de la aparición de los feminismos a los que se deben su desvelamiento y que poco a poco y paso a paso van transformando la sociedad en un ámbito más agradable y más justo para vivir. Sugerente también, en cuanto los síntomas poco analizados históricamente, es el análisis de Federici sobre la llamada “caza de brujas”. Nos recuerda que la historia la mandó casi al olvido y al silencio o, en todo caso, ha tratado las torturas, condenas a la hoguera y persecuciones terribles, casi como algo meramente folclórico.

Somos las feministas quienes nos sentimos llamadas a escribir la historia traumática padecida por las mujeres y desvelar las características del poder patriarcal. Y no, no es nuevo, como se deduce de la caza de brujas y de otras muchas instancias en las que secularmente se sometió a la estricta obediencia y sumisión a las mujeres. Quizá lo actual, que inspira temor, es una cierta querencia protagonizada por algunos sectores del neoliberalismo patriarcal al mirar a un pasado terrible del que más proclives a olvidarlo, se tiene algo parecido a la nostalgia.

Resumiendo: de la madre cuidadora a la madre protectora hay un patriarcado en connivencia con el capitalismo que pretende ahogar todos los avances conseguidos hasta la fecha por el/los feminismo/s. Y sí, queda mucho por hacer, como se ve en los textos y situaciones que aquí se citan, puestos en negro sobre blanco. Dice Esther Vivas que la mamá desobediente no es tarea fácil en esta sociedad que se vislumbra hostil a la maternidad.

Notas:

*Concha Torralba es filósofa.

Misoginia judicial
La guerra judicial contra el feminismo
Beatriz Gimeno
Catarata, 2022