La escritora brasileña Marcia Tiburi, exiliada en París, explica que Jair Bolsonaro representa una sociedad sin diálogo, enferma e ignorante. “Tenemos que anteponer la ética y la honestidad, que al final es lo que todo el mundo espera de los representantes públicos”, afirma en entrevista realizada en Barcelona.
BARCELONA, 1 diciembre 2019
En pocos años diversos intelectuales y activistas de izquierda se han visto obligados a abandonar Brasil después de denunciar las maniobras de la ultraderecha para lograr el poder. La antropóloga Debora Diniz, el diputado Jean Wyllys o el escritor Anderson Francia son un ejemplo. También es el caso de la filósofa y escritora Marcia Tiburi, víctima de un continuo linchamiento por parte del Movimiento Brasil Libre (MBL), del actual presidente Jair Bolsonaro. Exiliada en París desde noviembre de 2018, Tiburi es toda una referencia entre el feminismo y la izquierda transformadora.
Su último libro, Cómo conversar con un fascista. Reflexionas sobre el autoritarismo de la vida cotidiana (Akal, 2018), constituye una guía para entender el actual sistema dictatorial y neocolonial que el Ejecutivo de Bolsonaro pretende imponer en connivencia con la oligarquía y con los Estados Unidos. A pesar de la tristeza de ver Brasil desangrarse de forma tan terrible, Tiburi (Vacaria, 1970) confía en aquellos sectores que se esfuerzan para construir una nueva sociedad en la cual predomine la ética de la política y la defensa de los derechos humanos. Aprovechamos su visita a Barcelona para hablar con ella sobre la situación en el Brasil.
Ahora hace un año se fue del Brasil a raíz de las amenazas de muerte que recibió por sus postulados feministas y antifascistas. ¿Cómo vive esta situación?
Tanto psicológicamente como económicamente es duro. Pero los activistas -y en mi caso también- somos conscientes del papel que jugamos y miramos de llevarlo lo mejor posible, además de que en París puedo continuar escribiendo sin problemas.
Precisamente, el 3 de octubre pasado, la capital francesa concedió al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva la distinción de ciudadano de honor. ¿Su excarcelación abre una luz a la esperanza?
Demuestra que se utilizó la mentira para encarcelarlo. El nuevo ministro de Justicia, Sérgio Moro, conocido por varios casos de corrupción, estaba detrás de esta operación, hasta que el Tribunal Superior canceló el proceso esgrimiendo que no hay pruebas que lo incriminaran. Igual que no había pruebas para incriminar Dilma Rousseff, pero a raíz del golpe de estado contra ella el 2017, Brasil ha acontecido un estado fascista en el cual la democracia está suspendida de facto.
¿Bolsonaro ha dejado la democracia en papel mojado?
Bolsonaro, Moro y el resto del Gobierno forman una mafia criminal que, de la mano del ejército y con el apoyo de Estados Unidos, practica el terrorismo de Estado. Repite la estrategia urdida en la década de los 70 por los Chicago Boys -del cual el ministro de Economía, Paulo Guedes, era miembro- con el objetivo de colocar dictaduras capitalistas en toda América Latina. Y este modelo, diseñado para que banqueros y multinacionales saqueen los recursos con absoluta impunidad, se impone mediante una maquinaria de propaganda basada en la mentira y la demonización de la izquierda. Así es como se ha levantado al poder.
¿En qué consiste exactamente este sistema de propaganda?
Exacerba el miedo para que la población vea como una amenaza al extranjero, a las feministas o a los pobres. Unos “otros” a quienes hay que eliminar porque, según este discurso, ponen en riesgo la vida y la seguridad del país.
¿Se trata de un discurso maniqueo y endemoniado?
Se rodea de teorías obscurantistas, propias de personas enloquecidas, destinadas a suprimir cualquier brizna de alternancia y la perspectiva socialista según la cual hay otro mundo en el que todos y todas podemos convivir de forma justa y armónica.
¿Se busca deshumanizar al individuo?
Se le reduce a un simple productor-consumidor, a quien se le clasifica como superior o inferior, deseable o indeseable, digno de vivir o indigno de vivir. Es decir: “o eres de los nuestros o podemos eliminarte”. Así de sencillo, de aquí el hecho que los más perseguidos sean los defensores de los derechos humanos.
¿En qué medida este sistema de pensamiento bebe del nazismo y el fascismo de los años 30?
Absolutamente. Su puesta en escena es igual de agresiva, grotesca y se ayuda de la religión pentecostal, que conecta con la población más carente de formación y cultura. Tal como hacían Hitler en Alemania o Mussolini en Italia, se proporciona un mensaje que atiza el odio contra la izquierda, los inmigrantes, los indígenas y la intelectualidad crítica, a quien el mismo Bolsonaro prometió que perseguiría.
En su último libro, Cómo conversar con un fascista. Reflexiones sobre el autoritarismo de la vida cotidiana, califica esta estrategia de “colonialismo intelectual”. ¿A qué se refiere?
Es la colonización del pensamiento, de la cual también es responsable la élite intelectual de Brasil. Y es que la mayoría del mundo académico está poco politizado y ante el intento del ministro de Educación, Abraham Weintraub, de destruir la enseñanza pública, no ofrece ningún tipo de respuesta. Es verdad que el miedo amedrenta y paraliza a la comunidad educativa, pero ésta tendría que aprender a luchar y no lo hace.
Algunas voces también acusan a los anteriores gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) de haber incurrido en políticas que han allanado el camino para el resurgimiento del fascismo. ¿Está de acuerdo?
Personalmente no creo que el PT de Lula da Silva y Rousseff cometiera muchos errores. Sacó de la pobreza y garantizó la educación a la población más desvalida. De todas maneras, es cierto que no supo combatir adecuadamente algunos casos de corrupción y dejó que la derecha manipulara a las masas a base de vender la idea de que vendría un mesías a salvarnos de todos los desastres.
¿Con el empuje de los medios de masas ha tenido suficiente?
Lo explico en el libro Ridículo Político (Recuerdo, 2017). A través de los medios ha construido el mismo escenario de teatralización que había catapultado al poder a Silvio Berlusconi y después a Donald Trump. Insisto: se trata de utilizar determinados rituales y lenguajes cargados de mentiras para quitar a la ciudadanía su capacidad de pensar, dudar y tener un pensamiento libre. En definitiva: una colonización mental que después da pie a la colonización institucional.
¿Cómo se puede deconstruir este teatro de la mentira?
Considero que existen dos vías. Por un lado, que el neoliberalismo no entre en nuestras vidas, puesto que esto nos atomizaría todavía más como individuos. Y, a la vez, organizando un movimiento de resistencia que hable de política y se ocupe de ella, con la perspectiva de ser hegemónico. Y el diálogo es parte inherente de esta lucha, lo cual significa empoderar a la gente para que actúe de manera responsable.
¿Tenemos que reivindicar la ética en las formas de actuar?
Sin ética no tendremos una política ética; que pasa por empatizar con el otro, entenderle y compartir un camino con él. Ante un Bolsonaro que representa una sociedad sin diálogo, enferma e ignorante, tenemos que anteponer la ética y la honestidad, que al final es lo que todo el mundo espera de los representantes públicos.
¿Hace falta un líder progresista que encarne estos valores?
Lula da Silva los representa, pero si en un futuro queremos ensanchar la democracia, no hará falta la devoción al líder, porque el diálogo vendrá de la gran cantidad de personas que producen maneras de vivir e intervenir diferentes.
¿El feminismo puede contribuir a este cambio democrático?
Sin duda. Frente a la violencia y las ideas racistas, machistas y capitalistas de Bolsonaro, el feminismo reúne todos los valores antagónicos: la solidaridad, el pacifismo, la convivencia, los cuidados y el respeto a los derechos humanos.