A cuántas personas les gusta la música y cuántas de ellas suelen escucharla en directo. Y por apuntar hacia lo concreto ¿cuántas hay que se preocupen de la calidad del sonido de lo que escuchan y en conocer a los profesionales que interpretan aquello que tanto gusta?
Con estas premisas se pone sobre la mesa la desigualdad en algunos aspectos del tan exitoso teatro musical que hace unas décadas llegó a los escenarios madrileños para quedarse y que a día de hoy supone el setenta por ciento de la recaudación total del teatro, unos 110 millones de euros al año. Madrid es hoy la tercera ciudad del mundo en importancia, tras Londres y Nueva York, por número de obras estrenadas y por cantidad de público asistente a espectáculos como Grease, Mamma Mia!, Chicago, The Book of Mormon, El fantasma de la ópera, Charlie y la fábrica de chocolate, Aladdin, El Rey León…
Pero el hecho de estar tan consolidado y ser tan exitoso no significa que todo brille en el sector ni que sus trabajadores disfruten de unas condiciones laborales y salariales de primera, y no nos referiremos aquí al conocido caso Malinche, del megalómano productor Nacho Cano, porque ya tiene madrina y suficientes escaparates abiertos donde mostrar su desvergüenza artística y empresarial además de su dudosa honestidad. De lo que hay que hablar ahora es de la recientemente formada Coordinadora de Músicos de Teatro Musical creada para defender sus derechos y dignificar la profesión porque qué sería del teatro musical sin los músicos que trabajan en él cada día. Hombres y mujeres -bastantes menos a día de hoy- de comprobada formación y larga experiencia y trayectoria.
Las condiciones de trabajo para la música en directo nunca han sido las más idóneas moviéndose entre variables tan dispares como las que van de la oferta de una sala o un garito de barrio hasta un teatro o el escenario de un gran festival. Nunca esto se ha legislado de forma que marque máximos y mínimos aceptables y queda por tanto sujeto a una negociación de oferta y demanda, no siempre justa, que generalmente se solventa por la importancia del escenario y según el mayor o menor reconocimiento del artista.
Y entre todo eso, que no es nuevo, se ubica la aún joven pero ya establecida industria cultural que supone ser el Teatro Musical: es una buena noticia porque conlleva trabajo para creadores y artistas además de divertimento y ocio para el público en general, pero si aparece la Coordinadora de Músicos de Teatro (CMTM) es justamente por la desproporción entre la creciente importancia del sector y el trato discriminatorio que reciben estos profesionales de la música.
No existe un convenio que regule la actividad cuando sí lo hay para actores y técnicos de teatro, por ejemplo. El salario es precario, muchas veces no llega al SMI, y tienen que moverse con una preocupante temporalidad. Las productoras aseguran no haber recibido quejas y de eso se valen para en cada negociación ir tirando a la baja. Se ha dado el caso de un famoso musical presentado por primera vez hace algo más de dos décadas que al estrenarse de nuevo el pasado año en versión actualizada paga a los músicos en torno a un cuarenta por ciento menos de lo que entonces pagaba. La necesidad del trabajo, la necesidad que siente un músico de tocar cada día hace que se acepten las condiciones asumiendo que, además, si un día faltas al trabajo serás tú quien tenga que pagar a tu suplente a quien previamente habrás tenido que adiestrar para que en tu ausencia haga lo mejor posible el trabajo.
Conversamos con Gabriel Szternsztejn, guitarrista, profesional que trabaja desde 2011 en El Rey León: Gabriel forma parte del grupo que ha asumido la tarea de dar a conocer la CMTM, asociación que ya acoge a 250 profesionales de la música con la que quieren reivindicar «…el reconocimiento de la especialización y la categoría artística de los músicos de teatro». Su objetivo es mejorar las condiciones laborales bien a través de la negociación de un convenio que regule su actividad o con la inclusión en el Convenio de Teatro existente pero con un apartado propio. En la web de la Coordinadora se pueden conocer con detalle sus lógicas reivindicaciones.
Para ello convocan a todos los músicos de España a apoyar la causa y aportar su voz para lograr un cambio significativo en el sector. Otras de las reivindicaciones son la lucha contra los musicales sin músicos, el reemplazo de músicos por pistas grabadas, la mejora de las condiciones de salud laboral, la remuneración obligatoria de ensayos o mejorar las condiciones de los covers. Para dar a conocer su causa y obtener resultados están dispuestos a trabajar en colaboración con organizaciones sindicales y culturales para fortalecer su lucha y dar visibilidad al conflicto.
Y más allá del llamamiento a músicos y profesionales del sector, productores, patronales, empresas, entidades de gestión como la AIE e instituciones públicas de carácter cultural y laboral, que son quienes están llamados a sentarse y negociar en conjunto, cabría hacer un llamamiento al público que paga entre 50 y 150 euros por asistir a un musical y no se preocupa de si la música que ha escuchado se ejecutaba en directo o si estaba grabada. Cada pase de música en directo es irrepetible y produce unas sinergias que no se dan con la música enlatada ¿Quién iría a una sesión en la que después de haber pagado un precio nada desdeñable por la entrada encontrase en el escenario no a actores, cantantes, bailarines… sino solo figuras creadas, por ejemplo, mediante Inteligencia Artificial? Esto va a llegar y no tardando mucho pero estaríamos hablando de otra cosa: mientras tanto, si quieren ver de cerca al actor o actriz, reclamen también escuchar la música en directo. Ejerzan su derecho, el público es la parte vital de la obra cultural o artística una vez acabada y compartida.
Salud y éxitos para la CMTM.