«Entre lo rotos» (Alaíde Ventura)

Una novela que estremece

Alaíde Ventura Medina es una escritora y antropóloga mexicana. Ha publicado dos novelas: “Como caracol” que ganó el Premio Gran Angular (2018) y “Entre los rotos” (Premio Mauricio Achar 2019).

La editorial Tránsito ha publicado hace unos días en España, en una estupenda edición, “Entre los rotos”, un libro que estremece y conmueve desde la primera página. Con este motivo en Espacio Público conversamos con Alaíde Ventura.

Dos novelas, dos premios. Hay que darle la enhorabuena, tiene usted una estupenda carrera literaria. En “Como Caracol” la protagonista indaga en las relaciones familiares entre su madre y su abuela, tres generaciones de mujeres en las que hay secretos, enfermedad, tristeza y también ternura. En esta nueva novela, “Entre los rotos”, usted narra una historia familiar en la que está presente de principio a fin la violencia patriarcal. ¿Por qué le interesa tanto la familia como tema central de sus novelas?

En origen, la familia no era el tema central. En mi caso las historias salen solitas, las voces me empiezan a hablar, pero la familia palpita debajo, como subterránea. Supongo que es porque es lo que más conozco. No tengo mucha imaginación. Lo que hago más bien es reacomodar las piezas del entorno en esta especie de autoficción o de ficcionalización de la propia experiencia. Será por eso, no hay escape a los patrones mentales. Yo tiendo a caer en las repeticiones y esto se nota en el mundo real pero también en mi literatura.

La lectura de “Entre los rotos” te estremece desde la primera página. La primera guerra a veces es la casa. La primera patria perdida, la familia”. Usted cuenta una experiencia familiar muy dura, de una violencia tapada, que apenas vemos, pero que por desgracia está muy extendida: la violencia patriarcal contra niñas y niños. Y lo cuenta de una manera muy realista, ¿hay algo autobiográfico en su novela?

Yo no escribo autobiografías, yo tomo prestada mi voz para narrar historias posibles, pero no necesariamente relato hechos comprobables. No tengo mucha imaginación, entonces me da más por la especulación, en el sentido aristotélico de reflejar el mundo no como fue sino como pudo o debiera haber sido. Me acuerdo que a Betty Smith, la autora de “Un árbol crece en Brooklyn” le preguntaban si así había sido su infancia. Y ella contestaba que no, que ella narraba su infancia como debía haber sido. Entonces, yo me pongo en hipotéticos, en imaginarios hipotéticos: ¿cómo habrá sido para mí vivir una historia así? Hay muchos pasajes muy parecidos a mi vida, las atmósferas, algunas relaciones familiares, algunos personajes; y sobre todo eso que te digo, mi voz, es ¿cómo habría reaccionado yo? pero no diría que es mi vida o que estoy contando crónica. Y sobre si yo he sido víctima de violencia, eso es muy extraliterario, yo me atengo contestar sobre lo que hay en el interior del texto, sí diría que en mi generación por lo menos en este momento no hay nadie que se libre. Por desgracia no hay nadie que esté exenta de haber sufrido violencia. Los femicidios y la violencia machista que va de lo micro a lo macro, desde el abuso verbal a la violación y el femicidio. Eso ocurre todos los días. En ese sentido sí, he sido víctima de violencia. Hay literatura que sí nace como denuncia y yo la admiro también. Cada escritora tiene sus propios objetivos y el efecto que busca encontrar en las lectoras. Pero mi caso no era denunciar, era narrar, nada más narrar.

En su novela, que transcurre en Veracruz (México) también la madre es víctima de la violencia que ejerce su marido contra ella. En México asesinan a mujeres, también niñas, todos los días. ¿Cree que la sociedad ha normalizado esta violencia?

Más bien siempre la hemos tenido normalizada. Lo que pasa es que desde un tiempo para acá se ve: las voces femeninas, las escritoras han comenzado a contar historias que vienen desde el interior de cuatro paredes en donde suceden horrores peores que en la calle. Eso, pues, ha ayudado a visibilizar. Pero por desgracia, normalizada siempre ha estado. Y justo es lo que nos tiene con estos indicios tan altos.

El libro comienza cuando la protagonista encuentra la colección de fotos de su hermano Julián, menor que ella. Fotografías que no reflejan momentos especialmente felices. ¿Por qué cree que las guardó el hermano, que siempre era el objeto principal de la brutalidad de su padre? ¿Es necesario recordar, no olvidar? ¿Ayuda a curarse la memoria?

Justo esa es la gran pregunta del libro: ¿por qué Julián ha conservado las fotografías? Ese es el detonador narrativo ¿por qué? Pues no sé, hay muchas razones. Yo que me apoyo mucho en la búsqueda de mis mapas mentales, uno de los patrones; a veces no damos con un motivo o una razón, simplemente un mecanismo, cómo sucede es a veces más importante que por qué sucede. Nos volvemos locas buscando explicaciones causales como si las personas fuéramos acción-reacción cuando en realidad somos algo muchísimo más complejo. ¿Por qué las ha conservado? Pues no sé, por la misma razón por la que a veces no logramos salir de patrones destructivos, también porque forman parte de tu historia. Se necesita lo oscuro para conservar también la luz, yo creo que es de los jedis.

Alaíde Ventura Medina. © Sergio Hernández Vega

5. Su prosa es muy personal. Impacta. Los recuerdos de la protagonista nos llegan como trallazos:

La culpa: Recuerdo también las palabras de mi hermano al bajarnos del autobús. La idea maldita que ya nunca había de abandonarlo se enraizó esa tarde en su corazón de niño de ocho años: Todo esto es culpa mía”.

“El silencio: Solamente quien ha vivido con una persona silenciosa entiende de qué manera el silencio puede llenar los espacios, apropiarse de ellos. El silencio de mi hermano invadía todo. Nos dejaba a los demás sin posibilidad de movimiento”.

«Quisiera leer este gesto como una confesión cobarde de que mi existencia también fue de algún modo parte de él mismo. Su rostro un día fue mi espejo. ¿Habrá sido el mío, también, el suyo? Una imagen rota, cada pedazo un yo distinto. Un arma posible. Los vidrios con los que hacerse daño«.

El hermano es el eje principal de su libro. ¿Es este libro un homenaje a su memoria?

No, no es un homenaje. Como contesté en la primera pregunta, no es un libro biográfico, es un libro de voz, así como  está narrado a la manera de un Memoir para construir verosimilitud pero no es mi vida, no lo es. Por eso el libro está dedicado a mi hermano, que está vivo, contento y feliz. Esto para evitar malentendidos. Quizás sea un homenaje a los rotos, a personas que han pasado por procesos similares, ya sea del lado de Julián o del lado de la hermana, o también de la mamá. O también, por qué no, todos hemos sido un poco el papá a veces. Es un homenaje a esos fantasmas que tenemos adentro, pero que son arquetípicos, no necesariamente gente de carne y hueso.

Estremece lo que cuenta de la madre: La espalda de mamá era una constelación siniestra. Cicatrices de varios colores y en distintos relieves. Pinté con yodo un mensaje sobre su piel. Alguna clase de grito sofocado. Igual que el llanto que brotaba de mis ojos algunas noches, sin motivo aparente. Cicatriz: recordatorio. Mamá. Sin embargo, durante su infancia la protagonista no se sintió tan unida a su madre: Mamá era un refugio para los desafortunados. ¿Cómo ve ahora al personaje de la madre?

Al personaje de la madre, desde la distancia le tengo mucha compasión porque le toca una parte muy dura de la historia y sus mecanismos son cortos. No encuentra herramientas y pobre, ¿no? Pero también lleva un poco de responsabilidad porque su mutismo y su hermetismo afectan a otros también.

La protagonista con su padre tuvo una relación muy difícil, La normalidad es esta memoria hecha de fragmentos irrecuperables, dice. De niña tuvo una relación ambivalente. De mayor fantasea con que ha muerto en las más variadas circunstancias y con que es capaz de sentir arrepentimiento. ¿Cree que el personaje del padre llega arrepentirse, a tener conciencia de su brutal conducta?

No creo poder inventar nada de lo que ya está en el libro. Depende de la interpretación de cada lectora. A mí como lectora, pues porque una vez que el libro anda en el mundo ya no me pertenece a mí, también puedo verlo a la distancia. Yo diría que no, habría sido bueno pero no.

En el libro también a aparecen personajes entrañables, como la abuela, Ana (la amiga) o Hugo, el gatito. ¿Hay lugar para la esperanza? ¿Hay lugar para el amor?

Qué bueno que me preguntas esto porque para mí era muy importante darles a mis personajes que lo están pasando tan mal, darles un poco de sosiego, un oasis, un remanso de esperanza. Para mí esos son los personajes más luminosos. Como bien dices, los animales, pero también la abuela y Ana, porque no puede ser todo funesto, nos volveríamos locos. No habría historia. Tiene que haber claroscuros y ambigüedades.

Por último, ¿Cree que su novela, como otras obras de otras autoras influirá para que la sociedad tome conciencia de la brutalidad de la violencia machista, la violencia contra niñas y niños?

No sé si ayudé a tomar conciencia, pero si ayudo a sacudirnos a que las lectoras encuentren algo, ya sea un espejo oscuro doloroso o un remanso, o algo, por lo menos la sensación de no estar solas, de compartir una historia, compartir generacionalmente un pasado aunque sea violento, aunque sea así tan gris. Yo me doy por bien servida con eso. No creo que sea el lugar de mi historia concienciar. Para eso hay otro tipo de escritura. Pero, claro, si funciona pues ¿qué mejor? Pero no era la intención original. Pero es un extra muy bien recibido también.

Muchas gracias, y enhorabuena por este libro.