Flower Demo

Elena Gallego Andrada

#metoo  #withyou   #don´tbesilent

https://www.flowerdemo.org/

Durante estos últimos años se han ido sucediendo una serie de sentencias exculpatorias a los acusados por agresiones sexuales en diferentes ciudades de Japón (Fukuoka, Shizuoka, Nagoya). Pocas voces se han atrevido a alzarse, esgrimiendo la extremada gravedad de los hechos y la falta de conciencia y formación en Estudios de Género por parte de los jueces varones, quienes siempre han respondido de forma prepotente, con risas irónicas y burlándose de las víctimas y de quienes las defendían, tal como le sucedió hace ya dos décadas en nuestro país a la concejala Nevenka Fernández.

En marzo de 2019, tras la enésima sentencia favorable al agresor, llegó la gota que colmó la paciencia, y esas voces contrarias a la trivialización y minimización de las agresiones por parte del mundo jurídico e institucional y por gran parte de la sociedad, hicieron un llamamiento en protesta que tuvo lugar el 11 de abril de 2019. 

Esa noche, ante la estación de Tokio, se reunieron más de quinientas mujeres llevando flores y adornadas con ellas, tal como indicaba la convocatoria. Y…¡sucedió algo totalmente imprevisto, inimaginable…! Una vez acabado el discurso y el acto de protesta, todo el mundo seguía allí… De repente, una mujer anónima tomó el micrófono y empezó a narrar los abusos, violencia estructural y agresiones sexuales de las que había sido objeto a lo largo de su vida. Otras mujeres la apoyaron y también hablaron: «En nuestro caso, el daño ya está hecho, pero tenemos que poner todo nuestro empeño en construir un mundo mejor para que las nuevas generaciones de niñas y mujeres no tengan que pasar por lo que nosotras hemos sufrido en silencio durante tantos años y décadas«.

Tampoco nadie podía imaginar que esa protesta, en principio «aislada», iba a ser la fértil semilla, el punto de partida ya imparable del movimiento #FlowerDemo, el #metoo #withyou #don´tbesilent de Japón.

A partir del mes siguiente y poco a poco, el movimiento se fue extendiendo por todo el país y ya ha llegado a las 47 prefecturas y a casi todas sus ciudades.

Las protestas se siguen repitiendo el día 11 de cada mes, excepto cuando se decreta el estado de alarma, y el pasado abril (2021) cumplió su segundo aniversario. 

#FlowerDemo, ya sobradamente conocido a nivel nacional, cuenta con el apoyo de las escasas, todavía, Asociaciones feministas y periódicos, como Shin Fujin Shinbun 新婦人しんぶん (nombre que hace referencia a las publicaciones de las primeras feministas japonesas, como Raicho Hiratsuka (1886-1971): “Al comienzo, la mujer era el sol”, Genshi, jōsei wa taiyō de atta: 元始、女性は太陽であった, Fusae Ichikawa (1893-1981), la Clara Campoamor japonesa:『“El voto femenino es la llave” Fusen wa kagi nari婦選は鍵なり, “Sin paz no hay igualdad, sin igualdad no hay paz” Heiwa naku shite, byōdō naku, byōdō nakusite heiwa nasi 平和なくして平等なく、平等なくして平和なし, “No nos durmamos en los derechos” Kenri no ue ni nemuru na 権利の上に眠るな, y otras muchas) y ha participado en numerosos debates con el gobierno.

Para entender este movimiento y su gran repercusión hay que adentrarse en la cultura japonesa y conocer la idiosincrasia y el contexto en el que nos movemos.

Sabemos muy bien cómo funcionan estos movimientos en los países occidentales, la gente sale a las calles o avenidas, la plaza mayor de su pueblo o ciudad y, una vez visto el panorama, decide. Y asume con toda naturalidad que cualquiera con un móvil puede hacerle una foto y salir en cualquier medio.

En Japón, participar en este tipo de protestas, conduce con frecuencia a un ostracismo social y/o familiar y también a la pérdida del trabajo: el comienzo de una pesadilla. La sociedad, uniforme, obediente y supuestamente «heterogénea» no perdona a las voces disidentes y los castigos infligidos son desproporcionados.

Quien estas líneas escribe ha participado en estos encuentros desde el otoño de 2020, fecha en que tuve noticia del movimiento. La ciudad más cercana para mi es Chofu, que es a Tokio como Alcalá de Henares a Madrid. Ante la estación hay varios espacios: parque infantil, espacio de ocio para jóvenes que actúan y un espacio repleto de flores con un muro decorativo al fondo. Ese es nuestro lugar de encuentro, donde nos reunimos todos los días 11 unas 20 personas, mujeres en su mayoría.

La coordinadora llega puntualmente con flores y otros preparativos: carteles impecables, impresos y plastificados para indicar donde hay que colocarse si se quiere salir o no, en la foto conjunta. Es la única que hace la foto oficial del grupo, con el muro al fondo y cuidando mucho de que no se cruce una bicicleta o aparezca cualquiera por despiste, insistiendo varias veces en que la foto se va a publicar en Twitter @ChofuDemo, @chofu_flower_demo, por si alguien tiene alguna objeción. 

Por supuesto, antes o después del acto, puedes hacerte las fotos que quieras, siempre a título personal. 

A continuación, escuchamos el informe del mes anterior con turno de preguntas y dudas. Guardamos cinco minutos de silencio por las víctimas, y para finalizar, la coordinadora cede el micrófono a quien desee hablar. Siempre se animan varias personas que relatan los abusos sufridos años o décadas atrás, o alguien que los ha presenciado, y escuchamos sus testimonios en silencio y con gran respeto. 

La gente pasa y nos mira, lee los carteles y pancartas, se para…, escucha a quien habla… a veces se suman o preguntan algo.

Apenas cuarenta minutos, muy intensos y emotivos cuarenta minutos…

Una vez finalizado el encuentro la gente se queda un rato hablando con quienes ya conoce de otros meses.

Yo me quedo hablando con una señora de 90 años, en silla de ruedas, que ha sufrido abusos y todo tipo de violencia a lo largo de su vida por parte de los varones de su familia. Durante años y como consuelo para el profundo desgarro interior que sentía, se dedicó a coser a mano un tapiz, a modo de pancarta, decorada con flores y con las letras en japonés e inglés. Ya no tiene fuerza para sostenerla, pero sí para seguir participando cada mes, y siempre la lleva para que la sostengamos las demás.

Pero… vayamos a las causas, ¿cuál es la razón de tanta permisividad y banalidad en las agresiones sexuales?

Japón ha sido, desde el principio de los tiempos, una de las culturas más patriarcales y el hecho de que sea una gran potencia económica y el número uno en tecnología mundial, no sólo no es incompatible sino que más bien va de la mano y juega a su favor. Veamos tan solo algunos ejemplos.

Durante la tan idealizada época samurai, caracterizada por un sistema feudal y continuas guerras intestinas, que tuvo su origen en el siglo XIII hasta bien entrado el siglo XIX, la mujer era un mero instrumento, una mera mercancía al servicio del hombre, el guerrero, y la perpetuación de su linaje. El samurai tenía en sus manos la vida y la muerte de cualquier persona de «rango» inferior.

La poligamia ha sido natural y hasta bien entrado el siglo XX la «segunda esposa» era inscrita en el libro de familia (koseki). 

En 1886, el primer ministro Hirobumi Ito (1841-1909), uno de los grandes patriarcas del actual Japón, compró, de forma pública y notoria, con el aplauso y admiración de toda la sociedad e instituciones, como quien compra tomates en el mercado, la virginidad de la actriz Sadayakko (1871-1946), que posteriormente triunfó en Estados Unidos, cuando ella contaba tan solo 15 años de edad.

A pesar de que Japón declara abolido el «sistema patriarcal, kafuchosei 家父長制” en su Constitución de 1947, no hay una conciencia social de lo que significa exactamente «patriarcado».

Por otra parte, las lenguas reflejan la cultura, configuran y mediatizan nuestra realidad: son un prisma para ver el mundo. En el caso de numerosas lenguas tenemos el género gramatical como caballo de batalla. En el caso del japonés, aunque no existe la categoría de género, dispone de una larga serie de recursos que encasillan a la mujer, la adoctrinan y colocan en un lugar muy inferior. Pero este tema lo dejaremos para otra ocasión.

Con las palabras “Durante estos últimos años…” comenzaba este artículo. Huelga decir que la violencia existe desde el comienzo de la humanidad. Pero las sentencias por agresiones sexuales o las denuncias interpuestas por mujeres han sido inexistentes o archivadas, en un país como Japón, meca de la tecnología y súmmum del desarrollo económico, debido al miedo a una sociedad tribu, que educa a una mujer sumisa y sometida, feliz de serlo, una Yamatonadeshiko大和撫子: “la ley del Agrado” (Amelia Valcárcel) japonesa, la eterna trampa del patriarcado, que nos coloca entre la espada y la nada, entre el señalamiento o el abismo, que culpabiliza y expulsa de su seno a las víctimas: la segunda violación, la que perpetran miradas y lenguas ajenas.

Cualquiera, una misma, uno mismo.

Si ha sido en estos últimos años cuando se ha ido tomando conciencia, gracias a la repercusión mundial del #Metoo de Hollywood, y a las protestas, juicios y sentencias en los años 90, de las eufemísticamente llamadas “Mujeres-consuelo” ianfu 慰安婦: las 200.000 esclavas sexuales del ejército japonés durante la segunda guerra mundial[1], tras ocho décadas de silencio, quienes a su vez respiraron el aliento de valor que les infundieron las denuncias por las violaciones masivas perpetradas en la guerra de los Balcanes, una vez comenzada la búsqueda de justicia y reparación del daño causado, asistimos a un nuevo nacimiento: la MUJER INDOBLEGABLE, #wakimaenaionnna #わきまえない女.

Sayonara, mujer sumisa, mujer kawaii 可愛い muñequizada, niñificada… Sayooonara.

Larga vida, mil, diez mil años de vida, BANZAI 万歳, no para la casa imperial, para la mujer dueña y ama, que impera en su vida y su destino.

Texto y fotografías de Elena Gallego Andrada (Burgos, 1967). Doctora en Literatura y Culturas Comparadas y Teoría de la Traducción (Universidad de Sevilla, 2002). Traductora pionera de obras clásicas japonesas. Investigadora del SIP (Seminario Investigación para una cultura de PAZ). Reside en Japón desde 1993.

Notas:

[1] Yoshiaki YOSHIMI: Esclavas sexuales. La esclavitud sexual durante el imperio japonés, Barcelona, Ediciones. B, 2010.