La izquierda y el rearme: un debate necesario

Pedro González de Molina Soler

Profesor de GeH. Militante de CCOO

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, momentos antes de su comparecencia tras el Consejo de Ministros de este martes.Javier Lizón/EFE

“La Historia no se repite pero rima” (Mark Twain).

Estamos viviendo una especie de déjà vu de la década anterior a la I Guerra Mundial. La palabra rearme aparece en escena preparando a la población europea ante una posibilidad de un conflicto bélico en territorio de la UE. Este giro de la UE responde ante dos desafíos. El primer desafío es la nueva política exterior de la administración Trump, que no solo exige un mayor gasto militar a los países de la OTAN sino que ha ido generando serias dudas de que la UE pueda contar con los EEUU en la defensa de su territorio. A esto hay que añadir que EEUU está favoreciendo un final acelerado de la Guerra de Ucrania, sin contar con la UE, apoyando los intereses de Rusia, a la vez que se cobra la ayuda armamentística a Ucrania en forma de tierras raras. El segundo desafío es la potencial amenaza rusa en las fronteras de la UE, que es vivida de forma muy diferente entre quienes comparten dicha frontera y los que no. Sin embargo, igual que desde el Sur europeo exigimos comprensión y empatía ante el drama humanitario de la inmigración ilegal, y pedimos solidaridad, es de recibo escuchar a los países fronterizos con Rusia.

“Desde Kaliningrado, en el Báltico, a Sebastopol, en el Mar Negro, ha caído un telón de acero sobre Europa”. Esta curiosa versión de aquellas famosas palabras de Winston Churchill en 1946 pudieron haber sido pronunciadas recientemente por Ursula Von Der Leyen (PPE), presidenta de la Comisión Europea. La guerra de Ucrania, en sus varias fases, incluyendo la invasión rusa, ha generado un clima de miedo e inseguridad en Europa, de manera más evidente en los países fronterizos con Rusia, y más atenuada, en los países más lejanos del conflicto. El estallido de una guerra en suelo europeo ha sacudido toda la diplomacia, al romper con una paz en Europa que había durado desde el fin de la guerra de Kosovo en 2001. Von Der Leyen anuncia un paquete de 800.000 millones de euros para defensa que ha roto consensos políticos y diplomáticos hasta en Alemania.

Sin embargo, el presupuesto de defensa lleva ya siendo aumentado desde 2014, coincidiendo con la guerra del Dombás. Posteriormente se ha acelerado desde 2022, coincidiendo con la invasión rusa de Ucrania. Este ha crecido en la UE desde los 147.000 millones en 2014, hasta los 326.000 millones en 2024. Por ponerlo en contexto, Rusia gasta el 5% del PIB y EEUU el 3,4%.

Fuerzas de extrema derecha han aprovechado este miedo a un posible conflicto con una potencia nuclear, y el aumento de la inflación con el consecuente encarecimiento del coste de la vida, para catapultarse a resultados electorales inéditos, logrando, incluso, gobernar varios países en coalición con la derecha tradicional. Estas organizaciones son simpatizantes de la Rusia de Putin y/o de los EEUU, gobernados por Donald Trump. Dicho claramente, este es el verdadero peligro para el proyecto europeo y para la seguridad, fuerzas de extrema derecha que quieren fracturar la Unión Europea y que se quieren ver librados de los derechos, las libertades y regulaciones que esta trae. El enemigo del proyecto europeo, y de los ideales de la Ilustración, es un enemigo interior que, aunque esté apoyado por fuerzas extranjeras que convergen en intereses en la actualidad (EEUU-Rusia), actúan en territorio europeo, se presentan a las elecciones y atacan las democracias y sus mecanismos, tal y como vemos en Hungría. La guerra de la UE con Rusia, y más tras el desastre de sus fuerzas armadas en Ucrania, es más una posibilidad remota que una realidad próxima.

España es el tercer país que menos gasta en defensa (1,3%), menos incluso que Portugal (1,6%), y solo más que Austria (1%) e Irlanda (0,5%). Estamos por debajo de la media de la UE, que es del 2,1%.En este marco, el presidente Sánchez se ha comprometido a subir el gasto militar del 1,4%  al 2%. Este anuncio no es nuevo, Sánchez ya lo había prometido en la cumbre de la OTAN celebrada en Madrid en 2022, con un gobierno PSOE-UP. Sánchez ha presentado un plan de aumento al 2% (10.471 millones de euros) para 2025. La mayoría del aumento va en dirección a subir salarios y aumentar la plantilla, cyberseguridad, telecomunicaciones, desastres naturales, y un 18,75% va a renovar material de defensa, que mucho está en mal estado. Veremos de donde salen las partidas.

Existen varias maneras de financiar este nuevo gasto de defensa, si es lo que se considera “deseable”, como es mutualizar la deuda tal y como se hizo durante la pandemia, aumentar o mejorar los impuestos, utilizar parte de la recaudación récord que ha alcanzado los casi 300.000 millones de euros, o emitir deuda, sin tocar un solo euro de gasto social. La dicotomía no es “cañones y mantequilla”, sino dentro de este panorama tan complejo como establecemos la autonomía estratégica de la Unión sin dejarnos por el camino el alma con la que se fundó la UE.

Vamos a un mundo más complejo, imprevisible y más complicado de entender. Es cierto que no hay que caer en la histeria belicista a la que los halcones instalados en Bruselas nos quieren llevar, pero eso no significa que no nos paremos a analizar estas mutaciones y logremos posicionarnos en este contexto con un discurso claro, unas propuestas realistas y adaptadas a los tiempos en los que vivimos. La OTAN ya no juega el papel que jugaba en la Guerra Fría, ni Rusia es la URSS, ni expande la revolución antiimperialista sino todo lo contrario. Los apoyos que realizan Trump y Putin a las extremas derechas europeas buscan debilitar a la UE para garantizar su hegemonía en su “espacio vital”. Es una especie de Conferencia de Yalta reaccionaria. Las brújulas con las que nos movíamos durante el siglo XX se están quedando obsoletas. Sin embargo, creo que caer en la simplificación de la realidad para ponernos detrás de eslóganes sin contenido es también un error. En el marco de la política de seguridad y defensa hay un amplio margen desde la izquierda para poder tener un discurso y una política propia, que a la fuerza debe de ser meditada y seria.

Se puede hablar de que hay que garantizar la seguridad en su amplio espectro y que va más allá de las fuerzas del orden o de defensa, como es la seguridad ante los infortunios de la vida (desempleo, ignorancia, enfermedad, falta de vivienda, etc.), al igual que seguridad es vivir en un país que combata los efectos del cambio climático y sus causas, cómo podemos hablar de seguridad alimentaria, etc. En definitiva, seguridades para poder vivir una vida digna de ser vivida. Esa es la seguridad que nos permitirá combatir al “enemigo interior” que trata de corroer nuestras sociedades democráticas y de derechos.

Si queremos una “autonomía estratégica” de aliados como los EEUU, pasa por reducir la dependencia armamentística de los EEUU, como empezar a tejer una defensa europea propia, tanto para la defensa clásica como para los ataques híbridos, y eso pasa por un ejército europeo que habrá de financiarse de alguna manera. Si una parte de la izquierda quiere salir de la OTAN, como sistema defensivo que no tiene sentido sostener, eso pasa por una política de defensa europea y un ejército disuasorio, una autonomía diplomática y una fuerte apuesta por la paz y la diplomacia multilateral basada en los principios de la ONU y en los principios fundadores de la UE. Lo que no es creíble es no tener ningún plan. Debatamos, estudiemos y tratemos que este marco belicista no se lleve las conquistas históricas de derechos y libertades en Europa en nombre de la seguridad.