“Esta escritura es un conjuro”. Esta frase, con la que empieza el último de los cuentos que componen este libro (publicado por Páginas de espuma), podría servir para captar en unas pocas palabras el espíritu de la nueva publicación de Mónica Ojeda (Ecuador, 1988). La autora despliega en sus textos una mezcla de literatura gótica y leyendas andinas. Ambos universos convergen para formar personajes que parecen sacados de una película giallo, género al que se refiere la escritora en uno de sus cuentos, y que abren los brazos al cielo, desmenuzan el lenguaje hasta grabarlo sobre piedras blancas y llegan a acariciar los labios de una divinidad innombrable cuyo nombre es más un ruido que una palabra.
La mayoría de los cuentos tienen un fondo macabro que, a manera de dato escondido, va alumbrando el interés del lector quien, por otra parte, se sumerge en el lenguaje poético del que resulta imposible despertar hasta las últimas líneas. Esta mezcla de lo macabro con un tipo de escritura vertebrada por potentes y visuales metáforas pudimos disfrutarla también en Mandíbula. Lo que, junto a estos elementos, destaca en Las voladoras es el imaginario de las leyendas andinas: el cóndor, las montañas, los volcanes, las brujas.
Es extraña, casi contradictoria, la sensación de estar leyendo algo profundamente bello, pero que también da miedo y hasta en ocasiones es divertido. El conjunto es mágico en el sentido más literal de la palabra. Durante todo el libro se tiene la certeza de estar leyendo las paredes de una cordillera o las constelaciones que las alumbran por la noche. Por arte y talento de Mónica Ojeda, la lectura también es un conjuro.
Quien no se haya acercado a la literatura de esta autora descubrirá en este libro una puerta a un mundo y un estilo que son solo de esta escritora y no podrá evitar continuar investigando en sus obras. Es un lugar en que las mujeres vuelan, tienen los cabellos largos y muy negros y las cabezas salen disparadas al cielo (también las nuestras). Las voladoras debe ser leído desde la primera página a la última, incluyendo los agradecimientos finales, que contienen, en el párrafo final, un alegato a tener en cuenta. Libro de maravillas, comenzando por la portada: una mujer-pájaro, la luna y las montañas.