Salud. Futuro próspero o destrucción neoliberal

Carmen Esbrí

Presidenta Asociación MAREAS BLANCAS

Foto de Phil Hearing en Unsplash

ALIANZA MÁS ALLÁ DEL CRECIMIENTO

Hablar de Salud es hablar de las necesidades a gestionar para una vida digna y estable, con pretensiones de un futuro duradero, en un mundo altamente globalizado. Su definición más consensuada señala que: Salud no es ausencia de enfermedad, sino un estado completo de bienestar físico, mental y social, que permite el funcionamiento de manera independiente. Algunos defienden que esta explicación no se origina en la Organización Mundial de la Salud, OMS, sino en antecedentes bíblicos contenidos en las Escrituras. En torno a dicha descripción, surgieron detractores y defensores que culminaron en dejarla relacionada con su habitual biologicismo. Es decir, Salud implicaba tener suficiente resistencia para poder vivir, teniendo en cuenta siempre aspectos relacionados con la medicina bajo control de parámetros biológicos. La definición que abre el artículo es la forma más completa para esta palabra holística que defendemos.

Siguiendo el hilo de la Historia, destaco algunas consideraciones de lo que supusieron, según etapas, los hábitos de la higiene corporal. Desde considerar que enfermedad era un castigo divino y no había tema sobre el que actuar, hasta la conciencia del aseo corporal de mesopotámicos y egipcios, civilizaciones de interés en muchos campos. Esos hábitos de limpieza corporal continuaron; la higiene, palabra griega toma el nombre de Higía o Higiea, diosa de la curación y la pulcritud al margen de cuestiones de estética y sociales. Junto a la diosa de la sanidad un hombre, Hipócrates, médico referente universal por sus enormes conocimientos del cuerpo humano; padre de la Medicina que sembró conocimientos por siglos, pero aquí no estamos hablando de medicina, queremos ir mucho más allá. En Roma, se hablaba de Salud con el término latino salus-salutis que era «estar en condiciones de superar los obstáculos que se presentaban a las personas»  sumaba a la higiene de los griegos.

En ambas culturas, razones sociales y estatus marcaban la posibilidad de poder disfrutar o no de las ventajas sanitarias y mejoras para la vida con avances importantes para sus comunidades. En Roma se crearon novedosas herramientas para evitar la enfermedad. Entre esos condicionantes de la Salud. tecnologías que permitieron una vida más saludable como construcción de vertederos para basura, alcantarillados y otros; consideraron también la necesidad de proteger los recursos naturales al experimentar que no eran tan infinitos como creían o la ingeniería de grandes acueductos que surtían de agua a sus numerosas poblaciones. De formas diversas actuaron para la Salud, tanto por razones económicas como por cierta aparición de conciencia medioambiental que ante su longevo desarrollo empezaba a dar signos de impacto a evitar. El avance intelectual y los acontecimientos expansivos del que sería un grandísimo imperio, dieron claves de qué no debían hacer si pretendían sobrevivir. Siglos de historia de Roma a costa de guerras con métodos destructivos como tierra quemada arrasando cultivos, bosques y campos cercanos a los pueblos que querían conquistar, fueron el mejor elemento como herramientas para preservar sus recursos de necesidad como suelo, plantaciones y agua, así cuidaron también la Naturaleza. Convendría que actuales gobernantes tomaran buena nota de cómo una civilización tan potente acabó sucumbiendo por excesivas guerras, que afectaban a su población a la vez que reducían sus cosechas e impactaba agresivamente su medioambiente.

En la Edad Media los conocimientos de Hipócrates se extendieron por los monasterios, donde escribían tomos sobre higiene y salud prologando textos higienistas interminablemente a lo largo de siglos. Cuando el modelo vigente empezó a virar de su esencia teológica a un mundo de condición humana, se abrieron los caminos de la ciencia; con ello se prosperó en la investigación médica, era el Renacimiento que favoreció otra forma de mirar y otras necesidades de conocer. La aparición del Protestantismo hizo posible que las férreas reglas cristianas quedaran limitadas; pudieron realizar autopsias a los muertos sin ser tachadas de profanación. Esa apertura intelectual propició el estudio en directo de la anatomía humana y la salida a la luz de documentos de la antigua Grecia y de Roma. Aparecía una incipiente medicina científica a la que preocupó la Salud como elemento de interés social dejando atrás las formas medievales en las que fueron determinantes las perversas teorías de la Inquisición. Pasaron muchos años hasta que Alexander Fleming ( 1881-1955) descubriera la penicilina capaz de curar numerosas enfermedades hasta entonces incurables. El mundo, entendido en el ámbito occidental, seguía impertérrito considerando la enfermedad física como única causa de la perdida de la Salud.

La palabra Salud que utilizamos con frecuencia defensores de derechos, no es un término que nace por generación espontánea; define por si sola un derecho humano universal modelado siglo a siglo, etapa a etapa. Su evolución ha sido entendida sobre todo bajo una condición biologicista, hoy plenamente superada como única condición. Salud es un conglomerado de conceptos que la hacen posible, conocidos y estudiados hasta la saciedad en la controvertida etapa histórica que vivimos. Para abordar con certezas el futuro resulta imprescindible partir de todas las experiencias acumuladas y desarrolladas tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, son rechazadas por gobernantes abducidos por un modelo econo-político que nos lleva a mantener mercados destructores de la Salud. El llamado Estado de Bienestar se pierde en su horizonte aunque ahora mismo debe reforzar más su presencia con el enfoque sensato que surgió del intento consensuado de querer remontar etapa tan trágica y hacerlo con los mecanismos que deben configurar la Salud en su sentido pleno.

En 1948 nació la Organización Mundial de la Salud, entre otras, como organismo apadrinando por los representantes de China y Brasil que participaron en la creación de Naciones Unidas creada tres años antes. Con ella, fueron apareciendo procedimientos para lograr Salud alentados para generar paz duradera y futuro prometedor tras las tragedias de dos guerras mundiales en el centro de Occidente. Antes de situarnos en la segunda mitad del s. XX tan importante para lo que hoy sucede, no puedo dejar de nombrar algunos personajes que concatenaron avances en Medicina y Salud. A destacar como pioneros conductores hacia nuevas concepciones, entre ellos: Johann Peter Franck (1745-1821) que abordó en su amplio Tratado de Medicina la obligación de los estados de intervenir para contribuir a la Salud de sus pueblos; Rudolf Virchow (1821-1902), importante patólogo y estudioso de la célula quien definió a los médicos como defensores de los pobres, siendo ambos pioneros de la Medicina Social que debía ser intervenida por la acción política. Recordar también a Charles Edward Amory Winslow (1877-1957) que redactó la primera definición de Salud Pública considerándola ciencia y arte de prevenir enfermedades señalando necesarios esfuerzos para sanear el medioambiente o Henry E. Sigerist (1891-1957) experto en Historia de la Medicina quien dejó una contundente conclusión sobre la importancia social yendo en contra de tesis conservadoras que sólo creían en las condiciones biológicas de la Salud; para ello reclamó lo que ya se llamó Promoción de la Salud. Son eslabones de un hilo conductor que pone en evidencia una imprescindible responsabilidad política en la gestión y logro de la Salud, fueron algunos peldaños previos.

Así llegamos a 1974 cuando vio la luz el que se conoce como Informe Lalonde, «Nuevas perspectivas sobre la salud de los canadienses». Su autor Marc Lalonde abogado y político fue Ministro de Seguridad Social de Canadá, puesto al que aportó conceptos básicos de Salud y Sostenibilidad inspirado por su colaborador Lambroise (1973) quien consideraba necesario tener datos manejables para diseñar las Políticas de Salud que dirigía. El conocido como Informe Lalonde (1974) vino a definir con claridad los Determinantes, efectos causantes de la Salud: Medioambiente, Estilos de Vida, Modelos Asistenciales y Biología Humana. En él mostraba que los gastos sanitarios estaban mal enfocados al financiar con un 90% la asistencia sanitaria cuando la mayoría de muertes se ocasionaban por los restantes factores: medioambiente, estilos de vida y biología humana que los gobiernos no tenían en cuenta. Pronto Canadá cambió el enfoque de la Salud desde lo biológico a lo bio-psico-social, priorizando la promoción de la Salud y la Prevención Primaria. El Informe tuvo una impronta importante que dio lugar a revisiones y reinterpretaciones varias a lo largo de los años sucesivos queriendo poner luz en diversas formas de interpretación. La fórmula Lalonde es completa, de claro manejo siendo suficiente por si misma para poner alertas que fueron quitadas de en medio por otros intereses

Tras Lalonde, la OMS trabajó insistentemente para ir desliando un ovillo que debía servir para construir Salud Comunitaria; así en 1978 La Declaración de Alma Ata rubricó la necesidad de la prevención y marcó la obligación de los gobiernos de garantizar la Salud. En 1986 la Carta de Ottawa señaló la creciente demanda de una nueva concepción de la Salud Pública en el mundo. Definió la necesidad de construir una Política Pública que abordara los impactos en la Salud en sus decisiones; la importancia de generar espacios propicios a la misma que fortalecieran lo comunitario y las habilidades de las personas dando un giro importante sobre lo que deben ser los Servicios de Salud.

En la Conferencia de Adelaida, Australia (1988) se trató sobre la responsabilidad de los gobiernos con respecto a las consecuencias de sus políticas. En la tercera conferencia sobre Salud, realizada en Sundswall, Suiza (1991) se declaraba de nuevo la obligación de los responsables políticos de trabajar para un ambiente sano que favoreciera la Salud y no la dañara; llevaba implícito el papel de lo medioambiental. Y llegó Yakarta, Java (Indonesia) (1997), que puso en evidencia la importancia de enfoques globales con la oportunidad experimental de implementar estrategias en mega ciudades, islas, comunidades locales, escuelas, mercados etc… destacando la exigencia de la participación social siendo esenciales Educación e Información. En México (2000) la conferencia viró sobre la Promoción de la Salud como estrategia fundamental de gestión política. Entrábamos cada vez más en una globalización de mercadotecnia en la que humanización fue infectada por la financiarización de una política cada vez más desnortada, de ahí que se abordara la necesidad imperiosa del trabajo sobre los Determinantes para los que había que poner en blanco medidas claras con promesas y compromisos, tareas señaladas por la Carta de Bangkok, Tailandia (2005). La Conferencia de Nairobi, Kenia (2009) destacó que si no se cumplían todas las tareas, no habría desarrollo; poco después en Helsinki, Finlandia (2013) se insistía en Salud en todas las políticas, pues una política eficaz está evidentemente vinculada a lo social, medioambiental, laboral, educativo,…. con necesario apoyo de la investigación. Tres años después, 2016, en Shanghai, Rep. Pop China, organizada por la OMS y China se recogía el guante de las conclusiones de treinta años antes, las de Ottawa, sumando el Programa de los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, publicado en 2015: «Salud para todos y todo para la Salud».

¿Qué más se puede pedir para una buena gestión política que aquello que ya planteó el Informe Lalonde? Un informe claro y eficaz que daba claves para gobernar con eficacia, eficiencia y democráticamente del modo más sostenible: quedaba claro que era económicamente más rentable mantener sana a la población que emplearse en actuar sobre la enfermedad. No sólo avanzó sobre la dinámica biologicista, sino que aportó una perspectiva moderna para mejorar las decisiones políticas. Nada que ver con el modelo neoliberal que chupa de toda la escala de valor de los determinantes de la Salud mediante parásitos especuladores permitidos por el sistema en tanto aumenta malestar y crece la desigualdad.

El Informe Lalonde y todos sus argumentos inteligentes, no se han convertido en un «catecismo» para gobernar; la realidad hace evidente que razones de mucho peso no interesaron a los gobiernos que permiten agresiones contra la Naturaleza y las Personas; no ven imprescindible proteger el Medioambiente, contexto en el que se proyecta el Ser Humano. La violación de la Naturaleza atacada por un despiadado uso de combustibles fósiles, fracking, tala de árboles, turismo feroz, mercados de la guerra, jugueteo con actividades espaciales de máximo riesgo para atmósfera, bioesfera y hasta estratosfera sin nadie que los prohiba y otros más,  causan para ellos «daños colaterales», a pesar de dejar consecuencias agresivas y la existencia de datos mortales corroborados por factores de riesgo debido a todo ello. Ese deterioro del Ecosistema: calor extremo, fenómenos imprevisibles: danas sorprendentes, inundaciones, intoxicación de mares y ríos, desertización, contaminación del aire, etc. producen enfermedades no transmisibles que pueden ser evitadas pero mueren millones de personas en el Planeta por: accidentes cardiovasculares, cánceres, enfermedades diarreicas, traumatismos involuntarios, infecciones respiratorias, afecciones neonatales, paludismo, incluso trastornos en salud mental. El mayor número de victimas que provoca el mercado con la especulación con recursos naturales a costa de su destrucción, está en la infancia y las personas mayores; añadiendo que además causa más muertes en los más pobres y vulnerables; casi el 92% de las muertes relacionadas con la contaminación se producen en los países de bajos ingresos.

En 1977, la OMS ya había priorizado lograr Salud para todos en el S. XXI extensamente incumplido. Sin embargo, globalización de los mercados, tecnológicas sobre humanidades; modelo financiarista de capitalismo rabioso continúan, desoyendo las señales que dejan las crisis, financiera, pandémica, bélica y la del cambio climático. Por cierto consecuencias del modelo que denuncio y que, desafortunadamente, creció en paralelo a los avances que podían haber blindado con los Determinantes una política al servicio de las Personas y de la Naturaleza y al servicio del Bien Común. Tapándose ojos y oídos, se fueron dejando de lado ante la impronta de un aberrante y antidemocrático capitalismo que desde los años 70 vino a cambiar radicalmente el modo de gobernar entronizando el mercado libre que daba codazos a los estados democráticos. Sus premisas se colocaron por encima de los más elementales conceptos democráticos. Sólo faltó una gobernante como Margaret Thacher y la caída del Muro de Berlin para dejarles libres de todo control y ser causa de todos nuestro males al filtrarse en las venas del mundo occidental y en el «core» de la Unión Europea que abandonaban los valores propios abanderados con el Estado de Bienestar.

Es evidente, que el problema es el Sistema Neoliberal que requiere cirugía a practicar desde todos los ángulos. Hemos visto de forma directa que el Neoliberalismo mata; es indispensable cambiar el paradigma que nos envuelve. Para situarnos mejor hemos de comprender que el modelo se ha insertado con largas raíces en el contexto que corresponde a la Salud, organizándose sobre la biomedicina, sector de interés para grandes rendimientos económicos; logrando suplantar el papel de la política con la propagación de nuevas formas de gestión basada en lo técnico con lo que se lograba avanzar en el desmontaje del Estado y su papel. Esto explica la sustitución de la autoridad de los gobiernos bajo la manipulación de los mercados que se dicen técnicos expertos y se colocan para gerenciar espacios donde se tocan elementos de Salud. Se añade a lo anterior una concepción tecnocrática por ejemplo en áreas médicas que fomenta la presencia de lo tecnológico e informático basados en los algoritmos y en una más que santificada Inteligencia Artificial. Son elementos que dan enormes ganancias empresariales, pero pocas soluciones de medicina humanista y social; acabarán con la Humanidad.

Los gobernantes, generalmente faltos de reflexión profunda, tienden a trabajar en el plano corto y con el complejo permanente de parecerse al que creen superior; por ello se involucran en la corriente que les  empuja, conjeturando en este caso que les solucionarán eso de la Salud Comunitaria, primer objetivo de una función que delegan y con la que pinchan siempre ante la Democracia. Es aquélla, sin duda, el primer objetivo de gobierno que podría gestionarla mediante la hoja de ruta que enlaza con Lalonde; Salud Comunitaria que sólo se garantiza con Servicios Públicos de Gestión Directa ajenos a lógicas de mercado. Con ella el viraje hacia un crecimiento de justo desarrollo que la favorezca y no la perjudique irá produciéndose por sí mismo; pero ni siquiera se han preocupado de saber sobre los Determinantes, ni de pensar dos veces cómo gobernar. Hablan del coste de la Salud por un analfabetismo manifiesto sobre su inabordable financiación o por un interés desleal cuando, en realidad, pivotar el gobierno sobre Salud es hacerlo directamente sobre beneficios económicos para toda la ciudadanía. Por ceguera, incapacidad o estudiada inacción, no fueron ni son capaces de hacer el giro para sostenibilidad e igualdad; dicen que son demócratas. Vienen creyendo que con más medicinas y máquinas se puede atender mejor la cronicidad de los malestares y el envejecimiento de la población diversa, extensa y cada vez más abandonada. Ha habido en ellos un complejo evidente de señalar la malignidad del Estado como rémora del Comunismo y no como procedimiento básico que cumpla con la principal condición democrática: Justicia Social, Salud Comunitaria Universal. Es decir, seguir un plan claro «socialmente analógico» para colocarse delante los conceptos que señalan los Determinantes marcados por Lalonde que enlazan con todas las necesidades humanas ahora escondidas bajo los vicios de parásitos especuladores.

Desde los años 70 del siglo pasado, principalmente desde principios del s. XXI los gobiernos occidentales han seguido un camino errático que nos lleva al gran precipicio social y medioambiental del que muy pocos podrán salvarse. En vez de llevar las riendas sanas que les señala la Ciencia y una verdadera Conciencia Democrática han puesto contables para gestionar Salud con supuestas eficacias empresariales, métodos mercantiles rastreros y abusivos que anulan la imagen del patrimonio colectivo que no les pertenecen y que deberían haber fortalecido para el Bien Común. El fraude del modelo que tenemos delante, es más que obvio y la necesidad del cambio de paradigma es urgente. La Historia nos ha dado suficientes herramientas y conocimientos para no dejar que nos sigan manejando porque los gobiernos conducen muy mal. Pensando en todo lo anterior no hay ningún obstáculo para lograr ese mundo posible que deseamos defendidos por numerosos movimientos sociales y civiles; es hora de parar el tren neoliberal. La venta del progreso neoliberal es una falacia si no se respetan los Derechos de las Personas y de la Naturaleza; resulta ser un fraude democrático y un modelo sin luz al final del túnel. Sólo deben encender la luz del Gran Faro de la Salud y cambiar la dirección hacia él con el orden claro que le ofrecen los Determinantes. La luz romperán con el embrutecedor y preconcebido caos que se ha hecho dueño del mundo sólo para satisfacer la gran Dictadura del Mercado; sólo políticos con madera de estadistas trabajará para la auténtica Libertad en un mundo saludable con personas que gocen de bienestar físico y mental resultando ser motores del verdadero progreso sin incertidumbres y promotores de un futuro sin oscuridad.