La ciudad habitada. Tres miniaturas del Madrid isabelino (José Sierra Álvarez)

Estamos ante una rigurosa descripción de Madrid en la que se iluminan fragmentos esenciales de la ciudad en el primer tramo del reinado de Isabel II, un tiempo en el que, nos dice el autor, “para emplear la fórmula gramsciana, algo no termina de morir y otra cosa, lo nuevo, no acaba de nacer, un tiempo de aceleración, un tiempo vivace”. La ciudad que aquí vuelve a vivir es “la ciudad habitada”, el espacio donde se agitan hombres y mujeres concretos, muchos de ellos perdidos para la Historia, pero ganados para esta historia que rescata la verdad, pequeña y esencial, de unas vidas que fueron el latido de una ciudad edificada con sus sueños y esperanzas, tejida con la urdimbre de sus luchas.

Un memorable “Elogio de la miniatura” es prólogo y declaración de intenciones. Una cita de Walter Benjamin abre el libro: “Descubrimos entonces, en el análisis del pequeño momento singular, el cristal del acontecer total”. La miniatura encierra un mundo, imagen frágil que nos proyecta el pasado; es veraz como lo son las vidas pequeñas y nunca narradas que aquí encuentran una voz que, al nombrarlas, convocan algo de su presencia real. José Sierra Álvarez nos dice: “¿no cabe preguntarse si acaso no anidará en ella una posibilidad específica de narración histórica?” Y de esto se trata. El autor, en este libro en el que recurre con profusión a crónicas e imágenes de los periódicos y revistas del Madrid de la época, se nos presenta, además de como coleccionista, como un cronista. Tan cerca del que imaginara Walter Benjamin en sus Tesis de Filosofía de la Historia: “El cronista que narra los acontecimientos sin distinguir entre los grandes y los pequeños, da cuenta de una verdad: que nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia”. Coleccionista (juntando fragmentos, teselas, miniaturas, documentos arrancados de manos del azar) cronista (narrador de lo pequeño, lo perdido en los márgenes de la historia): es decir historiador.

Las fuentes, imanes de sociabilidad plebeya (años 40 del siglo XIX).

Tres son las miniaturas que iluminan el Madrid isabelino. En la primera de ellas asistimos a la construcción de las casas del Maragato, junto a la Casa de Correos en la puerta del Sol, número 1 de la calle Mayor. Se nos dice: “quizás la historia de una manzana, de una casa (y tal vez de una escalera) permita iluminar de otro modo una sociedad y sus cambios.” Se dibuja así el ascenso de una clase social y las transformaciones que va imponiendo en el tejido urbano, a través de una de las figuras que más excitaron la imaginación del Madrid isabelino; Santiago Cordero, conocido como el Maragato.

La segunda miniatura se centra en los pasajes comerciales madrileños entre 1839, fecha en la que se construye el primero de ellos a 1848 en que cierra el único que por entonces sobrevivía. La crisis de 1847-48 arrasó con las estrategias especulativas que estaban en su origen y nuevas formas de organización del espacio comercial más próximas al gran bazar dieron al traste con una experiencia que estaba muy lejos de la demanda de productos de lujo que podía permitirse la exigua burguesía madrileña.

La calle plebeya: siete iluminaciones

La tercera y última miniatura es la que ocupa un mayor espacio en el conjunto del libro y, también, la más arriesgada. Se trata de “Siete iluminaciones sobre la calle plebeya de los años 40”. La calle como el espacio por excelencia donde se despliega la vida popular, su importancia estratégica en la formación de la experiencia de las clases trabajadoras, de ahí, señala José Sierra Álvarez, la necesidad de estudiarla, “de arrastrarla hacia el discurso historiográfico”. Hacerla un objeto de estudio específico que estaría, nos dice el autor, a caballo entre la Historia social y la Geografía histórica. Ante nosotros aparece el pueblo bajo de Madrid, “la plebe asquerosa” por utilizar la terminología de un cronista de la época. Lo que José Sierra Álvarez define como “una cultura de la pobreza y la supervivencia, defensiva, apoyada en vínculos de solidaridad, de cooperación e incluso de ayuda mutua” que tiene el barrio, la “aldea imaginaria” tan real como lo eran los barrios populares de Madrid, como el espacio generador de identidad colectiva. Lo que ahora se levanta ante nosotros son estas vidas sepultadas por el progreso, los desparecidos de la historia; apenas mención jocosa o tópicamente costumbrista en los gacetilleros de la época, en la sección de sucesos de los periódicos o en su presencia en las causas judiciales… fuentes que se manejan aquí con toda cautela por sus evidentes prejuicios de clase, pero también con la fina sensibilidad de quien rastrea y descubre las voces y las caras que allí palpitan.

Ganar para la historia estas vidas es el propósito que anima esta sección del libro. Lo que se nos enuncia así: “Estas gentes atropelladas por el incipiente desarrollo capitalista, zarandeadas por el flujo constante de la inmigración, recelosas de la sociedad y de la cultura burguesas en vías de instauración, estas gentes que aspiraban a vivir mientras sobrevivían, estas gentes son ahora nuestra gente.” Surgen así siete iluminaciones, fragmentarias, incompletas, que se nos muestran como una ventana, una visión fugaz de un mundo cuya restitución completa se nos escapa. O, como prefiere el autor, un friso arruinado donde faltan paneles y teselas esenciales, pero que, al menos, son una “quieta y profana iluminación.”

Interior del pasaje de Matheu en 1842-1843.

Las siete iluminaciones que nos propone el autor son las siguientes: algunos elementos de la política callejera del pueblo bajo, el trabajo en la calle, el espesor social y cultural de las fuentes, las músicas y ruidos de la calle, la ciudad nocturna, la experiencia y aprendizaje de los niños plebeyos en la calle: los ragazzi di vita del Madrid isabelino. Y, para terminar, la estratégica pelea cultural y política por la demarcación entre los espacios públicos y privados, por el control de la calle.

Clases sociales y espacio urbano

La última de estas “iluminaciones” viene a ser la formulación de una hipótesis que articula y da sentido al conjunto del libro. Aguadores, ciegos, músicos, prostitutas, niños… son estorbos que impiden la fluidez funcional del tráfico. Estamos, señala el autor, “ante una auténtica obsesión estratégica: la de la fluencia (…) la muy vieja (y siempre renovada) metáfora organicista de la ciudad, según la cual la calle habría de ser (solo) el sistema circulatorio que pusiese en relación funcional los espacios de la producción con los de la reproducción”. La plebe ocupaba la calle y, o por razones de orden público o de la fluidez funcional del tráfico, ha de ser desalojada.

En el Madrid de 1848, en el que circulaban 1.232 carruajes los accidentes son el pan de cada día y la mayoría de las víctimas son, claro está, las clases populares, ciegos, mendigos y los vulnerables reyes de la calle: los niños. Y, como una salmodia, como un necesario rescate, el autor enumera una larga -y, por supuesto, muy incompleta- lista de niños muertos y heridos, atropellados en las calles. El emergente orden burgués en lucha contra el viejo orden urbano, percibido como desorden y caos que se expresaba, sobre todo, en los usos plebeyos de la calle. Y el autor señala, la intuición que articula todo este ensayo: “Se trataba de desplazar la raya de lo público y lo privado (…) de extender al conjunto social la propia espacialidad burguesa”.

Nodrizas norteñas en la plazuela de Santa Cruz en 1846.

Tras estas tres miniaturas que componen el libro, aún se nos ofrece un epílogo en el que encontramos tres “Notas al margen”. “Qué cosa es la plebe asquerosa” sobre el concepto de lumpenproletariado, su formulación en Marx y Engels y su reformulación como categoría social en el siglo XX. “Fisiologías sociales” sobre los estereotipos fisiognómicos y su función de control social. “Niño delincuente, niño proletario” sobre la construcción discursiva de la infancia.

No es posible terminar esta reseña sin señalar dos características esenciales de este trabajo. La presencia constante de ilustraciones que, junto a la amplia documentación de textos, extraídos ambos de publicaciones de la época, son la base documental sobre la que se asienta la reflexión del autor; una documentación gráfica exhaustiva que los textos ilustran o con la que dialogan. Iluminaciones tanto en el sentido de estampas, miniaturas, imágenes, como en el benjaminiano de recuperación de fragmentos de vida, instantes luminosos, aunque efímeros, de toda una época; en ese sentido este ensayo, salvando las distancias, guarda, no sólo una filiación y una declarada deuda teórica con Walter Benjamin sino también una semejanza formal con el Libro de los pasajes.

La otra consideración hace referencia al estilo del autor. Escrito en un admirable castellano, en él encontramos humor, ironía y una extrema sensibilidad hacia el dolor o la injusticia; lo cual no suele ser frecuente en muchos trabajos académicos. En los “Agradecimientos” que se incluyen al final de la obra, José Sierra Álvarez nos dice: “El autor ha tratado de controlar su compasión, su enfado y su, a veces, indignación por la cotidiana y reiterada crueldad de clase que se destila de la documentación que ha manejado. Ha intentado modularla mediante el humor, esa forma de la distancia, pero no ha sabido ni querido eliminarla del todo. ¿Es que la diatriba de parte, se pregunta quien escribe, está reñida con la objetividad?; ¿y la parcialidad con el realismo? Filos de navaja”.

Bandas juveniles; aquí, «los de Maravillas» marcando su territorio en 1858.

En el filo de la navaja se mueve el autor. Fijemos nuestra atención en la descripción de una viñeta, en la que se muestra una reyerta de mujeres, con la que se cierra el ensayo. En esta blow-up, esta ampliación de lo que sin sus palabras sería un borroso negativo, apreciamos una mirada de un exacto realismo, sin duda parcial, y una prosa tan precisa como compasiva. “No hay estatuas que miren al cielo de Madrid; de hecho, en ligerísimo picado, no hay apenas cielo: solo la muestra de un zapatero observa la escena, colgada de un alambre atado a un madero. Pero no: un perro ladra, mira un niño, descalzo y con el pantalón precariamente sostenido por un solo tirante; tiene un pie adelantado y quizá duda si intervenir con sus brazos pequeños: aprende. Nosotros también miramos, mientras la pantalla va lentamente a negro”. Nosotros, como el niño de la viñeta, también aprendemos; miramos para aprender. La pantalla va a negro. Las imágenes, las instantáneas, las iluminaciones, los fogonazos de vida, desaparecen; el zootropo ha dejado de girar o la película, ya terminada, da vueltas en la bobina. Pero estas miniaturas han iluminado el pasado de una ciudad, las huellas de unas vidas que han sido rescatadas para la historia en esta crónica apasionada y lúcida que nos ofrece José Sierra Álvarez. Leemos y miramos. Para aprender.

Notas:

*Este artículo ha sido realizado por Antonio Crespo Massieu para Espacio Público. Una aproximación más amplia se puede consultar en Viento Sur, 7 de junio de 2022.

La ciudad habitada. Tres miniaturas del Madrid isabelino José Sierra Álvarez. 
Fundación Instituto de Historia Social, Valencia 2021.

Con Ana María López Martín como editora del proyecto, textos de Miguel Cuesta Aguirre y, sobre todo, con las espléndidas ilustraciones arquitectónicas de María del Busto Abriqueta, algunas de las cuales reproducimos en este artículo, la editorial Anaya Touring ha publicado recientemente este libro, que nos ofrece un recorrido por veinte ciudades de España y el resto de Europa teniendo como hilo conductor su camino hacia la sostenibilidad.

Siguiendo un orden alfaético nos adentramos en ciudades que han desarrollado edificios y zonas que quieren cumplir con lo dispuesto en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. El urbanismo, los ecosistemas, la biodiversidad, los eco-barrios, la economía circular, la utilización de tecnologías inteligentes, la reducción a cero de CO2 son algunas de las medidas necesarias para que los sistemas puedan mantenerse a largo plazo sin agotar los recursos, perjudicar el medio ambiente o generar injusticias sociales, es decir conseguir la sostenibilidad de las zonas y edificios que habitamos. Así, visitamos el edificio Zuidas, el centro de Arquitectura de Ámsterdam o el NEMO en Ámsterdam. Nos adentramos en el Fórum, el hospital San Pau o la Biblioteca Sant Gervasi, entre otros, en Barcelona. Berlín es una de las ciudades que nos ofrece una amplia gama de lugares y espacios: el Futurium, el Foro Humboldt o el vergel Prinzessinnengärten.

Cité du Vin- Burdeos (2016)

En Burdeos, la ciudad del Vino, no podía faltar la Cité du Vin, un museo a orillas del Garona, que además de museo es un espacio urbano ganado por los vecinos, cuyo diseño (de XTU, 2016) se presta a un sinfín de interpretaciones.

Copenhague nos ofrece sus islas flotantes, un nuevo concepto de parque público. En Estocolmo podemos ver las Slussen (esclusas) el Skansen (museo rural) o el Hammarby Sjöstad. El Centro Internacional de Artes José de Guimarães es otra de las visitas que nos ofrece este libro en el que no podía faltar la ciudad de Hamburgo con su Elbphilharmonie (la filarmónica del Elba).

Löyly, Helsinki (2016)

Löyly, en Helsinki, diseño de Avanto Architects, es un edificio que alberga un restaurante y sauna pública y cuya construcción se ha hecho con madera de telas sostenibles.

De Lisboa podemos ver la Terminal de cruzeiros. Y en Londres no podía faltar la Tate Modern, sede del Museo Nacional Británico de Arte Moderno. Madrid Río es el espacio principal de Madrid los que podemos ver en este libro.

Hotel Indigo (2018) Manchester.

El NOMA (North Manchester) es un distrito de usos mixtos que merece la pena ser visitado.

Milán nos presenta su Palazzo Italia, que fue estandarte de la Exposición Universal de 2015. Y en Oslo hay que ver el Vulkan, que ha convertido un viejo espacio industrializado en un barrio de filosofía sostenible, así como el Munchmuseet, diseño de Herreros finalizado recientemente (2021).

Museo Munch (Oslo) 2021 Diseño de Herreros

No podían faltar París con su Museé du Quai Branly (2006) dedicado a las civilizaciones de África, América, Asia y Oceanía, ni el Markthal de Róterdam (2014). De Viena hay una buena muestra de oficinas sostenibles, viviendas sociales y el WU (Universidad de Economía de Viena). Vitoria es otra de las ciudades españolas que aparecen en el libro. En ella destaca el Palacio de Congresos de Europa (2015), un jardín vertical de Urbanobolismo.

Tanzhaus, Zúrich (2019)

Por último, visitamos el Tanzhaus en Zúrich. Diseñado por Barozzi Veiga, esta escuela y escena de danza constituye una espléndida recuperación del paseo fluvial. Un proyecto que ha logrado enriquecer culturalmente al barrio y mejorar la movilidad a pie y en bicicleta.

Notas:

*Foto de portada: Vulkan (Oslo,Noruega) Diseño de LPO Arkitekter (2014). Ubicado a orillas del río Akerselva, un espacio industrializado ha sido convertido en un barrio con filosofía sostenible.

Cuando empecé a ver esta miniserie no sabía quién era su protagonista, Fran Lebowitz, escritora definida en los medios como la Dorothy Parker contemporánea. Tampoco sabía que Martin Scorsese, director de la miniserie, había hecho diez años antes un “documental” sobre ella, o mejor dicho, sobre el personaje, para otra plataforma (PublicSpeaking, 2010, HBO). Pongo documental entre comillas porque me pasma cuán grande es el cajón desastre de productos audiovisuales que se presentan bajo esta etiqueta. Pero ese es otro tema.

En Supongamos que New York es una ciudad (Netflix, 2021) vemos a Fran como una mujer muy ingeniosa, rápida, sarcástica y con mucho sentido del humor. Tiene una verborrea impresionante, puede cambiar de tema en segundos y la locuacidad no aminora. En siete capítulos comparte lo que piensa fundamentalmente sobre NY (el transporte público, el mercado inmobiliario, los/as viandantes…) algo sobre cuestiones generales (el dinero, el arte, #MeToo…) y apenas nada sobre ella, algo que al parecer sí ocurrió, aunque tampoco muy profundamente, en PublicSpeaking.

Yo, espectadora española, que no sabe nada de sus dos libros publicados en los ochenta ni de su trabajo en Interview, ni sigue sus andanzas en la jet set de la Gran Manzana, acabo la miniserie y me pregunto por qué Scorsese no aprovecha que su amiga ha sido una testigo de excepción de décadas de gran agitación cultural (70s-80s) para ponerla en el centro de la trama.

Lebowitz vivió el sueño americano en NY, ciudad clave en el imaginario cultural de todas esas personas que amamos el arte, asistiendo a los primeros conciertos de los New York Dolls y entrando en Studio 54 con el séquito de Warhol. Llevó a cenar a casa de sus padres a Charles Mingus y Peter Hujar. Entiendo que Fran no quiere traspasar la frontera del relato íntimo porque en las escasas ocasiones que lo hace pasa muy de puntillas: pequeñas píldoras sobre sus trabajos efímeros al llegar a la ciudad y nada, por ejemplo, sobre su experiencia como columnista y crítica cinematográfica cuando las firmas femeninas no eran tan habituales en la prensa como ahora. Y a diferencia de Public Speaking aquí no surge la cuestión de la homosexualidad (ya estaba en NY en la redada de Stonewall!). En definitiva, entre las constantes risitas del director convertido en teleñeco/muppet para acentuar el ingenio de su amiga, expone su experiencia ciudadana desde la distancia, sin diferenciarse apenas de la masa.

Con esta premisa de evitar lo íntimo, le habría sugerido a Scorsese que centrase la miniserie en el ámbito cultural, ese que Fran domina. Emerge otro tono cuando habla del circuito de jazz y rock en los setenta (su anécdota con Charles Mingus es de las mejores) y muy especialmente cuando subraya su pasión por la literatura. Es ahí donde vemos más a la persona y menos al personaje speaker de éxito y amiga de Scorsese y Warhol.

Notas: Ilustración de la femme_agitee

KILÓMETRO CERO – exposición de Rafael Martínez Ranedo

A pesar de la pandemia, de la situación de Madrid y de las dificultades que están sufriendo el arte y el mundo de la cultura en general, las actividades artísticas no se han detenido. Y es gratificante comprobar que hay barrios que siguen realizando exposiciones, conciertos, conferencias…, respetando siempre las medidas sanitarias recomendadas. Es el caso del Centro Cultural de Hortaleza, en Madrid, donde el pasado 1 de octubre se inauguró la exposición Kilómetro 0 del pintor y artista plástico Rafael Martínez Ranedo. 

Como uno de los objetivos de este Espacio Público es hacerse eco de las muestras culturales que normalmente no tienen oportunidad de salir en grandes medios, y dar visibilidad a creadores que, lamentablemente, permanecen invisibles, traemos hoy a estas páginas la exposición de Rafael Martínez Ranedo, que se puede visitar en el Centro Cultural de Hortaleza hasta el 31 de octubre de este año.

Tras trabajar muchos años en el campo del diseño gráfico, esta primera exposición es para Rafael Martínez una cierta reinvención, una vuelta a sus orígenes y a su formación en Bellas Artes. Como él mismo dice en el catálogo de la exposición, su intención es “producir un contacto con el espectador provocando reacciones diferentes”. El trabajo se ha realizado sobre papel y lienzo, en la mayoría de los casos sobre base fotográfica tratada tanto con óleo como con pinturas acrílicas.

De esta exposición, Pepe Galindo, decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Pais Valencià, ha dicho: “Rafael Martínez presenta una colección de cuadros de apariencia abstracta, es decir, construidos con un lenguaje plástico autónomo, independiente de las formas propias del mundo visible, si bien estas abstracciones ahora también compartan ese mismo universo. Aunque ordenados en cuatro series, formalmente y con gran simplicidad se pueden tipificar como orgánicos o geométricos”.

Las obras expuestas se agrupan bajo los epígrafes “Abstracción Geométrica”, “Abstracción”, “De la naturaleza” y “Reflejos del alma”. Y sigue diciendo Pepe Galindo: “Lo que no vemos es lo que precisamente nos enseña Rafael Martínez con su reflexión y percepción del entorno. A través de una mirada de naturaleza interior, descubre su segunda cara como fino pintor: la del que muestra un trato excelente del detalle”.

Por su parte, el profesor y doctor en Bellas Artes Jaime Lorente considera que esta exposición representa “una vuelta de Rafael Martínez a la pintura que le permite manifestar alguna de sus preocupaciones: cómo y qué podemos pintar hoy, entre otras”.

Entre la abstracción y la figuración se mueven las obras expuestas, en las que hay ritmo y proporción, luz y color; en las que quien mira debe imaginar.

Y  para finalizar, recogemos estas palabras de Jaime Lorente: “Lo que debe hacer cualquiera que tome partido por la pintura es pintar, desatendiendo las muchas cantinelas que se oyen a menudo hoy, que como cantos de sirena recorren las calles, plazas o avenidas de cualquier ciudad seduciendo a los más nerviosos y distraídos. De lo que no me cabe duda alguna es que de todo esto ha tomado buena nota Rafael Martínez, que atraído por la fuerza de esta y sin abandonar sus tareas artísticas anteriores que tan buen resultado le habían dado, decidió sumergirse en su práctica desde hace ya algunos años para dedicarle tiempo y buen hacer”.

Mientras tanto pasen y vean, no se queden ahí, adelante…

Centro Cultural de Hortaleza, C/ Santa Virgilia, 15, 28033 Madrid.

moderado por:

  • Pedro Chaves

    Politólogo, investigador especializado en la UE

  • Marià de Delàs

    Periodista

Conclusión del debate

¿Se pueden cambiar las ciudades? Esta pregunta ha sido el punto de partida de la ponencia que el geógrafo y urbanista Jordi Borja ha desarrollado en nuestra web durante los dos últimos meses.

En ella, su autor planteaba que hay que “socializar políticamente las elecciones” y que, ante el cambio de época en el que estamos, es preciso replantearse la ciudad metropolitana, la base económica, la unificación fiscal y política y un proyecto urbanístico integrador. Esto, a su juicio, requiere grandes proyectos entre los que se encuentran reorganizar el mapa territorial o adaptar la institucionalidad política y financiera a las realidades económicas y sociales para hacer posible una fiscalidad más justa.

Aboga el ponente por acentuar actuaciones especialmente referidas a la pobreza, la vivienda, el empleo y la protección social. Ante las actuaciones más potentes, las referidas al urbanismo, las intervenciones en el tejido urbano o los desarrollos nuevos, se pregunta: ¿para quién? Recuerda que hay tener en cuenta los efectos perversos de las buenas acciones urbanísticas, las que mejoran la ciudad pero contribuyen a multiplicar los precios del suelo y de la vivienda porque esto suele acabar redundando –afirma- en la expulsión de las ciudades de los sectores populares y a veces también medios.

Apuesta Borja por yugular la especulación mediante políticas fiscales y urbanísticas que a la larga acaben socializando el suelo urbano y urbanizable. Y termina haciendo votos por la llegada del aire fresco: “Los portavoces de la nueva política –escribe- se presentan a las elecciones, veremos cuando lleguen al gobierno lo que proponen y lo que hacen después… Ya es mucho que existan, que hayan sabido presentarse exitosamente en el escenario político y mediático y que tengan opciones de gobernar tanto a nivel local y autonómico como estatal. Pero por ahora, sobre todo es una marca. Y la marca también se ha convertido en producto”.

En el foro de Espacio Público pueden leerse las diversas aportaciones que a la exposición de Borja han ido haciendo distintos autores, entre ellos Enrique del Olmo, Rosa de la Fuente, Martiño Noriega, Xulio Ferreiro, Francisco Ramos, Nacho Murgui o Jaume Grau entre otros.

Frente al “Resistir es tener esperanza” de René Chair que citaba Borja en su ponencia, Martiño Noriega, candidato por Compostela Aberta a la alcaldía de Santiago, sostiene que “Resistir es perder” y señala la gravedad que supone que el PP haya realizado, en estos últimos años, “una privatización partidaria de los ayuntamientos bajo la coartada del necesario cambio conservador, y mientras Roma arde”.

El socialista Ramos Antón, parlamentario en las Cortes de Castilla León, exponía en su aportación que “en la maleta de las grandes reformas no hay que olvidar constitucionalizar el derecho al gobierno local y el espacio político de las competencias locales, para que no se lo lleve el viento”.

Por su parte la profesora de Ciencia Política Rosa de la Fuente planteaba, entre otras cuestiones, cómo se puede sustituir el urbanismo neoliberal del ciclo expansivo de la economía por un urbanismo social en un contexto de contención de las inversiones públicas o privadas.

El candidato de Marea Atlántica a la alcaldía de A Coruña, Xulio Ferreiro, si bien no cree “que podamos esperar de estas elecciones municipales que sean el pistoletazo de salida inmediato a un proceso constituyente sí piensa, sin embargo, que pueden servir para recuperar la esperanza e impulsar eso que llamamos «nuevo ciclo político».

Nacho Murgui, número dos, tras Manuela Carmena, en la lista de Ahora Madrid al ayuntamiento, ha querido valorar positivamente por escrito el hecho de que, “tras décadas de desafección política y desencanto, de acudir a las urnas con la «pinza en la nariz», llega ahora el momento de la sonrisa y la alegría de seguir avanzando en los cambios que hagan de nuestro país y de nuestras ciudades lugares dignos en los que vivir”.

Como colofón al debate en la web, Público TV emitió por streaming el miércoles 20 de mayo un coloquio moderado por la periodista Pepa Roma y en el que, además del propio ponente, los participantes fueron Montserrat Muñoz, número dos a la Comunidad de Madrid en las listas de IU; Carme García Lores, PSC, alcaldesa de Rubí; Nacho Murgui, Purificación Causapié, número dos por el PSOE al ayuntamiento de Madrid y el sociólogo Julio Alguacil, profesor de la Universidad Carlos III.

Ponencia inicial

Municipalismo. Cómo cambiar las ciudades

Municipalismo. Cómo cambiar las ciudades