Por fin, múltiples y unitarias manifestaciones

El sábado, 20 de enero, recorrió el Paseo del Prado una ola de solidaridad, de denuncia y de espanto, bajo el lema “Paremos el genocidio en Palestina”. Miles de personas mostraron el dolor y la rabia por la injusticia que sienten por la terrible violencia, por la masacre del pueblo palestino en Gaza.

La destrucción de las ciudades y los pueblos, de sus casas, escuelas y Hospitales, la terrible muerte diaria de cientos y cientos de niños y niñas, ancianos, mujeres, hombres que son enterrados envueltos en un sudario blanco abrazados por sus familias, niñas abandonadas que lloran su soledad por las calles…bajo las bombas, los disparos. Lo vemos cada día, en casa, en silencio, queriendo gritar contra un genocidio que ya ha provocado más de 26.000 muertos en estos meses. Y más de 6.700 enterrados por las ruinas. No es una guerra, es un genocidio.

Sevilla, Málaga, Granada, Gijón …fueron también otras de las ciudades en las que miles de personas acudieron a sus calles por esta convocatoria unitaria.

En Madrid se necesitaba esta manifestación unitaria y fuerte como ya se habían desarrollado en otras ciudades. Porque parece inhumano ver el espanto, sentir la indignación y no gritar y exigir que acabe. Volver a ver vagones de metro abarrotados como también lo estaban sus pasillos y salidas nos empujaban a la calle colectiva y airada. Nos reconocíamos.

Y también la poesía se duele: Una palabra para decir la muerte sin ahogarnos

Como también se han reconocido y encontrado voces de denuncia desde la poesía en 44 ciudades, en 10 países, a través de más de 1000 poetas que respondieron a la convocatoria Poesía por Palestina. Versos contra el genocidio realizada por el Colectivo de poetas de apoyo a Palestina.

Las ciudades que participaron fueron Alicante, Bilbao, Córdoba, Gijón, Logroño, Murcia, Santander, Tenerife, Toledo, Valladolid, Zaragoza entre otras; También se sumaron desde colectivos poéticos de Bélgica, Suiza, Argentina, Colombia, Chile, México, Perú, Uruguay, Venezuela.

El formato del encuentro, en espacios cerrados o abiertos, se concebía como un maratón de poetas desde las 10 de la mañana hasta las 22, doce horas de lecturas.

¿Quién y cómo organizó estos actos? La amistad, la militancia poética de un pequeño grupo lanza al agua una pequeña china y las ondas se van ampliando con el paso de los días y las palabras. Julio Mas Alcaraz, poeta, cineasta y productor, junto con el poeta y editor Paco Moral y Victor Gómez, poeta y miembro de una asociación de ayuda a los refugiados en Valencia, juntos, son ese primer círculo del que surge la idea. Ninguno es ajeno a actividades de promoción de la poesía. Paco ha organizado muchos actos públicos de lecturas poéticas a favor de los refugiados, contra la violencia a las mujeres… Por esta razón, sus contactos son “infinitos”. Alberto García Teresa, indispensable también en actos de poesía crítica, difundió desde este primer momento la idea y se unió al grupo. Todos ellos con sentido colectivo de organización y difusión. Enviaron un correo, un mensaje y la generosidad de los poetas para participar y colaborar se extendió por cada ciudad, creciendo como bola de nieve.

En Madrid, no quiero dejar de señalar a Belén García Nieto, Javier Gil, Jesús Bonilla y tantas otras, imposible nombrar a tantas personas que han realizado esas tareas en las que se echan horas y horas: han encontrado un local, el CSO La Ferroviaria, han definido la organización en todos sus detalles, tantos poetas en cada hora, cinco minutos cada uno. Han recogido las posibilidades de cada poeta según su disposición de tiempo y han preparado las listas y el orden. Y han puesto en marcha aquella intendencia que hace posible el éxito de los actos.

Más de 100 poetas han leído poemas, propios o no, en Madrid; muchos han dado voz a poetas palestinos. A lo largo del día han acudido a la escucha y acompañado a los versos más de 600 personas. Desde poetas muy reconocidos, otras con diferentes premios, aquellas voces que comienzan, las que mantienen un trabajo y unas ediciones constantes hasta aquellas que luchan para iniciar un proyecto editorial conseguir sacar adelante sus publicaciones. Todas juntas. El mismo grito, el mismo dolor, la misma ira,

La nana escrita por Carlos Piera y leída por Javier Gil Qué guapa en la cuna mi niña adorada/ para que la muerte cuando venga a verte te encuentre acostada/ cierra los ojitos vida de mi vida/ para que la muerte cuando venga a verte te encuentra dormida … duérmete rubí, a ver si la muerte, cuando venga a verte se me lleve a mí.

O los versos del más joven entre los poetas, Mario Obrero Es tiempo de guardar a todos en la memoria para que quienes no fueran de nadie sean también nuestros para expresar el dolor.

La voz de Rosana Acquaroni Gaza/fruto mortificado/ oigo a todos tus hijos/ látigos quebrantados/ en el nudo apretado de la noche. Carmen Crespo balbucea el dolor Algo que era/ algo como un alambre/ o una piedra/ o el recordatorio del padre muerto/ la premonición de quien no tiene nombre.

Las palabras de Antonio Crespo Massieu terminan revelando lo imposible de decir Habría que pedir/ que tal vez el viejo Dios del silencio/ dejara por fin la escena/ y como herencia nos restituyera/ una gramática del espanto/ y nos diera/ entre la emoción y el grito/ también entendimiento y palabra. / Una palabra para decir la muerte/ sin ahogarnos.

La intensidad de las últimas palabras leídas por Juan Carlos Mestre emocionaron hasta el dolor de las lágrimas, porque recogían nuestro grito silencioso:

Son los tanques frente a lo único verdadero, la vida, el valor absoluto, es la ruina moral de los actos de fuerza, la disimetría del conflicto, la violencia irrestricta contra la modesta condición de las víctimas. Llámalo como quieras, pero entiéndelo de una vez para siempre, no hay escuela en los cementerios, escrito está, escrito estuvo y escrito sigue en las Tablas: No matarás, no matarás, no matarás.

Una caja de resistencia

Organizaron una Caja de Resistencia, una Hucha, colocada en la pequeña barra de bar situada en el local. La gente colaboraba con dinero, con poemarios que se vendían en la entrada y cuya recaudación iba también a la hucha. 1.600 euros en una tarde y, sabiendo que la mayoría de poetas no son gente “de posibles”, era una cantidad apreciable.

Aquí entraba la colaboración con UNRWA Palestina, Agencia independiente de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina, financiada por contribuciones voluntarias que funciona desde hace 70 años. Ayuda a 5 millones de refugiados. Y en estos momentos atiende en los campamentos de Gaza a 1,4 millones de personas. Incluyendo las inmediaciones de los campamentos ayudan a 1,8 millones de personas. Han sido asesinados más de 152 trabajadores de UNRWA desde el 8 de octubre. Solo 6 de sus 22 centros de salud funcionan como consecuencia de los bombardeos.

Para colaborar con esta Caja de Resistencia se puede ingresar en la cuenta corriente de la Asociación colaboradora desde hace muchos años con UNRWA desde Valencia:

Valéncia és refugi
ES48 2100 3662 6422 0011 3462
Titular: Valéncia és Refugi. 
Concepto: Ayuda a Palestina

Para que este grito que nos estremece a todos se haga por fin realidad: NO MATARÁS, NO MATARÁS, NO MATARÁS

No lo tenía fácil Rosana Acquaroni para superar el magnífico poemario La casa grande. Premio Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid en 2019, logró atraparnos desde el primer verso… LLEVO ALOJADA EN EL CORAZÓN/una bala de plata./La misma que mi madre/no supo disparar. Un libro con tres ediciones y más de 1.000 ejemplares vendidos. Ahora regresa con la publicación del bello, comprometido y descarnado, 18 ciervas; un viaje emocional a través de la palabra poética que nos interpela con el trasfondo de las relaciones personales, el amor, el desamor, la dependencia afectiva, la libertad, la violencia, el perdón…

Un libro lleno de verdad, sin pliegues, sin fuegos de artificio.

La autora se desnuda y nosotros con ella, consiguiendo que, como señala Manuel Rico, director de la colección, el lector no salga indemne.

Hablamos con Rosana Acquaroni en la vorágine de la Feria del Libro de Madrid, con el horizonte de la lectura que realizará el próximo 28 de julio a 1.700 metros de altura, dentro de la segunda edición del festival Lo Sagrado, en plena naturaleza, en los parajes espirituales del Cerro de la Mesa de Navarrevisca.

¿Por qué el título de 18 ciervas?

Tal y como aparece recogido en la nota a pie de página que acompaña al poema nº 5 (pp. 32-33) el título hace referencia a las dieciocho ciervas que hay pintadas con la técnica del tamponado rojo en la cueva prehistórica de Covalanas, en Ramales de la Victoria, Cantabria, y que tuve oportunidad de visitar en el verano de 2018.

Aquella experiencia junto al hombre que amo fue una verdadera revelación. Sentí que el amor es regreso al origen, tal como luego se dice en ese mismo poema. Lo que empezó siendo deslumbramiento, experiencia vital y sensorial, se convirtió con el tiempo en veta poética. Además, supe enseguida que ese sería el título del poemario. La cierva se convierte en imagen dialógica, en voz interior que reverbera junto a la propia voz poética a lo largo del libro. Hay dieciocho poemas numerados que lo atraviesan, lo vertebran y le dan un vuelo simbólico al relato.

HAY ALGO EN TI/de mí/que ya ha tomado cuerpo… Encontramos tres partes diferenciadas en el libro, en las que emerge siempre un deseo de luminosidad, una reivindicación del amor a pesar de todo, de la violencia, del maltrato… y lo autobiográfico de nuevo como fuente de inspiración. ¿Por qué lo autobiográfico? ¿De donde surge esa necesidad?

No sé si calificarlo de necesidad, en sentido estricto. De hecho, no creo en una poesía encharcada de aquello que yo necesite decir. Busco una poesía que sea capaz de decirme y, sobre todo, de decirse a sí misma, para que el lector encuentre, en ese acopio, su propio sentido. Sin embargo, es cierto que La casa grande (2018) marca un antes y un después en mi escritura y que ese sustrato autobiográfico se mantiene claramente en 18 ciervas. Pero, insisto, los restos argumentales por los que el libro transita se han ido articulando a lo largo del proceso creativo nunca de manera deliberada.

Lo que empezó siendo un ars amandi, un libro de celebración del nuevo amor se fue convirtiendo en un libro mucho más complejo donde se abre también la grieta del desamor que lo precede. Una grieta que no busca la reparación sino la reflexión profunda a partir de lo vivido;  acerca del perdón, de la culpa, del deterioro de una relación: Cómo el amor pudo llegar a ser disparo, dice uno de los poemas. No hay nada mejor que dar tiempo a los poemarios… Dejarlos reposar y que ellos mismos vayan trazando esa organicidad que necesitan más allá del poeta y sus circunstancias.

Fotografía cedida por Rosana Acquaroni y Concha Hernández.

Han pasado cinco años desde que comenzaste a escribir 18 ciervas, ahora el libro ha empezado a caminar, a la espera de la opinión de los lectores ¿te sientes satisfecha con los resultados?

El libro encuentra su sentido esencial a partir de 2021. Y es en 2022 cuando se precipita el proceso de escritura y se convierte en obsesión necesaria y en voluntad de cierre. Tengo al mismo tiempo un sentimiento paradójico de plenitud y vacío que no me había pasado con libros anteriores, ni siquiera con La casa grande. Siento que 18 ciervas conjuga verdad y belleza, dos elementos fundamentales de la poesía que me interesa porque son los que consiguen la emoción en el lector que es, en definitiva, quien tiene la última palabra.

Vimos en la presentación en la Biblioteca Eugenio Trías a un público que llenaba la sala y gente sin poder entrar… ¿qué momento vive la poesía?

Estamos viviendo un momento complejo, en el que hay que estar muy atenta: por un lado, la poesía brota en las redes sociales con fuerza, casi, diría, de manera eruptiva, incluso virulenta; y esta nueva manera hipertextual, inmediata, discontinua y multimodal de leer en las redes sociales ha conseguido una apariencia de renacimiento. Pero no es poesía todo lo que navega en las redes. Hay cierta tendencia a la banalización que no le hace bien a la verdadera poesía.

Un momento de la presentación 18 ciervas en la biblioteca Eugenio Trías, Madrid. Fotografía cedida por Rosana Acquaroni y Concha Hernández.

Publicas 18 ciervas en una editorial, Bartleby, que cumple los 25 años.  ¿Qué dirías de esta tu editorial?

Creo que solo es necesario navegar por su catálogo para entender la enorme labor que Bartleby lleva realizando desde sus inicios. Su arriesgada apuesta por las ediciones bilingües, por ejemplo. Su apuesta por poetas norteamericanas tan importantes como, por ejemplo, Sharon Olds, que no estaban apenas traducidas y que ahora son y siguen constituyendo un referente inspirador. Su compromiso con la poesía escrita por mujeres… y como dice su editor, Pepo Paz, “la radical apuesta por la pluralidad, la independencia editorial y la calidad de las propuestas poéticas”.

El próximo 28 de julio estarás presentando tu libro en Navarrevisca a 1.700 metros de altura, en un paraje natural donde subsisten peñas sacras y ruinas arqueológicas de templos de diferentes épocas, dentro del festival Lo Sagrado, ¿qué supone para ti presentar este libro en este contexto, teniendo en cuenta que, según señalaba Fanny Rubio, el ciervo es el animal místico por excelencia, símbolo también de lo espiritual? ¿Rescata la poesía lo sagrado?

Para mí será una de las citas más importantes que me regala este libro. Poder recitar en plena naturaleza, rodeada de un paisaje mágico, de piedras cargadas de resonancia y ritos ancestrales va a ser un verdadero lujo. Lo sagrado es el lugar de la poesía, su espacio natural. Por otra parte, la figura de la cierva está presente en múltiples iconografías tanto occidentales como orientales, así como en muchas literaturas: desde el antiguo testamento, San Juan de la Cruz, hasta llegar al luminoso poema de la cierva blanca de Jorge Luis Borges, pasando por la cultura grecolatina, celta, etc. Espero que toda esa carga vibre en Navarrevisca  esta vez a través de 18 ciervas.

18 ciervas
Rosana Acquaroni
Bartleby Editores/2023
Yo he elegido ser un poeta troyano. Pertenezco 
decididamente a la estirpe de los perdedores:
privados del derecho a dejar huella de su derrota,
privados hasta del derecho a proclamarla.
Ahora bien, acepto la derrota, no la rendición.

El poeta troyano. Conversaciones sobre la poesía reúne cinco entrevistas que Mahmud Darwish, en su madurez, concedió a diferentes medios. En su prólogo, Luz Gómez, editora y traductora del libro, nos advierte de que existen numerosas entrevistas de Darwish en sus inicios y en la etapa de madurez, pero guardó “un premeditado silencio, casi total en su periodo medio que coincide con los años de su exilio en Beirut, Túnez y finalmente en París”. El regreso a Palestina, tras los Acuerdos de Oslo, dio inicio a una nueva etapa de su vida y de su poesía, a la que corresponden las entrevistas aquí seleccionadas. “La entrevista —continua la prologuista— es un género temerario. La frescura y la sinceridad casan mal con la cautela y la prudencia necesarias. Darwish supo llevar a su terreno el género y desgranar sus intereses mayores: lo poético y lo político, lo personal y lo colectivo”.

A través de estas conversaciones, Darwish va desgranando su poética, que ha ido evolucionando a lo largo de su dilatada obra, desde una poesía de resistencia a una poesía que reclama su lugar en la universalidad poética, que, a su parecer, le permite expresar mejor la tragedia palestina. Deslindar lo político de lo poético, lo personal de lo colectivo sin renegar de nada.

A la pregunta de Abdo Wazen en “Nacimiento a plazos” —la más larga de las entrevistas que recoge el presente volumen— de si París, ciudad en la que el poeta vivió exiliado durante diez años, fue decisiva para darlo a conocer, Darwish responde: “No sé. Lo que sí sé es que en París tuvo lugar mi verdadero nacimiento poético. Si tuviera que destacar algo de mi poesía, casi todo con lo que me quedaría lo escribí en París, durante los años ochenta y primeros noventa. Allí tuve la oportunidad de pararme a pensar y reflexionar sobre la patria, el mundo, las cosas, poniendo cierta distancia, una distancia iluminadora”.

Más adelante, refiriéndose a su retorno a los Territorios Ocupados de Palestina, dice: “Así que tomé la segunda decisión más arriesgada de mi vida: tras la salida, el retorno. Salir y retornar son los dos pasos más difíciles que he tenido que dar. Elegí Ammán porque está cerca de Palestina y porque es una ciudad tranquila de buena gente. Allí puedo hacer mi vida. Cuando quiero escribir, me marcho de Ramala y aprovecho para estar solo en Ammán”.

En Ramala, Mahmud Darwish siguió dirigiendo la revista Al-Karmel, cuyos archivos fueron destruidos por el ejército israelí durante el asedio de la ciudad en el año 2002.

Wazen alude a La cama de la extranjera, “un libro de amor muy hermoso”, cito literalmente, uno de los poemarios de su etapa final, en el que parece que Darwish consigue acabar con la idea de que en su poesía la mujer es la tierra, o la amada, la patria. “Es peligroso andar siempre aferrándose a los símbolos. La mujer es un ser humano y no un medio para expresar otras cosas. La rosa es un ser vivo sublime y no tiene por qué simbolizar la herida o la sangre”, contesta Darwish, y prosigue:

La identidad de ser humano del palestino precede a su identidad nacional … El palestino es un ser que ama, odia, disfruta de la primavera, se casa… Igual pasa con la mujer, que significa otras cosas que no son la tierra. Por más bonito que sea que la mujer encarne la existencia entera, lo primero es que tiene su personalidad como mujer.

Cuando a raíz de la publicación de La cama de la extranjera se me echó encima la crítica, que me acusó de haberme desentendido de la causa palestina, les respondí que al contrario, que este libro profundizaba en esa dirección. Que escribir sobre el amor representa una dimensión esencial de la resistencia cultural, y que si somos capaces de escribir sobre el amor o la existencia, la muerte o el más allá, nuestros valores nacionales y nuestra identidad salen reforzados. No somos una arenga política, no somos un panfleto. Como he dicho y repetido en más de una ocasión, ser palestino no es una profesión: por más que el palestino luche y defienda su tierra y sus derechos, ante todo es un ser humano.

En la entrevista que cierra el libro, “La estética de la desesperación”, Darwish confiesa a Dalia Karpel, del diario israelí Haaretz: “La situación actual es la peor que quepa imaginar. Los palestinos son la única nación en el mundo que sienten con certeza que el día de hoy es mejor que los días venideros. Mañana siempre trae una situación peor”.  Estas palabras fueron pronunciadas en julio de 2007, pocos días antes de un recital histórico en el Auditorio Monte Carmelo de Haifa (Israel en la actualidad), y parecen proféticas: en marzo de 2023 la situación de Palestina empeora irremisiblemente, el día de hoy es, lamentablemente, mejor que los días venideros.

Mahmud Darwish

Mahmud Darwish nació en 1941 en Birwa, una aldea palestina cercana a Acre, completamente destruida por las milicias sionistas en 1948. Cuando regresó a Galilea desde Líbano, donde se había refugiado su familia, se le declaró “presente-ausente”, lo que significaba que no podía reclamar ninguna de sus propiedades, que habían pasado a propiedad del Estado judío. Entre 1960 y 1970 estuvo encarcelado en numerosas ocasiones por su defensa de Palestina. En 1971 emprendió el camino del exilio, cuyo primer destino fue El Cairo. Fue miembro del Comité Ejecutivo de la OLP, del que dimitió tras los Acuerdos de Oslo en 1993. Desde entonces y hasta su muerte (2008) en un hospital de Houston (EE.UU.) vivió entre Ammán y Ramala.

El poeta troyano. Conversaciones sobre la poesía.
Mahmud Darwish
Edición y traducción de Luz Gómez.
Guadarrama: ediciones del oriente y del mediterráneo, 2023.

El sábado, 2 de octubre, a las 7 de la tarde, desde Punta Umbría, nos habían convocado a un encuentro poético dos amigos, el poeta y gestor cultural Uberto Stabile y la poeta Gema Estudillo en la sala de la editorial Huerga y Fierro de Madrid. Llevan entre ambos, desde hace cuatro años, una pequeña editorial con diferentes e interesantes proyectos: la revista Alameda 19, una colección de poesía Garum y unas plaquettes las hojas del baobab. Estas hojas, estos “pliegos de poesía”, comenzaron como una excusa para viajar desde el sur, para visitar a poetas amigos y pedirles su colaboración para una edición primorosa, un pliego, casi, de cordel. Cuando lleguen a cien obras, en ese momento, la colección se acabará. En Madrid se presentaban algunos de los doce pliegos correspondientes a este año: Jorge Riechmann, Alberto García-Teresa, Fernando Beltrán, Pilar González España y Jesús Munárriz.

Yo leo poesía. Una lectura íntima y necesaria, imprescindible. Depende del momento me decanto por uno u otro libro. Y me gusta leer en voz alta, para oír su música también, para que me envuelvan más las palabras. Escuchar poemas leídos por buenos actores, actrices, con esas voces tan educadas, con ese saber pronunciar todas y cada una de las palabras, también me llega. Pero escuchar a poetas leer sus propias obras es sorprendente. A veces es decepcionante y prefiero olvidar esa lectura y sumergirme yo sola en sus palabras. Pero otras veces, ay, otras veces, escuchar un poema con la voz de la persona que lo ha creado, surgiendo con su sentido y sus sentimientos, es un milagro.

Porque sucede, a veces, solamente a veces, que se tiene la sensación de vivir un momento irrepetible. Extraordinario e irrepetible. Eso vivimos las más de setenta personas que asistimos a este acto en Embajadores.

Jorge Riechmann abrió con la lectura de Qué capricho lo de aprender a bien morir. «Y quién te acompaña entre una y otra oscuridad”, una cita de Guadalupe Grande, de ella, de la que nos dejó “el dos de enero del año 21 que nunca hubiera tenido que ocurrir”, conforma sus primeras palabras. Y él nos recordó que “Perplejidad es palabra que oímos tantas veces de su boca” y que llegaba tantas veces “aleteando junto a desconcierto”. Él nos sentó a la mesa de Alenza ocho para esperar la tortilla de Paca en “ese refugio luminoso de inteligencia y piedad y belleza y alegría”. Y cuando nos recordó que “Los ya nunca golpean como hachazos” el silencio, la tristeza, el recogimiento inundó la sala.

Más adelante Fernando Beltrán leyó La jerarquía del ángel, se trata de un largo poema que compone todo el pliego. Comienza “A la naturaleza le da igual que mueras o no mueras”. Y como una letanía desgranó el manzano, la flor, el verde, la montaña. “El pulmón en su afán, la ola en su espuma, el perro en su diván de mirada tristísima”. Todo permanece en su sitio. Porque un ángel le dio la mano y nunca sabrá que ya no era su mano. Juan Ramón Jiménez escribe “Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando”. Y el concepto, la idea es la misma. Pero la lectura temblorosa, emocionada, a veces furiosa o tierna de Fernando hizo de aquel momento un tiempo fuera del tiempo, un sentir, de repente, el dolor de todos los heridos de estos largos meses que han estado en esa frontera terrible “cuando ya nada es tuyo, pero aún es contigo”. Y un inmenso agradecimiento por la valentía de vivirlo frente a todas las personas que allí estábamos apenas respirando.

Alberto leyó Descender la distancia, poemas llenos de amor a los animales, y Pilar La bella durmienteque mantuvieron ese clima. Y finalizó Jesús Munárriz con Yo a lo mío (que es lo vuestro) lleno de ironía y de humor que nos dejó respirar.

El acto lo cerró el editor Francisco Cumpián leyendo, acompañado por Antonio Bueno, su bellísima edición de Aullido de Allan Ginsberg. Con ella se despide de una ejemplar labor editorial de muchos años uniendo la sensibilidad del poeta, el trabajo del artesano y la mirada del artista.

Fue una tarde que nos ayudó a recolocarnos en el mundo, a salir de estos meses buscando a tientas la luz, a encontrarnos y agradecernos que seguimos aquí pero también a reconocer de dónde hemos salido. Como repetía Fernando “Todo tiene sentido cuando todo se pierde”. Escuchar poesía, escuchar poesía de la boca de sus autores, es imprescindible para que todo sea.

                                                       

En estos días es inevitable referirse, en el 50 aniversario de la muerte de JimMorrison, el líder de The Doors, una de las bandas más controvertidas e influyentes de la historia del rock, a los oscuros y confusos detalles sobre su muerte, y por supuesto, a su papel dentro del imaginario colectivo de lo que significaron los años 60 en su dimensión más rompedora y revolucionaria. Así como por supuesto a su rol como frontman, líder en escena y cantante de un grupo sin el cual no es posible entender aquel periodo en el cual, como bien dijo el prestigioso crítico e historiador del rock David Dalton, “hubo un momento en el que se pudo creer que el rock iba a heredar la tierra”.

A la hora de aproximarse al personaje en este singular aniversario de su fallecimiento, no obstante y en tanto en cuanto la faceta de Jim Morrison como estrella de rock, como líder de los Doors y en relación con toda la literatura ya existente sobre su vida y su muerte –alguna fiable, otra no tanto- será objeto de artículos en diferentes medios, querría compartir con todos y todas las que nos leen unos apuntes sobre una de las facetas quizá menos exploradas acerca de la personalidad de Jim Morrison: su vocación poética.

Más allá de la imagen salvaje de una estrella de rock hedonista, evadida de la realidad por el alcohol y las drogas, más allá del falso estereotipo que creó la muy discutible película de Oliver Stone sobre los Doors en 1991, la cual ha dejado en la memoria de mucha gente la grotesca caricatura de un músico, creador y artista que era mucho más que el exagerado e irreal retrato que Stone mostró en su cinta, Jim Morrison aún con sus episodios de excesos, fue un joven inteligente y cultivado, apasionado lector y que junto a la música, desarrolló como estudiante proyectos e ideas en el campo del cine y del teatro experimental. Y muy especialmente, desarrolló una trayectoria poética tristemente muy breve, pero interesantísima y que es innegable que habría tenido un recorrido mucho más largo de haber seguido vivo. No es en modo alguno baladí el hecho de que cuando decidió en la primavera de 1971 establecerse en París, además de alejarse de toda la presión que suponía vivir en Estados Unidos, tanto por sus problemas con la justicia como por su situación con los Doors, su intención era inspirarse en una ciudad que había sido la cuna de muchas de sus influencias más determinantes para seguir escribiendo poemarios y perseverar en su vena literaria.

Memorial de Jim Morrison en Berlín

Es conocido que el poeta y dramaturgo francés Antonin Artaud llegó en 1936 a México con la intención de conocer y experimentar los rituales iniciáticos de los indios Tarahumaras y de probar el peyote, la llamada planta-origen de la conciencia en tanto que su consumo poseía, para los habitantes de aquel territorio, la virtud alquímica de transmutar la realidad y llevar al iniciado hasta el punto en que todo se abandona para volver a empezar. Le interesaba sobremanera la capacidad de los indios americanos para entrar en otros estados de conciencia y percibir otro tipo de realidad. Años más tarde, es conocido también que Jim Morrison, siendo un niño de apenas cuatro o cinco años, vio morir en la carretera a un indio que había sufrido un accidente de tráfico con su familia. Según las tradiciones y creencias indias, cuando alguien ve morir a una persona, el alma del fallecido se adentra en la persona que le vio despedirse de la vida y le acompañará siempre. Jim Morrison, que se sentía muy identificado con Artaud, conocía esa creencia y siempre pensó que él había vivido esa experiencia, lo cual le inspiro una pieza incluida en su libro ‘Poemas Ocultos’, que decía lo siguiente:

“Ave de rapiña
ave de rapiña volando alto, volando alto, voy a morir
Llévame en tu vuelo
indios esparcidos en el amanecer
carretera sangrante 
los fantasmas se amontonan en los niños pequeños
frágil mente de cáscara de huevo
bajo el agua, bajo el agua…”
“Si pudiera clavarme una pluma en mi corazón y derramar sangre por todo el escenario, ¿te satisfaría? ¿Pensarías que soy un chico extraño?” (The RollingStones, “It´sOnlyRock’n’Roll”)
Antonin Artaud

A Jim Morrison, tanto como poeta como en su faceta de cantante de rock, siempre vio y vivió la expresión artística como vehículo de exploración de los sentidos, llevados siempre más allá de lo que nos permiten percibir convencionalmente y como forma de romper barreras para llegar a vivir la máxima sensación de todo aquello que podemos conocer y sentir. Por ello fue siempre un gran devoto de Arthur Rimbaud, el icono de los poetas malditos franceses del siglo XIX, el autor que consideraba la creación poética como la entrada a un mundo en el que a través de una prolongada, ilimitada y sistemática deconstrucción de todas las experiencias sensoriales –amor, odio, locura- el poeta llega a ser al mismo tiempo el mayor marginado de la sociedad y el supremo científico, porque alcanzará el conocimiento y la ciencia que los demás nunca podrán conocer. Y la autodestrucción, la inmolación, es un precio que el poeta estará dispuesto a pagar para recorrer ese camino.

Es la misma visión del poeta que desarrolló William Blake, otra influencia capital para el líder de los Doors, quien sostenía que las visiones interiores del artista son más reales que las que percibimos del mundo exterior y por tanto, posee la facultad de vivir en otros mundos y dimensiones.

Esa filosofía casa perfectamente no solamente con la concepción de la poesía como experiencia iniciática que Jim Morrison abrazó, sino incluso en su forma de interpretar en el escenario, en la que en aquellos vibrantes momentos en los que entraba en trance para interpretar “Celebration Of The Lizard”, se transmutaba en otro ser, iniciaba ese viaje a los infiernos de Rimbaud atravesado una vez más por Artaud, quien preconizaba que la interpretación escénica era una fuerza viviente transitoria pero con capacidad de trascender, destruyendo los tabúes, los miedos y las prohibiciones para volver a asimilar las energías vitales del mundo sin condicionamientos previos.

Arthur Rimabud

Una idea que tampoco está lejos del Aleph de Borges, ese punto de referencia desde el cual se puede ver todo el universo simultáneamente, que era en el que Jim Morrison necesitaba situarse para escribir, componer e interpretar. En este sentido, el teatro de ruptura de Artaud y el rock psicodélico de los Doors, siendo expresiones artísticas muy diferentes entre sí, comparten una capacidad expresiva y distorsionadora de la realidad de la que Jim Morrison fue con toda seguridad su máximo exponente.

De los suburbios de París a las carreteras americanas

Jim Morrison tuvo como una de sus influencias más destacadas a los poetas malditos franceses como Baudelaire o Rimbaud, además de Dylan Thomas – “Donde una vez las aguas de tu rostro / giraron impulsadas por mis hélices / sopla tu áspero fantasma / los muertos alzan la mirada”, escribió Dylan Thomas. Morrison escribió años después: “Un ángel cruza / la súbita luz / la habitación / un fantasma nos precede / una sombra nos sigue / y cada vez que paramos / nos caemos”-pero también a los autores de la “Beat Generation”, en especial Lawrence Ferlinghetti y Jack Kerouac. El afán, especialmente narrado en el ‘On The Road’ de Kerouac, de vivir intensamente, de sentir la vida como la combustión de una llama de fuego y del rechazo a los estándares sociales de la época fueron otra de las características esenciales de la vida y de la poesía de JimMorrison.

“Todo lo humano
está dejando
su rostro
Pronto desaparecerá
en el tranquilo pantano vegetal
¡Quédate!
¡Mi Amor Salvaje!”

Resulta paradójico que alguien que alcanzó la fama y la popularidad masiva que adquirió nuestro hombre fuera muy reacio a publicar sus poemas y que de hecho, solamente se decidiera a hacerlo presionado por su pareja, Pamela Courson y por muchos amigos que le insistieron en ese sentido. Jim siempre tuvo miedo de que sus libros de poemas no fueran apreciados ni valorados en su medida real al ser la obra de una estrella del rock, cosa que por desgracia así sucedió: Tanto ‘Los Señores” como “Las nuevas criaturas”, los dos primeros libros que editó pasaron desapercibidos para la crítica literaria del momento, siendo tan solo la revista Rolling Stone la que dedicó reseñas a estos libros desde el punto de vista literario. Algo más de repercusión obtuvo en 1970 ‘Una oración americana’, de la que se hizo un disco editado en 1978 con los poemas de Jim recitados sobre una base musical de jazz que sí llegó a ser un éxito comercial.

Versos y rock´n´roll

Aunque el mundo poético de Jim Morrison buscó escenarios, ambientes y personajes no necesariamente vinculados a la música, el rock´n´roll fue la banda sonora de su inspiración para algunos poemas que se recuerdan entre los mejores de su producción.

“Fría música eléctrica
dáñame
desgarra mi mente con tu oscuro sopor
Fría sien de acero
frías mentes vivas
en la estrangulada orilla
Veteranos de guerras extranjeras
somos los soldados de las guerras del rock´n´roll”.

Tal vez nunca imaginó que su muerte se produciría casi exactamente dos años después de la de Brian Jones, fundador de los Rolling Stones, grupo que gustaba muchísimo a Jim. Impresionado y muy afectado por la tragedia de la desaparición de Brian, le dedicó este estremecedor poema:

“Piscina de mantequilla caliente
¿Dónde está Marrakech?
Bajo las cataratas la furiosa tormenta donde los salvajes cayeron al final de la tarde monstruos rítmicos Has dejado que tu NADA le haga competencia a tu SILENCIO Espero que te hayas ido sonriendo
como un niño
en el fresco remanente de un sueño”

La excelente poeta, profesora y periodista Marina Casado, en un magnífico artículo publicado en su página web sobre la figura de Jim Morrison como poeta, se pregunta: “¿Qué fue antes, el poeta o la estrella de rock? Lo primero, siempre. Lo segundo, nada más que un camino temporal por el que se atrevió a dar un rodeo. Si nunca se hubiera producido aquel encuentro en la playa con Ray Manzarek, compañero de la universidad, del que surgió el proyecto de crear una banda de rock, ¿conoceríamos hoy a Jim Douglas Morrison como un poeta, heredero de la Beat Generation, exaltado observador de una América fría y deshumanizada, dominada por unas criaturas inteligentes y manipuladoras a las que bautizó como “Los Señores”?”.

Realmente difícil dar una respuesta adecuada a este interrogante. Creo no obstante que no puede disociarse totalmente una dimensión de la otra. Jim Morrison llevó la poesía al rock, incorporó al espíritu del rock de los 60 en Estados Unidos ese nuevo lenguaje y esa nueva forma de entender la vida que Ginsberg o Kerouac plasmaron en sus poemas y a su vez, fue el primer poeta, tal vez en competencia con Sam Shepard, que tanto en su estilo de escritura como en las imágenes, metáforas, recursos literarios o incluso en las vivencias que se desprendieron de su interior para desvirgar los folios en blanco, mostró que el rock también podía inspirar creaciones poéticas en muchos casos, realmente sublimes. Por ello, a los 50 años de su muerte, es relevante recordar su figura y reivindicar su legado.

Keep your eyes on the road, your head upon the Wheel…