El Gobierno de facto de Afganistán ratificó una ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio que obliga al uso del velo para cubrir el rostro de mujeres, y condena el sonido en público de la voz de mujer como una falta contra la modestia, implementando la interpretación más rigurosa de la ley islámica. (Público 24/8/2024)
Como sabemos la vida en Afganistán se circunscribe a lo que la teocracia talibana, islamista suní, que recuperó el poder a la fuerza con la retirada de las tropas internacionales en 2021, decide.
Eso incluye que permite detener y encarcelar arbitrariamente a cualquier ciudadadana/o, ejecuciones públicas, el empleo de castigos corporales, tortura, en suma…. la suspensión de todo respeto a los Derechos Humanos. A lo que se agrega en un capítulo especialmente feroz y cruento, el tratamiento a las mujeres.
Sus vidas están abusivamente restringidas en todos los aspectos que las podrían hacer más “vivibles”: no pueden moverse solas, es necesario que las acompañe un hombre de la familia, no tienen acceso a la educación, no pueden trabajar si no es en algunos de los hospitales para atender exclusivamente a niñas y mujeres que no pueden ser atendidas por hombres, no pueden elegir si quieren casarse, o con quien, ni por supuesto si están dispuestas o no a tener hijos. No pueden ir a parques, ni a gimnasios, ni subir en autobuses donde haya hombres…
Mientras tanto “El número de matrimonios precoces y forzados en el país ha aumentado enormemente debido a la grave crisis económica y humanitaria y a la falta de perspectivas educativas y profesionales para las mujeres y las niñas, por lo que, ante esta situación tan desesperada, las familias obligan a las mujeres y niñas a casarse con talibanes; a la par que los talibanes obligan a las mujeres y niñas a casarse con un talibán. Esto tiene un grave impacto en la salud y la vida de las niñas y mujeres, quienes ven mermada su autonomía y su poder de decisión con respecto a su cuerpo y su futuro, teniendo graves consecuencias para toda su vida(Amnistía Internacional).
Dicho sea de paso, los hombres pueden tener hasta 4 mujeres.
Así, en un país con millones de personas en una desesperada situación de hambre y pobreza, con frecuentes terremotos y otros desastres naturales, el “asunto “que merece mayor atención es la propagación del vicio y las faltas contra la modestia cometidas por las mujeres. De modo que asistimos una vez más al despojamiento de toda tapadera para justificar la violencia, en este caso de “ese” estado contra las mujeres.
La condena de la voz como falta “contra la modestia” pone de manifiesto que al hablar las mujeres somos peligrosas en varios sentidos simultáneamente:
- mostramos que pensamos, aunque todas las condiciones de subsistencia sean represoras, denigrantes, amenazantes.
- y que con nuestra “falta de modestia “nos negamos a desaparecer, desafiando las prohibiciones y resistiendo a las condiciones que nos llevan invisibilizando, excluyendo y silenciando.
- somos temibles hasta “escondidas” debajo de un burka porque nuestra sola presencia les recuerda que seguimos representando para ellos (siglo XXI ¡!!!) la tentación, el peligro del turbio deseo que no se han ocupado de tramitar sin eliminarnos como objeto sexual visible y hasta audible.
- encarnamos el riesgo siempre presente de la desobediencia, de no plegarnos con la sumisión que nos correspondería a su mandato. De no sumarnos a su delirante creencia sobre cómo debe ser una mujer.
- significamos la inquietante “otredad”. De la que no quieren saber nada: se trata de que cumplamos la función que nos tienen encomendada de esposas y madres…o ¿esclavas sexuales y reproductoras del sistema?
- siempre es sospechoso lo que oculta nuestra mente. ¿Cómo confiar en lo que una mujer siente o piensa en su fuero íntimo (la habitación propia psíquica)?? Sobre todo, sometida a hacer desaparecer su singularidad subjetiva. De modo que clausurarla es aparentemente lo único que hace que estos hombres, ese aparato de poder, se sientan a salvo.
- sabemos que siglos de oscurantismo y persecución nos han dejado marcas traumáticas, pero que también potenciaron la necesidad de acceder a lo que nos habían negado.
- Que debajo de todo lo que nos cubrió de humillación y nos impusieron como modelos de virtud resistió siempre la pregunta, la duda, la rebelión sobre el maniqueísmo al que habíamos sido condenadas. El psicoanálisis lo describe como “retorno de lo reprimido”.
- Que el gobierno (de facto) de un país quiera hacer desaparecer a las mujeres arrasadas por el fanatismo de sus leyes sigue siendo otra demostración de cómo aún en culturas diametralmente opuestas, en tantísimas cuestiones la convivencia con lo diferente, la tolerancia a lo que nos cuestiona, nos pone en duda, o imposibilita nuestra ilusión de certeza facilita que los seres humanos intentemos suprimir lo inquietante de esa otredad.
Pretenden acallar esas voces que seguirán resistiendo en un ensordecedor silencio.