“He vivido toda mi vida como un pez de acuario, bien protegido en mi gigantesca pecera, tras una barrera tan impenetrable como transparente”. Khaled Hosseini
Sin muros opacos, sin barreras infranqueables, nos gusta soñar, volar hacia lugares mágicos, salvajes y opulentos, deseos de libertad posibles, donde todo es factible, donde la vida es una oportunidad, un anhelo. Sueños que se convierten en quimeras imposibles cuando tu casa es una choza, cuando tu mundo arde, cuando las armas te ensordecen, cuando tu riqueza te es robada, cuando al abrir los ojos con miedo, ves tu vida como una fatalidad, no por lo que eres sino por tu color, tu origen y tu suerte. El infortunio de nacer donde otros no lo hacen, una desgracia fortuita, definitiva y a menudo letal. Los privilegios occidentales tampoco son adquiridos ni ganados, pero en cambio sí que son regalados como una ofrenda sin esfuerzo, sin contrapartida, sin reconocimiento ni generosidad. La desventura y la miseria son solo caprichos del destino, no son una opción voluntaria, son solo una calamidad. Huir de este infortunio es una obligación, no un antojo, el viaje se convierte en una exigencia. Pero la mayoría no pueden, los muros se lo impiden, son altos, impenetrables, inhumanos y sádicos. La pobreza convierte los viajeros en migrantes, la desdicha no practica el turismo, el hambre y las guerras no son experiencias veraniegas. Moverse está prohibido para los Otros que no tienen el derecho de disfrutar de unas merecidas vacaciones en el extranjero.
Caminar sin barreras, sin rejas, los humanos siempre hemos sido animales en éxodo, en constante movimiento. Africanos de origen, hemos ocupado todas las zonas habitables de la tierra en continuas migraciones. Ahora en cambio, sólo unos pocos lo pueden hacer sin vallas electrificadas, y son los de siempre, los afortunados. Cuando un blanco se desplaza es un viajero valiente, cuando es negro es un clandestino aterrorizado.
Los europeos llevamos centenares de años colonizando el mundo entero, esclavizando indígenas y expoliando las riquezas que les pertenecen. Las olas migratorias actuales son el corolario de la miseria originada por la sumisión social y económica de aquellos pueblos a los intereses occidentales. Por ello, la falta de solidaridad y el cinismo de los países ricos resulta intolerable. El caso de España es incluso más insoportable y doloroso. Después de saquear sistemáticamente el patrimonio americano, de desencadenar un genocidio y apoyar dictaduras, ahora resulta que nuestros amnésicos conciudadanos se han convertido en acérrimos militantes antinmigración, fomentando el odio hacia las víctimas de aquellas ignominias. Muchos otros desmemoriados tampoco recuerdan los millones de compatriotas que tuvieron que migrar al norte de Europa para huir del hambre y de la represión franquista. Los españoles fueron y continúan siendo migrantes. ¿Por qué tanto desprecio a la memoria?
La hipocresía instalada en occidente expande el racismo como la peste. Las mentiras, la falta de empatía y compasión, destruyen el pacto social que habíamos imaginado tras las grandes guerras. La deriva intolerante se palpa en las conversaciones de la gente más allegada, imparable, inexplicablemente sin rubor ni compasión. Nacen discursos peligrosos, pero ya escuchados, la historia nos lo ha advertido repetidas veces, pero no aprendemos. Palabras amenazantes que se extienden como el fuego y que ponen en grave peligro las bases mismas de nuestra convivencia. ¿Por qué tanta mezquindad?
Pues sí, la vida es así, nosotros viajamos porqué queremos, pero vosotros no podéis. Somos turistas con pasaporte y vosotros migrantes sin papeles, somos blancos y vosotros no. Nosotros tenemos oficinas de turismo, cruceros y safaris, pero vosotros tenéis centros de retención, cayucos y naufragios. Nosotros tenemos Erasmus, congresos internacionales y oportunidades profesionales y vosotros tenéis traficantes de personas, trabajo precario y discriminación. Pobres.
¡A los desheredados de la tierra, los Otros! Trabajad duro para así conservar nuestros privilegios, pero sobre todo no migréis. Stop. Dadnos vuestra riqueza para enriquecernos nosotros, pero no molestéis. Stop. Dejadnos viajar tranquilamente y así, de vacaciones, podremos visitar vuestro mundo exótico y primitivo.
“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. Martin Luther King