La pregunta lanzada al debate, Unión Europea ¿para qué? requiere analizar los orígenes de las Comunidades Europeas para ver si es posible una reorientación de la Unión (una nueva «salida hacia adelante») o directamente es necesario proceder a su cuestionamiento global y plantearnos la necesidad de acabar con esta experiencia de construcción supranacional.
Una aproximación a estos orígenes puede realizarse a través de la dialéctica entre «estado social» y Unión Europea, idea que proponía el profesor De Cabo, repasando la dinámicas y los objetivos «constitucionales» de ambos modelos.
Como punto de partida es necesario señalar que el crecimiento económico y en buena medida social que ha acompañado a la Unión Europea durante buena parte de su historia se construyó sobre las bases de un previo y continuado desarrollo económico y social conseguido en el plano nacional por Estados enmarcados en el constitucionalismo social de posguerra, es decir, con dinámicas intervencionistas y planteamientos redistributivos. Así, el innegable crecimiento económico y el desarrollo social de los países que conforman la Unión Europea debe atribuirse a las dinámicas de los Estados sociales que la conformaron, y no a los efectos de la integración económica supranacional. De hecho, el progreso social no entró en los Tratados originarios como un objetivo en sí, sino como un derivado «necesario» de la integración económica, que era el objetivo prioritario.
Para conseguir este objetivo, la integración del mercado, la construcción de la UE dejó al margen los elementos propios del Estado social mientras se procedía a la cesión de soberanía estatal en el ámbito económico. Sin embargo, pronto fue patente que el mercado único primero y luego la moneda única no se conseguirían si se mantenían intactos los sistemas sociales estatales, razón por la cual el desarrollo del proceso de integración ha necesitado erosionar hasta asfixiar los modelos sociales estatales, hasta el punto de poder afirmarse que la evolución de la Unión Europea ha devenido incompatible con el mantenimiento del Estado social en el ámbito nacional.
Esto, que en el plano jurídico y más técnico parecía una evidencia, se hace patente a partir de Maastricht y se desvela a las mayorías sociales tras la crisis de 2008, con la paralización total de los resquicios de política social y la acentuación del modelo neoliberal.
La primera cuestión fundamental es que no ha habido ningún giro brusco, que en esta dinámica no se han «separado de sus objetivos originarios»: la UE siempre ha sido así y su legitimidad estaba basada en una mentira, utilizando los efectos socio-económicos positivos derivados de los restos de nuestros Estados sociales.
La segunda cuestión es que, en toda esta dinámica, ha habido una cooperación necesaria y fundamental de los Gobiernos, que han apoyado un mayor peso de la UE para tener una vía indirecta, y más a salvo de la presión social, para introducir reformas contra las mayorías sociales…
La UE es la culpable, siempre lo fue, nuestros gobiernos también
29.11.2013
Debate principal: Unión Europea, ¿para qué?
TRIUNFA EL EUROESCEPTICISMO
06/01/2014
Carlos Javier Bugallo Salomón
Licenciado en Geografía e Historia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía.
Cada vez estoy más convencido de que aquellos que defendemos la conveniencia de la salida de España de la Unión Monetaria Española (UME), como un medio para poder aplicar las medidas de estímulo macroeconómicas que el país necesita, terminaremos ganando esta batalla ideológica.
Son varias las razones que me han persuadido de ello. En primer lugar, porque esta posición está siendo defendida con argumentos sólidos por personas de gran prestigio intelectual (como, por ejemplo, Vicenç Navarro en nuestro país y Costas Lapavitsas en el exterior).
En segundo lugar, porque las personas honradas que siguen creyendo que lo mejor sería permanecer en la UME se muestran cada vez más vacilantes e inquietas, y algunas hasta renuncian a rebatir públicamente los argumentos de quienes defendemos la salida del Euro.
En tercer lugar, por la manifiesta pereza o incompetencia intelectual de aquellos críticos –como los Editoriales del periódico ‘El País’- que se empeñan en vincularnos con los movimientos populistas y de extrema derecha. Esta estrategia es infantil y no conseguirá dar sus frutos.
Y en último lugar pero no en importancia, por la información aparecida en la prensa local (Levante-EMV, 06/01/2014), que señala que según datos del Eurobarómetro el porcentaje de ciudadanos que confía en la Unión Europea ha caído 24 puntos en los últimos años, tendencia aún más acusada en los países del Sur: especialmente en España, donde este porcentaje ha pasado del 74% en 2007 al 23% en 2012, un descenso de 51 puntos, el mayor de toda la UE. Aunque el porcentaje de quienes consideran positiva la pertenencia de España a la UE era de un 55%, aún no sabemos qué ha ocurrido en 2013.
Una alianza peligrosa de las élites políticas y económicas
03/12/2013
Luis Cifuentes
Docente prejubilado
Solamente quiero resaltar algo del artículo de Pedro Chaves: su certero análisis del origen de la creciente desafección política de los ciudadanos europeos. Según el último eurobarómetro en España el 75% no confía ya en las instituciones europeas ni en su modo de gestionar esta crisis. Eso significa que los españoles hemos perdido casi toda la confianza en que Europa podía ser la solución a nuestros problemas económicos y sociales. Los «señores de negro» de la troika son considerados por muchos ciudadanos como los representantes de un poder económico que limita hasta niveles vergonzosos nuestros derechos económicos y sociales y que está creando una brecha de desigualdad enorme en España.
La cuestión que quiero plantear con el título de mi comentario es la alianza tan estrecha de las dos élites que gobiernan Europa y el mundo: la económica que domina a través de los grandes bancos y la empresas multinacionales y la política que gobierna al dictado de los mercados. Ambas élites se ha unido ahora más que nunca para someter a naciones y a pueblos enteros, sobre todo a los del sur de Europa, a unas condiciones casi infrahumanas en todos los derechos económicos y sociales. ¿Para qué sirve la Declaración de Derechos Humanos si todos los gobiernos europeos la están convirtiendo casi en papel mojado? ¿Quién debe ser el sujeto real de la política y de nuestra historia? Si las élites políticas y económicas se han aliado para aplicar esta injusticia global, creo que no queda otro remedio que reinventar otra forma de hacer política y otra forma de crear redes de acción social que se enfrenten democráticamente a estas élites que están masacrando impunemente a millones de ciudadanos europeos y generando dos tipos de ciudadanos: una minoría cada vez rica y mejor situada en el mercado global y una mayoría cada vez más excluida y más pobre. No se puede admitir que un 90%, por no decir un 99%, esté en manos de un 10% o un 1% de la población. El resultado está siendo catastrófico: un desastre civilizatorio sin precedentes para los seres humanos y para el ecosistema.
La UE es la culpable, siempre lo fue, nuestros gobiernos también
29/11/2013
Adoración Guamán
Profesora de Derecho del Trabajo
La pregunta lanzada al debate, Unión Europea ¿para qué? requiere analizar los orígenes de las Comunidades Europeas para ver si es posible una reorientación de la Unión (una nueva «salida hacia adelante») o directamente es necesario proceder a su cuestionamiento global y plantearnos la necesidad de acabar con esta experiencia de construcción supranacional.
Una aproximación a estos orígenes puede realizarse a través de la dialéctica entre «estado social» y Unión Europea, idea que proponía el profesor De Cabo, repasando la dinámicas y los objetivos «constitucionales» de ambos modelos.
Como punto de partida es necesario señalar que el crecimiento económico y en buena medida social que ha acompañado a la Unión Europea durante buena parte de su historia se construyó sobre las bases de un previo y continuado desarrollo económico y social conseguido en el plano nacional por Estados enmarcados en el constitucionalismo social de posguerra, es decir, con dinámicas intervencionistas y planteamientos redistributivos. Así, el innegable crecimiento económico y el desarrollo social de los países que conforman la Unión Europea debe atribuirse a las dinámicas de los Estados sociales que la conformaron, y no a los efectos de la integración económica supranacional. De hecho, el progreso social no entró en los Tratados originarios como un objetivo en sí, sino como un derivado «necesario» de la integración económica, que era el objetivo prioritario.
Para conseguir este objetivo, la integración del mercado, la construcción de la UE dejó al margen los elementos propios del Estado social mientras se procedía a la cesión de soberanía estatal en el ámbito económico. Sin embargo, pronto fue patente que el mercado único primero y luego la moneda única no se conseguirían si se mantenían intactos los sistemas sociales estatales, razón por la cual el desarrollo del proceso de integración ha necesitado erosionar hasta asfixiar los modelos sociales estatales, hasta el punto de poder afirmarse que la evolución de la Unión Europea ha devenido incompatible con el mantenimiento del Estado social en el ámbito nacional.
Esto, que en el plano jurídico y más técnico parecía una evidencia, se hace patente a partir de Maastricht y se desvela a las mayorías sociales tras la crisis de 2008, con la paralización total de los resquicios de política social y la acentuación del modelo neoliberal.
La primera cuestión fundamental es que no ha habido ningún giro brusco, que en esta dinámica no se han «separado de sus objetivos originarios»: la UE siempre ha sido así y su legitimidad estaba basada en una mentira, utilizando los efectos socio-económicos positivos derivados de los restos de nuestros Estados sociales.
La segunda cuestión es que, en toda esta dinámica, ha habido una cooperación necesaria y fundamental de los Gobiernos, que han apoyado un mayor peso de la UE para tener una vía indirecta, y más a salvo de la presión social, para introducir reformas contra las mayorías sociales…
Por qué caemos
26/11/2013
witelchus69
parado
La actual fractura de la Unión Europea es consecuencia de la falta de respeto a los ciudadanos que la componen.
Pero por desgracia en ésta sólo mandan los tecnócratas, que sólo miran el libre mercado, sin tener en cuenta a sus ciudadanos.
Esto será lo que lleve a la Unión Europea a su total disolución.
No se puede crear una unidad sin contar con todos, mirando sólo la parte económica y liberal, que nos ha llevado a esta crisis, tanto en los aspectos económicos como sociales.
Un programa que no mira la realidad de sus ciudadanos y sólo se fija en unos mercados y privilegios, la convierte en inviable.
Las dictaduras que atenazaron durante el pasado siglo a nuestra vieja Europa cayeron fruto justamente del afán autoritario, privilegiador de élites económicas, sociales y religiosas.
Si quieren una Europa de corte dictatorial, no tardarán en gestarse revoluciones, que nos llevarán a más des-unión entre los pueblos del viejo continente.
Tenemos que hacer una Europa con sólidos conceptos de lo social, ya que de lo contrario, como muestra nuestra historia, volverán a resurgir fascismos de uno u otro signo, que ya fueron anteriormente consecuencia del hambre y de las desigualdades en Europa.
Existen muchas cosas buenas en la UE, pero pueden desaparecer con gran rapidez, cuando ha costado tantísimo tiempo conquistar esos derechos.
Una visión contrahegemónica desde Andalucía
24/11/2013
Antonio Garrido
Empleado Público
La crisis financiera originada en 2008 está tensionando hasta límites insoportables la justificación incluyente y social de la UE. Su fuente de legitimidad se desmorona, porque no era interna ya que no podía emanar de la sustancia democrática de sus instituciones, sino externa, basada en los resultados económicos y de prosperidad que generase. En 2005, los franceses y los neerlandeses rechazaron el proyecto de Tratado constitucional europeo. A pesar de ello, lo impusieron más tarde con el nombre de Tratado de Lisboa, el blindaje jurídico y la maquinaria institucional al servicio de los intereses de los grandes grupos económicos europeos y transnacionales. El déficit democrático de base se muestra ahora más evidente ante el recrudecimiento del deterioro económico y, como siempre, las élites capitalistas se muestran incapaces de prefigurar salidas cooperativas. Los grandes dogmas de fe de la UE, la libertad de los mercados y de lealtad a la OTAN, han situado todo su entramado institucional en un papel subsidiario y de mero gestor de imperativos externos. La UE ha despojado a los estados-nación de poder político y sus propios órganos de decisión, mandatados para liberar a los mercados de las obligaciones derivadas de las reglas sociales, han quedado a merced de imposiciones de la eurocracia que distancian cada vez más sus propuestas de los intereses y los problemas ciudadanos. Para aquellos Estados-nación con un profundo problema de legitimidad e integración de las naciones que lo componen, como es el caso de España, la crisis económica y la gestión neoliberal emanada de las directrices de la UE no hacen sino acentuar la salida centrífuga y la inclusión en la agenda política del derecho de autodeterminación. La democracia, la influencia de la opinión social en la toma de decisiones sufre así un doble bloqueo: el determinado por la construcción tecnocrática, neoliberal y elitista de la UE y el que responde al vaciamiento de poder político operado contra los Estados nacionales. Las altas tasas de desempleo, la restrictiva política monetaria del Banco Central Europeo y el corsé presupuestario impuesto por el Pacto de Estabilidad imprimen un freno al dinamismo de la economía europea y a su competitividad. En este escenario, primará la polarización centro-periferia y el control de la Troika sobre las políticas nacionales.
¿Qué solución le queda a un país como Andalucía en este contexto de estafa democrática y de hegemonía del programa de ajustes capitalistas? Desde la izquierda, asumir un proyecto estratégico sustentado en dos pilares: la defensa de la soberanía política nacional (quebrar la institucionalidad española) y un programa antineoliberal basado en la recuperación de una banca pública, la reforma agraria, el blindaje de los servicios públicos y un modelo económico definido sobre las bases de la sustentabilidad y la ecología política.
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SOLIDARIDAD
22/11/2013
akila
Parado
La UE, se ha basado en el aspecto económico, eso es incuestionable. ¿Ha dado resultado?. No soy yo muy avezado en temas económicos, pero los tiempos que vivimos son malos. Todo el sistema montado para favorecer a los países mas pobres, en una búsqueda de equilibrio norte – sur, pobres ricos, se ha ido al garete, ha dejado de ser una prioridad, que nunca lo fue pero asi nos lo vendieron. Ahora el decorado de la democracia cristiana sobra y saca sus recetas de siempre e intenta arrastrarnos a todos en esa deriva conservadora al igual que lo ha hecho con su politica economica.
Está muy bien la libre circulación, la creacion de una Europa culturalmente hablando, no solo económicamente. No creo en la globalizacion pero si en la solidaridad. Si la CEE va a ser un marco de solidaridad de apoyo mutuo entre los ciudadanos mas que los países y la banca, bien, somos Europa y como europa veo un proyecto, pero no tiene nada que ver con la comunidad ECONOMICA europea, foro de mercaderes burócratas y represores. Sí a una Europa solidaria, no a la Europa de los tiburones.
Seguir batallando para cambiar la UE
21/11/2013
paisvecino
Profesor titular de Economía Aplicada, UCM
Pienso que Pedro Chaves lleva razón y/o plantea bien varias cuestiones clave: a) la integración europea se ha servido del equilibrio socialdemocracia – democracia cristiana; b) se confió en el mercado (y la moneda) para avanzar en la integración; c) la crisis ha roto esos equilibrios y propuestas, por lo que la UE se ve como parte del problema (no aporta soluciones). Luego, es legítimo preguntarse ¿para qué necesitamos esta UE?
Podemos decir “no me gusta esta casa, yo me quiero ir a otra”. Pero si no puedo cambiarme, seguiré viviendo en ella. Podemos decir que “la moneda” (sea cual sea) está al servicio de los poderosos. Pero también están al servicio de los poderosos el arte, la moda, la política, el circo romano, la universidad… Depende de cómo sucedan las cosas…
¿Necesitamos esta UE? No sé muy bien cómo responder: por eso escribí un artículo que está citado abajo, haciéndome más preguntas. Otros moverán los eurobarómetros de otra manera. Pero tengo claro que Europa es una “isla en el mundo”, por su escaso peso demográfico global, por los efectos de esta globalización que silba por encima de nuestras cabezas, y porque los “valores” sobre los que se levantó la UE cotizan a la baja: los valores de la “economía social de mercado”, la cohesión, la solidaridad, la democracia, parecían abrir la puerta de la economía para avanzar después hacia más integración. Pero no ha sido así.
¿Qué hacemos?, ¿cambiamos de casa?, ¿sacamos nuestra raíz judeocristiana y le echamos la culpa de nuestro males al euro?, ¿tomamos las elecciones al Parlamento Europeo como un “carnaval”, en el que cada uno hace lo que quiere o puede, o lo contrario?
De momento pienso que es difícil cambiar de casa. Prefiero hacer arreglos: me iré de fiesta con algunos vecinos (del sur), tapiaré las ventanas que miran a otros vecinos (mientras Merkel esté en la cocina), pediré que el pago de mi cuota a la comunidad se utilice bien, etc…
Tampoco me gustaría cambiar de moneda. Cualquier moneda puede estar al servicio del poder. Pero cada vez más “se me caen los argumentos y se me levanta el ánimo de rebelión”, y no es porque vea algo atractivo en el vecindario, sino más bien lo contrario: porque veo un BCE que bloquea la entrada de aire fresco y también las alcantarillas (excepto para sus amigos banqueros, a los que les presta dinero barato).
¿Por dónde empezar los arreglos? Esta puede ser una forma de ampliar el debate y el diagnóstico, para ver si acordamos cómo actuar. ¿Compramos un megáfono, para ver si la UE se entera de que hay que cambiar las reglas de juego del BCE?
Al final, ¿para qué nos sirve esta UE? Nos da refugio. Fuera llueve demasiado. Si dentro de la casa hace frío, hay ruido o huelen mal las tuberías, habrá que priorizar las actuaciones. Pero no descarto irme a vivir Caribe. Ni que aquí venga un tifón.
LINK: José Antonio Nieto. Público 15-9-13: http://blogs.publico.es/econonuestra/2013/09/15/si-me-dices-europa-no-se-que-pensar/
Jerarquía en Europea y los «PIIGS»
20/11/2013
Jorge Delicado
Estudiante
En primer lugar, dar las gracias a Diario Público por esta saludable iniciativa que permite a un simple estudiante de bachillerato que se las da de inteligente, solo por utilizar un lenguaje hasta cierto punto intelectualoide y llevar una imagen del PCI, debatir con gente de tanto prestigio.
El problema de la UE, es que es una organización con una jerarquía especialmente acentuada. Un ejemplo: Yo estaba viendo la televisión con mi padre, cuando en televisión aparecieron reunidos los principales presidentes de la UE. En primera fila aparecían caminando Merkel, Cameron y Sarkozy, los presidentes de las tres mayores potencias de la UE. Atrás se encontraban otros presidentes de las potencias menores (Zapatero, el todopoderoso Berlusconi…) y más atrás, se encontraban presidentes desconocidos por la mayor parte de la población…
La única solución que veo yo, es que se unan España, Portugal, Italia, Grecia e Irlanda (los PIIGS) y otros países discriminados por la UE, y adviertan a la UE: «O nos dejáis en paz, o nos vamos». Pero esto es difícil. En Irlanda, España y Portugal es difícil que un gobierno lance este mensaje (en España, he oído a militantes de IU quejarse del poco debate sobre el euro que hay en la organización, aunque esto parece cambiar en el PCE) en Italia la única fuerza que podría conseguirlo, el Movimiento 5 Estrellas, ha perdido mucha fuerza y en Grecia Syriza ha mantenido su voluntad de permanecer en el euro y en la UE. Mientras que ND y el PASOK jamás abandonarían Europa, el KKE difícilmente ganará un día las elecciones y me reservo la opinión sobre Amanecer Dorado.
En mi opinión, debemos abandonar la UE, pero España sola no podría, debería de haber cierto consenso entre los «PIIGS». Es casi imposible, pero no conozco otra solución.
¿Europa, un espacio fallido?
13/11/2013
Félix Taberna
Sociólogo-Consultor Social
Abrir un debate sobre la necesidad y deriva de Europa es de sumo interés ante un tiempo donde la ciudadanía europea deberá tomar decisiones en la conformación de su Parlamento. Quedan apenas cinco meses para la campaña electoral europea. Una campaña que, como las anteriores, tendrá traducción netamente nacional. La campaña europea será percibida por el ciudadano como una oportunidad para castigar o dar confianza a su gobierno propio. Éste es quizás el primer espacio fallido europeo, no existe opinión pública europea, ni partidos, ni sindicatos, ni asociaciones europeas. No hay un escenario netamente europeo con sus agentes sociales.
A pesar de todo, merece la pena reflexionar sobre la realidad política europea. Una realidad que tiene al menos tres dimensiones, las tres cuestionadas. La de Unión de Mercado con sus rígidas normas sobre competitividad que han provocado niveles muy altos de pobreza; la Arquitectura Institucional cada día más compleja y lejana; y el Espacio Social Europeo como civilidad, que se ha difuminado.
La Estrategia Europea 2020, sucesora de la de Lisboa, estableció cinco ambiciosos objetivos en materia de empleo, innovación, educación, integración social y clima/energía. A menos de siete años, qué decir de sus resultados… la mayor crisis habida en mucho tiempo en la economía ha tirado por los suelos este optimismo planificador. La Crisis ha supuesto para Europa una mayor renacionalización de la política y una amenaza de populismo xenófobo y apolítico.
¿Es necesaria Europa? A mi modo de ver, lo necesario es un Federalismo Europeo como suma de voluntades políticas que puedan reivindicar en el espacio mundial un estilo de vida propio, un modelo social basado en la cohesión y justicia social que condicione al mercado. No apuesto tanto por fórmulas acabadas de construcciones europeas, sino por suma de voluntades en proyectos comunes. Cierto es que lo pequeño es hermoso, próximo, entendible…; y más al contemplar cómo proyectos cooperativos como Fagor Electrodomésticos, han caído, entre otras razones, por su magnitud. Pero la razón me lleva a apostar por soluciones políticas de agregación. Las soberanías en estos momentos deben ser compartidas, entrelazadas, interdependientes.
La UE necesita legitimidad democrática
11/11/2013
Pepe Ribas
Escritor y periodista
Cuando la ciudadanía de un país acepta que las sentencias del Supremo y del Constitucional se dicten manipuladas por las presiones del poder político, la lealtad a la democracia se descompone y la corrupción de los poderosos campa a sus anchas. Eso es lo que ocurre en algunos países de la UE. Una unión imperfecta que ha sido poco cuestionada hasta hace bien poco, quizá porque en vacas gordas soltaba palas de dinero en forma de fondos de cohesión. Pero gran parte de estos fondos no han servido para modernizar los sectores industriales en decadencia y alentar el tejido productivo, ni para ayudar a la creación de empleo sólido, sino que se han empleado en inflar burbujas inmobiliarias gigantescas, o crear absurdas infraestructuras que facilitaban el pago de comisiones millonarias. Muchos de los que ahora denuncian han sido cómplices hasta ayer de su propia instrumentalización. La democracia, el Estado del bienestar y la prosperidad de un pueblo exigen la responsabilidad de cada uno de sus ciudadanos en el espacio común. No se puede votar una y otra vez a partidos políticos poco democráticos que además incumplen los programas electorales. Mantener el Estado del bienestar exige economía productiva y dejar de imitar a los países que viven de la especulación financiera y de la industria del espectáculo.
La irrupción de la crisis obliga a profundizar y ejercer la democracia en cada Estado de la Unión y democratizar y acercar al ciudadano los mecanismos que han hecho posible el desarrollo de la UE; un laberinto de complejidades y mestizajes en permanente contradicción. Pero esa construcción imperfecta, tras dos guerras mundiales, ha posibilitado una paz y una prosperidad sin precedentes. Europa se ha construido sin modelo pues no existe una aventura semejante en la historia del mundo; ha crecido a golpe de la voluntad entusiasta de algunos presidentes de los estados fundadores y de la necesidad de los sobrevenidos. Carece de instituciones adecuadas y el presidente de la Comisión y del Consejo son dos personas distintas, lo que provoca confusión ya que los ciudadanos no saben quién los representa en las instituciones europeas. Muchos de los estados miembros no son verdaderas democracias al no existir una verdadera separación de poderes, ni sus ciudadanos tiene las suficientes garantías de que la Justicia funcione con honradez. Decisiones importantes que afectan a millones de ciudadanos nadie sabe de dónde salen ni por qué se toman. Desde que el mercado global, que ninguna institución democrática controla y provoca una concentración de poder económico y tecnológico inconcebible, ha colonizado nuestros cuerpos y nuestras mentes, la cohesión social se está viniendo abajo. No comprendemos por qué no se imponen tasas a las transacciones financieras, o por qué no se gravan las importaciones de países que no respetan los derechos de los trabajadores. La UE necesita legitimidad democrática para imponer al mundo los derechos humanos y la justicia social.
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