«El principio meritocrático es indiscutible: es de izquierda contra la discriminación en nombre de la igualdad», así explica el principio de meritocracia François Dubet, reconocido sociólogo francés y exdirector de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. La Fundación Espacio Público ha tenido el placer de conversar con el autor de La época de las pasiones tristes y Por qué preferimos la desigualdad sobre el origen, el concepto y los efectos de la meritocracia, en el marco del debate La Meritocracia: ¿un principio conservador o progresista?
¿Cuándo aparece el concepto de la meritocracia y cuál es su definición?
La meritocracia nace con las revoluciones democráticas que afirman que los individuos son libres e iguales en derechos, y deben poder acceder a todas las posiciones sociales en función de su mérito y utilidad. El mérito es un principio meritocrático nacido de la abolición de los privilegios del nacimiento. Pero durante mucho tiempo, esta definición ha estado relativamente limitada, en Europa especialmente, donde algunos individuos excepcionalmente meritorios podían acceder a las élites. La meritocracia ha estado más presente en los EEUU, una sociedad más abierta sin herencia aristocrática.
La meritocracia se ha instalado como un principio de justicia dominante en los años 60 del siglo XX, con la masificación escolar abierta al acceso de estudios largos para todos los estudiantes. La escuela se diseña entonces como una competición meritocrática cuando los diplomas obtenidos en dicha institución juegan un rol decisivo en el destino de los individuos. Si bien la justicia social fue pensada principalmente como la reducción de las desigualdades entre posiciones sociales, lo que se denominó progreso social o socialismo, la justicia se convierte paulatinamente en la igualdad meritocrática de oportunidades para acceder a todas las posiciones sociales igualmente desiguales, sean éstas las que sean. La injusticia dominante era la explotación de los trabajadores, en Marx aunque no únicamente se convierte en la suma de discriminaciones, ya sean sexuales, sociales, culturales o de otro tipo, que dificultan la igualdad de oportunidades.
¿Cuál es la relación entre la meritocracia y la desigualdad y la percepción sobre dicha desigualdad?
Yo creo que los individuos se adhieren al ideal meritocrático, aún sabiendo lo difícil que es realizar este ideal. Ellos saben que la escuela reproduce largamente las desigualdades sociales, saben también que la competición meritocrática no es justa, al igual que saben que, frecuentemente, los individuos heredan su mérito y no merecen su mérito. Pero todas estas dudas no nos impiden querer que la sociedad sea más meritocrática porque, en principio, sólo el mérito puede justificar las desigualdades.
Sin embargo, después de algunos años hemos comenzado a observar críticas a la meritocracia porque los más merecedores se convierten en los ganadores de la competencia social mientras que los perdedores merecen su destino. Básicamente, existen grandes dudas sobre la realización de la meritocracia, sobre el hecho de que sus consecuencias no siempre son justas. Pero el principio mismo de la meritocracia no es directamente cuestionable en una sociedad donde se piensa que todos tienen derecho a acceder a todos las posiciones sociales.
¿Por qué la socialdemocracia ha abrazado el concepto sin ponerlo en cuestión?
Durante mucho tiempo, la izquierda fue impulsada por el movimiento obrero y por el ideal de reducir la desigualdad entre las posiciones sociales. Para ella, la meritocracia era secundaria, incluso sospechosa. Pero hoy, si han persistido las desigualdades, las comunidades de clase se han debilitado, las mujeres y diversas minorías protestan contra la discriminación, todos los individuos participan en la competencia académica… En cierta medida, las desigualdades se han convertido en experiencias individuales y singulares. Caminos singulares, por supuesto desiguales, han sustituido a los destinos y se ha fortalecido el derecho a la igualdad. Nos sentimos cada vez más discriminadas “como”: como mujeres, como minorías, como jóvenes, como calificadas, como no graduadas… Además, las utopías socialistas y comunistas no han cumplido todas sus promesas. A partir de entonces, la promesa de justicia pasó por confiar a la escuela el proyecto de “clasificar” a los individuos de manera justa según su mérito. Lo que era una aspiración “pequeñoburguesa” a la movilidad social se ha convertido en una aspiración de masas, un derecho, incluso un deber de ascender en la escala social.
¿Qué efectos tiene el concepto de meritocracia en las leyes, especialmente en la educación y en la sociedad?
Las leyes contra la discriminación se han multiplicado en nombre de la igualdad de oportunidades. El efecto sobre la educación es considerable: frente a la herencia de las posiciones sociales, la escuela debe clasificar a los individuos según su mérito. Por supuesto, la Escuela falla. Pero el hecho es que es el diploma el que define el valor de un individuo y el trabajo al que puede aspirar. Además, la escuela meritocrática es cada vez más competitiva y, al final, siempre es la misma gente la que gana y la misma gente la que pierde. Pero lo hacen según su mérito y ya no según su herencia, aunque hayan heredado su mérito.
En los países de Europa y América del Norte, este mecanismo ha cambiado profundamente la relación con las desigualdades. La vieja división entre la burguesía y el proletariado es reemplazada por la oposición de ganadores y perdedores en la competencia meritocrática. Los primeros votan por los partidos liberales de centro, de izquierda y por los ecologistas; los vencidos ya no votan o votan por partidos “populistas” de derecha y extrema derecha. Este es el caso en todas partes, incluso en los países escandinavos que tenían todas las virtudes de la socialdemocracia.
¿Considera usted que la meritocracia es un principio conservador o progresista?
El principio meritocrático es indiscutible: es de izquierda contra la discriminación en nombre de la igualdad. Por lo tanto, es correcto luchar por la igualdad de oportunidades meritocráticas y luchar contra la discriminación.
Todo el problema viene de que los efectos de este principio son más bien conservadores ya que las desigualdades resultantes de la competencia meritocrática serían consideradas justas. Básicamente, la meritocracia es un principio justo cuyos efectos pueden ser injustos. Es por ello que muchos filósofos, como John Rawls o Michael Walzer, hacen un uso moderado de la meritocracia. En lo que a mí respecta, creo que se deben multiplicar los criterios de mérito y no darle a la escuela el monopolio de la definición del mérito. Sobre todo, creo que la cuestión esencial de la meritocracia es saber qué se debe a los perdedores de la meritocracia. Sin esto, la meritocracia sería sólo una forma de darwinismo social: ¡ay de los vencidos!
¿Cuál es la conexión entre las emociones tristes y la meritocracia? ¿Promueve la meritocracia la fragmentación social y el individualismo o, quizás, está detrás de la rebelión populista?
En una sociedad meritocrática, los vencedores deben su éxito sólo a sí mismos, mientras que los vencidos deben sus fracasos sólo a sí mismos. Por tanto, entre los «perdedores», el resentimiento y el sentimiento de ser despreciados se convierten en emociones políticas fundamentales: somos despreciados por los que están arriba, y despreciamos a los que están debajo de nosotros, los más pobres, los desempleados, los extranjeros… El electorado de Donald Trump, pero también el de Bolsonaro y la extrema derecha europea, son la expresión de estos sentimientos de ira populistas. Son hostiles a las élites que tienen todo el mérito y hostiles a los perdedores que no tienen ningún mérito.
Además, mientras el proyecto de igualdad social se lleva a cabo por una representación de la solidaridad, el ideal meritocrático es el de las desigualdades justas, más que el de la solidaridad y lo que tenemos en común. La reducción de las desigualdades sociales requiere que aceptemos sacrificios y cómo; la igualdad meritocrática de oportunidades requiere sólo una competencia leal. El problema de la izquierda hoy es construir una articulación entre aspiraciones meritocráticas y una solidaridad en la que la prioridad sea el destino de los perdedores de una competencia meritocrática. Pour le moment, elle a du mal à y parvenir. Mais le pire n’est pas certain (Por el momento, ella está luchando por hacerlo. Pero lo peor no es seguro).