“Meritocracia”: nuestra palabra elegida en 2023

Ignacio Muro Benayas

Foto de Sven Brandsma en Unsplash

Si quisiéramos resumir el declive político y moral en el que se encuentra el mundo, sin duda que habríamos elegido “Gaza” como la palabra y el sitio que mejor lo representa. Sería “Gobierno progresista” si quisiéramos destacar un actor que simbolizara la verdadera excepción que representa España en estos momentos, capaz de caminar contracorriente, a favor del progreso social en un contexto de presión creciente de las reacciones ultraconservadoras. Pero, si queremos resaltar aquella idea persistente que creemos simboliza el dominio neoliberal sobre la sociedad, aquello que ha motivado nuestro trabajo desde la Fundación Espacio Público en 2023, esa sería meritocracia.

Autoayudas y coaching, por un lado, y por otro, youTubers, tictokers e influencers representan nuevos modos de ganarse la vida que han actualizado y puesto al día la meritocracia como principio definitorio de la vida de nuevas generaciones. Con otras voces y acentos, las “enseñanzas” con las que nos desayunamos todos los días insisten que, aunque estés entre los desafortunados en la lotería social y genética, si sabes lo que quieres, te levantas muy temprano y te esfuerzas mucho, no habrá obstáculo que te impida conseguir aquello que te propongas: sea lo que sea.

El éxito no exige estudios particulares ni una preparación especial, solo voluntad, decisión y autoconvencimiento. Y si uno cae, debe saber levantarse. No se necesitan especiales aptitudes para llegar a la meta, solo las habilidades que se adquieren en la lucha por la vida y las actitudes que definen al ganador.

La meritocracia se cuela una y otra vez como principio de organización y gobernanza social. Tratándose de un tema tan central, sobre el que pensamiento progresista báscula con voces a favor y en contra, merecía una dedicación especial. Y la Fundación Espacio Público configuró un programa ambicioso en consonancia con la importancia del asunto.

El título elegido para el programa se presentó en forma de pregunta “Meritocracia: ¿un principio conservador o progresista?” lo que indica ya un enfoque abierto que necesitaba organizarse suficientemente para abordar, con la profundidad y la diversidad que merece.

Coordinado por Pedro González de Molina, profesor de Geografía e Historia, el programa se inició con un debate on line que abarcó los seis primeros meses de 2023 en el que participaron 23 expertos del ámbito académico, periodístico, de la educación, de la sociología y de las ciencias políticas, con artículos de gran calado y calidad que siguen accesibles desde aquí. Y concluyó con un acto y debate presencial el 27 de junio clausurado por la directora de Público, Virginia Pérez Alonso.

La ponencia principal estuvo a cargo de Carlos Gil, Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por el Instituto Universitario Europeo (Italia), con la tesis Cracking Meritocracy from the Starting Gate (2020), premiada por el European Consortium for Sociologial Research (ECSR).

El planteamiento del debate

El centro sobre el que pivota el análisis es preguntarse cómo interactúan el concepto y la práctica de la meritocracia con el principio de igualdad de oportunidades sobre las estructuras, progresivamente desiguales, de nuestra sociedad.

Para ello se señalan dos líneas de interpretación de la meritocracia que conviene no confundir: aquella que la define como mecanismo de selección en el que la asignación de las posiciones y recompensas se basan exclusivamente en el mérito del individuo. Y, de otra, la meritocracia como ideología cargada de (pre)juicios morales, convertida, de facto, en el caballo de Troya del liberalismo extremo y la legitimación de desigualdades.

Mientras la izquierda considera que el mérito como categoría de selección solo sería posible en un contexto de igualdad de oportunidades, el mensaje neoliberal tacha ese esquema como mera excusa porque, cada uno por separado, dispone ya de suficientes recursos para superar las dificultades del camino. El mensaje es, tú mismo tienes ya la solución para tus problemas y para superar las dificultades que encuentres. Y si no lo consigues, tú eres el culpable.

Si el mérito es un asunto individual y privado, el fracaso también. Es evidente que, asumido ese marco mental, no cabe responsabilizar de tu situación a las estructuras sociales ni al peso asfixiante de una explotación que ningunea a las mayorías y las conduce a sobrevivir de forma precaria.  Si no lo consigues, podrás culparte solo a ti mismo por tus malas decisiones y por tu falta de habilidad, empeño o carácter.

Meritocracia y autoculpabilidad van de la mano. Y también la explosión de las enfermedades mentales como signo de nuestro tiempo. La sublimación del mérito pasa a ser, entonces, una deriva maldita hacia los infiernos.

Principales conclusiones del análisis

La meritocracia nace en las revoluciones burguesas como oposición a la herencia aristocrática

Pedro González De Molina, señala un primer contexto histórico rastreando “en el protestantismo, trazas que son similares al discurso meritocrático, especialmente en la doctrina calvinista de la predestinación”. En esta doctrina una persona sabe que ha sido predestinado a salvarse porque tiene éxito en la vida “lo que es una señal de salvación por Dios, que es quién incita al hombre a tener una vocación profesional.”

Y recuerda que Max Weber observó en esta ética del trabajo duro y el estilo de vida frugal uno de los impulsos del desarrollo capitalista. Lo que hoy conocemos como meritocracia es también un discurso de recompensas y castigos, pero es otra “divinidad”, el mercado, el encargado de sancionarlas.

François Dubet, sociólogo francés y profesor en la Universidad de Burdeos, conecta también el nacimiento de la meritocracia con el poder creciente de la burguesía y “con las revoluciones democráticas que afirman que los individuos son libres e iguales en derechos, y deben poder acceder a todas las posiciones sociales en función de su mérito y utilidad. El mérito es un principio meritocrático nacido de la abolición de los privilegios del nacimiento”.

“La meritocracia -señala- ha estado más presente en los EEUU, una sociedad más abierta sin herencia aristocrática” mientras en Europa, donde el peso de la historia y de las aristocracias es mayor, ese canal es más estrecho y solo algunos individuos excepcionalmente meritorios podían acceder a las élites.

Por lo mismo, afirma afirma Carlos Gil, autor de la ponencia que ha abierto el debate, que el sueño meritocrático americano se parecía, en su origen, “más a la utopía socialista sin clases sociales que a las sociedades capitalistas de alta desigualdad de ingresos y riqueza heredada en las que vivimos hoy”. El sueño americano ofrece hoy una visión tremendamente distorsionada de lo posible “que no refleja los altos niveles de desigualdad realmente existentes”.

Meritocracia: un principio progresista desnaturalizado por la hegemonía neoliberal

De acuerdo con Dubet, ”el principio meritocrático es indiscutiblemente de izquierdas” pues actúa “contra la discriminación en nombre de la igualdad. Por lo tanto, es correcto luchar por la igualdad de oportunidades meritocráticas y luchar contra la discriminación”.

“Todo el problema viene de los efectos de este principio”. Efectivamente en la medida en que se asume que las becas y la educación pública garantizan unas mínimas oportunidades de origen o se popularizan los casos excepcionales en los que algunas personas llegan a lo más alto por sus méritos, es más fácil asentar la idea de que “las desigualdades finales son justas”.

Como explica Carlos Gil en su ponencia: “Poco a poco, pero sobre todo desde los años 80, la meritocracia sufrió una dulce metamorfosis hasta derivar en un sistema ideológico que justifica las desigualdades y pone el foco en la responsabilidad del individuo”.

De modo que, “en lugar de una sociedad eficiente y justa, la meritocracia derivó en una tiranía cruel y despiadada con los menos afortunados”.

La gestión del resentimiento de los perdedores alimenta la extrema derecha

Antonio Gómez Villar, profesor de Filosofía en la Universitat de Barcelona (UB), destaca en su intervención el comportamiento de la clase media ante la creciente sensación de ver frustradas su aspiración al ascenso social: “La clase media siempre consideró que los de arriba están en su legítimo derecho de estar arriba. Es una lógica de su adecuación a un sentido platónico de la justicia”, que incluye “el derecho natural a ser ricos y poderosos y el derecho a ser pobre. No cuestionan los privilegios de los ricos porque confían ciegamente en la correspondencia entre esfuerzo y recompensa. Y porque el sueño de la clase media es aspiracional: ellos también pueden llegar ahí; con esfuerzo, pueden llegar a ser lo que quieran”

La cuestión es cómo metabolizan el fracaso porque si los vencedores deben su éxito sólo a sí mismos, es evidente que los vencidos deben sus fracasos sólo a sí mismos.

Dubet resalta cómo, a partir de un determinado momento, funciona la cadena de desprecios hacia arriba y hacia abajo y como se convierte en una acción política que pivota sobre la idea de mérito y merecimiento. Una vez asumida la ausencia de expectativas, “el resentimiento se convierte en emociones políticas fundamentales. Son hostiles a las élites que tienen todo el mérito y hostiles a los perdedores que no tienen ningún mérito”. Porque son despreciados por los que están arriba, desprecian a los que están debajo, los más pobres, los desempleados, los extranjeros… El electorado de Donald Trump, pero también el de Bolsonaro y la extrema derecha europea, son la expresión de estos sentimientos de ira populistas.

La conexión entre meritocracia e igualdad de oportunidades

La enseñanza y el sistema educativo ha sido considerada siempre como el espacio principal donde se juega el principio de la igualdad de oportunidades. No en balde, como nos recuerda Carlos Gil, “el término meritocracia se acuñó como una crítica a la reforma del segregador sistema educativo inglés de 1944, que introdujo la diferenciación temprana de itinerarios curriculares —el equivalente español del bachillerato o formación profesional— basada en una prueba de cociente intelectual a los 10 años”.

Pedro Mellado, profesor en la Universidad Rey Juan Carlos y miembro del colectivo DIME, vincula estrictamente la meritocracia con la igualdad de oportunidades. “Los datos indican que, si tu origen socioeconómico influye de manera significativa en las posibilidades de abandono escolar, entonces no hay igualdad de oportunidades. Y si no hay igualdad de oportunidades, no se puede hablar de meritocracia”.

La cuestión es que ni hay forma de evaluar el mérito como factor aislado de otras circunstancias sociales ni hay forma de medir cuando se alcanza realmente el momento de la igualdad de oportunidades. Y entonces el espacio para lo subjetivo y la deformación ideológica se agranda. Y la igualdad de oportunidades y la evaluación del mérito se convierten en palabras vacías, incapaces de ser medidas.

Efectivamente, como insiste Carlos Gil “el esfuerzo solo podría justificar desigualdades entre personas que han nacido en las mismas circunstancias de clase y, como no podemos cuantificar todas estas circunstancias, quizá podríamos centrar nuestros esfuerzos en ofrecer más oportunidades en lugar de juzgar quién merece qué antes de ofrecerlas”.

En otras palabras, que hay que centrarse en implementar políticas públicas de redistribución económica, así como de refuerzo de los servicios públicos, para que aproximarnos a la meta en la que todas las personas tengan acceso a desarrollar su vida en las mismas condiciones. Mientras tanto, “la igualdad de oportunidades no existe, son nuestros padres”.

El territorio sanciona y agranda las desigualdades de clase

La meritocracia es una filosofía global que impregna mentes de todos los territorios y continentes. Los países del sur de Europa son acusados por los ricos del Norte de sus desequilibrios macroeconómicos por no trabajar lo suficiente.  Los pobres del mundo, hambrientos y desheredados, son acusados de ser responsables de su situación.

Ante esa evidencia, José Ariza de la Cruz, Doctorando en Sociología urbana por la UCM, afirma que: el territorio socava la meritocracia. No solo entre países. No solo entre ciudades. También dentro de estas. Vivir en un barrio o en otro afecta a nuestras posibilidades de ascender socialmente, independientemente de la renta de nuestros padres o nuestras características sociales”.

Viviane Ogou, investigadora de las relaciones UE-África y el Sahel, refuerza este aspecto mediante la conexión entre desigualdad territorial y racismo: “Hemos comprado un discurso invasivo que nos dice que tenemos que ser mejores unos que otros. Un sistema jerarquizado, basado en el capitalismo racial y con mucha violencia estructural a las comunidades del sur global”

Y concluye: ”es imposible que exista la meritocracia. Y aunque se diera la igualdad de condiciones, ¿para qué competir?”. El objetivo del ascenso social es un mito y una farsa. “Se trata de organizarnos para tener la mejor gestión social posible”. Solo de ser más libres.

He asumido la tarea de sintetizar las conclusiones de este debate realizado en el año 2023, en mi calidad de nuevo director de la Fundación Espacio Público, función que acabo de asumir. No he sido responsable, por tanto, del extraordinario trabajo coordinado por Pedro González De Molina, bajo la dirección de Orencio Osuna, anterior responsable de la Fundación, a los que felicito afectuosamente.

Para seguir profundizando, recomiendo la lectura de:

Ponencia inicial de Carlos Gil: https://espacio-publico.com/la-meritocracia-un-principio-conservador-o-progresista.

Entrevista a François Dubet:  https://espacio-publico.com/francois-dubet-la-meritocracia-es-un-principio-justo-cuyos-efectos-pueden-ser-injustos

La meritocracia educativa, el rearme ideológico neoliberal. Pedro Mellado: https://espacio-publico.com/intervencion/la-meritocracia-educativa-el-rearme-ideologico-neoliberal.

La importancia del territorio para comprender la meritocracia. José Ariza de la Cruz: https://espacio-publico.com/intervencion/la-importancia-del-territorio-para-comprender-la-meritocracia

Meritocracia contra la casta señorial. Xavier Martínez-Celorrio: https://espacio-publico.com/intervencion/meritocracia-contra-la-casta-senorial.

Crisis de las clases medias. De la promesa meritocrática al resentimiento existencial. Antonio Gómez Villar: https://espacio-publico.com/intervencion/crisis-de-las-clases-medias-de-la-promesa-meritocratica-al-resentimiento-existencial.

El mito de la meritocracia: en busca de un bien común decolonial de Viviane Ogou: https://espacio-publico.com/intervencion/el-mito-de-la-meritocracia-en-busqueda-de-un-bien-comun-decolonial.

Estoy seguro que tendremos muchas oportunidades de seguir en contacto.