La brecha de clase: el debate oculto

  • Ricardo Romero y Arantxa Tirado

    Ricardo Romero y Arantxa Tirado

    Autores del libro 'Clase obrera: crónica de una desaparición forzada'

27.09.2016

Debate principal: Medios, intelectuales y política

‘CTXT’ y Espacio Público nos invitan a debatir sobre la brecha existente entre la vieja y la nueva intelectualidad, la que ha hegemonizado la vida cultural y mediática durante las cuatro últimas décadas, frente a la que pugna por hacerse un hueco desde las redes sociales pero carece de la legitimidad y el prestigio que otorga el sistema a quienes llevan años siendo los fieles guardianes de las esencias de la Transición.

Se presenta el debate como una brecha generacional pero hay un tema transversal que compete a ambas generaciones y que nadie quiere poner sobre la mesa: la brecha de clase entre estas intelectualidades y la mayoría de la población del Estado, conformada en gran medida por la clase obrera o trabajadora.

Cuando se habla de intelectuales y personas culturalmente influyentes en los medios, nadie piensa en dónde está la clase obrera pues no se espera encontrarla en esos ámbitos, reservados desde antaño a los cachorros de las élites ilustradas. A lo sumo, se asocia al conjunto de la clase obrera con personajes como Belén Esteban, la “princesa de barrio”, espejo en el que las clases populares se mirarían para encontrar un referente del sueño de fama y riqueza casi imposible. También en los macarras de gimnasio extraídos de Gandía Shore o en personajes de ficción como “el Nen de Castefa”. Pero, ¿qué otros referentes visibles tiene la clase trabajadora cuando mira los programas de televisión, lee la prensa o busca en la cultura una voz con la que sentirse identificada? Salvando muy honrosas excepciones, como Juan Marsé, Javier Pérez Andújar, Estopa, Ska-p, Jarfaiter, o Benito Zambrano, clase obrera y telebasura son casi un binomio indisoluble. Periodistas, tertulianos y todólogos de toda índole y ralea, reúnen una característica en común: en su totalidad proceden de la alta burguesía o, en el mejor de los casos, de una pequeña burguesía (lo que se conoce vulgarmente como “clase media”), a veces progresista pero acomodada y bien situada. Por eso tienen una visión distorsionada de la clase obrera.

No deja de resultar curioso que fuera Jordi Évole quien pusiera sobre la mesa la cuestión de la clase obrera en horario de máxima audiencia: procede de Cornellà, una popular ciudad de la periferia obrera barcelonesa. Pareciera que vuelve a cumplirse la máxima que nos recuerda que “sólo el pueblo salva al pueblo”.

Por no estar, la clase obrera ni siquiera está en el vocabulario de los intelectuales. Pero tampoco en el de los académicos, los artistas o los propios líderes de la izquierda, mucho más cómodos con conceptos supuestamente más transversales como “ciudadanía” o “clases medias”. De hecho a nadie parece sorprenderle que los partidos de izquierdas (o del cambio) apelen con mayor asiduidad a la pequeña empresa que a los trabajadores y trabajadoras. Ser trabajador no es nada cool. La transversalidad puede y debe funcionar a corto plazo como gasolina de la maquinaria electoral, pero a la larga -y si no se han echado profundas raíces- se convierte en un escollo del que es difícil zafarse. Basta recordar el caso de Jiménez Villarejo. Un perfil neutro puede apaciguar momentáneamente las plumas y gargantas estridentes del enemigo, pero cuando el régimen te corre por las venas (como es el caso del famoso jurista) y al final esa neutralidad de neutral tiene muy poco y pretende venderte a las primeras de cambio, el enemigo dispara con mayor furia si cabe. Cabría empezar a plantearse que el enemigo va a disparar con toda la artillería aunque lleváramos en las listas al mismísimo Jesús de Nazaret. A este respecto no deja de resultar curioso el caso de Alberto Garzón: era el yerno ideal, el economista sensato, el político mejor valorado… y de la noche a la mañana y tras un par de encuestas que situaron la confluencia de izquierdas dos puntos por encima del PSOE, se convirtió en un temible comunista a quién odiar y temer. Pero sigamos.

La desaparición forzada de la clase obrera del debate cultural, académico y político no es casual. Tampoco puede entenderse sin la ola neoliberal en la que nos encontramos sumidos a escala planetaria desde la década de los setenta y, en el caso concreto del Estado español, desde la llegada de la mal llamada “Transición democrática”. Ésta fue un punto y aparte (¿o deberíamos decir punto y seguido?) de la dictadura que pudo darse precisamente por la lucha y el sacrificio de los trabajadores y campesinos republicanos que sobrevivieron al exilio y a la represión del franquismo. Cierto que también hubo contestatarios hijos de la pequeña y la alta burguesía que apoyaron estas luchas obreras contra la dictadura desde las aulas universitarias e incluso trataron de acercarse al obrerismo. Pero, al llegar la democracia, no tuvieron el valor de pedirles cuentas a sus papás de los crímenes que éstos habían cometido o solapado. De hecho, muchos de esos periodistas y todólogos que hoy monopolizan el debate público y alertaron sin descanso sobre Venezuela y de la peligrosa confluencia entre Podemos y el
Partido Comunista, presumen de haber corrido “delante de los grises”.

La clase obrera también tuvo su parte de culpa, ahí están Los Pactos de la Moncloa, la directriz de guardar silencio cuando todavía estaban calientes los cuerpos de los abogados de Atocha o el servicio de orden del Partido Comunista incautando banderas republicanas en los actos, manifestaciones y mítines. Después de 40 años de abusos y terror, había que seguir portándose bien y estar calladito. Nos dijo Pepe Sacristán (entrevistado por Jordi Évole) que había que tener los cojones de estar allí y que es muy fácil, ahora a posteriori, criticar el proceso. A nosotras nos bastaría con que aparcaran sus masculinidades a un lado, fueran un poquito más humildes y reconocieran que se hizo lo que se pudo, pero que en ningún caso nos pretendan vender aquello como la panacea porque es insultar a nuestra inteligencia.

La Cultura de la Transición propició la conversión, hecha de la noche a la mañana, que transformó a la mayoría de españoles en demócratas de toda la vida aunque hubieran tenido cargos de renombre en la dictadura. España, como afirma sin descanso el profesor Monedero, es el único país del mundo en el que se puede ser demócrata sin ser antifascista. Muchos sencillamente eran «hijos de»: basta con echar un vistazo a los progenitores de muchos de los ministros «socialistas» de este país. Se propició lo que, a decir de Fernández Buey, un “transformismo de los intelectuales”, que no puede separarse del acomodamiento de muchos de ellos a los cargos públicos ofrecidos por el PSOE y a la hegemonía de “El País” como aparato de difusión, desde una supuesta izquierda, de una visión del mundo social-liberal, cuando no neoliberal. Y de esos polvos en forma de “revolución pasiva” o “revolución cultural” (o Movida madrileña) vinieron estos lodos.

Con el llegar de la tan ansiada democracia, la infrarrepresentación de los hijos de la clase obrera en el ámbito universitario, donde se forja la posibilidad de desarrollar una carrera intelectual en tiempos donde no existe el mecenazgo cultural, ha seguido siendo una realidad mayoritaria. Algunos hablaron de Universidad de masas pero lo cierto es que las masas como tal nunca llegaron a las facultades, como mucho un porcentaje –y bien bajo- de ellas. El filtro, como muchos estudiosos (Levitas, Bowles y Gintis, Bernstein, Bourdieu) han demostrado hasta la saciedad, proviene de un sistema educativo que está organizado para identificar, seleccionar y dividir al alumnado en función de sus capacidades, esto es, detectando quiénes provienen de una familia con mayor capital cultural, a decir de Bourdieu, que finalmente serán los que se adapten mejor a un sistema educativo diseñado bajo parámetros y valores distintos a los que comparte la clase obrera. (Y eso que el bueno de Bourdieu no conoció la escuela concertada española, la misma que recibe fondos públicos para rechazar a inmigrantes o segregar por sexos).

La clase obrera, en términos generales, desarrolla actitudes de recelo hacia la educación formal y el sistema universitario, el cual acaba siendo un reflejo de la división del trabajo existente en la sociedad como apuntó desde los años setenta Manuel Sacristán. Antaño los hijos de la clase obrera eran enviados a la fábrica o al taller, ahora por descarte acaban de reponedores de supermercado o sirviendo mesas para turistas ricos del Norte de Europa. Con la crisis esta realidad se ha hecho todavía más descarnadamente visible y el debate de la precariedad en los centros de trabajo ha saltado a la palestra pública, no porque los hijos de la clase obrera lo sufrieran desde tiempos inmemoriales sino cuando, por culpa de esta crisis originada en 2008 tras la burbuja inmobiliaria, los hijos de las clases acomodadas se han visto abocados a este tipo de trabajos. “Tengo dos carreras y sirvo mesas en Londres” (y los clientes me tratan como basura), es un máxima que hemos escuchado hasta la saciedad en los últimos tiempos. El sesgo clasista resulta, a nuestro juicio, más que evidente. La clase obrera siempre emigró, siempre se desplazó en busca de trabajo, forma parte de su idiosincrasia como clase social, fueran migraciones internas de Andalucía y Extremadura a Madrid o Barcelona, o fueran migraciones al extranjero, a Alemania, Suiza o Francia en los años sesenta. Que esa clase media se vea forzada a emigrar es una disonancia social, tanto es así que no serán “emigrantes” sino “exiliados”: siempre supieron distanciarse de la “chusma”.

Por tanto, vemos que la ausencia de una intelectualidad proveniente de extracción popular se fragua desde la cuna y se consolida en el ámbito universitario, lugar de reproducción del privilegio y la hegemonía social. Los mecanismos de exclusión se hacen de manera más sutil que en otros momentos históricos, por lo cual muchos ni siquiera son capaces de verlos aunque tengan el techo de cristal en el cogote, pero siguen siendo muy efectivos y a los resultados nos remitimos. Pensemos que incluso en los casos en que los hijos de la clase obrera han tenido oportunidad de llegar a cursar estudios universitarios, éstos no les han servido necesariamente para escalar en la pirámide social. La clase social se hereda como denunciaba Cáritas en un informe reciente.

Y es evidente que sea así en un sistema competitivo donde prima la individualidad y el tener menos escrúpulos que el vecino para poder medrar y trepar. Los valores de solidaridad, cooperación y altruismo propios de los trabajadores, no encajan. Además, los trabajadores carecen de los contactos, los enchufes en ámbitos de poder y, sobre todo, de una visión empresarial de la vida donde hasta los matrimonios se hacen por interés.

Luego tenemos la relación entre clase obrera y medios de comunicación, cuya representación podría resumirse en circo del malo y salsa rosa a borbotones. Como no todos los jóvenes de nuestro país han podido acceder a una educación universitaria, nos encontramos también con una mayoría de juventud obrera empujada al desempleo o, con suerte, a trabajos precarios de por vida. Esta necesidad de tener que trabajar dificulta sobremanera la dedicación al estudio, la lectura y quita tiempo de ocio necesario para poder cultivar la sensibilidad artística visitando museos, teatros, cines, conciertos, etc. Al menos, el tipo de ocio que la burguesía considera como “refinado” y signo de “distinción”. La clase obrera tiene sus propios referentes culturales, a veces contraculturales, aunque estos no estén avalados ni por los medios ni por la industria cultural ni por los que se creen clase media y tratan despectivamente a estos jóvenes trabajadores con gustos “no refinados” de canis, chonis y demás especímenes que son objeto de la mofa y escarnio mediático en programas de telebasura.

En definitiva, la clase obrera ni está ni se le espera en el debate intelectual porque, sencillamente, se le ha impedido a lo largo de la Historia poder traspasar la línea en la que debía moverse. Hoy esos límites están en el barrio, la fábrica, el call-center, la tienda de ropa, los hoteles donde limpia y hace camas a destajo o como entretenimiento para el resto de televidentes en los programas de telebasura. O actuando en el Sonar vía PVVR GVNG para que periodistas de clase media que toman café en Starbucks hagan crónicas paternalistas del tipo: ¡mira, un pobre! Quien quiera salir de esos límites deberá hacer un esfuerzo titánico para hacer oír su voz, máxime cuando no encaje en el prototipo folklórico, distorsionado y humillante que los medios y cierta intelectualidad han fabricado sobre lo que es ser clase obrera. Baste recordar el revuelo que causó la presencia de un hijo de la clase obrera en el congreso, hablamos del diputado por Podemos Alberto Rodríguez. Más allá de si tenía piojos o no, como se encargó de recordarnos la inefable Celia Villalobos, las plumas de los todólogos ardían de odio de clase principalmente porque carecía de un título universitario y era un obrero procedente de la FP. En realidad una forma poco sutil de recordarnos que su sitio está en la fábrica, no en el Congreso de los Diputados.

Este país no necesita solamente acabar con la brecha existente entre la “Cultura de la Transición”, en términos culturales o políticos, y las jóvenes generaciones que piden su espacio. Necesita sobre todo superar la brecha de clase que sigue relegando a la mayoría de sus habitantes a una condición de espectadores y consumidores pasivos de un debate que se hace de espaldas a sus intereses como clase desposeída de prácticamente todo, hasta de la voz y la propia representatividad política. La clase obrera necesita ser su propia representante y tener referentes intelectuales, políticos, culturales y mediáticos que provengan de sus filas y hablen su lenguaje, sin necesidad de que para ser escuchados deban tener títulos académicos. Sólo así se podrá avanzar hacia una sociedad más habitable en dónde también se refleje la realidad de los barrios y los lugares de trabajo. En caso contrario, permaneceremos anclados en una sociedad elitista donde la intelectualidad –por muy de izquierdas que se considere- y el mundo mediático seguirán viviendo en una burbuja almidonada que nada tiene que ver con la realidad de las mayorías. Ya lo dijo un sabio alemán: las condiciones materiales de vida, determinan la conciencia.

Para despedirnos y terminar, nos gustaría recordar el apoyo masivo que recibió el conflicto minero, los ocho de Airbus o la lucha de los vecinos de Gamonal. Cuidado que ser trabajador puede también ser cool y transversal. De hecho, y sin atisbo de duda, nos cuesta encontrar un colectivo o sujeto histórico más variopinto, transversal, multirracial y con mayor carnaval de identidades que la clase trabajadora.

Otras intervenciones en el debate

Intervenciones
  • Ricardo Romero y Arantxa Tirado

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  • María Eugenia Rodríguez Palop

    Eurodiputada de Unidas Podemos. Titular de filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid.

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  • Miguel Mora

    Director de CTXT

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  • Beatriz Gimeno

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  • Marina Subirats

    Socióloga, política y filósofa

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  • Marià de Delàs

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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

    Licenciado en Geografía e Historia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía.

    Me ha gustado mucho su intervención, pues no se anda con vaguedades y es lúcida y pormenorizada. Sin embargo no termino de ver claro dos afirmaciones suyas que quizás convenga aclarar. Por un lado, sostiene Ud. que «Son malos tiempos para la crítica porque se prohíbe y reprime...»; pero, por otra parte, también afirma lo que parece ser su contrario, es decir: «Hoy... las opiniones críticas y las conductas asociadas con la transgresión resultan algo normal, que ni revelan algo oculto, ni provocan o alteran». Sólo se me ocurre una explicación para esta aparente contradicción: que hoy se viva en...
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  • Daniel Innerarity

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  • Jesús Pichel Martín

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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

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  • Ignacio Muro Benayas

    Director Fundación Espacio Público

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  • Jorge Gaupp, Ana Luengo y Isabelle Touton

    Estudiante de doctorado en estudios culturales, profesora de estudios culturales y de español en San Francisco State University y profesora la Universidad Bordeaux Montaigne

    El debate que está teniendo lugar en CTXT y Público comenzó con el quién: quién ha accedido al espacio público en las últimas décadas y quién no. Pero luego ha ido mutando hacia el cómo hablar en este espacio, y creemos que esa es la cuestión clave. No apostaríamos toda la mejora de la función intelectual a la renovación de voces o de firmas. Dentro de la discusión, vemos el miedo de Pereda a que dentro de unos años haya unos nuevos “cerdos”, acomodados a un nuevo poder. Hay quienes dirán que el acomodamiento autoritario es un proceso inevitable, una...
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  • Javier Segura

    Profesor de Historia

    Toda profesión brinda un servicio social al que la ciudadanía tiene derecho y, por tanto, no puede concebirse sin una ética del bien común. La labor profesional del personal docente, por ejemplo, está directamente vinculada al derecho a la educación del alumnado, la del personal sanitario, al derecho a la salud de la población, y así, sucesivamente. Sería grotesco pensar que los derechos a la educación y a la salud limitan la libertad de los profesionales de la educación o de la sanidad cuando, en realidad, constituyen su razón de ser. De la misma manera, la razón de ser de la...
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  • Víctor Alonso Rocafort

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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

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  • Rosa Pereda

    Escritora y crítica cultural

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  • Emmanuel Rodríguez

    Sociólogo e historiador

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  • Carlos Fernández Liria

    Profesor de Filosofía en la UCM

    Cuando se habla de 'régimen del 78' muchos intelectuales mediáticos se rasgan las vestiduras, como si se tratara de una fórmula populista y demagógica propia de una impresentable extrema izquierda marginal y exagerada. Con tanto aspaviento lo que se ha logrado durante estos últimos cuarenta años es hurtar un necesario debate sobre la libertad de expresión y su papel en el orden constitucional. Se escamotea el hecho indudable de que nuestra supuesta democracia parlamentaria ha venido acompañada de una dictadura mediática estremecedora. Es verdad que ha habido excepciones, pero también las hubo, todo hay que decirlo, durante...
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  • Ignacio Sánchez-Cuenca

    Profesor de Ciencias Políticas de la Carlos III y consejero editorial de CTXT

    Hace un par de semanas, José Antonio Zarzalejos escribió un artículo en el que criticaba mi libro 'La desfachatez intelectual'. En dicha crítica deslizaba afirmaciones inexactas que eran irrelevantes para la cuestión que se ventilaba y que además deformaban algunos datos sobre quien esto escribe. Llamé la atención sobre todo ello en un artículo en el que evité cualquier referencia personal y traté de centrar el debate en otros asuntos, pero veo que no ha servido de nada. En dicho artículo invitaba a Zarzalejos a debatir sustantivamente sobre los asuntos en los que no estamos de acuerdo, como las...
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  • Noelia Adánez

    Miembro del Colectivo Contratiempo y Teatro del Barrio

    Con su artículo 'Una madre poco ejemplar', Elvira Lindo -según su propia afirmación- no pretende presentar su maternidad o la de las mujeres de su generación como ejemplo. Más bien aspira a señalar que caen en un error las mujeres que hacen de la maternidad (no sabemos si por un tiempo o indefinidamente) la principal actividad en sus vidas. Lo que -según comenta Elvira Lindo- es la “teoría en boga”. Tal y como lo expresa puede parecer que las mujeres nos hemos entregado, ciegamente y en masa, a esta “teoría en boga”, que nos hace renunciar a cualquier otra forma...
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  • Víctor Sampedro Blanco

    Catedrático de Comunicación Política

    Al inicio del 15-M, Fernando Savater tachó de "hatajo de mastuerzos" a quienes protestaban ante el Parlament de Catalunya. Los altercados, inducidos por la policía, acabaron con el desalojo violento de los manifestantes. Cinco años más tarde reproduzco la carta que publiqué en mi blog. Sánchez-Cuenca ha criticado recientemente a Savater por moralizar el debate sobre ETA, sin atender a los datos y debates rigurosos; e impidiendo así avanzar soluciones a la cuestión nacionalista. El texto que ahora recupero extiende esta crítica con varias tesis. (1) La excepcionalidad – en el panorama internacional - de unos intelectuales caracterizados...
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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

    Licenciado en Geografía e Historia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía.

    Según José Antonio Pérez Tapias, sí. Yo, en cambio, tengo mis dudas, y pasaré a explicar brevemente por qué. Lo haré en términos afectuosos, pues considero además a Tapias como una de las personas con la mente mejor amueblada del socialismo español, y también de las más dignas. Si apelamos a ‘los clásicos’, como Antonio Gramsci, pareciera que Tapias lleva razón. Pues Gramsci asumió que «no existe el no intelectual», y que, por lo tanto, todos somos en alguna medida ‘intelectuales’. ¿Qué sentido tendría entonces hablar de un grupo de ‘intelectuales’? Creo que la respuesta se puede encontrar a partir de...
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  • Jaime Pastor

    Politólogo y editor de Viento Sur

    “Quienes ejercemos profesionalmente la función de ‘intelectuales’ queremos expresar nuestra admiración a este movimiento”. Así empezaba un escrito dirigido a Nuit debout por Tariq Alí, Elsa Dorlin, Razmig Keucheyan, Frederic Lordon, Leo Panitch y Wolfgang Streek, entre otras personas relevantes, publicado en 'Le Monde' el pasado 3 de mayo. En el mismo artículo reconocían que ese nuevo actor “no tiene ninguna necesidad de intelectuales para reflexionar. La producción de ideas es inmanente al movimiento, cada uno de cuyos miembros es un intelectual y el conjunto un intelectual colectivo”. Pienso que actitudes como ésta deberían ser las que correspondería promover por...
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  • Sebastiaan

    Profesor de Estudios Hispánicos

    Hace poco más de un año entrevisté a Jordi Gracia, catedrático de Literatura en la Universidad de Barcelona y opinador de 'El País'. Quise invitarle a una reflexión sobre el poder que ese papel de intelectual público representaba. “El acceso a las páginas de opinión de 'El País'” le decía, “te confiere una autoridad, un poder social, un privilegio diferente que los del profesor de literatura colaborador en un suplemento cultural. También supone una responsabilidad diferente que, a su vez, te hace más vulnerable en la medida en que te expone a una crítica o cuestionamiento diferente. ¿Cómo asumes...
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  • Jesús Pichel Martín

    Profesor de Filosofía

    Sobre el papel y la influencia de los intelectuales en los últimos cuarenta años, creo que deben diferenciarse al menos dos ámbitos: por una parte, su función como referentes ideológicos en los órganos directivos de los partidos políticos y de sus fundaciones, y, en general, en cualquier organización que haya pretendido ser un grupo de presión (un 'think-tank'); y, por otra, la función de los intelectuales como formadores de opinión pública en los medios de comunicación. En el primer sentido, es constatable la influencia de los referentes ideológicos del SPD en aquel PSOE del último cuarto del siglo XX, del...
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  • Ignacio Sánchez-Cuenca

    Profesor de Ciencias Políticas de la Carlos III y consejero editorial de CTXT

    Aunque tenga profundas diferencias ideológicas con José Antonio Zarzalejos, siempre he seguido con interés sus opiniones políticas. No he podido estar más en desacuerdo con la posición que adoptó como director de ABC, tanto en el fondo como en las formas utilizadas, a propósito de asuntos como el proceso de paz con ETA y el nacionalismo catalán, pero leí sus argumentos con atención y respeto, aprendí de ellos y me sirvieron para refinar los míos. Considero que voces como las suyas son fundamentales para que tengamos una esfera pública plural. Por eso mismo me ha causado tanta decepción un...
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  • Ramón J. Soria

    Sociólogo y antropólogo experto en alimentación

    Es un hecho, la mayoría de los españoles apenas cocina, se ha olvidado de la dieta mediterránea y los precocinados o la comida rápida va ocupando cada vez más espacio en la nevera, y los pequeños armarios-despensa de los minipisos que fabricó como churros, pero a precio de caviar, la burbuja inmobiliaria. Cada vez comemos peor y somos más ignorantes sobre las cosas del comer aunque sigamos con interés los cabreos de Chicote, le riamos los chistes malos a Arguiñano y nos espantemos con el repug-reality de Masterchef. Pero los intelectuales españoles desde siempre han comido caliente tres veces al...
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  • José Antonio Pérez Tapias

    Miembro del Comité Federal del PSOE y profesor decano de Filosofía en la UGR

    La palabra 'intelectual' tiene todavía su aura. Creo, sin embargo, que su uso la ha llevado a un punto en que puede resultar que tenga sólo eso, algo de aura, pero nada más. Es decir, se ha convertido, en gran medida, en un significante vacío, como esas palabras que justo por su vaciedad semántica juegan un papel determinado, de mucho rendimiento, en el discurso político, como bien destacó Ernesto Laclau, por ejemplo, o como han subrayado otros muchos, en la crítica de la cultura en clave psicoanalítica, de la mano, en especial, de Lacan. Habrá que reconocer que al término...
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  • Piter

    Parado

    Aunque los temas de la Transición y de la Constitución sean, desde mi punto de vista, temas que únicamente nos sirven para contextualizar el debate que nos ocupa, la importancia de dichos temas así como los comentarios realizados por Bonifacio de la Cuadra y por Miguel Pasquau Liaño me han llevado a redactar esta réplica. Matizar, antes de iniciar la réplica, que coincido con bastantes de los aspectos enumerados por Miguel Pascuau y bastante menos con lo expuesto por Bonifacio de la Cuadra. Quizás sea cierto que la Constitución que tenemos sea la mejor posible para el contexto de la época,...
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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

    Licenciado en Geografía e Historia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía.

    Una de las últimas travesuras dialécticas del ocurrente Juan Luis Cebrián ha sido descalificar ‘in toto’ al fenómeno de Internet, diciendo que “la Red está llena de mentiras, calumnias, insultos y estupideces”, a la que contrapone el ejemplo de medios de comunicación como El País, “de independencia y calidad probada” (El País, 28/09/2015). Es cierto que no todo lo que circula en Internet es trigo limpio, pero lo mismo se puede decir de la prensa escrita y de la televisión. Además, el periódico El País ya no es ejemplo de nada: ni de independencia, al ser propiedad de accionistas-banqueros,...
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  • Santiago Alba Rico

    Filósofo y escritor

    A la hora de abordar este asunto a uno le gustaría ocultarse bajo un pseudónimo y ello por dos motivos. El primero tiene que ver con el hecho de que, si vamos a hablar de intelectuales, es seguro que nos disponemos a lanzar alguna piedra y un pseudónimo permitiría no tanto esconder la mano como garantizar honestamente que el destino del proyectil es también uno mismo. A los intelectuales no nos gusta que nos incluyan en una clase o en un grupo y cuando hablamos de 'los intelectuales' -como cuando las clases medias hablan de 'la gente'- es para...
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  • Leo Moscoso

    Sociólogo y politólogo

    “Ahora uno publica en un periódico y nadie se queja” – declaraba Santos Juliá (según refiere el diario El País del 15 de octubre de 1999) en la lección inaugural de la Facultad de Periodismo de Sevilla. O no. La entrevista del hispanista Sebastiaan Faber al historiador Pablo Sánchez León publicada por su periódico parece desmentir esta idea: no sólo mereció una amonestación por parte de la periodista Soledad Gallego-Díaz, sino que ha dado lugar a una airada e irónica réplica de uno de los aludidos. Tal vez lo primero que habría que decir es que era una entrevista,...
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  • Asunción Bernárdez Rodal

    Profesora Titular en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM

    A los medios de comunicación les gusta el espectáculo, les agrada que cualquier tema se convierta en diversión pública, a base de producir comentarios maniqueos sobre la realidad. También lo hace con las llamadas hard news, las noticias sobre la economía, la política, los conflictos bélicos, el terrorismo y un largo etcétera de informaciones que en teoría hay que tratar en la vida pública de forma seria.La paradoja es que parece que así ocurre. Si nos ponemos frente al televisor a ver un debate político, nos encontraremos que muchas de las personas que intervienen están allí porque son capaces...
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  • Escupir al cielo

    04/05/2016

    Rosa Pereda

    Escritora y crítica cultural

    Lo jodido de ser mayor –aparte el calendario que te acerca la muerte- es que no puedes hacer ninguna reflexión que no esté cargada de memoria. Es decir, que no puedes pensar el futuro, en el que sabes que no estarás, ni el presente, en el que eres consciente de que pintas poco, sin referirte a un pasado que, con mucha suerte, te justifica. Y que tampoco es cómodo. Con suerte, si no te han doblado, te han quebrado. En ese caso, sobre todo en ese caso, el pasado se ha convertido en el lugar de la frustración. Porque...
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  • Miguel Pasquau Liaño

    Jurista y escritor

    No sé si en 1978 España habría podido darse una Constitución distinta, pero sí estoy seguro de que la que se aprobó es mucho mejor que lo que después se hizo de ella como consecuencia de un bipartidismo de intereses endogámicos que en algún momento comenzó a competir 'a la baja' con más interés en controlar la democracia que en desplegarla. Con cuánto agrado leí Democracia de papel, un ensayo de Bonifacio de la Cuadra en el que defiende esa tesis con el valor añadido de quien fue testigo directo de los necesarios equilibrios que se forjaron y del...
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  • Bonifacio de la Cuadra

    Periodista

    A punto de repetirse la convocatoria de las últimas elecciones generales -las del 20 de diciembre de 2015-, de resultados políticos fallidos, en cuanto que los elegidos por la ciudadanía no han sido capaces de alumbrar un Gobierno, merece la pena recordar los tiempos iniciáticos de nuestra democracia, en los que los representantes políticos alcanzaron acuerdos sustancialmente más difíciles, en condiciones muchísimo más precarias. Curiosamente, el reciente fracaso de la formación de un Gobierno y la investidura de su presidente ha sido perpetrado por personalidades de alta gama académica y politológica, junto a veteranos en la función pública y en...
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  • Piter

    Parado

    Sí, como en la biblia, ídolos con “cabezas de oro” y pies de barro. Y entrecomillo lo de “cabezas de oro” por el simple motivo de que en el país de los ciegos, el/la tuerto es el/la rey/na. En un país donde el nivel cultural es de una mediocridad supina, cualquiera que sea medio leídx se transforma en intelectual. Triste pero cierto, causado por la herencia del franquismo que liquidó cualquier atisbo de intelectualidad y de pensamiento crítico u original. El país que ha mamado del “Muera la inteligencia” y que, consecuentemente, ha asumido el circo (en sentido romano)...
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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

    Licenciado en Geografía e Historia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía.

    Nunca he sentido la vocación de querer ser un intelectual, ni creo que reúna las capacidades ni los méritos para llegar a serlo. No obstante voy a atreverme a reflexionar en voz alta sobre qué entiendo yo que es, o debería ser, un intelectual. A mi parecer, debería reunir las siguientes particularidades: En primer lugar debe poseer unos vastos conocimientos, que le permitan moverse con relativa soltura por un abanico amplio de temas y sin necesidad de recurrir, para opinar, a sus fichas (como una vez le ocurrió al historiador Antonio Elorza). En España hay buenos politólogos, economistas, literatos, etc.,...
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  • Ignacio Sánchez-Cuenca

    Profesor de Ciencias Políticas de la Carlos III y consejero editorial de CTXT

    La crisis económica que golpeó a España a partir de 2008 no fue muy distinta de la que vivieron muchos otros países europeos. La principal característica diferencial es que en España la burbuja inmobiliaria había adquirido dimensiones colosales y el país se había endeudado fuertemente con el exterior. A lomos del crecimiento y el dinero barato, las grandes empresas se expandieron internacionalmente adquiriendo enormes deudas. Y aunque en menor medida, los hogares también se endeudaron con la compra de vivienda. La crisis dejó a España en una posición muy delicada. Al fuerte endeudamiento externo se sumaron las limitaciones impuestas en...
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