Cuando la igualdad llegue a la democracia

  • Miguel Lorente Acosta

    Miguel Lorente Acosta

    Médico, profesor universitario, Delegado del Gobierno para la Violencia de Género

28.11.2014

Debate principal: ¿Ha llegado la democracia a la vida privada?

Antes de iniciar mis comentarios quiero felicitar a Soledad Murillo por el texto tan sugerente y estimulante que ha compartido. Me parece muy completo y amplio en el abordaje de las cuestiones planteadas, y centrado en elementos clave, tanto para entender la esencia de las medidas desarrolladas como para comprender las reacciones y críticas que se han levantado ante las iniciativas.

Mi intervención podría iniciarla con otra pregunta planteada alrededor de la que nos traslada Soledad, ¿ha llegado el ejercicio democrático basado en el respeto mutuo a la idea de democracia que tenemos?, o lo que es lo mismo, ¿ha llegado la igualdad a la democracia?
A lo largo de los siguientes párrafos trataré de dar algunas referencias en ese sentido, siempre a partir del texto de Soledad Murillo.

1. DESIGUALDAD Y DEMOCRACIA

Para mí la respuesta a las preguntas que he lanzado antes es clara: aún no hemos traído la democracia a nuestra forma de pensar y sentir la realidad, ni para posicionarnos de manera activa ante ella. Lo que hemos hecho ha sido dotarnos de mecanismos formales para dar sentido a las decisiones adoptadas y justificaciones a lo alcanzado. Pero al igual que se dice de muchas religiones, se trata más de un ritual basado en esa fe ciudadana sobre lo que representa la democracia, que una verdadera democracia.

La democracia, como bien apunta Soledad Murillo, exige la Igualdad como valor y como principio, y una sociedad basada en una cultura construida sobre al desigualdad hombre-mujer y jerarquizada sobre referencias de poder, no puede considerarse democrática en su esencia, ni en su día a día, y menos aún en su “andar por casa”, aunque cumpla con todos sus ritos.

Por eso, los mecanismos dirigidos a conseguir esa democracia del respeto son considerados como un ataque al orden establecido, y por ello la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (LIVG), se ve como una injusticia en sí misma y levanta rechazo en todos los sectores: judicial, legislativo, ejecutivo y social, aunque este rechazo se matice formalmente y se manifieste de forma diferente según el momento y sus oportunidades.

No se critica que se actúe contra la violencia de género, lo que se cuestiona es que se haga específicamente sobre las referencias que ha puesto de manifiesto el feminismo al incorporar la perspectiva de género en el análisis de la realidad. En definitiva, lo que revelan estas críticas a la LIVG es la construcción de poder basada en las referencias dada por los hombres, la defensa de los privilegios que proporciona, y la injusticia antidemocrática que supone.

Reducir las violencia de género a las circunstancias domésticas o familiares es una forma de ocultarla en esos contextos y de apartarla de la sociedad y de lo público, pero sobre todo, es negar la mayor, es decir, no reconocer que la desigualdad está en su origen.

Los planteamientos tradicionales del patriarcado intentan mantener las referencias que tantas ventajas y beneficios les han proporcionado a lo largo de la historia, y para ello insisten en varias ideas para apartar el problema de la desigualdad y del espacio público. Dos de estas ideas, comentadas por Soledad Murillo, son:

1. Limitar la violencia de género a un problema privado, y dejar que sea lo privado el que actúe como solución. Se trata de una estrategia cargada de perversidad y similar a la que ha prevalecido siempre a lo largo de la historia. No nace de un planteamiento nuevo, sino de un refuerzo de las referencias históricas que juegan con los contextos y con la propia identidad de hombres y mujeres. Es decir, de las referencias que llevan a las mujeres a considerar que la violencia de género está en su propia actitud y conducta, tal y como se dice desde la propia construcción cultural sobre el tema, y tal y como refuerza el agresor al justificar la violencia. Estas ideas son las que llevan a las mujeres a pensar que la ellas mismas deben “sacrificarse” para salvar la relación y a los hijos e hijas, y las que hacen que la sociedad cuestione o dude sobre la propia decisión de denunciar esta violencia, posición que facilita que se acepte sin a penas cuestionamiento el mito de las “denuncias falsas”.
De hecho en la actualidad, a pesar de todas las políticas y recursos que se han puesto en marcha en los últimos años, las mujeres que denuncian representan el 22% de todos los casos que se producen cada año (Datos de la macroencuesta 2011).

2. Considerar la violencia de género como el problema de un “colectivo”. Y se hace sobre un doble argumento que se refuerzan mutuamente. Por un lado, porque entiende que las mujeres forman parte de un “colectivo”, tal y como explica Soledad Murillo, y por otro, porque no quiere entenderse como un problema de las mujeres en general y de toda la sociedad, sino de “algunas mujeres”. Para estos planteamientos el problema radica en aquellas mujeres que “rompen con sus roles tradicionales” y faltan a esa identidad de mujer elaborada sobre las funciones de “esposa, madre y ama de casa”. Para estos planteamientos las mujeres que no abandonan sus roles, o aquellas otras que asumen responsabilidades fuera del hogar y las compatibilizan con sus funciones de “esposas, madres y amas de casa”, no tienen problemas.
Por lo tanto, según las explicaciones tradicionales de la violencia de género, las mujeres que la sufren “han hecho algo mal”, pues no todas las mujeres la sufren. De este modo refuerzan dos argumentos que continúan pesando en nuestros días: el de la culpa de las mujeres, y el de la “provocación”.

Sobre estos razonamientos las políticas que se ponen en marcha van dirigidas a paliar algunos de los resultados, son “políticas paliativas” que buscan el control de la situación sobre el orden establecido y en consonancia con la actitud crítica de la sociedad en cada momento. Sólo se aborda aquello que quede por encima de un umbral que se establece como límite de lo normal, umbral que es el que permite que continúe la desigualdad, el poder construido sobre ella, y todos los mecanismos de control establecidos para perpetuarlo, entre ellos la violencia contra las mujeres. No interesa ir a las causas de esta violencia y de tantos otros problemas, pues hacerlo significaría tener que abordar de frente la desigualdad y su injusticia social.

Por eso, con relación a las políticas dirigidas a las mujeres, al margen de su fragmentación entre competencias como las de Educación, Salud, Política Social… luego se trata de difuminarlas o esconderlas con argumentos que se presentan como una superación del mensaje clásico de la desigualdad. En esta línea, hace unos años, al hablar de políticas para corregir la desigualdad, desde posiciones conservadoras se dice que “no hay que hablar de desigualdad, sino de discriminación”; y luego puntualizan, “y no de discriminación de género, sino de todas las formas de discriminación, puesto que todas son importantes”. Si nos fijamos, es la mima idea que insiste en que no hay que hablar de violencia de género, sino de todas las formas de violencia. De este modo de nuevo se oculta el origen de la desigualdad y no se hace nada hasta que no se manifieste en determinadas formas de discriminación, las cuales como resultado objetivo deben ser abordadas en su conjunto, no unas sobre otras. La desigualdad hombres-mujeres queda diluida y escondida detrás de determinados resultados que a su vez se sitúan al mismo nivel de otros resultados con causas y circunstancias muy diferentes, las cuales tomarán prioridad según la intensidad del resultado y el valor que se dé en cada momento, no respecto al significado y a los valores que guardan en su origen.

Todo ello lleva a que cuando se ponen en marcha políticas de igualdad sean entendidas como “políticas para las mujeres”, y como la referencia cultural universal es la masculina, en lugar de verlas como una forma de resolver problemas de la sociedad, se entiendan dirigidas para esos “grupos o colectivos” con problemas. La situación llega hasta el límite de que muchos tratan incluso de presentarlas como políticas que “le quitan el dinero” a otras políticas que irían dirigidas a menores, hombres, ancianos, personas discriminadas…

2. IGUALDAD Y DEMOCRACIA

No hay democracia sin igualdad, y no puede haber igualdad en la sociedad sin democracia. Esta es la esencia de la discusión. Podría discutirse cuál es el margen para el resto de principios y valores (libertad, justicia, dignidad…) pero el que determina la esencia de la democracia que llevó a romper con la formalidad de las jerarquías y status que tenían el poder de decisión sobre toda la sociedad, fue el de la igualdad a través de la propia idea de democracia. Sin embargo, esas mismas jerarquías de poder que cedieron espacio en lo formal son las mismas que lo han mantenido en lo funcional y en la organización de la convivencia, de hecho sólo hay ver el tiempo que se ha tardado para que las mujeres pudieran participar de esa propia formalidad a través del voto, y cómo a pesar de la democracia continúa la desigualdad de género en nuestra sociedad.

Los demás valores y principios no pueden ser ocultados fácilmente, es verdad que se intenta y que con frecuencia se limitan, pero contar con una estructura social y unas relaciones de convivencia basadas en la ausencia de igualdad, sólo ha sido posible en una democracia imperfecta a conciencia.

Por eso, cuando Soledad Murillo habla de autonomía como “autogobierno, como libertad de pensamiento y acción”, necesitamos que esa libertad cuente con las referencias de la Igualdad, y que ésta forme parte de las referencias comunes de la sociedad. De lo contrario las posiciones individuales contarán con las referencias de la cultura patriarcal que llevan a que muchos hombres, en nombre de esa autonomía y autogobierno que poseen, ejerzan el control y la violencia sobre las mujeres con las que comparten una relación. Además, esa carencia de referencias comunes en igualdad también aviva el conflicto social potenciado por la desigualdad.

El ejemplo lo tenemos al estudiar los datos de las dos últimas macroencuestas, la de 2006 y la de 2011. Estos estudios sociológicos sobre la realidad de la violencia de género en nuestra sociedad, muestran que en 2006 el número de mujeres que sufrieron violencia fueron aproximadamente 400.000, y en 2011, después de cinco años de LIVG con todos los recursos desplegados, con la especialización de los juzgados, la policía, los equipos forenses, con mayor concienciación y formación, con más protección…. el numero de mujeres maltratadas fue prácticamente 600.000. Es decir, en un momento en el que la respuesta institucional y la conciencia social eran mucho mejores respecto a la violencia de género, se produce un incremento del número de casos. Puede parecer una incoherencia, pero es muy coherente con los cambios que se están produciendo en la sociedad.

La sociedad está viviendo una “transformación asimétrica” en todo lo relacionado con los roles y las identidades de hombres y mujeres. Son las mujeres las que están cambiando y renunciando a los roles tradicionales, no los hombres, y estos cambios en las mujeres, al margen de desorientar a los hombres, que en gran medida los viven como un asalto a sus posiciones y como un cuestionamiento de la propia identidad masculina vinculada a ese espacio de poder desempeñado en lo público, son tomados por algunos como un ataque. Con esa valoración general, cuando estos hombres y estas mujeres conviven en una relación de pareja, el rechazo de las funciones tradicionales de las mujeres trata de ser impuesto por esos hombres por medio del recurso que la cultura les ha dado a lo largo de la historia: la violencia. Esta es al explicación de por qué una sociedad más consciente del problema de la desigualdad y de la violencia de género responde con más violencia, la razón es esa “transformación asimétrica” basada en el cambio de las mujeres sin que los hombres hayan cambiado en el mismo sentido, y con muchos de ellos intentando mantener sus privilegios a través de la violencia.

La parte positiva respecto a otros años es que ahora la mayoría de las mujeres (por encima del 80%) salen de esa violencia no quedan sometidas, aunque lo hacen de forma mayoritaria, alrededor de un 73%, por la separación, no a través de la denuncia.

Otra de las consecuencias de esta “democracia imperfecta a conciencia” precisamente incide en las dificultades que tienen las mujeres para vivir sin violencia. De forma esquemática la realidad es la siguiente, algunas de ellas recogidas por Soledad Murillo:

– La prevalencia de la violencia de género dentro de la pareja en Europa, según el ultimo informe de la OMS (2013), es del 24%, lo cual nos dice que las posibilidades de sufrir algún tipo de violencia de género por las mujeres es alta.
– Las propias referencias culturales dificultarán que la mujer critique la violencia que sufre, y facilitarán que la justifique y que intente sobrellevarla bajo diferentes argumentos.
– Cuando denuncie, si lo hace, al margen de las críticas por hacerlo y por no haber resuelto “en casa” esos trapos sucios, curiosamente manchados con la sangre que ocasionan los golpes del hombre con quien vive, muchos utilizarán la denuncia y algunas de sus decisiones para hablar de “denuncia falsa”.
– A lo largo del proceso sufrirá presiones y vivirá escenas que facilitarán que retire la denuncia.
– Si la denuncia sigue hacia delante, llegado el momento procesal, influirán sobre ella para que no declare contra su pareja, en virtud de lo establecido en el artículo 416 de la LECrim, un artículo que cuando se incluyó en la norma a finales del siglo XIX se hizo con un sentido y finalidad completamente diferente.
– Si supera estos obstáculos, se encontrará con unas circunstancias que están aumentando el número de sobreseimientos.
– Y si el caso llega hasta el final y se celebra un juicio oral, el porcentaje de sentencias no condenatorias, dependiendo del órgano judicial, está entre el 30 y el 40%, aproximadamente. Este resultado luego se utiliza para reforzar la idea de las “denuncias falsas” .

Como se puede ver, un escenario muy complicado para las mujeres que sufren violencia, muy complicado por esos valores que hacen de nuestra democracia un objetivo que supere las formas, no una realidad.

3. LA LEY INTEGRAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO

La LIVG ha demostrado su eficacia en todos y cada uno de los ámbitos en los que actúa, así quedó demostrado en el informe que evaluaba sus cinco primeros años, el cual presenté como Delgado del Gobierno para la Violencia de Género ante la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados, en 2010. Y hoy, con 10 años de recorrido no hay evidencias para decir que su impacto ha sido negativo en alguno de los espacios en los que se adentra.

Siempre se podrá decir que los logros y avances podría haber sido mayores, algo que comparto, pero lo que también podemos afirmar con rotundidad es que su impacto en la sociedad y la situación de las mujeres que sufren la violencia, es mejor que cuando no existía esta ley. De hecho, su valoración positiva ha trascendido nuestras fronteras desde el principio, pero recientemente ha sido premiada y considerada como una de las “mejores legislaciones del mundo” por ONU Mujeres, el World Future Council y la Unión Interparlamentaria.

A pesar de ello, debemos ser más exigentes, pues lo principales problemas que presenta están en su aplicación, que cada vez se aparta más de su espíritu bajo argumentos cargados de imaginación, no de razón, y en su desarrollo, que se está enlenteciendo y recortando al ritmo que sucede con otras medidas e iniciativas dirigidas a los problemas sociales que sufren los ciudadanos y ciudadanas que forman nuestra democracia.

Como propuesta de futuro, creo que ya es el momento de plantear incorporar las otras formas de violencia de género en una misma ley, y decidir cómo articular los recursos y los instrumentos para abordarlas de manera integral. Tenemos que trabajar para erradicar estas violencias y debemos hacerlo sin más retraso y de manera global, aunque para ello tengamos que modificar estructuras y ampliar recursos. El machismo está reaccionando con intensidad ante los avances definitivos de la igualdad, y uno de sus objetivos, tal y como hemos apuntado, es diluir todo lo que nace de la desigualdad entre otros factores y circunstancias para de ese modo no abordar las causas que están en el origen.

La realidad no es un accidente, no sucede desde la nada y por factores desconocidos, la realidad es el resultado de lo que hagamos y de lo que dejemos de hacer. Y si no hacemos lo suficiente por prevenir la desigualdad y la violencia de género que produce, tendremos mujeres cosificadas, agredidas y asesinadas. Así de terrible, así de sencillo…

Otras intervenciones en el debate

Intervenciones
  • Joanna G Grenzner

    Periodista. Experta en género y comunicación de organizaciones

    Mientras aumentan los asesinatos machistas, la Ley de Medidas Integrales contra la Violencia de Género cumple diez años de funcionamiento entre recortes presupuestarios y desmantelamiento de los recursos y dispositivos para prevenir y erradicar las violencias de género. Aunque insuficientes, las políticas y recursos que hoy corren serio peligro son fruto de décadas de trabajo, movilización e incidencia de las redes y organizaciones feministas, que vienen apoyando a las mujeres para salir de relaciones violentas desde la época en que no había protocolos o recursos de atención, y que ahora siguen amortiguando el impacto de las...
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  • Ángeles De la Concha

    Catedrática Filología Inglesa, UNED

    El análisis que hace Soledad es muy esclarecedor y pone de relieve las dificultades de todo tipo para poder resolver el problema de la violencia de género que sufren las mujeres. Lo suscribo punto por punto. Lo iría comentando porque no tiene desperdicio pero me parece mejor recomendar su lectura despacio porque habla por sí solo. Plantea con toral claridad y lucidez la problemática que hace tan difícil la empresa de acabar con esta violencia que sufren tantas mujeres y de la que se habla mucho pero contra la que se hace, de verdad, poco. Por aportar algún dato esperanzador,...
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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

    Licenciado en Geografía e Historia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía.

    En mi primera aportación al Debate di cuenta de cómo el sexismo se fundamenta en una concepción antropológica particular, de carácter naturalista o biologicista; concepción que es también utilizada por el racismo y el clasismo como recurso persuasivo de cara a legitimar otras tantas formas de dominación social. Pero no basta con explicar y denunciar tales expresiones de pensamiento alienante, pues la crítica negativa sólo sirve para erigir resistencias y es incapaz por sí sola de orientar un nuevo orden de cosas. Necesitamos por ello una concepción antropológica alternativa, un discurso propositivo que afirme una forma diferente de entender la...
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  • Mercedes Bengoechea

    Filóloga, Universidad Alcalá. Investigadora en Comunicación y Género

    Me parece magnífica la síntesis del recorrido de la ley contra la violencia de género que ha presentado Soledad Murillo. Déjenme que aborde el tema desde una perspectiva diferente a las de los comentarios anteriores, no con ánimo de disentir, sino, por el contrario y humildemente, en un intento de reforzar y complementar el caleidoscopio de visiones ofrecidas. Para ello partiré de una investigación que se realizó en 2008 en Escocia. El estudio, dirigido por Nancy Lombard, pretendía medir la percepción de distintos grados de violencia por parte de escolares de primaria de Escocia de entre 10 y 12 años(1)...
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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

    Licenciado en Geografía e Historia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía.

    Me alegra mucho el vuelo que ha tomado la discusión sobre la violencia de género y el feminismo con este Debate promovido por Público.es, al que sin duda le ha prestado mucha fuerza el estupendo Documento programático elaborado por Vicenç Navaro y Juan Torres para Podemos, y al que esperamos le sigan más propuestas desde otras fuerzas de izquierda. Lo bueno de los debates es que no sólo nos permiten avanzar en la comprensión de los problemas sociales, sino también darnos cuenta de nuestras carencias e, incluso, de nuestros errores. Todos sin excepción somos reos de tales culpas. Desde esta...
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  • Julia Pérez

    Unión de Asociaciones Familiares. UNAL

    Compartimos el planteamiento de Soledad Murillo sobre la violencia de género como manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres, así como sus valoraciones sobre la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, sobre los cambios legislativos absolutamente lesivos para las víctimas y la degradación de la igualdad mediante el alejamiento de la coeducación y la privación de recursos. Nos gustaría detenernos en el asunto de la mediación, en el que somos una organización experta y pionera en España, para expresar con rotundidad que la mediación es incompatible con los casos...
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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

    Licenciado en Geografía e Historia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía.

    Seguí el estupendo debate sobre la violencia de género retransmitido por Público.TV, y en él se planteó la disyuntiva de si este gravísimo problema respondía a causas subjetivas u objetivas. En mi opinión a ambas cosas, como ocurre con todo fenómeno social. Por un lado la violencia de género se sustenta en unas relaciones sociales de dominación objetivas, y que llevan impreso, en dosis variables, el marchamo de la discriminación, la segregación y la exclusión. Por otro lado estas relaciones sociales son resultado, y a la vez causa, de fenómenos cognitivos y emocionales que guían todo comportamiento humano. En relación con...
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  • Lidia Falcón

    Abogada, escritora y feminista

    La campaña continuada de promoción y elogios que el PSOE ha dedicado a publicitar la Ley Orgánica de Medidas Integrales de Violencia de Género –y el nombre ya no es inocente puesto que quien no sea entendido no puede descifrar a que tema se refiere- como el mejor instrumento para proteger a las mujeres maltratadas, ha logrado el efecto deseado: que se considere una legislación perfecta, primera en su género (este sí) y que podría ser perfectamente eficaz si el gobierno comandado por el Partido Popular y una serie de funcionarios machistas no la sabotearan. Esta argumentación se repite...
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  • Soledad Muruaga

    Presidenta de la Asociación Mujeres para la Salud. Socióloga., directora de AMS, activista feminista

    Como afirma Soledad Murillo, la falta de libertad y de autonomía de las mujeres, son la base de la existencia de la violencia de género que ejercen los hombres contra éstas. En nuestro país, los datos indican que un 20% de los hombres ejercen violencia contra sus parejas afectivas, mientras sólo un 2% de las mujeres lo hacen. Más del 90% de las víctimas son mujeres, y más del 90% de los agresores son hombres. Pero está comprobado que, antes de la violencia física, se producen una serie de comportamientos interactivos dentro de la pareja, que son muy difíciles de percibir...
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  • Relaciones de poder

    05/12/2014

    Francisco Abril

    Presidente de Homes Igualitaris y miembro de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AIHGE)

    La violencia de hombres contra mujeres es un problema internacional de salud pública y de derechos humanos. Un 35% de las mujeres del mundo entero han sido víctimas de violencia física y/o sexual, por parte de su pareja o de otros hombres que no son su pareja. Frecuentemente, la violencia de los hombres contra las mujeres comienza en la infancia y representa parte de la socialización masculina. Muchos muchachos son socializados a creer que las mujeres y niñas tienen obligaciones con ellos: cuidar de la casa, cuidar de los hijos/as, tener relaciones sexuales con ellos, aún cuando ellas no...
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  • Eulalia Lledó

    Filóloga, investigadora de los sesgos sexistas e ideológicos de la Lengüa

    La iluminadora ponencia previa de Soledad Murillo habla de una serie de elementos conformardores de la violencia machista que imprescindiblemente hay que tener en cuenta. Entre otros, afirmar que las relaciones personales, especialmente, las de pareja son relaciones de poder; que este tipo de violencia afecta al ámbito privado y al público; que es erróneo considerar que las mujeres son un colectivo o que sus problemas son inherentes al hecho de ser mujeres, así como la confusión entre derechos y necesidades. Incide en las dificultades para afrontar los procesos judiciales, entre ellas, la percepción de que la denuncia es...
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    Médico, profesor universitario, Delegado del Gobierno para la Violencia de Género

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  • Regina Bayo-Borrás

    Psicóloga Clínica. Psicoanalista - Presidenta Comisión de Psicoanálisis (Colegio Oficial de Psicología de Cataluña ) – Plan de Salud Mental ( Ayuntamiento de Barcelona)

    Quiero empezar esta aportación al debate de Público sobre la Violencia de Género manifestando gran sintonía con el documento elaborado por Soledad Murillo. De los diferentes vértices que aborda sobre este tema, yo me voy a centrar en los siguientes: 1.- En el que hace referencia a que “las interacciones sentimentales son extraordinariamente complejas.” Efectivamente, en esta complejidad extraordinaria es necesario no perder de vista algunos aspectos psicológicos que influyen en que se pueda dar “un esquema de subordinación y autoridad” entre los miembros de la pareja. Estos esquemas no sólo se producen...
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  • Isabel Serra y Rebeca Moreno

    Isabel Serra, estudiante y feminista de Podemos. Rebeca Moreno, docente y activista social

    Existe un amplio consenso social sobre la gravedad de los casos de violencia machista. De forma general la igualdad "como principio o idea es aceptada sin fisuras", como recalca Soledad Murillo. El asesinato de una media de sesenta mujeres al año en este país es percibido socialmente como un problema de primer orden que aparece en las portadas de la sección de nacional de todos los medios de comunicación: condenamos los hechos, guardamos minutos de silencio y vemos carteles en el metro invitándonos a la tolerancia cero. Es necesario señalar que a este fenómeno no siempre se le ha...
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  • Pilar Vicente

    Escultora. Agente de Igualdad por la UCLM. Agente de detección e intervención en Violencia de Género UCM.

    Cuando hablamos de que la violencia de género tiene una raíz social estamos hablando de cómo se construye nuestro yo más simbólico. El que nos lleva a hacer las elecciones trascendentales que irán marcando nuestra vida. Este constructo cultural genera una expectativa del estilo de que las mujeres vamos a cuidar de los hombres, en el aspecto más amplio de la palabra cuidado: te voy a escuchar, te voy a admirar, te voy a lavar y ordenar tu ropa, te voy a proveer de un “hogar digno” bajando y subiendo las persianas para que no se deteriore la tapicería...
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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

    Doctorando en Comunicación e Interculturalidad en la Universidad de Valencia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía. Licenciado en Geografía e Historia.

    Felicito a Público.es por su nuevo tema de Debate, tan de rabiosa actualidad e importancia como todos los anteriores. Dice acertadamente la profesora Soledad Murillo en su Ponencia que «la pareja también es un escenario de poder», que puede estar basado en la subordinación, la autoridad y la desigualdad. Estoy completamente de acuerdo. Desde este convencimiento, hace tiempo me embarqué en la aventura intelectual de investigar qué relaciones de similitud guardaba el sexismo con otras manifestaciones de dominio y de subordinación, como el racismo y el clasismo. Y la verdad es que quedé sorprendido al descubrir cuán semejantes son....
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