Actuar en Europa con los pies en el suelo

  • Francisco Louça

    Francisco Louça

    Político y economista

El diario Público inició un debate sobre el tema ¿Se abren o se cierran oportunidades para el cambio en Europa?, al que fui invitado a participar, junto a sus lectores y lectoras. El debate, que ha sido abordado por varios ponentes desde diferentes puntos de vista, puede seguirse aquí, por lo que agradezco a todos los participantes las ideas o críticas que han planteado a partir de mi texto inicial.

Se trata de un debate vivo, en el que se adivinan experiencias, trayectorias y conclusiones diferentes, pero que comparten una preocupación: ninguno de los textos aplaude la senda que ha seguido la Unión Europea, ni se solidariza con sus instituciones; al contrario, todos manifestaron su preocupación y dieron la alerta respecto a la trayectoria de la UE. Por lo tanto, para todas las personas que quisieran contribuir a esta reflexión, la izquierda debe desarrollarse fuera de esas instituciones o de esa política, aunque discuta sobre si debe rechazarlas o si, a falta de otra solución, debe soportarlas. Esta conclusión es importante y definidora. Apoyo y aplaudo el punto de vista crítico, porque lo que he llamado —como muchos otros— de «centro» es precisamente ese lugar de la política que —adaptándose a las instituciones europeas— se sometió a la hegemonía de las burguesías europeas y aceptó las reglas de esa contraofensiva neoliberal que tiene como misión desagregar los movimientos obreros y populares de forma duradera. Mi primera conclusión, que reafirmo y que sirve de leitmotiv para el argumento que aquí retomo, es que la izquierda sólo puede abrir una nueva esperanza de movilización victoriosa si venciese a la derecha y al centro, y que implica una confrontación con la institución europea porque ésta es la que define la derecha y el centro.

Es cierto que, a lo largo de este debate, surgen frecuentemente definiciones de «optimismo» o de «pesimismo” en función de la relación de fuerzas. Por ejemplo, argumentando sus puntos de vista, Ángel Requena explica por qué todavía cree en una «Europa más justa»; mientras que Javier Madrazo revela su «frustración, decepción e impotencia» respecto a Europa, y Joan Subirats defiende que es imposible esperar de las instituciones europeas una respuesta a los problemas europeos. Como ellos, también creo que es posible una Europa más justa y que ésta sólo puede establecerse en divergencia con las instituciones realmente existentes. Pero el problema, en todo caso, va más allá del binomio optimismo-pesimismo, no sólo por lo que nos recuerda la definición —pesimista— de Gramsci, sino sobre todo porque lo que se nos pide ahora es una política pragmática, con resultados, que sepa medir la relación de fuerzas y que alcance objetivos de calado en la destrucción de la política de austeridad y de lo que ésta conlleva, como la desigualdad, la xenofobia y el ascenso de las extremas derechas.

El breve texto sobre estos debates, que sigue a continuación, es una contribución a ese pragmatismo, a una política con los pies en el suelo.

La Bella y la Bestia

Algunos de los ponentes de este debate han optado por discutir sobre la evolución concreta de las instituciones europeas y sobre la relación de fuerzas, en vez de hacerlo sobre las «ideas mágicas» que han dominado la ideología dominante de las últimas décadas —»Europa» es «solidaria», los «fondos estructurales» crean convergencia, las «reformas estructurales» son la agenda moderna, el «mercado común» es el instrumento de crecimiento económico, etcétera—. Creo que hacen bien y prefiero el abandono de esas «ideas mágicas». Situar el análisis en el terreno de la propaganda es una fuente de ilusiones y de absurdos. Estudiar los procesos de divergencia y sus resultados reales es, al contrario, la forma viable de comprender las tensiones y contradicciones de la política europea.

Así, Jaime Pastor analizó los cinco escenarios de Juncker para el futuro de la UE, y ése es un buen punto de partida. Hablamos de actualidad y de las decisiones concretas que se están tomando, no de la ideología de Bruselas. Percibimos en esos escenarios de Juncker la ambigüedad y las vacilaciones de las elecciones de los líderes europeos: la política que han impuesto ha destruido o debilitado los regímenes políticos y sus partidos (Grecia, Irlanda, Francia, Austria, Holanda) o conducido a referendos desastrosos para las instituciones europeas (Reino Unido, Italia). Como Jaime, mi segunda conclusión es que los medios para reforzar un poder europeo centralizado ahora son más frágiles que en el pasado y no más sólidos, como demuestra la agónica preparación de la cumbre de Roma con motivo del 60º aniversario del tratado que dio origen a la UE. Más aún: el poder de las instituciones europeas nunca tuvo como objetivo formar un «Gobierno europeo»; al contrario, siempre han sido elegidos para presidir la Comisión Europea los políticos más débiles o más dependientes, como Durao Barroso y Juncker, precisamente para conservar todo el poder de los gobiernos dominantes, en particular el de Merkel. La Unión siempre ha tenido que fingir que permanecía unida, mientras seguía siendo gestionada por los intereses del capital dominante, el alemán, un liderazgo reacio por razones históricas pero cada vez más eficaz, y ésta es la tercera conclusión.

Quizá por eso, Rosa Cañadell recuerda que la respuesta de las izquierdas depende de su capacidad de iniciativa y que los reformismos tienen menos espacio, al tiempo que Rosa Martínez defiende con convicción que las agendas del feminismo y del ecologismo deben invadir la política alternativa. Creo que ambas examinan con precisión los límites de las agendas actuales, que deben ser subvertidas por las izquierdas de acción.

Héctor Maravall señala en ese contexto la inestabilidad constitutiva de la UE y también la dificultad de crear alianzas ganadoras en la transformación de las condiciones políticas, pero Andy Durgan y Mike González —señalando que no existen destinos inevitables y, por tanto, evitando las lecturas tremendistas— recuerdan también que la situación en 2017 no se puede comparar con la del fascismo de los años treinta.

Esta observación sobre la limitación de las analogías históricas con la década de 1930 y el ascenso del fascismo es muy importante. Se podría decir que la victoria del nazismo en esa medianoche del siglo pasado, así como la de los regímenes que se aliaron o simpatizaron con el Eje —en orden cronológico, los regímenes de Portugal, Italia y España—, fue el resultado de una combinación desastrosa de la oportunidad de la gran burguesía europea, movilizada por el miedo a la revolución soviética y a su influencia, de la traición de la socialdemocracia y del «centro» —que invistió a Hitler—, así como del ultrasectarismo del estalinismo, que impidió un frente único que estuviese a la altura del desafío. Pero, en todo caso, el fascismo era una respuesta social a una revolución que amenazaba a Europa central y, ahora, esa amenaza no existe.

Por lo tanto, esa analogía no tiene sentido hoy, porque la historia es distinta. Mi cuarta conclusión es, pues, que el aumento de las fuerzas de extrema derecha nace ahora directamente de la política del «centro» y de la derecha: es el resultado de vaciar la legitimidad democrática de regímenes que no deciden sobre las políticas sociales en sus comunidades y que se limitan a formas ceremoniales de política, al mismo tiempo que imponen las políticas de empobrecimiento y de austeridad, o de transferencia de recursos para la banca, que subrayan la pérdida de la identidad de los pueblos afectados. Schauble es más peligroso que el peligroso Wilders.

¿Pero por qué Schäuble o Merkel son amenazadores? Vale la pena pensar en la respuesta. ¿Será porque retrasan en fin de la Unión Monetaria? ¿Será porque todavía no han creado el «Gobierno europeo» o, al menos, «el ministro europeo de finanzas», como defienden desde hace tiempo? ¿Será entonces que la estrategia de «más Europa» responde a ese déficit? A lo largo de este texto, argumentaré que no, y que los europeístas que piden «más» instituciones no son ni pragmáticos —favorecen al adversario, esperando que sea bondadoso— ni preparan alternativas concretas —porque el euro no se va a transformar en un instrumento de protección de las economías endeudadas—.

Vale la pena por ello releer la notable frase de Tony Judt que Pere Vilanova citó en su texto. Judt, recientemente fallecido, fue uno de los últimos defensores de una socialdemocracia con un componente social y con otro de democracia. Él percibe que, ante las fuerzas del mercado, sólo el Estado-nación permite una identidad que sea reconocible por los pueblos: “Cuando la economía y las fuerzas y pautas de acción que la acompañan son realmente internacionales, la única institución que puede interponerse con efectividad entre esas fuerzas y los individuos desprotegidos es el Estado-nación […]. Ese Estado es lo que en última instancia puede aguantar entre sus ciudadanos y esas descontroladas, no representativas, no legitimadas capacidades y poderes de los mercados […]. Es decir, frente a esa multitud de procesos no regulados sobre los cuales los individuos y las comunidades no tienen control». Dado que la UE es el espacio en el que triunfó el mercado y la política de mercado —o sea, de las finanzas—, solamente un Estado en el que sea posible ejercer un control democrático permite proteger a los desprotegidos. O sea, la quinta conclusión: la lucha contra el populismo, contra el miedo y contra el odio que las extremas derechas propagan sólo puede triunfar si las izquierdas protegen a los amenazados, o sea, si hiciesen del Estado-nación, que es la única barrera contra los mercados financieros, un instrumento de acción democrática.

Por lo tanto, el Estado-nación no resurge en el debate político actual a través de una deriva ideológica vintage o de una nostalgia de las fronteras perdidas. Surge simplemente porque es la única forma de institución de la democracia que es reconocible en la modernidad. No existe otra. No hay democracia internacional, con legitimidad identitaria y con reconocimiento popular; puede haber formas de cooperación que son democráticas, pero, al no tener una identidad de «pueblo europeo» —pues no hay una lengua común, o una comunidad organizada con una historia común—, entonces no hay ni puede haber una «democracia europea». Sólo reconocemos la existencia de la democracia en el espacio de una comunidad que previamente hemos reconocido. Por lo tanto, la sexta conclusión: conforme esa democracia va menguando, sobre todo en un contexto de sacrificios debido a las políticas de austeridad, los regímenes que organizan la desdemocratización serán siempre debilitados e invadidos por olas de contestación que pueden transformarse en miedo y odio.

La naturaleza de la crisis de las instituciones europeas y de los regímenes de muchos países europeos, en mi opinión, está aquí mismo: la soberanía (el poder de decisión) ya no corresponde a la legitimidad (la elección de quienes toman las decisiones) y, por lo tanto, séptima conclusión: la corrosión de las democracias europeas ha sido provocada principalmente por la Unión Europea. Schäuble y Merkel son los padres de euroescepticismo y de las crisis de identidad en los países subordinados.

Por ello, Sabino Cuadra recuerda —a partir de la condena de las políticas xenófobas en Europa— que pedir “más Europa es una locura», y Miguel Guillén Burguillos señala que la crisis de refugiados demostró cómo se vació el discurso institucional: ¿acaso no estaba entre los «valores de Europa» la herencia de la Ilustración y el respeto de los derechos humanos? Por supuesto, ninguno de esos «valores» impidió un siniestro acuerdo de Bruselas con Erdogan para detener a los refugiados en Turquía y pagar por cada uno de ellos.

En la vida real y fuera del universo Disney, entre la Bella y la Bestia, el único error que no se debe cometer es pretender que el monstruo se convierta en ella por un acto de fe. La UE no será democrática por fingir que, al abdicar de las reglas democráticas en vigor, la Bestia puede transformarse en una Bella que nos trata a todos como iguales.

La UE, tal como es y ha sido, es una institución de la divergencia y, por lo tanto, se amenaza a sí misma. Por ello, que nadie se atreva a acusar a la izquierda de la crisis europea: fueron el «centro» y la derecha quienes impusieron que los tratados estableciesen la libertad de circulación de capitales, que ante la recesión se prescribiese la medicina de la austeridad, que las pérdidas de los bancos fraudulentos fueran socializadas y que la precariedad y el deterioro de los convenios colectivos cundiesen entre los trabajadores —y es precisamente eso lo que destruye en vez de construir—.

Caminos de alternativas

Aníbal Garzón, consciente de esta contradicción, plantea que se elija entre el sí a la UE «con un proyecto claro y radical de Asamblea Constituyente antineoliberal con un no a la deuda ilegítima» o el «no a la UE como estrategia para liderar el euroescepticismo, apostando por Estados nación frente a los neofascismos». Creo que, cuando el autor formula así la alternativa, se percibe bien adónde quiere llegar. Aunque en mi caso no tenga ninguna simpatía por la idea de una Asamblea Constituyente europea, ni mucho menos alimente la expectativa de que ésta pudiese ser «antineoliberal» —¿no confirman las elecciones al Parlamento Europeo una sólida mayoría de la derecha?, ¿no ha aceptado la socialdemocracia el pacto neoliberal de todos los tratados?—, interpreto que Garzón presenta la primera alternativa como inviable, remitiéndonos a la segunda como inevitable.

Maria Corrales Pons propone otra solución: un bloque formado por los países del Sur que pudiese corregir a la Unión. Sería un buen camino si fuese viable. Pero nadie cuenta con Rajoy para ello, ¿verdad? Y cuando Grecia estaba siendo aplastada, nada se supo de ese «bloque del sur», ¿no? Y ese «bloque del sur» nunca ha existido en ninguna cumbre europea, ¿cierto? En mi opinión, no hubo ni va a haber tal «bloque», pues en los países del sur se reproducen las mismas contradicciones entre el orden financiero y los intereses de los trabajadores, y no hay consensos nacionales —ni mucho menos, institucionales— para representar al país en un frente antiMerkel.

Julián Ariza, por otro lado, sugiere que «hacer más y mejor Europa pasa hoy por un entendimiento equivalente» al establecido en el pasado entre la socialdemocracia y la democracia cristiana. Como el autor no nos explica quién reemplazaría en un nuevo compromiso histórico a esos dos socios (¿o serían los mismos?) y lo que se podría esperar de esa «refundación» bastante improbable, apunto solamente la intención.

Aparentemente en la misma dirección, José Luis Atienza, que rechaza la alternativa de la salida del euro —y le atribuye costes terroríficos, como la quiebra de Italia—, nos sugiere una solución amable: aprender a «conjugar el verbo compartir, repartir, igualar, redistribuir, adquirir una identidad transnacional para dibujar una Europa alternativa de los ciudadanos». Respeto la elegancia de la propuesta, pero recelo de que «conjugar» los verbos bondadosos sea suficiente para crear una «identidad transnacional» europea. En mi opinión, tal cosa no existe y ningún proyecto internacionalista se basa en ese fantasma: al contrario, la octava conclusión: el internacionalismo se basa en la certeza de que hay comunidades nacionales, pero que son atravesadas ​​por luchas sociales y contradicciones en las que se pueden y deben multiplicar las cooperaciones más allá de las fronteras, en objetivos comunes.

Finalmente, dos sindicalistas asumen la defensa de la supervivencia del euro como el pilar fundamental de la Unión: Isidor Boix dice que concuerda con mi análisis, pero rechaza la propuesta de abandonar el euro, mientras que otro sindicalista de CCOO, Javier Doz, va más allá al garantizar que «propiciar la destrucción de la UE, por mucho que nos disguste en su rostro actual, sería el suicidio de la izquierda y, tal vez, de la humanidad”.

No es fácil discutir con alguien que considera «el suicidio de la izquierda y, tal vez, de la humanidad» como la consecuencia apocalíptica de cuestionar la UE, a pesar de su “rostro actual”. De hecho, el etiquetado estigmatizador es una forma de prohibir la conversación. Por mi parte, quiero únicamente tranquilizar a Javier Doz: no hago concursos de internacionalismo con nadie, pues soy internacionalista como los defensores de las otras opiniones, que respeto; ni acuso a nadie que piense diferente a mí de «propiciar» el «suicidio de la humanidad». El mundo no se divide en defensores de la paz —y, por tanto, de la Unión Europea— y en quienes la quieren destruir y crean espirales de guerras y de trumpismo. Por ello, resumir la crítica a la política y a las instituciones europeas como “lo que nos propone el profesor Louçā es, nada menos, que la izquierda entre a competir en el terreno de juego que nos está marcando la extrema derecha europea y Donald Trump, y que lo haga asumiendo como propias algunas de sus propuestas más destacadas: el fin del euro —y, por lo tanto, de la UE— y una parte, al menos, de los postulados del nacionalismo económico y el proteccionismo comercial. La pinza programática que nos propone Loucā no sólo podría precipitarnos hacia el fin de la UE, sino que, así mismo, alejaría a la izquierda europea, sometida también a una profunda crisis, de cualquier horizonte de hegemonía cultural y política. Y eso sin referirnos a los nada desdeñables riesgos de que dicho proceso de demolición llevara a las naciones europeas a volver a su vieja historia, a la de antes de 1945 [o sea, a las guerras]”, esa forma de discutir es, simplemente, una prueba de sectarismo, que se define por no querer debatir.

Pero vamos a lo esencial. Doz tiene un remedio para la crisis de la izquierda: “La recuperación de la izquierda se producirá, por el contrario, cuando sea capaz de proponer y realizar un proyecto de refundación política de la UE que implique más integración, en un sentido federal, más democracia y un pilar social sólido, que plasme el nuevo contrato social que sustituya al implícito de la posguerra, roto por el austericidio, tal como preconiza la Confederación Europea de Sindicatos (CES)”. Ahora bien, esa propuesta “federal”, que preconiza “más integración”, ya la hemos oído en alguna parte, ¿verdad? En efecto, es la propaganda de la UE para tranquilizar a los pueblos europeos.

Por supuesto, los sindicalistas de la CES, y otros, batallan por un «pilar social fuerte» y no refuto ni su combate, ni su voluntad, ni su intención. Sólo pregunto qué esperan conseguir y con quién. Para una mayor «integración» necesitan al Gobierno alemán y, si esperan que él pague, porque eso es lo que significa la «integración», los últimos años ya han demostrado que es más probable que Rajoy y otros gobiernos acepten precarizar las relaciones laborales —o «flexibilizar” y adoptar “reformas estructurales»— que Merkel —o Schultz— ayuden a pagar la cuenta del desempleo en España o la cuenta de la divergencia.

Admito que aquí no haya un acuerdo entre los distintos participantes en este debate y que sea natural que algunos mantengan la postura que rechaza cualquier ruptura europea y pretende mejorar la relación de fuerzas para una milagrosa «refundación», o para el amanecer de un nuevo Tratado que permita políticas antiausteridad —supongo que quien piensa así ha recordado que un Tratado antineoliberal requiere el acuerdo simultáneo de 27 gobiernos—. Admito que esa diferencia está inscrita en la forma en que las izquierdas y el «centro» han abordado la cuestión de la UE e incluso en la actitud demasiado defensiva que las izquierdas siempre han adoptado sobre la austeridad hegemónica. Pero hay una pregunta que se impone a todos y para todos: ¿y Grecia?

El mayor fracaso en la historia de las izquierdas europeas en el siglo XXI fue Grecia. Fracaso porque no pudimos conseguir la solidaridad que paralizase la ofensiva de Merkel y Hollande contra Grecia; fracaso porque el Gobierno griego no logró definir una alternativa y aceptó una austeridad destructiva; pero será fracaso sobre todo si, después de rechazar el compromiso por parte de las autoridades de Bruselas y Berlín, fingimos que podemos basar una política futura para las izquierdas en la hipótesis de que Berlín y Bruselas acepten el compromiso que rechazaron en Grecia —y esta es mi novena conclusión—. Por lo tanto, a los defensores de «más integración» y de un «nuevo contrato social» y «un pilar social fuerte», les respondo simplemente con la realidad: Grecia ha demostrado que en la UE eso no existe. No hay diálogo, sino austeridad. No hay política social, sino una reducción de la seguridad social. No hay integración, sino precarización. En el euro no hay convergencia, sino divergencia.

Antes del colapso de Grecia, era posible poner todas las ilusiones en la apertura de la UE a un acuerdo, a medidas razonables, a proteger a las personas, a buscar la convergencia. Después del colapso de Grecia, cualquier política con los pies en el suelo debe saber que Berlín no cede. Por lo tanto, ésta es mi décima conclusión: el «centro» y la derecha se radicalizarán, mientras que muchos de nosotros nos preguntamos si la izquierda debe esperar a que las instituciones europeas se salven gracias a la iluminación divina —y rechazamos la opción de desistir—. La política con los pies en el suelo no espera y juega toda su capacidad de acción en la creación de un terreno político de alternativa realizable: la movilización popular que permita que los pueblos puedan vivir. Sólo en esa Europa es posible la cooperación. No contamos con Rajoy, o Macron, o Merkel, o Schultz, para que esto sea posible. Contamos con la lucha popular, pues el sentido de la izquierda reside precisamente en esa esperanza y en esa acción.

Otras intervenciones en el debate

Intervenciones
  • camelias31

    Secretario de Comunicación de Alternativa Republicana

    Es hora de abrir los ojos: esta crisis no es sólo una crisis financiera. Es sobre todo una crisis económica y de gobernanza, que refleja la ausencia de una política económica a nivel de la UE y la falta de regulación del mercado. La verdadera respuesta a todos estos problemas será, ante todo, política: nuevo orden Económico Mundial y una Europa federal. Somos europeístas, pero no es aceptable la deriva neoliberal que impone injustas e insostenibles restricciones sociales a los Estados. No creemos en la existencia de una moneda única sin una política económica y fiscal única y avalada por...
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  • Nacho Alvarez

    Profesor de Economía, UAM, y Responsable de Economía de Podemos

    El debate político europeo está hoy marcado por dos preguntas ineludibles: ¿Qué significa terminar con el neoliberalismo en Europa? ¿Qué estrategia política permite caminar en esa dirección cuando uno forma parte de la Eurozona? Recordemos que Europa y los países occidentales ya terminaron una vez con el liberalismo. La primera globalización (1870s-1920s) entró en crisis con la I Guerra Mundial, y fue definitivamente desarmada con la Gran Depresión de 1929. Las políticas económicas keynesianas, vinculadas al ascenso de la socialdemocracia y a las conquistas del movimiento sindical, pusieron un punto y aparte en la tendencia a la mercantilización de las...
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  • Carlos Berzosa

    Catedrático emérito de la Universidad Complutense. Presidente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

    La Unión Europea (UE) ha puesto de manifiesto su incapacidad para afrontar las dos grandes crisis que han conmocionado a la economía y a la política: La Gran Recesión y la grave situación de los refugiados. Esto pone de manifiesto la debilidad institucional y los cimientos nada sólidos con los que se ha tratado de construir la unión monetaria. El fracaso tan evidente pone en cuestión el proyecto europeo de integración. La UE no hace honor a su nombre pues se encuentra desunida ante las respuestas que se han dado con los refugiados, al tiempo que se agranda la...
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  • Eddy Sánchez

    Profesor de Ciencias Políticas de la UCM y Director de la Fundación de Investigaciones Marxistas

    A seis décadas de la firma del Tratado de Roma y a pocas semanas del primer aniversario del Brexit, la sensación de implosión de la UE se generaliza. Todo hace pensar que el proyecto actual de la UE deriva hacia una especie de Europa bajo hegemonía alemana, debilitada por la crisis del euro e incapaz de reformarse desde dentro, donde las demandas de soberanía de los Estados miembros crecen. La hipótesis de la que parte el presente artículo se sitúa precisamente en el punto en el que la crisis de la UE parece irreversible, mientras el horizonte del regreso...
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  • Javier Doz

    Miembro del Comité Económico y Social Europeo por CCOO

    El segundo artículo de Francisco Louça, después del inicial que promovió este debate, lleva por título “Actuar en Europa con los pies en el suelo”. En él, su autor realiza una breves glosas de la mayoría de los artículos que lo precedieron para llegar a una inicial conclusión de que todas las personas que hemos participado en el debate compartimos que “la izquierda debe desarrollarse fuera de esas instituciones o de esa política”, en referencia a las instituciones de la UE y a la política que éstas han aplicado en los últimos tiempos (o desde su creación). Comparto la...
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  • Jesús Pichel Martín

    Profesor de Filosofía

    Durante los últimos cien años (más intensamente durante los últimos setenta y aún más en los últimos veinticinco años) Europa ha ido perdiendo su papel económico, cultural, tecno-científico y geo-estratégico; y, lo que es aún más grave, está perdiendo su propia identidad política y social, heredera de más de veinticinco siglos de historia. Parece que el mundo eurocéntrico ha dejado de existir definitivamente. Los Estados Unidos de América se convirtieron en la primera potencia económica mundial al terminar la Gran Guerra y, a pesar de la crisis de los años 30, consolidaron su poder al término de la Segunda Guerra Mundial....
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  • Isidor Boix

    Ex Secretario de Negociación Colectiva y Acción Sindical Internacional de FITEQA-CCOO.

    Me ha sorprendido la nueva aportación al debate de Francisco Louça respondiendo a las intervenciones producidas a partir de la suya inicial. Sorpresa y desacuerdo por el método, por el tono y por su contenido. Me parece un mal método referirse a las diversas aportaciones recogiendo de muchas de ellas sólo un párrafo, o una frase, y, a partir de ello, sin intentar entender su sentido, polemizar con adjetivos como “prueba de sectarismo”. En esta segunda entrega Louça desarrolla su planteamiento contrario a las diversas opciones de “más Europa” centrándolo en su apuesta por los “Estados nación”. Por mi parte...
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  • El desastre europeo

    04/04/2017

    Fernando Luengo

    Profesor de economía aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del círculo de Podemos Chamberí

    “La Europa de dos o más velocidades”. Consigna de moda en la siempre opaca y confusa jerga empleada en los documentos comunitarios. Aunque la expresión no es nueva en la gramática de la Unión Europea (UE) –ha justificado, por ejemplo, la decisión de crear la Unión Económica y Monetaria (UEM)-, ha cobrado una renovada actualidad. Designa uno de los cinco escenarios contemplados en el Libro Blanco sobre el futuro de Europa; concretamente el tercero, denominado “Los que desean hacer más, hacen más”. La idea es, básicamente, la siguiente. Para sacar de su letargo el denominado “proyecto comunitario”, hay que...
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  • Daniel Albarracín Sánchez

    Consejero de la Cámara de Cuentas de Andalucía. Sociólogo y economista. Miembro de Anticapitalistas y del Consejo Asesor de Viento Sur.

    La Unión Europea lleva años en una fase de bloqueo para cualquier reforma de calado. Esta se mueve conjugando una tensión retórica tecnocrática y federalista, que procura de algún modo legitimar a la institución -sobre todo a la Comisión-, y una realidad palmaria intergubernamental que hace del revuelo ganancia de pescadores (Alemania), plasmada en la parálisis del Consejo. Al mismo tiempo, la Unión Europea, y el Eurogrupo en particular, juega el papel de espacio de concertación de las oligarquías europeas, que se amparan en sus orientaciones para justificar políticas de gobierno propicias a la austeridad social, el sostenimiento del...
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  • Leo Moscoso

    SPO-Consulting (director)

    1. La Crisis Política en Tiempos Duros. La lección de la crisis griega era ésta: o prevalecía la democracia a expensas de los intereses de la oligarquía financiera internacional, o bien, si eran esos intereses los que había que hacer respetar, entonces se hacía necesario el estado de excepción. De ahí el golpe propiciado por los Junker, Dijsselbloem, & Co. Puede que Syriza continúe al frente del ejecutivo en Grecia, pero no nos engañemos: Grecia está administrada desde el exterior y los extremistas que la tienen intervenida también tienen el poder y están en el gobierno de Europa. Los extremistas...
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  • Francisco Louça

    Político y economista

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  • Juan Carlos Barba

    Economista

    A mi modo de ver Francisco Louça acierta en que está desapareciendo el espacio para las políticas de capitalismo con rostro humano en Europa. Sin embargo disiento de él en dos puntos: -No creo que Europa sea reformable. La UE es una superestructura creada por EEUU y se adaptó al cambio de rumbo surgido a raíz del Consenso de Washington y esa adaptación se manifiesta en las instituciones actuales y sobre todo en la Eurozona. Pretender que tales superestructuras se reformen con otras finalidades más sociales (entiendo que se sugiere algún tipo de socialdemocracia) no me parece plausible por cuanto...
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  • camelias31

    Secretario de Comunicación de Alternativa Republicana

    Frente a este desastre anunciado, nuestros líderes políticos sólo ofrecen soluciones tecnocráticas, sin darse cuenta de que lo que está en juego hoy no es tanto la salud financiera de cada país en concreto sino la capacidad política de Europa sobre el control de sus políticas fiscales y frente a la presión de los mercados financieros. Y soluciones aisladas tipo "brexit" no son la respuesta. Es hora de abrir los ojos: esta crisis no es sólo una crisis financiera. Es sobre todo una crisis económica y de gobierno, que refleja la ausencia de una política económica a nivel de...
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  • Gabriel Flores

    Economista

    El futuro de la Unión Europea y del euro está en duda. Y hay muchas razones para ello. La simple enumeración de los problemas a resolver muestra la importancia del desafío que afronta el proceso de unidad europea iniciado hace 60 años. Los excedentes de ahorro de los países con superávit en sus balanzas corrientes (Alemania y Holanda, fundamentalmente) no se prestan a los países del sur de la eurozona, cuya solvencia presupuestaria y bancaria está en entredicho. Mientras los países deficitarios han tenido que hacer tremendos esfuerzos de ajuste para equilibrar sus cuentas exteriores y corregir...
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  • Sabino Cuadra

    Abogado y miembro de la izquierda abertzale.

    Hace solo unos días una noticia apareció en todos los medios: “Bruselas pide expulsar a más de un millón de migrantes sin papeles”. No han pasado ni dos años desde que la UE aprobó una lista de cupos de refugiados a acoger por cada país –consciente y flagrantemente ignorados por todos ellos-, hasta plantear ahora una política de detención, internamiento y expulsión por cientos de miles. Es decir, “donde antes dije digo, ahora digo diego”. Se acabó lo que se daba. Las formaciones xenófobas europeas han aplaudido la medida. De la Europa que acogió a decenas de miles de...
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  • Javier Doz

    Miembro del Comité Económico y Social Europeo por CCOO

    ¿Tiene futuro la UE? ¿Tiene futuro la izquierda? Después de leer el texto de Francisco Louçā y, sobre todo, la principal de sus seis conclusiones mi respuesta a ambas preguntas sería “no”. Porque el artículo -con el que coincido, no obstante, en parte de sus diagnósticos y algunas de sus conclusiones- tiene un mensaje claro: la única solución frente al estado de cosas en la UE, agravado por las políticas de austeridad y devaluación interna, es salirse del euro y adentrarse en lo que sería una versión de izquierdas del nacionalismo económico (sustitución de importaciones para mejorar las balanzas...
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  • Jaime Pastor

    Politólogo y editor de Viento Sur

    El diagnóstico que nos ofrece Francisco Louça sobre el momento que atraviesa la Europa postBrexit es rotundo, pero no por ello menos realista: “la Unión Europea se destruye por dentro porque es divergencia y no es Unión”, “Europa está cambiando, sí, pero sus instituciones forman parte de esta deriva hacia la derecha”. Un panorama que amenaza con ir a peor porque “la pesadilla de una nueva crisis financiera está por llegar“ y la pregunta solo es “cuándo llegará” y cuánto contribuirá a la descomposición de la UE tras la salida del que era su segundo mayor Estado miembro y...
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  • Eppur si muove

    10/03/2017

    Ángel Requena

    Profesor de Matemáticas

    Ante la pregunta categórica que se me plantea en esta tribuna (“¿Se abren o se cierran las oportunidades de cambio en favor de mayor justicia social y mejores garantías democráticas?”) no queda menos que recurrir a la celebre frase que Galileo nunca pronunciara ante el Santo Oficio, porque pese a todo el movimiento es incesante. El pasado enero falleció Zygmunt Bauman, el filósofo político comprometido y lúcido analista que acuño el término de sociedad líquida. Bauman no generalizó la liquidez al propio análisis político pero, sin duda, la obsolescencia de las reflexiones de coyuntura es también una característica de...
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  • Joan Subirats

    Catedrático UAB y Coordinador de Doctorado en el Institut de Govern i Polítiques Públiques (IGOB-UAB)

    La integración europea generó, como sabemos, una notable asimetría entre las políticas que promovían la eficiencia del mercado (que siempre fueron el motor del proceso integrador) y las políticas que querían promover protección y equidad. A medida que el proceso de integración económica se aceleró y se quiso acompañar esa dinámica con mayores cuotas de integración social y política, surgieron graves inconvenientes. Por un lado, los estados de bienestar de cada estado miembro fueron sufriendo los efectos de los procesos de liberalización y de aumento de la competitividad, mientras que los esfuerzos para generalizar las políticas sociales chocaban con...
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  • El cambio en Europa

    10/03/2017

    Rosa Martínez

    Diputada de Unidos Podemos y coportavoz de EQUO

    Sin duda Europa está cambiando, lleva tiempo cambiando. Lo que hoy vivimos no es sino la aceleración y concreción de diferentes tendencias y fenómenos, que desde hace décadas (con diferencias cronológicas y de intensidad según los países) están transformando el orden y los elementos sobre los que se edificaron nuestras sociedades tras la Segunda Guerra Mundial: - Las altas tasas de crecimiento de económico de la posguerra que pusieron las bases del funcionamiento de nuestras economías y se tradujeron en una mejora sustancial del nivel de vida de las personas en Europa, ya no existen y posiblemente no volverán....
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  • José Luis Atienza

    Teniente alcalde de ICV de Viladecans

    José Luis Atienza y M.A Díaz La Unión Europea está en una crisis política sin precedentes. Es evidente que el Brexit ya ponía al proyecto europeo en inesperadas dificultades, pero sumado a la irrupción de Trump y al confuso panorama electoral de nuestros vecinos mediterráneos pone a Europa en una situación inédita desde el fin de la segunda guerra mundial. La Unión Europea está también en el centro del debate de la izquierda. Una parte de ella anuncia que ha llegado el momento de salir del euro y volver a las monedas nacionales, porque la moneda...
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  • Anibal Garzón

    Sociólogo, docente y analista internacional

    El 2016 ha sido un año que muchos analistas lo han calificado como el inicio del fin de la Unión Europea (UE) a causa de 3 importantes sucesos. El primero, la victoria electoral del BREXIT y la consecuencia de la dimisión del conservador europeísta, a la manera británica, David Cameron. El segundo evento, la derrota del Primer Ministro italiano Matteo Renzi en el referéndum constitucional y su posterior renuncia. Y el tercero, la cercana posible victoria de la ultraderecha euroescéptica del Partido de La Libertad (FPÖ) en la segunda vuelta de unas repetidas elecciones en Austria. Además, y como...
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  • Miguel Guillén

    Politólogo

    Se me pide desde Espacio Público que dedique unas líneas a reflexionar sobre una pregunta de muy difícil respuesta, pero que sin duda debemos formularnos: ¿se abren o se cierran las oportunidades de cambio en favor de mayor justicia social y mejores garantías democráticas? Se trata de una cuestión fundamental que necesariamente se tiene que abordar desde una perspectiva global, levantando la vista más allá de nuestras fronteras. Vivimos en un país situado en la periferia de Europa (a nivel geográfico y no solamente a este nivel), que forma parte de la Unión Europea y que en los últimos...
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  • Pere Vilanova

    Politólogo.

    Parece emerger una opinión difusa de que “estamos saliendo” de la crisis iniciada a finales de 2008. Incluso algunos expertos apuntan, a comienzos de 2017, que se ha salido de la crisis durante 2016. Habrá que ver si la tendencia se confirma. Pero algún hecho es de difícil refutación a escala europea e incluso transnacional. Admitiendo que se haya salido de la crisis, lo que es seguro es que ello no significa que “volveremos a estar como antes (de la crisis)”. En absoluto, pues con el tiempo veremos que hemos asistido a un reajuste estructural de proporciones históricas, a...
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  • Jesús Pichel Martín

    Profesor de Filosofía

    Durante los últimos cien años (más intensamente durante los últimos setenta y aún más en los últimos veinticinco años) Europa ha ido perdiendo su papel económico, cultural, tecno-científico y geo-estratégico; y, lo que es aún más grave, está perdiendo su propia identidad política y social, heredera de más de veinticinco siglos de historia. Parece que el mundo eurocéntrico ha dejado de existir definitivamente. Los Estados Unidos de América se convirtieron en la primera potencia económica mundial al terminar la Gran Guerra y, a pesar de la crisis de los años 30, consolidaron su poder al término de la Segunda Guerra Mundial. El desgaste de Europa durante...
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  • Andy Durgan

    Historiador

    Andy Durgan (historiador) y Mike González (escritor) El panorama mundial en las dos semanas posteriores a la inauguración de Trump, como señala Francisco Louçã, no se veía muy alentador. Pero precisamente por eso sería importante recordar que la historia no es un momento, sino un proceso. De no ser así, la sucesión de Brexit a Trump llevaría inexorablemente hacia una nueva edad de hierro bajo el dominio de un fascismo europeo renaciente. Nada es inevitable. La cuestión es cómo conseguir un cambio que responda a las esperanzas expresadas en las manifestaciones multitudinarias contra Trump a través del mundo. Por...
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  • Javier Madrazo Lavín

    Ex-Consejero de Vivienda y Asuntos Sociales del Gobierno Vasco (2001-2009)

    Hablar de Europa en el año 2017 significa hablar de frustración, decepción e impotencia. Recuerdo la admiración que la izquierda española sentía en el franquismo y la transición por una Europa, que percibíamos como un espacio de libertad, igualdad, justicia social, derechos humanos y democracia. Cabría preguntarse ahora en qué nos equivocamos; qué hicimos mal entonces y cuál es el precio a pagar por los errores cometidos. Personalmente, lo tengo claro. Dejamos que el proceso de Unión Europea lo liderara la derecha más neoliberal y el socialiberalismo, doblegado por la presión de los poderes económicos y militares. Las élites tomaron...
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  • Maria Corrales Pons

    Periodista y miembro de Un País en Comú

    Para responder a la pregunta de si se está abriendo o cerrando la brecha histórica para la oportunidad de un cambio en sentido progresista, es fundamental, en primer lugar, situar, desde los enfoques teóricos de cada cuál, el porqué de su apertura. Desde mi perspectiva, una de las principales causas que hay que atender para comprender el desarrollo de la crisis y sus respuestas en nuestro contexto es el de la crisis orgánica del proyecto económico y político de la Unión Europea. Tal y como explica Gerardo Pisarello, a partir de la crisis económica de 2008 que pone...
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  • Julian Ariza

    Sindicalista

    Comparto la idea de que no hay motivos para el optimismo si nos asomamos al panorama político, económico y social que nos rodea, tanto a nivel internacional como dentro de nuestro país. Efectivamente, si pensamos, por ejemplo, en los dos acontecimientos más próximos y sobresalientes, el problema no sería sólo que los británicos apostaran por el Brexit y los estadounidenses le otorgaran el poder a un energúmeno. Lo peor es que la deriva por la que nos deslizamos hace años adquiere mayor gravedad con estos hechos. Me refiero a los retrocesos en materia de regulación frente a los desmanes...
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  • Rosa Cañadell

    Licenciada en Psicología. Profesora. Articulista. Co-fundadora del SIEC (Seminari Ítaca d’Educació Crítica).

    Las crisis son una oportunidad, se acostumbra a decir. La verdad es que las crisis (personales, psicológicas, políticas, económicas...), si se superan, acostumbran a abrir nuevas perspectivas, pero si no se superan, en vez de una oportunidad, pueden llevarnos a la ruina. España, Europa y, posiblemente, el mundo entero, está atravesando una de las mayores crisis después de la II guerra mundial. Crisis financiera, política, social y moral con todas sus consecuencias: aumento brutal de la desigualdad, del desempleo, de la explotación laboral, de la desprotección social, de la privatización de todos los servicios públicos, de la pobreza, de...
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  • Isidor Boix

    Ex Secretario de Negociación Colectiva y Acción Sindical Internacional de FITEQA-CCOO.

    Comparto prácticamente todas las consideraciones de Francisco Louça en su trabajo “Europa está cambiando” que encabeza este debate. También las de Rafael Poch en su “Adiós, Unión Europea” (http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2017/02/01/adios-union-europea-42041). Ambos pueden parecer demasiado pesimistas, apocalípticos casi, pero probablemente aciertan en su mensaje de crítica y alerta. Menos comparto las líneas de avance apuntadas cuando Louça propone “abandonar el euro”, con lo que supone de deconstrucción europea, y Poch ya entona el “adiós” a Europa. En ambos me falta una mayor reflexión sobre la necesaria iniciativa social para responder a los presentes desafíos. Es fácil coincidir con Francisco Louça cuando...
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  • Héctor Maravall

    Abogado de CCOO

    Las alternativas progresistas se alejan, pero no desaparecen No es fácil responder a la pregunta de si hoy estamos o no en mejores condiciones para impulsar y conseguir un cambio político y socioeconómico en España e incluso en la Unión Europea. Hay muchas razones para responder negativamente y también algunas para hacerlo en positivo. Todo ello partiendo de una primera constatación, el tablero político estatal e internacional se mueve a gran velocidad, surgiendo novedades no previstas, que dificultan cualquier proyección a medio plazo mínimamente fiable. El triunfo de Trump, el Brexit, la caída de Renzi y de Dilma Rousseff, la...
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