El socialismo del siglo que viene y del otro

  • Pedro Chaves

    Pedro Chaves

    Politólogo, investigador especializado en la UE

18.11.2016

Debate principal: El socialismo de este siglo

La victoria de Donald Trump nos golpea en las retinas, en el corazón, en el cerebro. Intuimos que este hecho tendrá consecuencias imprevisibles y negativas. Los “poderes salvajes” de los que hablaba Ferragoli, la emergencia de poderes privados que colonizan el espacio público en beneficio propio, se han cobrado una pieza mayor: nada menos que Estados Unidos. Y una vez más, y no es la primera en la historia ni será la última, un representante de las clases dirigentes se aúpa al poder empujado por una fuerza en la que encontramos muchos brazos y esperanzas venidas desde abajo. Por incomprensible que parezca sectores obreros y populares dan su bendición y colocan sus expectativas en un personaje cuyos orígenes de clase y programa político son un agravio para esos mismos sectores. El representante de los poderes salvajes, el emisario de la devastación neoliberal sin límites elevado a los altares invocado por las plegarias de la grey de pobres, obreros, inmigrantes legales y mujeres. Y nosotros hablando de socialismo: ¿nos hemos vuelto locos?

Igual sí, quien sabe, pero me parece que el debate sobre lo que hoy pueda querer decir esa palabra tiene mucho sentido, más todavía si no perdemos de vista el rubio tupé que tendremos más que presente en nuestra próxima cotidianeidad. A fin de cuentas, socialismo ha sido antes que ninguna otra cosa la bandera de una esperanza; una aprehensión laica de la imaginería milenaria y redentora que siempre estimuló las esperanzas de los de abajo. El socialismo hizo pensable un mañana más prometedor en esta vida a cambio de un compromiso de participación y lucha. La idea básica del socialismo ha sido: que la desigualdad lacerante que daba casi todo a una minoría podía revertirse con el concurso mancomunado de los que sufrían la desigualdad. Para los y las de abajo la idea de comunidad no era una opción, era una exigencia. Y aunque una perspectiva racionalizadora coloca el análisis antes que la acción, las cosas no suelen funcionar así. Con mucha razón y razones, Gramsci escribió en enero de 1918 que la revolución rusa había sido antes que nada: “una revolución contra El Capital de Marx”. “los hechos han superado las ideologías –continuaba Gramsci-. Los hechos han provocado la explosión de los esquemas críticos en cuyo marco la Historia de Rusia habría tenido que desarrollarse según los cánones del materialismo histórico”. Los bolcheviques no eran “marxistas”, y punto.

En buena medida los tres componentes sustantivos del socialismo entendido como emancipación no han cambiado: la idea de una sociedad superadora de la actual; la exigencia de un acuerdo entre las mayorías para, cuando menos, reequilibrar la situación y revertir las asimetrías y una voluntad de comprender lo que ocurre sin vocación dogmatizadora.

Pero la vida ha pasado deprisa desde la caída del Muro de Berlín y parece que fue ayer. No podemos reescribir la Historia pero sí podemos intentar compartir algunas de sus enseñanzas a condición de intentar no seguir usando los viejos paradigmas que fueron sepultados con los ladrillos y cementos abatidos esa noche y otras más después de esa.

Entre las gafas ideológicas más persistentes figura la que divide el mundo entre reformistas y revolucionarios: entre los que pareciera que siempre buscan negociar y acordar con el sistema y aquellos/as que son inmunes a los cantos de sirena de los poderosos y mantienen invicta la bandera de la “revolución o muerte”. Una mirada antes antropológica que política nos advertiría que las sociedades siempre conocerán ambas propuestas y que la voluntad de cambio y de reforma siempre van de la mano conflictivamente.

La Historia que ahora nos importa conoció un decurso que dividió organizativamente esas tradiciones y las confrontó en el plano ideológico. Entre la socialdemocracia y el comunismo se disputaron la representación de los sectores populares y pugnaron por ser los preferidos de las inexorables leyes de la historia. Sin duda, en este punto, el comunismo construyó un relato que hizo visible la esperanza y que conectó, de manera concreta, la actividad militante con el devenir de la Historia. Como afirmaba el filósofo Alain Badiou: “Repartir planfetos en un mercado era también subir a la escena de la Historia”.
Más allá de su justificación la división histórica a la que nos referimos se trata de un hecho histórico, una singularidad comprensible y explicable en un determinado contexto y circunstancias. Una división marcada por el origen de los partidos y por otros clivajes socio-económicos y su representación. Pero algunos han querido vivir de este cuento hasta nuestros días, en ambas tradiciones.

En la tradición socialdemócrata la perspectiva revolucionaria se ha demonizado al punto de convertir en una caricatura el anhelo de cambio social; como si pelear por el cambio sistémico fuera una actividad propia de enajenados peligrosos. Un ejemplo patético pero expresivo de ese mainstream cutre frente a las acciones de cambio social quedaba maravillosamente reflejado en la contestación excesiva de un concejal de UPN en el ayuntamiento de Pamplona que para negarse a apoyar la propuesta de la izquierda de ampliar el carril bici en la ciudad –de eso se trataba- recordó al infortunado portavoz de la iniciativa que las utopías comunistas y ultraizquierdistas habían costado millones de muertos y sociedades donde nadie quería ir ni vivir.

Del lado de la izquierda revolucionaria persisten los profesionales de “la crisis de la socialdemocracia”. Algunos llevan veinticinco años (o más) vaticinando o el fin, sin más, de la socialdemocracia, o bien, en versión más soft, el fin de las posibilidades de existencia de los partidos socialdemócratas deduciendo esta muerte agónica del cierre de las condiciones estructurales de su existencia. En ambos casos siguen analizando el presente con conceptos que comenzaron a dejar de tener una capacidad explicativa completa a finales de la década de los setenta del pasado siglo. Por otra parte, si bien miramos los datos la realidad es que la que va camino de su consunción organizativa es la izquierda radical en la mayoría de los países europeos. Y las formaciones que han tenido capacidad de respuesta y representación de los de abajo se parecen a las viejas formaciones revolucionarias como un higo a una castaña. Pero es muy propio de nuestros pagos empecinarse en la idea de que si la realidad no coincide con nuestras teorías pues mucho peor para la realidad.

Así es que parecemos obligados a reconsiderar los espacios, las estrategias y la representación. Y pensar el proceso de cambio en clave de reorganización del conjunto del espacio popular. Por ejemplo, cierto es que la idea de un 99% contra un 1% es un slogan de imposible concreción político-organizativa. Pero en la parte que hay de verdad hemos de reconocer que el neoliberalismo victorioso golpea a sectores mayoritarios de la población que no son reducibles a los sectores populares. Siendo así parecería razonable reconsiderar el curso de la historia desde estos parámetros: la desigualdad como un hecho cierto, complejo y masivo. La tensión entre estrategias de cambio gradual y de cambio sistémico disruptivo siempre existirá, pero hoy son significantes sin significado: ¿qué es la revolución hoy? ¿Qué es un reformista hoy? ¿Qué significan estos dos conceptos en el contexto de la globalización neoliberal? ¿Debe seguir siendo el socialismo un asunto “de clase” según el viejo paradigma, o es el momento de repensar el debate sobre la sociedad futura según otros criterios de interpretación?

Un segundo elemento a compartir tiene que ver con la geopolítica del cambio social. Los modelos socialdemócratas y comunistas del pasado siglo y en general todas las tradiciones vinculadas al socialismo como propuesta de cambio social, están referenciadas en el estado. El estado-nación es el espacio natural donde se desenvuelve el conflicto político, donde se asegura la representación, donde son pensables las alternativas y donde se cuecen las correlaciones de fuerza socio-políticas que pueden cambiar las cosas. Pero una buena parte de esas consideraciones pertenecen a un mundo que ya no existe y que no volverá a existir. El mito de la soberanía nacional y de la independencia sigue agitándose con mucho éxito por parte de la extrema derecha y con un poco más de incomodidad por una parte de la izquierda alternativa, pero el presupuesto de un Estado en condiciones de auto-determinarse económica y políticamente es una bandera que solo puede mover a la melancolía. Puede que siga siendo útil –insisto, más para la derecha que para la izquierda- para producir reagrupamientos de fuerzas pero no está condiciones de satisfacer sus exigencias de garantizar la plena autodeterminación democrática de la comunidad política.

En lo que hace a nuestras tradiciones no estará demás recordar esa vocación internacionalista y solidaria que vinculaba el socialismo a un proceso histórico que debía reunir virtuosamente a los países más desarrollados primero y a los periféricos después. La Nueva Política Económica puesta en marcha por Lenin en Rusia era la respuesta seria a una eventualidad histórica sobrevenida: una vez hicieron la revolución contra “El Capital” debieron gestionar lo imprevisible. Y lo inesperado era que, una vez más, lejos de lo que el materialismo histórico parece que quería decir, la revolución o había fracasado o no había habido noticias de la misma en los países más desarrollados del capitalismo triunfante. Lo del “socialismo en un solo país” fue una ocurrencia de Stalin para salir del paso, después de eliminar cualquier resistencia interna y toda vez que se confirmaba que la reacción de las clases dominantes se había cargado las leyes del materialismo histórico sin ninguna conmiseración.

El repliegue nacional me parece una estrategia tan improbable como mentirosa. Improbable porque la acumulación de fuerzas que hoy exige ese discurso precisa servir de mamporrero a ideas xenófobas y excluyentes; exige volver a levantar fronteras entre trabajadores al amparo de la célebre expresión de que “a quien dios se la de San Pedro se la bendiga” y significa volver a colorear las fronteras del mundo. No debería costar mucho trabajo convenir en que ese cultivo político es el precipitado adecuado para una intoxicación derechista en toda regla. Me produce desconfianza pensar en que alguien va a poder gestionar esa amalgama desde la izquierda.

Y la considero mentirosa porque la promesa mayor implícita en esa demanda de independencia es la idea de la autodeterminación de la polis. El mensaje es que: una vez recuperemos nuestra soberanía seremos libres. Ningún país tiene hoy capacidad para regular de manera autónoma los flujos económicos, financieros o migratorios. Ningún país está en condiciones de levantar diques contra el calentamiento global o contra las enfermedades globales. Y la presunción de que podemos elegir a la carta en qué cooperamos y en qué no es un abuso de la inteligencia ajena.

De paso, esta forma moderna de pensamiento mágico nos evita pensar en las exigencias de una democracia supranacional y cómo hacer, por ejemplo, que la UE de hoy –un proyecto al servicio de las grandes multinacionales- se convierta en una oportunidad de cambio para las grandes mayorías. Reconozco en este debate un prometedor campo de batalla presente y futuro en el espacio mismo de la izquierda alternativa.

El tercer aspecto alrededor del cual podemos reflexionar tiene que ver con un aspecto normativo relevante: ¿Cómo pensamos debe ser la sociedad socialista? No me refiero tanto a su organización económica o a su articulación político-institucional, sino al ideal social, a lo que responderíamos si nos preguntaran ¿cómo te imaginas una sociedad feliz? La teodicea socialista imaginó un futuro angelical y que había excluido el conflicto, cualquier conflicto. Una cierta recreación pastoril renacentista de las sociedades venideras. De hecho en la ex-URSS se acabó la disidencia política cuando se llegó a la conclusión de que si la sociedad soviética era la encarnación de las leyes de la historia y era, por ello, un producto tan perfecto como inexorable, la oposición política a la misma sólo podía ser pensada desde la psiquiatría, un trastorno de realidad que merecía atención médica, algunas pastillas y mucha atención médica. Para ser justos, esta perspectiva de un futuro sin conflictos era una continuidad respecto de las tradiciones utópicas que imaginaron de manera parecida los mundos del mañana.

Pero lo cierto es que las dudas sobre el futuro feliz y sobre el ideal de sociedad nos han perseguido desde siempre. En la literatura Stanislaw Lem construye una ficción agobiante en “Retorno de las estrellas” donde unos viajeros espaciales llegan a una tierra feliz, que nada en la abundancia 128 años después de haber despegado en un viaje intergaláctico. El protagonista descubre progresivamente que el bienestar material y la felicidad aparente han exigido un alto precio: renunciar a una parte de nuestra humanidad.

En el cine, algunas películas nos han dado pistas sobre los problemas que laten en las opulentas sociedades del norte de Europa. En el año 2000, Lone Scherfing nos conmovía con “Italiano para principiantes”, un reflejo amable pero descarnado de la sociedad danesa del momento. Una sociedad consumida por el aburrimiento y la soledad, personajes desamparados y tristes que no encuentran ningún sentido a su existencia. Recientemente, y en las páginas de este periódico, el cineasta ítalo-sueco Erik Gandini venía a decir lo mismo –más o menos- en su docu-film “La teoría sueca del amor” sobre Suecia.

Por último, en su maravilloso relato autobiográfico In place of fear, uno de los padres del Estado del bienestar británico y uno de los primeros diputados del partido laborista, Aneurin Bevan, recuerda los comentarios de algunos extranjeros que visitaban la Gran Bretaña laborista y ponían el foco en “la monotonía gris del clima social”. Aneurin, con muy bien criterio, señalaba la inconsistencia del razonamiento, denunciando que solo donde reina la más extrema desigualdad parecería que se cumple la promesa de una vida de “aventuras” y “excitante”.

Se argumentará, y con mucha razón, que mejor morir de aburrimiento que de hambre y que este tipo de observaciones son propias de una condición pequeño-burguesa, liberal e individualista. Es muy probable. Pero la discusión no es sobre la veracidad completa de las observaciones, sino sobre el hecho de que no está claro que puede querer decir hoy una “sociedad perfecta”. Y que cualquiera que sea nuestra idea del socialismo futuro debe construirse sobre la base de estructuras políticas que incorporen la pluralidad de expectativas de vida, la diversidad de opciones y de proyectos. En fin, que no es posible pensar la utopía socialista sin colocar en el centro de la misma al individuo, con todas las consecuencias que este hecho tiene en términos filosóficos y políticos.

Una parte de nuestros errores históricos han tenido que ver con el desprecio por este hecho civilizatorio que condenamos al fuego eterno atribuyéndolo, erróneamente, al liberalismo. Si los derechos del individuo venían de la mano de la burguesía entonces mejor arrancarse la mano. El liberalismo codificó ese hecho civilizatorio como “individualismo posesivo”, según la genial caracterización de Macpherson, y colocó la idea de la propiedad como el hecho epistemológico a partir del cual comprender su funcionamiento y perspectivas de evolución. En las últimas décadas, y al calor del desarrollo de la globalización neoliberal triunfante, se ha escrito sobre el narcisismo como el mal de nuestros tiempos: una suerte de infantilización de los seres humanos a partir de la dinámica capitalista. En este itinerario las nuevas tecnologías de la información no habrían hecho sino agudizar esta tendencia.

Pero la centralidad creciente del individuo es un hecho civilizatorio, una consecuencia de la dinámica de reconocimiento de derechos, de la industrialización y el fin de la vida rural y del surgimiento de las ciudades modernas. El pensamiento autoritario ha sido siempre anti-cosmopolita, siempre ha desconfiado de las ciudades porque escondían el germen de la disidencia personal y eran incontrolables.

La camarilla de Pol-Pot vació las ciudades camboyanas antes de cometer uno de los mayores genocidios de la historia. Sin embargo, las ideas alrededor de la segunda modernidad, la modernidad reflexiva o la sociedad líquida presuponen este hecho civilizatorio: la centralidad del individuo. Sin que esto implique o tenga nada que ver con las ideas neoliberales del tipo: la sociedad no existe o similar.

Nada de eso, los agrupamientos sociales siguen existiendo, las fracturas de clase también y las políticas de identidad (sexuales, nacionales, religiosas o culturales) apelan a derechos colectivas y situaciones de opresión comprensibles desde sujetos sociales. Pero estos elementos ya no pueden pensarse desconociendo la realidad de la centralidad del individuo y las consecuencias de este hecho.
En mi opinión, y por resumir, cualquier perspectiva emancipadora que no coloque al individuo en el centro de su proyecto histórico, no tendrá muchas opciones de progresar. Necesitamos un “socialismo del individuo” tanto como “individuos socialistas”.

Por último, el cambio de paradigma social, político y económico que ha impulsado la globalización neoliberal nos exige cambiar los parámetros de nuestra reflexión sobre las perspectivas socialistas. Si en el pasado siglo la geometría alrededor de la que pivotaban nuestras reflexiones era el de un triángulo estructurado alrededor de los lados del mercado, el Estado y el Partido, en la actualidad esa figura geométrica es una cuadrado cuyos lados lo forman: el mercado, la democracia/participación; las organizaciones socio-políticas críticas y el individuo.

Si hay algo de verdad en esta reconsideración requerimos de nuevos conceptos para dar cuenta de una realidad que no es una simple continuidad de lo de siempre. Y mientras encontramos algunas respuestas afirmarnos en la bandera del socialismo será una manera de seguir diciendo que aspiramos a cambiar el mundo, a hacerlo mejor, vaya. Aunque no estemos muy seguros ni de los pasos que hemos de dar para llegar a esa meta deseada, ni tampoco de cómo describiríamos, realmente, ese lugar de ensueño. Pero ¿cómo no intentar dar con la tecla que nos permita desembarazarnos de los brutales riesgos relacionados con la consolidación de los “poderes salvajes”? Podemos y debemos seguir reivindicando el derecho a equivocarnos.

Otras intervenciones en el debate

Intervenciones
  • Carlos Berzosa

    Catedrático emérito de la Universidad Complutense. Presidente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

    El término socialismo tiene varias acepciones. Las distintas definiciones que se pueden dar son el resultado tanto de elaboraciones teóricas como de la evolución histórica política y económica. La primera diferencia vino dada cuando Marx y Engels contrapusieron a la concepción del socialismo utópico la de socialismo científico. A pesar de la hegemonía del marxismo en los partidos y sindicatos, que se crearon en el siglo XIX, tuvo lugar en el incipiente movimiento obrero, la primera gran escisión con el anarquismo. Las ideas marxistas fueron mayoritarias en casi todos los países en que comenzaron a arraigar, sin embargo, el...
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  • José Luis Zárraga

    Sociólogo

    Demasiados temas y demasiadas cuestiones se amontonan en este debate. Lo fundamental en él, lo que en primer lugar hay que aclarar si queremos discutir con sentido todos esos temas y cuestiones, es de qué hablamos cuando hablamos de socialismo. Dejaré aparte otras cuestiones que se han planteado a lo largo del debate, cuestiones urgentes, que será indispensable tratar también. Las experiencias históricas de socialismo y las lecciones que debemos extraer de ellas; el análisis del capitalismo actual y de los cambios que se han consolidado en él con la crisis; y sobre todo la cuestión política práctica: cómo puede...
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  • lluisraeco

    Economista y sociólogo

    ¿Cómo puede el sindicalismo ayudar a construir otro modelo social? Sin duda el núcleo vertebrador de la acción sindical es la negociación colectiva. Dos ideas al respecto. Por un lado, la orientación de la política sindical y los contenidos sustantivos de negociación colectiva hacia objetivos de política económica de altos salarios y pleno empleo. Las dos reivindicaciones clave del movimiento sindical vasco cómo salario mínimo de 1200 euros mensuales y jornada laboral máxima de 35 horas semanales, deben integrarse para mejorar las condiciones de vida con la generación y reparto del empleo. Por otro lado la introducción de contenidos...
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  • Eduardo González de Molina Soler

    Sociólogo y politólogo

    “El hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de civilización, esclavo de otros hombres, quienes se han adueñado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por consiguiente, vivir, más que con su permiso” (Marx, 1875). ¿Qué significa hoy la libertad o la igualdad para un socialista? ¿Cómo definimos hoy el socialismo? Son interrogantes que hoy en día difícilmente son (bien) respondidos: la deriva ideológica del socialismo ―fruto de la derrota histórica del movimiento obrero― es de tal calibre, que la confusión...
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  • Enrique del Olmo

    Sociólogo

    Cuando Bruno Estrada propuso en Espacio Público un Debate sobre el Socialismo del siglo XXI, todos nos quedamos un poco sorprendidos pero a la vez alabamos el valor de plantearlo y la necesidad de empezar a abordarlo. Ahora con la ventaja de que otros 'valientes' se han tirado a la piscina, intento aportar una visión en relación a algunos temas, visión por supuesto parcial, incompleta e inconclusa. Las aportaciones realizadas por otros amigos, han avanzado muchas piezas extraordinariamente interesantes del puzzle de recomposición del fragmentario big bang de los conceptos y las prácticas del socialismo. Además frente a un pensamiento que...
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  • Armando Fernández Steinko

    Sociólogo

    Hacia 1800 nacía una sociedad dinámica e impetuosa. ¿Cómo abordar política, moral y culturalmente el capitalismo? Para los liberales la nueva fuerza desplegada por los mercados sería capaz de dar las respuestas con lo cual todo debía orientarse a asegurar su funcionamiento y la propiedad privada: la libertad es, por encima de todo, la libertad de hacer negocios. Los grandes asuntos, incluido el democrático, se acabarán solucionando si se deja actual al mercado y florecer los negocios, la sociedad tenderá mágicamente al equilibrio en beneficio de todos, la política se acoplará a la economía. La propuesta conservadora aceptaba los cambios,...
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  • José Manuel Mariscal

    Secretario general del PCA

    Socialismo. Una palabra antigua, aunque no más antigua que capitalismo, explotación, emancipación, pobreza o lucha. Apropiada, manipulada o canonizada, ¿huele a viejo una palabra tan moderna? En mi caso, como comunista, no debería desligar el debate sobre el socialismo del objetivo final de un sociedad sin clases, del comunismo. Nos han contado, más o menos, que el socialismo sería una etapa intermedia antes de la definitiva sociedad sin clases. El caso es que socialistas se llamaban las repúblicas soviéticas y socialista se llama el partido de Susana Díaz y también el de Nicolás Maduro. Socialista era el partido que...
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  • José Eduardo Muñoz Negro

    Doctor en Medicina y socialista

    Alguien dijo que no estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época. Esta realidad ha sido interpretada, narrada o conceptualizada de muchas maneras. Desde la sociedad líquida de Baumann a la sociedad del riesgo de Beck, pasando por la ultramodernidad de J.A. Marina, las teorías sobre la posmodernidad o la modernidad inacabada de Habermas. Aunque diferentes, todos comparten y asumen el paradigma de la complejidad y la pérdida de referentes cognitivos, simbólicos e ideológicos. Puede parecer un tópico pero el tiempo se ha acelerado y la realidad se construye en los medios de una manera instantánea...
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  • ¿Qué socialismo?

    19/12/2016

    Juan Antonio Molina

    Periodista, escritor y socialista

    Este artículo toma el título de un opúsculo de Norberto Bobbio donde el ensayista turinés intentaba contestar el interrogante que le daba nombre al libro. ¿Es hoy también el socialismo en nuestro país un interrogante? La estrategia cortoplacista de sus dirigentes, enmarañada en la banalidad del marketing y el eslogan publicitario, representa la reinvención de una realidad tan ajena al pulso de la calle que produce frustración en las mayorías sociales. El Partido Socialista se percibe en un espacio político donde el debate ideológico se ha diluido ante un pragmatismo ad hoc al establishment que expulsa de su formato polémico...
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  • Gabriel Flores

    Economista

    Algunas de las propuestas presentadas en este debate tienen por objetivo recuperar o refundar el proyecto socialista que se identifica con la corriente de la socialdemocracia europea, llenándolo de nuevos contenidos o reciclando experiencias interesantes de otros tiempos. Intentan sus autores resucitar una vieja y, mucho me temo, periclitada historia. ¿Es posible salvar la experiencia socialdemócrata? ¿Tiene sentido echar vino nuevo en odres viejos cuyo olor a caduco o viejuno repele a los jóvenes de entre 18 y 35 años y provoca mayores rechazos a medida que aumenta el nivel de estudios de las personas a las que intenta atraer? Tiene...
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  • Javier Franzé

    Profesor de Teoría Política

    La primera dificultad para hablar de socialismo hacia el futuro es precisar a qué se está haciendo referencia. El socialismo —como el liberalismo— es una corriente política y de pensamiento vasta, diversa, cuyo elemento aglutinante sería la primacía del valor igualdad. Pero esto remite a la superficie del problema, pues la cuestión no es tanto qué valor se privilegia, que es lo que reúne, sino cómo se piensa ese valor. Esto último suscita las divergencias más profundas, que determinan diferencias acerca de los caminos para construir esa igualdad. ¿Y si el problema fuera que el socialismo ha sido occidental, demasiado...
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  • Manuel Garí

    Economista ecosocialista

    La respuesta a la cuestión de los retos del socialismo debe comenzar por reconocer que las realidades y preocupaciones expresadas en el debate en curso en 'Espacio Público'-'CTXT', incluyendo esta aportación, están condicionadas por la experiencia política, los parámetros culturales y la producción teórica del socialismo, permítaseme la expresión, del mundo occidental y cristiano industrializado. Si bien, dadas las características del capitalismo mundial actual, algunas de las cuestiones que se plantean suponen incursiones en terrenos globales y comunes por lo que podrían tener utilidad para las reflexiones que se produzcan en otras latitudes. Lo ideal sería poder identificar los rasgos...
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  • Joan Herrera

    Director de la Escuela Superior de Cuadros de CCOO

    Marx decía lo que la revolución surgirá de las fábricas, no de los agricultores, ya que los agricultores están dispersos. Siglo y medio después las estrategias de dispersión del trabajador es sin lugar a dudas uno de los motivos por los cuales es tan difícil construir una alternativa. Una dispersión que no es sólo geográfica sino que también es organizativa e incluso de asunción cultural. George Lakoff escribió que la ciudadanía se siente más más motivados con la “identidad moral y los valores” que con cualquier otra cosa. El reto es construir comunidad y conectar con el sufrimiento, pero también...
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  • Jesús Pichel Martín

    Profesor de Filosofía

    La socialdemocracia no cayó del cielo, ni surgió de la necesidad de cubrir con más producción una mayor demanda en un contexto de escasez de mano de obra, y desde luego no fue un regalo del capitalismo al movimiento obrero. El pacto socialdemócrata (el pacto entre capital y trabajo) fue consecuencia de la fuerte presión del movimiento obrero y del temor del capitalismo al modelo político-económico comunista. En Europa Occidental el socialismo devino en socialdemocracia cuando la pugna entre capitalismo y comunismo se sustanció en un sistema mixto de economía de mercado y de garantía de los derechos sociales, la...
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  • Andrés Villena Oliver

    Economista, periodista y doctor en Sociología

    La historia del socialismo es, lamentablemente, la de una matanza permanente que, no obstante, dista mucho del relato de ficción narrado por historiadores y voceros anticomunistas patrocinados. Quizá el primer crimen que merezca la pena reseñar sea el cometido contra Jean Jaurés en 1914, tres días después del inicio de la Primera Guerra Mundial, que acabó enfrentando a la clase obrera de los distintos países implicados. La muerte de Jaurés representa el fracaso de un internacionalismo que los socialistas alemanes rematarán al no impedir el asesinato en 1919 de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebkenecht, al comienzo de la débil...
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  • Ana Barba

    Edafóloga, activista social y política por la democracia participativa, el feminismo y la ecología.

    Tradicionalmente, las propuestas sociales y económicas de la izquierda han topado con los intereses de los pequeños propietarios, los pequeños agricultores y los pequeños comerciantes, lo que solemos llamar pequeña burguesía desde la época de la revolución francesa. Pese a que son explotados por las oligarquías, se sienten más cercanos a ellas que al proletariado, en parte por el temor a sufrir una desposesión en el transcurso de una hipotética revolución social y en parte por el espejismo del ascenso social. En el transcurso de los últimos 100 años, esta postura antagónica de la pequeña burguesía frente al proletariado se...
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  • Tasio Oliver

    Responsable de Servicios Sociales y Consumo de IU

    Escribo esta aportación desde la certeza, apesadumbrada, de que el socialismo en España nunca ha existido. Y si no ha existido socialismo como tal, el amago socialdemócrata que ha supuesto el trasiego político del PSOE en estos 40 años, ha sido convenientemente desmontado por unas élites orgánicas aliadas ya descaradamente con los intereses de las grandes corporaciones nacionales. La memoria de los tímidos logros de ese trasiego ha sido ultrajada por un vaciamiento progresivo, una cobardía política evidente y un desdibuje absoluto en cuanto a sus preceptos sociales, territoriales y democráticos en la última década. Lo peor y más doloroso...
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  • Daniel Puerto

    Investigador científico y miembro del secretariado de Alternativa Socialista

    Un artículo de Suso del Toro hablaba de la culpabilidad del PSOE en el descrédito de la política. Aunque mezclaba los conceptos de izquierda y socialismo en la culpabilidad de este deterioro de la política, cuando realmente solo se refería a un PSOE muchas veces alejado de estos dos conceptos, creo que da en el clavo en lo referente a la “degradación moral de la izquierda”. Que la derecha española sea mentirosa, autoritaria y corrupta entra dentro de la lógica al ser fiel heredera del franquismo y no haber sufrido las necesarias y profundas transformaciones que la hubiesen llevado...
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  • Brais Fernández

    Redactor de 'Viento Sur' y miembro de Anticapitalistas

    Quizás para tener un debate en torno a la cuestión del socialismo tendríamos que aclarar la polisemia de la palabra. Para la mayoría de la gente, socialismo es un concepto frío, que no va asociado a una experiencia emancipadora real. En el peor de los casos, se asocia a los exabruptos de los dirigentes del PSOE, que apelan al socialismo como una identidad partidaria con la que cada vez menos gente se identifica. En otros casos, por desgracia, se asocia a aquella distopía totalitaria en la que acabó convirtiéndose el socialismo soviético. Sin embargo, creo que hay algunas razones...
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  • Eddy Sánchez

    Profesor de Ciencias Políticas de la UCM y Director de la Fundación de Investigaciones Marxistas

    En un mundo que afronta para las próximas décadas formidables retos por el agotamiento de los recursos naturales y la crisis ecológica, así como por la formación de sociedades con fuertes fracturas sociales y desigualdades crecientes, la única forma de mantener un nivel de vida digno para la población será conseguir hacer más con menos, y esto sólo pasará en las sociedades que tengan organizaciones productivas que lo logren. Nuestra capacidad para construir una sociedad más productiva, más ecológica, una sociedad en la que sea posible alimentarse, desplazarse, tener una vivienda, calentarse, curarse, educarse, informase, investigar, producir... no se parecerá...
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  • Manuel Escudero

    Coordinador del Foro de Economía Progresista

    No esperen en esta reflexión un hilo de argumentación lógico y encadenad. Más bien voy a funcionar como se hace en las sesiones de diseño, cubriendo la pared con 'post-its' ideas y argumentos que vienen al caso, que van completando el cuadro de modo impresionista, a ráfagas, echándose para atrás y viendo lo que falta o lo que aflora. Sobre el nombre El socialismo en el siglo XXI, así, a secas, será cosa de nostálgicos, pero no de los que luchan por el progreso de la humanidad. Lo digo porque ya desde comienzos del siglo XX, el socialismo solamente ha servido...
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  • Joan Herrera

    Director de la Escuela Superior de Cuadros de CCOO

    ¿Estamos ante el mismo capitalismo que hace 30 o 40 años? ¿Debemos responder ante este desde los mismos parámetros? Las respuestas a estas preguntas son obvias. No, ni el capitalismo es el mismo ni la respuesta puede ni debe ser la misma. Pero vayamos por pasos. En primer lugar hay que adentrarse en el escenario de los últimos años, la nueva etapa del capitalismo en algunos de sus aspectos mas destacados. Por un lado en el conflicto entre capital trabajo. Por otro lado, en el conflicto capital biosfera, y por último en los elementos de control político del mismo. Capital...
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  • Pedro González de Molina Soler

    Profesor de Geografía e Historia

    "Nunca separé la República de las ideas de justicia social, sin la que sólo es una palabra." Jaurès. Para comenzar, quiero agradecer la invitación de Bruno Estrada a participar en este debate que deseamos que sea fructífero, de un tema que sigue siendo candente en la actualidad, y más tras ver las crisis de los partidos socialdemócratas en Europa y las lecciones de la nueva izquierda latinoamericana en retroceso. En líneas generales, podemos estar de acuerdo con la exposición de Bruno Estrada sobre el socialismo, tanto en su pasado como en sus perspectivas futuras, aunque podríamos matizar algunas cuestiones, que...
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  • Carlos Martínez

    Co-primer secretario de Alternativa Socialista

    La idea socialista supera a los aparatos de la mayor parte de los partidos llamados socialistas y socialdemócratas “oficiales” y vinculados a la llamada internacional socialista. Hay demasiadas personas a un lado y otro del espectro político y por supuesto las oligarquías que viven a costa de esos partidos, deseando que el socialismo sea un engranaje profesional, dedicado exclusivamente a gestionar el capitalismo y a ser su cara algo más amable y caritativa. Todo lo más mejoras en sanidad, pensiones –si puede ser- y educación. Igualdad de oportunidades, pero sin corregir precisamente lo que impide que las oportunidades sean las...
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  • Pedro Chaves

    Politólogo, investigador especializado en la UE

    La victoria de Donald Trump nos golpea en las retinas, en el corazón, en el cerebro. Intuimos que este hecho tendrá consecuencias imprevisibles y negativas. Los “poderes salvajes” de los que hablaba Ferragoli, la emergencia de poderes privados que colonizan el espacio público en beneficio propio, se han cobrado una pieza mayor: nada menos que Estados Unidos. Y una vez más, y no es la primera en la historia ni será la última, un representante de las clases dirigentes se aúpa al poder empujado por una fuerza en la que encontramos muchos brazos y esperanzas venidas desde abajo. Por...
    - Seguir leyendo
  • Mario del Rosal

    Profesor de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid

    En primer lugar, me gustaría agradecer sinceramente el debate que Bruno Estrada ha abierto acerca de la cuestión del socialismo en la actualidad. En estos tiempos en los que las versiones más primitivas y descarnadas de la derecha amenazan con capitalizar el descontento de la clase trabajadora, me parece una discusión enormemente oportuna y necesaria. Creo que cualquier reflexión sobre el socialismo se debe centrar, como bien hace Bruno, en la cuestión de la democracia. Y es que, en sus más profundas raíces, el socialismo no es sino democracia más desarrollo económico (o soviets más electrificación, como diría Lenin). Es...
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  • Ignacio Muro Benayas

    Presidente de la Plataforma por la Democracia Económica

    Tiene gracia esto de discutir sobre el socialismo días después que el fascismo haya encontrado una nueva puerta de entrada de la mano de Trump en EEUU, la economía capitalista más rica del mundo. Tiene gracia porque recuerda aquella disyuntiva de 'Socialismo o barbarie’ que representó Rosa Luxemburgo hace justamente 100 años, en 1916, tres antes de que fuera asesinada por movimientos prefascistas. Una disyuntiva que tenía como antecedente a Friederich Engels que dijo otros 30 años antes: "La sociedad capitalista se halla ante un dilema: avance al socialismo o regresión a la barbarie". Como vemos, el debate nos...
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  • José Babiano

    Director del Área de Historia, Archivo y Biblioteca de la Fundación 1º de Mayo

    El neoliberalismo no es sólo una política económica determinada, ni siquiera una filosofía política exclusivamente. Constituye asimismo y de forma evidente una cultura. De manera que la victoria indiscutible del neoliberalismo representa también una victoria cultural. Esencialmente, esa victoria reside en que la gran mayoría de la sociedad, incluida la izquierda, haya naturalizado su discurso. En eso consiste la hegemonía cultural. De este modo, el lenguaje de clase ha desaparecido de la izquierda política, que ha hecho suya la retórica de la ciudadanía. Es verdad que, como señalara T. H. Marshall, la ciudadanía es un constructo que hace compatibles...
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  • Carlos Tuya

    Periodista y escritor

    Una vez más, lo que no podía ocurrir ha ocurrido: Trump se incorpora a la ola populista (mayoritariamente de derechas) que recorre, como un fantasma, el mundo globalizado. Tras el húngaro Viktor Orban y el polaco Kaczynski, la lista no para de crecer, esta vez con el presidente de la nación más poderosa del planeta a la cabeza. Y no es descartable que en un futuro próximo puedan unirse Marine Le Pen (Francia), Strache (Austria), Brunner (Suiza), Soini (Finlandia), Geert Wilders (Holanda), Matteo Salvini en competencia con Beppe Grillo (Italia), Thulessen (Dinamarca), etc. Todos con un mensaje tan elemental como...
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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

    Licenciado en Geografía e Historia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía.

    Me alegro mucho por la apertura de este nuevo Debate sobre el futuro del Socialismo, y de que se haya encargado la Ponencia a Bruno Estrada, un compañero de Comisiones Obreras. Sigo atentamente los avatares internos de mi sindicato, y estimo que su iniciativa de ‘aggiornamento’ se está haciendo con seriedad y constancia, de lo cual es expresión la excelente labor intelectual de Estrada. Lástima que algunos intelectuales izquierdistas y medios digitales progresistas aún no se hayan enterado de los cambios internos que se están operando en mi sindicato –y no precisamente gracias a su apoyo y participación. Pero vayamos...
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  • José Ángel Moreno

    Economistas sin Fronteras y Plataforma por la Democracia Económica.

    El sugerente texto de mi estimado Bruno Estrada me plantea algunas pequeñas discrepancias de matiz y una coincidencia de base con la que me parece su sugerencia principal. Apunto muy brevemente las primeras, para centrarme después en la segunda. Por una parte, me temo que la pérdida de base electoral de los partidos socialistas y socialdemócratas desde los años 80 del siglo pasado no se debe sólo a su -indudable en muchos casos- aproximación a las ideas neoliberales y a su renuncia a algunos de sus principios tradicionales. Desde luego, es innegable la hegemonía cultural del neoliberalismo, pero creo que...
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  • Marià de Delàs

    Periodista

    Millones y millones de personas imaginaron durante décadas un estado de cosas diferente al que viene impuesto por el poder del dinero. Un estado de bienestar y de justicia, gracias a la igualdad de derechos económicos y sociales. Confiaban en que una fuerza representativa de los trabajadores podía hacerse con el control de todo o parte del poder político y en que la economía y la vida social podían funcionar de otra manera, bajo criterios democráticos, sin obediencia a los intereses y directrices de los poseedores de capital. La producción de bienes debía racionalizarse, había que distribuir la...
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