Trump, regeneración conservadora y señas para una nueva izquierda

  • Lorena Fréitez Mendoza

    Lorena Fréitez Mendoza

    Psicóloga Social y Analista Política. Doctoranda en Ciencias Políticas y de la Administración (UCM). Activista de movimientos sociales en Venezuela.

24.06.2019

Debate principal: El Trumpismo, la nueva barbarie

Trump lidera una estrategia que, siendo revolucionaria, funciona para afrontar el problema de la regeneración de las élites conservadoras. Las ideas de igualdad política y libertad de elección de todos los individuos que traducían democracia, han quedado vaciadas de eficacia para un liberalismo que ya no es capaz de gestionar políticamente su conflicto estructural: la desigualdad económica. La legitimidad del dominio capitalista está seriamente cuestionada y estas élites lo saben. Trump lidera una cruzada ideológica para producir un nuevo campo político que legitime estas brutales formas de dominio económico a nivel global.

No solo se trata de preservar a Estados Unidos como primer hegemón global, también se trata de construir una justificación que permita explicar por qué debe continuar el liderazgo de las élites económicas en la conducción de los gobiernos. La democracia es un campo minado por la economía.

Carl Schmitt, en “El concepto de lo político”, explica que un “centro de gravedad ideológica” pierde capacidad de controlar la esfera de lo político cuando deja de cohesionar. La pretensión de usar la técnica y la economía como “núcleo espiritual” o cultural provoca una “muerte cultural” que deriva en angustia e incertidumbre y en la ruptura de los anclajes de la cohesión social. Lo económico no cohesiona. Al referirse al mero interés individual sustrae el soporte de la construcción política.

Cuando la eficiencia económica ya no es creíble y ya no hay nada que le de un sentido a lo social, surgen “masas ajenas y hasta hostiles a la cultura y al gusto tradicionales” porque la sociedad ya no se entiende. Ante esta circunstancia, las élites entran en pánico cultural en tanto resulta amenazado el statu quo que sostiene las jerarquías que las privilegian. El miedo a que se desdibuje esa “conexión inaparente” que define la organización social vigente, se cristaliza en reacción -en tanto vuelta a formas regresivas del poder-.

La revolución conservadora en Estados Unidos que hoy lidera Donald Trump, puede explicarse como una reacción de las élites ante el pánico cultural que genera el cuestionamiento de las masas a las bases culturales que articularon a la sociedad capitalista. Sin embargo, este es un argumento incompleto sino explicamos que las élites no sólo reaccionan por pánico cultural, lo que esta estrategia denota es una comprensión clara de que, frente al desgaste de la economía, se está buscando controlar el siguiente “centro de gravedad ideológico”. Allí donde la política se está desplazando. Para esta estrategia es claro que no hay posibilidad de renunciar a la política, con lo cual, si la economía ya está inevitablemente desprestigiada para servir de referente político, habrá que controlar una nueva esfera de conflicto donde la política, por defecto, va a reaparecer. Trump está conduciendo el desplazamiento de la política a un nuevo lugar.

En el mismo momento que los demócratas buscaron reducir el conflicto político que la economía capitalista produce, a través de una peligrosa combinación entre neoliberalismo y progresismo, apostando a lo que Nancy Fraser denomina como “neoliberalismo progresista” (abandono de las luchas contra la desigualdad económica y focalización en luchas identitarias por derechos civiles de las minorías), generaron una implosión política de la democracia liberal. Los demócratas eligieron bajar los brazos ante la resolución del conflicto central que aqueja a las mayorías y se decantaron por fingir avances en la libertad de las minorías. Los demócratas empujaron el conflicto real, la política, hacia otro lugar.

Ese nuevo lugar donde la política se teje, aún sigue en disputa. El nuevo conservadurismo ha decidido que la política ha de ser capturada en el campo moral. El “choque de civilizaciones” que anunciaba Samuel Huntington en 1993, dibuja los nuevos códigos de conflicto: la religión, la ética, las costumbres.

El periodista Thomas Frank, en su libro “¿Qué pasa con Kansas?”, describe con mucha claridad cómo la estrategia conservadora se articula en torno a una guerra moral. La discusión programática o más ideológica queda desplazada por una discusión en términos de valores y estilos de vida: no se trata de una lucha de ricos contra pobres, sino de una guerra moral entre buenos y malos, donde los buenos son la “gente corriente”, americanos auténticos, y los malos, las élites impostadas, “afrancesadas” o demasiado refinadas que, con su “progresismo” y “desviadas” apuestas por el aborto y la homosexualidad, desprecian a la verdadera cultura americana.

En esta guerra, la cultura pesa más que la economía como asunto de interés público: los valores importan más. La clave es hacer de la sociología progresista un agravio a la moral de la gente sencilla y originaria, y con esta operación desplazar la lucha de clases. Evidentemente, la operación de sobrevivencia de las élites conservadoras implica subir la intensidad del conflicto. Provocar (para administrar) el surgimiento de la política a través de un estilo populista que construye dos campos antagónicos que se cifran entre una élite abstraída de las masas y el pueblo. Esta élite (la progresista), sobre todas las cosas, es la culpable del socavamiento de las bases de la cultura no porque apueste por otro proyecto societal, sino porque es soberbia.

Esta operación se podría entender como una simplificación del conflicto político por la vía del registro moral: buenos y malos. Sin embargo, realmente lo que hace es ensanchar el campo de la política. La política lo inunda todo, lo privado como el espacio privilegiado para la independencia moral del individuo, se vuelve objeto de debate y de decisiones públicas. Siendo el lugar privilegiado de la actual disputa político-ideológica. En este tipo de política, los estilos de vida, los gustos, las preferencias, las costumbres y el deseo es materia central de conflicto. La política opina de todo y se vale de todo.

En este marco, la incorrección política se convierte en un dispositivo de provocación política para generar un conflicto o una crisis que desplaza la diatriba política a un lugar controlado por los conservadores: los códigos de la conducta individual, la forma de organizar la familia, los gustos culturales, la gastronomía popular son el sello de lo auténtico, la raíz, la única esencia sobre la que se puede reconstruir una sociedad en crisis. Cada línea roja traspasada supone mover los límites normalizados de una organización de lo social que se declara fracasada: la sociedad progresista-neoliberal. Los conservadores levantan un frente moral junto a las mayorías más empobrecidas contra el frente de los derechos civil de las minorías, de los progresistas.

Los indicadores de popularidad de Donald Trump en mayo 2019, tres años después de su triunfo electoral (46% de aprobación), así como la victoria política de Jair Bolsonaro en Brasil, comienzan a mostrar signos de la eficacia de esta estrategia para conquistar a los excluidos, las mayorías trabajadoras, del sistema. Esto si bien es una mala noticia para la izquierda porque deja en evidencia sus errores estratégicos, también señala claramente las nuevas tareas del progresismo.

La derecha ha señalado que el discurso de la izquierda de los años 40, que reivindicaba el importante lugar del sujeto obrero como motor de la sociedad, sigue siendo un discurso políticamente potente, si sabe remantizarse en nuevos marcos. También, que los hábitos y formas culturales de las clases populares, si bien pueden ser reproductoras del statu quo y en este sentido ameritan trabajo político para su transformación, exigen respeto y empatía como condición para convencerles de nuevas formas de organización social y representación cultural. No todo regreso al pasado se lee por las mayorías de forma negativa, después de todo, el futuro requiere de una versión del pasado para emerger. Los conservadores han canalizado sus esfuerzos en construir un horizonte de futuro sobre la base de una reconstrucción particular del pasado, hecha sobre la base de la reapropiación de discursos ya abandonados por la izquierda.

Hoy la izquierda no puede dejarse arrebatar sus banderas históricas de lucha, ni puede renunciar a los tradicionales sujetos obrero y campesino como sujetos de cambio. En definitiva, se trata de teorizar junto a ellos las reconfiguraciones que el capitalismo ha producido sobre sus vidas y empujar respuestas colectivas desde esa experiencia. Si bien las luchas identitarias han sabido diversificar las esferas del conflicto político sumando nuevos sujetos, las clases populares siguen ocupando y decidiendo el epicentro de la política, la derecha consigue sus victorias electorales justo por la derechización del proletariado. Aún así, el conflicto económico sigue estando desplazado del conflicto político que promueven los neocons, con lo cual sigue siendo un espacio disponible para que la izquierda lidere una disputa política real por las clases populares, en esferas donde la derecha tendrá más difícil contraargumentar.

Hasta ahora, los neocons han encontrado una manera eficaz de justificar por qué siguen siendo los mejores para liderar la conducción de los gobiernos más importantes del mundo: son los que más orden pueden ofrecer, garantizan producción de riqueza aún cuando su redistribución sea pésima, pero, sobre todo, son los protectores de esa eticidad en la que las mayorías se sienten a gusto, valiosas de sí, libres de poder elegirse, sin más, como protagonistas de la política. El reto hoy es cómo hará la izquierda para explicarle a las mayorías que no sólo es la mejor garante de los intereses materiales de las mayorías, sino que también defiende y respeta sus esencias. Por más que la reactivación del conflicto económico pueda recentrar a la política, la esfera cultural y moral ha sido la paja que encendió la pradera y allí también habrá que ganar.

Otras intervenciones en el debate

Intervenciones
  • Gabriela Pinheiro Machado Brochner

    Activista y Doctora en Ciencias Políticas

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  • Irene Bassanezi Tosi

    Doctoranda en Estudios Avanzados en Derechos Humanos en UC3M

    Diálogos Feministas Europa/América Latina (Nota de la redacción: Publicamos por el interés que tiene para este este debate sobre el “trumpismo” una crónica-resumen del coloquio en el que participaron este mes de septiembre en Madrid la expresidenta de Brasil Dilma Rousseff y nuestra compañera del grupo promotor de Espacio Público, María Eugenia Rodríguez Palop.) “La ultraderecha ha conseguido protagonismo en muchas democracias y la más corrosiva es la de Brasil”. “Existe una hermandad entre el neoliberalismo y el neofascismo. No existe lo uno sin lo otro”. Así se pronunció el miércoles 25 de septiembre en Madrid la expresidenta de...
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  • Vicenç Navarro

    Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra

    Se están produciendo grandes cambios en EEUU que apenas han sido dados a conocer en España por parte de los mayores medios de información que, en su intento de informar a los españoles sobre la situación política en aquel país, se centran en presentar (y predominantemente ridiculizar) la figura del presidente Trump, comentando sus extravagancias y falsedades. Tal atención a la figura de Trump crea una percepción errónea de que el mayor problema que tiene EEUU es su presidente, ignorando que el problema real, apenas citado por los medios, es que la mayoría de la clase trabajadora de raza...
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  • Jaime Pastor

    Politólogo y editor de Viento Sur

    No es difícil compartir el diagnóstico que nos proponía Pedro Chaves en su introducción a este debate propiciado por Espacio Público, según el cual nos encontramos desde hace al menos 10 años en un periodo de interregno global. En efecto, en pocos años hemos pasado de la perplejidad ante el estallido de la mayor crisis sistémica conocida por el capitalismo desde la vivida en los años 30 del pasado siglo -que hizo pronto famosa la falsa promesa de “refundación del capitalismo”- a una nueva y radical vuelta de tuerca austeritaria y desdemocratizadora, frente a la cual una ola de movilizaciones...
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  • Lorena Fréitez Mendoza

    Psicóloga Social y Analista Política. Doctoranda en Ciencias Políticas y de la Administración (UCM). Activista de movimientos sociales en Venezuela.

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  • Julián Castro Rea

    Profesor titular de Ciencia Política en la Universidad de Alberta, Canadá

    La victoria electoral de Donald J. Trump en noviembre de 2016 tomó por sorpresa a la vasta mayoría de politólogos y científicos sociales, que reaccionaron con sorpresa e incredulidad cuando los resultados electorales fueron anunciados. Quienes supimos que esa victoria era una posibilidad real habíamos observado las tendencias recientes de la política estadounidense, y los motores que la mueven. El trumpismo es el resultado de la convergencia de por lo menos tres factores: ciertos rasgos inherentes a la cultura política estadounidense, la actividad de la derecha, y una estrategia novedosa para hacer campaña política. La cultura política estadounidense se define por...
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  • Carlos Fernández Barbudo

    Doctor en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Colaborador Honorífico en la Universidad Complutense de Madrid.

    El éxito del trumpismo político difícilmente puede entenderse sin atender a lo que ha sido una de sus señas de identidad más características, a saber, un estilo de comunicación política que ha sabido entender y explotar con éxito la configuración actual del espacio público digital. No me estoy refiriendo, al menos no exclusivamente, al más que comentado fenómeno de las fake news, sino a la peculiar confluencia de fenómenos sociotécnicos que ha permitido movilizar los afectos y la propaganda política a una escala nunca antes ensayada. El escándalo de Cambridge Analytica no sólo puso en cuestión las políticas de Facebook...
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  • Bolsonarismo

    13/06/2019

    Esther Solano

    Profesora de la Universidad Federal de São Paulo

    El tsunami bolsonarista atropelló la política brasileña con una fuerza inesperada. El llamado “Trump de los trópicos” tiene su propia versión del Trumpismo, el Bolsonarismo. Veamos algunos de sus elementos. Neoliberalismo-neoconservadurismo La autora estadounidense Wendy Brown (2006[1]) explica cómo en las últimas décadas asistimos a la confluencia del neoliberalismo y el neoconservadurismo, dos racionalidades diferentes pero que se unifican de modo que el neoconservadurismo se convierte en una justificación moral del neoliberalismo. Brown afirma que el neoliberalismo, transformado en la forma de ordenar la vida social, fuerza reguladora de las subjetividades y la vida colectiva, necesita un conjunto de valores y...
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  • Anibal Garzón

    Sociólogo, docente y analista internacional

    Mucho se ha escrito sobre el fenómeno Donald Trump desde diferentes enfoques políticos y desde diversos objetos de estudio, como podemos ver en este interesante debate de Espacio Público. Sobre los diferentes enfoques políticos desde si Trump rompe con la globalización neoliberal o es un producto más del statu quo de este sistema; desde si Trump es populista de extrema derecha o un republicano reaganista; si Trump es perfil de la élite política o más de la élite empresarial; o incluso si Trump es un loco compulsivo o un estratega de la nueva política comunicativa. Y sobre los objetos...
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  • Leo Moscoso

    Sociólogo y politólogo

    “All governments rest on opinion” (James Madison). Cuenta Jenofonte que —espetado por Sócrates, que le recriminaba no atender adecuadamente a sus obligaciones ciudadanas— Cármides respondió alegando que en la asamblea generalmente prevalecía el argumento del más necio. La verdad es que sí; y esta vez nos hemos superado. Contra todo pronóstico, e igual que habíamos visto venir —sólo cuando ya era inminente— el Brexit de finales de junio, a Trump lo vimos venir el 8 de noviembre de 2016. No antes. Too bad, too late! Yes, we Trumped! Habíamos subestimado la desafección del votante demócrata con respecto a la...
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  • Ignasi Gozalo-Salellas

    Profesor de Estudios Hispánicos y Estudios Cinematográficos en Ohio State University (EEUU)

    Vivimos con estupor, en mi caso desde la misma Nueva York, las elecciones del 2016 en que el outsider Trump se imponía, contra pronóstico, a todas las encuestas y cálculos de las élites políticas y mediáticas: una derrota clara ante la candidata del sistema, Hillary Clinton. Hoy, superado el ecuador de su primera legislatura, nadie se atreve a afirmar que el fenómeno Trump sea simplemente un error del sistema. Porque es, y de hecho lo fue siempre, parte del mismo. Para entender el personaje y su performance política y mediática, hay que mirar a la sociología. En 1965 Norbert...
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  • Juan Manuel Vera

    Economista, Consejo editorial de Trasversales

    “El fruto está ciego. Es el árbol quien ve” (René Char). Los rostros del poder son desagradables, pero en los últimos tiempos se están afeando cada día más. La podredumbre se agranda. Hay cambios políticos amenazantes en muchas zonas del mundo. El crecimiento global de la nueva extrema derecha debe ser explicado. Se alimenta del miedo, del odio al diferente y de una pulsión extrema hacia el dominio. Me gustaría pensar en estas líneas sobre las condiciones que lo hacen posible, desarrollando brevemente algunas intuiciones y reflexiones, esbozando unas explicaciones provisionales. El vendaval derechista El capitán retirado Jairo Bolsonaro acaba de asumir la...
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  • Francisco Javier Braña Pino

    Investigador asociado en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI)

    Retomando uno de los temas con los que comencé mi carrera académica, el papel de la industria en sociedades y economías que, como la española, están en algún punto de la periferia del capitalismo, el debate se está centrando ahora en si estamos ante una nueva revolución industrial, que sería la cuarta, iniciada a finales del siglo pasado, o estamos en una nueva onda larga del capitalismo, iniciada en el último cuarto del siglo pasado con el declinar del paradigma tecno-económico conocido como fordismo y la crisis de los años 90. Si bien me inclino por esta segunda interpretación,...
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  • Federico Mayor Zaragoza

    Escritor y diplomático

    El nombramiento y primeras decisiones del Presidente Norteamericano Donald Trump, insólito en tantos aspectos, hubiera debido tener inmediata respuesta de desaprobación por muchas razones y muchos sectores… La adopción por las Naciones Unidas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) “para transformar el mundo”, y de las medidas sobre el cambio climático decididas acto seguido en el mes de noviembre de 2015 en París, aparecieron como un destello de esperanza y como una manera adecuada y oportuna para, por fin, controlar la situación y evitar un deterioro mayor e irreversible de la habitabilidad de la Tierra. Pero el neoliberalismo que...
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  • Aram Aharonian

    Periodista y comunicólogo uruguayo. Creador y fundador de Telesur.

    De la mano de gobiernos de ultraderecha y coincidiendo con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, resurgieron en América latina el neofascismo, la xenofobia, la misoginia, la homofobia y el racismo, tras dos décadas de experiencias progresistas en varios países, que colaboraron para este retorno con su reticencia a realizar cambios estructurales y aferrarse a los preceptos de la democracia burguesa. En las últimas siete décadas nunca Argentina, Chile y Brasil estuvieron gobernados por la derecha al mismo tiempo. Hoy, en cambio, una derecha elegida por los votos se ha asentado en el poder no solo en...
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  • Emilio Muñoz

    Profesor de Investigación "ad honorem" del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

    Quienes me siguen no se extrañarán de que aborde esta contribución bajo la perspectiva de una visión particular de la filosofía de la política científica, en un momento crítico asimismo para la ciencia. Trump ha sido una catástrofe para la ciencia y las políticas que promueven su fomento y gestión desde lo público. Trascribo de un texto previo[1]: “… en Estados Unidos la responsabilidad de la política científica reside en el Presidente de la nación con el apoyo de un asesor (Director of the Office of Science and Technology), una personalidad generalmente de altura científica y/o tecnológica, mientras que los...
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  • Mónica Melle Hernández

    Profesora de Economía Financiera, miembro de Economistas Frente a la Crisis y Secretaria General de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas

    Es difícil que el capitalismo salvaje de mercado nos sorprenda con sus actuaciones a estas alturas de la historia. Pero hay que reconocer que Donald Trump y el “trumpismo” están consiguiendo dar una, o mejor muchas, vueltas de tuerca adicionales a los principios del dios dinero y del todo vale si el resultado es rentable. Ya no es solo la falta de ética y de humanismo la que inspira las decisiones políticas del “imperio”, sino una verdadera ley de la selva, basada en la carencia de escrúpulos, de civilidad y de respeto hacia “los otros”, instaurando un capitalismo de...
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  • Eugenio García Gascón

    Periodista

    Este mes de abril el humorista Volodymyr Zelensky se convirtió en el presidente de Ucrania con más del 73 por ciento de los votos. Un resultado avasallador que vuelve a cuestionar los parámetros habituales de la política en Europa. De hecho, los parámetros habituales de la política en Europa, y en el resto del mundo, hace tiempo que se cuestionan, y la victoria del humorista ucraniano simplemente aporta un nuevo dato en esa dirección. Naturalmente, se puede criticar a Zelensky como un arribista o como un intruso, aunque creo que su elección simplemente refleja uno de los desafíos cruciales a...
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