La vivienda. Del debate a la acción

  • Laura Barrio Recio

    Laura Barrio Recio

    Socióloga y Activista por el Derecho a la Vivienda, Cofundadora de la Asamblea de Vivienda de Usera (Madrid), coautora de "La vivienda no es delito. Quién y por qué se okupa en Madrid". IG: @laurabarriorecio X: @laurisonBR

08.05.2025

Debate principal: La vivienda, cómo blindarla como un derecho

Después de años de militancia tengo claro que el debate por el derecho a la vivienda es infructuoso porque no disponemos de un concepto común de lo que implica el bienestar residencial, el disfrute real de este derecho, los mínimos imprescindibles que habrían de estar garantizados para todos. Los elementos de bienestar se van desvaneciendo porque cada vez son más caros: el mercado se los come.

Literalmente el derecho a la vivienda se está miniaturizando: menos metros cuadrados, menos ventanas, menos acceso a suministros, viviendas en garajes y locales sin cédula de habitabilidad, caravanas, habitaciones compartidas en viviendas a su vez compartidas entre otras fórmulas. Históricamente hemos evadido esta responsabilidad. En la transición a la democracia se evitó abrir este melón y hasta hoy está pendiente de construir. Y sin esta base conceptual el debate sobre el derecho a la vivienda se convierte en un conflicto cada vez más profundo que nos divide, nos empobrece y nos enfada. A continuación, comparto algunas reflexiones con intención de enriquecer el debate, darle profundidad y motivar la acción.

Consensuar qué entendemos socialmente por bienestar residencial como prerrequisito para avanzar

Solo así podremos decidir los parámetros que lo garantizan y asumir el compromiso colectivo de conquistarlo y defenderlo. Es alarmante que esté tan desdibujado. Que una sociedad conocedora de las condiciones de carencia material extrema en que vive una gran mayoría no se sienta interpelada teniendo medios económicos y materiales más que de sobra. España se lo puede permitir.

Los medios de comunicación no dejan de hablar de ello, expertos de todas las disciplinas llevan décadas publicando al respecto, los políticos recurren con frecuencia a la vivienda para rentabilizar el descontento y los colectivos sociales cobran cada vez más fuerza. Hablar de vivienda está de moda. Nadie es ajeno a que la vivienda es el epicentro de la desigualdad social y sin embargo somos incapaces de avanzar en el diálogo. Nos faltan definiciones consensuadas, marcos conceptuales comunes para poder entendernos.

La confusión radica en que el derecho a la vivienda no forma parte de nuestro Estado del Bienestar y, por tanto, no están determinadas las condiciones mínimas garantizadas en tanto que derechos sociales (y derechos humanos), como sí lo están la asistencia sanitaria, la educación y las pensiones. Dependiendo de cada contexto social; el bienestar residencial puede significar tener servicio doméstico 24h o acceso a la lavadora del piso compartido más de una vez por semana.

Desde Ideas en Guerra hemos estado trabajando el concepto de bienestar residencial con el objetivo de conformar un marco desde donde imaginar y construir oportunidades reales para el cambio social. Aunque esté lejos de nuestro día a día, la definición existe y está consensuada mundialmente. Según la ONU el derecho a una vivienda digna y adecuada viene determinado por la garantía de los siguientes elementos:

  1. Seguridad jurídica en la tenencia, de la mano de prohibición de desalojos forzosos in alternativa real.
  2. Disponibilidad de servicios e infraestructuras, enlazada con el derecho al barrio/ciudad.
  3. Gastos soportables, los suministros y el mantenimiento no pueden comprometer la satisfacción de otras necesidades básicas como la alimentación equilibrada, transporte, medicamentos, educación…
  4. Habitabilidad, adecuación de las características de la vivienda a las necesidades del hogar: dimensiones, intimidad, accesibilidad…
  5. Asequibilidad, adecuación a la renta disponible.
  6. Localización y adecuación cultural que permitan un desarrollo vital satisfactorio. (Observación General Nº 4 del Comité DESC)

Se trata de las condiciones sin las cuales la vivienda no puede cumplir su función social: permitir que la personas desarrollen su personalidad, intimidad y proyectos de vida.

Por el contrario, en su ausencia, estas dimensiones miden la exclusión residencial. Y ahí también tenemos consensuados internacionalmente definiciones y criterios que definen las situaciones que deberían ser inaceptables en una sociedad. Se trata de la European Typology of Homelessness and Housing Exclusion; un marco conceptual transnacional desarrollado por la Federación Europea de Organizaciones Nacionales que trabajan con Personas Sin hogar que clasifica trece categorías operativas de situaciones residenciales en cuatro bloques: Sin techo, sin vivienda, vivienda insegura y vivienda inadecuada. Lamentablemente, estas tipologías, lejos de desaparecer, se están naturalizando.

También contamos con las definiciones aprobadas en la Ley 12/2023 por el derecho a la vivienda, que vienen a unificar en todo el territorio español qué se entiende por gran tenedor de vivienda, condiciones asequibles conforme al esfuerzo financiero, infravivienda o gastos y suministros básicos, entre otras. Aunque son muy escuetas y están sin desarrollar, son al menos una base teórica para comenzar un diálogo.

Con todas estas herramientas, sí se puede edificar un imaginario colectivo común, un nuevo contrato social que garantice un bienestar residencial universal e inviolable como derecho humano.

Pero ¿cómo se hace eso? Los espacios de debate progresistas y ecofeministas son ahora más necesarios que nunca

Nos tenemos que rearmar políticamente para conseguirlo y eso pasa por juntarnos, hablar y sobre todo, escucharnos. Los movimientos sociales ya lo estamos haciendo. En las asambleas de vivienda se comparten a diario experiencias terroríficas de amenazas e insultos de vecinos y empresas de desocupación, racismo explícito en el mercado de alquiler, desalojos forzosos sin alternativa más que normalizados y bulos sobre ocupaciones que corretean por nuestros móviles a sus anchas. La opresión que el mercado inmobiliario ejerce sobre la ciudadanía se puede cuantificar en número de desahucios, frecuencia en cambios de residencia, consumo de ansiolíticos, porcentaje de salario disponible tras el pago de la vivienda, bajas por enfermedad, adicciones, conformación de nuevos hogares, etc.

Cuando este malvivir se materializa en personas concretas que te hacen la vida imposible -amenazan a tu familia o te echan literalmente de casa- es fácil caer en lógicas violentas. Es una tensión social muy peligrosa. En las asambleas se canaliza esa angustia en movilización social, funciona muy bien. En colectivo es más fácil pasar de la particularidad de un sufrimiento individual a comprender que se trata de un problema estructural y políticamente diseñado para el beneficio económico de unos cuantos.

Para dar ese salto interpretativo son necesarios argumentos sólidos que nos brinden la fuerza y la legitimidad de ir más allá de cada caso individual y constituir posibilidades de transformación social. Las falacias que sostienen el modelo inmobiliario actual se combaten con sentido común, pero ¡ojo!  algunas están muy bien armadas, tanto, que parecen irrefutables. Por ejemplo, la idea de que no hay mundo más allá del capitalismo, y por tanto todas las vías de acceso a la vivienda han de desarrollarse bajo las lógicas del libre mercado. ¿en serio? No será fácil, rápido ni barato, pero claro que hay alternativas. Los espacios de reflexión y debate son imprescindibles para que cale la idea de que el modelo actual es insostenible. Estamos en un momento de cambio que hay que aprovechar.

El negocio de la vivienda en términos de conflicto.

Evidentemente vivimos un conflicto, y sin embargo, caben interpretaciones antagónicas.

Por un lado, el conflicto que pretende acabar con el negocio sobre la vivienda. La organización de hogares para defender sus derechos frente a la patronal inmobiliaria es una estrategia que está sobre la mesa gracias al Sindicato de Inquilinas y que no deja de sumar aliados. Resumiéndolo mucho, se trata de reproducir la lucha sindical laboral en el terreno inmobiliario que es donde se está conformando una nueva forma de estratificación social. La vivienda, y no el salario, es el principal eje de desigualdad, y es ahí donde se está dando la batalla. Como activista, este planteamiento es emocionante, y la realidad es que está cuajando.

Por otro lado, el conflicto que busca fortalecer el negocio sobre la vivienda. La inseguridad y el miedo es la gasolina para los discursos de la derecha más radical azuzada por el lobby inmobiliario. La gente entra en bloqueo cuando temen perder su modo de vida, su hogar, su familia; a la que se suma el estigma social de no pagar la vivienda. Este miedo es la materia prima del odio al pobre y al diferente. La población se radicaliza en su individualismo y se pone a la defensiva apoyando políticas que corren en su contra pero que les brinda una falsa sensación de protección. Buscan quien les proteja frente a un falso enemigo; salvar su vivienda a costa de otros. A la misma vez, esta actitud defensiva reduce cada vez más la conceptualización del derecho a la vivienda que apuntaba al inicio de este artículo.

El avance de los mensajes de extrema derecha en materia de vivienda es un factor que tenemos que considerar seriamente como adelantaba Ideas en Guerra en palabras de Alejando Solís hace apenas unas semanas. Los argumentos en defensa del rentismo tienen una carga ideológica muy potente que busca precisamente implantar un marco analítico de conflicto entre los propios explotados. Debemos estar observantes para ir ajustando el debate y frenar esta deriva. En mi opinión la fuerza está en consolidar formas de cooperación, sentimiento de comunidad y organización social. Desde casa es muy difícil hacerlo, el miedo paraliza. Hay que salir al encuentro de colectivos, asociaciones, sindicatos para sentir la fuerza de ser muchos. El antídoto al miedo en soledad es sentirse parte de un movimiento social enorme y fuerte. De ahí la importancia de las manifestaciones en la calle.

Otras intervenciones en el debate

Intervenciones
  • Laura Barrio Recio

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  • Iñigo Maguregui

    Ex-director del Departamento de Vivienda del Gobierno Vasco

    Cuando me preguntan por el derecho a la vivienda, creo oportuno recordar amablemente a mi interlocutor que el Tribunal Constitucional, en el año 2024, declaró de forma solemne que el derecho a la vivienda es, efectivamente, un derecho constitucional. Ni más ni menos que 46 años después de que se aprobara el tristemente célebre, por haber sido incumplido de forma reiterada, artículo 47 de la Constitución Española que habla precisamente de este derecho, pero en el marco de los principios rectores de la política social. Personalmente, quiero dejar claro de antemano que entiendo que este encuadramiento no sirve de...
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  • Sevilla para Vivir

    Desde la red ciudadana Sevilla para Vivir, impulsada por asociaciones vecinales y colectivos sociales, nos sumamos al debate propuesto en Espacio Público sobre el derecho a la vivienda. Lo hacemos desde una ciudad inmersa en una profunda crisis habitacional, marcada por un proceso acelerado de transformación turística, acumulación especulativa y expulsión de vecinas, de sus barrios. Lo hacemos, también, con la convicción compartida de que el problema de la vivienda no se resolverá sólo con reformas legales, sino que exige una transformación radical del modelo de desarrollo que ha transformado la vivienda en una fuente de negocio especulativa y...
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  • Quique Villalobos

    Responsable de Vivienda de la FRAVM

    Hola, soy Quique Villalobos, tengo 56 años, me estoy comprando un piso y no he matado a nadie.  Antes estuve 9 años de alquiler, pero empezamos pagando 70.000 pesetas y acabaron cobrándonos más de 700€, esto es, un incremento de casi un 70% en escasamente una década.  La decisión de emanciparnos alquilando fue prácticamente obligada, no hubo nada ideológico, era lo que nos podíamos permitir en aquel momento. No teníamos ingresos estables, tampoco ahorros, nuestros sueldos ni se acercaban a lo que hoy podríamos considerar “mileurismo”. Veníamos de la crisis del 93 y comprar a finales de los noventa era inviable...
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  • José Mansilla

    Antropólogo urbano y profesor

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  • Julio Rodriguez López

    Ha sido presidente del Banco Hipotecario de España y de la Caja de Ahorros de Granada. En la actualidad es Vocal del Consejo Superior de Estadística del INE

    Una demanda de vivienda recalentada En la primavera de 2025 persiste la gravedad y el alcance del problema de la vivienda. Los precios de las viviendas y los alquileres están desacoplados respecto de los niveles de ingresos de la mayoría de los hogares de España. En los últimos años se ha reforzado el carácter de activo de la vivienda. Esto lo confirma el que se vendan más viviendas pagadas sin préstamo hipotecario que las financiadas por medio de dicho tipo de préstamos. Se compran viviendas por parte de extranjeros (14,5% de las ventas de 2024) y de otros no residentes...
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