Querer no es poder. Imaginar o soñar, tampoco

  • Gabriel Flores

    Gabriel Flores

    Economista

22.06.2020

Debate principal: Un debate cargado de presente y de futuro

Nos reprocha nuestro amigo Marià de Delàs que no invitemos a imaginar un mundo nuevo en el artículo con el que arrancamos Enrique del Olmo y yo este debate en Espacio Público. Así expresa su crítica:

Dicen claramente que no se trata de imaginar un “mundo nuevo”. No invitan a ello, a pesar de que los primeros párrafos de su ponencia los destinan a la constatación de la existencia de una “crisis global y multidimensional”.

Pareciera como si el reconocimiento de que el mundo está inmerso en una crisis de gran envergadura llevara implícita la tarea de imaginar un mundo nuevo o, incluso, que al imaginarlo ya podemos alcanzarlo. No creo que este tipo de disquisiciones nos lleven a ningún sitio y menos aún a aclarar malentendidos o, más importante, centrar el debate en las diferencias políticas reales.

Antes de adentrarme en el debate, me gustaría agradecerle a Marià una lectura tan atenta y una crítica tan afilada a nuestro artículo inicial que me han obligado a releerlo y repensar lo escrito con los ojos críticos que me presta. Normalizar las diferencias políticas y ser capaces de debatirlas para contrastar opiniones y afinar o corregir nuestras propias ideas son tareas más que aconsejables que deberíamos convertir en hábito, porque sigue predominando en los debates una robusta tendencia a la sobreactuación y a considerar que en toda crítica o diferencia anidan la animadversión y el ánimo de descalificación.

El artículo inicial de este debate en Espacio Público lo titulamos Enrique y yo, nada inocentemente, “Diálogo y negociación para una salida progresista de la crisis”, porque tratábamos de enfatizar desde su título lo que nos parecía la clave de nuestra reflexión sobre el momento político y de nuestra posición de apoyo al gobierno de coalición progresista y a favor de la iniciativa política de plantear que tiempos tan excepcionales requieren de la gobernabilidad y la más amplia cooperación para superar la situación crítica, ahorrar costes evitables a la mayoría social y proponer un futuro habitable al conjunto de la ciudadanía. Este es el dilema más importante del debate que proponemos, si es el momento de alentar el diálogo y la negociación del conjunto de fuerzas políticas y agentes sociales para aprobar medidas favorables a la mayoría social o, por el contrario, es el tiempo de imponer los intereses, ideas o ensoñaciones de una parte, aún a costa de reforzar la crispación, la ingobernabilidad y, como consecuencia, la inacción política.

En mi opinión, hay en las críticas de Marià algunos equívocos que intentaré desbrozar y algunas diferencias políticas que es preciso abordar para que no se transformen en obstáculos para la reflexión o lleguen a nublar las muchas ideas que compartimos.

Para no cargar en demasía esta réplica, me referiré tan sólo a los dos malentendidos que me parecen más relevantes: primero, el papel de los sueños o la imaginación en la acción política; y segundo, de qué estamos hablando cuando hablamos de modelos de crecimiento y su superación. Y a una diferencia sustancial en torno a la valoración que hacemos del gobierno de coalición progresista y de la propuesta gubernamental de diálogo y negociación sin exclusiones, que en mi caso es positiva o favorable, mientras que en el de Marià es crítica; sin que esa generalización o simplificación de las posiciones nos ahorre, a ninguno de los dos, el trabajo de valorar en concreto cada una de las actuaciones gubernamentales. Como debe ser.

Primer equívoco: sobre la imaginación y los sueños

¿Qué hay de malo en soñar un mundo nuevo? Nada, sea soñar dormidos o despiertos. Tener sueños realistas, fantásticos, eróticos o ideológicos puede ser muy satisfactorio, una acción terapéutica excelente o, en el terreno en el que se sitúan estas reflexiones, contribuir a plantear nuevas preguntas y respuestas o abrir vías para plantearse los problemas, las soluciones o los objetivos de otra manera. Lo problemático estaría situado, por tanto, en otro lugar: que la imaginación y los sueños políticos o ideológicos lleven a cortar amarras con la realidad que condiciona y restringe la acción política; que se midan los logros gubernamentales no tanto por los avances o retrocesos reales que suponen como en comparación con los sueños que se tienen; o que se considere que basta con imaginar o soñar un mundo nuevo para lograrlo o para sustituir la ardua y compleja labor política de convencer y mover a la mayoría social para cambiar la realidad. Prevenciones frente a esas interpretaciones de la labor de imaginar que espero te resulten razonables y que me llevan a no darle demasiada importancia a la presencia o ausencia de esa invitación expresa a imaginar otros mundos.

La frase completa de la que forma parte el texto que ha suscitado el reproche de Marià rezaba así: “En todo caso, no se trata tanto de imaginar un mundo nuevo como de alcanzar acuerdos posibles que permitan mejorar la situación y atemperar o solucionar los graves y urgentes problemas que amenazan las condiciones de vida y trabajo de la población, el futuro del país y nuestra convivencia”. Como se ve, algo más matizada que lo que critica Marià. ¿Por qué asociar ese no imaginar un mundo nuevo con la renuencia a promover un cambio de verdad? La cuestión es mucho más sencilla, defendemos vías distintas para transformar la realidad.

Nuestras propuestas de cambio pasan, efectivamente, por el reforzamiento de la experiencia de cooperación entre PSOE y UP en la actual coalición gubernamental y por mantener una oferta de diálogo y negociación a todos los grupos políticos parlamentarios y a los principales agentes sociales para conseguir menguar la crispación política y el respaldo social a los crispadores, reforzar la gobernabilidad y ensanchar una base social, parlamentaria y electoral de progreso que ofrezca continuidad a los importantes logros que ya ha conseguido este gobierno progresista en unas condiciones muy difíciles. Que se considere que esas propuestas no son las vías o que las reformas que se hacen no son las adecuadas puede ser razonable, pero de eso trata este debate, de entrar en la crítica concreta y ofrecer otros argumentos, razones y alternativas.

Segundo equívoco: sobre el cambio del modelo de crecimiento

Me parece que no nos referimos a lo mismo cuando hablamos de modelo de crecimiento. En mi caso, se trata de definir o señalar el modo particular en el que se articula la lógica de acumulación capitalista en la economía española, que se asienta en una especialización productiva basada en el sector de servicios a las personas que requiere una mano de obra temporal y precaria que genera y consolida bajas tasas de actividad y altas tasas de desempleo, bajos salarios y baja presión fiscal a empresas y rentas del capital para competir fundamentalmente en bajos costes laborales y fiscales. Y, como consecuencia, genera una marcada polarización de los mercados de trabajo y altos niveles de pobreza y desigualdad social.

Ese modelo es el que estaba en crisis antes de la pandemia y el que creemos que no se debería intentar reconstruir, porque no puede ayudar a solucionar ninguno de los grandes problemas mencionados. Para resolver esas lacras, al mismo tiempo que se reactiva la economía hay que abrir caminos, en una tarea compleja y a largo plazo, a un nuevo modelo de crecimiento que permita generar más empleos de calidad, impulsar los sectores y actividades de futuro que mejoren la gama de nuestra oferta productiva y modernizar las estructuras y especializaciones productivas de la economía española.

Aunque la tarea actual prioritaria sea la de fortalecer un escudo de protección social que impida que personas o sectores vulnerables se queden atrás, sin contar con la solidaridad de la sociedad organizada por las instituciones públicas, a nadie se le puede escapar que ni la protección social de los sectores con mayores riesgos de exclusión social ni las políticas de sostén de la demanda que lleva a cabo el gobierno de coalición progresista en esta etapa de contención de la crisis pueden contribuir a modernizar la oferta productiva, desarrollar las industrias del futuro y cambiar el modelo de crecimiento.

Impulsar esos cambios, requiere de unos recursos, estrategia y herramientas específicos; entre ellos, cabe señalar por su importancia la tarea de ensanchar nuestra base fiscal mediante una reforma progresista que solo puede tener resultados a medio plazo y construir una amplia concertación política y social que haga viable esa reforma clave. A corto plazo, es imprescindible contar con los recursos financieros y el arrope institucional que nos ofrece la UE.

Creo que se comprenderán ahora mejor los argumentos a favor de hacer compatibles las políticas de reactivación económica, una vez que se haya superado o puesta bajo control la crisis sanitaria, con las orientadas a cambiar el modelo de crecimiento. No hay contradicción entre la agenda de protección social y la de reactivación y modernización económica, aunque la primera se puede llevar a cabo de forma inmediata y la segunda requiera plazos más prolongados; ambas son compatibles y complementarias, pero la protección social no puede mantenerse indefinidamente sobre el aumento del déficit público, requiere de un cambio de modelo de crecimiento que genere empleos decentes y salarios dignos y ensanche las bases de la recaudación fiscal.

Probablemente, tendríamos que haber aclarado más el significado de modelo de crecimiento y especificar qué propuestas políticas y recursos financieros son necesarios para llevarlo a cabo. Pero la ya larga extensión del artículo con el que iniciamos el debate nos disuadió de intentarlo, lo que no quita para que lo considere una cuestión decisiva y que quizás tendría que plantearse en el futuro como un debate específico en Espacio Público; aunque mucho me temo que no es de los temas que susciten más interés, ni siquiera entre los economistas.

Una diferencia de envergadura: sobre el diálogo y la negociación

Nadie puede asegurar que el camino de diálogo y negociación propuesto por el gobierno de coalición progresista vaya a tener mucho recorrido, pero en mi opinión era necesario proponerlo e iniciarlo con el objetivo de poder atravesar este grave periodo de crisis en condiciones de tomar medidas de protección de las clases trabajadoras, los sectores sociales más vulnerables y el propio tejido empresarial. Como se está haciendo.

La primera propuesta de un gran pacto de Estado, del tipo de los Pactos de la Moncloa de 1977, acabó aterrizando a duras penas en el Parlamento, en forma de constitución de una Comisión para la Reconstrucción Social y Económica, y no parece que pueda superar la fase de continuas refriegas en las que se ha instalado desde el principio. Sin embargo, hay muchas posibilidades de promover una dinámica de acuerdos, al margen de esa Comisión, que den aire a la continuidad del gobierno progresista y al núcleo de sus políticas de rescate social, ayudas al mantenimiento del empleo y la actividad económica o respaldo político y social a las exigencias del Gobierno de España, junto a otros gobiernos e instituciones comunitarias, ante el Consejo Europeo para aprobar un plan europeo de reactivación, acompañado de los correspondientes recursos financieros.

De hecho, ya se han producido dos resultados muy positivos. El primero, con la firma el pasado 8 de mayo del Acuerdo Social en Defensa del Empleo alcanzado por sindicatos, patronales y gobierno. Gracias a ese acuerdo, los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) por fuerza mayor se han prolongado hasta el 30 de junio y se ha establecido una Comisión de Seguimiento tripartita que podrá proponer nuevas medidas de protección de empleos y empresas, además de negociar una nueva prórroga de los ERTE más allá del 30 de junio. A principios del mes de mayo, nada menos que medio millón de empresas y cerca de 3,4 millones de trabajadores y trabajadoras mantenían sus empleos y gran parte de su renta gracias a los ERTE. Y en el mismo sentido, aunque fuese antes de la pandemia, cabe mencionar el Acuerdo para la subida del Salario Mínimo Interprofesional o las negociaciones en marcha para ampliar la cobertura de la prestación por desempleo.

El segundo paso importante ha sido la reciente aprobación y puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital (IMV), que ha conseguido múltiples y muy variados apoyos políticos (incluyendo el del PP), económicos y sociales y permitirá mejorar las condiciones de vida de 850.000 hogares o un total de 2,3 millones de personas que no cuentan con rentas suficientes para cubrir sus necesidades esenciales.

Y esa misma dinámica de diálogo y negociación va implícita en la propuesta de cogobernanza entre instituciones ministeriales, autonómicas y municipales en la gestión de la crisis sanitaria o en algunas de las tareas asociadas a la gestión del IMV, lo que permitirá una apertura al diálogo entre los partidos que forman parte de esas instituciones, una mayor corresponsabilidad en la toma de decisiones y que las medidas que se aprueben se adecúen mejor a las condiciones particulares de cada Comunidad Autónoma y a las preferencias, dentro de un marco normativo conjunto previamente negociado, que señalen sus electores y representantes autonómicos o municipales.

Se demuestra así que hay posibilidades de suscitar amplios apoyos en torno a propuestas que, además de suponer importantes mejoras concretas para extensos sectores de la población, permiten que el conjunto de la ciudadanía gane en dignidad, impulsan la igualdad social y debilitan las pulsiones contrarias al diálogo que aún prevalecen en los partidos de derechas y la mayoría de sus votantes.

El plan de recuperación económica europea presentado por la Comisión Europea, “La UE de la próxima generación”, es también un ejemplo práctico de la política democrática basada en la negociación y los acuerdos que intenta construir un futuro aceptable para la mayoría social y para el conjunto de países que forman la UE. Demuestra que la confrontación política no está reñida con el diálogo ni con la negociación y que se pueden alcanzar amplios acuerdos que son considerados aceptables por la mayoría de los partidos políticos y los gobiernos (lo que es doble dificultad) y beneficiosos para la mayoría de la ciudadanía y el proyecto de unidad europea.

El gobierno de coalición progresista nada pierde con mantener su oferta de diálogo y negociación sin exclusiones ni restricciones, mientras siga negociando acuerdos concretos favorables a la mayoría social, como los mencionados, y siga tomando medidas progresistas efectivas que consoliden y amplíen los apoyos con los que ya cuenta, al tiempo que cuestionan la estrategia de crispación e ingobernabilidad que lideran Casado y Abascal. Se está haciendo lo que la situación requiere y la mayoría de la sociedad necesita. Y si no se hace más en común con las derechas es porque éstas dan prioridad al objetivo de dividir y tumbar al gobierno, en lugar de colaborar en las tareas que permiten proteger a la ciudadanía, a la economía española y a su tejido empresarial.

Puede que la apuesta por la confrontación social y la crispación política siga predominando en las derechas españolas, pero nada puede erosionar más sus apoyos sociales y electorales que la continuidad y el reforzamiento de medidas progresistas que cuenten con el apoyo de la mayoría social al tiempo que se ofrece diálogo y negociación a todas las partes interesadas en superar las crisis sin dejarse a nadie en el camino. El debate no va de más o menos confianza en lo que pueda salir de las negociaciones ni de prejuzgar sus resultados, se trata de reforzar la gobernabilidad y ampliar los márgenes de acción política de un gobierno progresista.

Me he extendido demasiado en la contestación a las críticas de Marià de Delàs, cuyo artículo es más interesante que los asuntos que aquí trato, por lo que acabo mi réplica invitando a leerlo o releerlo con atención antes que a imaginarlo.

Termino con el famoso soliloquio de Hamlet, en una parte menos vistosa que la su inicio, pero más significativa para lo que aquí intentamos dirimir:
[…]pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno
ya libres del agobio terrenal,
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