La imposible transición ecológica (bajo el capitalismo)

  • Manuel Garí

    Manuel Garí

    Economista ecosocialista

19.09.2022

Debate principal: Debate en torno a la transición ecológica

Las gentes racionales y sin apego a los dividendos de las eléctricas, gasísticas y petroleras podemos convenir en primer lugar que la transición ecológica es urgente y necesaria para el futuro de la vida en el planeta y que la clave para desencadenar el proceso es asegurar la transición energética desde un modelo carbonizado y despilfarrador a otro basado en los pilares del ahorro y la eficiencia, las energías limpias renovables y el decreciente uso de materiales y energía. En segundo lugar podemos acordar que la cuestión de la energía es estratégica. Y, finalmente, no es una hipérbole que califiquemos al actual modo de producción de capitalismo petrolero. Vivimos en sociedades y economías basadas en el carbono.

El despegue y extensión del capitalismo industrial sería inexplicable sin la utilización de la fuerza del vapor, la explotación del carbón y los descubrimientos de yacimientos y uso de petróleo y gas. Tanto la industria y la agricultura como el transporte o la vida cotidiana experimentaron una revolución, particularmente cuando proliferaron y extendieron las aplicaciones de la electricidad. La producción generalizada de mercancías y su colocación en los mercados internacionales han dependido directamente de la evolución de la carbonización de la economía. En ese modelo productivo y de transporte la globalización capitalista ha encontrado un acelerador excepcional.

El modelo energético es el paradigma del conjunto del modelo productivo creado por el capitalismo. Ambos son la viva imagen de un Pantagruel digno de su padre Gargantúa, insaciable y varado que requiere ingentes cantidades de recursos/materias primas/energía como inputs para alimentar un proceso productivo plagado de riesgos y altamente ineficiente: sus outputs están compuestos por los bienes y servicios -algunos perfectamente prescindibles o nocivos-, pero también por un gran volumen de residuos (deshechos), emisiones y vertidos que en buena parte son tóxicos y peligrosos por su impacto sobre las diferentes formas de vida y por no poder ser metabolizados por la naturaleza. Estas son las características del modelo de producción lineal que no cierra los ciclos. En relación con el tema que nos ocupa, dada la intensidad energética que requieren sus técnicas y procedimientos y la baja eficacia en términos materiales, el modelo muestra una gran voracidad energética, dado que tanto en la producción como en el consumo hay un despilfarro suicida.

Cabe preguntarse ¿el 100 por 100 renovables es la solución a los problemas energéticos sin reducir la demanda? ¿Es factible desarrollarlas a tiempo para evitar el abismo climático? ¿Cuánta energía sucia es necesaria para construir la limpia? ¿Hay materiales suficientes? ¿Puede cambiarse el modelo energético sin expropiar a los oligopolios? ¿Es compatible una reconversión ecológico-energética en un sistema económico basado en la realización de la ganancia privada? ¿Es compatible mantener el nivel actual de intensidad energética con una sociedad en armonía con la naturaleza? Estas no son preguntas retóricas sino auténticos dilemas civilizatorios en la encrucijada actual.

Y forman parte de las antinomias, paradojas y contradicciones actuales del sistema social y económico del capitalismo global en sus diferentes latitudes y versiones que no sólo tiene en común un modo de producción que comporta unas relaciones sociales basadas en la desigualdad en la apropiación del producto del trabajo, sino también un modelo productivo (cómo se hacen las cosas) depredador, contaminante e ineficiente desde el punto de vista de los recursos y el equilibrio de la biosfera. No exageramos si afirmamos que la historia del modelo energético carbonizado es la historia del lucro, los expolios y las guerras del siglo XIX, pero sobre todo del XX y del actual.

La economía política de la energía

El orden energético mundial se ha articulado mediante una compleja alianza de las empresas multinacionales y los gobiernos de los países imperialistas con los gobernantes de los territorios que poseen reservas de petróleo, gas o carbón.
Se ha organizado un modelo de negocio basado en la finitud de los yacimientos y en su aleatoria y desigual distribución territorial; es decir, basado en la gestión de una nueva modalidad de renta ricardiana justificada ideológicamente por el relato de la escasez. Es eso lo que explica que, si bien hay sectores del capital que buscan los nichos de negocio de las energías renovables conservando el control privado del proceso, la apuesta energética estratégica del capitalismo sigue siendo la de los combustibles fósiles.

El gran capital es contrario al abaratamiento de los precios que suponen las fuentes renovables a medio plazo y al acortamiento de la secuencia extracción, transporte, procesamiento del combustible fósil y distribución, pues cada fase es una fuente de ganancia que sería puesta en cuestión por la más corta cadena de valor de las renovables. Especialmente la de la generación eléctrica distribuida que permite a las poblaciones, comunidades y personas gestionar directamente la energía que necesitan para sus necesidades básicas.

La opción hegemónica del capitalismo es una huida hacia adelante suicida: seguir con unas explotaciones cada vez más caras y con menor retorno energético y la puesta en funcionamiento de métodos tan nocivos como el fracking para apurar la extracción, mediante la ruptura hidráulica, de los combustibles fósiles que impregnan las arenas, y, lo que es peor si cabe, las irresponsables prospecciones árticas, aprovechando el deshielo fruto del calentamiento.

Los vaivenes de la competencia entre los principales Estados implicados y la guerra de los precios, así como buena parte de los conflictos bélicos durante los siglos XX y XXI, tienen su inmediato origen en la batalla por la hegemonía energética, por la apropiación y control de todos los segmentos de la cadena de valor a fin de determinar el reparto de las rentas. Esta cuestión forma parte del núcleo duro de la naturaleza, la historia y la evolución del imperialismo y de las contradicciones interimperialistas. Y, desgraciadamente, explican la razón última de la geopolítica (el caso de la guerra de Putin en Ucrania y la reacción de las potencias occidentales es un buen ejemplo) y de las intervenciones militares de EE UU y otras potencias en Oriente Medio, a cuyos pueblos han sometido a un sufrimiento indecible, a interminables y crueles guerras, a migraciones masivas y a la destrucción de sus ciudades y riquezas. En nombre de los intereses occidentales el imperialismo ha robado la soberanía de esos pueblos, les mantiene sometidos a dictaduras, a la pobreza, a la inseguridad y la inestabilidad permanentes.

La Unión Europea (UE) lleva años impulsando la liberalización y transferencia de la propiedad de todo el sistema energético y eléctrico a manos del capital privado. Ello ha provocado la aparición y consolidación de productores y mercados oligopólicos y no, como decían perseguir, una proliferación de empresas compitiendo por ofrecer mejores precios y servicios. Ese oligopolio abarca la cadena importación, extracción, transformación, generación, transporte/transmisión y comercialización en el conjunto de la UE y en cada país miembro. En el caso de la electricidad dominan los mercados mayoristas y minoristas, detentan la parte del león de la capacidad instalada y el total de la energía generada, distribuida (con gran control sobre las redes) y vendida. Es uno de los escenarios más completos de connivencia entre poderes económicos y élites políticas cuya mejor expresión es el impúdico funcionamiento de las puertas giratorias entre ministerios y consejos de administración para ex gobernantes. Escenario que ha mostrado su gran debilidad a raíz de la guerra de Ucrania.

El caso español no es una excepción, pues su sistema energético y eléctrico están totalmente controlados y al servicio del oligopolio (Garí, García Breva, María-Tomé y Morales, 2013). Todo el mercado eléctrico está concebido para preservar sus intereses. El conjunto de las grandes empresas energéticas españolas, tanto las que tienen relación con la generación de electricidad como las que no, han experimentado un fuerte proceso de internacionalización mediante su presencia en numerosos países que las ha convertido en transnacionales y también de interpenetración con otras empresas del sector y con los distintos dispositivos, operadores y mercados del sistema financiero español e internacional.

El funcionamiento del oligopolio energético

Tal como plantea el premio Pulitzer Daniel Yergin (1992) el poder actual de Estados Unidos se basó en la concentración de la industria extractora y refinadora del petróleo. Asimismo, inmediatamente, el negocio energético se articuló a escala internacional en torno a grandes empresas que tendieron a funcionar como un oligopolio con una impronta monopolista en la práctica. Hecho que llevó al magnate Enrico Mattei, presidente de ENI (el ente nacional italiano de hidrocarburos) a denunciar en los años sesenta que esas empresas energéticas del momento, a las que denominó las “siete hermanas”, tendían a la cartelización en abierta oposición a la proclamada libre competencia. En 1944, años antes, Karl Polanyi (2016, p. 138) había indicado que “La posibilidad de que la competencia derivase en monopolio era un hecho del que se era bien consciente”.

Tres problemas se relacionan generalmente con esto: el problema del mercado de las materias primas y de la fuerza de trabajo; el problema de los nuevos campos para la inversión de capitales; y finalmente el problema del mercado. Esta triada nos permite, abordar mejor el funcionamiento de la economía de mercado, incluida la energética. Es la que explica que se privaticen patrimonio y bienes comunes, que actividades que podrían realizarse de forma eficiente y barata en cooperación se monopolicen y que el modelo técnico que se adopte sea siempre el de la gran instalación porque ello facilita todo lo anterior.

Para comprender mejor el continuum calentamiento/modelo energético/sistema eléctrico no basta con el debate sobre las tecnologías a abandonar y las tecnologías a desarrollar. También hay que abordar el marco en el que aparecen los problemas y las alternativas, por lo que hay que desentrañar algunos elementos de la estructura oligopólica que controla toda la cadena de valor: extracción de carbón, petróleo y gas; refino y otros procesamientos; transporte de materia prima, productos semielaborados y elaborados en diversas fases, generación eléctrica, trasmisión y comercialización.

El oligopolio se impuso en el mundo de la energía y, particularmente, en el de la electricidad, que como bien/mercancía, tiene unas características físicas y técnicas que facilitan que o bien sea controlado por la sociedad mediante la propiedad pública y social o bien caiga en manos de grandes empresas oligopólicas que en la práctica funcionan como monopolios.

La electricidad juega un papel estratégico en múltiples procesos productivos, en los nuevos despliegues de la electrónica, la robótica y las telecomunicaciones y, por supuesto, en equipos de uso privado como los electrodomésticos o en la iluminación pública y privada. Posee homogeneidad en términos físicos, con independencia de la fuente empleada en su generación. Pero no se puede almacenar, lo que exige una planificación continuada y previsión de futuro, así como establecer mecanismos de transporte ágiles que permitan poner en relación necesidades y oferta en diferentes momentos horarios, para diferentes demandantes y requerimientos en cuanto a los volúmenes y aplicaciones; y, por tanto, hay partes de la cadena de valor que presionan hacia lo que se conoce como monopolio natural. Ello presenta posibilidades y retos para las alternativas ecosocialistas, pero de momento es fuente de ganancia privada.

¿Oligopolios? O realmente son monopolios

A efectos de su lucha por el control de los mercados, las empresas energéticas y eléctricas no funcionan de forma diferente a otros sectores oligopólicos. Las grandes empresas a realizar un doble movimiento: por una parte potenciar la integración vertical, que permite economías de escala y ventajas tecnológicas, y, por otra, evitar al máximo el choque de trenes de la competencia mediante acuerdos entre corporaciones sobre precios, reparto de mercados, asignación pactada de cuotas en los mismos y otros consensos intercorporaciones para lograr que la distancia entre ingresos y costes empresariales sea lo mayor posible y posibilite la realización de beneficios extraordinarios de forma continuada.

Por ello, a este respecto, es útil tener en cuenta las aportaciones de autores como Ernest Mandel que considera que existe una delgada línea de separación entre las empresas en régimen monopólicas y los denominados oligopolios constituidos por un pequeño número de empresas que dominan un sector productivo. Rechaza la drástica diferenciación entre monopolio y oligopolio porque “las discusiones de semántica son, naturalmente, ociosas (…) la pretendida precisión terminológica académica esconde en realidad una impotencia para aprehender los problemas de estructura. La aparición de oligopolios no significa solamente un simple cambio gradual de la situación (“un poco más de imperfección” en la competencia). Significa el advenimiento de una nueva era, caracterizada por una modificación radical en los comportamientos de los jefes de las principales industrias, lo que entraña modificaciones no menos radicales en materia de política interior y exterior”. (Mandel, 1969, T II, pp. 53).

Mandel apoya su afirmación en el informe “Monopoly and Free Enterprise” realizado por Stocking y Watkins, gestores y economistas de empresas privadas, documento al que califica de honesto y del que cita literalmente: “La fusión de [antiguos] competidores no debe necesariamente conducir a la unificación total, a los monopolios al 100%, para reducir las presiones competitivas y aportar ganancias. Para que el poder de reducir la oferta y aumentar los precios resulte interesante no es necesario que sea absoluto. Este poder asegura ganancias [más elevadas], desde el momento en que el número de vendedores es tan reducido que cada uno de ellos reconoce las ventajas de seguir una política no competitiva” (Mandel, 1969, T II, pp. 65).

Por su parte Michal Kalecki ha desarrollado modelos explicativos en los que asocia la consolidación de estructuras monopólicas con la realización de sobrebeneficios gracias a precios impuestos y superiores a los que habría en un mercado con competencia (Kalecki, 1977). Y Piero Sraffa ha analizado la relación entre el grado de competencia y el marco institucional, concretamente las barreras existentes, que posibilita o dificulta los aumentos de los precios para obtener una ganancia superior en comparación con una situación de competencia perfecta entre iguales (Sraffa, 1960).

En la evolución hacia el oligopolio y monopolio de las empresas el Estado no ha sido indiferente, sino que, según Mandel, “… el poder coercitivo del Estado burgués intervino de manera cada vez más directa en la economía, tanto para asegurar la extracción ininterrumpida de las ganancias extraordinarias monopólicas en el exterior como para garantizar las mejores condiciones para la acumulación de capital en el propio país”. Y concluye “Este paso marcó el comienzo de la era del capitalismo tardío” (Mandel, 1972).

Alternativas y planificación

Las claves del cambio de modelo energético son la combinación de las siguientes acciones: dejar bajo tierra las existencias de petróleo, gas y carbón; impulsar el ahorro de energía; electrificar los transportes y el conjunto de la actividad productiva demandante de energía; cambiar de fuentes sustituyendo los combustibles fósiles y nucleares por las renovables (solar, eólica, geotérmica, mareomotriz, etc.). Con especial desarrollo de la generación distribuida y de los sistemas de producción, transporte y distribución energéticos de propiedad pública y social en un modelo que tenga en cuenta tanto la dimensión de coordinación de recursos para posibilitar sinergias y ahorros, como la de la descentralización para acercar las decisiones a las personas y comunidades en sus facetas de productores y consumidores, para poder impulsar la soberanía y la democracia en los asuntos del fuego que calienta la tribu.

En resumen, se trata de reducir drásticamente el uso de energía y que esta sea de fuentes renovables de propiedad común. La magnitud del reto de abandonar bajo tierra las reservas de combustibles fósiles, significa renunciar al 80% de las existencias de carbón conocidas, el 33% del total de existencias de petróleo conocidas (agotadas o por explotar) y al 50% de las existencias inventariadas (agotadas o por explotar) lo que equivale a renunciar al 80% de las rentas fósiles estimadas sin realizar todavía.

Todo ello nos remite a otra cuestión: el marco en el que se puede dar esa opción ecológica exige un sociedad justa e igualitaria para evitar las guerra por un bien escaso: la energía; una sociedad capaz de generar un nuevo modo de vida con valores y cultura alternativos al del lucro individualista; el acceso a los puestos de trabajo y a los bienes y servicios que permita la pacificación del compulsivo consumismo y de los desplazamientos laborales o de ocio, que comporta una profunda reorganización del territorio al servicio de la población frente a la especulación y un acceso universal a los bienes culturales que no exijan necesariamente la movilidad; y si se tuviera que dar, que lo sea mediante medios que minimicen la huella de carbono.

En cualquier caso, el futuro modelo energético no podrá ni deberá mantener un nivel de oferta tal que sirva de motor para un crecimiento económico sin fin como el actual. Por ello resulta ingenua e inane la propuesta del New Green Deal que intenta servir a dos señores: descarbonización y ganancia del capital, porque el reto de la transición energética es imposible abordarlo sin tocar las bases del funcionamiento y dominación del capital, de la propiedad de recursos y medios y, por ende, del entramado institucional estatal a su servicio, que ni es neutro ni sirve para otro fin distinto que para el que se creó.

Tanto abandonar el uso de combustibles fósiles como el despliegue de un nuevo modelo exigen grandes inversiones por parte de los poderes públicos; porque el capital privado no lo va a realizar. Pero también la expropiación de los medios y activos del oligopolio exige una decisión política hercúlea frente a los movimientos financieros y de todo tipo, sin excluir la violencia, que desatarán los poderes fácticos del capital. Nadie nos exime de poner a prueba nuestra apuesta por las renovables. Diseñar un mix energético de fuentes renovables capaz de atender las necesidades de una sociedad industrial sustentable, en el caso de superar el hándicap de las limitadas reservas de litio, níquel y neodimio, el problema se plantearía en otro terreno, el económico y político, porque “ello sólo sería posible con una ingente reorientación del esfuerzo inversor (digámoslo claramente: un esfuerzo incompatible con la organización de las prioridades privadas de inversión bajo el capitalismo), y se llegaría a una situación de generación estacionaria de energía (básicamente electricidad), situación incompatible con la continuación del crecimiento socioeconómico exponencial de los últimos decenios” (Riechmann, 2018).

A lo que hay que añadir, como calcula Antonio Turiel que en el caso español sustituir los aproximadamente seis exajulios de energía primaria usada anualmente en España por fuentes renovables implicaría instalar un terawatio eléctrico. De modo que las necesidades de capital de esta transformación se elevarían a 4,12 billones dólares: tres veces el PIB de España. Si lo extrapolamos a escala mundial estas afirmaciones son demoledoras para el optimismo tecnológico auspiciado desde las élites del capitalismo. Demoledoras para quienes se contentan con medidas de mercado como los cambios en la fiscalidad para influir en los precios e influir en los consumidores pues el tiempo urge y esas medidas de tener efecto es limitado y a largo plazo. Y demoledoras para quienes defienden un Nuevo Pacto Social-Verde haciendo caso omiso de que la contraparte -el capital- no está en absoluto interesado en el mismo. Afirmaciones demoledoras, en definitiva, para quienes pretenden realizar una transición energética incolora e indolora exenta de conflicto, del conflicto ligado a las formas que adopta la vieja lucha de clases en la actualidad.

Si el razonamiento económico introduce la necesidad de que los fines y medios se decidan democráticamente frente a la dictadura de los mercados, articular esa voluntad popular lleva a revalorizar la planificación. Si una nueva economía frente al expolio capitalista de la naturaleza, cuyos recursos considera meras materias primas o mercancías ilimitadas, parte de la finitud de los recursos no renovables y la necesidad de respetar los ciclos de los renovables, la cuestión del plan vuelve a jugar un papel central que los neoliberales intentaron borrar de la faz de los gobiernos, de la academia y de las mentes. Si ello es así en todos los aspectos que afectan al intercambio sociedad-naturaleza y, por tanto, en todos los procesos productivos, aún lo es de forma más clara en lo referente al modelo energético.

La cuestión de la planificación democrática de la energía es una herramienta de primer orden para la estrategia de cambio de modelo. Y, por sus características, si hay un sector en el que el plan es imprescindible -incluso en la economía capitalista- es en el de la electricidad. Tanto bajo la economía de mercado como en su opuesta la ecosocialista, la previsión planificada a largo plazo de las redes e infraestructuras básicas es obligatoria. Pero la sustitución de la lógica del beneficio privado por el beneficio de la sociedad exige llevar esa planificación a toda la cadena de valor. La propiedad pública y social de las fuentes y aplicaciones de la energía lejos de repetir las viejas falsas soluciones estatistas del socialismo real regidas por una ineficiente planificación burocrática deberá, por el contrario, ser una “planificación socialista autogestionada por las comunidades afectadas y articulada a todos los niveles territoriales necesarios (…) contraria al estatismo pero que tampoco se puede reducir a procesos de decisión descentralizados y atomizados, aunque sean autogestionados localmente. Todo eso hay que debatirlo en base a objetivos y experiencias concretas” (Samary, 2019).

Ahorro, contención, electrificación y renovables solo podrán ser la pauta fuera de la lógica de la ganancia privada, solo podrán realizarse mediante una construcción democrática de la voluntad social. Para ello deberán darse varios pasos: 1) acabar con el expolio y la dictadura de los oligopolios mediante la expropiación y socialización de sus activos materiales y financieros y 2) impulsar la soberanía popular mediante la planificación democrática de los recursos comunes y públicos en toda la cadena de valor que devuelva el dominio del fuego a los pueblos y comunidades. Tal como están las cosas, nadie dijo que la transición energética fuera fácil, pero es nuestra única esperanza.

Bibliografía citada

Garí, M., García Breva, J., María-Tomé, B. y Morales, J. (2013) Qué hacemos para cambiar un modelo irracional por otra forma sostenible y democrática de cultura energética”. Akal, Madrid.

Kalecki, M. (1977) Ensayos escogidos sobre dinámica de la economía capitalista 1933-1970, Fondo de Cultura Económica.

Mandel, E. (1969). Tratado de economía marxista. Tomo II. Ediciones Era, México.

Mandel, E. (1972). El capitalismo tardío. Ediciones Era, México.

Polany, K. (2016). La gran transformación, crítica del liberalismo económico. Virus Editorial, Barcelona.

Riechmann, J. (2018). ¿Derrotó el Smartphone al movimiento ecologista? Por una crítica del mesianismo tecnológico. Libros La Catarata, Madrid.

Samary, C. (2019) “El mundo debe cambiar de base”. Vientosur.info
https://vientosur.info/spip.php?article15373
Sraffa, P. (1960). Producción de mercancías por medio de mercancías, Oikos-Tau, Barcelona.

Otras intervenciones en el debate

Intervenciones
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    “Creo que los movimientos sociales y las izquierdas institucionales se tienen que responsabilizar y actuar coherentemente con los diagnósticos que se hacen. La cuestión es ver si se puede intentar estar a la altura del momento histórico que nos ha tocado vivir. (…) No olvidemos que, por el momento, a ninguno nos están saliendo muy bien las cosas y que las lecciones que damos desde todas las partes no están avaladas por una práctica exitosa o ganadora en términos de máximos.” Yayo Herrero, Contra el capitalismo del desastre, CTXT, 2022. En un texto reciente, Yayo Herrero nos incita a entrar en el debate sobre transición ecológica, asumiendo todas nuestras responsabilidades, incluso la de nuestros fracasos actuales[1]. Ante el capitalismo del desastre, el actual secuestro de la acción climática por los grupos de intereses económicos[2] y la masiva expansión de un ultra-nacionalismo climático populista de extrema derecha[3], ella tuvo la valentía de reconocer que a ninguno de los actores progresistas de la transición ecológica “nos están saliendo demasiado bien las cosas”. Analizarlo no es tirar piedras en nuestro propio tejado, si somos capaces de no atrincherarnos en lo que Yayo Herrero llama muy acertadamente “los estériles debates entre los...
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  • Nuria Menéndez de Llano Rodríguez

    Abogada. Directora del Observatorio Justicia y Defensa Animal y miembro del Oxford Centre for Animal Ethics

    En un contexto tan complejo y desolador de emergencia climática, de pérdida de biodiversidad, de extinción masiva de especies, de explosión demográfica humana y de colapso generalizado como el actual, se hace más necesario que nunca poner el foco en los demás animales con los que compartimos planeta y a quienes estamos, también y principalmente, usurpando toda posibilidad de sobrevivir y de tener un futuro por ir éste irremediablemente unido al nuestro. Lo cierto es que, aunque nos creemos el ombligo de todo, los humanos no somos sino una especie animal más, y no una cualquiera: somos los únicos responsables...
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  • Joana Bregolat

    Activista ecofeminista y militante de Anticapitalistas

    Érase una vez la historia de una economía capitalista que cada vez compartía más el diagnóstico de un mundo en crisis, de alarma sobre el alto grado de la destrucción ecológica y de los impactos en sus beneficios de la profunda crisis ecosocial y reproductiva que viven aquellos que la sustentan. Una economía capitalista que, con cada conocimiento, devenía más consciente y dejaba atrás el negacionismo clásico de la cuestión ambiental, y planteaba propuestas para abordar las alteraciones del sistema-Tierra. Ambiciosas, que construían un nuevo marco de acción, un marco verde, pero muy lejanas a los cambios estructurales y...
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  • Juan López de Uralde

    Diputado de UP y coordinador del partido Alianza Verde. Es Presidente de la Comisión de Transición Ecológica en el Congreso de los Diputados. Coordina en Público el blog Ecologismo de Emergencia.

    Corría el año 2007, y dirigía yo entonces la organización Greenpeace en España. Dedicamos más de un año de trabajo a la elaboración de un informe que se llamó España: 100% energía renovable. En él se demostraba por primera vez que era posible un modelo energético basado en fuentes 100% renovables en nuestro país. Ha llovido mucho desde entonces, pero tengo el recuerdo nítido de los ataques brutales que sufrimos del oligopolio eléctrico y su entorno mediático. En resumen nos decían que era imposible llegar a un modelo energético renovable, y que nuestra propuesta era un brindis al sol. Desde...
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  • Carlos Javier Bugallo Salomón

    Doctorando en Comunicación e Interculturalidad en la Universidad de Valencia. Diplomado en Estudios Avanzados en Economía. Licenciado en Geografía e Historia.

    En su Ponencia Cristina Narbona ha defendido un «necesario cambio de paradigma económico» que dé lugar a una «transición ecológica económica». A continuación ha pasado Narbona a enumerar un conjunto amplio de medidas concretas con las que se podría materializar tal transición ecológica, al tiempo que expone los condicionantes que pueden acelerar o limitar esa transición. Creo que esta presentación de la Ponencia es correcta, porque trata de aspectos de la crisis ecológica que han sido bien estudiados y sobre los que podría haber un cierto grado de consenso político entre las fuerzas de izquierda y una parte de...
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  • Eva Saldaña Buenache

    Directora Ejecutiva de Greenpeace España

    “El futuro no está escrito, nunca lo está. Depende solo de nosotros, de que seamos capaces de construir un contrapoder lo suficientemente fuerte como para derribar al capitalismo y crear una forma de organización social diferente. Debemos además hacerlo pronto, la crisis ecológica avanza deprisa y nos dificulta cada vez más la tarea. No es una labor fácil, nunca lo ha sido. Es normal sentir miedo y tener vértigo, pero lo importante es lo que hacemos con ello, si dejamos que nos paralice o lo convertimos en combustible para la lucha”. Layla Martínez(1). 1. Un poco de contexto: mirando alrededor...
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  • Mario Rodríguez Vargas

    Director Asociado de Transición Justa y Alianzas Globales. Fundación Ecología y Desarrollo

    La situación de emergencia climática que vivimos, declarada tanto por el Parlamento como el Gobierno; la degradación sin precedentes de la biodiversidad; el aumento de las ratios de desigualdad y pobreza entre países y dentro de cada país; el doloroso efecto de la pandemia generada por la Covid-19 y finalmente los efectos globales de la guerra en Ucrania y otros conflictos bélicos que ya estaban antes y prosiguen en este momento, nos indican que es necesario repensar y resetear el sistema y que la única vía es una transición ecológica que no deje a nadie atrás y que alumbre...
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  • Martín Lallana Santos

    Militante del Área de Ecosocialismo de Anticapitalistas. Investigador predoctoral en estrategias de descenso energético.

    “El Ladrillo” es el nombre que se le puso coloquialmente al documento escrito por el grupo de economistas liberales conocido como los "Chicago Boys"[1]. En él se establecían las políticas económicas a partir de las cuales Chile se convertiría en el laboratorio del neoliberalismo tras el golpe de estado que acabó con el gobierno de la Unidad Popular y la vía democrática hacia el socialismo. Se recogían medidas como acabar con la gratuidad y los subsidios parciales en la enseñanza superior, así como la privatización de áreas de economía como la electricidad, el agua potable, las telecomunicaciones y del...
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  • Carlos Bravo

    Responsable de políticas de Transport & Environment

    La transición energética hacia la descarbonización de nuestra economía, cada vez más urgente debido a la creciente gravedad de la crisis climática, está siendo literalmente secuestrada por esos mismos combustibles fósiles que provocan el cambio climático y de los que tenemos que prescindir cuanto antes mejor. Por un lado, el gas natural, debido a su participación en la generación eléctrica y a los altos precios que han marcado la evolución de los mercados mayoristas del gas durante el año 2021 y lo que va del 2022, es el principal culpable de que haya subido tanto el precio de la luz....
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  • Florent Marcellesi

    Coportavoz de Verdes Equo y ex-eurodiputado de Los Verdes/ALE

    Ante la crisis sanitaria y la emergencia climática, la transición ecológica se ha convertido en prioridad para la economía europea post-pandemia. Al mismo tiempo, la guerra en Ucrania ha vuelto a evidenciar la centralidad de la cuestión energética para nuestras sociedades industrializadas, donde inflación, coste de la vida, empleo, vivienda o Estado de bienestar dependen profundamente del acceso, o no, a fuentes de energía barata y abundante. Hay una conjunción de factores que convierten este decenio en una bifurcación peligrosa y, a la vez, en una oportunidad histórica. Según la comunidad científica, nos queda apenas una década para evitar los...
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  • Jaime Vindel

    Investigador Ramón y Cajal del Instituto de Historia del CSIC

    Un problema de algunos discursos contemporáneos que se aproximan a la crisis ecosocial es su timidez a la hora de poner nombre a las cosas. En mi opinión, emplear expresiones como “modelo económico dominante” para identificar al responsable estructural de nuestra situación supone un ejercicio de vaguedad analítica. Los conceptos que usamos condicionan de partida el alcance crítico de nuestras reflexiones, así como de las alternativas que somos capaces de imaginar. ¿Qué entendemos por “modelo económico dominante”? ¿Estamos hablando del capitalismo o tan solo del neoliberalismo? La tendencia a utilizar este tipo de eufemismos es observable entre las posiciones...
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  • Jorge Riechmann

    Departamento de Filosofía de la UAM. Ecologistas en Acción Sierras

    1 Un notable editorial de Nature, en marzo de este año, reivindica el estudio de 1972 The Limits to Growth (el primero de los informes al Club de Roma) y señala que “aunque ahora existe un consenso sobre los efectos irreversibles de las actividades humanas sobre el medio ambiente, los investigadores no se ponen de acuerdo sobre las soluciones, especialmente si éstas implican frenar el crecimiento económico. Este desacuerdo impide actuar. Es hora de que los investigadores pongan fin a su debate. El mundo necesita que se centren en los grandes objetivos de detener la destrucción catastrófica del medio ambiente...
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  • Cristina Rois

    Plataforma por un Nuevo Modelo Energético

    El conocimiento acumulado en las últimas décadas sobre los impactos de las actividades humanas en el medioambiente, y la experiencia de daños y desastres ambientales que confirman las previsiones de la ciencia, han venido calando lentamente en las sociedades humanas avanzadas o enriquecidas. Se añade a todo ello el efecto de las crisis económicas del siglo, y lleva a mirar el futuro con incertidumbre e inquietud, incluso con desesperanza. Ya no basta con “arreglar la economía”, también se están acabando los recursos, el entorno natural se hace más hostil y no se ve claro como será el día...
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  • Juanjo Álvarez

    Ecosocialista, militante de Anticapitalistas

    La transición ecológica es una cuestión abierta que se construye durante estos años a marchas forzadas. Nadie que tenga una mirada abierta del mundo puede obviar que se está dando una transición global, y sin embargo, esto no determina lo que vaya a suceder, porque la materialización de la transición puede tener tantas variantes y en tantas claves como se puedan imaginar, aunque otras tantas, y cada vez más, aparecen por el avance de la crisis ecológica, que cierra muchas posibilidades a medida que va superando puntos de retorno. En esta aportación pretendemos examinar justamente el factor que suele...
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  • Carmen Molina Cañadas

    Coordinadora de Alianza Verde Andalucía

    Hay unos cuantos hitos del siglo XX que nos advirtieron de que la evolución del sistema económico empezaba a mostrar claros síntomas de impactar sobre la funcionalidad sistémica de la biosfera. Se hacía evidente la responsabilidad de la actividad económica y su crecimiento permanente en la superación de límites planetarios y deterioro de múltiples servicios ecosistémicos “gratuitos”, y se ha ido elevando el nivel de preocupación al respecto. Las señales que nos alertaban entonces, nos deberían haber puesto en marcha hacia la Transición de que trata este debate. Algunos de estos hitos fueron: 1- La publicación del Informe del Club...
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  • José Mansilla

    Antropólogo, miembro del Observatori d'Antropologia del Conflicte Urbà (OACU)

    Decía el ex dirigente de Izquierda Unida (IU) ya fallecido, Julio Anguita, que la tan vanagloriada Transición política en España, el paso de la ley a la ley del régimen franquista a la democracia liberal, fue, más bien, una Transacción, "un apañito para que el poder económico del franquismo siguiera mandando"[1]. A día de hoy, muchas de las afirmaciones que realizó el político cordobés durante sus años en primera línea se han confirmado. Las características de la democracia española se encuentran sobredeterminadas, no solo por el poder que aun mantienen las élites económicas sostenedoras y conformadas en torno a...
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