Dumping Ecológico y Social: Nuestras sociedades se sustentan en el expolio neocolonial

  • Luna Lagos

    Luna Lagos

    Temporera agrícola. Militante de Futuro Vegetal

Llamamos dumping ecológico y social al traslado de prácticas económicas e industriales generalmente prohibidas en el estado sede de la corporación, por sus impactos ambientales (dumping ecológico) o en poblaciones humanas (dumping social), hacia territorios con regulaciones más laxas. Esta estrategia permite a multinacionales y estados enriquecidos mantener su producción sin enfrentar las consecuencias directas, a costa de la explotación de regiones empobrecidas o “zonas de sacrificio”. Esta práctica perpetúa sistemas de opresión basados en la dominación mientras expone las limitaciones en la aplicación de una legislación insuficiente. 

El dumping ecológico tiene profundas raíces en la lógica colonialista y racista del orden económico global. Los territorios colonizados se han considerado históricamente como fuentes de recursos y vertederos de los desechos del desarrollo industrial de los países enriquecidos. Esta lógica persiste hoy bajo el neocolonialismo, que legitima la explotación ambiental y humana para mantener las jerarquías globales.

Las grandes corporaciones y potencias económicas se valen de su poder e influencia para externalizar esta destrucción ambiental a países empobrecidos, cuyas leyes ambientales son menos estrictas por la cultura colonial. Mientras los pueblos originarios viven en primera línea la devastación ecosistémica, empeora la Crisis Ecosocial Global, siendo que las emisiones y desequilibrios ecosistémicos no entienden de fronteras políticas. Es por este principio que la industria ganadera ha deforestado un 80% de la selva amazónica para cultivo de soja, que alimenta a la “granja de Europa” en el estado español, otorgando beneficios multimillonarios a corporaciones como elPozo o Incarlopsa que no habrían sido posibles sin las hectáreas arrasadas de selva tropical.

Para que este expolio se produzca, es necesaria la mano de obra y, en un sistema capitalista globalizado, es más rentable trasladar la producción a regiones donde poder imponer condiciones laborales precarias que violan derechos laborales fundamentales. El dumping social consiste en la explotación de la fuerza de trabajo aprovechando el estado de necesidad de poblaciones a las que se les niega el acceso a la tierra, que sufren el expolio de los recursos naturales, la violencia de regímenes autoritarios apoyados por los estados expoliadores que reprimen la protesta social y sindical, donde las mujeres y la infancia son especialmente vulnerables dada la opresión interseccional del patriarcado, el racismo y el capitalismo. Esta forma de esclavitud moderna, disfrazada de “desarrollo económico”, perpetúa la dependencia de las regiones empobrecidas a un sistema que las subyuga para el beneficio de una minoría privilegiada. Un ejemplo es el oleoducto EACOP que ha supuesto el desplazamiento forzoso de comunidades en Uganda y Tanzania. Una vez arrasada la fuente de autonomía de la comunidad (tierras fértiles y agua), la petrolera francesa TotalEnergies ofrece puestos de trabajo imponiendo cualquier condición.

Es esencial comprender que el dumping ecológico y social son manifestaciones de un mismo sistema capitalista, patriarcal, racista y neocolonial que busca el mantenimiento de privilegios ante los cada vez más evidentes límites biofísicos del planeta, bajo la máxima de entender a todo lo ajeno, las mujeres, las personas racializadas, el resto de especies no humanas y el entorno natural, como bienes de consumo bajo su dominio. La lógica de la acumulación capitalista ignora las necesidades de los ecosistemas y de los seres vivos que dependemos de su equilibrio, promoviendo un modelo insostenible tanto para el planeta como para las comunidades humanas.

El dumping no es solo un fenómeno global. Es cada vez más evidente a nivel local, como en el estado español. La apropiación de tierras fértiles para macroparques solares y eólicos que abastecen a la capital, la explotación ganadera que contamina los acuíferos, la esclavitud de las temporeras de la fresa mientras se exprime hasta la última gota de Doñana o la devastación del Mar Menor por la agroindustria son ejemplos del sacrificio de regiones rurales para beneficio de una minoría, siendo evidente el impacto del secuestro de la toma de decisiones por personas ajenas al territorio explotado.

¿Es posible solucionar el dumping ecológico y social desde la política institucional?

La política institucional se sustenta en este marco capitalista, patriarcal, racista y neocolonial. Aunque podrían pactarse regulaciones globales que garanticen derechos laborales y ambientales, estas tienen unas limitaciones sustanciales evidentes como el conflicto de intereses entre la clase gobernante y las gobernadas; y es que las instituciones nunca van a diseñar herramientas que permitan acabar con los pilares sobre los que ellas mismas se sustentan.

Por tanto, el abordaje real del dumping requiere un cambio radical en el sistema económico, político y social, con propuestas que incluyan:

1) Soberanía territorial y autogestión comunitaria. Las comunidades deben recuperar la gestión de los territorios que habitan, legitimando la toma de decisiones colectiva basada en el bien común.

2) Superación del capitalismo: Necesitamos modelos económicos que pongan la vida en el centro, basados en la satisfacción de necesidades y la cooperación, no en la acumulación de riquezas.

3) Marco global de derechos fundamentales que respete la vida en todas sus formas: Su aplicación real no es posible sin un cambio de cosmovisión desde abajo que rechace la dominación y entienda a la humanidad como parte de la naturaleza.

Un mundo libre de explotación y expolio es posible. Existen ejemplos de sociedades que, al margen del capitalismo, ponen la vida en el centro. Solo necesitamos voluntad colectiva para hacerlos realidad aquí y ahora. ¿Empezamos?

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Intervenciones
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