¿Qué tierra se defiende?

  • Martina Di Paula

    Martina Di Paula

    Activista de Juventud por el Clima - FFF

  • Xuan Cadenas

    Xuan Cadenas

    Activista de Juventud por el Clima - FFF

Hablar de territorio nunca había sido tan urgente. Luchar por el territorio nunca había sido tan urgente. La degradación cada vez es mayor y no sólo suben las temperaturas, sino también el número de desastres urbanísticos, de parajes naturales desaparecidos y de visitantes bajo un modelo turístico extractivo.

La memoria y la identidad están ligadas a la tierra, a su naturaleza. Desde el calor andaluz hasta la lluvia gallega, nuestro paisaje nos moldea como personas y, sin embargo, estos paisajes y su biodiversidad están hoy más en peligro que nunca. El 20 de septiembre la ciudadanía organizada se movilizará por todo el territorio español para reivindicar la importancia de afrontar la crisis climática, que amenaza nuestras vidas y el territorio que habitamos.

Este año 2024, las movilizaciones en España por la preservación de un territorio sano y habitable han explotado a lo largo de todo el país. España es el país de la UE con mayor superficie de espacios naturales protegidos y con mayor biodiversidad. Hay 1843 espacios naturales protegidos, áreas fundamentales para los ecosistemas tanto peninsulares como insulares. Sin embargo, la explotación, acabará con ellas.

Por una parte, como nos indican los científicos, la crisis climática amenaza con la desertificación de dos tercios del territorio, un incremento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos y los grandes incendios forestales, la desaparición de muchas de nuestras playas por la subida del nivel del mar o las olas de calor marinas. Por otra parte, el crecimiento sin límites de la actividad humana va en detrimento de nuestros paisajes. La explotación de estos, por la agricultura de regadío intensivo, el turismo de masas, el urbanismo descontrolado o macroproyectos de infraestructuras como aeropuertos o museos, amenazan nuestro bienestar y nuestro territorio.

La identidad de nuestro territorio es Doñana, pero la irresponsabilidad política respecto al uso del suelo forestal para agricultura o el robo de agua por pozos ilegales está acabando con el humedal. También lo es el Mar Menor, pero la mala práctica de los fertilizantes eutrofizó la laguna salada, acabando con las especies que allí vivían. Las costas atlánticas y mediterráneas han sufrido la destrucción sin límite, como vemos con el desastre almeriense del Algarróbico. En Madrid, se aprueban leyes ómnibus (2022 y 2024) que modifican las ordenanzas de suelo, para facilitar la inversión privada a costa de la destrucción del territorio, o facilitar la tala de árboles a costa de la calidad de vida de las ciudadanas. Nuestro Pirineo Aragonés cada día está más en jaque debido a las ampliaciones de las pistas de esquí. Los paisajes naturales de la España vaciada son destruidos por macroproyectos que acumulan riqueza y tierras sin producir beneficios para la población.

El modelo turístico actual está acabando con la identidad territorial a base de mercantilizar nuestra cultura y nuestro paisaje. A esto se le suma una presión hídrica y humana insostenible para un territorio con un 75% de desertificación y con una población que ya sufre cortes de agua en periodos de sequía. A pesar de la escasez de agua, un bien tan fundamental, los gobernantes no dan respuestas a la altura de la emergencia hídrica. Un ejemplo de esto es lo que pretenden hacer en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, considerada, entre otros, Zona de Especial Conservación para las Aves en la Red Natura 2000 europea. La Fundación Solomon R. Guggenheim, con el apoyo y financiación de las instituciones, pretende construir una ampliación del emblemático museo de Bilbao dentro de la propia reserva. Esto impediría la conservación del hábitat para las especies que allí habitan y establecería un modelo turístico que solo aumentaría la presión hídrica sobre la zona.

¿A quién beneficia toda esta destrucción? Como suele ocurrir en el modelo económico actual, no es a las personas que aquí habitan. Es al sector privado y a las grandes empresas. La misma gente que extrae y destroza sin mirar quién está siendo afectado. Son las mismas empresas que no solo explotan a nuestro territorio, sino que también llevan sus prácticas destructivas a las comunidades y pueblos más vulnerables. Pueblos que están sufriendo en primera línea los impactos del cambio climático y que luchan por la protección de sus derechos y su territorio. Estas prácticas no serían posibles sin todo un sistema financiero que las apoya, del cual España forma parte.

Las movilizaciones convocadas invitan a plantearnos este modelo de expansión y acumulación. El impacto que tiene el territorio en las personas así como el impacto de las personas en el territorio es parte de las dinámicas de dependencia -interdependencia y ecodependencia-. Es necesario hacer una reflexión profunda sobre las mismas, pues han entrado en una espiral de toxicidad envenenada por el sistema depredador del que formamos parte. Busquemos la sintonía y el equilibrio que la propia naturaleza establece para seguir construyendo juntas esa memoria e identidad. Así trataremos de reencontrarnos en nuevos modelos adaptados a cada realidad, fuera del crecimiento económico a todo coste y la mercantilización de nuestra existencia.

Nos han intentado desligar de la naturaleza para aprovecharse de ella. Si somos capaces de escapar de dichas dinámicas, podremos salvaguardarla para que siga construyendo, moldeando y creando belleza y verdadera riqueza natural junto a una sociedad que estamos a punto de perder. Por ello, sigamos luchando y alzando la voz, es nuestra mejor pero también única oportunidad.

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Intervenciones
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