Meritocracia: falacias y magia

  • José Saturnino Martínez García

    José Saturnino Martínez García

    Profesor Titular de Sociología en la Universidad de Laguna, especializado en educación y desigualdad. Desde 2020 es Director de la Agencia Canaria de Calidad Universitaria y Evaluación Educativa

La idea de meritocracia está firmemente asentada como una condición para una sociedad justa. Las personas con capacidad que se esfuerzan deben ser recompensadas. ¿Vivimos en una sociedad meritocrática? Desde hace tiempo, sabemos que el mejor indicador de éxito educativo de un estudiante es el origen socioeconómico y cultural de la familia. Bien pudiera ser que el talento y la inclinación al esfuerzo se transmitan vía genética, y, por tanto, lejos de preocuparnos por esta reproducción biológica de la desigualdad social, más bien cabría congratularse de lo sabia que es la naturaleza y el buen orden social en el que vivimos.

Pero tenemos datos que invitan a desechar esta feliz hipótesis de que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Por ejemplo, una estudiante de clase social alta de bajo cociente intelectual saca tan buenos resultados educativos como una estudiante de inteligencia normal de clases populares. Es lo que se conoce como efecto compensación. Este efecto de compensación se nota incluso en procesos más libres de la interferencia humana que el desarrollo de la inteligencia: el mes de nacimiento. Es una característica sin relación con la posición social, pero que está relacionada con el éxito en el deporte o en la escuela. No se debe a que quienes nacen en enero sean más listos o dotados para el deporte que los nacidos en diciembre, sino que tienen un año más, y, por tanto, están más desarrollados. En la medida que agrupamos a las personas por año de nacimiento, generamos una desigualdad arbitraria por mes de nacimiento. Pues este efecto, de edad relativa, sobre el resultado educativo se diluye entre el alumnado de clase alta, pero no en el de los sectores populares. Una vez más, el efecto compensación “salva” al alumnado de clase social alta.

Posiblemente dos sean los grupos que más insisten en que sí vivimos en una meritocracia. Por un lado, aquellos que deben esforzarse por mantener la posición social de su familia de origen. Los títulos educativos necesitan de esfuerzo y capacidad para lograrse. Dos personas de la misma procedencia social, si una se esfuerza y la otra no, será la primera la que tenga éxito educativo. La gente de clase alta, sí vive en una sociedad meritocrática. Dados los buenos recursos y oportunidades por ser de tal condición, les irá en la vida según su talento y esfuerzo. No “dependen” de las circunstancias familiares, pues las circunstancias familiares de las clases altas son óptimas para que las personas se desarrollen según su esfuerzo, capacidad y preferencias.

Ahora bien, cuando hablamos de estudiantes que viven en condiciones precarias, en familias de bajo nivel educativo, tendrán que esforzarse mucho más para lograr el mismo mérito que los de las clases altas (igual que si nacen en diciembre). Entre ellos, habrá personas con un nivel de talento o esfuerzo mucho mayor, que sí conseguirán éxitos educativos y profesionales. Estas personas se ven a sí mismas como ejemplo de que la meritocracia funciona, y a su vez, son puestas como ejemplos por el resto del éxito del modelo meritocrático. Pero su inteligencia no les evita caer en la falacia del sesgo del superviviente. En vez de denunciar que han transitado por el sistema educativo y laboral con la mochila cargada de piedras en comparación con los de clase alta, se limitan a congratularse de haber cruzado la frontera entre los hundidos y los salvados. Es más, si denuncian esta injusticia se les dirá que la justicia social es cosa de resentidos y envidiosos.

Sin caer en la falacia ad hitlerum, podemos ilustrar lo erróneo de este razonamiento con Auschwitz: como sobrevivió un pequeño porcentaje de los allí condenados, cabe argumentar que aquello no era un campo de exterminio. Esto es una falacia, pues la existencia de supervivientes no altera la naturaleza de tan infausto lugar. De la misma forma, que un pequeño porcentaje de las personas de origen social bajo logren el éxito educativo y profesional, no altera la naturaleza de que vivimos en un mundo en el que hay reproducción de clases sociales. Una gavilla de anécdotas de historias de superación no conforma un conjunto de datos que impugne que existe desigualdad de oportunidades debidas al origen social.

Ante esta crítica, los defensores de la meritocracia cuentan con otra defensa persuasiva e igualmente falaz: la gente que se esfuerza tiene éxito, y la gente que no tiene éxito, es porque no se ha esforzado lo suficiente. Al igual que los creyentes en la meritocracia, los creyentes en la religión consideran que, si te va mal en la vida, es debido a que no te esfuerzas lo suficiente en cumplir los preceptos de tu religión. Una tautología. La defensa de la meritocracia, por tanto, no solo confunde anécdotas con datos, sino que abandona el pensamiento racional para entregarse al pensamiento mágico.

En resumen, se da la paradoja de que los defensores de la meritocracia suelen verse a sí mismos como grandes defensores de los valores ilustrados, la ciencia y la razón, pero para defender que vivimos en una meritocracia se transforma en anti-ilustrados, contrarios a la razón e ignorando lo que sugiere la evidencia empírica disponible, argumentando con falacias o pensamiento mágico. Pero si la defensa de que vivimos en un sistema meritocrático no cumple unos estándares científicos mínimos, ¿por qué es tan popular?

Por un lado, es la fuente de legitimidad de quienes ocupan posiciones de mando: “hemos llegado hasta aquí porque somos los mejores”, según nos cuentan insistentemente. “No te mereces mis privilegios porque no eres tan bueno como yo”. Esta argumentación está tan naturalizada como fuente de legitimación que se termina por aplicar con efectos cómicos. Al fallecer Emilio Botín, en ese momento dueño del Banco de Santander, se nos dijo que era un hombre hecho a sí mismo, obviando el pequeño detalle de que había heredado un banco, que ya le venía desde el bisabuelo. Sí, puede ser que, entre todos los herederos de bancos, Don Emilio fuese el más talentoso… Al sucederle su hija, Doña Patricia, se insistía en la calidad de las instituciones educativas por las que había pasado, así como en su carrera laboral en el banco. Se obviaba que se pudo pagar el acceso a esas instituciones gracias a la fortuna familiar, y que si heredó el banco no fue por sus grandes méritos académicos y laborales, sino simplemente, por ser la hija de un banquero. Bien está que haya gente como Paris Hilton o Froilán (cuarto en la línea de sucesión del Reino de España) pues su existencia es corrosiva a tanta hagiografía del mérito.

La creencia irracional de que vivimos en una meritocracia se refuerza gracias a otra “virtud”: cabe achacar al pobre la culpa de su pobreza, y no a las reglas de juego, que favorecen a las clases altas y perjudican a las populares. Se pide mérito escolar, un mérito en el que el esfuerzo y la capacidad demostrada por los sectores populares deben ser mucho más altos que el de las clases acomodadas, para sobreponerse a su peor condición de partida. Es más fácil culpa a la víctima que transformar las reglas de juego. Y esas nuevas reglas de juego, ¿deben asumir la bondad de la meritocracia como orden social? Cuestión para reflexionar en otro momento.

Otras intervenciones en el debate

Intervenciones
  • Viviane Ogou Corbi

    Investigadora de las relaciones UE-África y el Sahel

    Hemos comprado un discurso invasivo que nos dice que tenemos que ser mejores unos que otros. Un sistema jerarquizado, basado en el capitalismo racial y con mucha violencia estructural a las comunidades del sur global. Es imposible que exista la meritocracia. Y aunque se diera la igualdad de condiciones, ¿para qué competir? Se trata de organizarnos para tener la mejor gestión social posible.  Es por esto que en este artículo compartiré mi opinión sobre dos temas: el racismo estructural, y como es imposible que las personas racializadas podamos desarrollarnos para competir en igualdad de condiciones. Y por qué deberíamos dejar...
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  • Alberto Sotillos Villalobos

    Sociólogo especializado en Comunicación. Trabaja como analista en prensa escrita, radio y televisión.

    Medir los méritos En la época de la invasión de los másteres, de los postgrados, de los cursos, de los viajes y experiencias enriquecedoras por el mundo y de las innumerables prácticas en empresas, startups y horas gastadas como becarios, la meritocracia pasa a ser tan líquida como la sociedad en su conjunto. Los méritos académicos se han igualado como nunca, hay una exagerada acumulación de títulos que rellenan currículos sin una posible aplicación práctica mientras que los conocimientos más demandados se tienen que aprender de manera autodidacta ya sea con ensayo error o teniendo que buscar vídeos y vídeos en...
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  • José A. Noguera

    Profesor Titular de Sociología en la UAB y director del Grupo de Sociología Analítica y Diseño Institucional (GSADI)

    La meritocracia es una de las ideas normativas que más pasiones despiertan y que más debate han generado en nuestro país durante el último año, siendo uno de sus principales detonantes el informe del Future Policy Lab publicado bajo el deliberadamente provocador rótulo de Derribando el dique de la meritocracia. La popularidad social y política de la idea, incluso en algunos ámbitos académicos, contrasta con el amplio consenso en la filosofía política rigurosa de las últimas décadas que no se toma nada en serio el “ideal meritocrático” como principio aceptable de justicia distributiva y de diseño institucional, generalizable en...
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  • Sergi Raventós

    Director de la Oficina del Plan Piloto para Implementar la Renta Básica Universal de la Generalitat de Catalunya

    No hay duda de que, a día de hoy, se han aportado muchas razones y argumentos en lo que llevamos de debate en estas páginas desde el primer artículo publicado en febrero. Algunas aportaciones han sido francamente muy interesantes y creo que no hace falta seguir redundando en ellas. Quiero traer aquí a colación un par de ejemplos que tal vez pueden ilustrar esta falsa idea preconcebida de la meritocracia de que las recompensas económicas y la asignación de responsabilidades y cargos en nuestras sociedades capitalistas se asignan en función de los méritos individuales. Un ejemplo reciente, de hace unas pocas...
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  • Daniel Gabaldón Estevan

    Profesor Titular Dep. de Sociología y Antropología Social (Universitat de València)

    La promesa meritocrática hace referencia al discurso según el cual la distribución de las posiciones y responsabilidades sociales, y muy especialmente del empleo, se hace en función del mérito y de la capacidad de los individuos. Siendo el mérito una combinación de inteligencia y esfuerzo tal y como ya indicara Young “Intelligence and effort together make up merit (I+E=M). The lazy genius is not one”. Este discurso racionalista, que surge en occidente conforme avanza la Edad Contemporánea, se asienta en el imaginario colectivo a medida que va consolidándose la organización de tipo burocrático basada en la especialización en responsabilidades,...
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  • Pedro Mellado

    Doctor en Educación, profesor en la Universidad Rey Juan Carlos y miembro del colectivo DIME

    Al comienzo de la película Puñales por la espalda (2019), un policía interroga a la hija de un multimillonario acerca de la reciente muerte de su padre. En un momento del interrogatorio, la hija espeta al policía «fundé mi empresa desde la nada», a lo que este le responde «igual que su padre». El diálogo condensa en pocos segundos el discurso ideológico neoliberal de la meritocracia, atribuyendo en exclusiva al mérito, la capacidad, el talento y el esfuerzo de los individuos la desigual distribución de la riqueza; olvidando convenientemente las condiciones de partida que han respaldado su éxito. La meritocracia...
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  • José Saturnino Martínez García

    Profesor Titular de Sociología en la Universidad de Laguna, especializado en educación y desigualdad. Desde 2020 es Director de la Agencia Canaria de Calidad Universitaria y Evaluación Educativa

    La idea de meritocracia está firmemente asentada como una condición para una sociedad justa. Las personas con capacidad que se esfuerzan deben ser recompensadas. ¿Vivimos en una sociedad meritocrática? Desde hace tiempo, sabemos que el mejor indicador de éxito educativo de un estudiante es el origen socioeconómico y cultural de la familia. Bien pudiera ser que el talento y la inclinación al esfuerzo se transmitan vía genética, y, por tanto, lejos de preocuparnos por esta reproducción biológica de la desigualdad social, más bien cabría congratularse de lo sabia que es la naturaleza y el buen orden social en el...
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  • ¿Somos desiguales?

    11/05/2023

    José Luis Barba

    Catedrático de Biología y Geología, recién jubilado pero con vinculación oficial al centro educativo como profesor de apoyo

    Me ha parecido muy interesante la reflexión sobre la segregación escolar como motor de desigualdades. Quizá ha faltado un planteamiento inicial: ¿somos desiguales? ¿necesita la sociedad que todos hagamos lo mismo o necesita una gran diversidad para ser eficaz? En el instituto compruebo con frecuencia que gran parte del profesorado tiene en la boca la palabra inclusión, igualdad o términos similares pero luego no le ponen a todos la misma nota, se quejan que algunas familias no son como las otras, que hay alumnado que es muy bueno como delegado o delegada y en cambio otros son eficaces como organizadores...
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  • Juan Carlos Monedero

    Profesor titular en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Cofundador de Podemos. Presenta el programa En la frontera en Canal Red

    Introducción: ¿de qué hablamos cuando hablamos de meritocracia? La discusión sobre el mérito pivota acerca de su poder social real para dos cosas: acabar o reducir las desigualdades y para reconocer la valía individual. En el desarrollo evolutivo la cooperación y, por tanto, la igualdad ha sido condición de supervivencia; del mismo modo, uno de los deseos más fervientes de los seres humanos es el reconocimiento de los demás. El debate sobre la meritocracia es una discusión principalmente normativa ya que nace del liberalismo (y la confronta el socialismo -entendido como amplia familia de la izquierda-) y tiene una condición performativa,...
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  • Angel Puyol

    Catedrático de Ética en la Universitat Autònoma de Barcelona

    “La meritocracia no es un ideal igualitario. Mientras que la igualdad enfatiza que todos somos iguales, la meritocracia consiste en encontrar al mejor. Su finalidad no es reducir las desigualdades sociales, el espacio que separa a los de arriba de los de abajo, sino encontrar un modo diferente de legitimarlas, un modo nuevo y moderno de acceder a la jerarquía social que sustituya el nacimiento por la capacidad. Se atribuye a Napoleón la sentencia de que “todo soldado francés lleva en su mochila los galones de un mariscal de Francia” para referirse a la posibilidad de que cualquier soldado...
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  • Rosa Almansa

    Profesora de Historia Contemporánea en la Universidad de Córdoba y miembro de la asociación Aletheia (https://www.asociacionaletheia.eu/)

    ¿Quién no recuerda los magníficos bajorrelieves asirios de escenas de caza que alberga el Museo Británico? Muestran con elocuencia las grandes habilidades cinegéticas —tan vinculadas a las guerreras— de su temible nobleza. El arte refleja como pocos espejos los considerados méritos propios de las clases dominantes que por la historia han transitado. Pero, oh paradoja, estas cualidades supuestamente superiores y excepcionales han variado con el tiempo. Es cierto que el prestigio de algunas actividades se ha mantenido durante siglos —las militares son un buen ejemplo de ello—, pero a la postre las mutaciones se han ido imponiendo. El mayor...
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  • Xavier Martínez-Celorrio

    Profesor de Sociología en la Universidad de Barcelona y autor de Educación y movilidad social en España (2012) / @xaviermcelorrio

    La meritocracia es un concepto polémico y anfibio de largo recorrido histórico variando mucho sus significados y apropiaciones en cada momento. Al margen de los antecedentes de la meritocracia como método de selección de altos funcionarios en las cortes europeas y en el mandarinato chino, su sentido moderno nace en 1792 en plena Revolución Francesa cuando el Marqués de Condorcet se dirigió a la Asamblea con estas palabras: “Hemos creído que el poder público debía decir a los ciudadanos pobres: la fortuna de vuestro padres solo os ha podido ofrecer los conocimientos más indispensables pero se os aseguran medios...
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  • Julen Bollain

    Economista e investigador en renta básica

    Antiguamente las desigualdades se fundamentaban en un discurso y en una ideología basada en clases sociales. ¿Consecuencia? Dependiendo de en qué clase social nacieras estabas condenado a ser rico o pobre, a depender de alguien para sobrevivir o poder vivir libremente. Sin embargo, este relato que sustentaba las desigualdades en las diferencias entre clases sociales se rompe a raíz de la Revolución Francesa (1789), cuando cae el Antiguo Régimen y se abre paso la Edad Contemporánea. Este nuevo régimen no permitía hacer “lo de siempre”, por lo que había que buscar nuevos discursos e ideologías que permitieran explicar las...
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  • José Ariza de la Cruz

    Doctorando en Sociología urbana por la UCM

    Es habitual que se ponga en cuestión la meritocracia desde el enfoque familiar. Dado, que, cuanto más ricos sean tus padres, más probabilidades tienes de ser rico, es evidente que el esfuerzo exclusivamente no explica nuestra posición económica. También es habitual que se enfoque desde el punto de vista de las características sociales de la persona. El género o el lugar de nacimiento suponen importantes barreras para lograr una sociedad cuyas recompensas se basen solo en el mérito. No obstante, hay otro elemento sobre el que no se habla tan a menudo: el territorio. Cómo el territorio socava la meritocracia....
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  • Cynthia Martínez Garrido

    Profesora del área de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación de la Universidad Autónoma de Madrid

    El problema de la segregación escolar es un tema de Derechos Humanos y de Justicia Social cuyas causas son de carácter estructural, afecta al desarrollo de personas concretas y tiene profundas implicaciones para el desarrollo de toda la sociedad. La naturaleza multifactorial del fenómeno de la segregación escolar y las causas que lo provocan e incentivan se articulan en forma de red, como un engranaje interrelacionado en el que no basta actuar sobre uno de los ejes, sino que, como parte de un todo, requiere del diseño de medidas completas para frenarla. La segregación escolar no es un fenómeno que...
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  • Francisco Nunes

    Estudiante de economía en la Universidad Complutense de Madrid y de Matemáticas en la UNED

    En España y el resto del mundo tenemos, desde hace un tiempo, un encendido debate sobre el mérito detrás de la situación económica de los ciudadanos. Por una parte, los sectores más liberales y conservadores defienden que la distribución actual de la riqueza y la renta se debe al mérito de los agentes para conseguir sus posesiones y superarse a sí mismos. Otra visión tienen los socialdemócratas y la izquierda en general, que opinan que los resultados actuales dependen de factores como la desigualdad y las herencias, factores que, a priori, no podemos controlar. ¿Quién de los dos tiene razón?...
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  • Antonio Antón

    Sociólogo y politólogo (profesor de la Universidad Autónoma de Madrid 2003/2022, actualmente jubilado)

    Desde Aristóteles hay que valorar la equidad como proporcionalidad entre mérito y reconocimiento o estatus social y, por tanto, valorar el esfuerzo individual. O sea, la desigualdad de recompensas materiales, socioculturales y simbólicas sería legítima si es por el motivo exclusivo de los distintos méritos individuales en condiciones iguales. Esa legitimidad se ha tergiversado, sobre todo, con el individualismo abstracto neoliberal y el sistema de reparto desigual, con la acumulación de ventajas y desventajas institucionales y estructurales; se reparten desigualmente, haciendo abstracción de las diferentes posiciones de poder, condiciones socioculturales y trayectorias de los individuos y grupos sociales que dificultan...
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  • Francisco Muñoz Gutiérrez

    Pensionista: Epistemólogo, periodista y empresario

    Este debate no puede sustraerse al hecho de que el mérito es un reconocimiento, razón por la que la meritocracia no puede ser ningún principio. Y con respecto a la cuestión de si un reconocimiento es conservador o progresista, la duda es admisible dentro de la cosmología neoliberal, pero sólo tras la incorporación de los socialdemócratas pragmáticos de la tercera vía; nunca antes. En todo caso, la idea de la meritocracia no es más que un recurso legitimador de la estructura jerárquica del orden neoliberal; nunca un principio. Por ejemplo; ¿Tiene sentido el concepto de mérito sin esfuerzo? O dicho...
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  • Pedro González de Molina Soler

    Profesor de Geografía e Historia

    La meritocracia (término proveniente del latín merĭtum ‘debida recompensa’, a su vez de mereri ‘ganar, merecer’; y el sufijo -cracia del griego krátos, o κράτος en griego, ‘poder, fuerza’) como principio ha entrado en una fase de desacralización y de crítica. Ha dejado de ser un concepto considerado como de sentido común, y por consiguiente, sagrado. Esto ha permitido que se realicen críticas hacia este principio. Tal y como expresó Alexis de Tocqueville, la sociedad que se estaba construyendo en el siglo XIX, y de la que somos herederos, tendía hacia la igualdad. Por lo que las desigualdades sociales en...
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  • David De la Rosa

    Orientador educativo en IES Cárbula (Almodóvar del Río, Córdoba). Miembro del Colectivo de Docentes por la Inclusión y Mejora Educativa. @da_dedo https://daviddelarosaedu.wixsite.com/inkludita

    El relato de la meritocracia está suficientemente superado entre los lectores y las lectoras de Espacio Público. No hace falta hacer hincapié de nuevo en los mecanismos con los que cuenta nuestro sistema político, económico y social para que sea la herencia la que permita a los mismos apellidos estar en la cúspide del poder. Como hemos analizado en diversos foros y señala el economista Branko Milanovic aproximadamente un 75 % de los ingresos no dependen en absoluto de variables personales como el esfuerzo, sino de otras de tipo contextual como el lugar donde naces o el código postal en...
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  • Antonio Gómez Villar

    Profesor de Filosofía en la Universitat de Barcelona (UB)

    En 2020 el filósofo Michael Sandel publicaba el ensayo La tiranía del mérito: ¿qué ha sido del bien común? En él trataba de dar respuesta al porqué del surgimiento de los llamados «populismos autoritarios» y las tonalidades emotivas de odio y resentimiento que los acompañan. Según el autor, tanto las comunidades locales como las nacionales están atravesadas hoy por la dicotomía ganadores/perdedores de la globalización y por el consiguiente distanciamiento social entre ambos. En esta dicotomía, la posibilidad de tener éxito depende de la formación y la educación adquirida, que otorgan la preparación necesaria para poder competir en el...
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  • Daniel Turienzo

    Adscrito en la red educativa española en el exterior (Tangér). Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Madrid

    Albert Arcarons

    Subdirector de la Oficina del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil. Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por el Instituto Universitario Europeo

    En ocasiones, el debate sobre el sistema educativo plantea este como un ente aislado. Sin embargo, la igualdad de oportunidades y la equidad educativa también está en manos de los aciertos en las medidas contra la pobreza y la desigualdad. Las democracias liberales, y específicamente sus sistemas educativos, se basan en una suerte de contractualismo. Un contrato social, en el que se asume que una vez facilitado el acceso al sistema educativo son las decisiones individuales, el talento y el propio esfuerzo lo que determina el resultado. Bajo esta premisa, la igualdad de oportunidades garantizada a través de políticas públicas equipararía las posibilidades de todos. La creencia de que los derechos formales están asegurados, unido a la idealización de que las personas son capaces de sobreponerse a sus condicionantes de origen a través de respuestas individuales, llevan a que en ocasiones no se perciban o se minimicen las barreas que han de afrontar las personas que se encuentran en una situación desfavorecida. Incluso en ocasiones se deja de percibir la pobreza como una problemática real. Si los resultados educativos dependieran únicamente de las características individuales tales como la capacidad o el esfuerzo, estos no diferirían notablemente entre los diferentes grupos sociales. Sin...
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  • José Eduardo Muñoz Negro

    Profesor de Psiquiatría de la Universidad de Granada y médico de la sanidad pública

    Michael J. Sandel en su espléndido La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común?, previamente a desarrollar las contradicciones democráticas del credencialismo, explica las tres maneras de entrar en las prestigiosas universidades de élite en EEUU: por la puerta delantera aprobando el exigente examen SAT; por la puerta de atrás mediante una poderosa donación; y ¡oh, maravillosa innovación!, la no menos interesante puerta lateral del soborno y del fraude en las puntuaciones de acceso. Además, para desesperación de los amantes de la equidad, la puntuación en el examen SAT ha demostrado ajustarse bastante bien a la renta...
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