Un siglo después (1917-2017): Un legado entre escombros

  • José Luis Mateos

    José Luis Mateos

    Sociólogo, sindicalista, miembro de la Fundación Andreu Nin

20.10.2017

Debate principal: Debate sobre la Revolución de 1917

Nadie consideraría razonable condenar la Revolución francesa por la evolución de la sociedad capitalista. En cambio, sí es habitual desacreditar la Revolución rusa desde los escombros dejados por el socialismo real, esa construcción política recreada por el estalinismo.

Se trata de la Revolución rusa y no solo de Octubre, de un complejo e inaudito proceso revolucionario del que Octubre fue su culminación. Una culminación que conviene recordar se podría llenar de matices, pues ese mismo proceso supera y se proyecta por encima del mítico mes. Respetando el calendario gregoriano, nos encontramos con profundas convulsiones sociales y políticas: Revolución de Febrero, Jornadas de Julio, Jornadas de Agosto contra la “korniloviada” y por fin, con la Revolución de Octubre. Aunque Octubre sea un desenlace repleto de simbolismo, hubo que transitar por febrero, julio y agosto, sin olvidar que los otros meses no dejaron de ser ricos en acontecimientos y en agudos conflictos sociales.

Entre el sueño de los de “abajo” y la hostilidad de las “élites”

Bien se puede considerar que la Revolución rusa condensó, en el espacio de 10 meses de 1917, cuatro revoluciones: febrero, julio, agosto y octubre. La caída de Nicolás II y de la dinastía de los Romanov, tras una inmensa insurrección obrera, en febrero. En el Petrogrado de julio de 1917, el proletariado ruso y las masas de soldados exasperadas por la continuidad de la guerra, descubren, con irritación (tras la fracasada ofensiva militar de junio), los vínculos de su gobierno “democrático” con los intereses imperialistas franco-británicos. El grito de ¡Fuera del Gobierno los ministros capitalistas! sintetiza, políticamente, las aspiraciones democráticas de la mayoría, apuntando directamente al gobierno de coalición. La insurrección proletaria de julio fue aplastada, los bolcheviques y otras organizaciones de izquierda ilegalizadas, los soviets arrinconados… Un mes después y tras la derrota de julio, la derecha se decide a ahogar en sangre el proceso revolucionario. El general Kornílov es el depositario de esas inquietudes, pero no contaban con la formidable respuesta del proletariado ruso. Kornílov, fracasa abandonado por sus propios soldados y por la huelga general que paraliza e impide los desplazamientos de tropas. Reacciones en principio defensivas se transforman en respuestas revolucionarias incontenibles. Es el momento del ¡Todo el poder para los soviets! Simultáneamente se comienzan a operar cambios en los propios soviets: mencheviques y eseristas dejan de ser mayoría en favor de los bolcheviques. La situación de doble poder, en octubre, se resuelve en favor de los soviets de delegados obreros, campesinos y soldados. El Gobierno Provisional había dejado de existir.

Como quiera que sobre Febrero y Octubre existe una profusa literatura (en ambos casos implicaron cambios de régimen), llama la atención, por su especial significado, las Jornadas de Julio y Agosto. En estos meses no se trataba de cambios de régimen y sin embargo, son los momentos culminantes de la estrategia bolchevique. Una maestría estratégica que sobre todo, logró poner en armonía la ética, el compromiso con los intereses de la clase obrera y los objetivos políticos.

En Julio, la clase obrera se lanza a una lucha desesperada contra los desastres de la Gran Guerra. El mes anterior el Gobierno Provisional había decretado una ofensiva militar en todos los frentes, lo que culminó en una derrota repleta de calamidades. El partido bolchevique, acertadamente, concluyó que la insurrección obrera contra el Gobierno no podía triunfar (éste controlaba todavía una parte del Ejército y además, el campesinado ruso permanecía pasivo). No obstante y estando en desacuerdo, se puso al frente de la movilización a fin de reducir los costes humanos y buscar una retirada ordenada que evitara una derrota de consecuencias fatales. Un magnífico ejemplo de identidad de clase…, los bolcheviques pensaron que si la clase obrera era derrotada, ellos correrían la misma suerte.

Un mes después, en agosto, el general Kornílov auxiliado por toda la reacción, decide acabar con la inestabilidad y con un golpe de Estado restaurar el viejo régimen o cuando menos, poner fin a la revolución. Los bolcheviques ilegalizados tras las Jornadas de Julio, con sus dirigentes escondidos o detenidos, se aprestan a salvar al Gobierno Provisional y defender Petrogrado contra el golpe contrarrevolucionario. Así lo hicieron, sabiendo distinguir entre el enemigo principal, Kornílov (de haber triunfado liquidaría al Gobierno y por supuesto a los bolcheviques), del enemigo secundario (el Gobierno Kerensky). Es decir, aliarse con Kerensky para combatir a Kornílov. El comportamiento ejemplar de los bolcheviques incrementó la fuerza del partido hasta niveles impensables meses antes.

El recuerdo de la Revolución rusa supone una pesadilla para los grupos sociales dominantes, cuando la hegemonía del pensamiento neo-liberal ya ha mostrado su capacidad destructiva. No pretenden polemizar, se trata de descalificar o desalentar la posibilidad de construcción de cualquier proyecto emancipatorio. Los fantasmas no asustan cuando se contempla el pasado, sino cuando se recrean en el presente. Y para impedir su recreación, el neo-liberalismo tiene que reescribir el pasado.

Por tanto, no sorprende la hostilidad de estos grupos, fundamentalmente preocupados por la posibilidad de reencuentro con el “hilo rojo”, ese que une las justas y dignas luchas de diferentes generaciones por una sociedad mejor.

Otro mundo era posible

En su momento y en los años venideros la revolución disfrutó de un inmenso prestigio social e internacional. Incluso tras la despiadada guerra civil (1918-20) el mundo entendió que gracias a la revolución se precipitó el final de la Gran Guerra, la mayor matanza de seres humanos hasta entonces efectuada por el sistema capitalista. También los Imperios centrales, Hohenzollern y Habsburgo desaparecieron para siempre, les precedió la dinastía de los Romanov, baluarte de una autocracia de rasgos medievales. Se expandió la convicción de que la humanidad debía poner fin a todo aquello que había creado las condiciones para que los pueblos se despedazarán entre sí en beneficio de sus oligarquías respectivas. El capitalismo, el imperialismo, el militarismo fueron reconocidos como fenómenos aborrecibles. Generó tantas simpatías que tanto la socialdemocracia como el anarquismo fueron tentados a superar sus diferencias con el bolchevismo. En España tanto en el PSOE-UGT como en la CNT fue difícil sustraerse a las corrientes de simpatía hacia la revolución.

La revolución no fue obra de minorías audaces sino de mayorías sociales conscientes, capaces de aprender y asociar su suerte al desenlace del conflicto en curso, meses de grandes acontecimientos, de profundos virajes en la relación de fuerzas entre las diferentes clases sociales, un examen permanente para todos los grupos políticos, constituyendo una especie de selección natural en que se podía pasar del apogeo a la decadencia en breves días… Masivo y popular fue febrero y julio y agosto y así hasta octubre (siempre bajo el protagonismo y hegemonía de la clase obrera). Reducir Octubre a la pericia de un Comité Militar Revolucionario dependiente del Soviet de Petrogrado es un grave error que deforma la realidad que vivieron millones de seres humanos. Sin ese empuje masivo de las clases trabajadoras, sin su voluntad de vencer, la audacia del partido bolchevique no hubiese sido más que una quimera. Fue la fiesta de los pobres, de los excluidos (en cierto sentido la fiesta se prolongó durante semanas, hay que recordar que el nuevo gobierno de Comisarios del Pueblo se las vio y deseó para poner fin a las consiguientes fiestas callejeras).

Además, la revolución tuvo un innegable y contundente carácter democrático. Sin esa naturaleza nada hubiese sido posible: Poner fin a la Gran Guerra, sin anexiones ni indemnizaciones, reconocer el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas por los estados ruso, alemán y austro-húngaro, expropiación de los terratenientes y entrega de la tierra al campesinado pobre, nacionalización de la industria y control obrero de la producción y distribución de bienes, obligatoriedad de la enseñanza pública, repudio de la deuda externa, reconocimiento sin límite de derechos y libertades por igual para mujeres y hombres, separación absoluta entre la Iglesia y el Estado, convocatoria de una Asamblea Constituyente… En fin, todas ellas tareas propias de cualquier revolución burguesa, pero que, obviamente, ya no se podían hacer con la burguesía, sino contra ella. Conviene resaltar que este cuantioso programa de transformaciones sociales no era el programa de los bolcheviques sino la demanda permanente de la mayoría social organizada en los soviets, compartido, en gran medida por las otras fuerzas progresistas (mencheviques, eseristas y anarquistas).

Sin embargo, lo más importante es que la revolución demostró que otra sociedad era posible y en consecuencia que otro mundo también. Atrás deberían quedar las guerras, la ignorancia, la miseria y la exclusión social, la explotación del hombre por el hombre, cualquier forma de desigualdad, de opresión… En definitiva algo así como que la tierra será el paraíso, patria de la humanidad.

Elementos endógenos de una degeneración no prevista

Si la revolución social en un país atrasado con sus características específicas, con sus conflictos y sus fuerzas sociales fue elevada a la categoría de modelo universal indica, cuando menos, que los atractivos del bolchevismo fueron, en su momento, desbordantes. La posterior degeneración estalinista no anula su fulgor contagioso aunque sí la invalida como referencia transformadora en el mundo en que vivimos…

Sin embargo, no es justo considerar que el proceso degenerativo sea achacable al encumbramiento de una personalidad detestable (Stalin). Tras la revolución, la guerra civil, la invasión extranjera y las calamidades subsiguientes vienen a producirse cambios profundos en la estructura social que acentuarán el viraje hacia lo que ya sería irreconocible. Pero antes, hay elementos en el bolchevismo que facilitarán esa evolución, probablemente contra la voluntad y las ideas del propio partido bolchevique. Así, la teoría leninista del partido, la teoría del Estado y la misma concepción estratégica del proceso revolucionario, terminaron por dar cobertura a la posterior degeneración. No hay que desechar, por tanto, la existencia de elementos endógenos en el bolchevismo favorecedores de ese proceso:

La consideración del partido como factor necesario de la conciencia revolucionaria, como depositario y conocedor de los intereses estratégicos de clase, parece ser que inaccesibles a una clase obrera que, supuestamente, solo es capaz de conocer sus intereses económicos inmediatos. La separación deliberada entre una vanguardia omnisciente y unas masas moldeables terminarán alimentando la futura concepción autocrática del estalinismo. ¿Cuántas veces habremos escuchado aquello de que una clase es lo que su dirección política quiere que sea? o, ¿sin partido revolucionario una “clase en sí” podría elevarse a la condición de “clase para sí”?. Un partido revolucionario ¿puede excluir a otro partido que también organiza a la misma clase? Solo desde un subjetivismo trascendente pueden establecerse ideas que en la práctica, niegan cualquier coexistencia con el pluralismo de clase.

No es verdad que la clase obrera para elevarse a la categoría de sujeto político necesite identificarse con un partido director (revolucionario, claro). Si así fuera, podría ser sujeto en sentido histórico pero no sujeto político- más bien sería objeto político- el sujeto sería el partido y no la clase. ¿Por qué un partido y no dos? ¿Por qué un partido jerarquizado y no democrático? Siempre se ha afirmado que en las condiciones en que se desenvolvía la sociedad durante el zarismo, cualquier posibilidad de desarrollo democrático de un partido de masas era inviable. Esa amputación democrática debiera haber sido susceptible de eliminarse a la primera posibilidad.

Pero el Estado que aspiraban construir los bolcheviques se vio sometido a pruebas indeseables. No iba a poder ser un Estado dirigido por una cocinera, ni a transitar, cómodamente, del dominio sobre las personas a la administración de las cosas. En su inicio la Dictadura del proletariado se asociaba a lo que se entiende por “Tipo de Estado” y no como forma de régimen político. No olvidemos que la teoría marxista considera que todo Estado es, en última instancia, una dictadura de unas clases sobre otras, aunque esa dictadura pueda adoptar la forma de diferentes clases de régimen (siempre es preferible la democracia parlamentaria a la dictadura fascista), aunque ambos modelos constituyan diferentes formas de ejercer una dominación de clase. Pues bien, el régimen soviético terminó asociando, sin diferenciación alguna, el tipo de Estado y la clase de régimen, alejándose de cualquier evolución democrática.

La propia práctica política desarrollada por los bolcheviques, ya en el poder, terminaría creando las condiciones de su propia aniquilación futura: disolución de la Asamblea Constituyente, negativa al gobierno de coalición de los diferentes partidos obreros (particularmente mencheviques internacionalistas y eseristas de izquierda), prohibición del resto de partidos políticos, eliminación de la autonomía e independencia de los soviets, subordinación de los sindicatos al poder del Estado, supresión de la libertad de opinión en el propio partido, el terror sobre propios y extraños, Kronstadt…

Las justificaciones para este viraje se centraron en la situación de extrema dificultad para salvaguardar la revolución. La guerra civil, la invasión de las potencias extranjeras, la destrucción de las fuerzas productivas, una economía desquiciada, todo ello hizo aproximarse a Rusia y a las otras naciones soviéticas a la barbarie. Una fortaleza asediada que habría de defenderse sin que la revolución europea acudiese en su ayuda. Poderosas condiciones objetivas apuntaban hacia una degeneración que parecía inevitable y que las medidas adoptadas por el poder soviético acentuaban en grado sumo.

El hecho de que lo excepcional se convirtiera en estructural iba a dilucidarse en los seis años del interregno (1923-29). Después nada quedaría de la llamarada que conmovió al mundo. Un régimen despótico y policiaco ocuparía el lugar de las ilusiones desvanecidas. La clase obrera no era sujeto ni protagonista en la construcción del socialismo sino objeto y víctima de un nuevo régimen político desconocido en la historia. Obviamente, no se construía el socialismo.

El triunfo de la degeneración estalinista

El aislamiento de la revolución rusa acentuó sus rasgos nacionales y éstos, a su vez, favorecieron dicho aislamiento. No obstante, este recorrido no se efectúa sin contradicciones y mucho menos sin resistencias. Si hasta 1923 los pasos atrás (NEP, limitación de la democracia soviética y partidaria…) eran reconocidos como lo que fueron, a partir de ese año ya forman parte del cuadro completo y dejan de ser retrocesos inevitables para convertirse en virtudes (Bujarin: ¡Enriqueceos!, el socialismo a paso de tortuga).

La resistencia a este proceso no podía proceder de una clase obrera débil y agotada, desprovista de protagonismo y con sus organizaciones integradas en el Estado. Solo desde el interior del partido bolchevique habría de producirse. Asuntos como el régimen de partido, la política de la Internacional Comunista (IC), la continuidad de la NEP y la construcción del socialismo, además de la interpretación del pasado revolucionario y el legado leninista. Pero en estos debates solo la élite del partido pudo participar mientras la masa de afiliados y la clase obrera fueron espectadores pasivos de los virajes que se producían, permaneciendo ajenos al desenlace. Oposición de izquierda, oposición conjunta y oposición de derecha protagonizaron las diferentes etapas, pero por encima de todo, dos ideas: “revolución permanente” o “socialismo en un solo país”. En ellas se sintetizaba el presente pero también el futuro del comunismo.

En el llamado Interregno (1923-1929) se resolvió lo que había de ser el futuro. La Unión Soviética va a vivir una formidable contrarrevolución en que todo aquello que fue derrotado en 1917-20 va a renacer con fuerza incontenible. Un país sin industria y con la vieja clase obrera incorporada a la dirección del Estado, con las viejas clases dominantes antes derrotadas, pero que ahora, veían al partido como cauce para la expresión de sus intereses, daban un conjunto en que las condiciones materiales no ofrecían posibilidad alguna para la recuperación de un proletariado revolucionario. Los veteranos bolcheviques debían batirse en retirada y una nueva hornada de burócratas y arribistas abrazaban las nuevas teorías que ponían fin a la inquietud revolucionaria. “El socialismo en solo país” colmaba sus aspiraciones, otorgaba seguridades y eliminaba rebeldías que resultaban incomodas para una sociedad agotada por la miseria y el sufrimiento. Poco importaba que esa misma teoría reprodujese, en un interminable bucle, las miserias y el sufrimiento en los cuales se apoyaba su hegemonía.

La Oposición de Izquierda (trotskysta) primero y la Oposición Conjunta (Trotsky-Zinoviev-Kámenev) después, defendieron la restitución de la democracia interna en el partido bolchevique en contra del nuevo credo monolítico (Stalin-Bujarin-Rykov), aunque no pusieran ningún entusiasmo en la legalización del resto de organizaciones obreras. Abogaron por los planes de urgente industrialización, en el marco de la NEP, como instrumento para la modernización social y para la recuperación del proletariado, mientras el grupo dominante eternizaba la NEP y amenazaba con la expansión de la economía capitalista. Cuestionaron la política de la IC reconvertida en fuerza complementaria de la diplomacia soviética: el fracaso de la huelga general en Gran Bretaña, auspiciada por el llamado Comité Anglo-Ruso (laborista-comunista) y el fracaso de la revolución china en 1927 (la IC presionó al PC Chino para su incorporación al Kuomintang) resultarían elocuentes. Después de derrotada la Oposición Conjunta Stalin se revolvería contra sus aliados del ala derecha (Bujarin-Rykov-Tomski), dando comienzo a la colectivización forzosa y a una brutal industrialización, indisociable de una represión que en nada envidiaría a la del zarismo. Todo lo que recordaba al Octubre victorioso quedaba proscrito hasta culminar en el exterminio de la “vieja guardia”. No debían quedar testigos de Octubre. Mientras, una especie de nueva inquisición se apoderaba del partido, falsificando la historia, alentando la delación… En fin, un nuevo régimen se elevaba como sinónimo de la construcción del “hombre nuevo”.

Independientemente del carácter caprichoso del dirigente, el estalinismo no podía describir una linealidad histórica. Representa la supremacía de un nuevo grupo social parasitario, la burocracia, la que en definitiva, motiva sus caminos y sus ritmos. Así se explica su viraje ultraizquierdista cuando de combatir al ala derecha del partido se trata, el “socialfascismo”, teoría oficial vigente hasta 1934 y que contribuyó al éxito de Hitler y al hundimiento del PC alemán, el mayor partido comunista de occidente. Después el “frentepopulismo” en que el antifascismo se convertía en la negación de la revolución social (en España se experimentó su fracaso). En ambos casos, no era la defensa de la revolución social la que impulsaba las iniciativas sino la supervivencia de la burocracia como grupo dominante.

No es objeto de este trabajo el análisis de las posiciones de Trotsky, de sus numerosos errores ni de su compromiso con la revolución socialista. Las ideas de la teoría de la “revolución permanente” así lo reflejan: a) la revolución democrático-burguesa en los países dependientes es una tarea que corresponde al proletariado, la lucha democrática no se hace con la burguesía sino contra ella, bajo la dirección del proletariado. La revolución democrática va indisolublemente unida a la revolución socialista. b) la revolución en un determinado país está vinculada a la revolución internacional. c) el proceso de construcción del socialismo es imposible en un solo país, siendo el capitalismo la economía dominante a escala universal, solo la revolución internacional permitiría dar avances en esa dirección.

Pero Trotsky y la vieja guardia bolchevique no pudieron vencer. Como todos los derrotados hubieron de afrontar la ignominia de la mentira y la difamación. Como revolucionarios incorruptibles acabaron sus días en las consiguientes purgas, sin comprender, muchos de ellos, como la revolución más grandiosa de la historia era devorada por una contrarrevolución gestada en el partido más revolucionario de la historia. Por el contrario, Trotsky (expulsado de la URSS en 1928) quiso rescatar la tradición bolchevique de la perversión estalinista. Siguió creyendo que en la URSS solo era necesaria una revolución política que restaurase la democracia proletaria puesto que, la revolución social de 1917, había echado raíces indestructibles.

El caso es que en la década de los 80 cuando el llamado ”socialismo real” entra en fase de descomposición, no habrá nadie dispuesto a defenderlo. El comunismo correrá la suerte del estalinismo, fundidos ambos en una idea común. Carece de sentido reivindicar el comunismo auténtico contra la degeneración que engulló todo su componente subversivo y revolucionario. La construcción de un nuevo proyecto emancipatorio no puede efectuarse con sus presupuestos ni con sus tradiciones. La generosidad de sus militantes y de las clases obreras que lucharon por aproximarse al socialismo se hicieron acreedores a mejor suerte.

Recuperando el “hilo rojo”

El fracaso de la Revolución rusa y del comunismo no hace bueno al capitalismo ni a sus manifestaciones destructivas. Hoy como ayer sigue siendo necesario responder a los dramas humanos y a los conflictos sociales huyendo de la equidistancia y optando por todo aquello que contribuya a la protección de los derechos humanos y a la ampliación de la democracia. Buena receta esa que nos dice –más allá de toda duda o confusión- que no podemos ser neutrales, que cualquier compromiso tiene el sentido de hacer que los seres humanos sean más iguales y más libres. Y para esto, el comunismo, el “hilo” que la historia de los conflicto de clase nos legó, terminó entre escombros de esperanzas defraudadas. La humanidad tuvo que soportar una nueva guerra mundial devastadora, infinidad de nuevas guerras locales, fascismos, militarismo, racismo, montañas de sufrimiento, pobreza, opresiones de clase, de género… y en estas seguimos hasta comprometer, incluso, la supervivencia del propio planeta. Este balance es la prueba más esclarecedora de la derrota histórica de lo que fue un proyecto colectivo de emancipación humana, eso que denominamos “comunismo”.

De las enseñanzas que nos proporciona su trágica trayectoria, se podría concluir que la construcción de un proyecto emancipador no puede abordarse bajo las ideas, estrategias y programas de aquel fracaso histórico. No solo las condiciones sociales, la evolución del capitalismo y hasta los actores sociales, antiguos y actuales, requieren de nuevos objetivos, estrategias y programas.

La idea de “revolución democrática” podría sintetizar las aspiraciones de una nueva “mayoría social”, en que los intereses de las clases subalternas y demás grupos sociales excluidos de la toma de decisiones, sean protagonistas del futuro próximo de la humanidad. La “revolución democrática” expresaría el intento de trasladar a las relaciones sociales, a la economía, a la relación entre la actividad económica y la naturaleza, los componentes democráticos que no deben limitarse a la esfera de lo institucional. La democracia y los derechos humanos deben perder toda consideración instrumental, a la que tan proclive, en otros tiempos, ha sido la izquierda.

Otro error al uso es el antagonismo arbitrario entre la democracia directa y la democracia representativa. ¿Es posible la coexistencia? Sí, además de deseable. ¿Son incompatibles? No necesariamente. Recordemos que ha sido frecuente entre la izquierda clásica calificar a los procesos de reacción burguesa u oligárquica como “contrarrevolución democrática”, una contrarrevolución que en ningún caso tuvo nada de “democrática” y sí de restauración autoritaria o criminal de los privilegios de determinadas minorías. El adjetivar esos procesos como democráticos y situarlos enfrente de los procesos revolucionarios, constituyó un inmenso e inmerecido regalo a los grupos sociales dominantes.

Cuando en una sociedad determinada existen desigualdades entre los diferentes grupos sociales, se entiende que unos disponen de un acceso preferente o privilegiado a los bienes y servicios producidos por el conjunto social, siendo, dichos bienes y servicios resultantes del factor trabajo. Cuando una minoría disfruta de una capacidad económica superior, puede decidir los límites de la redistribución de la riqueza, de las decisiones gubernamentales que afectan a la economía, de la política fiscal, de la amplitud de los servicios públicos. De la misma forma, las instituciones políticas y las normas jurídicas se adecúan a sus intereses, incluso en aquellos sistemas considerados más democráticos. Pero toda dominación necesita de un determinado nivel de consentimiento de los grupos considerados subalternos, de una cierta legitimación y aceptación social, condiciones todas ellas que aseguran la invulnerabilidad, en este caso, de las élites dominantes.

Pero la dominación se ejerce de forma diversificada, abarcando, en consecuencia, todas las esferas de las relaciones sociales. Así, se puede hablar de dominación política, económica, social, cultural, nacional, ideológica, familiar… La forma de ejercicio de la dominación no es independiente de los objetivos de la dominación misma.

Bajo las circunstancias actuales de crisis global de la economía capitalista, los grupos sociales dominantes persiguen objetivos cuyas consecuencias implican la modificación profunda y radical del capitalismo conocido hasta el presente. El pensamiento neo-liberal no entiende de pactos ni de compromisos, el poder económico, ideológico y político no puede ser compartido y la necesidad de su concentración obedece a la naturaleza propia del capitalismo en época de crisis. En ese sentido, la democracia no deja de ser una superestructura incómoda, el Estado de Bienestar una rémora para la globalización absoluta y el medio ambiente el escenario al cual depredar sin límite alguno. Podría ser de otra forma pero esas poderosas fuerzas están imponiendo sus soluciones, las que aproximan a la humanidad hacia la barbarie… Pero el desenlace depende de nosotros y no tanto de ellos.

Contra esa “alianza de las élites” se hace necesario un “bloque social” que represente a la otra parte de los intereses en conflicto. En este sentido el conflicto entre trabajo y capital sigue siendo central pero no es el exclusivo. El feminismo y la lucha por una economía sostenible y respetuosa con el medio, constituyen las fuerzas motrices de cualquier aspiración de cambio radical.

En nuestro país y junto a esas fuerzas, el conflicto por los derechos nacionales de las naciones que el Estado no reconoce como tales, es otro de los factores que, indudablemente, hay que tomar en consideración. A grandes rasgos, la transformación democrática en nuestro país, avanza en la dirección ya descubierta por el 15-M en su momento: la lucha por un nuevo proceso constituyente, la democratización de la economía y la defensa del Estado de Bienestar; nuevos poderes, nuevas condiciones de vida y nuevos derechos.

De eso se trata, de que la “mayoría social” devenga en “mayoría política”. Un gobierno de la “mayoría social” que habría de poner en marcha –apoyándose en el “Boque social” y en la movilización-, cauces hacia el nuevo proceso constituyente, medidas que modifiquen las condiciones de vida de los de “abajo” y la recuperación del estado de bienestar.

Al menos, es un intento de que el “hilo rojo” del pasado pueda ser rescatado de los escombros dejados por el estalinismo. Su valor subversivo y transformador así lo requiere. El futuro del socialismo, también.

Madrid, octubre 2017.

Otras intervenciones en el debate

Intervenciones
  • Manuel Garí

    Economista ecosocialista

    Pocas veces un triunfo político tan deslumbrante y esperanzador como la toma del poder por los soviets en la Rusia zarista tuvo un desenlace tan dramático y devastador para la conciencia del movimiento popular en todo el mundo. Este es el meollo de la cuestión que intentan explicar buena parte de los artículos de Espacio Público del debate titulado “Hablemos de la Revolución de Octubre”. Pero es pertinente hacerse algunas preguntas. ¿Tiene algún interés reflexionar sobre acontecimientos ocurridos en Rusia hace un siglo? ¿Por qué se han publicado más de 11.000 artículos en el mundo durante los meses de...
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    Historiador

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  • Pedro Chaves

    Politólogo, investigador especializado en la UE

    En el segundo centenario de la Revolución Francesa, Den Xiao-Ping, veterano dirigente de la República Popular China hasta 1997, comentó que no había transcurrido tiempo suficiente para tener una verdadera perspectiva histórica sobre el impacto de tan magno acontecimiento. La Revolución Rusa de 1917 forma parte de esos magnos acontecimientos que igualan en trascendencia y significación a la Revolución Francesa de 1789. Subvirtió la realidad existente y creó una nueva dimensión histórica en nuestra sociedad. Desde noviembre de 1917, la victoria de los bolcheviques formó parte de lo cotidiano de nuestra existencia y el Siglo XX no puede...
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  • Javier Pastor Verdú

    Editor de 'Viento Sur' y profesor en el Departamento de Ciencias Políticas en la UNED

    * Prólogo de 'Historia de la Revolución rusa' de León Trotsky Al igual que Tucídides, Dante, Maquiavelo, Heine, Marx, Herzen y otros pensadores y poetas, Trotsky alcanzó su plena eminencia como escritor en el exilio durante los pocos años de Prinkipo. La posteridad lo recordará como el historiador, así como el dirigente, de la Revolución de Octubre (Isaac Deutscher, 1969:206). Así pues, sea cual sea el desfase que se observa entre las realidades que genera la Revolución de Octubre, por un lado, y, por el otro, el ideal del proyecto socialista tal como lo imaginaban los bolcheviques, la obra de Trotsky...
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  • Kronstadt

    28/11/2017

    Rolando Astarita

    Profesor en la Universidad de Quilmes y de Buenos Aires. Fue militante del PST y la LCR.

    1. El programa de Kronstadt En los estudios y debates acerca de las causas que llevaron a la burocratización de la Revolución de Octubre, la cuestión de Kronstadt ocupa un rol prominente. Recordemos que en marzo de 1921 los marineros de la fortaleza naval del golfo de Finlandia se levantaron contra el gobierno bolchevique, y establecieron una comuna revolucionaria durante 16 días. El levantamiento fue aplastado, y los sublevados fueron duramente castigados. Tradicionalmente, tanto los stalinistas como los trotskistas defendieron esa represión de Kronstadt afirmando que se trató de un movimiento contrarrevolucionario. Y el argumento central para demostrar ese supuesto carácter...
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  • Marga Ferré

    Presidenta de la FEC (Fundación Europa de los Ciudadanos) y miembro de la red europea de pensamiento crítico Transform!

    Lecciones para el presente de la revolución de octubre: Informe Semanal tuvo a bien dedicar un reportaje a la Revolución de Octubre en su centenario y de los 10 minutos que duró, 6 los dedicaron a describir la muerte de los Romanov y 4 a asentar la teoría del golpe de Estado dictatorial, diseñado desde el primer momento por la pérfida cabeza de Lenin. Por muy burda que sea esta representación histórica de los hechos del 17, cumple su función al reproducir la ortodoxia neoliberal sobre el siglo XX, tan reiterada y profusamente repetida por los medios y por...
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  • Jordi Borja

    Geógrafo urbanista, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya

    Los partidos comunistas nacieron con la revolución rusa de 1917. Casi siempre los fundadores fueron colectivos socialistas y sindicalistas radicalizados por la guerra y por las condiciones de vida de los trabajadores. Nacieron como una esperanza, un mito movilizador, una doctrina salvadora, un afán apostólico, una vocación militante vanguardista. Con una madre protectora, la URSS. Como constaba en los principios de la Internacional comunista proclamaban: los proletarios de todo el mundo tienen dos patrias, la propia y la URSS. Los PP.CC. nacieron con el alma marxista-leninista, con el modelo de la revolución del 17 y el librito...
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  • Montserrat Galcerán

    Catedrática de Filosofía y concejala de Ahora Madrid en el Ayuntamiento de Madrid

    Han pasado cien años de la revolución rusa de 1917, ¡cuánto tiempo y cuán poco! A los cien años de la revolución francesa, en 1889, los socialistas marxistas conmemoraban un acontecimiento fundamental de la historia que había abierto el camino a la Comuna de París de 1871 y a la revolución socialista que se avecinaba. Lo que vino fue una revolución socialista sui generis cuyo eco se prolongó durante el siglo XX, pero cuyo impulso ya desde el 68 parece agotado. La desaparición del bloque socialista no abrió nuevas esperanzas, a pesar de que el capitalismo se haya convertido...
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  • Francisco Louça

    Político y economista

    En sus Notas de Prisión, Rosa Luxemburgo, que acompañaba en la distancia, pero con fervor, la revolución en Petrogrado y Moscú, consciente de los riesgos y de los peligros – tal vez con más clarividencia que cualquier dirigente revolucionario de esa segunda generación del marxismo-, apeló a la solidaridad sin abdicar de su espíritu crítico. Escribió que “Concretamente, lo que nos puede traer luz a los tesoros de la experiencia y las enseñanzas no es una apología ciega, sino una crítica penetrante y reflexiva. Porque una revolución proletaria modelo en un país aislado, agotado por la guerra mundial, estrangulado...
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  • Eddy Sánchez

    Profesor de Ciencias Políticas de la UCM y Director de la Fundación de Investigaciones Marxistas

    El contexto en el que triunfa la Revolución de Octubre es el de la crisis de la primera globalización de finales del siglo XIX. Dicha crisis es sancionada con el nacimiento de los imperialismos que se dirimen en la primera guerra mundial. El coste para el capitalismo de este periodo es la Revolución socialista en Rusia y el Crack económico del 29, crisis que da lugar a la aparición del fascismo y la posterior segunda guerra mundial. Para los bolcheviques, la reconstrucción de un proyecto socialista en aquel contexto requería de formas y sujetos nuevos, situando esa nueva referencia...
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  • Walter Baier

    Coordinador político de la red europea de pensamiento crítico Transform!

    Creo que estoy libre de la sospecha de ser un defensor del comunismo. Sin embargo, no puedo dejar de ver algo supersticioso e infantil en el horror que siente el mundo burgués ante el comunismo, este horror del que ha vivido tanto tiempo el fascismo, es decir, la idiotez fundamental de nuestra época. Thomas Mann, 1946 La importancia de la revolución bolchevique en octubre de 1917 puede medirse por el esfuerzo que todavía se hace hoy, 100 años después, en depreciar este suceso en su magnitud. ¿Se puede decir entonces que es imposible realizar una valoración equilibrada, debido a...
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  • Catherine Samary

    Economista especializada en los Balcanes, profesora de la Universidad Paris Dauphine, pertenece al consejo científico de ATTAC Francia y miembro de la IV Internacional. http://csamary.free.fr

    Todos los pasados no tienen idéntico porvenir, podemos afirmar con Daniel Bensaïd. Octubre 1917 no se dejará enterrar fácilmente. Su inmenso legado, que se debe actualizar, es haberse atrevido a poner en la agenda el cuestionamiento del orden existente –sin recetas y no sin trágicos errores-, enfrentándose a las guerras y violencias sociales de los poderosos, a escala nacional e internacional. Sin embargo, cien años más tarde, a pesar de que la "hipótesis comunista" parece descartada, muchos puntos comunes nos acercan a los desafíos de Octubre. La hipótesis menchevique, según la cual había que esperar de un desarrollo capitalista los...
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  • Juan Manuel Vera

    Economista, Consejo editorial de Trasversales

    La conmemoración del centenario de la revolución rusa plantea algunas interesantes cuestiones sobre la identidad de lo que se ha llamado izquierda a lo largo del siglo veinte. También podría servir para comprender las razones por las que la herencia del octubre soviético no forma parte del arsenal de instrumentos para desarrollar las nuevas prácticas sociales de lucha contra el capitalismo neoliberal sino, más bien, una pesada losa histórica que dificulta la construcción de una alternativa al imaginario capitalista. Por supuesto, el punto de partida deberían ser los hechos históricos con su singularidad. Sin embargo, no es posible hablar...
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  • José Luis Mateos

    Sociólogo, sindicalista, miembro de la Fundación Andreu Nin

    Nadie consideraría razonable condenar la Revolución francesa por la evolución de la sociedad capitalista. En cambio, sí es habitual desacreditar la Revolución rusa desde los escombros dejados por el socialismo real, esa construcción política recreada por el estalinismo. Se trata de la Revolución rusa y no solo de Octubre, de un complejo e inaudito proceso revolucionario del que Octubre fue su culminación. Una culminación que conviene recordar se podría llenar de matices, pues ese mismo proceso supera y se proyecta por encima del mítico mes. Respetando el calendario gregoriano, nos encontramos con profundas convulsiones sociales y políticas: Revolución de Febrero,...
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  • Fabrizio Burattini

    Sindicalista, exdirigente de la CGIL de la enseñanza y de la USB, y miembro de Sinistra Anticapitalista

    El año 1917 supuso una verdadera línea divisoria en la historia del movimiento socialista. Desde luego el factor determinante fue la Revolución Rusa, pero, igualmente decisivos fueron los acontecimientos, las elaboraciones y las elecciones que diversos actores colectivos e individuales protagonizaron en ese periodo en otros muchos países. Toda Europa fue golpeada por fuertes contradicciones entre, por una parte, un desarrollo económico impetuoso y, por otro, unas deprimidas y bloqueadas condiciones de vida de las masas populares. Una contradicción evidente para todos trabajadores y ciudadanos que veían las riquezas nacionales crecer muy deprisa y las condiciones de vidas de sus...
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  • François Sabado

    Ex dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria de Francia y de la IV Internacional

    El punto de vista que defiendo es que la Revolución rusa fue gran acontecimiento en la historia de la emancipación de los pueblos. Un momento extraordinario en el cual las clases dominantes pierden el dominio que les parecía asegurado por los siglos de los siglos. Y en el cual las masas populares desbaratan todo para tomar el destino en sus manos. Ante la pregunta histórica y teórica decisiva: ¿Había que tomar el poder en las condiciones precisas de Octubre de 1917?, seguimos convencidos de que la respuesta es positiva. El ímpetu de esta movilización antes, durante y después de Octubre...
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  • Fernando López Agudín

    Periodista

    Extraño aniversario el centenario de la revolución bolchevique. Envuelto en un escenario capitalista, que es justamente el que buscaban superar los compañeros de Lenin, aparece protagonizado tanto por sus más encarnizados enemigos, en un ajuste de cuentas histórico, como por sus más implacables críticos, en un intento de extraer lecciones de la implosión del estado obrero que nació de la insurrección de 1917. De esa experiencia, más de setenta años de existencia de la Unión Soviética, unos y otros, eso sí con fines opuestos, coinciden en no pocos de los análisis. Desde la ausencia de democracia, como si...
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  • Constantino Bértolo

    crítico cultural

    La celebración del primer centenario de la revolución soviética sin duda debería y podría ser la ocasión propicia para deconstruir al menos algunas secuencias , interpretaciones y lugares comunes que recaen sobre aquel acontecimiento y sus protagonistas. Ni la revolución es la toma del Palacio de Invierno ni el partido bolchevique es una secta uniforme y dogmática en donde Lenin recibe obediencia y ejerce su autoridad sin discusión alguna. Todo lo contrario. La revolución es la culminación de un largo y complejo proceso, el partido bolchevique es una inteligencia crítica, autocrítica y activa y Lenin es un revolucionario que...
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  • Elena Cabezalí García

    Historiadora

    La importancia de la Revolución de Octubre de 1917 cuyo centenario conmemoramos, puede medirse por la magnitud del bombardeo ideológico desencadenado contra ella, que dura también cien años. Un siglo de ataques desde la derecha y la izquierda, para presentar la primera revolución obrera triunfante como un gran error, que trajo al pueblo muchas calamidades y lo entregó a las garras de despiadados dictadores. El discurso contrarrevolucionario se construyó para justificar la intervención de las potencias desde el año 1918, se amplió al calor de la represión estalinista y se fortaleció durante la Guerra Fría, mientras...
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  • Josefina Luzuriaga Martínez

    Historiadora

    El 8 de marzo de 1917, en el día internacional de las mujeres, daba comienzo la Revolución rusa. Las obreras de las fábricas textiles de Petrogrado salieron a la huelga y agitaron en las fábricas vecinas: “¡Abajo la guerra!”, “¡Pan para los obreros!”. Poco después se vivó una inmensa huelga general, que terminó con el Imperio de los Zares. Los censos de 1897-1914 muestran que había 20 millones de mujeres trabajadoras en el Imperio ruso. Cerca de la mitad estaban ocupadas en tareas domésticas, mientras un quinto eran obreras industriales. Hacia 1917, la cifra de trabajadoras industriales alcanzó 7,5 millones....
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  • Eddy Sánchez

    Profesor de Ciencias Políticas de la UCM y Director de la Fundación de Investigaciones Marxistas

    En la última década se ha sucedido un ciclo de movilizaciones de carácter global, fruto de un contexto de indignación social consecuencia de la crisis, contexto en el que surge de nuevo el debate de las nuevas formas de comunismo hoy. Para el historiador Juan Andrade, el debate del comunismo en la actualidad se diferencia respecto al de décadas anteriores, en el hecho que se desarrolla sobre todo en el campo de la Filosofía y los estudios culturales, más que en el de las ciencias sociales. En España, dicho debate es conocido por la publicación del libro colectivo editado por el...
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  • Gabriel Flores

    Economista

    El colapso de los sistemas de tipo soviético existentes en Europa central y oriental conformó un inédito acontecimiento revolucionario que se llevó por delante con extraordinaria rapidez el viejo orden administrativo. Entre 1989 y 1991 se desbarató un bloque de países que tenía sus señas de identidad enraizadas en la Revolución de Octubre que estaba en su origen. La disolución formal de la URSS en diciembre de 1991 fue el acto final, el resultado del evidente agotamiento histórico de un movimiento revolucionario a escala mundial que se fundó y tomó impulso en la insurrección bolchevique de octubre de 1917. Comienzo...
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  • Marina Albiol

    Diputada en el Parlamento Europeo y responsable de relaciones internacionales de Izquierda Unida

    ​Revolución es una palabra que escuchamos muchas veces, pero que adquiere su significado más profundo y esperanzador para las clases y los pueblos oprimidos cuando nos referimos a la Rusia del 17. No encuentro mejores ejemplos que la Revolución Francesa de 1789 y el alzamiento bolchevique para demostrar que, lejos de ser un sueño irrealizable, podemos cambiar el mundo desde sus cimientos para que los que hoy no son nada, lleguen a serlo todo. Por eso, cien años después, las clases dominantes de todo el planeta se unen para mentir y arrojar confusión sobre aquellos acontecimientos y, también por eso,...
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  • Antonio Rubira León

    Como señala el Profesor Fontana, el centenario de la Revolución Rusa de octubre de 1917, debe servir para “sacar lecciones útiles para un presente de desconcierto e incertidumbre”. Yo añadiría, además, para comprender mejor las derrotas revolucionarias desde entonces. Aunque la lucha de clases se expresa siempre de forma concreta y todas las revoluciones bajo el capitalismo industrial son distintas, todas tienen fundamentos políticos similares. No todas las situaciones revolucionarias terminan en revolución, de la misma manera que no toda revolución culmina en victoria. De hecho, la mayor parte de las revoluciones del siglo XX han sido derrotadas. La excepcionalidad...
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  • Javier Segura

    Profesor de Historia

    Cuando a mediados del siglo XIX los jóvenes revolucionarios Karl Marx y Friedrich Engels iniciaron su obra, orientaron su trabajo hacia la resolución de un “enigma histórico”, el planteado por la continuidad en el tiempo de las desigualdades entre minorías acaudaladas y mayorías empobrecidas, al tiempo que la creciente productividad del trabajo humano permite erradicarlas. Para ello, partieron de una cuestión clave: ¿De qué manera debería reorganizarse el mundo para construir un nuevo orden basado en la justicia? ¿Quién debería ser el agente impulsor de esta transformación? La respuesta estableció los fundamentos del marxismo: que sintetizo a continuación: 1) Todo...
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  • José Antonio Errejón

    Licenciado en Ciencias Políticas y Economista

    El centenario de la Revolución de Octubre y el balance de este siglo de historia en buena medida determinada por ella nos colocan ante lo que, creo, es la cuestión más importante, saber si y en qué medida Octubre sigue operando como el gran foco de aliento y esperanza para millones de personas que en diversas zonas del mundo sufren la injusticia y la opresión y aspiran a una vida distinta. Hace casi treinta años que vinieron abajo con una imprevista facilidad la mayor parte de los regímenes políticos que se declaraban herederos del Octubre del 17 y los que...
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  • Cesar Roa

    La mirada del triunfador no suele conducir a una comprensión más cabal de la historia. Para quien se encuentra poseído por la creencia de que los individuos, clases sociales o naciones más merecedores del éxito han ganado la partida, el pasado aparece exclusivamente como el escenario en el que los vencedores van perfilándose y derrotando progresivamente a sus rivales hasta la apoteosis final del presente. La historia queda degradada al relato de la marcha victoriosa de las actuales clases dominantes sobre los obstáculos que ocasionalmente han intentado frenarla. Dentro de esta perspectiva, las revoluciones sociales que una vez...
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  • José Luis Zárraga

    Sociólogo

    Fontana abre un abanico muy amplio de temas sobre la revolución rusa y el desarrollo de la sociedad soviética. En este centenario tendremos ocasiones para discutir todos esos temas, que no son cuestiones históricas que se agotan en sí mismas sino punto de partida fundamental para reflexionar y debatir sobre la construcción del socialismo. Pero para empezar, sería bueno fijar la atención en el acontecimiento que ahora se conmemora: la revolución soviética de octubre de 1917 y su desarrollo inicial en los años críticos de 1917 a 1923, el periodo que va desde la toma del poder hasta la...
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