“Las preguntas verdaderamente importantes son siempre más importantes que cualquiera de sus respuestas”. Almudena Grandes

Forma parte de nuestra esencia, lo hicimos desde el principio, nos construimos así, sin saberlo, de manera innata. Con el habla incipiente, no cesamos de formular preguntas, casi sin querer, como si no fuera posible ver y entender el mundo de otra manera. Así dimos forma a nuestro entorno, estructurando los espacios de nuestra mente. Con los ojos bien abiertos y brillantes abrimos nuestro conocimiento a lo que es nuevo e incomprensible. Pero, por desgracia, un día dejamos de hacerlo, como si ya lo supiéramos todo, como si el asombro de lo nuevo se esfumara.

Ya de mayores, más arrogantes y presuntuosos, creemos que preguntar es de débiles, una cosa inútil, infantil o estúpida. Entonces, con prepotencia, reclamamos respuestas sin habernos hecho previamente la pregunta de aquello que preferimos ignorar. Dejamos de entender, y solo juzgamos, nos convertimos en predicadores de la verdad, nuestra verdad, la que no permite discusión, la que no es cuestionada, petrificada.

A falta de reflexión, sin interrogantes, la razón absoluta se apodera de la mente, sin resquicios, y solo permite la confirmación constante de lo ya sabido. Es cuando sin formular la pregunta exigimos la respuesta, nuestra respuesta, la única que nos sirve para convalidar nuestro pensamiento y convicciones. En la sociedad de la sobreinformación, el pensamiento crítico desaparece, se deshace cuando las redes convierten lo complejo en simple, cuando el debate se esfuma entre ideas virales que se transforman en doctrina. Las inercias de bulos y mentiras anulan el análisis, todo es opinión y no interrogante. Pensar cansa, reflexionar ya no está de moda.

La pregunta es un espacio abierto, rico y fértil donde nace el humanismo y la ciencia, donde se crean dimensiones performativas e imaginativas, que permiten el diálogo, la escucha, la iniciativa y el progreso. Pero también resulta peligrosa, porqué asusta, es incómoda, ofensiva e insurgente. La pregunta nos enfrenta a nuestras contradicciones, nos hace vacilar, es el motor que nos lleva adelante, nos impulsa, nos motiva, nos interpela, nos ayuda a discernir el camino más adecuado para transitar entre nuestras incertidumbres, entre los claroscuros, en esta zona intermedia donde la duda se manifiesta.

Cuando desconfiamos no nos sometemos a respuestas banales, nos comprometemos a buscar preguntas para entender. La comodidad y el hastío son enemigos de la crítica que demanda esfuerzo y responsabilidad. Ya lo decía Einstein, lo importante es no dejar de hacerse preguntas, para conseguir descifrar los enigmas de la vida. Pero ya no es suficiente con las preguntas primigenias: ¿De dónde venimos?, ¿Qué somos?…  Existen infinidad de respuestas a estos enigmas abstractos y autoindulgentes, ahora debemos pasar del creer a la acción, a la voluntad, al empeño, formulando preguntas proactivas que nos sacudan de la complacencia.

La respuesta, en cambio, puede resultar intolerante cuando no interroga el porqué de su origen/pregunta. La respuesta se convierte en solución, en estación final, sin recorrido, en una especie de acto de fe formulado por alguien que no soporta ser interpelado. Sin pregunta no hay réplica, desaparece la pólvora de la disidencia, se desvanece la fuerza del cambio. El populismo se desenvuelve cómodamente en este ambiente, en un mundo donde la gente ha dejado de razonar y proyectar mundos nuevos. A falta de preguntas transformadoras, la derecha proclama respuestas dogmáticas, incendios morales en un mundo árido de ideas.

Así, por ejemplo, es más fácil criticar la inmigración, sobre todo cuando uno no pregunta por qué toda esta gente huye de sus países. Es cómodo aceptar también la opresión si no se pregunta antes por las continuas vejaciones que sufren las minorías. Tampoco se puede defender el machismo sin preguntarse por la atávica injusticia social a la que están sometidas las mujeres, así como aceptar la crisis climática sin cuestionar nuestro modo de vida insostenible. No reconocer los profundos abusos a los cuales nos vemos sometidos, se debe en gran medida a la incapacidad de no querer sospechar, entender y escuchar. Ante tanto atropello y tantas mentiras, nos rebelamos con más preguntas.

La soberbia humana se empequeñece cuando la humildad de la pregunta aparece, el autoritarismo se debilita cuando la pregunta combativa prevalece, aquí nace la democracia entendida como un espacio donde todo es cuestionado, debatido i contrastado. Para avanzar necesitamos hacernos nuevas preguntas para mirar hacia sitios que no hemos mirado todavía. Interrogarnos constantemente para construir los nuevos puentes que nos lleven a las respuestas que siempre hemos soñado.

El sabio no es el hombre que proporciona las respuestas verdaderas, es el que formula las preguntas verdaderas.” Claude Levi-Strauss

 

Vivimos una situación donde domina la sensación de tránsito, de cambio lleno de incertidumbres, unos preocupados por la desaparición del futuro y otros más por la del pasado en una lógica en la que hay quien ve el futuro de su parte cuando hay otros que se defienden de él[1]. Pero sí es cierto que estamos en momentos de mutación social y ecológica con un cambio climático como espada de Damocles que orienta muchas decisiones.

También empieza a cundir la idea de que no estamos resolviendo bien el dilema entre lo que hacemos y lo que debemos hacer, entre lo posible y lo necesario. En este sentido también hay un sentimiento, cada vez más generalizado, de que estamos lejos de crear modelos postcapitalistas basados en crecimientos permanentes (aunque se tilden de verdes) quizás porque estas soluciones están basadas en la misma escala de valores que ha traído los problemas cuando la realidad es que no pueden solucionarse problemas derivados del productivismo desde una base productivista (aunque se revise su apellido) o dicho de otra forma, no se puede plantear una alternativa al actual modelo económico sin un cambio (una reducción) de los flujos del metabolismo ecosocial que no puede hacerse sin modificar las reglas del juego que los mueven.

En realidad cuando se afirma que no hay Economía sin Ecología esto depende del tipo de Economía de que estemos hablando porque solo entendiéndola como subsistema de la Ecología podrá darse la deseada (y ahora tan apelada como sostenible) armonización con los ciclos naturales y por tanto el equilibrio con las tasas de renovación de materiales y energía de la naturaleza.

Considerando esta situación, en Julio pasado se puso en marcha una Plataforma de diversas organizaciones (en realidad casi 30) de la sociedad civil con el nombre de “MÁS ALLÁ DEL CRECIMIENTO”, una denominación suficientemente expresiva de su finalidad como es el sondear nuevos modelos ecosociales fuera de los mitos actuales del sistema económico dominante y cuyos planteamientos y objetivos sintetizamos en el presente articulo.

Contexto: Los límites de la naturaleza

La historia de la evolución humana en los últimos años ha estado basada en le paradigma de crecimiento (un mito bajo el cual se evalúa la calidad de nuestro actual sistema), que ha sobreexplotado la naturaleza esquilmando sus recursos a un ritmo tal que impide su regeneración y además utilizándola como depositaria de los residuos generados por los procesos productivos lo que ha catalizado su degradación. En paralelo se incrementó también la explotación laboral y la desigualdad entre países y entre clases sociales.

Hoy sabemos que los límites de la naturaleza arrastran los del crecimiento económico que de ella depende. Tras cientos de años de productivismo capitalista hemos llegado al límite de un abismo que asoma en las diversas crisis concatenadas a las que asistimos donde la degradación ambiental y la contracción de materiales es evidente como lo es la quiebra de derechos sociales a la que estamos asistiendo con un denominador común, que no es sino un indicador del fallo del modelo como es el Cambio Climático, un acelerador de riesgos.

A pesar de los intentos de readaptar el modelo con políticas correctivas y preventivas de naturaleza conservadora definidas como de sostenibilidad y transición ecológica, la realidad es que los impactos ecosociales continúan (degradación ambiental y social van unidas) y se recrudecen: mayores emisiones de gases de efecto invernadero, mayores sequías y eventos extremos, procesos de contaminación de aire, agua y tierra cada vez más graves, una deforestación creciente que daña la biodiversidad y que puede incidir en nuestra salud (por ejemplo la COVID) y un largo etcétera. Parece claro que estas políticas de sostenibilidad ya no son efectivas, están superadas, es preciso buscar nuevas soluciones. Se requiere un profundo cambio cultural.

Bases para el debate

Pero las nuevas soluciones deben partir de los consensos necesarios para hacer llegar a la ciudadanía que es preciso este cambio y que así esté concernida, hacer comprender que el llegar a fin de mes está muy relacionado “con el fin del Planeta” y que por tanto se precisa un nuevo campo de relaciones entre lo privado y lo común, con intereses confluyentes.

Para ello es preciso partir de un análisis objetivo de la realidad, sin sesgos ni manipulaciones, desde distintas perspectivas, orientado en base a los siguientes parámetros:

  • Definir nuevos paradigmas orientados no tanto a los indicadores económicos sino al bienestar social.
  • Determinar los ámbitos donde es preciso reducir los metabolismos (Decrecer) y cómo hacerlo para no ahondar en la desigualdad actual y en los que es preciso asegurar un crecimiento justo y los términos para que realmente lo sea.
  • Analizar las vinculaciones entre lo individual y lo común, reasignando el valor de ambos en una lógica donde no prime la competencia sino la cooperación como vector de búsqueda del bienestar social.
  • Constatar el hecho de que el productivismo y la sobreexplotación de los recursos naturales incide en una mercantilización y financierización de la naturaleza que terminan desequilibrando el sistema ecológico y con ello su pervivencia.
  • Esta situación puede desencadenar fenómenos de colapsos ecosociales siendo muy relevante cómo estos posibles colapsos podrían provocar desequilibrios diferenciales que ahondarían las desigualdades existentes actualmente.
  • Definir el papel del Estado como facilitador de las condiciones del cambio, integrador de Naturaleza y Mercado, un Estado emprendedor que facilite las vías hacia una nueva economía ecológica y de una nueva Gobernanza Participativa. Asimismo, definir el papel de la Política para catalizar autotransformaciones de la sociedad, para que la sociedad se cambie a sí misma.
  • Establecer propuestas concretas en distintos ámbitos y vectores económicos que dentro del esquema de economía ecológica, muestre a la ciudadanía la cercanía de que lo necesario sí es factible.

Y todo ello en base a cuatro ejes esencialmente donde integrar el nuevo modelo: Desaprender olvidando paradigmas pasados; desmaterializar la economía (ahorrar, reutilizar, reurbanizar …); desmercantilizarla con el blindaje público de los recursos naturales, economía de servicios, de cuidados y descentralizar política y económicamente.

La Respuesta de la Sociedad Civil. Plataforma “Más Allá del Crecimiento”

Cambios todos del calado necesario para los que no hay una sola hoja de ruta sino diversas que es preciso hacerlas confluir. Es por ello y para ir fraguando este consenso para lo que se ha creado la citada Plataforma desde la sociedad civil “Más Allá del Crecimiento” donde diversas organizaciones ecologistas, de la economía, sindicales, científicas, de defensa de derechos civiles, etc … abren un espacio de reflexión, comunicación y sensibilización hacia un nuevo modelo distinto al dominante, con los siguientes objetivos:

  • Fomentar el debate interno entre las organizaciones conformantes.
  • Establecer vínculos para la educación y sensibilización de la ciudadanía especialmente en los más jóvenes.
  • Implicar en el debate a los poderes políticos y a sectores de la economía dominante.
  • Abrir líneas de comunicación en los distintos medios disponibles como la que se inicia en este ESPACIO PÚBLICO, donde paulatinamente se irá alimentando con artículos y notas informáticas sobre distintos ámbitos concretos que demostrarán que sí es posible un nuevo modelo “Más Allá del Crecimiento”. Así se hablará de Turismo, de Transportes, de Economía Circular, de Biodiversidad y de Ordenación del Territorio pero también de Ecofeminismo, de Desequilibrio Norte-Sur, de Democracia (más Democracia) y de Paz. Temas todos esenciales para definir un nuevo horizonte civilizatorio.

En suma, para sembrar conciencias y consciencias, para mirar el futuro con esperanza y no de algo de lo que nos tenemos que proteger.

Notas:

[1] Tomado de Daniel Innerarity.

Un debate para facilitar el intercambio entre las múltiples miradas de la población joven

Las sequías e inundaciones que empiezan a provocar el cambio climático, los conflictos crecientes entre las miradas rurales y urbanas sobre la velocidad e intensidad de la transición ecológica, la necesidad de revisar las pautas alimentarias que impone el mercado, la desertificación y los movimientos migratorios… dibujan, junto a muchos otros síntomas, una realidad compleja que necesita de nuevos impulsos, nuevas estrategias didácticas, nuevas políticas públicas…

¿El Pacto Verde Europeo puede hacer frente a la crisis ecológica? ¿Puede la tecnología ayudar en la transición energética? ¿De qué manera?

¿Cómo se percibe el cambio climático entre la juventud? ¿Cuáles acciones se deben de implementar para cambiar el modelo económico y social? ¿La economía circular es una alternativa? ¿Y las cooperativas y la economía social?

El cambio climático y las sequías recurrentes convierten al agua es el factor crítico para la sostenibilidad de las sociedades. En España, el 80% se destina a la agricultura de regadío, 10 puntos más que hace 25 años. ¿Cómo enfrentar el tema del agua y la agricultura?

Considerando, además, que más de dos tercios de los agricultores se jubilarán en los próximos años. ¿Cómo educar a los jóvenes agricultores para que tomen el relevo? ¿Cuáles son los modelos agrarios y ganaderos sostenibles a seguir? ¿Cuáles son las soluciones de proximidad y avances en la cadena de valor alimentaria?

La adaptación a la transición ecológica va a provocar también cambios en el modo de vida y de los hábitos de consumo que deberían asumirse cuanto antes en un proceso de reeducación permanente. Por un lado, la edición genética es ya una práctica habitual de la agroindustria y produce, como resultado, productos muy llamativos en formas y colores. La globalización permite además que esos productos estén presentes en el mercado permanentemente, “fuera de temporada” según planteamientos locales. En paralelo, los productos agrarios ecológicos son variados y heterogéneos, poco atractivos desde el punto de vista estético.

¿En qué medida la juventud asume las nuevas pautas de consumo ecológico? ¿Qué políticas deberían impulsarse para favorecer el cambio de mentalidades?

Son muchas las preguntas y también muchas las respuestas que las generaciones actuales están obligadas a debatir y contrastar. Pero son los más jóvenes los que están llamados a ejercer el protagonismo y el liderazgo de los tiempos que vienen.

Es por ello, que nos ha parecido esencial organizar este debate en el que el protagonismo recaiga en los que sean menores de 35 años con el propósito de que sea abordado desde perspectivas plurales e innovadoras y facilite un diálogo entre los diferentes entornos rurales y urbanos en los que habitamos. Un debate al que convocamos a agricultores y agricultoras, asociaciones ecologistas, cooperativas, expertos y expertas, y la juventud de cualquier perfil.


Además, sobre este mismo tema hemos desarrollado una encuesta de 14 preguntas. Contestarla puede llevar alrededor de 15 minutos y da derecho a conocer los resultados. 

El margen para la disidencia es, incluso en nuestras democracias, cada vez más estrecho, lo cual representa, no hace falta decirlo, una grave amenaza para todos.

Cuando hay un intento generalizado por parte de los gobiernos de silenciar cualquier opinión que no coincida con la que interesa al poder, una voz discordante sorprende y rechina.

Estamos ya tan deshabituados a escuchar otras voces, por ejemplo, las que hablan de paz en medio del coro político y mediático a favor del rearme de Ucrania, que casi nos escandalizan.

La psicóloga y escritora francesa Ariane Bilheran, autora de varios libros sobre la manipulación y la psicología del poder (1) nos advierte del peligro que todo ello supone.

Bilheran habla de tres tipos de personas capaces de resistir un mundo que tiende a convertirse en “totalitario”.

El primero es el de quienes creen en el más allá, no se dejan impresionar por nada y no temen por tanto siquiera la muerte.

El segundo lo forman las personas que trabajan con las manos, con la materia: por ejemplo, los artesanos y los agricultores, siempre apegados a la tierra.

Finalmente el tercer tipo es el de los que han vivido experiencias totalitarias, por ejemplo, en regímenes comunistas o fascistas y ven asomar un nuevo peligro.

Ello explica, por ejemplo, que en el caso de Alemania, la oposición al Gobierno del canciller federal Olaf Scholz sea mayor en los “laender” del este, que vivieron bajo un régimen comunista y desconfían más del poder que quienes siempre han vivido en la Alemania capitalista.

Los germano-orientales parecen intuir mucho antes que los de la parte occidental del país que algo no funciona: que hay una fuerte discordancia entre lo que dicen los políticos, en su mayoría gente de formación académica y con poca experiencia vital, y la realidad que ellos viven diariamente.

En sus estudios sobre el totalitarismo, la famosa filósofa judía alemana Hanna Arendt hablaba de que para que triunfe esa ideología es imprescindible cortar el vínculo entre cabeza y estómago.

Así se habla hoy cada vez más de lo que se conoce como “desarraigo psicológico”, es decir, la pérdida de las raíces familiares, sociales y culturales.

Algo que genera depresiones, un sentimiento de desorientación, de extrañamiento y de pérdida de sentido vital, lo que convierte a los individuos en mucho más vulnerables.

La digitalización aísla cada vez más a las personas y las separa del mundo real, el de las sensaciones y las emociones.

Es significativo que en Suecia, uno de los países donde ese proceso estaba más avanzado, las autoridades hayan decidido prohibir las tabletas y los móviles en las escuelas por considerar que afectan negativamente al rendimiento de los alumnos.

Notas:

[1] “Psychopathologie du totalitarisme” Guy Trédaniel Éditeur.

[2] “Psychopathologie de la paranoia”. Collection Psy, Éditeur Dunod

Salvador Illa quiso que su primera visita oficial como president de la Generalitat fuera a la sede central de Mossos d’Esquadra, en Sabadell. Expresaba así una prioridad. Se trataba de «mostrar pleno apoyo» a la policía de Catalunya antes de dirigirse a cualquier otro estamento profesional o sector social.

Quería, dijo, «conocer de primera mano» las «inquietudes y necesidades» de la policía autonómica catalana, que recientemente ha sido objeto de variadas críticas por no haber podido detener al expresident Carles Puigdemont, en su breve aparición en Barcelona, a pesar del despliegue excepcional de efectivos en toda Catalunya en una «operación jaula» que parecía destinada a la captura de una peligrosa banda de delincuentes.

Los Mossos, como «agentes de la autoridad», comparten con otros policías, funcionarios de prisiones, empleados de compañías privadas de seguridad, guardias civiles y, en determinadas circunstancias con la tropa y los oficiales del Ejército, la prerrogativa de poder utilizar la fuerza contra ciudadanos normales, los de la vida civil. Poseen formalmente el monopolio de la violencia institucional. Por este motivo, además de uniformes, placas y otros signos externos, acostumbran a llevar porras, esposas, pistolas, fusiles y otros instrumentos coercitivos.

Illa dijo a los Mossos que tenían que trabajar «alejados de la confrontación política«. El nuevo president de la Generalitat sabe perfectamente que ese alejamiento es imposible. Es evidente que cuando los Mossos o los agentes de cualquier policía reprimen actos de protesta con más o menos violencia, efectúan detenciones entre manifestantes, siguen las instrucciones de determinados jueces o restringen el ejercicio de libertades y derechos fundamentales como el de reunión y manifestación, o el de poder votar, lo que hacen es intervenir de manera contundente en la vida política y en determinada dirección, a favor de unos y en contra de otros.

Salvador Illa, por otra parte, no puede ignorar el talante ideológico de una parte más o menos importante del personal reclutado para actuar como fuerza de orden público. Determinados policías ejercen su oficio con mayor o menor profesionalidad y respeto por los derechos de la ciudadanía. Tenemos constancia de ello. Pero también es evidente que los métodos que se han seguido para elegir agentes no han impedido que las ideas antidemocráticas se extiendan dentro de las llamadas «fuerzas de seguridad». La connivencia entre elementos de los cuerpos policiales y la derecha extrema se pone de manifiesto con frecuencia.

Cuesta recordar a gobernantes que hayan expresado públicamente preocupación por los abusos de autoridad, por comportamientos violentos, por los atentados policiales contra los derechos humanos o por determinadas conductas antidemocráticas y que se hayan mostrado decididos a parar en seco esta deriva.

La ultraderecha se hace fuerte dentro y fuera de las fuerzas armadas y de seguridad. De hecho, los votos obtenidos por VOX en poblaciones donde viven policías, guardias civiles y militares no dejan lugar a dudas. Los gobernantes de derechas sintonizan bastante con estos estamentos y los que se reivindican como «progresistas» hacen casi siempre la vista gorda ante esa realidad, para mantener de esta manera una relación de permanente cordialidad con esos “servidores públicos”. Unos y otros destacan siempre que pueden «la ejemplaridad» y «el espíritu de sacrificio» de los «garantes del orden público». En términos idénticos o muy parecidos se expresan para poner en valor la actividad del Ejército.

No faltan educadores y profesores de formación secundaria que certifican que entre sus alumnos, cuando se habla sobre el futuro profesional que pueden desear, quién expresa preferencia para ser policía no suele ser el chaval más interesado por la vida cultural.

La gente sensible a los valores democráticos, en general, muestra menos interés por lo que se conoce como «seguridad ciudadana» que los sectores sociales de la derecha y la ultraderecha, que ambicionan lugares de trabajo desde los cuales puedan ejercer «autoridad». Esto es un hecho y representa un problema que en muy pocos países se intenta atajar. En el Estado español se ha normalizado la coincidencia de criterio entre jueces conservadores, fuerzas de seguridad y organizaciones de la derecha extrema, y este es seguramente uno de los principales motivos por los cuales se mantiene la «tradición» de otorgar más valor a la palabra de un agente con placa o de uniforme que a cualquier otro ciudadano.

Pablo Llarena, Manuel Marchena, Carmen Lamela, Joaquin Aguirre, Juan Carlos Peinado, Manuel García-Castellón y buena parte de sus colegas ultraderechistas de la magistratura no han tenido dudas sobre quién merece ser escuchado con respeto y quién no cuando han instruido causas o redactado sentencias contra activistas o representantes políticos disconformes con el régimen actual.

¿Hay que recordar la actitud de los jueces del Supremo cuando se trataba de recoger testimonio de los testigos de la defensa en el juicio contra los acusados de haber impulsado el referéndum del 1 de octubre del 2017? ¿Y el privilegio de credibilidad que concedían a los policías y guardias civiles que desmentían contra toda evidencia haber actuado con violencia? ¿Y el interés que demostraban cuando escuchaban, uno tras otro, a quienes  afirmaban haber percibido «miradas de odio» por parte de la gente que quería votar? Era inevitable la percepción de que la sentencia ya la tenían escrita de acuerdo con la instrucción del sumario y que no podían tolerar versiones diferentes de la policial. De poco o de nada sirvieron los esfuerzos de los abogados para efectuar una defensa técnica de los procesados.

¿Caben dudas sobre la falta de verosimilitud de la «investigación» que se llevó a cabo para acusar de terrorismo a los detenidos en la «Operación Judas«? Solo se basa en el relato de guardias civiles, alguno de los cuales no disimula sus prejuicios ideológicos, contradictorios con los anhelos republicanos.

Quien más quien menos tiene presente el caso de los ocho jóvenes de Altsasu, condenados a penas de prisión diversas por su implicación en una pelea de bar con un teniente y un sargento de la Guardia Civil que se encontraban fuera de servicio. Fue un altercado como cualquier otro pero la jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela ordenó el ingreso en prisión de los jóvenes por un delito de terrorismo. Solo se tuvo en cuenta el testimonio de los guardias. La acusación de «terrorismo» decayó finalmente pero el Supremo mantuvo penas de entre 18 meses y 9 años de prisión para los procesados.

El caso de los ‘6 de Zaragoza‘, detenidos aleatoriamente en un bar horas después de haberse producido una concentración de protesta contra la celebración de un mitin de VOX, es otro ejemplo de sintonía política entre extrema derecha, jueces y policías. La palabra de estos últimos se transformó en hecho probatorio, sin ningún documento gráfico de apoyo y con ignorancia de los testigos favorables a los detenidos. El Tribunal Supremo condenó a los 4 que eran mayores de edad a 4 años y 9 meses de prisión por supuestos delitos de desórdenes públicos, atentado contra la autoridad y lesiones a los agentes.

La lista de víctimas de los jueces para nada ecuánimes, cuya mirada política se encuentra indudablemente sesgada hacia la derecha, es muy larga, pero a todas ellas hay que añadir las de la arbitrariedad de los policías. La salvaguarda del «prestigio» y de la autoridad de los agentes se pone por encima del respeto de los derechos democráticos de la ciudadanía. El temor a sus reacciones de protesta corporativa es uno de los motivos por los cuales el «gobierno progresista» no se ha atrevido a derogar, a pesar de los compromisos políticos, lo que se conoce como ley mordaza.

Los recientes acuerdos entre la empresa ‘Desokupa’, el Sindicato Unificado de Policía (SUP) y el principal sindicato de empleados de seguridad privada, para impartir «cursos de formación» a agentes y vigilantes, resultan más que significativos del clima que se respira en determinados cuarteles, comisarías y oficinas, así como de las conexiones entre ultraderecha y agentes de la orden.

En relación al corporativismo policial, resultó bastante elocuente la rueda de prensa del anterior consejero de Interior, Joan Ignasi Elena, y de los jefes de los Mossos d’Esquadra, después del debate de investidura de Salvador Illa, en el cual no pudo participar el cabeza de lista de la segunda fuerza parlamentaria, Carles Puigdemont. Se considera normal que la policía conceda más valor a la orden de detención dictada por un juez que al derecho otorgado en las urnas por la ciudadanía a un dirigente político.

«Es un acto reprobable, no merecen vestir nuestro uniforme. Esto no lo hacen los policías«. El entonces comisario jefe, Eduard Sallent, se refirió de este modo a los agentes que presuntamente facilitaron a Puigdemont la salida del Passeig Lluís Companys de Barcelona el pasado 8 de agosto, sin ser capturado después de su breve intervención en un acto público. Aquellos mossos fueron detenidos temporalmente, puestos a disposición judicial, suspendidos en sus puestos y probablemente serán expulsados del cuerpo, pero más allá de los motivos por los cuales se tomaron estas decisiones indudablemente arbitrarias e injustas, conviene hacerse algunas preguntas:

¿Alguien recuerda palabras similares por parte de algún mando catalán para referirse a policías que no esconden sus ideas racistas? ¿Merecen vestir el uniforme policial los agentes que se ensañan con manifestantes que intentan impedir desahucios con actos de desobediencia pacífica? ¿Por qué se mantiene la impunidad de quien identifica gratuitamente y a veces maltrata a personas migradas por el hecho de serlo? ¿Alguna vez se ha dicho en rueda de prensa oficial que la exhibición de la bandera monárquica en la muñeca no forma parte del uniforme reglamentario de ningún agente?

¿Cuántas veces hemos visto mossos y mosses d’Esquadra que por defecto se dirigen en primer lugar en castellano a los ciudadanos que interpelan? ¿Quién recuerda haber escuchado o leído críticas severas de responsables de Interior o de jefes policiales cuando se han puesto en evidencia actuaciones violentas de agentes contra manifestantes previamente echados al suelo? ¿Y cuando se les ha visto y oído identificar y humillar a personas por su aspecto?

Seguramente, algún mando debe haber corregido la conducta de agentes cuando se ha constatado la práctica de cacheos agresivos o intimidatorios contra familias enteras, o cuando han tenido noticia de interrogatorios de cariz puramente ideológico, pero ¿por qué no lo denuncian nunca públicamente?

Hay que preguntarse por qué motivo los responsables políticos y los jefes policiales no se pronuncian nunca en contra de la violencia policial. ¿Es porque piensan que tienen que ser solidarios con sus subordinados aunque su comportamiento sea propio del extremismo violento? ¿O es que sencillamente tienen miedo de las reacciones adversas de carácter corporativo que se puedan producir entre los agentes?

La nueva consellera de Interior, Núria Parlon, tiene por delante una tarea más que complicada.

No pocos miembros del Ejecutivo conformado por Salvador Illa no comparten las inquietudes que Parlon ha mostrado a lo largo de su vida como militante del PSC. No le pondrán las cosas fáciles. Ella es consciente desde hace muchos años del problema que representa la judicialización de la acción política. Así lo manifestó hace tiempo y probablemente también comparte la idea según la cual las acusaciones de malversación, de enriquecimiento personal o de terrorismo contra independentistas representan una infamia, una pura estratagema que en estos momentos solo sirve para que un problema de primer orden, la impunidad de los jueces que se niegan a aplicar la Ley de Amnistía a la mayor parte de activistas y dirigentes políticos, quede eclipsada por un debate sobre un operativo policial muy concreto, inoportuno, injusto y totalmente desproporcionado.

La consellera Parlon no podrá evitar el impacto político de buena parte de las actuaciones de Mossos d’Esquadra, porque es imposible, pero sí podría ser intolerante con pronunciamientos aprobatorios o reprobatorios de los nuevos responsables policiales sobre la actividad de dirigentes políticos, como los del comisario Eduard Sallent, que se atrevió a descalificar abiertamente la conducta de dos expresidentes de la Generalitat. El hasta hace poco comisario jefe advirtió que Mossos no es «una policía patriótica», en relación a los agentes que hipotéticamente protegieron a Puigdemont para evitar su detención. Habría que recordarle al comisario que lo que tiene que ser la fuerza de seguridad catalana, indudablemente, es una policía respetuosa con los derechos elementales, convenientemente fiscalizada, democráticamente, y no se explica el motivo por el cual sus agentes de más alta graduación, entre ellos el major Josep LluÍs Trapero, rechazan la realización de una auditoría externa independiente sobre la actividad policial, tal como lo reclaman el Centre Iridia y otras organizaciones defensoras de los derechos civiles y políticos. Alguien le tendría que decir además al actual director general de Mossos, Josep Lluís Trapero, y al resto de responsables en la cadena de mando policial, que no entra en sus funciones la impugnación de la acción de gobierno ni la planificación de detenciones de acuerdo con sus criterios políticos.

Nada de todo esto será sencillo, pero quizás lo más complejo de lo que tiene por delante la nueva titular de Interior es la ampliación de los efectivos de los Mossos d’Esquadra. En los próximos años tendrán que reclutar a miles de nuevos agentes y hace falta que el casting entre los candidatos a policía se realice con metodología y criterios que impidan que la ultraderecha extienda más tentáculos dentro del cuerpo. Las fuerzas policiales son lo que son. Persiguen a delincuentes, traficantes e infractores de normas de convivencia, pero más allá de atender necesidades cotidianas de seguridad, se conformaron para hacer respetar las ambiciones del poder económico y el orden establecido en su beneficio. Nada nos impide, sin embargo, pensar un poco en clave posibilista e imaginar que dentro de la policía catalana debería predominar el aprecio por los valores democráticos, el respeto por las libertades, la promoción de la igualdad de derechos y el cuidado de las personas que necesitan atención. Haría falta que la ciudadanía, cuando tuviera que contactar con Mossos, pudiera encontrar siempre agentes amables, que solucionen problemas y que no añadan dificultades, temor y sufrimiento a quien cotidianamente ya encuentra demasiados problemas para poder vivir dignamente.

El Gobierno de facto de Afganistán ratificó una ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio que obliga al uso del velo para cubrir el rostro de mujeres, y condena el sonido en público de la voz de mujer como una falta contra la modestia, implementando la interpretación más rigurosa de la ley islámica. (Público 24/8/2024)

Como sabemos la vida en Afganistán se circunscribe a lo que la teocracia talibana, islamista suní, que recuperó el poder a la fuerza con la retirada de las tropas internacionales en 2021, decide.

Eso incluye que permite detener y encarcelar arbitrariamente a cualquier ciudadadana/o, ejecuciones públicas, el empleo de castigos corporales, tortura, en suma…. la suspensión de todo respeto a los Derechos Humanos. A lo que se agrega en un capítulo especialmente feroz y cruento, el tratamiento a las mujeres.

Sus vidas están abusivamente restringidas en todos los aspectos que las podrían hacer más “vivibles”: no pueden moverse solas, es necesario que las acompañe un hombre de la familia, no tienen acceso a la educación, no pueden trabajar si no es en algunos de los hospitales para atender exclusivamente a niñas y mujeres que no pueden ser atendidas por hombres, no pueden elegir si quieren casarse, o con quien, ni por supuesto si están dispuestas o no a tener hijos. No pueden ir a parques, ni a gimnasios, ni subir en autobuses donde haya hombres…

Mientras tanto “El número de matrimonios precoces y forzados en el país ha aumentado enormemente debido a la grave crisis económica y humanitaria y a la falta de perspectivas educativas y profesionales para las mujeres y las niñas, por lo que, ante esta situación tan desesperada, las familias obligan a las mujeres y niñas a casarse con talibanes; a la par que los talibanes obligan a las mujeres y niñas a casarse con un talibán. Esto tiene un grave impacto en la salud y la vida de las niñas y mujeres, quienes ven mermada su autonomía y su poder de decisión con respecto a su cuerpo y su futuro, teniendo graves consecuencias para toda su vida(Amnistía Internacional).

Dicho sea de paso, los hombres pueden tener hasta 4 mujeres.

Así, en un país con millones de personas en una desesperada situación de hambre y pobreza, con frecuentes terremotos y otros desastres naturales, el “asunto “que merece mayor atención es la propagación del vicio y las faltas contra la modestia cometidas por las mujeres.  De modo que asistimos una vez más al despojamiento de toda tapadera para justificar la violencia, en este caso de “ese” estado contra las mujeres.

La condena de la voz como falta “contra la modestia” pone de manifiesto que al hablar las mujeres somos peligrosas en varios sentidos simultáneamente:

  • mostramos que pensamos, aunque todas las condiciones de subsistencia sean represoras, denigrantes, amenazantes.
  • y que con nuestra “falta de modestia “nos negamos a desaparecer, desafiando las prohibiciones y resistiendo a las condiciones que nos llevan invisibilizando, excluyendo y silenciando.
  • somos temibles hasta “escondidas” debajo de un burka porque nuestra sola presencia les recuerda que seguimos representando para ellos (siglo XXI ¡!!!) la tentación, el peligro del turbio deseo que no se han ocupado de tramitar sin eliminarnos como objeto sexual visible y hasta audible.
  • encarnamos el riesgo siempre presente de la desobediencia, de no plegarnos con la sumisión que nos correspondería a su mandato. De no sumarnos a su delirante creencia sobre cómo debe ser una mujer.
  • significamos la inquietante “otredad”. De la que no quieren saber nada: se trata de que cumplamos la función que nos tienen encomendada de esposas y madres…o ¿esclavas sexuales y reproductoras del sistema?
  • siempre es sospechoso lo que oculta nuestra mente. ¿Cómo confiar en lo que una mujer siente o piensa en su fuero íntimo (la habitación propia psíquica)?? Sobre todo, sometida a hacer desaparecer su singularidad subjetiva. De modo que clausurarla es aparentemente lo único que hace que estos hombres, ese aparato de poder, se sientan a salvo.
  • sabemos que siglos de oscurantismo y persecución nos han dejado marcas traumáticas, pero que también potenciaron la necesidad de acceder a lo que nos habían negado.
  • Que debajo de todo lo que nos cubrió de humillación y nos impusieron como modelos de virtud resistió siempre la pregunta, la duda, la rebelión sobre el maniqueísmo al que habíamos sido condenadas. El psicoanálisis lo describe como “retorno de lo reprimido”.
  • Que el gobierno (de facto) de un país quiera hacer desaparecer a las mujeres arrasadas por el fanatismo de sus leyes sigue siendo otra demostración de cómo aún en culturas diametralmente opuestas, en tantísimas cuestiones la convivencia con lo diferente, la tolerancia a lo que nos cuestiona, nos pone en duda, o imposibilita nuestra ilusión de certeza facilita que los seres humanos intentemos suprimir lo inquietante de esa otredad.

Pretenden acallar esas voces que seguirán resistiendo en un ensordecedor silencio.

 

El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños. Eleanor Roosevelt

Se hace difícil respirar, será el calor sofocante, será el estruendo de la calle, será el genocidio en Gaza, serán los gritos de los intolerantes… Aspirar y exhalar se convierte a menudo en un acto de fe, en creer que es imprescindible, creer en una posibilidad, en una oportunidad, lejos del gozo o la complacencia. No dejamos de hacerlo, porque en el fondo confiamos, sabemos que es necesario, que no existe otro modo de avanzar, mirando hacia delante. Pero, sigue siendo difícil, no conseguimos conciliar el sueño, el sopor, el cuerpo suda de calor y de inquietud, gotas frías que recorren la mente afligida, en la somnolencia imaginas mundos, lejos del presente, proyectando futuros, más allá de los márgenes de la realidad. Suelen ser bellos, a menudo relucen y consiguen apaciguar el bochorno.

Te despiertas y no recuerdas los sueños, pero sonríes, no sabes exactamente porqué, será el frescor de la mañana, la luz tenue del día o el canto de algún pájaro. No quieres poner la radio, sabes que escupe guerras e incendios, prefieres hacerte el sordo, evitar el ruido que no mejora el silencio. En el baño, te ves reflejado, eres el mismo que ayer, quizás más viejo y tu mirada no puede engañarte, tus ojos te ven y son el recuerdo de lo vivido y de lo sufrido. Vuelves de pronto al presente, con sus aristas y sus preguntas que recorren, una y otra vez, la insoportable levedad de la vida. Preguntas recurrentes que intentan apaciguar el enigma de existir y dar respuestas a la aventura de caminar. Es cuando ante tanto desasosiego te haces la pregunta: ¿Tenemos futuro?

El futuro que no existe todavía pero que llega muy pronto, sin tiempo, sin remedio, como hace el agua cayendo del cielo. Resulta enojoso por no tener forma ni color, tampoco olor. Es silencioso en sus diatribas, cómo si callase para no enfurecer, para evitar el colapso de la vida. Muchos han imaginado teorías del tiempo, o lineal o circular, inexistente o cuántico, eterno o finito. La religión se ha disputado la hegemonía de su explicación, ha matado por ello, pero siempre ha fallado al no despejar las dudas de su veracidad.

La sociedad occidental se ha decantado hace siglos por un concepto de futuro marcadamente pesimista, la pugna aristotélica sobre el platonismo, la muerte de cristo en la cruz, la persecución de los místicos, los estados nación y la filosofía europea abogan por visiones ásperas de la vida humana en contraste con la mirada más espiritual y holística de oriente, donde no existe la dualidad bien-mal. En occidente el individuo ganó la batalla, se afianzó en el centro, creó un espacio donde todo orbitaba alrededor suyo, antropocentrismo, supremacismo, etnocentrismo, consumismo, la victoria del YO, el triunfo del Ego, la libertad, la conquista del mundo, la ocupación del universo.

Nos hemos quedado solos, miramos a los lados y no queda nada, la naturaleza explotada sufre, los vecinos molestan, la belleza se hace invisible, es la victoria del individualismo. El futuro nos atenaza, nos aprieta, le tenemos miedo, llevamos muchos años deformándolo, convirtiéndolo en distópico, lo imaginamos oscuro y violento, no conseguimos pintarlo con colores luminosos. A lo que no ha pasado todavía le hemos puesto el nombre de futuro, cuando de hecho lo que está por llegar ya está pasando, el porvenir es el ahora. Hacemos y todo está por hacer.

Aunque esté de moda, dejemos de crear distopías, volvamos a creer en las utopías, muchos y muchas lo están haciendo, aunque sean de difícil realización. El imaginario colectivo se mueve en terrenos pantanosos, la desilusión se ha adueñado de nuestras conciencias, nos hemos castrado la imaginación, hemos dejado de creer matando la religión, ya no creemos en nada, ni tan solo en nosotros mismos. Desorientados hemos creado enemigos por doquier, que si musulmanes, que si comunistas, que si gays, que si inteligencia artificial… Dejamos el humanismo por el posthumanismo para adentrarnos en un período de profundo malestar. Pero lo curioso de todo es que sabemos cual es el camino, no son quimeras son hechos y conocimiento, son movimientos transversales que sacuden las conciencias a través del mundo.

El ecologismo y el feminismo conforman la nueva política que modela el futuro imperfecto, la nueva manera de vernos, la nueva mirada que debe transformar el mundo. Es nuestra oportunidad, corregir y mejorar. Ya no estamos solos, formamos parte de un todo, no existe el centro, vivimos interconectados configurando un supraorganismo solidario que lo relaciona todo, explorando una actitud más espiritual/sensorial que trascienda el plano del mundo material en el que vivimos, sin antagonismos entre nosotros y los objetos que nos rodean. Esta nueva mirada nos reequilibra, nos refuerza, nos posibilita. Ya lo hemos imaginado muchas veces, no es nada nuevo, sabemos cómo hacerlo: Buscar la belleza, soñar, amar, cuidar, proteger, compartir y escuchar son el camino que nos libera de la incertidumbre, el miedo y el pesimismo.

El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad. Victor Hugo

La obra de Roberto Chartam, enfermero de profesión y artista de vocación, llama la atención por su originalidad, belleza y creatividad. El soporte papel se le quedó corto y sus dibujos los realiza en el aire, “en el espacio”, que no es un mero soporte de su obra sino que forma parte esencial de la misma.

Hace unos días se ha clausurado su última exposición, “Todo es uno” en el  CEART Tomás y Valiente de Fuenlabrada (Madrid) y con este motivo, Espacio Público hemos tenido la ocasión de conversar con él.

Usted es enfermero de profesión, ¿cómo comenzó su actividad artística y cómo la combina con su profesión? 

Sí, es cierto. Soy enfermero y ejerzo de ello. Es una profesión preciosa que me aporta grandes satisfacciones tanto humanas como profesionales. Con un horario fabuloso que me permite, además, tener mucho tiempo para crear. Por ello combinar ambas actividades a tiempo completo no me supone ningún problema.

Si la pregunta está enfocada a si mi trabajo como enfermero influye de alguna manera en el resultado final de mi obra, la respuesta es no. O pienso que no, porque todo lo que nos rodea nos influye de una manera u otra. Pero no creo que mi obra artística fuera distinta si fuera carnicero, policía o abogado.

Me tomo ambos aspectos de mi vida con el mismo grado profesionalidad, aunque debo reconocer que pienso más en el Arte cuando soy enfermero que en la Enfermería cuando soy artista. Quien sabe; tal vez sean dos formas distintas de Arte.

Le interesa el dibujo, pero no dibuja en papel, lo hace en el espacio, ¿cómo le surgió la idea de hacerlo así?

Todo surge en Italia. Cursé en Milán mi tercer año de Bellas Artes gracias a una beca Erasmus. Para entonces, mi objetivo era llegar a ser un gran dibujante, creando cada vez dibujos más complejos, más bonitos, con un mayor grado de acabado, con una técnica cada vez más depurada. Ni siquiera pensaba en el soporte. Al fin y al cabo, cuando uno quiere hacer un dibujo, antes incluso de saber qué va a dibujar, lo primero que hace es coger un papel, ¿verdad?

En Italia aprendí todo eso, pero lo fundamental es que me mostraron la importancia de tener un discurso artístico que sirviera de armazón a todo lo que hacía. Que le proporcionara coherencia. Ahora me parece algo obvio, pero no creo que hubiera llegado a esa conclusión yo solo. Entonces me planteé que mi objetivo de hacer obras complejas no cambiaría, pero que lo centraría en el soporte y no en el objeto. Crear obras simples sobre soportes complejos y no al revés. ¿Y qué puede ser más complejo que el propio espacio expositivo?

En su web cita a George Sugarman: “Estira una cuerda entre dos puntos y déjala ser”. Su obra  abarca el dibujo, la pintura y la escultura. ¿De qué manera le ha influido?

Lo importante de esa cita no es quién la dice, sino a quién. Se la dijo George Sugarman a Fred Sandback en 1967, cuando este criticaba la pintura, la narrativa, el contenido pictórico, el contenido material, el significado del contenido. Es entonces cuando Sugarman, queriendo darle consejo, le dijo esa frase. Pero lo hizo de forma figurada; algo así como “piensa primero en una cosa y luego en otra”. Lo gracioso es que Sandback la tomó de forma literal, y a partir de ahí creó su maravillosa obra.

Al igual que Sandback, en mi obra uso lana. Pero también anclajes, poleas, tornillos, hembrillas. Si una trayectoria tiene que cambiar de dirección en mitad del espacio, uso una polea; si tiene que anclarse en una pared, uso una hembrilla. Y no me importa que se vean. Es más: quiero que se vean. No escondo nada. Pero Sandback muestra solo la línea. Porque Sandback es la pureza absoluta.

Trigonometrías I, 2021. Centro Norte – Universidad Móstoles (Madrid). Fotografía de Álvaro Viera.

Hay quien opina de su obra que tiene una dimensión poética, al situar al espectador como constructor de arquitecturas imaginarias por donde transita la imaginación… ¿lo crees así?

No creo que cree arquitecturas imaginarias, porque todos los elementos arquitectónicos que forman parte esencial de mi obra ya estaban allí antes de que yo iniciase el montaje. Lo que hago es obligar al espectador a que los perciba de forma distinta, e invitarle a que recorra un espacio -que tal vez ya conocía- como si fuera la primera vez que lo ve. Es por ello que, desde hace tiempo, documento el desmontaje. Porque me parece un acto interesante el hecho de devolver al espacio expositivo su naturaleza original. Volviendo a su pregunta: ¿constituye todo esto un acto poético? No lo sé, pero me gustaría que fuera así. Eduardo Scala, mi padre artístico, diría que sí sin dudarlo. Pero es que él sí es poeta.

Empezó sus dibujos con cordón de algodón y luego cambió a cordón de lana. ¿Por qué?

Empecé con cordón de algodón porque uno no puede dibujar en el aire con un lápiz o un rotulador. Necesitaba algo matérico con lo que trazar una línea en el aire y el cordón de algodón, a priori, me lo permitía. Mis primeras obras las hice con ese material y el resultado fue bastante satisfactorio. Con algún pero: el cordón de algodón pesa bastante, y por ello la línea se curvaba un poco cuando su trayectoria era demasiado larga.

La lana tiene dos ventajas importantes. Pesa mucho menos que el algodón, por lo que las líneas sobre el espacio son perfectamente rectas. Además, a nivel formal, la estela de la lana sobre el espacio es casi idéntica a la de un lápiz sobre el papel, con esas pequeñas irregularidades que solo se pueden percibir cuando se observa de cerca. Esto se ajusta como un guante a mi idea original de “dibujos simples sobre soportes complejos”. En el espacio, solo puedo dibujar con lápiz usando lana.

No es fácil exponer, y mucho menos una obra como la suya. ¿Cómo ha conseguido que esté expuesta en distintos centros de arte?

El principal inconveniente es que, como el espacio expositivo forma parte necesaria de la obra, no puedo comenzar a proyectarla hasta que no lo conozco. Una visita previa a la sala donde quiero exponer es, por tanto, imprescindible. Una vez allí, hago una rigurosa toma de medidas, pero apunto también sus características y particularidades: tiene una cristalera preciosa, un tragaluz, una salida de emergencia que no se puede bloquear, etc. Intento sacar partido de todo ello, porque es importantísimo para mí que el espectador sea consciente de hasta qué punto las obras están pensadas para ese espacio concreto. Más aún, que líneas y espacio forman parte de la misma obra.

Tras la toma de medidas, llega el momento de crear una obra que complemente el espacio ya existente. Y ese trabajo se parece mucho al de un arquitecto: docenas de bocetos previos hasta dar con el diseño final de la obra; dibujo de un boceto definitivo, ya mucho más elaborado; fabricación de una maqueta sobre la que decidir los últimos retoques, color, iluminación…

Todo este material es el que se presenta a los responsables del espacio concreto. Porque la obra en sí no existe hasta el momento en el que termina el montaje de la exposición.

Composición angular II (maqueta) 2023. Centro Dados Negros. Villanueva de los Infantes (Ciudad Real). Fotografía de Álvaro Viera.

¿Le influye el mercado a la hora de plantearte qué hacer?

La propia naturaleza de mi obra ya responde a esa pregunta: no. Creo que nadie en su sano juicio compraría una obra mía para ponerla en su salón, por ejemplo. Tropezaría todo el rato con ella, sería realmente incómodo. Además, es una pieza que está concebida para un sitio distinto, por lo que en su salón perdería gran parte de su sentido. ¿Por qué la hago, entonces? Pues porque creo que es una buena obra, con un buen discurso detrás. En definitiva, porque creo que esta obra tiene que existir. Y porque, de momento, los responsables de distintos espacios expositivos me han permitido hacerla. Y además, al no depender mi supervivencia económica de la venta de esa obra, porque puedo hacerla. ¿Qué más puedo pedir?

Roberto Chartam. Fotografía de Arturo Prieto.

o El cambio demográfico y la respuesta política

Son bien conocidas las grandes transformaciones económicas, políticas o sociales que conducen hasta el mundo contemporáneo. Pero al cambio demográfico, el de mayor envergadura y trascendencia, acontecido en apenas el último siglo, el de mayores consecuencias para todos los aspectos de la vida de las personas y sus relaciones con los demás, todavía no se le reconoce su papel crucial. No se le presta atención apenas en los manuales de historia, de economía, de las ideas políticas o de la sociología, como si no se supiese bien dónde situarlo, qué interrelación tiene con tales materias, en qué manera las condiciona, influye o determina.

A falta de explicaciones y directrices científicas o académicas, las reacciones ante el cambio demográfico son básicamente de orden político, religioso o mediático. No debería constituir un problema si no fuese porque usan marcos interpretativos e ideologías obsoletas, anclados en ideas sobre las poblaciones muy anteriores a su gran transformación. El resultado es la proliferación de alarmas apocalípticas ante tendencias poblacionales cuyas causas no se comprenden y cuyas consecuencias se vienen anticipando erróneamente desde hace más de un siglo, malbaratando esfuerzos y recursos para intentar frenarlas o revertirlas, cosa que nunca se ha conseguido. Esta obsesión demográfica se implantó en un amplio abanico de ideologías y tendencias políticas en las primeras décadas del siglo XX, especialmente durante la intensificación del nacionalismo europeo, imperialista, racista, militarista y moralista (desde el fascismo alemán hasta el comunismo stalinista), pero se vio frenada por la destrucción causada por dos guerras mundiales y un imprevisto baby boom al empezar la segunda mitad del siglo. La potencia vencedora y hegemónica desde entonces, Estados Unidos, pasó a interesarse más por el «exceso de crecimiento» del Tercer Mundo que por su propio cambio demográfico.

Sin embargo, desde los años ochenta el alarmismo ha vuelto a ganar fuerza, esta vez de la mano del renacido espectro político ultraconservador, casi siempre con fuerte influencia religiosa, que está devolviendo a la demografía el rol de gran amenaza y justificación para oponerse a muy diversos cambios sociales, políticos y legales que parecían logros consolidados de los estados democráticos.

El gran cambio: en qué consiste

La población mundial creció siempre muy lentamente, incluso con retrocesos (la «peste negra» redujo en un tercio la población europea), hasta finales del siglo XIX. El siglo terminó con unos 1.200 millones de personas, pero durante el siguiente una ruptura histórica elevó la población humana hasta más de 6.000 millones. Y el determinante no fue una mayor fecundidad, que siempre había estado en torno a cinco o seis hijos por mujer y difícilmente hubiese podido incrementarse más con los recursos disponibles. Por el contrario, a la vez que la población crecía, la fecundidad se desplomaba hasta los niveles nunca vistos, que en muchos países del mundo ya no alcanza los dos hijos. El auténtico desencadenante fue el descenso de la mortalidad.

Jamás ninguna población humana de cierta envergadura había conseguido una esperanza de vida superior a los treinta y cinco años (muchos países no alcanzaban los treinta a finales del siglo XIX), pero acabado el siglo XX el indicador superaba los ochenta años en lugares como España, y en el conjunto de la humanidad se acercó a los setenta. Lógicamente, como ya era previsible al comenzar esta ruptura histórica, también la pirámide de edades ha experimentado otro cambio dramático, reduciendo la proporción de menores (que siempre había estado en torno al tercio de la población y cuyo peso ha disminuido a menos de la mitad) y aumentando la proporción de mayores como nunca se había visto, desde un ancestral 4-5%, hasta más del 20% actual.

En definitiva, la demografía humana ha experimentado un vuelco enorme, arrastrando con ella infinidad de otras características tradicionales de los seres humanos, desde su conyugalidad hasta su sexualidad, desde la composición de los hogares hasta el tamaño y extensión de las redes familiares. Resulta crucial comprender la envergadura y los mecanismos de un cambio tan brusco y planetario, y lo que apunto aquí no es más que un esbozo que permitirá después señalar la gran paradoja de los alarmismos y catastrofismos demográficos.

Si ha de resumirse lo conseguido por la humanidad en poco más de un siglo puede decirse que ha sido revolucionar su manera de reproducirse. El cambio puede expresarse en términos de eficiencia reproductiva, si se entiende como tal la relación medible entre el volumen de población que se alcanza y la cantidad de nacimientos requeridos. Recuérdese que el análisis demográfico tiene como núcleo temático y teórico precisamente eso, la descripción del volumen poblacional, sus características y evolución, y el análisis de los diferentes factores que lo condicionan en forma de entradas y salidas de sus componentes (nacimientos, defunciones, entradas y salidas migratorias). Tales factores explican la reproducción demográfica, dado que ninguno de los integrantes de cualquier población es eterno. Demasiado a menudo se identifica la reproducción exclusivamente con la fecundidad, olvidando que es la mortalidad el auténtico condicionante primigenio de la reproducción, y que de poco sirve que en una población las personas tengan muchos hijos si ninguno sobrevive hasta tener edades reproductivas.

Venimos de un larguísimo pasado sin demasiados progresos en esa eficiencia, que era muy escasa porque la poca duración de las vidas hacía necesaria una gran cantidad de nacimientos simplemente para evitar la extinción y mantener volúmenes poblacionales parcos e inestables. La clave para mejorar esa eficiencia no ha sido aumentar la fecundidad, sino dotar a los hijos de más años de vida. Este concepto, el año-vida-persona (discúlpese este nuevo tecnicismo de demógrafo), es la auténtica unidad del análisis demográfico, y su manejo es el que permite cosas como construir tablas de mortalidad o proyecciones de población.

El trabajo para conseguir que los hijos vivieran era titánico, habida cuenta de las frecuentes crisis de mortalidad que han plagado nuestra historia (hambres, epidemias y guerras) pero, sobre todo, de la elevadísima mortalidad infantil. Por motivos que tienen que ver con las malas condiciones en torno al parto (letal también para muchas madres), pero también con la mala calidad del agua y los alimentos, la escasa protección frente al frío o al calor, la incomprensión de las causas de las enfermedades infecciosas y la deficiente y poco extendida atención médico-sanitaria, lo normal en el ser humano ha sido siempre perder uno de cada cinco hijos antes de que cumpla el primer año de vida (el siglo XX empezó en España todavía con una mortalidad infantil en torno al 200‰). A ello debe sumarse que en los siguientes años de vida la elevada mortalidad, aunque menor a la inicial, seguía acumulándose, de manera que la probabilidad de cumplir los quince años siempre fue inferior al 50%.

Añádase que, con una perdida de la mitad de los efectivos iniciales de cualquier generación antes de esa edad, los escasos sobrevivientes que alcanzaban edades fecundas todavía tenían que cumplir los difíciles requisitos sociales y económicos para formar pareja y para mantener y cuidar una familia (la soltería definitiva era muy alta en nuestro pasado, especialmente para las mujeres). Se entiende así que, quienes superaban todos los obstáculos, tuviesen que aplicarse a tener hijos con gran intensidad, escasos medios y probabilidades de éxito harto precarias. Y ello solo para mantener una población parca e inestable.

El lento espaciamiento de las grandes crisis de mortalidad y la progresiva mejora de la mortalidad infantil desencadenaron un proceso acumulativo que empezó a mejorar la eficiencia reproductiva. Eran solo el primer paso. Que un recién nacido sobreviva en las primeras horas o semanas para morir a los diez años aumenta en una persona el volumen de la población durante esos años adicionales, pero la mejora reproductiva global es escasa y lenta.

Sin embargo existe un umbral de supervivencia que lo cambia todo y produce la revolución que estamos viviendo. A medida que la mayor parte de los nacidos iba aumentando en años vividos se alcanzó dicho punto crítico, que no es otro que las edades a las que, a su vez, podían tener sus propios hijos. Esta supervivencia mayoritaria hasta las edades fecundas desencadenó un aumento radical, explosivo, de la eficiencia, similar al aumento de productividad generado por otras revoluciones productivas como la industrial o la informática. De repente, cada nuevo nacido aportaba a la población total un número indeterminado de años-vida muy superior a su propia duración, desencadenando un crecimiento demográfico sin precedentes.

La revolución reproductiva no es, conviene insistir, resultado de una fecundidad mayor. De hecho, la reducción de la fecundidad ha sido uno de los comportamientos que la han propiciado. Los años de vida con que cada generación va dotando a su descendencia no se consiguen simplemente con el parto (reproducir no es parir) ni se van aumentando sin que haya costes. El ser humano nace completamente desvalido, y aumentar su vida posterior al nacimiento requiere aumentar los recursos que se le dedican, recursos que incluyen el tiempo dedicado a su cuidado, la mejor alimentación, la renuncia a la explotación laboral precoz, la atención en la enfermedad y los medicamentos y conocimientos adecuados, su higiene personal y la de su entorno, las condiciones de la vivienda y un largo etcétera que engloba, en resumen, todos los factores que rodena los primeros años de vida. Disminuir el tamaño de la descendencia ha sido uno de los factores que ha posibilitado incrementar todos esos recursos para los hijos que se tienen. Hemos cambiado los muchos nacimientos que viven pocos años por menos nacimientos que viven mucho más. Una de las consecuencias es que, por primera vez en la historia humana, todos los que nacen tienen por delante vidas completas, incluyendo la vejez. En otro lugar lo he calificado como «la democratización de la supervivencia».

Un último añadido sobre la esencia de este cambio: también afecta a la pirámide de población. Vidas completas conseguidas con menos nacimientos no solo hacen crecer la población hasta tamaños si precedentes, también aumentan la cúspide de la pirámide y reducen su base. Este cambio es otro de los grandes argumentos del alarmismo poblacional, el llamado envejecimiento demográfico.

Qué respuestas se le han dado

Desde que se empezó a percibir el cambio las respuestas políticas han sido paranoicas, porque en el nacionalismo de Estado y en las religiones mayoritarias la elevada fecundidad se había consolidado como una necesidad ineludible para un mayor engrandecimiento y competitividad. Desde finales del siglo XIX, especialmente en el continente europeo donde se encontraban las mayores potencias económicas y coloniales, la generalización de los sistemas estadísticos nacionales y la implantación de las modernas técnicas de análisis demográfico permitieron detectar cómo la fecundidad tradicional empezaba a disminuir. Y sonaron las alarmas, se usó el cambio demográfico para predecir “La Decadencia de Occidente” y se habló de degeneración social y nacional.

Prueba de que el alarmismo era impermeable, como hoy, a la explicación científica de lo que estaba cambiando es que, ya hacia los años veinte, demógrafos de diferentes lugares detectaron una pauta histórica repetida en los países de fecundidad descendente: en todos ellos primero había disminuido la mortalidad, de manera que existía un lapso de años hasta que la natalidad «respondía» a la baja, apuntando a una futura recuperación del equilibrio, que ahora sería de ambos indicadores en niveles bajos. Mientras tanto esos países, incluso con natalidad ya en descenso, veían crecer rápidamente su población, cosa que ocurría con toda la Europa a caballo de los siglos XIX y XX. Esta regularidad encontrada por los científicos acabó llamándose «transición demográfica», pero no tuvo ningún efecto calmante para las histerias confesionales y nacionalistas, cuya mirada no quería ir más allá del descenso de la fecundidad y de sus terribles consecuencias.

Lo cierto es que ante un cambio de la envergadura detectada, que con el tiempo se fue extendiendo a todo el planeta, solo cabían dos tipos de respuestas estatales, las llamadas «políticas demográficas», aquellas que tienen por objetivo detener y revertir la evolución previsible de la fecundidad, y las «políticas sociales», cuyo objetivo es la aceptación del cambio y la adaptación a él. Las que se adoptaron fueron abrumadoramente las demográficas. Eran décadas en que los gobernantes de los países más avanzados creían todavía que la población podía ser modelada, aumentada, mejorada. La población era un recurso más del Estado para hacerlo más fuerte en los conflictos internacionales y en la resistencia contra los movimientos sociales internos que estaban creciendo en la oposición, especialmente los obreros, amenazando con tomar el poder.

Así pues, las primeras décadas del siglo XX son de generalizado esfuerzo natalista, como un complemento del imperialismo y de la competencia con las demás grandes potencias internacionales. Este natalismo era sinónimo de patriotismo; se apoyaba a menudo en las ideas tradicionales sobre el papel de la mujer y de la familia, y contaba con aval religioso muchas veces. Pero no solo los regímenes autoritarios conservadores y confesionales se volvieron natalistas, porque en realidad el natalismo acabó incrustado en la propia concepción del Estado nación. Democracias liberales como la francesa, o dictaduras del pueblo como la soviética durante el estalinismo se volvieron intensamente natalistas.

Las medallas a la madre heroica y a las familias numerosas se volvieron una pauta generalizada, igual que se combatía la anticoncepción y el aborto, y se generalizaba una «protección a la familia» que permeaba toda la legislación con la que se construyeron los sistemas de salud y protección social en todo el mundo tras la crisis de 1929. No era al ciudadano al que se protegía, ni eran sus necesidades y aspiraciones el objetivo político de los estados. El bien mayor a proteger era la patria tal como la concebían las élites gobernantes. Las poblaciones eran la herramienta, no el beneficiario de las políticas de población.

Cabe preguntarse si esta avalancha abrumadora de medidas políticas encaminadas a detener y revertir el descenso de la fecundidad logró sus objetivos. Y la respuesta es que no. Pese a la gran diversidad de modelos natalistas, desde los más autoritarios y represores (la Rumanía de Ceaucescu es un ejemplo extremo) hasta los más liberales o socialdemócratas, como el francés o el nórdico, todos fracasaron estrepitosamente y la fecundidad siguió descendiendo.

Si la atención política dejó de reflejar el pánico demográfico de las primeras décadas fue porque las relaciones internacionales se vieron completamente modificadas tras las dos guerras mundiales, y las potencias europeas perdieron su lugar hegemónico frente al único ganador de la contienda, EEUU. Tras 1945 resultaba ya una quimera en Europa mantener los imperios coloniales y el natalismo anterior (con la única excepción de Francia, que intentó mantener un papel internacional de tercera gran potencia, con programa nuclear propio, participación en la carrera espacial, mantenimiento de las colonias y el mayor gasto del mundo en fomento de la natalidad, Indochina o Argelia), revelaron su inutilidad, de la misma manera que la natalidad siguió descendiendo.

Así que durante unos años, los posteriores al fin de la guerra, la atención se centró en la reconstrucción económica nacional y en los intereses de quienes seguían jugando con peso relevante en el tablero internacional, la URSS y EEUU, pronto enfrentados en la llamada Guerra Fría. Coincidieron estos años con una fuerte competencia por el rápido desarrollo económico (fueron los años del desarrollismo) y este se vio acompañado en muchos países –especialmente los anglosajones– por una imprevista recuperación de la natalidad, iniciada con el fin de la guerra y la vuelta de las tropas a sus países, pero continuada por las buenas perspectivas laborales para los jóvenes. Y si la relajación del alarmismo demográfico no hubiese tenido causa suficiente con el baby boom y con las fuertes migraciones laborales allí donde se requerían para la reconstrucción nacional, a todo ello se sumó que EEUU asumió una política demográfica muy diferente a las tradicionales de las potencias europeas.

La potencia hegemónica había conservado intacto y aumentado su aparato productivo durante la guerra, y su capital se había elevado hasta sustituir a Londres como centro financiero mundial. Tras la guerra, favoreció el desmantelamiento de los antiguos poderes coloniales para abrir nuevos países a sus inversiones y poder exportar su modelo económico a todo el mundo. Y en todo ello se estaba encontrando con dos problemas inesperados y ligados: la expansión del comunismo y el crecimiento demográfico acelerado de los países más pobres, especialmente los asiáticos. Los propios analistas del Pentágono habían llegado a la conclusión de que las revoluciones comunistas en China, Corea o Vietnam se producían en cadena (la “teoría del dominó”) y estaban relacionadas con un aumento poblacional tan rápido que no permitía la acumulación de capital necesaria para realizar las grandes inversiones requeridas para industrializarse. Así que, en vez de esperar a que el descenso de la mortalidad fuese seguido, pasado cierto tiempo, por el de la natalidad, EEUU llegó a la conclusión de que había que provocar, mediante políticas adecuadas, el descenso de la fecundidad en el Tercer Mundo. 

Súbitamente el neomaltusianismo, hasta entonces un movimiento de reformistas sociales mayoritariamente femenino, minoritario, ilegal y clandestino, perseguido por enfrentarse a los intereses natalistas de los Estados, se reveló una herramienta útil. Empezó a recibir respaldo financiero y político, a la vez que se promovían cumbres mundiales de población para acordar un programa de acción internacional que frenase la bomba demográfica. Y esta ofensiva internacional tuvo resultados muy visibles ya en los años setenta, cuando enormes países asiáticos como China o India abrazaron programas de control de la natalidad, y los organismos internacionales asumieron la doctrina del control, como lo hizo el Banco Mundial al condicionar las ayudas económicas al desarrollo a que los países que las solicitaban pusieran en marcha programas nacionales de planificación familiar. El natalismo parecía derrotado y abandonado.

El gran retorno natalista

La derrota era solo un espejismo. En los años setenta, agotado el baby boom, el descenso de la fecundidad volvió a sus cauces anteriores, esta vez extendido a casi todo el mundo. Esta vez muchos países, como los del Sur o el Este de Europa, descendían muy por debajo de los dos hijos por mujer, y se empezó a hablar de niveles lowest-low. Era la oportunidad de los conservadores nacionalistas de todo cuño para resucitar las propuestas natalistas.

Simultáneamente, el gran avalador mundial del neomaltusianismo, EEUU, lo abandonaba súbitamente y volvía a posturas tradicionales sobre la familia y la natalidad, durante el segundo mandato de Ronald Reagan, alcanzado mediante el apoyo de los sectores antiabortistas del país. Este giro, escenificado con el discurso del delegado estadounidense en la Conferencia Internacional de Población de México en 1984, era posible también porque la amenaza comunista se disolvía con la desmembración final de la URSS. Cuando en 1992 se celebró la siguiente conferencia de población en El Cairo, el neomaltusianismo ya no contaba con el apoyo de las grandes inyecciones de dinero norteamericano, y replegaba toda su estrategia para centrarse en la salud reproductiva, y no en el control demográfico mundial. Tan abandonado quedó este propósito que no han vuelto a repetirse estas conferencias internacionales de población.

De la mano de los nuevos conservadurismos como el de Reagan o el de Thatcher, en los años ochenta se salió de la crisis económica y financiera que había desencadenado el alza de los precios del petróleo. La filosofía económica keynesiana, propia de la época desarrollista, se abandonó para sustituirla por las recetas neoliberales, privatizadoras y contrarias al exceso de intervención estatal y de gasto público en los asuntos internacionales, económicos y privados. Con este giro, al que se añadía el apoyo político y financiero de las derechas económicas y religiosas, el natalismo inició un rápido retorno en todo el mundo. Tanto es así que durante el siglo XXI se está convirtiendo en el nuevo estandarte de los partidos políticos de extrema derecha, junto a la recuperación del ultranacionalismo, al combate contra el feminismo (y las organizaciones de no heterosexuales), al apoyo a la familia tradicional y a la xenofobia.

En este retorno, el natalismo ha tenido la inestimable ayuda de quienes recuperan rancias alarmas sobre la destrucción de la familia tradicional, el desastre al que nos aboca el envejecimiento demográfico, el papel causal de la baja natalidad en el progresivo abandono rural y la pérdida de las esencias nacionales y religiosas que está causando la invasión inmigratoria. Se trata de falacias propagadas con eficacia y muchos medios, en las que la demografía vuelve a ser un arma ideológica a condición de ignorar a los propios demógrafos.

El gran cambio poblacional queda caricaturizado como un destructivo descenso de la fecundidad, aislado del comportamiento de la mortalidad, con el que nunca se relaciona. El envejecimiento demográfico es identificado como una amenaza que debe revertirse, con la única base de que los viejos son una plaga dañina, improductiva y parásita, sin atender a los cambios que la revolución demográfica ha provocado en las características de todas las edades. El abandono rural se atribuye a la baja natalidad, cuando lo cierto es que resulta de la progresiva urbanización mundial y del abandono de los jóvenes. Se llega incluso a recuperar antiguas paranoias ultraderechistas, como la de una conspiración para contaminar y sustituir la raza blanca y cristiana, el “Gran Reemplazo”. Pero probablemente el terreno de combate más disputado es la llamada “ideología de género”, a la que se atribuyen todos los males que conducen a la baja natalidad, cuando lo cierto es que el feminismo organizado prácticamente no existía ni tenía influencias políticas relevantes cuando el descenso de la fecundidad ya era una realidad.

La intoxicación moralista afirma que el individualismo, el egoísmo y la inmoralidad modernas, especialmente en las mujeres, son los que ha provocado la supuestamente desastrosa situación actual de la natalidad. Pero lo cierto es que ha sido el esfuerzo y la generosidad extremos de una generación tras otra para mejorar la vida de los hijos (esfuerzo especialmente intenso por parte de las mujeres, nuestras madres y abuelas), lo que nos ha traído la revolución reproductiva. De hecho, ese es el esfuerzo que realmente ha hecho posible la liberación femenina, permitiendo a las mujeres centrarse en una vida académica y laboral similar a la masculina, y tener una vida independiente no supeditada a la autoridad del varón, la familia o el Estado.

Las liberadoras fueron sus madres y padres, teniendo menos hijos que cuidaron y dotaron más y mejor que les habían tratado a ellos las generaciones anteriores. «Tú estudia para no ser como yo», decían muchas madres a sus hijas en los años sesenta y setenta, avalando el consejo con su propia autoexplotación doméstica, fregando escaleras o haciendo de criadas para pagar los estudios de sus hijas e hijos. Cada nueva generación ha visto así su vida mejorada y, a su vez, ha impulsado a su propia descendencia un poco más allá, y ese es el mecanismo básico que explica el cambio demográfico. Qué gran paradoja que ese logro tan único y extraordinario se vea ahora empañado y ensuciado en la opinión pública por los agoreros del desastre demográfico.

Notas:

Este texto forma parte de la colaboración entre ESPACIO PUBLICO y FUHEM ECOSOCIAL. Fue publicado en Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 160, invierno 2022/2023, pp. pp. 13-24.

Hemos señalado en otras ocasiones que el capitalismo no supera sus contradicciones, sino que las traslada en el espacio y en el tiempo. Hemos hablado también en otros números de esta revista del mundo que está emergiendo de la agudización de esas contradicciones[1]. Como han subrayado oportunamente diversos autores, esas transferencias espacio/ temporales suelen adoptar la forma del imperialismo ecológico al depender del saqueo de la periferia y de la traslación a esas zonas de las contradicciones del núcleo. La apropiación y saqueo de amplios territorios a través de mecanismos neocoloniales se completa con un proceder que no tiene en cuenta las opiniones ni las necesidades de las generaciones venideras, transfiriendo también al futuro las cargas ambientales[2]. Las manifestaciones de la crisis energético/ climática son la expresión más clara de esas traslaciones, y de sus límites, en la actualidad.

Desde los años ochenta al momento actual el surgimiento y auge del orden neoliberal, la caída del socialismo real y la emergencia de China como gran potencia económica mundial han modificado el mapa geopolítico y económico mundial. Un periodo marcado, a su vez, por la Gran Recesión, la pandemia y la proliferación de nuevas tensiones y guerras. Los cambios que se están experimentando se aceleran, así como el surgimiento de nuevas formas de imperialismo a través de diferentes vías de dominación y dependencia asociadas con la globalización de la producción y las finanzas. Se puede hablar de un imperialismo global como nueva fase que surge de la globalización económica y que cristaliza en mecanismos de acaparamiento para nada ajenos al tipo de acumulación por desposesión que prolonga, ya en el siglo XXI, viejas prácticas de despojo sobre las que se forjó la acumulación originaria[3]. Asociadas a ellas se encuentran las nuevas modalidades de colonialismo verde, y bajo su despliegue son las múltiples periferias que van surgiendo las que quedan más expuestas a las pandemias o a los daños derivados del extractivismo y del cambio climático causados por el modo de vida imperial del viejo núcleo capitalista.

Tensiones que surgen del corazón de la transición energética

Asistimos a una realidad cada vez más compleja en la que coexiste la nueva geopolítica asociada a la transición energética con la tradicionalmente convulsa de los combustibles fósiles. Son dinámicas que probablemente permanecerán juntas durante un tiempo sumando nuevas líneas de fractura tanto en el panorama internacional como en el ámbito interno.

Las dinámicas geopolíticas de la energía fósil desde el siglo XIX a la actualidad han sido analizadas por Helen Thompson[4]. Hasta el periodo de entreguerras, las viejas metrópolis europeas dependieron fuertemente del petróleo importado del hemisferio occidental, procedente principalmente de los EEUU. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial empiezan a ser evidentes las limitaciones de aquel país para seguir desempeñando el papel de suministrador occidental, así como las dificultades para siquiera garantizar con los recursos fósiles propios la evolución de su potente demanda interna.

Los países occidentales pasaron a poner la atención en Oriente Medio, la región del mundo con mayores reservas. Este desplazamiento del interés hacia el Medio Oriente ha perpetuado desde entonces la inestabilidad geopolítica en la región[5]. Sin embargo, eso no impidió que aumentara también la dependencia energética de Europa occidental, particularmente de Alemania, del petróleo soviético desde los años 50 y 60 y del gas ruso más recientemente. Buena parte de las vulnerabilidades y problemas por la que atraviesa la seguridad energética y la autonomía estratégica de la UE en el presente arrancan de este hecho.

La forma en que los estadounidenses reaccionaron a estas circunstancias recorre la geopolítica desde los años setenta del siglo pasado hasta la primera década del nuevo siglo. A partir de entonces, el auge del gas de esquisto en los EEUU ha permitido que este país inyecte al mercado europeo grandes cantidades de gas licuado entrando en la competición con Rusia. Las consecuencias que para la seguridad energética europea han supuesto la invasión y guerra en Ucrania no han hecho sino confirmar esta tendencia. En ese contexto, también China, al ser consciente de que necesita garantizar los suministros fósiles para alimentar su enorme capacidad industrial, diseña sus propias estrategias centradas en Asia, África y América Latina generando nuevas tensiones geopolíticas.

A esta vieja geopolítica centrada en las energías fósiles se suman en la actualidad las tensiones derivadas de la transición energética, particularmente por la forma que está adoptando en los países que conforman el núcleo del capitalismo. La cuestión gira sobre la infraestructura necesaria para captar las fuentes renovables del viento y el sol y solventar el desafío del almacenamiento. Transitar hacia otra base energética y alcanzar la neutralidad climática en el año 2050 precisa una cantidad ingente de toneladas de minerales cada año. Las nuevas tecnologías necesitan nuevos materiales, y muchos de ellos son considerados críticos ante la posibilidad de que su suministro represente un cuello de botella en la implantación masiva de dichas tecnologías a un coste razonable[6]. Por ese motivo, el acceso a estos recursos críticos es contemplado por los países como una cuestión estratégica, de manera que la transición energética deviene de manera inmediata en una cuestión geopolítica de primer orden. Esto sitúa a las tierras raras y a los minerales críticos en el foco de atención[7]. La dispersión geográfica de esos materiales favorece de momento a China, que además ocupa una posición dominante en las cadenas de extracción, producción y comercialización de esos minerales.

Pero no hay que olvidar que, como buena parte de la estrategia de transición hacia las renovables depende aún de la inyección de grandes flujos de energías fósiles y descansa en tecnologías poco maduras o que aún no existen, las rivalidades geopolíticas que vemos surgir en torno a los nuevos materiales se mezclan todavía con la vieja geopolítica de la energía fósil. De ahí que las tiranteces y conflictividades pueden aparecer por uno u otro flanco. Con todo, como los objetivos de descarbonización de las estrategias de transición otorgan menor capacidad de maniobra al gas de esquisto (importante en la gestión de las tensiones más recientes), todo indica que de ahora en adelante la válvula de escape para aliviar las presiones que se van acumulando será sobre todo la expansión de la frontera extractiva mineral[8].

Zonas de sacrificio y nuevas conflictividades

La expansión de las fronteras extractivistas se puede observar con claridad en el caso del litio. Aunque todavía concentrada en poco enclaves y países,[9] el incremento vertiginoso de la demanda está provocando que se extiendan innumerables proyectos por otros países de América Latina, África, Europa, los EEUU y Canadá[10]. Tras la explotación de los grandes salares de fácil y rentable extracción, aunque enormemente exigente en el consumo de agua, se pasa a la explotación del litio de roca dura, con las consecuencias ecológicas propias de la minería a cielo abierto e impactos sobre las comunidades locales que, en no pocos casos, implican expulsiones y desplazamientos de población.

Sobre estos territorios se despliegan estrategias corporativas y acciones estatales que no toman en consideración las necesidades y los intereses locales, de manera que las regalías, los impuestos sobre los beneficios de la actividad minera y los controles laborales y ambientales son mínimos o quedan definidos al margen de las poblaciones afectadas. Las cuestiones referidas a la propiedad, las rentas, la tecnología y los impactos sociales y ambientales quedan subsumidas en una lógica y una arquitectura jurídica que contempla la tenencia de las explotaciones como activos financieros que se pueden comerciar en los mercados globales a través del control que ejercen sobre ellos grandes empresas del sector automotriz, bancos o fondos de inversión. Nada que tenga que ver con un desarrollo endógeno y autocentrado en las necesidades de la población de unos territorios que son sacrificados para posibilitar el tránsito a un modelo renovable en los centros del capitalismo global.

En el caso de la República Democrática del Congo, posiblemente uno de los países más turbulentos del mundo y donde se encuentran las principales reservas de cobalto y coltán, la intensificación de la actividad minera se ha desarrollado paralelamente a la militarización y los conflictos armados[11]. A esa inestabilidad política y social se añade el despojo, pues el grueso de los recursos es exportado en bruto, ancladas las actividades en el eslabón más bajo de una cadena de valor gobernada por “la regla del Notario”[12].

División internacional del trabajo, modo de vida y nuevas rivalidades imperiales

Ante esta división internacional del trabajo que condena al Sur Global a la exportación de materias primas baratas que otros rentabilizan gracias a su mayor capacidad tecnológica y poder en los mercados, algunos gobiernos plantean la necesidad de escalar en las cadenas de valor prohibiendo las exportaciones en bruto y diseñando planes para el refinamiento en los países de extracción[13]. Sin cambiar las reglas de juego se antoja que las medidas se utilizarán para afianzar alianzas público-privadas (estados con grandes corporaciones trasnacionales) que actualicen las viejas alianzas entre oligarquías locales y globales de las que el imperialismo siempre se ha servido. Pero eso únicamente perpetuará la “maldición de los recursos” que produce desigualdad y destrucción ecológica, agravando los conflictos armados, la corrupción y la desigualdad.

Pero no hay que olvidar que la otra cara de la moneda es el modo de vida imperial que da lugar a los privilegios y ventajas que se disfrutan en el Norte global[14]. Sin el cuestionamiento de los objetivos e intereses que guían los procesos de extracción, transformación y comercialización es difícil afrontar en serio la crisis ecosocial. De momento, las amenazas del calentamiento global y el paulatino agotamiento de los recursos fósiles, así como la definición de las estrategias de transición, casi exclusivamente centradas en las dimensiones energética y digital, parecen estar diseñadas más para el establecimiento de una «acumulación por desfosilización»[15] que para el propósito de racionalizar y reducir los intercambios metabólicos y preservar la integralidad de la biosfera.

Los organismos internacionales parecen más preocupados por la fragmentación de la economía mundial y la geopolítica de bloques que se pudieran derivar del hecho de que muy pocos proveedores —China, Rusia y Australia— controlen la mayor parte de la llamada “minería verde” sobre la que descansa la fabricación de paneles solares, turbinas eólicas y coches eléctricos que de cuestionar el modo de vida occidental[16]. Así las cosas, si se utilizan los mismos métodos que se han empleado históricamente con la geopolítica del petróleo, el futuro inmediato no augura nada bueno.

EEUU sigue siendo la principal potencia económica, tecnológica y militar del mundo, pero dispone de pocos yacimientos domésticos de minerales críticos y tierras raras y es un imperio en decadencia en un mundo multipolar. Europa parece haber renunciado a cualquier intento de actuar como un centro de poder autónomo y cierra filas —como se está comprobando con motivo de la Guerra de Ucrania y la destrucción de Gaza por el gobierno de Israel— con la OTAN como herramienta principal para hacer valer los intereses de Occidente. La agudización de las rivalidades interimperialistas y la proliferación de todo tipo de conflictos violentos aparecen como una posibilidad cada vez más cercana mientras los procesos de deterioro ecológico siguen su curso y nos van conduciendo a lugares ignotos de los que apenas sabemos si tendremos posibilidades de retorno.

Notas:

Este texto forma parte de la colaboración entre ESPACIO PUBLICO y FUHEM ECOSOCIAL. Fue publicado en Papeles de relaciones ecosociales y cambio global nº 163, pp. 5-11.

[1] Véase, por ejemplo, los dedicados a un «Mundo de emergencias» (nº 162), «Militarismo» (nº 157) o «Geopolítica en el Antropoceno» (nº 146).

[2] Kohei Saito, El capital en la era del Antropoceno, Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2022.

[3] David Harvey, El nuevo imperialismo, Akal, Madrid, 2004.

[4] Helen Thompson, Disorder: Hard Times in the 21ª Century, Oxford University Press, 2022.

[5] Con acontecimientos decisivos como el proceso descolonizador guiado fundamentalmente por los intereses de Gran Bretaña y Francia, la creación del Estado de Israel, la crisis de Suez del año 1956 que confirmó la pérdida de influencia de Gran Bretaña, la revolución en Irán de 1979 que instauró la actual república islámica tras el derrocamiento del último sha de Persia, el apoyo otorgado por los EEUU a Arabia Saudí o las guerras sucesivas en las que los intentos de Occidente de reconfigurar el poder en la zona han involucrado primero a Irak y luego a Siria.

[6] Las materias primas críticas (CRM) -materiales que requieren especial atención por su relevancia económica y el alto riesgo de la interrupción de su suministro- son identificadas por la Comisión Europea e incorporadas a un listado en permanente actualización. La lista de la UE del año 2020 contiene treinta materiales frente a los catorce que contenía en el año 2011 (o los veinte de 2014 y los veintisiete de 2017). La bauxita, el litio, el titanio y el estroncio han sido incorporadas por primera vez al último listado, mientras que el helio -que sigue siendo motivo de preocupación por la concentración del suministro- se ha eliminado por haber disminuido su importancia económica. Se puede consultar el listado completo en la «Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones: Resiliencia de las materias primas fundamentales: trazando el camino hacia un mayor grado de seguridad y sostenibilidad» [COM(2020) 474 final, Bruselas, 03/09/2020].

[7] Entre los más relevantes para el avance de la transición energética y digital se encuentran los siguientes: 1) El coltán, que en realidad es el acrónimo popular de las denominadas columbita (óxido de niobio) y tantalita (óxido de tántalo), y que resulta crucial para la microelectrónica; 2) El cobalto y el litio, fundamentales para la producción de baterías; y 3) las llamadas tierras raras (que no son tierras en el sentido popular, ni raras en el sentido de escasas, y que se las denomina así porque suelen aparecer dispersas en minerales relativamente poco comunes) con aplicaciones en múltiples industrias y resultan especialmente importantes para el rendimiento de muchos motores y generadores eléctricos. Son precisamente las tierras raras las que mayor riesgo de suministro presentan para Occidente debido a que la extracción y la comercialización se encuentran controladas por China.

[8] Una válvula que solo puede actuar de manera temporal, pues la demanda de al menos catorce materias primas críticas se estima que en las próximas décadas será superior a las reservas conocidas. Entre ellas se encuentran materiales tan comunes en la industria como el cobre o el níquel como los principales elementos de la transición energética (como el litio, el galio o el cadmio).

[9] Básicamente situados en Australia, Chile, China y Argentina.

[10] Bruno Fornillo, «Las fronteras latinoamericanas del litio. Espejismos, guerras y desfosilización», Nueva Sociedad nº 306, Buenos Aires, julio-agosto 2023, pp. 38-50.

[11] Nicolas Berman, Mathieu Couttenier, Dominic Rohner y Mathias Thoenig, «This Mine is Mine! How Minerals Fuel Conflicts in Africa», American Economic Review, vol. 107, nº 6, junio 2017, pp. 1564-1610; Nik Stoop, Marijke Verpoorten y Peter van der Windt, «Artisanal or industrial conflict minerals? Evidence from Eastern Congo», World Development, vol 122, año 2019, pp. 660–674.

[12] José Manuel Naredo y Antonio Valero se valen de la “regla del Notario” para explicar cómo el deterioro ecológico y social no se contabiliza en la noción convencional de desarrollo económico, de manera que no existe una relación entre los verdaderos costes y los precios de los recursos. La fuerte asimetría entre la evolución del coste físico y la valoración monetaria se puede ilustrar en términos energéticos de la siguiente forma: «En la construcción de una casa los mayores consumos energéticos tienen lugar en los materiales de obra que son los que menos cuestan por unidad de energía consumida. Al final de la obra el consumo energético que hace el notario para firmar la escritura es el que más dinero cuesta» (Antonio Valero). La regla del notario se desprende de las asimetrías entre, por un lado, los postulados de la termodinámica y la economía convencional y, por otro, las normas y condicionamientos institucionales en las prácticas económicas que tienden a retribuir más las tareas de dirección, gestión y comercialización frente a las directamente implicadas en la extracción y elaboración. Véase: José Manuel Naredo y Antonio Valero, «La evolución conjunta del coste físico y del valor monetario en el curso del proceso económico: la “regla del notario” y sus consecuencias», capítulo 23 del libro dirigido y editado por estos mismos autores: Desarrollo económico y deterioro ecológico, Fundación Argentaria- Visor Dis., Madrid, 1999.

[13] Lo señala Rodrigo Santodomingo en una crónica publicada en el Blog Planeta Futuro asociado al diario EL PAÍS: «Exportar metales y minerales sí, pero refinados: la batalla de África por rentabilizar las materias primas».

[14] Ulrich Brand, Crisis ecosocial, modo de vida imperial y transiciones, FUHEM/ Catarata (006 Economía Inclusiva), Madrid, 2023 (en prensa).

[15] Maristella Svampa y Pablo Bertinat (eds.): La transición energética en la Argentina. Una hoja de ruta para entender los proyectos en pugna y las falsas soluciones, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2022.

[16] Véase el capítulo tercero «Fragmentation and Commodity Markets: Vulnerabilities and Risks» del survey del FMI: World Economic Outlook: Navigating Global Divergences, Washington, DC., octubre de 2023, pp. 71-92.

La hegemonía europea en África parece tocar a su fin

La hegemonía del colonialismo europeo sobre África se aproxima a su fin: al menos los últimos movimientos sucedidos en una región clave como es el Sahel apuntan en esa dirección.

Así, Níger parecía un terreno seguro para Occidente y, sin embargo, hace un año se produjo allí, de modo para muchos totalmente inesperado, un golpe militar.

Francia vio amenazados de pronto sus intereses y no se contentó con aplicar sanciones a su antigua colonia, sino que solicitó una intervención militar de los países integrantes de la ECOWAS [1].

París no logró, sin embargo, su objetivo al oponerse al mismo dos de sus quince miembros, Malí y Burkina Faso, al ver que el golpe militar gozaba de fuerte apoyo en la población del país vecino.

La agrupación económica del África Occidental estaba en aquel momento presidida por Nigeria, pero, frente a la voluntad del Gobierno de Lagos, el Senado de este país se mostró también contrario a toda intervención militar.

Lo mismo hizo Argelia, que, pese a no pertenecer a ECOWAS, no autorizó a la Fuerza Aérea de su antigua metrópoli que sobrevolara su territorio y lanzó en cambio una iniciativa de paz.

El gobierno golpista de Níger emprendió entonces, con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos, un nuevo rumbo anticolonial y, al igual que habían hecho antes Malí y Burkina Faso, expulsó del país a las tropas francesas.

Al mismo tiempo,  anunció la ruptura “con efecto inmediato” del acuerdo de cooperación militar con EEUU, país que operaba desde 2016 cerca de la ciudad de Agadez una de las mayores bases de drones del mundo.

Níger, Malí y Burkina Faso abandonaron entonces ECOWAS y fundaron en septiembre del año pasado la llamada Alianza de los Estados del Sahel.

Según esos gobiernos, ECOWAS había caído bajo la influencia de potencias externas al continente y “traicionado sus principios fundamentales y el panafricanismo” para convertirse en “una amenaza para los Estados miembros y sus pueblos”.

Fue  la respuesta de cuatro gobiernos rebeldes – el cuarto era el de Guinea, donde también se había producido en 2021 un golpe militar- a las sanciones económicas con que pretendían castigarlos la ECOWAS y sus aliados de Occidente.

Ese nuevo rumbo anticolonial se consolidó también en Senegal, donde resultó elegido el abogado y político “panafricanista” Bassirou Diomaye Faye, que había prometió luchar contra el “dominio económico francés” y eliminar el franco CFA para recuperar la soberanía monetaria.

La elección de Faye, pese a todos los intentos, detención incluida, de frustrar su candidatura, recordó a algunos los tiempos fundacionales del “panafricanismo” en los años sesenta con políticos como el maliense Modibo Keïta, el ghanés  Kwame Nkrumah o el tanzano Julius Nyerere, todos ellos impulsores de la Organización de la Unidad Africana.

En un último movimiento y en respuesta a ECOWAS, los líderes de Burkina Faso, Malí y Níger acaban de fundar formalmente en Niamey la llamada Confederación de la Alianza de Estados Africanos.

Es la señal más clara del alejamiento de África de un Occidente al que no perdonan, entre otras cosas, la  pasividad ante el genocidio de Gaza o sus presiones para que el mundo en desarrollo se sume al aislamiento de Rusia.

Todo ello ocurre además en un momento en el que, debido precisamente al conflicto con Moscú por la guerra de Ucrania, Europa parece necesitar aún más a África como fuente de materias primas y ve preocupada la creciente incursión de Rusia y de China en un continente que había sido hasta ahora su coto privado.

Notas:

[1] Comunidad Económica de Estados de África Occidental, creada en 1975 con el objetivo de promover la integración económica de la región.

 

A cuántas personas les gusta la música y cuántas de ellas suelen escucharla en directo. Y por apuntar hacia lo concreto ¿cuántas hay que se preocupen de la calidad del sonido de lo que escuchan y en conocer a los profesionales que interpretan aquello que tanto gusta?

Con estas premisas se pone sobre la mesa la desigualdad en algunos aspectos del tan exitoso teatro musical que hace unas décadas llegó a los escenarios madrileños para quedarse y que a día de hoy supone el setenta por ciento de la recaudación total del teatro, unos 110 millones de euros al año. Madrid es hoy la tercera ciudad del mundo en importancia, tras Londres y Nueva York, por número de obras estrenadas y por cantidad de público asistente a espectáculos como Grease, Mamma Mia!, Chicago, The Book of Mormon, El fantasma de la ópera, Charlie y la fábrica de chocolate, Aladdin, El Rey León…

Pero el hecho de estar tan consolidado y ser tan exitoso no significa que todo brille en el sector ni que sus trabajadores disfruten de unas condiciones laborales y salariales de primera, y no nos referiremos aquí al conocido caso Malinche, del megalómano productor Nacho Cano, porque ya tiene madrina y suficientes escaparates abiertos donde mostrar su desvergüenza artística y empresarial además de su dudosa honestidad. De lo que hay que hablar ahora es de la recientemente formada Coordinadora de Músicos de Teatro Musical creada para defender sus derechos y dignificar la profesión porque qué sería del teatro musical sin los músicos que trabajan en él cada día. Hombres y mujeres -bastantes menos a día de hoy- de comprobada formación y larga experiencia y trayectoria.

Las condiciones de trabajo para la música en directo nunca han sido las más idóneas moviéndose entre variables tan dispares como las que van de la oferta de una sala o un garito de barrio hasta un teatro o el escenario de un gran festival. Nunca esto se ha legislado de forma que marque máximos y mínimos aceptables y queda por tanto sujeto a una negociación de oferta y demanda, no siempre justa, que generalmente se solventa por la importancia del escenario y según el mayor o menor reconocimiento del artista.

Y entre todo eso, que no es nuevo, se ubica la aún joven pero ya establecida industria cultural que supone ser el Teatro Musical: es una buena noticia porque conlleva trabajo para creadores y artistas además de divertimento y ocio para el público en general, pero si aparece la Coordinadora de Músicos de Teatro (CMTM) es justamente por la desproporción entre la creciente importancia del sector y el trato discriminatorio que reciben estos profesionales de la música.

Fotografía promocional de Mamma Mia!

No existe un convenio que regule la actividad cuando sí lo hay para actores y técnicos de teatro, por ejemplo. El salario es precario, muchas veces no llega al SMI, y tienen que moverse con una preocupante temporalidad. Las productoras aseguran no haber recibido quejas y de eso se valen para en cada negociación ir tirando a la baja. Se ha dado el caso de un famoso musical presentado por primera vez hace algo más de dos décadas que al estrenarse de nuevo el pasado año en versión actualizada paga a los músicos en torno a un cuarenta por ciento menos de lo que entonces pagaba. La necesidad del trabajo, la necesidad que siente un músico de tocar cada día hace que se acepten las condiciones asumiendo que, además, si un día faltas al trabajo serás tú quien tenga que pagar a tu suplente a quien previamente habrás tenido que adiestrar para que en tu ausencia haga lo mejor posible el trabajo.

Conversamos con Gabriel Szternsztejn, guitarrista, profesional que trabaja desde 2011 en El Rey León: Gabriel forma parte del grupo que ha asumido la tarea de dar a conocer la CMTM, asociación que ya acoge a 250 profesionales de la música con la que quieren reivindicar «…el reconocimiento de la especialización y la categoría artística de los músicos de teatro». Su objetivo es mejorar las condiciones laborales bien a través de la negociación de un convenio que regule su actividad o con la inclusión en el Convenio de Teatro existente pero con un apartado propio. En la web de la Coordinadora se pueden conocer con detalle sus lógicas reivindicaciones.

Para ello convocan a todos los músicos de España a apoyar la causa y aportar su voz para lograr un cambio significativo en el sector. Otras de las reivindicaciones son la lucha contra los musicales sin músicos, el reemplazo de músicos por pistas grabadas, la mejora de las condiciones de salud laboral, la remuneración obligatoria de ensayos o mejorar las condiciones de los covers. Para dar a conocer su causa y obtener resultados están dispuestos a trabajar en colaboración con organizaciones sindicales y culturales para fortalecer su lucha y dar visibilidad al conflicto.

Y más allá del llamamiento a músicos y profesionales del sector, productores, patronales, empresas, entidades de gestión como la AIE e instituciones públicas de carácter cultural y laboral, que son quienes están llamados a sentarse y negociar en conjunto, cabría hacer un llamamiento al público que paga entre 50 y 150 euros por asistir a un musical y no se preocupa de si la música que ha escuchado se ejecutaba en directo o si estaba grabada. Cada pase de música en directo es irrepetible y produce unas sinergias que no se dan con la música enlatada ¿Quién iría a una sesión en la que después de haber pagado un precio nada desdeñable por la entrada encontrase en el escenario no a actores, cantantes, bailarines… sino solo figuras creadas, por ejemplo, mediante Inteligencia Artificial? Esto va a llegar y no tardando mucho pero estaríamos hablando de otra cosa: mientras tanto, si quieren ver de cerca al actor o actriz, reclamen también escuchar la música en directo. Ejerzan su derecho, el público es la parte vital de la obra cultural o artística una vez acabada y compartida.

Salud y éxitos para la CMTM.

Noventa años ha cumplido el grupo editorial Fondo de Cultura Económica. Y ha querido celebrarlo en España con un encuentro en la librería Juan Rulfo de Madrid en el que han participado representantes de clubes de lectura, librerías y editoriales, porque su objetivo fundamental es fomentar la lectura considerada como un bien social.

El escritor y activista cultural y político Paco Ignacio Taibo II, actual director del FCE, ha sido el encargado de explicar la actividad que esta empresa desarrolla especialmente en México, donde se ubica su sede central.

En un país de algo más de 127 millones de habitantes y con una de las mayores diversidades lingüísticas del mundo (68 lenguas indígenas que habla un 6,5% de la población según datos del Gobierno mexicano), el FCE se ha propuesto llegar en México a todos los rincones por recónditos que sean y a todos los públicos por alejados que puedan estar de los libros, en una labor que a algunas de las personas que han participado en este encuentro les ha recordado otras experiencias culturales como pudieron ser en España La Barraca o las Misiones Pedagógicas.

Con pasión y mucho humor, Paco Ignacio Taibo II ha explicado cómo el FCE tiene como uno de sus principales objetivos que la gente lea, pero que lea no por imposición sino por decisión propia. Gente de todas las edades y condición. Ante la sorpresa y cuasi envidia del público asistente, ha relatado múltiples y divertidas anécdotas de la labor que desarrollan tanto con adolescentes como con personas mayores, “viejitas”. “La provocación y el humor resultan ser herramientas muy eficaces con la gente joven”, ha manifestado. Mientras que muchas personas mayores, que apenas saben leer, se han acercado a los encuentros organizados por el FCE atraídas por las narraciones, leyendas populares o cuentos infantiles que les recuerdan su historia y les empujan a leer y a participar en lecturas colectivas. El “club de los viejitos” es una muestra de la importancia de los clubes de lectura, de los que en la actualidad hay más de 17.000 en todo el país.

Las bibliotecas no quedan atrás. Y en los últimos años han creado más de 200 bibliotecas comunitarias en barriadas populares.

Paco Ignacio Taibo II en la librería Juan Rulfo de Madrid. Fotografía de Espacio Público.

“Una editorial tiene que existir para que la gente lea”, afirma Taibo. Por ello tratan también de publicar colecciones muy económicas, especialmente en los títulos de autores/as menores de 25 años.

“No tenemos best sellers, tenemos long sellers”, ha señalado Taibo, para explicar que los libros no desaparecen, que no todo son las novedades y el interés del FCE por mantener vivos los títulos a lo largo del tiempo. Además de la viabilidad empresarial, el FCE, que cuenta con el apoyo del Gobierno de México, “es una editorial con sentido social”.

La poesía, las novelas policiacas, el ensayo, la narrativa en general, forman parte de su catálogo, en el que no falta la publicación en las lenguas indígenas. Y además del libro impreso en papel, los nuevos formatos de edición: libro electrónico, audiolibros les permiten acercar la lectura a nuevos públicos.

Por último, la importancia de las nuevas tecnologías en la difusión de la lectura: las redes sociales, los booktubers, programas interactivos de televisión, ha sido otro de los factores a tener en cuenta hoy si se quiere hacer una política realmente eficaz para fomentar la lectura.

La celebración en España de este 90 aniversario se cerró con la donación a la caja de las letras del Instituto Cervantes de un legado del FCE en España y un coloquio sobre “La influencia de Fondo de Cultura Económica en Iberoamérica” en la que participaron Paco Ignacio Taibo II y Luis García Montero, director del Instituto Cervantes.

Un ajuste de cuentas con las nuevas izquierdas

Muchos se sorprenden todavía del fuerte avance de las derechas y las extremas derechas nacionalpopulistas en las últimas elecciones al Parlamento Europeo.

La perplejidad es, si cabe, mayor en la dirección de los partidos de izquierdas, que no acierta a entender las causas de esa debacle.

La mejor explicación la tiene la economista y dirigente política alemana Sahra Wagenknecht, fundadora de un nuevo partido que lleva su nombre y que fue para muchos la auténtica sorpresa de las europeas en su país.

Wagenknecht, esposa del ex dirigente socialdemócrata Oskar Lafontaine, que dejó ese partido por discrepancias con la Tercera Vía del canciller Gerhard Schroeder, es autora de un libro que es sobre todo un ajuste de cuentas con las nuevas izquierdas (1).

Hubo una época en la que los partidos de izquierda de Occidente –socialistas o socialdemócratas- aspiraban a representar los intereses de las clases trabajadoras y a garantizarles justicia y seguridad.

Aquella izquierda creía en la potencia transformadora del Estado, en su capacidad para corregir las desigualdades mediante la redistribución de la riqueza nacional.

El imaginario político de la nueva izquierda está, por el contrario, dominado por una tipología que Wagenknecht califica con un vocablo mitad inglés, mitad alemán, “lifestyle-Linke”, en referencia a la importancia que da al “estilo de vida” de sus militantes.

Es una izquierda que ya no pone en el centro de la acción política los problemas sociales o socioeconómicos, sino sobre todo los hábitos de consumo, la ecología y la defensa de las minorías sexuales: la famosa lista LGTBI+.

Una izquierda cosmopolita, que apoya decididamente la inmigración sin pararse muchas veces a pensar en las consecuencias que, traspasado cierto límite, pueda tener para la cohesión de la sociedad receptora.

Una izquierda que sus críticos de derechas llaman “globalista” y que, al mismo tiempo, es, como ocurre con la actual dirección de los Verdes alemanes, claramente atlantista.

Esa izquierda “light” defiende una sociedad abierta y tolerante. Y, sin embargo, sostiene Wagenknecht, es muchas veces inflexible en materia de derechos humanos y de medio ambiente.

Wagenknecht da en su libro un ejemplo de esto último cuando cuenta cómo en 2019, los jóvenes de Fridays for Future se manifestaron en la pequeña localidad de Lausitz (este de Alemania) para exigir el abandono de la minería del carbón.

Cuando los trabajadores y sus familiares, que temían quedarse sin su única fuente de ingresos, entonaron los viejos cánticos de los mineros, a aquellos jóvenes no se les ocurrió otra cosa que llamarlos “nazis del carbón”.

Al mismo tiempo, quienes hoy afirman en Alemania que el Gobierno del canciller de coalición del canciller socialdemócrata debería preocuparse del bienestar de la población, de los servicios públicos e infraestructuras del país antes que del rearme de Ucrania, se ven inmediatamente tachados por esa nueva izquierda de “reaccionarios” y “antieuropeos”.

Wagenknecht sitúa el origen de esa profunda transformación de la izquierda en la izquierda en la Tercera Vía de los Bill Clinton, Gerhard Schroeder y Tony Blair, quienes continuaron las reformas neoliberales acometidas en su día por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, limando sólo algunas de sus asperezas.

No parece entender esa nueva izquierda que si los trabajadores que antes votaban a los partidos socialdemócratas se inclinan hoy lo hacen muchas veces por las derechas populistas es porque sienten que el Estado no se preocupa de ellos, los ha abandonado.

Porque comprenden mejor que su clase social no está representada en esa nueva izquierda, que integran sobre todo jóvenes profesionales con títulos universitarios y que nada saben del mundo del trabajo.

Políticos que tienen lógicamente otros intereses y defienden valores que ya no son, como antes, la comunidad y la solidaridad sino el europeísmo, el cosmopolitismo y la competitividad. Y que parecen más preocupados por los derechos humanos en Afganistán o en cualquier autocracia que por los derechos sociales en su propio país.

Notas:

[1] “Die Selbstgerechten” (Los autoconvencidos) . Ed. Campus Verlag.

¿Por qué hay que ir más allá del crecimiento y de la noción usual de sistema económico?

El pasado mes de mayo tuvimos la ocasión de presentar un Informe elaborado desde el Área de Ecología Política de ATTAC que, con el título “Más Allá del Crecimiento: Por un nuevo enfoque ecosocial del Futuro”, analiza las bases de partida para orientar ese futuro basado en la integración de la economía en la ecología (y no al contrario) que pasa inevitablemente por una reducción del metabolismo del proceso económico.

El Informe de ATTAC parte de una constatación cual es que los límites de la naturaleza implican a los de la sociedad y que estos límites arrastran los del crecimiento económico que de ella dependen. Este hecho hace ver que no estamos resolviendo adecuadamente el dilema o la dialéctica entre lo posible y lo necesario en materia ecosocial y más en una época como la actual de crisis de civilización, con dimensiones económicas, ecológicas y sociales

No obstante, el Informe huye de aportar un recetario único de propuestas para el cambio e intenta profundizar en la búsqueda de puntos de encuentro, de denominadores comunes para la construcción de consensos entre las diferentes perspectivas para este cambio, huyendo pues de estériles o incluso contraproducentes polémicas, que actualmente se están dando dentro de los movimientos que apuestan por una transformación ecosocial del modelo económico. Es obvio que este cambio posee un calado de tal envergadura que puede conllevar distintas hojas de ruta; el objetivo primordial es conseguir que esta confluencia sirva para superar las trampas de la ideología dominante que, con su red conceptual y su lenguaje, vienen desactivando los movimientos de protesta y esterilizando la crítica social. Para lograr este objetivo se hace imprescindible la construcción de un espacio común de integración (Plataforma, Alianza, etc…) de la sociedad civil, donde estén representados los distintos ámbitos e intereses en juego.

¿Qué cambio se precisa?

Para precisar la magnitud del cambio necesario se hace imprescindible establecer las claves del cómo y porqué hemos llegado a la crítica situación actual pues el origen de este pernicioso camino está en la errónea idea de que apartarnos de la naturaleza es “lo civilizado” lo cual ha derivado que en términos evolutivos el ser humano, como especie, esté viviendo a costa del deterioro de su entorno planetario. Así, desde una concepción de una naturaleza competitiva (el hombre es un lobo para el hombre) se ha ido construyendo el relato de la necesidad de permanente crecimiento que ha estado basado en un comportamiento depredador y un “productivismo” extractivista (revender con beneficio no es producir ni tiene por qué ser socialmente recomendable) .

La realidad es que los actuales problemas no pueden ser solucionados por ese mismo productivismo que los creó. Es preciso revisar muchos paradigmas culturales ligados al relato del permanente crecimiento de esa hipotética “producción“ como indicador de calidad de vida y a la idea usual de sistema económico que se construye sobre ella.

En efecto, a partir de finales el Siglo XVIII la extracción y uso de los combustibles fósiles potenció la automatización industrial y el abaratamiento de los transportes que posibilitaron un incremento sin precedentes de la fabricación y el comercio de mercancías. Este crecimiento aceleró el proceso de explotación de la naturaleza esquilmando sus recursos a un ritmo creciente y utilizándola como depositaria de los residuos generados por el proceso urbano-industrial, catalizando su degradación. En paralelo se incrementó también la explotación laboral y la desigualdad entre países y entre clases sociales en un contexto además de fuerte incremento poblacional y urbano que segregaba el territorio en núcleos atractores de población, capitales y recursos y áreas de apropiación y vertido.

Pero este modelo económico es de una enorme fragilidad (es decir inseguridad) pues choca con la realidad del carácter finito de los recursos naturales que utiliza y de los ecosistemas que deteriora, en una dinámica que exige a la biosfera unos ritmos de renovabilidad de materiales y energía que esta no puede dar.

Es por esto por lo que incluso deberíamos replantearnos la propia revisión del significado del Progreso como paradigma social y económico, para visibilizar y diagnosticar bien la Degradación o Regresión ecológica y social en curso como primer paso para evitarla pues empeñarse en seguir avanzando por un camino equivocado no es lo más recomendable.

¿Hemos dado las respuestas adecuadas?

A medida que ha ido avanzando el siglo se ha ido consolidando ciertamente el que “no hay economía sin ecología”, lo cual es cierto si bien nos llevaría a preguntarnos sobre el tipo de economía que realmente es compatible con la ecología. Esta duda se dirime clarificando quién integra a quién, pues solo entendiendo a la Economía como un subsistema de la Ecología podrá darse la armonización necesaria entre ambas para generar la menor entropía posible en términos termodinámicos y por tanto la menor degradación o desequilibrios en términos ecosistémicos. Para ello hay que tener bien presente que las reglas actuales del juego económico hacen que el metabolismo de la sociedad industrial sea claramente Entrópico no Circular.

Porque la realidad es que en los últimos 100 años de civilización industrial la entropía planetaria no ha parado de crecer, y ello a pesar de las alertas dadas (“Los Límites del Crecimiento” en 1972, Informe Meadows del Club de Roma… o el Plan “Cambiar o desaparecer” propuesto en ese mismo año por autores de The Ecologist). Ante esta entropía, el sistema va creando sus “anticuerpos” para contrarrestar posibles influencias para él inconvenientes y más ante las crisis concatenadas que van sacudiendo el proceso económico. Se crea así la idea/metáfora del Ecodesarrollo, del Crecimiento Verde, de la Responsabilidad Social Corporativa (hoy reconvertida en Diligencia Debida), los ODM, la Agenda 2030 y sus ODS, la Economía Circular, la Transición Ecológica, … todos en la lógica del Desarrollo Sostenible como paradigma; un paradigma al que nos agarramos como oportunidad aunque ya sabíamos que tenía mucho de oxímoron diseñado para reconducir las críticas al redil de la ideología económica dominante. En cualquier caso todas estas acciones podrían ser válidas si se integraran en una lógica más amplia que no permitiera confundir lo que se hace con lo posible y olvidar lo necesario.

Pero hay un hecho invalida todas estas iniciativas de supuesta integración y hace de ellas más retóricas “lampedusianas” que políticas efectivas, y es que todas aportan soluciones desde una escala de valores que es la que ha provocado las crisis. Hay dos ejemplos muy claros:

  • Una transición energética que se hace identificar como gran transición ecológica, cuando se trata de forzar un cambio tecnológico orientado sobre todo a ofrecer nuevos nichos de negocio a las grandes corporaciones, pero no a promover una verdadera reconversión del metabolismo de la civilización industrial, necesariamente asociada a cambio de valores, de paradigmas, de comportamientos y de patrones de vida.
  • La mercantilización y financierización del territorio y los recursos y de las soluciones (bonos verde, bonos “catástrofe”, Bancos de Biodiversidad… y los mercados de emisiones de CO2).

Ambos ejemplos han generado un cocktail perverso que ha llevado el extractivismo y el consumo de energía a niveles sin precedentes a escala planetaria con las consiguientes secuelas de deterioro ecológico y territorial. Pues al decretar programas la obsolescencia precipitada en aras de las nuevas tecnologías y la transición energética, el tonelaje de minerales extraídos ha crecido exponencialmente en los últimos veinte años sin que declinara la de combustibles fósiles, que continuó creciendo al ritmo que marca el pulso de la coyuntura económica (siendo la extracción de carbón la más ha crecido en abierta contradicción con la meta de “la descarbonización”).

La realidad es que las políticas de Desarrollo Sostenible y por tanto de integración entre economía y ecología no han dado el resultado que debe considerarse como adecuado. Sólo basta con ver los datos que ofrece el seguimiento del cumplimiento de Objetivos de la Agenda 2030 para darnos cuenta que los actuales indicadores ecosociales son los peores de la historia, haciendo declarar a responsables de NNUU que podemos estar “en el epitafio del mundo que podría haber sido”.

Un mundo, en el que además la distribución de la renta está determinada por políticas que favorecen a ciertos grupos y perjudican seriamente a otros. Si aceptamos las estructuras que se han institucionalizado como algo llamado “mercado libre” y luego tratamos de utilizar los impuestos y las políticas de transferencia de recursos para reconducir las desigualdades, entonces nosotros mismos nos habremos metido en el callejón sin salida en que estamos.

En lugar de esto, debemos centrarnos en modificar las reglas del juego económico que fuerzan el extractivismo y redistribuyen el ingreso a favor de los más pudientes si bien eso exige un cambio profundo de los principios que mueven el actual modelo económico de sociedad.

Estrategias para el cambio: hacia un nuevo modelo ecosocial

En un contexto en el que un cierto “postcapitalismo” postulado como crecimiento o capitalismo “verde” es dominante, están sobre la mesa distintas posiciones supuestamente alternativas de las que cabe sugerir una cierta reformulación.

Una visión reformista del modelo que considera que llegar a un Pacto Verde entre Naturaleza y Capital es una oportunidad para crear hegemonías para conseguir un cierto crecimiento permanente.

Aquí estaría el Green New Deal y el programa Next Generation. El problema a superar sería clarificar qué aporta este Pacto Verde a la fallida retórica del Desarrollo Sostenible, qué garantías adicionales supone teniendo en cuenta que podría conllevar riesgos de extractivismos que mantienen dinámicas colonialistas y que suponen impactos ecosociales insostenibles de tecnologías supuestamente sostenibles.

Una alternativa más rupturista con respecto al modelo actual que podríamos denominar Decrecentista, que no cree en el relato de permanente crecimiento económico (del PIB) y que plantea una reducción del metabolismo económico en distintos ámbitos: energía, transporte, turismo, etc…; si bien esta reducción debe darse en primera instancia planificadamente por ser justa y en los países más ricos en primera instancia.

Sin duda es imprescindible replantearse el relato del crecimiento económico como paradigma, si bien para ello el Decrecimiento como tal debería ser reformulado de tal forma para que no se entienda vinculado a la actual noción de sistema económico (con la metáfora de la producción a la cabeza) pudiéramos decir que pretendiendo hacerlo “más pequeño” pues eso se denomina recesión y genera un nulo atractivo político y social. En todo caso lo relevante es que esta reformulación parta de la base de que esta reducción de los flujos del metabolismo económico y social no puede hacerse sin cambiar las reglas del juego económico que los mueven y la noción de sistema que orienta las reflexiones y las políticas.

Pero si transcendemos la idea hoy usual de el sistema económico, para razonar con una economía de sistemas y si cuestionamos la actual idolatría del PIB para consensuar una taxonomía del lucro [1] (que destierre o penalice el lucro sin contrapartida y marque bien las fronteras de los delitos económicos), adoptaremos por fuerza enfoques multidimensionales en los que se desvanece el relato del crecimiento, ya que no habrá una variable única y universal (como era el PIB) que se postule que deba crecer o decrecer. En este nuevo contexto quedaría claro que la meta de los movimientos sociales críticos no puede ser el crecimiento por muy verde que se pinte (ni tampoco el decrecimiento), sino la reconversión de la civilización industrial hoy globalizada hacia horizontes ecológicos y sociales más saludables para la mayoría. Lo que requiere cambios mentales e institucionales que permitan crear un mundo donde quepan muchos mundos… y a este nuevo mundo reconvertido habría que darle nombre para que sea asumido con generalidad[2]. Pues, como advertía Lewis Munford, “Cuando no hay meta no hay dirección: no hay plan fundamental ni consenso y, por lo tanto, no hay acción efectiva práctica. Si actualmente la sociedad se encuentra paralizada, ello no se debe a la falta de medios, sino a la falta de fines[3].

Pero el reto es de enorme calado. Por ello es imprescindible establecer puntos de encuentro que lleven a consensos, por lo que debemos construir un espacio común a modo de Plataforma de debate, de análisis y de acción, conformada por Organizaciones Sociales que representen los distintos ámbitos: Economía, Ecología, Sindicatos, Científicos, etc… todos con un mismo objetivo: un nuevo modelo ecosocial de convivencia.

Y quizás, desde la “Crítica agotada. Claves para un cambio de civilización”[4] podemos verificar que otro mundo mejor sí es posible, pero que para acercarnos a él hemos de liberarnos de las idolatrías y los términos fetiches que nos tienen atados a la ideología y las instituciones dominantes, que incluso llevan a pontificar que “no hay alternativa” y que tenemos que entrar por el aro que nos marca ese sálvese quien pueda individual que sugiere la actual crisis de civilización. Este cambio no se hará de un “día para otro”,  en la historia esto no suele ocurrir. Pero sí hay camino para recorrer facilitando y exponiendo iniciativas de cambio para conseguir que esos granos de arena  vayan conformando la playa…

Notas:

[1] Naredo, J.M. (2019) Taxonomía del Lucro, Madrid, Siglo XXI.

[2] Algunos autores habían puesto nombre a esta meta de un mundo más habitable y saludable o precisado el camino para alcanzarla: Patrick Geddes lo llamó Eutopía (frente a la actual Cacotopía), Iván Illich habló de una Sociedad Convivencial… o Nicholas Georgescuu-Roegen propuso un “Programa bioeconómico mínimo” cuyo primer punto era: “1.-Habrá que prohibir totalmente no solo la guerra en si misma, sino la fabricación de todos los instrumentos de guerra…”, propósito que cobra hoy especial relevancia, reclamando la tradicional y lógica fusión entre ecologismo y pacifismo.

[3] Mumford, L. (1935) The culture of the cities [ed. en castellano: La cultura de las ciudades, Buenos Aires, EMCE, 3 vol. s/f, vol. II, p. 134; otra edición: Logroño, Pepitas de Calabaza, 2018].

[4] Naredo, J.M. (2022) La Crítica Agotada: claves para un cambio de civilización, Madrid, Siglo XXI.

“Es más difícil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo”, escribió el teórico cultural británico Mark Fisher en su libro “Realismo capitalista”.

Y en efecto puede decirse que una de las claves del éxito del sistema económico que nos envuelve es haber sabido presentarse a sí mismo, tras el fracaso del llamado “socialismo real”, como carente de alternativas.

“No hay alternativa”, afirmó en su día la primera ministra británica Margaret Thatcher. Frase que quedó para siempre asociada a sus políticas económicas y a las del presidente de EEUU Ronald Reagan.

Y si ha logrado imponerse tal visión de nuestra realidad económica es sobre todo gracias al hábil uso por los políticos, economistas y medios de comunicación de metáforas inspiradas en la naturaleza, como explican los alemanes Simon Sahner y Daniel Stahr (1).

No son válidas todas las metáforas utilizadas para describir lo que sucede, pero sí sirven a la perfección su propósito, que no es otro que presentar las crisis financieras como algo tan inevitable como los fenómenos naturales y liberar de toda responsabilidad a sus causantes.

Se habla, por ejemplo, de “nubarrones, de “tormentas perfectas”, de “huracanes” o “terremotos”, es decir de algo siempre sobrevenido y que no ha podido evitarse y no como simplemente el resultado de acciones humanas, muchas de ellas irresponsables o equivocadas.

Del mismo modo se habla también de países “enfermos”: el primer “sick man of Europe” (enfermo de Europa) fue el imperio otomano en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, en la que se lograría su definitiva desmembración.

La expresión se aplicaría luego a otros países, como Gran Bretaña,  tras la pérdida de su imperio y el  estancamiento económico resultante, a Irlanda, Portugal o Grecia, a la Rusia postsoviética y también a Alemania, tras su costoso proceso de reunificación.

Y ya se sabe que lo que hay que hacer que los enfermos es curarlos cuanto antes: de ahí las llamadas “terapias de choque”, expresión tomada de la psiquiatría y consistente en privatizaciones, liberación de precios, recortes drásticos de las ayudas y los servicios públicos, entre otras medidas antisociales.

Es decir, algo así como lo que está haciendo en este momento en Argentina su nuevo presidente, Javier Milei, y que provoca violentas protestas de la población, reprimidas por las fuerzas del orden con una violencia todavía mayor.

Políticas consistentes la mayoría de las veces en privatizar las ganancias y socializar las pérdidas como cuando se trata de salvar a los bancos “too big to fail” (demasiado grandes para permitirse su quiebra), bancos que asumieron enormes riesgos convencidos de que, por su tamaño, no los dejarán caer.

Se habla también siempre de la “mano invisible del mercado” como se habla de “mercados  libres”, pero la experiencia nos ha enseñado que el Estado siempre recurrirá en auxilio de los poderosos porque, como no se cansan de decirnos, “no hay alternativa”.

Notas:

(1) “Die Sprache des Kapitalismus” (El lenguaje del capitalismo). Ed. S. Fischer.

Mosab Abu Toha

Abu Toha, poeta, ensayista, periodista, fundador y director de la Biblioteca Edward Said de Gaza, fue secuestrado y torturado en noviembre de 2023 durante la invasión israelí de Gaza, cuando se dirigía con su mujer y sus tres hijos al paso de Rafah. El clamor internacional de sus colegas y lectores lograron su liberación. En la actualidad reside en El Cairo. A su salida de Gaza pudo rescatar un único libro, este poemario, que fue finalista del National Book Critics Circle Award y ganó el American Book Award, y que hace unos días ha sido publicado en España por ediciones del oriente y el mediterráneo con presentación y traducción de Joselyn Michelle Almeida.

La horca de Gaza lo ensoga todo

El libro finaliza con una entrevista realizada por el escritor, poeta y profesor Ammiel Alcalay, en la que Mosab Abu Toha habla de su familia, su infancia, su vida en campamentos de refugiados, “Nunca me di cuenta de que había nacido en un campo de refugiados porque ese era mi mundo”, dice para hablar enseguida –desde que era muy niño–, de los bombardeos, las muertes, el dolor, la tristeza. Cuando descubre la poesía, algo “que siempre ha formado parte de nuestro currículo en Palestina”, confiesa su admiración por Mahmud Darwish, que es también “un poeta universal”, y su descubrimiento de Edward Said, que le llevó a crear la biblioteca que lleva su nombre. A los 26 años viaja a Estados Unidos donde entre 2019-2020, fue poeta y académico invitado por el Departamento de Literatura Comparada en la Universidad de Harvard. También fue bibliotecario residente y visitante en la Biblioteca Houghton y columnista de Arrowsmith Press, para posteriormente regresar a Palestina.

Los poemas de Abu Toha, que recogen los asedios que ha sufrido Gaza desde 2001 hasta 2021, impactan con fuerza en los sentimientos de quienes los leen. En ellos hace un recorrido por la historia de Palestina desde la Nakba de 1948, una historia  que se ha transmitido generación a generación, en la que son constantes el sufrimiento y el dolor de un pueblo sometido a vivir bajo la dominación y la violencia de Israel, el país ocupante. Pero un pueblo también cuya ternura, rabia, firmeza y perseverancia (sumud) golpean con fuerza y se convierten en un canto a la vida, un golpe que va directamente al corazón y no te deja indiferente.

¿QUÉ ES HOGAR?
Qué es hogar:
Es la sombra de los árboles cuando iba a la escuela antes de que los arrancaran de raíz.
Es la fotografía en blanco y negro de la boda de mis abuelos antes de derrumbarse
las paredes.
Es la alfombra de oración de mi tío donde dormitaban decenas de hormigas en invierno antes de que fuera saqueada para colocarla en un museo.
Es el horno que mi madre usaba para hornear el pan y asar el pollo antes de que una bomba calcinara nuestra casa.
Es el café donde miraba partidos de fútbol y jugaba—
Mi hijo me detiene: ¿Puede una palabra de cuatro letras encerrar todo esto?
Uno de los poemas de Mosab Abu Toha.

Este libro es también, y sobre todo, una maravillosa colección de poemas sobre la vida, el amor, la pérdida y todas las cosas que nos rodean. Leyendo estos poemas se puede ver, oler, podríamos decir que tocar Gaza, sus gentes, sus vidas, su sufrimiento, su valentía y su increíble resistencia.

En estos momentos en que Gaza está siendo víctima de un auténtico genocidio por parte de Israel, con la complicidad de Estados Unidos y/o la indiferencia de la mayoría de los países capitalistas occidentales, leer este libro no deja de ser un acto de necesaria solidaridad y empatía con el pueblo palestino.

UNA ROSA RESISTE
No te sorprendas
Si ves una rosa que resiste
entre las ruinas de una casa
Así es como sobrevivimos.

Agradecemos a ediciones del oriente y el mediterráneo su autorización para la reproducción de todas las fotografías que aparecen en este artículo.

Cosas que tal vez halles ocultas en mi oído. Poemas desde Gaza
Mosab Abu Toha
Traducción (del original en inglés) y Presentación de Joselyn Michelle Almeida
160 páginas.
Ediciones del oriente y el mediterráneo (junio de 2024).

Parece una persona convencida de tener la facultad de prescribir el comportamiento y el camino que hemos de seguir el resto de la ciudadanía. Su convicción puede llegar hasta el punto de expresar hostilidad contra cualquier discrepante o persona que no quiera recorrer la senda que él ha trazado.

Se le reconoce con facilidad. Se cita constantemente a sí mismo. Fuera o dentro de la vida política, cuando se planta ante cualquier tribuna, se pone detrás de un atril o tiene un micrófono ante sí, abusa del empleo de verbos en primera persona del singular. «Me gustaría que…», «espero que…», «yo prometo que…», «yo ya dije que…», «yo soy quién…» «votaré en contra de…», «yo no quiero que…», como si su personalidad y voluntad personal estuvieran por encima de la de cualquier «nosotros».

Su egolatría le lleva a no participar casi nunca en coloquios o actos públicos como un oyente más. Si hace acto de presencia ha de ser porque tiene espacio en primera fila. Él va a los lugares donde puede hablar o donde quiere ser visto. Se puede pronunciar a veces en favor de causas justas, pero en raras ocasiones sale a la calle entre gente trabajadora normal, entre pacifistas, feministas, ecologistas, antirracistas o defensores de derechos elementales. Va allá donde piensa que puede impartir doctrina o que puede aparecer junto a otro ‘líder’ más mediático. Lo hace para aplaudirle o para que se note que forma parte de su círculo más próximo. Una vez hecha la foto, se va. Se diría que no siente necesidad alguna de acudir a cualquier acto para prestar atención, observar y aprender.

En algún momento debió perder la capacidad de escuchar y de intercambiar argumentos. No conoce la discreción. Cuando participa en un ‘debate’ pierde los papeles con cierta frecuencia y se embarranca en una discusión incomprensible con otros ‘líderes’, en la cual abundan los insultos, las descalificaciones rotundas y las interrupciones que dificultan cualquier exposición más o menos ordenada de ideas.

Algunos, pocos, suficientemente inteligentes, saben guardar la compostura. Otros han ganado la fama de tener la habilidad de decir y hacer en cada momento aquello que les permite conservar el grado de poder que ya han alcanzado. Pero también abunda la mediocridad, la de los ‘líderes’ que han recibido tal calificación a pesar de su falta de sentido del ridículo y de conciencia de su pobreza intelectual.

El ‘líder’, estúpido o no, es dócil. Sabe seguir la agenda y el guion determinados por quien considera que le puede mandar, a la espera de que le lleguen momentos de más gloria.

En general, quien se considera a sí mismo como ‘líder’ tiene cierta tendencia a confundir desacuerdo con enemistad. Hay que suponer que es por eso que les vemos a menudo como personajes enfadados, con las cejas fruncidas o con sonrisa forzada, dispuestos para el lanzamiento de exabruptos sin ton ni son contra quienes consideran competidores o adversarios. Entonces levantan la voz y no dudan en utilizar alguna palabra altisonante.

El ‘líder’ y sus fans tienen la costumbre de despreciar el contraste entre puntos de vista diferentes. El coloquio que más les gusta es el que han organizado ellos mismos entre personas con las que están de acuerdo, para darse la razón mutuamente.

Hablan con mucha frecuencia del diálogo y de su necesidad.

El diálogo es, efectivamente, una de las herramientas más valiosas que tiene el ser humano para convivir en sociedad, y también para adquirir conocimiento y poder tomar decisiones adecuadas a la realidad, pero se practica mucho menos de lo deseable. Es una palabra desgastada, porque demasiado a menudo se apela a su conveniencia para tener la oportunidad de predicar y de imponer el criterio del jefe o dirigente por encima de cualquier otra persona. El ‘líder’ normalmente no dialoga. En todo caso, negocia.

Es la ausencia de diálogo auténtico entre iguales lo que facilita el avance del autoritarismo, abre el camino para las arbitrariedades, las decisiones interesadas, la restricción de libertades y la represión o marginación del disidente.

El concepto ‘autoridad’, no obstante, conserva bastante prestigio. Es una palabra que se pronuncia con cierto respeto. A menudo se pueden oír referencias al mismo en sentido positivo. «Hay que reservar este lugar para las ‘autoridades'» o «lo que falta en esta casa es alguien que mande» o «esta organización necesita una autoridad» o «nuestra sociedad tiene un problema de liderazgo» o «el país necesita un buen líder»…  ¿Cuántas veces hemos podido escuchar frases como estas? En el mejor de los casos se formulan para destacar la necesidad de contar con personas con cierto grado de genialidad, especialmente eruditas, inteligentes o estudiosas, o quizás con otras con buenas cualidades para la comunicación, pero su actividad no tendría que obstaculizar la reflexión colectiva y las decisiones colegiadas.

Las luchas por el liderazgo y los cultos a la personalidad han tenido y tienen efectos indeseables, y demasiadas veces espantosos. La falta de confianza en el debate, en el intercambio reposado de argumentos entre unos y otros hace dudar sobre las convicciones democráticas de quien pone tanto esfuerzo en dar instrucciones, pero también de quien se humilla, obedece y sistemáticamente se muestra de acuerdo con quien ostenta algún tipo de poder.

Los clásicos griegos tenían claro que «el diálogo es infinitamente más elevado que cualquier otro camino hacia la verdad». Para practicarlo, sin embargo, hace falta que los interlocutores se escuchen, se respeten, busquen acuerdos y renuncien al dogmatismo o a la imposición de un criterio.

Sabemos desde hace tiempo que la mayor parte de las llamadas ‘tertulias’ televisivas y radiofónicas si sirven para algo es para llenar horas de programación barata y para escenificar cotidianamente confrontaciones absurdas entre predicadores. Son conversaciones o discusiones o entre hipotéticos famosos, o ‘expertos’ sobre cualquier tema, en las que abunda la desinformación. Los espacios dedicados a los análisis serios son la excepción.

Pero durante estos días hemos asistido a debates entre candidatos a representarnos en el Parlamento Europeo y el espectáculo que nos han ofrecido en muchos momentos, particularmente los machos, ha sido más bien lamentable. Los participantes de la derecha extrema tienen por costumbre recurrir a la crispación y a la provocación. No fallan. Hacen lo que se espera de ellos. Lo que cuesta entender es la facilidad con la que consiguen distorsionar la deseable interlocución entre personas que, hipotéticamente, tendrían que intentar enriquecer la vida política y explicar la utilidad del voto a sus partidos con propuestas efectivas de mejora real de la vida en común.

Todos ellos, incluso los ultraderechistas, apelan sin rubor en sus panfletos y discursos a conceptos de gran valor, como la libertad, la verdad, la justicia, la igualdad, las soberanías o la seguridad, pero apenas hablan sobre qué condiciones son imprescindibles para que toda la ciudadanía pueda ejercer derechos elementales.

Haría falta, por ejemplo, que en algún momento, más pronto que tarde, aparezcan colectivos políticos o actores sociales con capacidad y voluntad real de poner fin, por ejemplo, a los beneficios crecientes y los privilegios de los que ya son ricos, que pongan en cuestión la benevolencia de la mano invisible del mercado y den mucha más relevancia al sector público de la economía y los servicios, dejen de hacer la vista gorda ante la pobreza y la precariedad laboral,  denuncien la farsa de la «sostenibilidad» del crecimiento económico indefinido, exijan la reducción al mínimo de los gastos en armamento, hagan respetar el derecho a tener derechos de las personas migrantes, pongan fin a las brutalidades policiales, democraticen el poder judicial y detengan su intervención partidaria en la vida política, hagan efectivo su republicanismo y se opongan frontalmente a la permanencia de un monarca al frente de la jefatura del Estado…

El ascenso de la extrema derecha en toda Europa y en buena parte del mundo asusta a todos los demócratas y se hacen llamamientos a la unidad para parar impedir su crecimiento. Parece, sin embargo, que los ‘líderes’ del progresismo no ven necesidad de análisis en torno a las causas del éxito que consiguen los ultras con sus discursos de odio y no se atreven a iniciar otro camino que no sea el de la promesa de administrar por más tiempo y de la misma forma lo que ya administran, para de ese modo «seguir mejorando la vida de la gente».

Qué poca gente formula en nuestro tiempo propuestas que permitan que crezcan las esperanzas en un futuro pacífico y en el cual las personas puedan sentirse efectivamente libres, solidarias, iguales y convencidas de que existe una perspectiva de vida para todo el mundo con razonable dignidad.

El ‘líder’ del cual hablamos tiene una agenda demasiado apretada y no tiene tiempo para pensar en la posibilidad de otro mundo.

Hace ya casi 8 meses que se incrementa la represión en esta olla a presión que es actualmente Alemania. Con una extrema derecha desacomplejada en crecimiento, y a la puerta de unas elecciones europeas, a los políticos, los medios, la policía y una buena parte de la sociedad alemana, les parece ofender más la gente que grita “Free Palestine” en medio de un genocidio televisado, que gente de fiesta en una isla de turismo de alto standing cante “Extranjeros fuera, Alemania para los alemanes” mientras hacen con una mano el saludo nazi, y con la otra el ridículo bigotito de Hitler. Incidente que subieron a las redes los propios participantes, y que, aunque se ha creado polémica en torno a él, también han surgido más videos antiguos e imitadores que cantan lo mismo por todo el país, sintiéndose impunes para decir consignas claramente racistas y subirlo a sus redes.

La estrategia del gobierno y de los medios de comunicación tanto públicos como privados, no solo es informar mal, poco o nada, sino señalar cada vez con más frecuencia a activistas, relacionando el movimiento pro-Palestina con el antisemitismo violento, y el terrorismo yihadista. Se multiplican los reportajes en prensa escrita y televisión en los que se señala a los activistas con nombres y apellidos, y si pueden, con las cuentas de RR.SS. y lugares de trabajo.

De hecho, no solo atacan a los activistas, sino a todo aquel que muestre solidaridad con la solidaridad con Palestina.

Hace unas semanas los estudiantes de la mal llamada Universidad Libre de Berlín quisieron acampar en la misma siguiendo la estela de estudiantes en el mundo, y el ejemplo de la acampada, en la que muchos de ellos habían participado frente al Parlamento alemán. La presidencia de la universidad mandó inmediatamente a la policía. Camiones de policía antidisturbios cerraron el acceso a esa parte del campus, separando a los estudiantes acampados de la gente que fue a apoyar, incluido los muchos estudiantes y profesores que salían de la primera hora de clase. Cerraron la cafetería, desde la que se podía ver la actuación policial, y mandaron a los profesores o a su casa o a su despacho. A continuación, la policía desalojó y detuvo con extrema violencia y sin provocación previa a los estudiantes, a los que la presidencia quiere abrir expediente y ex-matricular. Que esto se dé en la misma universidad, que aunque ahora honra a Rudi Dutschke, en su momento lo demonizó, usando muchos de los mismos argumentos que usa ahora para atacar a sus estudiantes, solo demuestra que la historia se repite para desesperación de muchos.

La misma noche del desalojo de la acampada, horrorizados por el ataque a los estudiantes más de mil de docentes de varias universidades firmaron una carta de apoyo a los mismos, no en sí por su causa, detener el genocidio y todo vínculo económico y académico de la universidad con Israel, así como reconocer el pasado colonialista de este país, sino preocupados por la deriva represiva ya que dentro de su labor está proteger a sus alumnos. Los firmantes fueron condenados públicamente por la ministra federal de Educación e Investigación, Bettina Stark-Watzinger, del Partido Democrático Libre, que calificó la declaración de «chocante» y les acusó de «trivializar la violencia».  Un par de días después Bild, el periódico más vendido en Alemania, un diario de derechas racista y amarillista publicó el nombre y lugar de trabajo de todos los docentes y la foto de algunos en su portada, entre ellas la de una profesora palestina que ha perdido familiares en Gaza.

Frente a esta brutalidad policial el sindicato de estudiantes se posicionó a favor de la actuación de la policía, pidiendo algunas “restricciones”. Según informa Der Spiegel «Las reivindicaciones pro-palestinas se complementan una y otra vez con desinformación propagandística. Prevalece una actitud activamente antiisraelí, caracterizada por una retórica antisemita generalizada», afirma Debora Eller, experta de fzs en antifascismo, antirracismo y emancipación. Por ejemplo, el sufrimiento de la población de la Franja de Gaza también está siendo instrumentalizado para la «incitación antisemita» durante las protestas universitarias. Lo que demuestra que ni la gente joven de este país es inmune al pensamiento único impuesto por las instituciones.

El resto de la sociedad de nuevo se dividió, la clase política en general quiere seguir llevando a cabo las ex-matriculaciones por motivos políticos, lo que pone en peligro el permiso de residencia de miles de estudiantes en este país. Pero desde entonces las acampadas se están repitiendo en decenas de campus alemanes entre los que se encuentran los de las universidades de Frankfurt, Colonia, Bonn, y Múnich entre otras, algunas ya desalojadas, otras siguen, aunque ninguna ha conseguido que su universidad deje de colaborar con Israel.

En una rueda de prensa convocada por el gobierno el pasado martes 21 de mayo para tratar el tema de las protestas estudiantiles, Michael Wildt, un reputado erudito del Holocausto que aparecía como uno de los firmantes de la carta abierta en el reportaje de Bild, quien pide debate en vez de policía, afirmó: «Cualquiera que ahora exija principalmente medidas represivas está allanando el camino para una concepción autoritaria del Estado». Clemens Arzt, profesor de la Escuela de Economía y Derecho de Berlín, advirtió contra la restricción del derecho a la libertad de reunión, y dijo que no veía justificación legal para el desalojo del campamento de la Universidad Libre.

Los estudiantes de Berlín, sin perder el ritmo, ocuparon la semana pasada un edificio de la Universidad Humbold, que se pasó a llamar Instituto Javalia. La dirección se prestó a negociaciones, y tras 30 horas ocupando, le prometió a la gente que se encontraba en el edificio que no habría repercusiones si salían.  Ante esta falta de “contundencia” por parte de la presidenta de la universidad, Julia von Blumenthal, la senadora socialdemócrata (SPD) por Berlín, Ina Czyborra, y el alcalde de la Unión Cristianodemócrata (CDU), Kai Wegner exigieron que la policía desalojara el edificio. «Nuestras universidades son lugares de conocimiento y discurso crítico, y no espacios sin ley para antisemitas y simpatizantes del terror», tuiteó Wegner. Con efectivos antidisturbios enviados de otros estados federales, la presencia policial por las 150 personas que se encontraban dentro del edificio, y las otras 150 que estábamos fuera era cómicamente excesiva. Manzanas del centro de Berlín fueron cortadas por hileras de camiones de la policía. Avisados de que dentro del edificio se encontraba al menos un periodista acreditado, un abogado y personal sanitario para atender a los heridos, se ve claramente en los videos, que, al más puro estilo de Israel, la policía empezó a ir a por la prensa, la sanidad y la legalidad, siendo estas personas de las primeras detenidas.

Ese día hubo sangre, incluida la del periodista Ignacio Rosaslanda del Berliner Zeitung, que un video grabado por él mismo, se puede ver como la policía le ataca, Rosaslanda afirma que la policía le denegó atención médica durante horas. Hay que decir, que contamos solo con los testimonios de los estudiantes detenidos, ya que la policía convenientemente apagó sus cámaras durante el desalojo.

Las autoridades de Berlín también han cerrado centros de día Alia y Phantalisa, dirigidos especialmente a chicas adolescentes migrantes y lgtbia+, dejando a todas las trabajadoras en la calle, porque algunas de ellas han mostrado solidaridad con palestina en manifestaciones y en las redes. En las cartas de despido se menciona darles likes a posts solidarios con Palestina y compartir en las historias de Instagram con la frase “From the river to the sea”. Y todo apunta a que tienen a más centros y sus trabajadoras en sus puntos de mira.

La demonización de estudiantes, trabajadoras sociales, profesoras y todo aquel que se salga de la línea establecida de Israel como razón de estado es constante y cada vez más violenta. La policía rara vez deja a una manifestación llegar al final de su recorrido sin arrestos y últimamente sangre. Lo que retroalimenta a la prensa que clasifica las manifestaciones como desquiciados antisemitas violentos.

Esto está creando un monstruo de dos cabezas: Una la liberación de la culpa por el holocausto del pueblo alemán, porque ahora los nuevos genocidas nazis son los palestinos, y el problema del antisemitismo es importado, algo extremadamente peligroso en un país donde un político de Alternativa por Alemania, Maximilian Krah, recientemente afirmó que no todos en las SS eran culpables. Y otra la xenofobia en general, islamofobia en concreto, y especialmente contra los palestinos están siendo no solo toleradas por el estado, sino alentadas, con una mayor parte de alemanes que ahora mismo encuentran el islam una de las principales amenazas de este país. Es por ello por lo que la violencia en las calles contra personas judías y árabes está en peligroso aumento, pero al contrario de lo que azuzan los medios de comunicación, los perpetradores son alemanes blancos, tanto civiles como policías, y no los extranjeros.

Sobre arte, artistas y maestras de escuela

Pocas profesiones hay tan importantes como la de ser maestra, acompañar los primeros años de conocimiento, socialización y experiencia del mundo, cuando la curiosidad y el entusiasmo está intacto. Acompañar y preservar, como decía Hannah Arendt, lo nuevo que las generaciones nos traen.

Cuando Albert Camus recibió el premio nobel de literatura, se lo dedicó a su maestro, Monsieur Germain: “sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares”.

Pocas profesiones hay tan poco valoradas como la del magisterio, que viene de magister, maestría.

Y pocos profesionales como los y las maestras son conscientes de ambas cosas. Conscientes de su importancia en la formación de las personas y conscientes también del poco valor que se da a su trabajo, un trabajo que marcará, para bien o para mal, la relación que cada uno, que cada una de nosotras, tendremos con el saber, con la autopercepción y con la capacidad creativa transformadora.

De su mirada, de su interés por hacernos descubrir las reglas y estructuras del universo, la forma y las funciones de la vida, el papel y nuestra responsabilidad en el mundo, dependerá, en muchos casos, nuestros pasos futuros, la elección de nuestros estudios, nuestra autoestima como investigadores o futuros profesionales.

Fotografía de Marián López Fdez de Cao.

Hace pocas semanas, dentro de mi propia profesión en la Facultad de Educación, visité algunos centros, en especial del ciclo de Educación Infantil y pasé varias mañanas viendo cómo se desarrollaba la clase en el aula. La maestra había recibido a los niños con tres años y los acompañaba durante otros tres, hasta que cumplían seis años. El doble de su vida, nada menos. Me comentaba cómo los conocía a la perfección uno a uno, una a una, desde que entraban casi bebés y cómo, en su rápido crecimiento, se forjaba su carácter, su empuje, o sus bloqueos y miedos.

Ella los conocía y trataba con ese cuidado y sabiduría que sólo tienen las personas más sensibles y a la vez más experimentadas, sabiendo unir contexto y evolución personal: su situación familiar, las dificultades o ventajas que su entorno ofrecía, pero a la vez, la alegría o tristeza, el optimismo o pesimismo que reinaba en sus casas y también, más allá de todo eso, lo singular y diferenciador de cada uno.

Fotografía de Marián López Fdez de Cao.

La Segunda República española sabía de la importancia de la formación de los y las ciudadanas desde su ciclo inicial e invirtió esfuerzos, dinero y programas por formar y dignificar esta profesión y llevó a esos profesionales a todos los rincones de la península. Una profesión donde, tras la guerra civil y las nuevas leyes que cercenaban derechos y expulsaban a las mujeres del trabajo una vez casadas, se refugiaron aquellas que deseaban tener un desarrollo profesional y a la vez, no renunciar a formar una familia. Por eso, quizá, es una profesión feminizada. Por eso, quizá, es escasamente valorada.

En esa aula durante esa mañana, vi cómo hablaban de números, pero también del cielo, de plantas, de pintar, de crear juntos. De todo a la vez, pensando el mundo e imaginándolo también, juntos. En esas aulas casi mágicas, donde se despliega el interés y la curiosidad de los niños y las niñas, de distintas procedencias, intereses y extracciones, se forja la nueva sociedad que puede cambiar la nuestra. Y en ellas, la maestra es la forjadora, la que acompaña y anima ese cambio.

Pero también, en esas aulas se ponen en marcha planes y ensayos en los que, la mayoría de las veces, las maestras no han sido ni informadas ni consultadas. La maestra me contaba de lo absurdo y contraproducente de algunas medidas, y lo bueno de otras. Ellas, las maestras, reciben -sin participar en ellos, repito- planes educativos, programas especiales, reformulaciones de enseñanzas con entusiasmo y a veces este se vuelve resignación o estupor.

Como catedrática de Educación artística y experta en cultura, observo curiosa cómo se traduce el documento de la UNESCO[1], y las directrices de Mondiacult sobre educación artística y cultura en las aulas de Educación Infantil y Primaria en nuestro país. Es un documento importante porque señala los beneficios de una buena educación artística y cultural en el desarrollo humano, en la cultura de paz y en la sostenibilidad.

Y me pregunto esto porque parece que, en vez de poner como primera medida el refuerzo de la educación cultural y artística en la formación de maestros en las facultades de formación de profesorado, de donde egresan, se piensa en la escuela, pero sin las maestras. Es sabido que los planes de magisterio no ofrecen hoy en nuestro país una formación sólida en educación artística. Y no la ofrecen porque apenas existe formación en esos ámbitos. El Estado español y en concreto los Ministerios de Universidades y Educación, han prácticamente eliminado en las últimas décadas las artes visuales, dramáticas, de movimiento de la formación de la maestra de Educación Primaria. Y a pesar de negársele ese aprendizaje, muchas maestras en su formación permanente independiente lo han incorporado. Porque son buenas profesionales. A pesar de su educación. A pesar de los ministerios. Porque el arte es necesario.

Ahora escucho que se quiere introducir artistas en las escuelas, sin reformar ni reforzar la formación de las maestras en ese ámbito en el plan que se está diseñando y decidiendo ahora mismo en el Ministerio de Universidades. Y no puedo sentir mayor sorpresa. ¿Cree el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Universidades, que un artista sabe interactuar con niños y niñas de modo intuitivo, porque le corre por las venas? ¿Que ver a un artista esculpir, dibujar, pintar, hacer sus instalaciones, performances o su mural es suficiente para vincular a niños y niñas? ¿Cree el Ministerio de Cultura, o el Ministerio de Educación, o el Ministerio de Universidades que no hay que saber del desarrollo evolutivo de los niños y niñas, su nivel de desarrollo gráfico y perceptivo, la importancia del arte como clave de la educación globalizada, como eje triangular del saber, que no hay que saber de la educación en cultura visual?

La idea romántica del “artista en residencia”, aderezada probablemente con la dosis de halo romántico del XIX y desarrollada por la bohemia del XX dio tantos relatos anovelados, que sigue nutriendo esta percepción. ¿Por qué no ponen matemáticos en residencia y eliminan la formación en didáctica de las matemáticas de magisterio? ¿O botánicos, físicos, biólogos en residencia y eliminan esa formación también de la formación del profesorado? ¿Creen, de verdad, que el arte y la cultura no se enseña?

Para comprender esa ecuación sólo puedo pensar en tres causas: primera, el elitismo del arte (sólo los artistas pueden crear), unido a la idea romántica del artista; segundo, el desprecio a la capacidad de las maestras de aprender a fomentar la creación, el desprecio a su potencial sabiduría, y el desprecio a su ejercicio, su experiencia y su dignidad; y tercero, el desconocimiento de la importancia de la educación artística.

Fotografía de Marián López Fdez de Cao.

Si realmente queremos cumplir con las directrices de la UNESCO, démosles formación a aquellas que día a día, semana a semana, mes a mes, año tras año, conviven, conocen, sienten y saben cómo desarrollar las capacidades de su alumnado, con nombre y apellido, uniendo a veces las artes a la visión de una planta, al cuerpo humano, al conocimiento de sí mismos y otras viendo el arte como un área específica y compleja que pueden y deben desarrollar. Para organizar su experiencia emocional, para visibilizar sus deseos, conocer el mundo, vincularse, imaginar, aprender un lenguaje que les pertenece y al que tienen derecho.

Démosle la oportunidad de incluir el arte como un elemento que les ayude a percibir el mundo, a observar, a atender, a ser conscientes de ese mundo y su ser cambiante en relación con los otros. Enseñémosles a las maestras a ayudar a sus niños y niñas a defenderse de las imágenes de las pantallas. Démosles herramientas en su formación, enfoques diversos -como el abordaje triangular de Ana Mae Barbosa, el ojo ilustrado de Elliot Eisner, el arte como modo de conocimiento, de Jerome Bruner, el arte como experiencia, de Dewey, los mil lenguajes del arte, de Malaguzzi, y tantos otros modelos-.

Y, sí, claro que sí, por supuesto que sí, cuando esas maestras plenamente formadas entren en sus escuelas, entonces sí podrán recibir con los brazos abiertos a un o una artista -con halo romántico o no- y señalarle qué y qué no se puede o debe hacer con los niños y niñas creadoras, cómo hay que aprender con y de ellos y no imponerles sus diseños creadores para que los rellenen, por muy fabulosas que nos parezcan sus producciones finales en cualquier pared de la Escuela. Maestras que puedan coordinarse con museos y centros culturales para desarrollar de modo horizontal una programación consensuada. Como, en definitiva, sólo con maestras sólidamente formadas en educación artística, esa presencia puede convertirse en verdaderamente educativa, en verdaderamente creadora. Si, además, a ese artista lo seleccionan ellas, las maestras. Es decir, la escuela.

Notas:

[1] Consultar también: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000381560

La Fundación 1ª de Mayo y la Fundación Espacio Público organizaron una jornada especial centrada en la siguiente interrogante:

¿De qué manera se puede transformar un modelo profundamente desigual?

Para abordar esta cuestión, se han organizado diversas mesas de análisis con la participación de profesionales del trabajo doméstico, las residencias y el cuidado infantil, quienes estarán acompañadas por representantes del periodismo, el sindicalismo, la academia y la política.

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Tras siete meses de protestas contra el genocidio patrocinado, alentado y defendido por Alemania ya no sorprende la brutalidad policial cuando trata con activistas pro-Palestina. Hace dos semanas Alemania saltó a las portadas por la prohibición y disolución retrasmitida en vivo del Congreso de Palestina. El viernes 26 de abril del 2024 cientos de policías realizaron arrestos masivos y muy violentos a la gente que estaba acampada frente al Reichstag para pedir el fin del genocidio en Gaza y que Alemania deje de colaborar en el mismo. Acorralaron y arrestaron también a la gente que fue a intentar parar el desalojo.

Según fuentes policiales sólo ese día se efectuaron 161 arrestos y se iniciaron 41 investigaciones criminales. Esta acampada completamente pacífica se asentó hace dos semanas, el día que Nicaragua demandó a Alemania en la Corte Internacional de Justicia en la Haya por su complicidad con el genocidio en Gaza. Durante estas semanas ha habido actividades, charlas y conciertos. También detenciones diarias y normas que la policía se sacaba en el momento de la manga como tener que mover todas las tiendas a diario, prohibir todo idioma que no sea el alemán o el inglés (después de protestas permitieron el árabe unas horas mientras había un traductor para que pudieran rezar), de hecho, en nombre de la lucha contra el antisemitismo, no solo se prohibió el gaélico, idioma oficial de la UE, sino también el hebreo. Otras prohibiciones incluyen un sofá, el camarada sofá (recomiendo seguir su Instagram), mesas, sillas, colgar cosas de los árboles y los triángulos rojos (así que la gente empezó a pintar círculos rojos).

Al no poder doblegar la moral de los acampados con los arrestos y absurdas normas, y viniendo el principio de la temporada turística de verano, que atrae a cientos de turistas diariamente a la explanada frente al parlamento donde estaban instalados, la policía dio una orden inmediata de desalojo, porque se habían producido actos prohibidos, léase hablar en idiomas comunitarios o decir ‘del rio al mar’, y porque hay que proteger el césped de la explanada. Como escribe Philip Roth en Operación Shylock: “Es demasiado ridículo para que nos lo tomemos en serio, y demasiado serio para que sea ridículo”.

Y es que las detenciones arbitrarias y prohibiciones son constantes en las manifestaciones y actos de apoyo al pueblo palestino. En este país se han dado arrestos por llevar kufiyas, gritar “Viva Palestina”, llevar pegatinas con un puño, llamar a la policía nazi o antisemita cuando estos se están riendo de la kippa con motivo de sandia que llevaba una compañera judía, a la que este mismo policía arrestó por la fuerza al siguiente segundo, video que se ha viralizado, también se han arrestado a menores por llevar unas canicas con las que estaban jugando, por mapas fechados de la palestina del 1947 hasta el día de hoy, a activistas judías por llevar la estrella de David con los colores de la bandera de palestina, o llevar una pancarta que pone Judíos contra el genocidio. Todo en nombre de la lucha contra el antisemitismo. Hay que mencionar que lo que tienen en común estos arrestos mencionados es que las personas detenidas son judías alemanas o de origen migrante, la mayoría palestino, ya que Alemania es casa de la mayor comunidad palestina fuera de Oriente medio. Lo que señala esto son dos cosas, el profundo racismo y antisemitismo arraigado en la policía alemana y la poca presencia de alemanes blancos en las manifestaciones y actos.

El silencio, y por tanto complicidad de una enorme parte de la sociedad alemana será objeto de estudio en las décadas que vienen, ya que, por ejemplo, a diferencia de los campamentos que están surgiendo en los campus de EEUU, Francia, Australia e incluso tímidamente en España y la creciente solidaridad de estudiantes y profesores, aquí excepto honrosas y valientes excepciones, las y los estudiantes callan, y una buena parte del profesorado y dirección de las universidades, incluida la ahora mal llamada, Universidad Libre de Berlín abogan por la expulsión de estudiantes por motivos políticos (léase sólo por solidaridad con Palestina). Esta misma universidad ya mandó a policías antidisturbios en diciembre para disolver por la fuerza una asamblea pro-palestina, y presentó cargos contra algunos de sus estudiantes. Pero en vez de un clamor general en defensa de la libre expresión y el derecho de reunión en las sacrosantas universidades públicas, la prensa y sociedad alemana se dividió entre la condena de estos estudiantes a los que sin pruebas tachaban de peligrosos antisemitas (varios de los estudiantes eran de hecho judíos) o bien se calló y miró para otro lado.

Es en ese caldo de cultivo de apatía, constante criminalización, excusas y, no nos engañemos, apoyo absoluto de una gran parte de la sociedad, incluso algunos que se consideran de izquierdas, es dónde el estado alemán está saltándose limites democráticos y cayendo en el autoritarismo en todo lo respectivo al movimiento por la liberación de Palestina. Pero aquí, ahora mismo, parece que no importa, de hecho, es bienvenido por demasiados, ya que se está enmarcando como la lucha contra el terrorismo yihadista y el antisemitismo, ahora mismo el pensamiento crítico, en general, brilla por su ausencia. Aunque buena parte de la sociedad piense que Israel está yendo demasiado lejos, a pocos les parece importar que hoy en día en Alemania no haya pleno derecho de expresión y de reunión cuando se critican estas mismas acciones genocidas, simplemente porque no están de acuerdo con lo dicho en las manifestaciones pro-Palestina, que muchos interpretan en términos de blanco y negro, o Palestina o Israel, ya que hace décadas que el contexto político e histórico está siendo o bien prohibido o directamente reescrito en favor de Israel.

El absurdo llega a límites dantescos cuando los antideutsche (o antialemanes, movimiento, en teoría, de izquierdas antifascista, que se opone al establecimiento del estado alemán por sus crímenes en la segunda guerra mundial, cuyo lema es “Nunca más Alemania”) llenan las calles de pegatinas con la bandera de Israel junto a la antifascista, como si Netanyahu y su gobierno no fuesen de extrema derecha, y las redes quejándose del odio contra Alemania, de videos de la acampada antes mencionada, donde se gritaba “Fuck You Germany” (“Qué te jodan Alemania”). Al parecer solo ellos pueden quejarse de un país que es cómplice activo del genocidio en Gaza, genocidio en el que muchos de los manifestantes han perdido a decenas si no centenas de familiares y amigos, y que está reprimiendo por la fuerza manifestaciones y pasándose por el arco del triunfo el derecho de reunión y de libre expresión de aquellos que le incomodan.

Desde hace ya algunos años los movimientos negacionistas del cambio climático (o retardistas de sus soluciones) ven un supuesto «enemigo del sistema» a  la Agenda 2030 de NNUU y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Por supuesto que sea un slogan completamente falso no les impide continuar la demagogia contra una Agenda que se conformó en su origen para consensuar caminos para transitar hacia una sociedad más equilibrada en lo ambiental y más equitativa en lo social . Contra esto es la arremetida de estos negacionistas de nuevo cuño post fascista porque lo que realmente temen es una sociedad ecosocialmente más igualitaria.

Sin embargo es una paradoja sorprendente el acusar de los supuestos grandes males que acucian a nuestra sociedad a algo que realmente no se está aplicando tal y como debiera, pues lo realmente preocupante es la falta de aplicación de la Agenda 2030 que amenaza con convertirla en un mar de buenas intenciones que terminan en papel mojado.

Esto es lo que podría deducirse fácilmente si tomamos en consideración el último Informe de evaluación sobre su operatividad realizado por Naciones Unidas, promotor de la Agenda. En efecto, ya en mitad de camino desde 2015 en que se enunciaron los citados ODS de la Agenda 2030, sus resultados son manifiestamente mejorables, “sonando una música” ya pasada como fue el fracaso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio instrumento análogo implementado anteriormente .

La propia evaluación de NNUU indica que: “Los últimos datos y evaluaciones a nivel mundial de los organismos custodios dibujan un panorama preocupante: de las aproximadamente 140 metas que pueden evaluarse, la mitad presentan desviaciones moderadas o graves de la trayectoria deseada. Además, más del 30% de estas metas no experimentaron ningún avance o, peor aún, retrocedieron por debajo de la línea de base de 2015. Esta evaluación subraya la urgente necesidad de intensificar los esfuerzos para garantizar que los ODS mantengan su rumbo y avancen hacia un futuro sostenible para todos”.

La inobservancia en la puesta en marcha de las  acciones expresadas en la Agenda 2030 y que en si justificarían su existencia, está trayendo graves consecuencias en las personas y el planeta. Algunas las vemos a continuación:

Seguirá un aumento de la pobreza extrema que podría llegar a 1000 millones de personas en 2030 con una brecha de desigualdad entre pobres y ricos cada vez más amplia. El deterioro ambiental se intensifica con permanentes incrementos de emisiones de CO2 que agudizan la crisis climática de consecuencias devastadoras para la biodiversidad, la seguridad alimentaria y los recursos hídricos (el cambio climático es un multiplicador de amenazas) y ello podría conducir a un aumento de conflictos y crisis humanitarias agravando la situación actual de desplazados y refugiados ambientales.

Poner en marcha las acciones que impregnan la Agenda 2030 no se puede quedar en enganchar en nuestro vestuario un hermoso pin, sino en impregnar en nuestro cerebro y en nuestra voluntad la necesidad de cambiar nuestro modelo desarrollista. Debemos hacerlo así si no queremos que la Agenda 2030 se asemeje a las cínicas Cumbres por el clima con sus “evoluciones” involutivas y sus “esperanzas” desesperanzadas, acercándose a las políticas lampedusianas (“cambiar” todo para que nada cambie) tan usadas en temas ambientales. Un riesgo real de que la Agenda 2030 se convierta pues en la Agenda 3020, es decir, que sus objetivos cifren resultados 90 años más tarde, si es que seguimos en el Planeta Tierra.

Llamando a la acción

Para que esto no ocurra y revertir la actual situación se precisan acciones urgentes de los gobiernos estatales y locales, así como incrementar las exigencias en debida diligencia a las entidades privadas. Entre las medidas clave se incluyen:

  • Aumentar la inversión para una transición ecológica real de la economía: los gobiernos y las instituciones financieras internacionales deben aumentar significativamente la inversión en los ODS.
  • Fortalecer la cooperación internacional: es necesario un mayor compromiso y coordinación entre los países para abordar desafíos globales. Esto implica que los países desarrollados deben cumplir e incrementar sus compromisos de ayuda oficial al desarrollo y apoyar a los países en desarrollo contemplando la condonación de deuda.
  • Reducir las desigualdades: se deben implementar políticas que promuevan la inclusión social y económica, empoderen a las mujeres y las niñas y protejan a los más vulnerables.
  • Abordar la crisis climática con urgencia: se requieren acciones ambiciosas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y construir resiliencia para adaptación al cambio climático. Esto implica amplias medidas fiscales que graven la producción energética con fuentes fósiles así como la disminución drástica programada de financiación de la Banca Internacional y la eliminación de subsidios a la producción (incluyendo la nuclear).
  • Promover la paz y la seguridad: la prevención de conflictos y la resolución pacífica de disputas son esenciales para el desarrollo sostenible, eliminando las inversiones en material bélico.

El reto real es, sin dobles morales, si estamos dispuestos a este cambio. La sociedad civil tiene (tenemos) un papel crucial que desempeñar para exigir cuentas a gobiernos y empresas y para movilizar a las comunidades para la acción.

El tiempo se agota para alcanzar los ODS. Se necesita un cambio radical en la forma en que pensamos y actuamos. Todos tenemos un papel que desempeñar para construir un futuro más sostenible y equitativo. Los gobiernos, las empresas, las organizaciones de la sociedad civil y las personas individuales deben unirse y actuar con urgencia si no queremos que la Agenda 2030 se convierta en la Agenda 3020.

Para hablar del trabajo y objetivos del Instituto Universitario de la Danza Alicia Alonso, ubicado en Fuenlabrada Madrid y adscrito a la Universidad Rey Juan Carlos, conversamos con Alberto García Castaño, director de este Instituto, en un momento en que se encuentran en una difícil situación.

¿Qué es el Instituto Universitario de la Danza Alicia Alonso?

Para poner en contexto que es el Instituto, hay que comenzar hablando de su fundadora fallecida en noviembre de 2019 y de su trayectoria en el campo de la formación a través de la Escuela Cubana de Ballet.

Alicia Alonso, ostentó el título de Prima Ballerina Assoluta, por su triple condición de intérprete, coreógrafa y directora de compañía. Fue una de las grandes personalidades de la danza del siglo XX, famosa por sus versiones coreográficas de los grandes clásicos del ballet, especialmente por su versión interpretativa de Giselle, pues como dijo Maurice Béjar, “ella nació para que no muriera Giselle”. Estas versiones fueron adoptadas por los grandes teatros como el Ballet de la Opera de Paris, la Viena, Roma, el Teatro Bolshoi, etc, muchas de ellas incorporadas a la Compañía de Ballet de la Fundación de la Danza “Alicia Alonso” que es la unidad de prácticas escénicas de los profesionales que cursan estudios superiores.

Fue reconocida con las más altas distinciones en los cinco continentes, en España recibió la Encomienda de Isabel la Católica, y la Medalla al Mérito de las Bellas Artes, en Gran Bretaña la Orden de Elizabeth II, en Francia el Grado de Comendadora de las Artes y las Letras y el Grado de Oficial Mayor, ambas distinciones de la Legión de Honor de la República de Francia, donde recibió en dos ocasiones, además, el Grand Prix de la Ciudad de Paris junto a su compañía, un hecho insólito en Francia, además de innumerables reconocimientos en otros países europeos y del mundo.

Miembro de Honor del Senado de los Estados Unidos de Norteamérica, por el Estado de Washington, Miembro del Consejo Mundial de la Paz y Embajadora de Buena Voluntad de Naciones Unidas y Embajadora Mundial de la Danza/UNESCO.  Recibió innumerables reconocimientos académicos a través de varios Doctorados Honoris Causa. Su mayor logro en el campo de la enseñanza fue la creación de la Escuela Cubana de Ballet, reconocida como una inestimable aportación al Patrimonio Cultural de la Humanidad, según Resolución 59 de 10 de noviembre de 1997 del Consejo Ejecutivo de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo de la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), por su grado de implantación a nivel nacional, regional e internacional. Una escuela no entendida como un centro formador de bailarines, sino una metodología que marca una forma de utilización de la técnica y una forma diferente de las puestas en escena, ligada al temperamento expresivo de los pueblos de Iberoamérica.

En 1992 a petición del destacado bailarín vasco Henry Brown, por entonces Presidente de la Asociación de Profesionales de la Danza de Madrid  y con el apoyo de varios sindicatos, consiguió con el concurso del entonces Rector de la Complutense Gustavo Villapalos Salas fundar la primera Cátedra de Danza en España que llevó su nombre en esta universidad,  y que posteriormente, se replicaría en las Universidades de Alicante y Castellón de la Plana (Jaume I), lo que entre otros méritos que culminaron con el nombramiento de Doctorada Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia.

Los estudios desarrollados a través de las cátedras constituyeron la base de la primera experimentación educativa que tuvo a su cargo por encargo de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid que culminó en 2004 con la implantación por primera vez en España de los primeros estudios de Grado en Danza con equivalencia plena a Grado Universitario, graduando ese año la primera promoción de estudiantes con un título oficial de grado en danza con validez en todo el territorio nacional.

Para alcanzar estos fines, creó la Fundación “Alicia Alonso”, una entidad sin ánimo de lucro, declarada de interés General y servicio público a través de la Orden 2030/1997 de 4/07/97 que no obtiene beneficios ni posee capital acumulado por los servicios que presta en el ámbito de la educación superior y por ende, nunca ha obtenido beneficios por la gestión académica que desarrolla, ya que sus alumnos abonan las tasas públicas. Esta fundación a través de su centro de denominación específica Instituto Superior de Danza del mismo nombre, con el fin de dar carácter universitario a estos estudios se adscribió a la Universidad Rey Juan Carlos el 16 de mayo de 2001 proceso que concluye mediante pacto firmado por el Consejero Educación y Cultura, tras el informe favorable de los servicios jurídicos, el 18 de septiembre de 2001, adquiriendo el rango de Instituto Universitario de la Danza de conformidad con la legislación vigente.

Con el nuevo marco jurídico el Instituto, pudo poner en marcha los primeros estudios de postgrado tales como el Máster Oficial de Artes Escénicas, del Diploma Europeo de Estudios Avanzados y el primer programa de doctorado en Artes Escénicas convirtiéndose así en un centro pionero de la Unión Europea.

Marta Graham, la gran bailarina y coreógrafa, decía que «La danza es el lenguaje oculto del alma”, ¿Qué asignaturas impartís para enseñar este lenguaje?

Creo que hay una frase de Marta Graham que lo dice todo: “si pudiera expresar lo que siento con palabras no necesitaría bailar”. Ella cambió el sentido de la danza, porque trasmitía un mensaje y esto hizo que se renovara el sentido de la danza clásica, era necesario hacer visible lo invisible, tal como propugnaron sus seguidores. Alicia Alonso, siempre decía que el mensaje estaba en los sentimientos que de nada valía el virtuosismo técnico y el conocimiento si en cada cosa que hacíamos no había una gota de humanidad.

Lo importante en el instituto es trabajar con el talento y que los alumnos aprendan de la historia el valor de cada gesto y de cada movimiento. La técnica es un medio no un fin, por ello son importante asignaturas como entrenamiento de la técnica de la danza contemporánea, o los talleres de puesta en escena o el conocimiento del repertorio y de su historia, para que cada uno pueda encontrar luego su propio lenguaje expresivo y puedan crear partiendo de un conocimiento del espacio y de la luz, hablamos de asignaturas como escenografía e iluminación porque nos van a permitir crear un espacio particular con una atmosfera que nos permita encontrar el medio ideal para trasmitir nuestras emociones.

Esencial es la música porque es la compañera ideal de la danza porque le sirve para dar sentido al movimiento y a la expresión. La danza no viaja sola en el tiempo. El instrumento es el cuerpo que crea la historia del arte nos muestra las maravillas del cuerpo y del mundo, por ello el bailarín tiene que observar para poder crear un cuadro, pero a diferencia de los pintores ha de hacerlo en una caja tridimensional, y eso sólo se aprende a través del quehacer diario que plantea el Instituto desde la visión multidisciplinar.

Foto cedida por el Instituto Universitario de Danza Alicia Alonso. Clase de flamenco

¿Cuándo y cómo empezó la relación entre el Instituto y la Universidad Rey Juan Carlos?

Aunque la relación se inicia en 2001, realmente cobra sentido en el momento que se produce la entrada de España en el Espacio denominado Bolonia. En 2010 es que se va a poner en marcha un proyecto de innovación educativa único en la universidad española, la URJC y el Instituto Superior de Danza “Alicia Alonso” deciden unir sus destinos para que las artes escénicas ocupen un espacio universitario del cual hasta ese momento estaban excluidas.

El ordenamiento jurídico de las enseñanzas artísticas superiores, abrió una puerta que hasta ese momento estaba cerrada al diseño y puesta en marcha de titulaciones conjuntas de Grado y Máster entre instituciones de educación superior, sobre la base de una única solicitud y la emisión de un único título de Graduado/a o de Máster, así se planteaba en la Disposición Adicional Quinta del Real Decreto 632/2010 que regulaba los contenidos básicos de los Grados de Danza.

El Instituto de danza que ya acumulaba una larga experiencia, diseñó el Grado en Artes Visuales y Danza con la participación de algunos profesores universitarios del ámbito de la teoría no de la práctica. Así pues, la Universidad Rey Juan Carlos y el Instituto Superior de Danza se anticipan y se convierten en pioneros de las enseñanzas de artes escénicas, tal es así que algunas de las cuestiones que se prevén en la nueva Ley de Enseñanzas Artísticas que se tramita en la actualidad, ya tienen una larga andadura en la universidad como es lo que se pretende plantear como novedad sobre la introducción en la enseñanza superior de los estudios de Circo que ya desde (2017) están implantados como estudios oficiales, a través de la Mención de Danzas Acrobáticas y Técnicas Circenses del Grado de Artes Visuales y Danza, además de las Menciones de Danza Teatro o Teatro Físico del Movimiento, Danza Clásica, Danza Contemporánea y Danza Española donde  el Instituto Superior de Danza “Alicia Alonso” tiene a su cargo el 87% de la carga horaria del total de la titulación.

Los acuerdos entre la URJC y el ISDAA tienen su base en la contraprestación ya que la práctica totalidad de los recursos didácticos relacionados con la práctica escénica y la interpretación son propiedad de la Fundación de la Danza “Alicia Alonso”, aportaciones que tienen su base entre otras en el Repositorio de Danza que aloja el Fondo documental y de Investigación “Alicia Alonso”, valorado en 3.300.000.-€. Se incluía además la colección de vestuario de obras de repertorio tanto clásicas como contemporáneas y escenografías que soportan los talleres de puesta en escena, cuya presentación en teatros, festivales y espacios culturales gestiona la Fundación ya que las presentaciones en público tienen lugar a través de la Compañía de Ballet de la Fundación, la Compañía de Teatro de Cámara y la compañía Le Cirque Dance.

Asimismo, el ISDAA imparte conjuntamente con la URJC y Coordina Académicamente, el Máster Universitario en Gestión y Liderazgo de Proyectos Culturales y el Máster Universitario en Artes Escénicas.

Este proyecto de innovación educativa se desarrolla entre dos instituciones análogas del espacio de educación superior. Ambas instituciones poseen autonomía pedagógica de organización, gestión y funcionamiento, cuyo Plan de Estudios recogido en la Memoria Verificada de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad aprobado por el Consejo de Universidades y la Comunidad de Madrid fue refrendado por acuerdo del Consejo de Ministros.

Foto cedida por el Instituto Universitario de Danza Alicia Alonso. Clase de ballet clásico

Según hemos sabido por noticias publicadas en prensa, desde hace unos años ha surgido un conflicto entre el Instituto y la URJC. ¿Cómo comenzó el conflicto y en qué punto os encontráis hoy?

Lo primero que hay que aclarar es cómo se financia el ISDAA.

La URJC y el ISDAA fijaron un precio a los Servicios Docentes que presta el ISDAA, es decir, no se trata de una subvención. Según los acuerdos en este punto la Universidad transferirá al ISDAA la totalidad de las matrículas que recauda del Grado en Artes Visuales y Danza y la totalidad de los ingresos provenientes de los Másteres de Artes Escénicas y Gestión y Liderazgo de Proyectos Culturales y de la subvenciones que recibe de los Presupuestos del Estado para compensar los precios públicos de la matrícula transferirá la cantidad necesaria hasta alcanzar la suma de 960.000.- de esta forma se estableció el precio de los servicios.

Así lo corrobora la Sentencia 328/2021 del Tribunal Superior de Justicia que condena a la universidad al pago de las costas que dice y sito literalmente (página 11):

no entenderse precisa ni incluso adecuada garantía alguna en este supuesto, en que en definitiva se viene a mantener el “status quo” entre las partes, prosiguiendo la Fundación (ISDAA) en la impartición de la enseñanza de grado que tenía asignada desde hace años, por lo que percibe la financiación correspondiente proveniente de la matrícula del alumnado, sin que de ello se deriven en principio concretos perjuicios para la Universidad que determine la necesidad de constituir garantía a tal efecto.”

Dicho esto, el conflicto comienza cuando el Rector de forma personal y unilateral prescindiendo de todo los trámites legales decide unilateralmente adjudicarse la docencia que en la Memoria Verificada del Plan de Estudios aprobada por acuerdo del Consejo de Ministros, pasando por alto la distribución competencial de cada una de las instituciones que en ella se establece, una norma que adquiere carácter jurídico y que es de obligado cumplimiento para todas las partes ya que de no haberse dictado medidas cautelarísimas el título perdía su carácter oficial y validez en todo el territorio nacional, violando los derechos fundamentales de los estudiantes y el estatuto del estudiante universitario.

El Rector tras el caso Máster decide cerrar todos los Instituto Universitarios, obviando que el ISDAA además de poseer la misma autonomía de la Universidad posee personalidad jurídica individualizada. Este acto se repite en 2020 y también es abortado por los tribunales, actualmente existen dos sentencias contradictorias que obligan a remitir el caso al Tribunal Superior de Justicia que se encuentra pendiente de resolución y fallo. No obstante, el Rector insiste en el curso 2024/2025 realizar la misma operación, adelantándose al fallo del TSJ pero para cuando esto se produzca los daños serán irreversibles si no se produce la intervención de la Consejería de Universidades, Ciencia y Educación.

Hasta entonces aunque la Universidad lo niega, los convenios permanecen vigentes tal y como se dice en la Sentencia 328/2021 que señala:

“En este sentido, al hilo de la apelación presentada, no cabe aquí pronunciarse  sobre lo relativo al carácter de la Fundación y del Instituto de Danza Alicia Alonso en relación con la URJC, así como tampoco en la aducida pérdida de vigencia de los conciertos suscritos entre ambas partes, cuestiones ambas en las que discrepan los contendientes”.

A esto hay que añadir que el Tribunal de Cuentas inició diligencias previas por nuestra denuncia contra el Gerente General Teodoro Conde Minaya por Mala Praxis en el Manejo de los Presupuestos, Falsedad Documental y Enriquecimiento Injusto y que terminadas las diligencias preliminares el Fiscal ha solicitado al Consejo de Gobierno que de acuerdo con el artículo 47 se designe al Fiscal Instructor.

¿Cómo os explicáis que después de 32 años de una enseñanza impartida con mucho éxito, dos grados y dos másteres especializados, haya surgido este problema?

Precisamente por el éxito del proyecto no se entiende el afán del Rector en hacer desaparecer el Centro de Enseñanzas Artísticas Superiores Instituto Superior de Danza “Alicia Alonso”, un centro que aloja la Delegación Española de la Organización Mundial de Artes Escénicas/UNESCO, que preside el Comité Internacional de la Danza/UNESCO, que es Miembro del Consejo Ejecutivo de la Cátedra UNITWIN/UNESCO de Universidades y Centros de Educación Superior de Artes Escénicas, Miembro del Consejo de Europa de ITI/UNESCO, que ha recibido el Premio Nacional Cultura Viva a la Mejor Institución de Enseñanzas Superiores de Danza, otorgado por el Consejo de Investigaciones Científicas y destacada personalidades de la Cultura, que recibió el Grand Prix Allassio 2014, Génova, Italia y el Grand Prix Ciudad de Barcelona en 2017 entre otros muchos reconocimiento, que ocupa la Presidencia de Honor del ITI/UNESCO y que varios de sus profesores incluido el director son Miembros de la Academia de Artes Escénicas. Sólo cabe preguntarse ¿racismo o xenofobia?

 ¿Qué medidas habéis tomado para afrontar la situación de precariedad que significa estar sin percibir los salarios durante ocho meses tanto el personal docente como el administrativo?

No es precariedad, es chantaje, el Rector lo que busca es que hagamos dejación de funciones, de esta forma no sólo no nos pagará sino que tendremos nosotros que indemnizar a la universidad. De esta forma provoca un daño irreversible y consigue lo que no ha logrado a través de los Tribunales, mientras tanto sobrevivimos como podemos con la ayuda de familiares y amigos, aunque esto no evita el endeudamiento, el no poder pagar la renta del alquiler, la hipoteca o la electricidad, subsistimos gracias a la caridad por la voluntad de un dictador al que nadie se atreve a levantar la voz. Hasta el Consejo Social que incurre en In Culpa in Vigilando mira hacia otro lado. Mañana sabremos si la Comunidad de Madrid, seguirá mirando en otra dirección o pondrá fin definitivamente a este atropello.

Dentro de las medidas que hemos tomado, cabe añadir la campaña de recogida de firmas en la conocida plataforma Change.org de la cual os dejamos el enlace para que toda aquella persona que esté interesada en manifestar su apoyo hacia nosotros pueda hacerlo aquí.

Y también emplazamos a la concentración en solidaridad con el Instituto organizada por la Fundación Democracia Activa para el domingo 28 de abril a las 12:00 horas, en la Plaza Juan Goytisolo de Madrid, junto al Museo Reina Sofía, en la que no solo queremos hacer visible nuestra protesta más enérgica, sino que invitamos a todos los artistas, educadores y personas sensibilizadas con el arte y la cultura que se sumen a nosotros.

¿Tenéis confianza en que el conflicto se pueda resolver a corto plazo?

La situación actual nos deja claro que el rector ha decidido seguir hacia adelante en su empeño por romper el convenio con el Instituto y al margen de lo que establece la ley, dejando claro que no le importan ni los profesores ni los alumnos de su propia universidad. Por lo que no tenemos muchas esperanzas en que, por parte del rector, se dé un paso atrás y vuelvan las aguas a su cauce, ya que parece tener un ensañamiento contra nuestra institución cuya naturaleza desconocemos.

Llegados a este punto, solo cabe esperar a que se pronuncie la justicia, que dicho sea de paso va bastante lenta, a través del TSJ del cual llevamos esperando sentencia firme desde el 2022, del Tribunal de cuentas, y en el caso más urgente, como es el que recibamos el pago de este curso para afrontar las ocho nóminas que tenemos pendientes treinta y dos trabajadores del instituto, el que se adopten las medidas cautelares que hemos solicitado para que sea la justicia, una vez más, la que le recuerde al rector que los derechos fundamentales de trabajadores y alumnos se han de respetar, cosa que en sus dos legislaturas se le ha olvidado con bastante frecuencia.

Esperamos y deseamos también, que después de Javier Ramos, actual rector de la Universidad Rey Juan Carlos, vuelva la cordura y el respeto por las artes y la educación pública de la mano de una persona que sepa estar a la altura del cargo que ocupa.

Luz Gómez nos ofrece un libro en que recoge la voz de tres poetas palestinos del Interior, escrito así con mayúscula, porque esa mayúscula hace referencia a un importante número de mujeres y hombres palestinos que viven en un territorio particular, ese territorio que, tras la Nakba —la catástrofe que da lugar a la primera expulsión de los palestinos de su tierra y la creación del Estado de Israel— quedó dentro de las fronteras del nuevo Estado.

Lo que queda de Palestina es ese otro territorio que, con el paso de los años y la feroz política colonialista del nuevo Estado, ha ido menguando hasta convertirse en un conjunto de bantustanes inconexos, divididos y separados por muros, vallas y vías de comunicación vedadas a los nativos de esa tierra ocupada. Palestina es también los campos de refugiados, creados con carácter provisional allá por 1948, pero que perduran 76 años después en países limítrofes: Líbano, Jordania, Siria… Y la diáspora palestina por todos los rincones del planeta. Ese conjunto de territorios conforman Palestina.

Volvamos al Interior y a esos casi apátridas, los palestinos del 48. Las voces de Rashid Hussein (1936-1977), Samid al-Qasim (1939 – 2014) y Taha Muhammad Ali (1931-2011) despertaron en esa población palestina apátrida en su propia tierra la conciencia de su identidad y la exigencia de igualdad y reparación. Con el tiempo, las voces de estos poetas dieron cuenta también del fracaso de los sueños y cantaron la lucha común por Palestina.

Cuenta Luz Gómez que «en febrero de 1977 una multitud acompañó los restos mortales del poeta Rashid Hussein al cementerio de Musmus, una aldea de la planicie central de Palestina, donde había nacido en 1936. Se cuenta que a la entrada del pueblo la familia, campesinos, había puesto una pancarta que decía: “Rashid Hussein os da la bienvenida”, una frase que retrata al poeta: visionario, directo, entregado, vivo».

El poeta había muerto en el incendio de su apartamento en Nueva York, donde vivía exiliado (a pesar de ser «ciudadano israelí», Israel no le permitió regresar nunca a Israel, después de que se fuera en 1965). Y continúa la autora: «Entre los que llevaron a hombros el ataúd se contaba otro gran poeta del Interior, Samih al-Qasim, al que Rashid Hussein había escrito desde el exilio una carta con los siguientes versos:

"Nos encontraremos
en la herida de una bandera
en una barca cuyos remos perfilan
la línea del amanecer".

Samih al-Qasim es la segunda voz de esta antología, había nacido en la alta Galilea en el seno de una familia drusa, minoría musulmana que Israel trató de atraerse en su política de división de los palestinos. A diferencia de los demás palestinos del Interior, los drusos están obligados a cumplir el servicio militar israelí. Samih al-Qasim, uno de los  primeros drusos que se negó, lo cual le costó la cárcel en una base militar.

La tercera voz poética de este libro es la de Taha Muhammad, que no formó parte de la llamada «poesía palestina de resistencia». Su voz se escuchó en un contexto muy distinto al de Rashid y Samih, cuyos poemas, en los años 50 y 60 del pasado siglo, se recitaban en «festivales y plazas y se transmitían de boca en boca por Galilea y el Triángulo», en palabras de la autora. Su primer libro se publicó en 1983.

Sin embargo, también él fue testigo y víctima de la Nakba. Ilan Pappé en La limpieza étnica de Palestina:

El escritor Taha Muhammad Ali era un joven de diecisiete años cuando los soldados israelíes entraron en la aldea de Mi’ar el 20 de junio de 1948. Había nacido en la cercana Saffuriya, pero buena parte de su poesía y su prosa actual, como ciudadano israelí, se inspira en los traumáticos hechos de los que fue testigo en Mi’ar. Ese día de junio, al atardecer, vio a las tropas israelíes acercarse disparando de forma indiscriminada a los campesinos que todavía se encontraban trabajando en los campos. Cuando los soldados se cansaron de matar a los aldeanos, empezaron a destruir las casas. Los supervivientes regresaron luego a Mi’ar a continuar viviendo allí hasta mediados de julio, cuando las tropas israelíes volvieron a ocupar la aldea y los expulsaron para siempre. En el ataque del 20 de junio murieron cuarenta personas.

Con su familia se refugió durante unos meses en el Líbano huyendo de las matanzas, regresó después y se instaló en Nazaret, donde transcurrió el resto de su vida, regentando una tienda de recuerdos que se convirtió en lugar de reunión de la intelectualidad del Interior.

A pesar de las dificultades y la escasez de medios, la vida cultural palestina no desapareció gracias a estos jóvenes, que hicieron de la lengua árabe un vehículo de expresión nacional.

Cuando en 1958 se fundó la primera editorial en árabe, la Arab Book Company, la censura se sumó a las restricciones existentes. El poema «Kafr Qasim»* de Samih al-Qasim se publicó censurado, una cruces sustituían sus ocho últimos versos:

Ni un monumento… ni una flor… ni una inscripción.
Ni una casa de la poesía que honre a las víctimas… ni un tupido velo.
Ni un jirón de camisa teñido de la sangre
de nuestros hermanos inocentes.
Ni una lápida con los nombres grabados.
Nada de nada… ¡Vergüenza!
Solo fantasmas que vagan sin descanso
en busca de sus tumbas en los escombros de Kafr Qasim.
+ + + + + + + +

«En la década de los sesenta, Israel todavía temía más a los poetas que a los shaheeds, (“mártires”)», en palabras del historiador israelí Shlomo Sand, citado por la autora. En estos días en que una nueva nakba se abate sobre el pueblo palestino de Gaza, Israel no teme a nadie, actúa con total impunidad, con el silencio cómplice de las naciones que alentaron la creación del Estado de Israel, haciendo suya la falacia de que Palestina era una tierra sin pueblo, y por tanto, podía convertirse en un regalo para un maltratado pueblo sin tierra. Pero la poesía no enmudece, y desde las ruinas de la destruida Gaza sigue escuchándose la poesía…

Luz Gómez
Palestina/48. Poemas del Interior
Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, abril 2024

Si ha habido un personaje clave en la reorientación hacia la OTAN de la política ucraniana y su ruptura total con Moscú es la estadounidense Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos.

Nuland tuvo un fuerte protagonismo en la llamada revolución del Euromaidán de 2014, que resultó en el derrocamiento del presidente democráticamente elegido Víktor Yanúkovich y la instauración de un nuevo Gobierno de orientación atlantista.

La diplomática estadounidense participó personalmente en aquellas manifestaciones, que derivarían en sangrientos enfrentamientos con las fuerzas del orden protagonizados por elementos neonazis.

Como revela una grabación de sus conversaciones con el embajador estadounidense en Ucrania, Nuland fue también determinante en la decisión sobre quién debería encabezar el nuevo Gobierno de Kiev.

Nuland se decidió por Arseni Petróvich Yatseniuk, algo que no gustó a los líderes de la oposición, y el embajador sugirió que sería conveniente consultar ese nombre con los dirigentes europeos, a lo que aquélla contestó “Fuck the EU!”, («¡Al carajo la Unión Europea ¡»)

Descendiente de inmigrantes judíos de Besarabia (hoy parte de Ucrania) que abandonaron la Rusia zarista para establecerse en Nueva York, algo que parece explicar su interés por esa parte del mundo, Nuland está casada- y no es un detalle menor- con Robert Kagan.

Kagan es uno de los más duros ideólogos neocons: autor de un ensayo político titulado “The Jungle Grows Back” (“La Jungla vuelve a crecer”), que describe un mundo lleno de peligros – Rusia, China, Irán- y en el que corresponde poner orden a EEUU.

Decidida partidaria en su momento de la invasión de Irak, Victoria Nuland fue una de las principales asesoras del vicepresidente Dick Cheney, uno de los políticos más universalmente criticados por sus métodos sucios en la guerra antiterrorista y el programa ilegal de espionaje, denunciado por Edward Snowden.

El republicano George. W. Bush, que ordenó aquella invasión con la mentira de la existencia de armas de destrucción masiva en el país árabe, designó a Nuland embajadora ante la OTAN, puesto desde el que ésta se encargó de organizar el apoyo internacional a la ocupación de Afganistán.

Ya con el demócrata Barack Obama en la Casa Blanca, Nuland fue nombrada secretaria de prensa del Departamento de Estado de Hillary Clinton, para ser designada más tarde secretaria de Estado adjunto para Asuntos Europeos y Euroasiáticos.

Desde su papel de primera fila en el Euromaidán, Nuland no ha cesado en la búsqueda de apoyo militar a Ucrania tanto dentro como fuera de Estados Unidos para que el país invadido por Rusia consiga recuperar un día todo el territorio ocupado, Crimea incluida, la más roja de las líneas rojas del Kremlin.

Nuland estuvo una vez más presente en Kiev pocos días antes de que el presidente Volodímir Zelenski destituyese en febrero al jefe de las Fuerzas Armadas, Valerii Zaluzhny, y lo sustituyese por el general Oleksandr Syrskyi.

Victoria Nuland acaba de anunciar su próxima retirada del cargo que ocupa, en el que la sustituirá John Bass, último embajador en Afganistán antes de la salida de EEUU del país de los talibanes. ¿No es significativo?

El 5 de Abril de 2024, la misma mañana en la que Alemania votó No en la resolución de la ONU para el cese del envío de armas a Israel, un grupo de asociaciones de abogados de Berlín presentaron una acción legal de urgencia interpuesta contra el estado alemán por su complicidad con el genocidio en Gaza al haber seguido mandando armas a Israel tras las medidas preventivas ordenadas por el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya. Las entidades y asociaciones  European Legal Support Center (ELSC), Palestine Institute for Public Diplomacy (PIPD), Law for Palestine, que se han unido bajo la iniciativa Justice and Accountability for Palestine y en colaboración con Forensis quieren con esta acción lograr que el gobierno alemán pare de inmediato el envió de armas a Israel.

Como se muestra en el informe presentado ayer por Forensis, Alemania en los últimos 20 años ha mandado armas a Israel por valor de miles de millones y en los últimos dos años facilitó a Israel el 47% de las armas convencionales, lo que sitúa a Alemania como el segundo país proveedor de armas del estado sionista, tras EE.UU.

Durante la rueda de prensa de presentación de la querella en Berlín, se encontraban presentes varios medios internacionales, pero sólo uno alemán, Junge Welt, uno de los pocos periódicos críticos con Israel y con la actuación de su gobierno. Durante la ronda de entrevistas, a través de una video llamada, una periodista de la cadena pública ZDF entrevistó a la abogada Nadija Samour con preguntas como: “¿Qué pasa con Hamas y el derecho internacional?”, “¿Tiene Israel derecho a defenderse?” “¿Usted se considera abogada o activista?”. Tras 6 meses de genocidio y crímenes de guerra, la prensa alemana, pública y privada, sigue las directrices marcadas por Israel y centra la atención en Hamas y el 7 de octubre, y por tanto en la supuesta legitimidad de Israel a la autodefensa, y no encuentra importante acudir a la presentación de una acción legal contra su gobierno por su complicidad en el presente genocidio.

Alemania se enfrenta esta semana también en la Corte Internacional de Justicia de la Haya a una demanda interpuesta por Nicaragua por haber seguido exportando armas a Israel y haber cesado la financiación de UNRWA, tras la medidas provisionales dictadas por este mismo tribunal en el caso de Sudáfrica contra Israel por posible genocidio. Nicaragua argumenta que Alemania, con estas acciones, está fallando en la prevención del genocidio, tal y como está obligada a hacer al ser firmante de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. Esta demanda tampoco ha tenido demasiada repercusión en los medios del país.

Al mismo tiempo asociaciones que luchan por el pueblo palestino en este país, como Comité Palestino Unido Nacional (Vereinigtes Palästinensisches Nationalkomitee), Voces Judías por la Paz en Oriente Medio (Judische Stimme), Fuerza de los/las trabajadores/as (Arbeiter:innenmacht), Izquierda Revolucionaria (Revolutionäre Linke), Diem 25 y BDS están organizando para el fin de semana del 12 al 14 de Abril el Congreso de Palestina en Berlín, donde acusarán al gobierno alemán por su complicidad en el exterminio y apartheid cometidos contra el pueblo palestino.  Entre los ponentes están activistas de la causa palestina tan destacados como Ghassan Abu Sittah, Noura Erakat o Yanis Varoufakis.

Este congreso en este país está siendo atacado por la clase política y la mayoría de los medios de comunicación, al que califican como “Antisemitas del mundo quieren reunirse en Berlín”. Mientras la clase política busca como efectuar su prohibición, la prensa alemana publica los nombres, direcciones y puestos de trabajo de algunos de los ponentes, que ahora están recibiendo amenazas y la policía criminal efectúa registros y confiscaciones de aparatos electrónicos en las casas de dichos ponentes. En una actuación no ocurrida en 75 años, la caja de ahorros Sparkasse, donde tiene su cuenta Judische Stimme, organización que recogía el dinero de las entradas al congreso, ha bloqueado la cuenta de la ONG judía y solicitado una lista de los nombres y la dirección de todos los miembros. En vez de un clamor popular de todas las personas y medios que supuestamente luchan contra el antisemitismo en este país, ha habido silencio y por tanto aceptación.

Tras la congelación de los fondos, se planeó para el viernes 5 de abril un evento en Berlín para recaudar dinero para el congreso con un panel de discusión sobre la represión en el estado alemán de la solidaridad con Palestina, el lugar donde se iba a celebrar, donde a menudo se dan encuentros políticos y artísticos, recibió una llamada de la policía, que alegado “problemas de seguridad”, sugirió enfáticamente que no se celebrara el evento. No vieron apropiado quizás hacer su trabajo y proteger el evento, optaron por presionar para cancelarlo, ante esta situación los organizadores y trabajadores del lugar se vieron obligados a suspenderlo.  Este evento se va a celebrar ahora el domingo en un centro completamente privado y por tanto inmune a la represión (económica) estatal.

Los organizadores/as del Congreso de Palestina ante esta terrible situación han hecho un llamamiento internacional de apoyo y piden a todos los grupos y personas del movimiento de solidaridad con palestina que se manifiesten el día 14 de abril frente embajadas y consulados alemanes para mostrar a este país que se está quedando solo en su apoyo al régimen sionista. Más información aquí. También hacen saber que el congreso será retrasmitido. Puede buscarse información en esa misma web.

El gobierno y la mayoría de la sociedad alemana están quedando en evidencia en su defensa sin fisuras de Israel. Cada vez más voces críticas mundiales están prestando atención a los graves sucesos que están pasando en Alemania. El próximo viernes 14 de abril habrá concentraciones en diversos lugares frente a sedes diplomáticas alemanas. Es el momento de que la sociedad española, que ha mostrado un alto grado de solidaridad con Palestina y que de nuevo saldrá a la calle el domingo 21 contra el genocidio en Gaza, se una a esas voces.

 

Miles de personas se acercaban cada día ahora hace veinte años a un recinto de casi 40 hectáreas en el cual, a partir del 9 de mayo y durante cinco meses, debía tener lugar un gran acontecimiento internacional. Preparaban un encuentro que tenía que «mover el mundo». Esto decían los padres de aquella idea. Se trataba de abrir un espacio de diálogo permanente entre culturas diversas, de encontrar formas de «desarrollo sostenible», de crear condiciones para la paz y de dar continuidad indefinidamente a la nueva iniciativa con convocatorias similares en todo el planeta. Ambición no faltaba y consiguieron una cantidad de dinero más que considerable para sustanciar el proyecto.

Barcelona era la ciudad en la que debía tener lugar el inicio grandioso de este «acontecimiento histórico» y, más en concreto, como escenario, los promotores eligieron una gran zona adyacente a la desembocadura del río Besòs, en la que hasta los años ochenta habían vivido miles de personas, en las barracas del Camp de la Bota, y en dónde el régimen franquista hizo fusilar a más de 1700 presos durante la larga posguerra. Un enclave totalmente transformado durante tres años con toneladas y toneladas de cemento. Una obra faraónica construida de espaldas a los vecinos del barrio de la Mina, que no se pudieron beneficiar ni siquiera de las migas de la gran fiesta que se celebró junto a sus viviendas a lo largo de 141 días.

Durante las semanas anteriores a la inauguración del Fòrum Universal de les Cultures la actividad en la zona era intensa. Las medidas de seguridad complicaban el acceso a cada área. Las tarjetas de acreditación eran diversas y restrictivas. Muchas visitas eran de carácter institucional, pero la mayor parte de la gente iba para trabajar en la instalación de equipos, en la ornamentación y en los preparativos finales de nuevos inmuebles… Había que hacer visitable todo el espacio que se había querido «rehabilitar», poner a punto las herramientas que tenían que hacer posible la conectividad interior y exterior, instalar pantallas, cámaras y servidores informáticos, preparar exposiciones, espectáculos de todo tipo, ceremonias, entretenimientos para los niños, conferencias, proyecciones, coloquios, debates, ferias, tiendas, chiringuitos para beber y comer… Y era preciso asistir a reuniones y más reuniones, muchas de las cuales dedicadas a tomar posiciones y a ver quién podía y quería hacerse responsable de cada cosa. Esto no siempre quedaba claro. Se había despertado una gran ansiedad para ocupar despachos y no dejar ninguna silla vacía. La asignación de cargos, encargos y responsabilidades había mutado unas cuántas veces y el organigrama se fue haciendo más y más complejo.

La gran pregunta para la gente normal era siempre la misma: ¿Qué es eso del Fòrum? Su naturaleza era cambiante. Los periodistas que tenían que seguir la actualidad generada por el proyecto se encontraban a menudo con dificultades por saber dónde y de qué manera podían obtener información fiable. Los canales de comunicación se multiplicaron y a menudo sus responsables competían entre ellos en vez de coordinarse y colaborar. Las dos principales cadenas de televisión públicas, CCRTV y RTVE, se disputaron los derechos sobre las imágenes desde mucho antes de la inauguración y sin saber siquiera en que consistiría la programación. Nueve semanas antes de la apertura de puertas firmaron un acuerdo para la creación de Canal Fòrum, que en realidad no sería un nuevo canal con frecuencia propia, sino el nombre de un compromiso para la emisión de programas sobre el Fòrum desde las emisoras ya existentes y para compartir los derechos de difusión en directo de los actos principales. Barcelona Televisió también firmó un convenio para la coproducción de un programa diario, Fòrum Directe.

La falta de coordinación se asumía como un hecho inevitable en no pocos ámbitos. La selección de actividades se llevaba a cabo a menudo desde instancias separadas de la organización logística. Así se reconoció desde altas instancias del propio Fòrum.

Las instituciones sufren a menudo enfermedades como esta, que empobrecen su operatividad. Parece una fatalidad. Con el paso del tiempo, quién las gestiona pone en segundo plano los objetivos para los cuales fueron creados los organismos y toma como prioridad la satisfacción de ambiciones personales, pero en el caso del Fòrum la metamorfosis fue espectacular. Su estructura organizativa se tornó obesa en poco tiempo y la degeneración burocrática se extendió a una velocidad más que notable.

Se contaba con el apoyo de la Administración del Estado, de la Generalitat de Catalunya y del Ajuntament de Barcelona, que en el momento en que se empezó a pensar en obras, recursos y contratos se encontraban bajo control respectivo de PP, CiU y PSC. Hipotéticamente mantenían el consenso en torno al Fòrum, pero el precio era la reserva de cuotas en la designación de cargos. Los despropósitos estaban garantizados.

La inauguración, sin embargo, se pudo llevar a cabo pocos meses después de la llegada de Pasqual Maragall a la Presidència de la Generalitat y a pocas semanas de que el candidato del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, fuera elegido presidente del Gobierno y frustrara de este modo las expectativas de quienes confiaban en la continuidad del PP en la Moncloa. Aun así PP y CiU siguieron en el Consejo de Administración del Fòrum.

La idea inicial, lanzada desde el Ajuntament de Barcelona en 1997, resultaba alentadora para una parte de la ciudadanía e insultante para otra, pero entre la mayor parte de la sociedad lo que despertaba era una mezcla de indiferencia y curiosidad.

Se trataba, decían en la abundante propaganda difundida con un descomunal gasto de papel impreso a todo color, de promover, «de una manera sustancial», «a través del diálogo entre las culturas, el estudio, la reflexión y la innovación», «la construcción de una cultura de la paz y una ética de la globalidad». Dicho así parecía que la filantropía predominaba por encima de cualquier otro criterio o interés. ¿Quién podía decir que estaba en contra de la cultura y de la paz al mundo?

Se daba la circunstancia, no obstante, de que más allá de las disputas entre partidos por sus cuotas de influencia, existían poderosos intereses económicos de compañías que querían presentar su actividad como algo coherente con la defensa de la paz, de los derechos humanos y del medio ambiente, y que casualmente obtendrían provecho de su «inversión» con importantes beneficios fiscales.

Empresas como ENDESA o La Caixa, reiteradamente denunciadas por su implicación en actividades contaminantes o en inversiones en la industria armamentista, figuraban como socios del propio Fòrum. Otros como Aguas de Barcelona, INDRA, Randstat o Nestlé, interesadas en negocios en todo el mundo que cuestionan derechos elementales, aparecían como patrocinadoras del «gran encuentro internacional», con el cual se justificaba además una macro-operación urbanística acorde con la transformación de la capital de Catalunya en una ciudad económicamente condicionada por la especulación inmobiliaria y enfocada hacia el turismo.

La zona costera que comparten Barcelona y Sant Adrià de Besòs necesitaba (y necesita todavía) la acción de las administraciones para atender las necesidades de la población de barrios degradados, para incrementar y mejorar equipamientos y para resolver problemas medioambientales. Hacía falta una intervención cuidadosa, decidida y respetuosa con el entorno.

La conclusión de unos trabajos necesarios para mejorar las condiciones de vida en la ciudad se podía haber celebrado, con una fiesta muy sonada, pero el Fòrum cambió esta lógica y sus impulsores decidieron hacerlo a la inversa. Se imaginó un acontecimiento hipotéticamente cultural y humanístico de proporciones gigantescas, y ello exigiría una obra descomunal. Para complementar el discurso filantrópico se buscó y se obtuvo la complicidad de organismos internacionales, como UNESCO y ACNUR, la colaboración de instituciones universitarias, de entidades dedicadas a la cooperación y de los principales sindicatos, que aparecieron en rara armonía con grandes consorcios empresariales.

Una parte de la sociedad civil barcelonesa, sin embargo, denunció los intereses privados camuflados bajo objetivos altruistas y conformaron una ‘Assemblea de Resistències al Fòrum’, integrada por unas cincuenta entidades, entre las cuales estaba la Federació d’Associaciones de Veïns y Veïnes de Barcelona.

El legado del Fòrum

El Fòrum de Barcelona aspiraba a «dejar un legado para el futuro». Quería ser la primera de una serie de convocatorias similares «con vocación universal», desarrolladas «bajo los auspicios de la UNESCO». Y aspiraba a «convertirse en un modelo de acontecimiento internacional para el siglo XXI». Los Juegos Olímpicos del 92 habían dejado buen sabor de boca entre no pocos sectores de la ciudadanía. No todos, ni de lejos, pero eran suficientes para que sonara bien la música de acompañamiento de un largo festival que consolidaría la marca ‘Barcelona’, con una ambiciosa aventura cultural y política de nuevo formato. Veinte años después, ¿quién la recuerda?

Se gastaron miles de millones, pero las cuentas nunca estuvieron bastante claras.

Se calcula que en las obras de infraestructura se invirtieron 2.300 millones de euros, pero el repaso de las cifras publicadas no permite hacerse una idea clara sobre el coste de todo lo que hicieron unos y otros.

Para algunas actividades se habían asignado cantidades de centenares de millones antes de saber para que tenían que servir.

Cuando concluyó el evento algunos medios optaron por el balance triunfalista. «Final feliz», «Brillante final», titularon a toda página.

No mucho tiempo después, el consejero delegado y el director general del Fòrum reconocían públicamente que la cifra de visitas al recinto, para las cuales había que pagar entrada, había sido muy inferior a la prevista: 3,3 millones en vez de los 5 que habían anunciado inicialmente. Hay que recordar que cuando se lanzó la idea se situó la expectativa de asistentes en 11 millones.

Hipotéticamente las cuentas del Fòrum Universal de les Cultures Barcelona 2004 se cerraron con un déficit de 400.000 euros, según explicó el alcalde de Barcelona. Las cifras variaban según las fuentes. Diez años más tarde, la Sindicatura de Comptes hizo público un informe según el cual Ajuntament, Generalitat y Estado habrían aportado fondos públicos por valor de 240 millones. En el mismo documento este organismo denunció un montón de irregularidades en la realización de las obras, en las licitaciones y en la adjudicación de contratos, en la utilización de empresas de trabajo temporal, en las gratificaciones y sobresueldos para los directivos y en el pago a los miembros del Consejo de Administración del Fòrum de dietas sin justificar.

El legado dejado para la capital catalana es básicamente de carácter inmobiliario: Una plaza dura enorme, el acceso a una zona de baños también de hormigón, una marina para embarcaciones de lujo, un edificio triangular habilitado como museo encima de un salón de actos grandioso y un Centro Internacional de Convenciones.

Y además de textos, imágenes y de lo que se haya podido guardar en archivos y discos duros, el legado inmaterial que quedó fue sobre todo una idea, un proyecto que murió unos años más tarde, porque no hay en perspectiva ninguna entidad dispuesta a reivindicar el propósito del Fòrum.

Las mismas entidades que promovieron la convocatoria del 2004, Ajuntament, Generalitat y Administración del Estado, constituyeron una Fundación, que tenía que hacer posible la continuidad de la iniciativa barcelonesa en otras ciudades del mundo. Y así lo consiguió durante unos cuántos años. Monterrey (México), Valparaíso (Chile) y Nápoles (Italia) tomaron sucesivamente el relevo a Barcelona 2004. Lo hicieron de manera menos y menos ambiciosa, con encuentros de duración cada vez menor en 2007, 2010 y 2013, hasta que la idea quedó sin defensores. Quebec (Canadá) y Ammán (Jordania) dimitieron de la responsabilidad de hacerse cargo conjuntamente de hacer posible la edición de 2016.

Al año siguiente, la Fundació Fòrum Universal de les Cultures quedó inactiva. Se disolvió muy discretamente. Hoy se diría que no quedan personas interesadas en recordar la exaltada actividad que agitó la capital de Catalunya durante 141 días. O quizás sí. En cualquier caso convendría hacer balance.

El Fòrum quería «mover el mundo». Y el mundo, no cabe duda, se ha movido una barbaridad a lo largo de estos veinte años, pero el Fòrum no ha tenido nada que ver en ello. Últimamente se mueve a una velocidad más que preocupante. Lo hace en sentido absolutamente contrario a las ideas proclamadas en la declaración final de la edición del Fòrum de Barcelona, en la cual se autoafirmó como «nueva oportunidad para conocer y participar en la resolución de los problemas del mundo». Los discursos de odio, los muros, las vallas y la negación de derechos a las personas migrantes han frustrado progresivamente durante estos veinte años las posibilidades de diálogo entre culturas. El planeta se calienta a una velocidad incluso superior a la que preveían los científicos y ecologistas a principios de siglo y la biodiversidad decrece de manera más que alarmante, el crecimiento económico indefinido que ambicionan gobiernos y entidades financieras se demuestra cada vez más irracional e incompatible con la idea de «sostenibilidad».

Y lejos «de establecer las bases para emprender un camino efectivo hacia un mundo más justo, más seguro, más rico, más diverso…», como se dijo en ‘El Compromiso de Barcelona’, lo que se ha ratificado a lo largo de estos últimos veinte años es que la organización social con capacidad y voluntad de revertir la deriva hacia la barbarie está por construir. Bajo el actual sistema capitalista no puede prosperar de ninguna forma la cultura de la paz. Hoy vemos como los progresistas defensores de los valores occidentales anuncian que nos hemos de preparar para una gran conflagración, votan a favor del crecimiento de los presupuestos militares y suministran munición y armas más modernas y destructivas a los países en conflicto. La autoproclamación del Fòrum Universal como instancia adecuada para «establecer las bases» de un «camino efectivo hacia un mundo en paz» fue algo más grave que una manifestación de ingenuidad.

La memoria es corta y es frecuente que se olviden cosas que son realmente importantes para la mayoría de la población. Para ir contra corriente de esta amnesia, hoy queremos recordar que el Foro Social Mundial celebrado en Monreal (Canadá) en junio de 2016 acordó designar el 3 de abril como Día Mundial de Abolición de los Paraísos Fiscales. La fecha no fue caprichosa; efectivamente, el 3 de abril de ese mismo año un consorcio de aproximadamente 400 periodistas hizo públicos los llamados “Papeles de Panamá”. Estos “Papeles” fueron el resultado de una ardua investigación periodística lanzada por este Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, que durante 9 meses analizó millones de documentos provenientes del bufete de abogados Mossack Fonseca ubicado en Panamá.

La publicación del resultado de esta investigación, que se hizo simultáneamente en 109 medios de comunicación de 76 países, provocó una auténtica conmoción mundial. Y no hay que extrañarse, el propio Consorcio informó de que según la investigación entre las personas implicadas había jefes de Estado, primeros ministros, conocidos políticos, grandes empresarios, deportistas, actores y actrices… Indicó también que aparecían más de 200.000 sociedades, fundaciones y fondos de inversión con sede en 21 países considerados paraísos fiscales.

Por supuesto, no aparecía dinero procedente de los salarios de la mayoría de la gente que vive (o sobrevive como puede) de su trabajo, tampoco provenía de pymes ni de gente con ahorros pequeños. No, estos “paraísos” no están pensados para la gente común, para la mayoría de la población.

Empecemos por aclarar lo que son estos mal llamados “paraísos” fiscales, porque como veremos enseguida son más bien guaridas. Son países o Estados donde los inversores extranjeros pagan impuestos a tipos muy, muy bajos, o bien directamente nulos. Estos lugares permiten eludir los impuestos en los países de origen o donde está radicada la actividad de la gente millonaria o de grandes empresas, sociedades y fondos de inversión.

Estas guaridas están concebidas para ser secretas y opacas. Este es un requisito imprescindible porque una sociedad, o quien tiene una cuenta en una guarida fiscal, es sin lugar a dudas alguien que se oculta porque no quiere contribuir –pagando los impuestos que debería– a las necesarias inversiones para el bienestar social, alguien que prefiere actuar sin ninguna transparencia porque tiene algo que esconder. Los “paraísos” fiscales son un elemento imprescindible del actual sistema económico y también una guarida necesaria para los capitales procedentes de la corrupción o de otras actividades delictivas. ¿Dónde se puede esconder mejor el dinero procedente del crimen o la corrupción? Y sin la complicidad de bancos y bufetes especializados en ingeniería financiera y en crear sociedades instrumentales no sería fácil operar en ellos.

Para que estos “paraísos” se llamen como lo que son: guaridas, el movimiento Attac y la Plataforma por la Justicia Fiscal lanzaron el año pasado una campaña para que la RAE cambiara la expresión paraíso fiscal por la de guarida fiscal. Varios miles de personas firmaron esta petición y unos meses después, el DRAE recogía (tímidamente) la expresión refugio fiscal que remite a la definición paraíso fiscal, que sigue siendo la principal.

Las consecuencias de las guaridas fiscales son evidentes: la evasión de impuestos a través de estos escondrijos disminuye gravemente la recaudación pública dificultando obtener los ingresos necesarios para la inversión en servicios esenciales: Sanidad, Educación, Vivienda, Igualdad, Medio Ambiente, Dependencia… todos los servicios públicos necesarios para el bienestar social.

La opacidad con la que operan hace muy difícil saber las cifras exactas que se mueven en este entramado de evasión fiscal, el economista Zucman en su libro “La riqueza oculta de las naciones” (Pasado & Presente, 2014) calculaba que el 8% de la riqueza financiera del mundo -unos 7.600 billones de dólares- está oculta en sitios como Suiza, las islas Bermudas, las islas Caimán, Singapur y Luxemburgo. Y representa más riqueza que la poseída por la mitad más pobre de los 7.400 millones de personas del mundo.

Ocho años después de los Papeles de Panamá, se ha puesto una vez más de manifiesto el cinismo y la hipocresía dominantes, y así, el informe Evasión fiscal global 2024, un ambicioso trabajo elaborado por el Observatorio Fiscal de la UE descifra la evolución de estas grandes lacras de la globalización que son la evasión y elusión fiscales, con una atención especial a los mega millonarios, a los que propone gravar con una tasa específica. También considera que cerca de un 25% de los activos financieros se han transformado en bienes inmuebles. Y si bien no es ilegal poseer propiedades en el extranjero, hay muchos casos en los que se emplean para fines ilegales, como lavar dinero o eludir sanciones internacionales.

Las principales guaridas fiscales del mundo, según la Red por la Justicia Fiscal, son las Islas Vírgenes Británicas, las Islas Caimán, Bermudas, los Países Bajos, Suiza, Luxemburgo, Hong Kong, Jersey, Singapur y los Emiratos Árabes Unidos.

Recientemente, en octubre de 2023, los ministros de finanzas europeos revisaron la lista de paraísos fiscales de la UE. Esta actualización supuso la incorporación de Antigua y Barbuda, Belice y Seychelles a la lista negra, mientras que se eliminaron las Islas Vírgenes Británicas, Costa Rica y las Islas Marshall, una decisión que ha sido muy cuestionada y que para Gabriel Zucman: “La lista de paraísos fiscales de la Unión Europea es un chiste”.

Lo que está claro es que las guaridas fiscales incrementan la desigualdad y la injusticia y que es necesario lograr de verdad la Justica Fiscal Global. ¿Se puede? Evidentemente, sí que se puede, hace falta voluntad política para hacerlo. El economista francés René Passet decía hace unos años “Acabar con los paraísos fiscales es facilísimo, hace falta querer. Un juez amigo, Jean de Maillard, tiene la solución: dejar de reconocer los actos jurídicos firmados en esos países”. Y pedía que la economía se someta a la política.

Medidas como no reconocer los actos jurídicos creados en estos paraísos, la exigencia de responsabilidades penales; la creación de una agencia fiscal internacional para combatir los paraísos; exigir la armonización fiscal de la UE; establecer un Impuesto a las Transacciones financieras, combatir el gran fraude fiscal, reforzar y proporcionar los medios necesarios a los inspectores y técnicos de Hacienda, son una muestra de las cosas que se pueden hacer.

moderado por:

  • Ignacio Muro Benayas

    Director Fundación Espacio Público

España inacabada

El conflicto territorial

Fecha de inicio: 02 de abril

Un debate decisivo para las izquierdas

El debate que se plantea tiene como propósito abordar las desigualdades y las deficiencias democráticas y funcionales del actual Estado de las Autonomías. Responde a la preocupación creciente que genera la persistencia del bloqueo para realizar cualquier reforma constitucional, situación que está acentuando y cronificando las deficiencias actuales.

Los déficits institucionales son evidentes: por un lado, la imposibilidad de concretar el perfil de las nacionalidades reconocidas en la Constitución en línea de una España plurinacional, por otro, el bloqueo para que el Senado asuma ser una cámara territorial. Son reformas constitucionales que previsiblemente seguirán bloqueadas, al menos, durante buena parte de la próxima década.

Ocurre que, en el «mientras tanto», se está dando una oportunidad a las inercias históricas (centralismo, caciquismo, particularismos) y a las fuerzas espontáneas del mercado (pugnas fiscales a la baja para captar capital) para que hagan su trabajo. El resultado es que crecen las diferencias territoriales en los servicios esenciales del Estado de Bienestar, con la sanidad como paradigma negativo; cada sequía nos recuerda la incapacidad de encontrar soluciones multilaterales al conflicto del agua, esencial ante el cambio climático; la solución ante el problema de la vivienda se pierde entre bloqueos institucionales y el ingreso mínimo vital se disuelve entre burocracias superpuestas.

La ausencia de programas de colaboración horizontal entre CCAA y la proliferación del unilateralismo vertical y del “qué hay de lo mío” en relación con el gobierno del Estado o la propia acumulación de poder económico en la Comunidad de Madrid… dibujan un Estado con dificultades para afrontar los grandes retos que las transiciones tecnológicas, demográficas y medioambientales nos plantean como país.

La incomodidad de las izquierdas estatales con la cuestión territorial es evidente. Atravesadas por sentimientos contrapuestos, no son capaces de madurar un referente federal consistente que supere las pulsiones centralistas y, al tiempo, complemente o sirva de contrapeso a las izquierdas confederales o soberanistas de Catalunya, Euskadi o Galicia y otras comunidades. Como resultado, pierden peso, a veces simultáneamente, en la España interior y en las nacionalidades. Afecta al PSOE, pero, sobre todo, a las fuerzas situadas a su izquierda especialmente heridas por la fragmentación territorial y los localismos que han propiciado el estado autonómico.

Para abordar esta situación, la Fundación Espacio Público y Público proponen realizar un debate en la que se propicie un balance de la situación del Estado de las Autonomías mediante la participación de expertos y expertas del ámbito político, periodístico, académico, etc.

Modera: Ignacio Muro. Director de la Fundación Espacio Público.

Intervienen
Marina Subirats. Catedrática emérita en Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Mertxe Aizpurua. Diputada de EH Bildu en el Congreso.
Joan Romero. Catedrático emérito en la Universitat de València y autor de «España inacabada».
Roberto Uriarte. Profesor de Derecho constitucional en la Universidad del País Vasco (Podemos).
Javier Pérez Royo. Catedrático de Derecho constitucional en la Universidad de Sevilla.
Monserrat Colldeforms. Economista experta en financiación pública.
Teresa Rodríguez. Portavoz y líder de Adelante Andalucía.
Joan Botella. Catedrático de Ciencia política (UAB) y vocal de la Asociación por una España Federal.
Amanda Meyer. Abogada y miembro de de la dirección federal de Izquierda Unida.
Alberto López Basaguren. Vicepresidente de la Asociación Por una España Federal y catedrático de Derecho constitucional de la Universidad del País Vasco.
Carme Valls. Médica y vicepresidenta de Federalistes de Esquerres.
Marina Llansana Rosich. Periodista, filóloga y exdiputada al Parlamento de Cataluña.
Goretti Sanmartín. Alcadesa de Santiago de Campostela (BNG).
Juan Carlos Monedero. Profesor titular en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Cofundador de Podemos.

El mundo, y en particular los países desarrollados, se preparan para conseguir ventajas comparativas en un nuevo escenario de reubicación de las cadenas de valor y de especialización productiva vinculadas a las transiciones ecológicas, digitales y demográficas.

Los Estados de los países del centro se convierten en actores esenciales que refuerzan la relocalización y captación de procesos industriales antes situados en Asía y en regiones periféricas del mundo. Los discursos de “autonomía estratégica” son la expresión de una nueva fase en la globalización impregnada de tensiones geopolíticas que se presentan con múltiples variantes, en unos casos asumiendo su condicionamiento desde bloques regionales y, en otros, impregnados de planteamientos proteccionistas cuando no en la simple defensa de la ley del más fuerte.

Mientras gana relevancia la definición y apuesta por sectores estratégicos, se considera imprescindible reforzar la conexión entre impulsos públicos e interés general. En la UE la extraordinaria relevancia de los fondos públicos del programa Next Generation, acaparados en buena medida por las grandes empresas privadas, es un vector que exige transparencia y control. Las instituciones regulatorias y el sector público están obligados a asegurar transparencia, al tiempo que se esfuerzan por compatibilizar innovación, eficiencia económica y participación de los diferentes entes territoriales implicados.

Pero asegurar el uso adecuado de esos recursos no solo plantea un problema de fiscalización externa desde las instituciones públicas, también plantea un problema interno en el gobierno de los actores económicos para hacer conciliar la eficiencia y el interés general.

Teniendo en cuenta que el valor diferencial que hoy determina la competitividad de las empresas es el de la calidad de sus activos intangibles que descansan en el capital humano, es necesario superar el actual modelo de gestión verticalizado que termina facilitando el monopolio del poder de los primeros ejecutivos. No es razonable que aquellos que se responsabilizan de definir el rumbo de las empresas y de establecer sus objetivos (y los incentivos por cumplirlos) sean los mismos que deciden como presentar los resultados, algo que les garantiza “su éxito” ante los accionistas y el cobro de sus bonus. Se trata de un modelo de gestión monárquico que carece de contrapesos e impide desentrañar las consecuencias a medio y largo plazo de sus decisiones. Su corrección requiere incluir entre los contrapesos la participación de trabajadores y otros stake holders en el gobierno.

Un sector público no siempre en sintonía con el interés general

Si las aportaciones públicas convierten el reto de la transparencia y el control en algo universal, lo es especialmente en el caso de empresas públicas en las que debería implantarse un sistema de gobierno que garantizara su alineamiento con el interés general, algo de lo que no podemos presumir en España.

La experiencia reciente ha demostrado que nuestro modelo de empresa pública es especialmente débil en cuanto a la defensa de los intereses nacionales y excesivamente fácil de adaptar a los intereses partidistas del gobierno de turno. Situaciones como la de Endesa, que, siendo una empresa pública estratégica, de un ámbito tan sensible como la energía, ha terminado por ser una empresa secundaria de ENEL, del sector público de otro país, Italia, pone de manifiesto la extrema idiotez de las ideologías neoliberales y la fragilidad de nuestro sistema público. Mientras Italia, Alemania, Francia Portugal… han garantizado el control público de sus empresas estratégicas de energía, España las supedita a los intereses soberanos de otro país.

Encontrar un blindaje institucional suficiente y adaptado a las normas comunitarias que incorpore en su gobierno a los principales grupos de interés es el reto que hay que superar para alcanzar una cierta consistencia de su funcionamiento. Además de precisar en los estatutos de cada empresa su misión, sería conveniente reforzar sus metas mediante la definición de “contratos de empresa” en los que se acotase el interés público buscado y el control de sus resultados con indicadores globales de creación de valor, y perfilando la participación en el gobierno de aquellos “stakeholders” que sean identificables y representativos en cada caso.

En su ausencia, lo normal es que se instale un sistema viciado de gobierno que descansa en la extraordinaria libertad de las gerencias, algo que se manifiesta de dos modos:  por un lado, un Consejo monopolizado por funcionarios de diversos ministerios, solo preocupados por complementar rutinariamente su nómina con las dietas por asistir al Consejo, que es justo lo contrario de un accionariado activo implicado en un proyecto a largo plazo; por otro, la ausencia de controles internos ex ante que es cubierto solo por lejanas inspecciones burocráticas ex post de IGAE o del Tribunal de cuentas, preocupadas por detalles del “cómo” se hacen las operaciones pero nunca del “qué”.

La mejor conexión entre actores públicos e interés general exige alejarse de ese planteamiento burocrático típico del siglo pasado. Ello pasa por definir un estatuto de empresa pública, con una administración “ad hoc” abierta a la participación de sus interesados que, al tiempo, asegure una administración autónoma y profesional.

La participación de los trabajadores en el gobierno de las empresas públicas

Las empresas públicas, (con participación de capital público de cualquier nivel municipal, regional, estatal) deben estar obligadas a escalar en las máximas cotas participativas y, al tiempo, ser vanguardia en modelos de gestión eficientes, innovadores y profesionales para otorgar la máxima estabilidad y coherencia a los proyectos públicos.

Alcanzar ese objetivo requiere, que las fuerzas sociales interesadas y, en particular los sindicatos, incorporen en su agenda esa ambición política de coogobernanza algo que, desgraciadamente, todavía no se cumple.

De hecho, en España, esa participación existe como resultado de negociaciones directas entre UGT, CCOO y el gobierno de Felipe González, iniciadas en 1986, en plena oleada privatizadora, que consiguió regular la representación de los trabajadores en los Consejos de Administración de todas las empresas públicas. El residuo de esa experiencia sobrevive hoy en ADIF, RENFE, HUNOSA, TRACSA o Navantia, en las que los sindicatos más representativos mantienen, cada uno, un representante en el Consejo de Administración, pero no en otras como puede ser Agencia EFE, grupo MERCASA o Correos.

Aunque falta por hacer un balance global de esa experiencia, se puede afirmar que, en general, esos representantes realizan su labor, limitada a lo que cada uno entiende, de forma aislada y descoordinada de las estructuras sindicales que no terminan de asignarles el valor que tienen. La dificultad de discernir las mejores opciones para materializar su voto entre diferentes y complejas alternativas, con derivadas estratégicas, es uno de los motivos por los que su gestión se convierte en difícil si no cuenta con el apoyo correspondiente. De hecho, esa necesidad, que no solo afecta a los representantes sociales sino a cualquier consejero que actúe en representación de una institución, está cubierta legalmente con la figura de los “asesores de voto” (o Proxi Advisors, regulada por la CNMV). Formalizar la existencia de una estructura de apoyo a los representantes sindicales en los Consejos es imprescindible para que su actuación forma parte de un desarrollo democrático de la actividad productiva al más alto nivel.

Para ello, los sindicatos deberían apostar con más decisión por planteamientos más cercanos a las metas de democratización económica que, de alguna forma, podrían interpretarse como una concreción y prolongación de las políticas de concertación.

La concertación es la lógica que define la gobernanza actual y sería erróneo interpretarlo como un esquema que contradice el conflicto de clases. Significa compartir diagnóstico y construir consensos en torno a lo común, cuando los consensos son posibles, sin que eso limite evidenciar las discrepancias y disensos. A nivel global, esa lógica ha permitido consensuar los ODS; a nivel europeo para lanzar las políticas Next Generation; a nivel español para la reforma del mercado laboral. Y esa lógica es también asumida por los sindicatos a nivel sectorial en los convenios colectivos, que facilitan la máxima racionalización y estabilidad en la transformación del automóvil o la banca, por ejemplo.

Lo paradójico es que, mientras asumen la concertación social a múltiples niveles, cuando se desciende “a nivel de empresa”, los sindicatos parecieran sentirse cómodos defendiendo “solo lo suyo”, es decir, la defensa de “intereses de parte” (condiciones laborales, salarios, empleo) pero nunca cuestionando o interesándose por los rasgos del proyecto empresarial en su conjunto ni por la “dirección del barco”.

Y ello ocurre incluso en las empresas públicas que, por definición, son un instrumento del interés general en el que los trabajadores no son una parte más, sino una de las principales partes interesadas en vigilar que el producto de su trabajo se materialice en la dirección deseada a largo plazo.  Ya es hora de romper con esa lógica tradicional en la que los directivos asumen la empresa “como si fuera propia” y los trabajadores “como si fuera ajena”, algo imposible de entender cuando nos referimos a empresas públicas.

Cambiar la mirada del mundo del trabajo y la misión de los representantes de los trabajadores sería acceder a un nuevo estadio en el que «sus intereses de parte» encuentran un acomodo vigilante mientras muestran interés en participar en el “cómo producir” y “qué producir”.

Ese escenario nos dibuja un proceso de cambio social que nos lleva a repensar la sociedad que queremos. Confrontar el gobierno actual de las empresas con una alternativa que incorpora una nueva institucionalización de los intereses en disputa, debería ser uno de los motivos que marcaran las prioridades estratégicas del mundo del trabajo.

Traducción: Nuria del Viso

Recogemos en este artículo las intervenciones de Eileen Crist y de Lyla Mehta en el foro online sobre población «The Population Debate Revisited», organizado por Great Transition Initiative (GTI) en agosto de 2022[1]. Las autoras representan dos posiciones paradigmáticas de los debates sobre población: Crist defiende la necesidad de reducción de la población mundial mientras que Mehta aboga por poner el foco en cuestiones de poder, de distribución y de cómo se genera socialmente el concepto de escasez.

Menos es más

EILEEN CRIST

Me gustaría empezar agradeciendo a Ian Lowe el haber preparado el escenario para un animado intercambio. Mi comentario está motivado por la consideración normativa de superar el rencor que rodea la cuestión de la población. Abogo por replantear ciertos aspectos de la población de forma que se demuestre de forma incontestable que poner fin al crecimiento demográfico y reducir gradualmente el número de seres humanos sirve para el bienestar de todos a largo plazo.

Desvincular la política de inmigración de la cuestión demográfica. Resulta ventajoso enfocar la población como una cuestión global, excluyendo el discurso de la inmigración de las cuestiones de población. Cuando se proponen medidas de restricción de la inmigración como medio para hacer frente a la superpoblación, el debate sobre la población se paraliza en medio de acusaciones de racismo, xenofobia y similares. Podemos unirnos para abogar por la búsqueda activa de ciertos derechos humanos que reviertan el crecimiento de la población (cuestión que abordaré más adelante), sin que la inmigración se convierta en un obstáculo. El espacio me impide exponer los argumentos contra la restricción de la inmigración como política demográfica, pero los he publicado en otro lugar[2].

Los derechos de los niños, el empoderamiento de las mujeres, la libertad reproductiva y la educación sexual integral son el camino. Evitar empantanar el debate sobre la población con la política de inmigración no es una mera táctica. La transición hacia una población mundial más reducida y sostenible es posible mediante el mismo conjunto de transformaciones en todas las sociedades: tolerancia cero a las «novias infantiles»; educación hasta (al menos) la enseñanza secundaria para las niñas; empoderamiento de las mujeres, es decir, acceso a la educación superior, a un empleo significativo y a carreras de liderazgo; servicios de planificación familiar y opciones anticonceptivas voluntarias; y eliminación de las barreras físicas, sociales y culturales que las impiden. A estos derechos humanos establecidos relacionados con la población, debemos añadir la educación sexual integral (ESI), que puede desempeñar un papel importante en el decrecimiento de la población. La ESI reduce la tasa de embarazos no deseados, además de otros notables beneficios para la calidad de vida[3].

Los derechos de las niñas y las mujeres son fundamentales para la transición a una población más reducida. Cuando las mujeres reciben educación y se empoderan por lo general eligen tener menos hijos o no tenerlos, independientemente de su origen. Cuando las mujeres son libres de elegir su destino reproductivo aflora lo que Martha Campbell ha llamado su «deseo latente» de tener menos hijos[4]. Hay una razón evolutiva para ello: el embarazo y la maternidad son un reto para el cuerpo de las mujeres. Tener muchos hijos, sobre todo a partir de la pubertad y de forma muy seguida, está relacionado con un aumento de la mortalidad materna.

Las presiones sexistas del pronatalismo coercitivo están presentes no solo en el mundo en desarrollo. Ya sea de forma sutil o expresa, las normas socioculturales a favor de la maternidad están muy extendidas en el Norte y el Sur del mundo. Las presiones pronatalistas sobre las mujeres merecen ser expuestas y confrontadas[5].

El consumo es el problema, la población lo aumenta. Un marco estándar que requiere un replanteamiento es la yuxtaposición de «consumo» y «población» como variables de impacto distintas. Este dilema engañoso lleva a la gente a elegir cuál es el problema. Es comprensible que muchos opten por castigar el consumo excesivo de los ricos mientras desestiman el tamaño y el crecimiento de la población. Este dilema es ofuscante. El consumo excesivo es el problema; el crecimiento de la población hace que el consumo aumente y acabe por rebasar los límites.

Para entenderlo mejor, imaginemos una situación hipotética. Si los seres humanos fueran «respiradores», es decir, capaces de satisfacer sus necesidades energéticas únicamente con la respiración, y se inclinaran por la simplicidad voluntaria, el número de seres humanos apenas importaría. La Tierra podría albergar a muchos miles de millones de minimalistas respiratorios. Volviendo a la realidad, todas las personas necesitan comer y a la mayoría le gusta hacerlo al menos dos veces al día. Más aún, todo el mundo debería comer más de una vez al día y tomar buenos alimentos. En una civilización global electrificada e interconectada, la gente consume, por supuesto, muchas más cosas que alimentos. En este artículo, me centro en la cuestión de la población sobre todo a través de la lente de la alimentación.

El sistema alimentario (producción, consumo, transformación y comercio) se ha convertido en la principal causa de deterioro ecológico a todos los niveles: extensión del uso de la tierra y de los océanos, colapso de la biodiversidad, pérdida y degradación del suelo, agotamiento del agua dulce, cambio climático y contaminación de la tierra, los ecosistemas de agua dulce, los mares costeros y la atmósfera[6].

¿Podemos dejar de enmarcar la Revolución verde como un «logro técnico»? Me gustaría que abandonáramos el obligado guiño deferente a la revolución verde. A pesar de las buenas intenciones originales, los beneficios a corto plazo y los impresionantes rendimientos, la revolución verde ha desatado una caja de Pandora de daños desastrosos. Sus monocultivos destruyen la biodiversidad. Los agroquímicos ponen en peligro la biodiversidad del suelo, la vida de las plantas y los insectos, las aves y otros animales, incluidas las personas[7]. Los fertilizantes sintéticos desmantelan la biodiversidad del suelo; exacerban el cambio climático, contaminan el aire, la tierra, el agua dulce, las aguas subterráneas y los estuarios; y pueden provocar eventos de mortalidad masiva de la fauna. Mientras que la cantidad de alimentos se ha disparado (por ahora), la calidad de los mismos (especialmente los que se imponen a las personas sin poder) ha caído en picado. Más de 2.000 millones de personas (tanto subalimentadas como sobrealimentadas) sufren carencias de micronutrientes[8].

La revolución verde ha respaldado el crecimiento explosivo de la población humana. La existencia de casi la mitad de la población está en deuda con las tecnologías de la revolución verde, sobre todo con los fertilizantes[9]. Es un trato fáustico. Los efectos de la revolución verde en la biosfera están aumentando en los niveles interrelacionados mencionados anteriormente. El glifosato está en la lluvia. La contaminación por nitrógeno es una catástrofe creciente que pasa desapercibida, ya que la mayoría de los ojos están puestos en el carbono[10]. Los monocultivos son más vulnerables a un clima que cambia rápidamente.

Aunque se necesita inmediatamente una mejor gestión de los insumos de la revolución verde, el restablecimiento de la salud de la biosfera y de la humanidad no tiene por qué plantearse como un ejercicio de control de daños de un sistema de producción de alimentos intrínsecamente perjudicial. La solución profunda consiste en abandonar esta forma de producir alimentos, junto con la reducción gradual del número de personas hasta llegar a un punto en el que todas las personas puedan recibir alimentos sanos: alimentos producidos de forma ecológica y ética, no contaminados por biocidas y ricos en nutrientes procedentes de suelos sanos y regenerados.

El cultivo de alimentos no es un problema de ingeniería que deban resolver los tecnócratas con planes de eficiencia y microgestión. Cultivar alimentos es el arte de los agricultores en diálogo con la abundante fertilidad de la Tierra.

Menos es más: una población de unos 2.000 millones es mejor para todos y a largo plazo. La Tierra conoce la fertilidad, y los agricultores saben cómo trabajar con ese don para alimentar a la gente. Deberíamos prescindir del tropo de «alimentar al mundo». No hay que alimentar a los seres humanos, sino nutrirlos con alimentos hechos con amor por los animales y la tierra, cultivados por la calidad más que por la cantidad, y elaborados por los agricultores en una relación ingeniosa con la naturaleza que los rodea.

Entonces, ¿a cuántas personas puede alimentar la Tierra? Esta pregunta requiere una aclaración muy importante. ¿En qué tipo de planeta? Los guardianes de la Tierra sostienen que la opción virtuosa y prudente es un planeta en el que se conserve la biodiversidad, la abundancia de poblaciones no humanas, la complejidad ecológica, la vivacidad del comportamiento (como las culturas animales y las migraciones) y el potencial evolutivo. Todo ello requiere la conservación a gran escala de la tierra y los mares, el fin de la deforestación tropical, la proliferación de proyectos de renaturalizaciónz y restauración ecológica, y la eliminación gradual de los agroquímicos y otros contaminantes. Una amplia protección de la naturaleza salvaje y de los «paisajes intermedios» agrodiversos (donde se producen los alimentos) son sinérgicas, siempre que los paisajes intermedios sean subsistema modesto del planeta en lugar de invadirlo.

Cuando David Pimentel hizo el cálculo de cuántas personas pueden ser mantenidas con equidad a base de alimentos orgánicos, diversos y mayoritariamente vegetales, y al tiempo proteger generosamente la naturaleza salvaje, el resultado rondaba los 2.000 millones[11]. Esta cifra no es absoluta ni una «solución rápida”[12], sino que ofrece una visión a medio y largo plazo que debe abordarse con prontitud y ambición dentro de un marco de derechos humanos, junto con muchas otras transiciones que exige nuestra situación.

¿Qué elegirá la humanidad? Además de necesitar alimentos sanos, la mayoría de los habitantes del mundo moderno también quieren –entre otras cosas– ordenadores personales, frigoríficos, control de la temperatura interior, tecnologías de entretenimiento, medios de transporte y un conjunto material de servicios sanitarios, educativos y de otro tipo. Podemos dejar de lado si se trata de lujos industriales, de comodidades buscadas o de manifestaciones del potencial de nuestra especie que vale la pena mantener en formas alteradas y reducidas. En lo que sí podemos estar de acuerdo es en que las comodidades modernas no deberían ser un privilegio ilimitado de los ricos, sino una prerrogativa de todos los que las deseen a niveles moderados y justos.

A este respecto, el estilo de vida moderno se está extendiendo, lo que subraya el argumento: debemos ser muchos menos, si la humanidad también desea habitar un planeta biológicamente vibrante. Si, por el contrario, la humanidad deriva hacia la conversión de la Tierra en una colonia de recursos, ese planeta empobrecido podría –durante un periodo indeterminado– «alimentar» a muchos miles de millones de humanos, mientras se embolsarán las riquezas los Amazon, grandes almacenes, corporaciones agroquímicas, grandes farmacéuticas y el complejo militar-industrial. Si pudiéramos votar, ¿no elegiría la humanidad un planeta vivo en lugar de uno colonizado? En esta encrucijada nos encontramos.

Contra el alarmismo demográfico

LYLA MEHTA

Más que un «elefante en la habitación», como sostiene Ian Lowe, el tema de la población y el neomaltusianismo están vivitos y coleando. Ejemplos recientes son la película de David Attenborough Una vida en nuestro planeta, que aborda cómo los seres humanos están invadiendo el mundo y de las amenazas de la población para el medio ambiente; los grupos de reflexión de Washington que establecen vínculos entre los llamados refugiados climáticos, la escasez y la superpoblación; e incluso el príncipe Guillermo del Reino Unido afirma que la población de África es una amenaza para la vida salvaje y la conservación.

Lamentablemente, seguimos en un mundo en el que el pensamiento neomaltusiano establece vínculos simplistas entre el aumento de la población, el cambio climático, los conflictos y la escasez de recursos. Son evidentes los vínculos con la «tragedia de los comunes» de Hardin cuando el ecologismo y el pensamiento sobre el desarrollo en general interpretan una serie de cuestiones que van desde la pobreza mundial y el desarrollo económico, el cambio medioambiental, la conservación e incluso la seguridad nacional y mundial a través de la lente de la superpoblación y la escasez. Esto ha tendido a dar lugar a narrativas tecnoautoritarias que se dirigen desproporcionadamente a los pobres y marginados del “mundo mayoritario”, que en consecuencia suelen enfrentarse a una serie de acciones draconianas, por ejemplo, el desplazamiento, la desposesión, el control de los cuerpos –especialmente, de las mujeres pobres no blancas– y la biopolítica.

Así, esta fijación con la superpoblación desvía la atención de cuestiones más cruciales como la forma en que se distribuye el poder en la sociedad, la desigualdad de género, la discriminación étnica y de casta, las condiciones comerciales injustas, la planificación estatal, las tecnologías centralizadoras, los acuerdos de tenencia, la degradación ecológica, etc. Además, tenemos que vincular los debates sobre la población con las cuestiones relativas a los modelos desiguales y sesgados de consumo, y de asignación y distribución de recursos.

Gran parte de mi trabajo anterior se ha centrado en la escasez y los límites. El concepto de escasez –es decir, la suposición de que las necesidades y los deseos son ilimitados y los medios para conseguirlos son escasos– es el principio básico de la economía moderna. Pero esta noción ha hecho que la escasez se convierta en un discurso totalizador tanto en el Norte como en el Sur global. El «miedo» a la escasez ha hecho que esta se convierta en una estrategia política para los grupos poderosos. Como argumentó el difunto Steve Rayner, la propagación del miedo a la disminución de los recursos del planeta ha servido en gran medida para mantener a los pobres en la pobreza y enriquecer a los que ya son ricos[13]. Por eso, en trabajos anteriores, junto con varios colaboradores, he argumentado que la escasez no es una condición natural; el problema radica en cómo vemos la escasez y en las formas en que se genera socialmente[14]. Por lo tanto, tenemos que centrarnos en las cuestiones fundamentales de la asignación de recursos, el acceso, el derecho y la justicia social, en lugar de recurrir a nociones simplistas universalizadoras de la escasez.

Como sabemos por los informes recientes y pasados del Grupo de Alto Nivel de Expertos en Seguridad Alimentaria y Nutrición y también del PNUD, hay suficiente comida y agua para todos[15]. Sin embargo, a nivel mundial, el problema del hambre crónica existe y se ha intensificado durante la pandemia. En los países ricos, los perversos regímenes de subvenciones han llevado a la generación de excedentes, y los pobres comen alimentos envasados baratos. El hambre y la obesidad son dos caras de la misma moneda. Actualmente hay una explosión de bancos de alimentos en el Reino Unido, y cerca del 8% de la población sufre inseguridad alimentaria[16]. La malnutrición y el hambre en el Reino Unido no se deben a la superpoblación, sino a la austeridad, los recortes, el aumento de la pobreza y la desigualdad.

A pesar de estas cuestiones, el miedo a la escasez y la superpoblación sigue siendo un medio para desviar la atención de las causas de la pobreza y la desigualdad que pueden implicar a los políticamente poderosos. Por ello, Marie Sneve Martinussen, diputada noruega del Partido Rojo, en un reciente acto sobre los Límites del Crecimiento +50 en Oslo instó de forma elocuente a no centrarnos en la tragedia de los comunes, sino en la «tragedia de los pocos», es decir, en el papel que desempeñan los poderosos, los ricos y las élites, en la perpetuación del crecimiento obsesionado por el PIB, el consumo y la destrucción del medio ambiente. Del mismo modo, el movimiento por el decrecimiento reclama que los límites al consumo/crecimiento se apliquen en gran medida a los países ricos y a las élites de todo el mundo, y no a los grupos y países pobres y vulnerables.

Los discursos sobre el número de personas y la necesidad de control de la natalidad suelen hacer recaer todas las esperanzas y expectativas en las mujeres. Invariablemente, los objetivos son las mujeres negras y morenas de Asia, África y América Latina, a las que se considera que tienen demasiados hijos. Rara vez se apunta a las mujeres blancas de los países ricos, a sus bebés, o incluso a las huellas de carbono o ecológicas de las familias blancas en el mundo minoritario.

El 24 de junio de 2022, el Tribunal Supremo de Estados Unidos anuló el derecho constitucional al aborto en el país, lo que supuso un día muy trágico para los derechos de la mujer y los derechos humanos. ¿Cómo podemos siquiera hablar de cuestiones de población cuando se niegan derechos tan básicos a las mujeres? Aunque no existen prohibiciones similares en muchos otros países, sigue habiendo muchos obstáculos socioculturales y económicos en torno a los derechos reproductivos de las mujeres, que siguen estando moldeados por prejuicios y leyes masculinas discriminatorias. En el contexto de Estados Unidos, cada vez se reconoce más que la falta de acceso al aborto afectará en gran medida a las inmigrantes, las comunidades indígenas, las mujeres de color, las personas discapacitadas, etc. Gran parte del discurso antiabortista estadounidense es racista y puede vincularse a la supremacía blanca. Por lo tanto, es importante ser conscientes de que las políticas de crecimiento demográfico y de control de la población tienden a no tener en cuenta el género ni la etnia y, por lo tanto, corren el riesgo de reproducir procesos coloniales y racializados de razonamiento y discriminación.

En resumen, en lugar de hablar del crecimiento de la población, centremos nuestra atención en avanzar hacia la consecución de la igualdad de género, la justicia climática, los procesos justos de asignación y distribución de recursos y los procesos de desarrollo que sean sostenibles y socialmente justos en el Norte y el Sur. Esto es lo que realmente importa y contribuiría en gran medida a mejorar el bienestar humano y planetario que permitirá a todos los seres –humanos y no humanos– florecer y prosperar.

Notas:

*Este texto forma parte de la colaboración entre ESPACIO PUBLICO y FUHEM ECOSOCIAL. Fue publicado en Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 160, invierno 2022/2023, pp. 25-33.

Eileen Crist es profesora asociada emérita del Departamento de Ciencia y Tecnología en la Sociedad de la Universidad Virginia Tech y editora asociada de la revista Environmental Issues. Entre sus obras figura Abundant Earth: Toward an ecological civilization (University of Chicago Press, 2019).

Lyla Mehta es profesora del Instituto de Estudios del Desarrollo de la Universidad de Sussex, profesora visitante de Noragric en la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida, y autora, entre otras obras, de Water, Food Security, Nutrition and Social Justice (Rouledge, 2019).

[1] El debate íntegro de GTI. Agradecemos a GTI el permiso para la reproducción de estos textos.

[2] Eileen Crist, «Decoupling the Global Population Problem from Immigration Issues», The Ecological Citizen vol. 2, núm. 2, 2019, pp. 149–151.

[3] Mona Kaidbey y Robert Engelman, «Nuestros cuerpos, nuestro futuro: difundir una educación sexual integral», en Educación ecosocial. Cómo educar frente a la crisis ecológica. La situación del mundo, capítulo 12, FUHEM Ecosocial/ Icaria, 2017, pp. 189-201.

[4] Martha Campbell y Kathleen Bedford, «The Theoretical and Political Framing of the Population Factor in Development», Philosophical Transactions of the Royal Society B 364, núm. 1532, 2009, pp. 3101–3113.

[5] Nandita Bajaj, «Abortion Bans Are a Natural Outgrowth of Coercive Pronatalism», Ms. Magazine, junio de 2022.

[6] Walter Willet, Johan Rockström, Brent Loken et al., «Food in the Anthropocene: The EAT-Lancet Commission on Healthy Diets from Sustainable Food Systems», The Lancet, vol. 393, núm. 10170, 2019, pp. 447–492.

[7] Joel K. Bourne, «The Global Food Crisis: The End of Plenty», National Geographic Magazine, junio de 2009.

[8] Walter Willet, Johan Rockström, Brent Loken et al., 2019, op. cit.; Paul Ehrlich y John Harte, «Food Security Requires a New Revolution», International Journal of Environmental Studies vol. 72, núm. 6 (2015), pp. 908-920; Richard Manning, «Hidden Downsides of the Green Revolution: Biodiversity Loss and Diseases of Civilization»Mother Earth News, 22 de abril de 2014.

[9] Hannah Ritchie y Max Roser, «Fertilizers»OurWorldInData.org, 2020.

[10] Fred Pearce, «Can the World Find Solutions to the Nitrogen Pollution Crisis?»Yale Environment 360, 6 de febrero de 2018; Eileen Crist, «Got Nitrogen?», The Ecological Citizen (editorial), vol. 5, núm. 1, 2021, pp. 3–10.

[11] David Pimentel et al., «Will Limited Land, Water, and Energy Control Human Population Numbers in the Future?», Human Ecology vol. 38, núm. 5, 2010, pp. 599–611.

[12] Corey Bradshaw y Barry Brook, «Human Population Reduction Is Not a Quick Fix for Environmental Problems», PNAS, vol. 111, núm. 46, 2004, pp. 16610–16615.

[13] Steve Rayner, «Foreword», en Lyla Mehta (ed.), The Limits to Scarcity, Routledge, Londres, 2010, pp. x–xvi.

[14] Lyla Metha (ed.), 2010, op. cit.; Lyla Mehta, Amber Huff y Jeremy Allouche, «The New Politics and Geographies of Scarcity», Geoforum, núm. 101, mayo de 2019, pp. 222–230.

[15] Programa de Desarrollo de las Naciones Unidad (PNUD), Más allá de la escasez: poder, pobreza y la crisis mundial del agua, PNUD, Nueva York, 2006.

[16] Departamento británico de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales (Reino Unido), United Kingdom Food Security Report 2021: Theme 4: Food Security at Household Level, 22 de diciembre de 2021.

La educación pública española libra en nuestros días una batalla contra quienes se han propuesto acabar con ella para mayor beneficio del capitalismo. Lo que debería ser un derecho garantizado universalmente, una educación pública de calidad e inclusiva, lo es sólo en el papel, porque el sistema no permite, deliberadamente, que se den las condiciones que lo aseguren.

De una educación reservada a una minoría privilegiada, donde el nivel de estudios completado se relacionaba de forma directa con la cualificación del trabajo que se desempeñaba y con el consiguiente nivel de vida, se ha pasado en varias décadas a una escolarización prácticamente universal donde es la propia escuela la que efectúa el trabajo de cribado y ordenación social en clases, determinando el futuro de los estudiantes desde las edades más tempranas.

Se constata una mercantilización de la enseñanza por dos vías, principalmente, la imitación de las prácticas empresariales en la gestión de los centros y la introducción descarada de las empresas en todos los niveles educativos, abarcando desde los servicios no educativos (comedores, extraescolares, etc.) hasta, en los peores casos, la entrada de empresas en el diseño del currículo, pasando por los exámenes externos y por la golosina que supone para las grandes tecnológicas la introducción masiva de tecnologías digitales, entre otros ejemplos.

Toda esta degradación de la calidad de un servicio público como es la educación no sería posible sin una serie de herramientas facilitadoras, la primera de ellas el mantenimiento en el tiempo de un modelo que nació como solución coyuntural, la doble red de centros financiados con fondos públicos. La creciente creación de centros concertados, la mayoría en manos de la Iglesia católica, a los que se regala suelo público, a los que se permite el cobro de ciertos servicios y la selección encubierta de alumnado contribuye claramente al abandono de los centros públicos y a su creciente degradación.

A la hora de segregar alumnado, no menos importante está siendo en los últimos veinte años la creación de programas mal llamados bilingües, que están potenciando el efecto clasificador de la propia escuela al impedir el progreso de los alumnos con situaciones de vulnerabilidad, ya sea social, económica o de otro tipo.

El aparato de la propaganda, al servicio del capital, contribuye igualmente con su lógica comercial basada en el lucro, vendiendo a las familias, ahora clientes, los beneficios de diferentes programas, tecnologías, “valores y misiones” como imprescindibles para la educación de sus hijos y, lo que es más importante, su progreso en una sociedad profundamente individualista.

Los discursos populistas que repiten el mantra de la libertad de elección de centro calan en la masa social que muchas veces no es consciente de las jugadas, nada inocentes, que los encaminan a pagar por servicios que deberían estar garantizados. A modo de ejemplo, se incumplen las promesas de construcción de centros públicos en barrios y pueblos mientras se multiplican los centros concertados, se reduce la oferta de plazas en las universidades públicas, se disparan los precios de los créditos de máster, un nivel académico ya casi “obligatorio” para la inserción en un puesto laboral no precario, sin ser garantía de ello.

Es imprescindible alzar la voz contra lo que es claramente una mercantilización de la educación, una conversión de un derecho en un objeto de consumo, abogando por una educación pública de calidad, que contribuya a una educación integral y humanista de las personas, otorgándoles los medios para comprender el mundo que les rodea y los valores que les impulsen a mejorarlo.

A lo largo de las últimas décadas hemos asistido a un intenso debate sobre el futuro de la familia a raíz de las rápidas y profundas transformaciones a las que se ha visto sometida. Existe un amplio consenso alrededor de la idea de que sus características básicas o “tradicionales” se han erosionado en los países ricos del Norte global desde la Segunda Guerra Mundial. Esto es especialmente evidente en los incrementos de las tasas de divorcio y las caídas sin precedentes de los matrimonios y, sobre todo, de las tasas de fecundidad. Sin embargo, este proceso ha estado acompañado por una creciente diversidad en los modelos de organización familiar, con un incremento del número de hogares unipersonales, de la cohabitación y otras formas alternativas de estructuración familiar.

El resultado de todo ello, para lo que aquí nos ocupa, es un desequilibrio demográfico marcado por la caída de las tasas de fecundidad, al estar muy por debajo de la tasa de reemplazo generacional[1], algo insólito cuando se analiza la realidad demográfica desde una perspectiva histórica. Las poblaciones de los países ricos envejecen a un ritmo nunca visto, y emergen voces de alarma que cuestionan la viabilidad de nuestros sistemas de protección social o que lo utilizan para justificar su desmembramiento, apuntando, por ejemplo, a la insostenibilidad de nuestro sistema de pensiones.

Entre los países ricos, estos fenómenos se han dado con especial intensidad entre los del sur de Europa, denominados “familiaristas”, caracterizados por tener Estados del bienestar poco desarrollados[2] y sistemas de cuidados fuertemente apoyados en las redes familiares[3]. Por ejemplo, en España la tasa de fecundidad ha sufrido una rápida y aguda caída, hasta situarse, en pocos años, a la cola de la UE (Figura 1).

Figura 1. Evolución de las tasas de fecundidad de los países de la UE-15, 1970-2020.

Fuente: elaboración propia a partir de datos de Eurostat.

Todos estos procesos han estimulado un largo e intenso debate para tratar de explicar sus causas y, con suerte, tratar de revertir o mitigar algunos de sus efectos, tal y como veremos a continuación.

Teorías sobre la “erosión” familiar y la crisis demográfica

Hasta recientemente, en las ciencias sociales han destacado dos tesis principales para explicar este proceso de “erosión” familiar. De forma muy sintética, el economista neoliberal y premio Nobel Gary Becker[4] señaló que el cambio en los roles de las mujeres, sobre todo por su incorporación masiva al mercado laboral en el marco de una organización familiar basada en la especialización conyugal, conllevaba una devaluación de la utilidad del emparejamiento en términos de eficiencia y bienestar, lo que, en última instancia, derivaría en una erosión de la familia en su sentido tradicional.

Sus análisis, en definitiva, apuntan a la materialización de las aspiraciones de igualdad de género en el plano laboral, con el consecuente declive de la división sexual del trabajo (“productivo” reservado a los hombres y “reproductivo” reservado a las mujeres), como causa del debilitamiento de la familia y de la caída de las tasas de fecundidad[5]. Por otro lado, la tesis de la segunda transición demográfica (SDT, por sus siglas en inglés) apunta a la difusión de valores “posmodernos” o “postmaterialistas” (utilizando los términos de Inglehart [6], [7]) como desincentivos para los emparejamientos y el compromiso con el otro.

Según esta teoría, basada en la pirámide de necesidades de Maslow, los valores posmodernos se convierten en el motor de la transformación familiar al “elevar” las aspiraciones de los individuos que, una vez cubiertas sus necesidades básicas, desarrollan proyectos vitales influidos por valores como el individualismo, la autorrealización, la emancipación y el empoderamiento[8], [9]. De esta forma, se vincula el progreso material con la difusión de valores conflictivos con los que han sustentado el modelo familiar tradicional (por ejemplo, con el compromiso conyugal o la crianza)[10].

Sin embargo, algunas aproximaciones inspiradas por el marxismo feminista apuntan que esta crisis familiar y demográfica, más que un destino inevitable, es el resultado de los desequilibrios derivados del modelo de organización social basado en la familia tradicional en un contexto de expansión –con notables limitaciones– de los valores igualitarios en clave de género. Según estas, la familia es considerada uno de los pilares de la organización capitalista al ser la institución que, mediante la reproducción física de los/as trabajadores/as y la provisión del trabajo doméstico y de cuidados, hace posible la producción de la plusvalía[11], [12]. Es decir, la división sexual del trabajo en el marco de las sociedades capitalistas (mucho mayor que en sistemas de organización social anteriores) sería una condición necesaria para la explotación o la “esclavitud asalariada”[13].

En este contexto, el acceso al mercado de trabajo remunerado, sin ser el destino final de la emancipación de las mujeres, es el primer paso para su autonomía en una economía ampliamente basada en el empleo asalariado[14]. De ahí que, en tanto que la división sexual del trabajo –una de las características fundamentales del modelo familiar tradicional– ha mantenido a las mujeres apartadas del trabajo asalariado, estas hayan tendido a posponer o renunciar a la familia.

La crisis demográfica es reversible

Afortunadamente, en los últimos años, estudios comparados a nivel europeo han mostrado que la división sexual del trabajo no es inseparable de la familia, y que, en aquellos contextos en los que se han impulsado nuevos “contratos de género más igualitarios”, se produce un “resurgir” familiar (more family, en palabras del sociólogo danés Esping-Andersen), con más matrimonios, emparejamientos más estables y mayores tasas de fecundidad[15]. Es decir, cuando se adoptan medidas que, desde un punto de vista estructural, favorecen la igualdad de género, se suaviza el trade-off entre maternidad y realización del proyecto vital y/o profesional, lo que, al mismo tiempo favorece la independencia económica de las mujeres, una mayor protección ante la pobreza infantil, el acceso a empleos de mayor calidad, entre otros. Llegados a este punto, es fundamental constatar que, según datos del European Fertility Surveys, el número de hijos/as deseados en buena parte de los países de la UE se ha mantenido bastante estable durante más de medio siglo, por encima de los dos hijos/as.

La tesis que estas investigaciones parecen confirmar es que el motor de la transformación en la dinámica familiar es la revolución de los roles femeninos. Si bien, como hemos observado, en un primer momento la inestabilidad conyugal se incrementa y las tasas de fecundidad se reducen, este no es un destino inexorable, sino más bien una señal de que la sociedad en su conjunto no está dando respuesta a las necesidades derivadas de los nuevos roles adoptados por las mujeres en sus aspiraciones de una mayor igualdad.

Lo que hemos podido observar empíricamente es que, cuando, como resultado de esta respuesta, avanzamos hacia un nuevo equilibrio familiar, es decir, cuando las condiciones materiales y normativas se ajustan al nuevo modelo basado en una mucho menor división sexual del trabajo y una mayor autonomía de la mujer, la familia puede resurgir (la disposición al emparejamiento y al matrimonio se incrementan, las relaciones son más estables y las tasas de fecundidad tienden a reflejar mejor los deseos de las personas).

Esencialmente, este nuevo equilibrio requiere poner en práctica cambios de gran importancia: la adaptación del mercado de trabajo, el desarrollo del Estado del bienestar con servicios de cuidados suficientes, asequibles y de calidad y una mayor corresponsabilidad masculina en el trabajo doméstico y de cuidados[16]. Desde esta perspectiva, el objetivo sería alcanzar un régimen de políticas de género de “personas sustentadoras/cuidadoras en igualdad”, en contraposición a los regímenes tradicionales de “hombre sustentador y esposa dependiente” (ver Figura 2)[17]. Pese a que ningún país “desarrollado” se ajusta perfectamente a ninguno de los dos regímenes, encontrándose todos en el heterogéneo repertorio de “regímenes mixtos”, el ejemplo que suele utilizarse como más próximo al ideal de igualdad de género, es el de los países nórdicos, encabezados por Suecia. En ese país, incluso antes de la Segunda Guerra Mundial, pero especialmente después con la consolidación de los gobiernos socialdemócratas y la influencia de la socióloga Alva Myrdal y el economista Gunnar Myrdal[18], [19], [20] fueron pioneros en el desarrollo de estas políticas y, pese a sus limitaciones, tienen las tasas de ocupación femenina más altas de la UE, así como unas tasas de fecundidad muy próximas a la de reemplazo generacional.

Figura 2. Regímenes de políticas de género

Fuente: elaboración propia a partir de Diane Sainsbury, 1999, op. cit.; y María Pazos, 2018, op. cit.

No obstante, cuando el mercado de trabajo asalariado y el Estado del bienestar no ofrecen las condiciones adecuadas para suavizar (o, idealmente, erradicar) el trade-off entre maternidad y realización del proyecto vital de las mujeres, se favorece la desintegración de la familia y la externalización masiva y precaria del trabajo reproductivo[21]. El caso de España (aunque también el de Italia) es especialmente ilustrativo a este respecto. En España, por ejemplo, entre 550.000[22] y 700.000[23] trabajadoras (el 88% son mujeres) del servicio del hogar –contratadas directamente por las familias– cubren las necesidades que las propias familias y los sistemas de protección social no están siendo capaces de atender adecuadamente[24].

Esto representa entre el 3,3% y el 4,2% del conjunto de la población activa española (frente al 0,9% del conjunto de la UE), y el 28% de todas estas trabajadoras en la UE. Y, aun así, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo de 2015, «entre las personas ocupadas que vivían con una pareja con trabajo remunerado e hijos/as, las mujeres dedicaban 37,5 horas semanales al trabajo no remunerado y los hombres 20,8». Todo ello con enormes desigualdades por clase social. Por poner un ejemplo ilustrativo, el 20% de los hogares más ricos con personas dependientes recibe ayuda a domicilio 2,5 veces más que el 20% de hogares más pobres[25].

Por todo ello, y a la luz de las investigaciones que han demostrado que la crisis demográfica (o, más bien, de cuidados) es reversible, es imprescindible crear las condiciones sociales necesarias para que las personas puedan desarrollar su proyecto vital de forma libre, igualitaria y erradicando todo rastro de precariedad laboral y social en un sector esencial para la vida de los individuos.

La respuesta es siempre “más derechos”

Más allá de los efectos macro de la actual crisis demográfica, tales como el incremento en la tasa de dependencia o el decrecimiento demográfico (obviando el saldo migratorio), este proceso conlleva la frustración de muchísimas personas que, como hemos visto, querrían tener hijos/as, pero se ven obligadas a posponer sus deseos o a renunciar a ellos. Esta brecha entre el número de hijos/as deseado y la tasa de fecundidad ha sido denominada “brecha de bienestar[26],” y es, por cierto, un elemento que prácticamente no se tiene en cuenta en los debates sobre esta cuestión.

Con todas sus limitaciones y el retroceso en materia de derechos y bienestar debido a las sucesivas oleadas de políticas neoliberales durante las últimas décadas, los países nórdicos han demostrado que alcanzar sociedades mucho más igualitarias que las actuales no es una utopía irrealizable, sino una alternativa posible y necesaria[27]. De ahí que, la fórmula para países familiaristas como España consiste en la eliminación de las políticas públicas que están perpetuando la división sexual del trabajo y la desigualdad de género, y el despliegue de aquellas que establecen las condiciones normativas y materiales para que la igualdad sea posible.

Entre las medidas principales, destacan: la universalización de los servicios de atención y educación de la primera infancia (0-3 años) en términos de suficiencia, gratuidad y calidad, con un empleo enteramente público que revierta las privatizaciones; la universalización de los servicios de atención a la dependencia en los mismos términos; y el fomento de la corresponsabilidad en el trabajo doméstico y de cuidados mediante la eliminación de las actuales limitaciones en los permisos de paternidad y maternidad[28], la eliminación de los permisos que no están remunerados al 100% y con reserva del puesto de trabajo, la reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales (en cinco días, y no en cuatro) y el impulso de campañas de sensibilización y promoción del ejercicio de derechos de conciliación por parte de los trabajadores hombres.

Estas y otras medidas conforman lo que ha sido denominado el “cuarto pilar del Estado del bienestar”, al complementar los otros tres pilares actuales (sanidad, educación y sistema de pensiones). Algunas investigaciones recientes han demostrado que su implementación en España es perfectamente viable en un horizonte de tiempo relativamente corto (5-10 años)[29], [30] y que puede tener efectos muy positivos en términos de autonomía e igualdad de género, protección ante la pobreza infantil y, sobre todo, en términos de calidad en los cuidados.

Adicionalmente, se estima que el desarrollo de estos servicios podría crear alrededor de 500.000 puestos de trabajo directos a tiempo completo y de calidad; además, difícilmente deslocalizables (arraigados al territorio) y de escaso impacto ambiental, lo que contribuiría a la transición hacia un modelo productivo más racional, ecológicamente menos destructivo y más centrado en las necesidades básicas de las personas[31]. Esta es la agenda que hay que defender, especialmente en momentos de ruptura como los actuales en los que la creciente inseguridad y precarización de las condiciones de trabajo y de vida alimentan el auge de movimientos reaccionarios y/o neofascistas que demandan la reversión de los avances del feminismo y el blindaje de los privilegios patriarcales[32].

Reconocer y articular la interdependencia

Por último, cabe destacar que, contrariamente a lo que todavía muchas personas creen, los cuidados no son una cuestión meramente individual. Esta idea deriva de la negativa a reconocer nuestras vulnerabilidades compartidas y nuestra interdependencia como seres humanos[33]. Como en todos los momentos clave de la historia de la humanidad, la cooperación es un valor fundamental. Dicho sea de forma sintética: sin cuidados, en un sentido amplio, nada funciona.

Todos hemos necesitado cuidados durante las primeras etapas de nuestra vida y con gran probabilidad los volveremos a necesitar, por ejemplo, durante la vejez o por encontrarnos en una situación de enfermedad o dependencia. El trabajo de cuidar es extremadamente intensivo en tiempo, y no todo el mundo lo tiene o lo quiere dedicar al cuidado. Tampoco todo el mundo puede contratar servicios de cuidado de la calidad o con la intensidad necesaria (de hecho, solo puede hacerlo una minoría). Esto genera lógicas extremadamente perversas, que deberían avergonzar a cualquier país que se considere a sí mismo “desarrollado”.

Durante demasiado tiempo y de forma negligente hemos banalizado algo tan básico como la falta de cuidados. Hemos priorizado el desarrollo de “ciudades inteligentes” (smart cities), en lugar del desarrollo de ciudades justas y verdaderamente sostenibles; hemos visto a los hombres más ricos de la historia de la humanidad viajar por placer al espacio con cohetes milmillonarios, mientras tenemos a millones de personas ancianas y/o dependientes desatendidas en sus casas o hacinadas en residencias precarizadas (la gran mayoría privadas) que han sido un foco de enfermedad y muerte durante la pandemia[34], [35] y hemos socializado las pérdidas de los bancos que construyeron el castillo de naipes financiero que desencadenó la Gran Recesión de 2008, mientras hemos dejado a las familias y al mercado la provisión de algo tan básico para la vida como son los cuidados, con los perniciosos efectos que ello supone tanto para las personas cuidadas como para las que cuidan. La rueda que destroza las vidas de las personas y de los ecosistemas para quienes tratan por todos los medios de perpetuar el crecimiento y la acumulación de capital y privilegios es la misma.

Si bien es cierto que la pandemia ha provocado un cierto giro en la percepción social de los cuidados, y sin desmerecer los avances impulsados por algunos gobiernos, este ha sido más retórico que real. Por ejemplo, en España se acaban de mejorar las condiciones de empleo de las cuidadoras al servicio del hogar familiar mediante la aprobación del Real Decreto-ley 16/2022[36], algo imprescindible y largamente reivindicado para combatir la precariedad laboral en el sector. Sin embargo, de no acompañar medidas como esta con el desarrollo de un sistema público de cuidados de calidad, existe el riesgo de consolidación de un modelo de prestación de servicios domésticos y de cuidados atomizado y mercantilizado que seguirá generando enormes desigualdades sociales y de salud.

Hoy seguimos sin reconocer el carácter imprescindible del trabajo reproductivo, lo que nos mantiene en una larga transición o limbo normativo en el que, por no dar una respuesta adecuada a las aspiraciones de emancipación e igualdad impulsadas por los movimientos feministas, hemos convertido a la familia en un espacio de opresión y dominio insoportable. La reproducción basada en el sacrificio vital de las mujeres es algo insostenible y los datos demográficos así lo demuestran. Así, la que ha sido denominada “crisis demográfica” es más bien una crisis de cuidados. Resistirse a comprender y aceptar esta realidad no es solamente algo inmoral, sino también, a la vista de los resultados, el resultado de políticas ineficientes e inequitativas. Es por ello por lo que es imprescindible ponerlos de una vez por todas en el centro y dedicar nuestra capacidad individual y comunitaria a crear las condiciones políticas, sociales, materiales, culturales e incluso emocionales y afectivas que permitan prosperar a todas las personas y emprender una transición rápida y profunda hacia un modelo productivo (y reproductivo) verdaderamente justo y sostenible.

Notas:

*Este texto forma parte de la colaboración entre ESPACIO PUBLICO y FUHEM ECOSOCIAL. Fue publicado en la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 160, invierno 2022/2023, pp. pp. pp. 59-68.

[1] La tasa de reemplazo generacional es el número de hijos/as por mujer necesarios/as para mantener demográficamente una población sin tener en cuenta el saldo migratorio.

[2] Vicenç Navarro, El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias, Anagrama, Barcelona, 2006.

[3] María Pazos, Contra el patriarcado: economía feminista para una sociedad justa y sostenible, Katakrak, Pamplona, 2018.

[4] Gary Becker, A Treatise on the Family, Harvard University Press, Cambridge, 1981.

[5] Véase también: Charles F. Westoff, «Perspective on nuptiality and fertility», Population and Development Review, 12(supplement), 1986, pp. 155-170; Steven L. Nock, «A comparison of marriage and cohabiting relationships», Journal of Family Issues, 16(1), 1995, pp. 53-76; y Steven L. Nock, «The marriages of equally dependent spouses», Journal of Family Issues, 22(6), 2001, pp. 755-775.

[6] Ronald Inglehart, The silent Revolution, Princeton University Press, Princeton, 1977

[7] Ronald Inglehart, Culture Shift in Advanced Industrial Society, Princeton University Press, Princeton, 1990.

[8] Dirk J. Van de Kaa, «Postmodern fertility preferences. From changing value orientation to new behavior», Population and Development Review, 27(supplement), 2001, 290-331.

[9] Ron Lesthaeghe, «The unfolding story of the second demographic transition», Population and development Review, 36(2), 2010, 211-251.

[10] Puede encontrarse abundante literatura que constata la correlación existente entre el enriquecimiento de los países y la caída de las tasas de fecundidad. Por ejemplo, ver: Timothy Guinnane, The historical fertility. Transition, Yale University Economics Dept. Working Papers, 2010, 84; y Larry Jones y Michèlle Tertilt, «An economic history of fertility in the United States: 1826-1960», en Peter Rupert, Frontiers of Family Economics, Emerald Publishing, Bingley, 2008.

[11] Angela Davis, Women, Race and Class. Chapter 3: The Approaching Obsolescence of Housework: A Working-Class Perspective, The Women’s Press Ltd, Londres, 1981.

[12] Silvia Federicci, Caliban and the Witch. Women, The Body and Primitive Accumulation, Autonomedia, Nueva York, 2004. [N. de la e.] Hay traducción española: Calibán y la bruja. Mujeres cuerpo y acumulación originaria, Traficantes de Sueños, Madrid, 2010.

[13] Mariarosa Dalla Costa, «Capitalism and reproduction», artículo presentado en el seminario Women’s Unpaid Labour and the World System, organizado por la Japan Foundation, el 8 de abril de 1994, en Tokio, como parte del «European Women’s Study Tour for Environmental Issues».

[14] Mariarosa Dalla Costa y Selma James, The power of women and the subversion of the community, Falling Wall Press, Bristol, 1972.

[15] Gosta Esping-Andersen, Families in the 21st century, SNS Förlag, Stockholm, 2016.

[16] María Pazos, 2018, op. cit.

[17] Diane Sainsbury, Gender and Welfare State Regimes, Oxford University Press, Oxford/Nueva York, 1999.

[18] Alva Myrdal y Gunnar Myrdal, Kris i befolkningsfrågan, Albert Boniers Förlag, Estocolmo, 1934.

[19] Alva Myrdal, Nation and Family, Harper and Brothers, Nueva York, 1941.

[20] Alva Myrdal, Jämlikhet, Prisma, Estocolmo, 1969.

[21] Joan Benach (coord.), Precariedad laboral y salud mental: conocimientos y evidencias (Informe PRESME), Comisión de Personas Expertas sobre el Impacto de la Precariedad Laboral en la Salud Mental, Ministerio de Trabajo y Economía Social, Madrid, 2023 (en prensa).

[22] Oxfam Intermón, Esenciales y sin derechos. O cómo implementar el Convenio 189 de la OIT para las trabajadoras del hogar, Oxfam Intermón, Madrid, 2021.

[23] Philip Alsthon, Informe del Relator Especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos (A/HRC/444/40/Add.2), Naciones Unidas, 2020.

[24] El 56% de estas trabajadoras son migrantes, de las cuales una de cada cuatro está en situación irregular. Además, 40.000 son internas, el 92% de las cuales son migrantes, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) de 2019.

[25] Oxfam Intermón, 2021, op. cit.

[26] Gosta Esping-Andersen, 2016, op. cit.

[27] María Pazos, 2018, op. cit.

[28] Concretamente, algunos elementos del RD 6/2019 impiden a los progenitores turnarse para cubrir a tiempo completo los primeros 8-10 meses de vida, como la obligación de que las primeras seis semanas se tomen simultáneamente y, sobre todo, la necesidad de acuerdo entre el/la trabajador/a y la empresa para tomarse todo el permiso a tiempo completo en las fechas elegidas.

[29] Cristina Castellanos, Ana Carolina Perondi, «Diagnóstico sobre el primer ciclo de educación infantil en España (0 a 3 años). Propuesta de implantación de un sistema de educación infantil de calidad y cobertura universal. Estudio de viabilidad económica de la reforma propuesta y de sus impactos socio-económicos», Papeles de trabajo del Instituto de Estudios Fiscales, 2018, 3, pp. 1-140.

[30] Rosa Martínez, Susana Roldán, Mercedes Sastre, «La atención a la dependencia en España. Evaluación del sistema actual y propuesta de implantación de un sistema basado en el derecho universal de atención suficiente por parte de los servicios públicos. Estudio de su viabilidad económica y de sus impactos económicos y sociales», Papeles de trabajo del Instituto de Estudios Fiscales, 2018, 5, pp. 1-175.

[31] Vicenç Navarro et al., El cuarto pilar del estado del bienestar. Una propuesta para cubrir necesidades esenciales de cuidado, crear empleo y avanzar hacia la igualdad de género, Grupo de Trabajo de Políticas Sociales y Sistema de Cuidados de la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica del Congreso de los Diputados, 2020.

[32] Más allá de los múltiples ejemplos cotidianos que pueden citarse, es especialmente relevante el trabajo del canadiense Jordan Peterson, un psicólogo canadiense y profesor de la Universidad de Toronto, autor de algunos best-sellers y famoso por sus polémicas opiniones tradicionalistas y misóginas que le han convertido en uno de los referentes intelectuales del conservadurismo anglosajón.

[33] The Care Collective, El manifest de les cures. La política de la interdependencia, Tigre de Paper, Manresa, 2022.

[34] Public Services International, La crisis del cuidado de larga duración: las consecuencias de la prestación, PSI, 2022.

[35] Joan Benach, «Las muertes en residencias y la mercantilización de los cuidados», El País, 27 de abril de 2020.

[36] Real Decreto-ley 16/2022, de 6 de septiembre, para la mejora de las condiciones de trabajo y de seguridad social de las personas trabajadoras al servicio del hogar.

Las asociaciones Justice and Accountability for Palestine, PIPD (Palestine Institute for Public Diplomacy) y ELSC (European Legal Support Center) han anunciado en Berlín el pasado 23 de febrero que han formalizado una denuncia contra el gobierno alemán por permitir y ayudar el genocidio en Gaza. Las asociaciones alemanas que por la causa Palestina están adoptando acciones legales contra el gobierno federal por su justificación, apoyo e incluso, en ciertos casos, incitación a los crímenes de guerra que está llevando a cabo el gobierno sionista de Israel y su ejército. Los políticos denunciados como cómplices de Israel incluyen al canciller socialdemócrata Olaf Schloz del SPD y la ministra de exteriores Annalena Baerbock y el ministro de economía Robert Habeck, ambos de Die Grünen (Los Verdes). Este hecho es muy importante pues en el principal estado de la Unión Europea se ha estado silenciando, reprimiendo y criminalizando la solidaridad con el pueblo palestino conculcando libertades y derechos básicos en una democracia.

Partiendo de la sentencia preliminar de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en el juicio promovido por Sudáfrica contra Israel del 26 de enero 2024 en la que se afirma que Israel puede estar cometiendo un genocidio contra el pueblo palestino en Gaza, y en la que se ordenaba parar todas las acciones que pudiesen llevar al exterminio de la población civil, juicio en el que el único país que se posicionó a favor de Israel fue Alemania, estas asociaciones denuncian que:

  1. Alemania sigue autorizando la exportación de armas a Israel. Afirman que “las armas exportadas por Alemania representan el 28 por ciento de las importaciones militares de Israel”. De hecho, el apoyo monetario/armamentístico a Israel se ha multiplicado en Alemania por 10 desde el 7 de octubre 2023.
  2. El apoyo político a las actuaciones de Israel se plasma tanto en declaraciones como acciones por parte de altos cargos políticos.
  3. El cese del pago de las ayudas a UNRWA, se traduce en un apoyo implícito al uso de la hambruna como arma de guerra.

Las asociaciones presentan la denuncia en nombre de una ciudadana palestina-alemana que ha relatado el asesinato a tiros por las Fuerzas Armadas israelíes de sus familiares mientras protegían con las manos en alto su casa en Gaza. También han anunciado que este es el principio de una serie de denuncias y llaman los familiares de asesinados en Gaza que residan en Alemania a unirse a estas denuncias.

Por otro lado, la asociación Palestina Spricht está llevando a cabo otras acciones legales paralelas, denunciando a personas públicas por incitar al genocidio en Alemania, entre ellos Tobias Huch, un expolítico alemán de bajo nivel reconvertido en periodista y “activista”, que escribió para el Judische Allgemeine el ahora cambiado y recortado artículo “Las personas en Gaza (antes titulado “Los civiles en Gaza no son inocentes”) donde afirmaba entre otras cosas “Si hay algo así como responsabilidad colectiva de un delito, esto se puede aplicar a la población de Gaza. Esta es la cruda realidad”. Esta asociación también ha anunciado que esta es la primera de las múltiples denuncias que se van a llevar a cabo, y hace un llamamiento público a otras personas para que se unan y denuncien a todo aquel que haya incitado al genocidio.

Teniendo en cuenta la historia que Alemania tiene, podríamos preguntarnos ¿por qué los políticos y periodistas alemanes incitan de nuevo al genocidio públicamente? En síntesis, la respuesta la podemos encontrar en que uno de los mitos fundacionales de República Federal de Alemania (RFA) -desde sus inicios tras la guerra, reforzado después tras la reunificación con la extinta República Democrática de Alemania- es que la existencia misma del estado de Israel es una “Razón de Estado”. Ello implica que la supervivencia del estado sionista está inexorablemente conectada con la de la propia Alemania.

En un intento de expurgar lo que nunca podrá ser ni perdonado ni olvidado -el Holocausto cometido por el régimen nazi y sus aliados contra el pueblo judío- Alemania defiende y protege a Israel nacional e internacionalmente hasta sus últimas consecuencias alegando el derecho del pueblo judío a tener un “etno-estado” cueste lo que cueste. Premisa sionista que una importante parte de la comunidad judía internacional y alemana no comparte. Es por ello por lo que en estos últimos meses el estado alemán y la mayor parte de los medios de comunicación actúan como el agente proxi de Israel en Europa, ilegalizando y reprimiendo a la comunidad Palestina y toda forma de solidaridad con el pueblo palestino dentro de Alemania, repitiendo y amplificando todas y cada una de las excusas, mentiras y propaganda que Israel usa para justificar su continuado y persistente expolio, ocupación y colonización de Palestina, dónde el sionismo lleva a cabo una política militarista de tierra quemada, apartheid y genocidio contra el pueblo palestino.

Las mujeres fueron el muro de contención electoral de la extrema derecha hasta que llegó Donald Trump y luego Giorgia Meloni y Marine Lepen. Por sabido, no deja de sorprender que la llegada de Trump a la Casa Blanca viniera aupada por el apoyo de un número mayor de mujeres que de hombres tanto en 2016 como en 2020. Igualmente, desconcierta que tanto la victoria de Meloni como el manifiesto crecimiento electoral de Le Pen, en 2022, haya arrasado con las brechas de género entre sus electorados.

Pero hay algunos datos interesantes. El primero es que a Trump le votaron algunas mujeres y no otras. Le votaron las mujeres blancas, mientras que las mujeres de otras razas distintas, sobre todo negras y latinas, votaron mayoritariamente por las candidaturas demócratas de Clinton, primero, y Biden, después. El segundo es que si el voto de las mujeres fue clave para el triunfo de Meloni, también lo fue su desmovilización. En Italia, tantas mujeres decidieron quedarse en casa que la participación de las mujeres alcanzó mínimos históricos en unas elecciones presidenciales. El tercer dato novedoso es que si como dice alguna encuesta, casi la mitad de los franceses cree que Marie Le Pen representa un liderazgo feminista, entonces se podría pensar que ha inaugurado la era de un supuesto feminismo de ultraderecha.

La interseccionalidad que atraviesa el voto de las mujeres y conforma sus identidades más allá de su sexo, su desafección política hacia los procedimientos de legitimación de las instituciones comunes y una nueva retórica que confunde la interpretación de lo que es o no el feminismo parecen ser, entonces, algunos de los elementos que permiten empezar a explorar las razones del avance electoral de la extrema derecha entre el electorado femenino.

Con todo, sabemos que la potencia de su regreso a la escena política como actor emergente en la última década forma parte de un movimiento global cuyo elemento común, excepto en los tres casos mencionados, es que su sostén de apoyo proviene de los hombres y no de las mujeres. Lo que sí comparte esta extrema derecha sin excepciones es que las cuestiones de género son centrales en todos sus proyectos políticos. Sin embargo, sus posiciones respecto a los derechos de las mujeres y de las personas LGTBI difieren y adoptan narrativas distintas en cada contexto nacional, en función de sus tradiciones culturales y políticas. Basta con rastrear las diferencias sustanciales entre las extremas derechas del este y del sur de Europa, y también de América Latina y EE.UU, con las del norte europeo.

En cualquier caso, es precisamente en esta diferente consideración de las cuestiones de género, en donde se inscriben algunas de las innovaciones históricas que presentan las nuevas extremas derechas.

Una de las novedades está siendo la de colocar a una élite femenina al mando. Pero lo que a estas alturas de la historia parece claro es que el liderazgo de las mujeres no es una razón suficiente para que el voto de las mujeres se deslice hacia la extrema derecha. En Italia, el 68% de las mujeres que votaron a Meloni no lo hicieron por eso, sino, según nos dijeron, por su modelo de liderazgo. Tampoco el débil respaldo de las mujeres a otras líderes de extrema derecha, como a Pia Kjaersgaard en Dinamarca, a Alice Weidel en Alemania o a Rocío Monasterio en España, parecen indicarnos lo contrario. Y eso que todas ellas se reconocen y se proyectan identitariamente como mujeres diversas: mujeres divorciadas como Le Pen, lesbianas como la dirigente alemana, supermadres como Meloni o reivindicativas oportunistas de figuras feministas como la de la abogada Concepción Arenal, en el caso singular de Monasterio.

Las que parecen tener más éxito entre las mujeres, como Meloni y Le Pen hasta la fecha, son aquellas que articulan un discurso más complejo que incorpora elementos identitarios del feminismo de la diferencia y clasistas del feminismo liberal, como la defensa de la diferencia sexual, el reconocimiento del valor de la familia, el cuidado y la maternidad como elementos definitorios del ser mujer, el apoyo a la participación de las mujeres en el mercado laboral o la aceptación parcial de los derechos LGTBI. También colabora en la mejora de su atractivo para las mujeres que se pongan de perfil para evitar oponerse frontalmente al aborto, como en el caso de Marine Le Pen.

Detrás de esta “modernización ideológica” que apuesta por liderazgos femeninos y giros discursivos de defensa matizada de los derechos de las mujeres hay una estrategia que busca “desdemonizarse” capturando banderas progresistas con el fin de salir de la marginación política y extender su base sumando a las mujeres, tal y como ha señalado Amelia Lobo.

Pero, como también ha apuntado Steven Forti, no sólo se trata de pinkwashing. La defensa de los derechos de las mujeres sirve instrumentalmente para construir la ficción de una cultura occidental fundada en una presunta democracia sexual amenazada por culturas sexistas foráneas que pretenden acabar con ella. El problema de las mujeres no sería el régimen patriarcal y la institucionalización de su subordinación, sino los hombres inmigrantes, especialmente si son musulmanes. Se trataría de una nueva reinterpretación adaptada a la época, de la vieja mirada imperialista occidental fundada en la modernidad. Esa que construyó la identidad occidental proyectando en los otros no occidentales lo monstruoso, lo retrasado, lo bestial.

Esta ficción se alimenta hasta el empacho, además, de distintas paranoias que nacen de la obsesión por las bajas tasas de natalidad en occidente y la supuesta mayor capacidad reproductora de la población migrante. Esta tesis, conocida como el “gran reemplazo”, no deja de ser una mediocre teoría conspirativa sin ningún respaldo estadístico, pero funciona como un mito movilizador que parece resultar rentable a nivel electoral.

Al igual que los derechos de las mujeres, los derechos de las personas LGTBI y la denuncia de la violencia sexual y la homofobia, siempre de los musulmanes, también son usados para reforzar su cruzada antiinmigración. Su éxito no ha sido nada desdeñable dentro del mundo gay,  pero no en el lesbiano y transexual. Así, se pueden presentar como racistas y progay, articulando alianzas con una parte del movimiento LGTBI al tiempo que niegan el matrimonio entre personas del mismo sexo y su posibilidad de adoptar.

En definitiva, esta extrema derecha efectivamente, no sólo adopta un discurso que la hace más aceptable en contextos de hegemonía feminista y de rechazo mayoritario a la LGTBIfobia, sino que, además, le permite evocar una comunidad de pertenencia nacional asediada por un otro extranjero, agresor sexual e invasor demográfico.

Con todo, el análisis de esta retórica “feminista” y de las políticas que impulsan cuando tienen representación institucional, muestra que las propuestas no difieren de aquellas extremas derechas que criminalizan al feminismo y se oponen sin complejos y abiertamente a los derechos de las mujeres y personas LGTBI.

Tal y como evidencian los estudios de caso analizados en el informe “La extrema derecha y el antifeminismo en Europa” (2021) de la Fundación de Estudios Espacio Público, el futuro que proyectan todas ellas tiene en común el retorno al viejo modelo de hombre proveedor y mujer reproductora y cuidadora, introduciendo mecanismos de disciplinamiento de las mujeres y personas LGTBI usados profusamente en el pasado: limitar o eliminar los derechos sexuales y reproductivos, fortalecer la familia nuclear heteronormativa y patologizar otras formas familiares, refijar el rígido binarismo de género –sólo hay hombres y mujeres biológicamente determinados– persiguiendo la educación sexual y asimilándola con la pedofilia, negar la violencia machista, etc.

El futuro que imaginan estas extremas derechas, sin embargo, no es sólo un retorno a un supuesto pasado dorado, sino un proyecto constituyente en construcción, en discusión y sin contornos claros, pero que avanza hacia formas sociales antiigualitarias a través de estados con un fuerte carácter autoritario. Sólo hace falta mirar hacia las democracias iliberales del este de Europa o a la Argentina de Milei.

Desde esa perspectiva, comparto las tesis que argumentan que la relevancia que va adquiriendo la extrema derecha no puede ser interpretada sólo como una reacción al avance de los derechos de las mujeres. Sino que, más bien, podría explicarse por su capacidad para usar moduladamente sus posiciones antifeministas, según el contexto, para debilitar la democracia representativa e instaurar un nuevo régimen político que responda autoritariamente y en clave elitista a los grandes desafíos civilizatorios a los que nos enfrentamos, como la crisis ecológica, la crisis de reproducción social, el reemplazo humano por robots, etc.

He desvelado algunas de las condiciones ambientales, estrategias e intenciones que persigue la extrema derecha para pescar en el gineceo de las mujeres. Ahora necesitamos entender con cierta urgencia la corriente subterránea que podría estar articulando el apoyo de las mujeres, aún minoritario, a una revuelta reaccionaria organizada a nivel mundial para poder frenar su crecimiento. María Eugenia Rodríguez Palop ya indagaba extensamente y con lucidez en muchas de las claves que podrían estar detrás de los malestares de las mujeres y para los que el feminismo liberal no tendría respuestas. Aquí me propongo introducir algunos elementos que, sin ser del todo nuevos, profundizan en algunos aspectos no tan explorados de ese malestar contemporáneo que corroe la vida de las mujeres y que puede estar siendo capturado por algunas extremas derechas.

La crítica de la extrema derecha a las políticas de igualdad liberales intuye lo que muchas mujeres perciben: que su promesa de bienestar sólo ha llegado a algunas pocas afortunadas, mientras que ha abandonado a la inmensa mayoría. Lo cierto es que muchas mujeres sienten que sus vidas lejos de mejorar se enfrentan hoy más que nunca a la incertidumbre y a la amenaza de ver fracasadas sus expectativas vitales, especialmente las mujeres jóvenes, las mujeres que viven en entornos rurales y madres cabeza de familias monomarentales. A la extrema derecha no se le escapa, y Le Pen y Meloni marcan la pauta. Las dos dirigentes así pueden oponerse a unas políticas de igualdad que representan el statu quo de ese “neoliberalismo progresista” que beneficia a una nueva élite femenina, de la que ellas hipócritamente forman parte, al tiempo que se posicionan a favor de la igualdad salarial y apoyan medidas dirigidas a las jóvenes madres y a las familias monoparentales, en particular.

Hay algo más. Pese a la falta de redistribución del poder económico y social entre mujeres y hombres, es verdad que las políticas de igualdad han corroído las tradicionales jerarquías de género y han provocado cambios sustanciales en la articulación de los lazos sociales y de las relaciones íntimas.

El capitalismo, siempre a la conquista de nuevos mercados que satisfagan necesidades vitales, ha logrado introducir una racionalidad mercantil en ámbitos de la vida impensables como la amistad, el sexo o el amor. La mayor libertad de elección de las mujeres en la forma de vincularse , que no debe confundirse con la mayor capacidad de decisión para hacerlo, podría haber quedado atrapada en la gramática relacional de una individualidad narcisista que arrincona la empatía y que, guiada por la racionalidad económica del interés propio, aspira apenas a acumular experiencias en un nuevo mercado sexual amplio y diverso. Una nueva subjetividad ensimismada y con rasgos psicopáticos no sólo estaría impidiendo la articulación de vínculos estables, sino que, además, estaría tensionando hacia la ruptura los ya establecidos.

El sexo casual y el reconocimiento de las mujeres a partir de un capital erótico, que merma en las sociedades patriarcales a medida que avanza su edad, y que pueden leerse como fuentes de agencia y ejercicio efectivo de la libertad, en realidad son agujeros negros para la inmensa mayoría de las mujeres. Entre otras cosas porque minan su autoestima al someter sus cuerpos a una producción obsesiva y también competitiva, al servicio exclusivamente de la mirada y del deseo masculino. Y eso es así porque, aunque el amor romántico de pareja ha dejado de ser para las mujeres el fenómeno iluminador que las coloca en el centro de su propia experiencia y les revela su misión en el mundo, la autoestima de la mayoría de las mujeres se sigue apuntalando en una vincularidad relacional que forma parte de su identidad emocional-cultural, sobre todo por su papel central en el cuidado de otras personas. Las mujeres no somos todavía la extraordinaria Bella Baxter imaginada por Yorgos Lanthimos en Pequeñas criaturas.

La cuestión que aquí nos interesa ver es que esto, en parte, podría estar explicando la existencia de algunos movimientos de mujeres que rechazan su objetivación sexual y un sexo casual desapegado y desresponsabilizado del otro, y que giran su mirada hacia los valores familiares perdidos y los roles tradicionales de género. Como señala la socióloga Eva Illouz, quizá su rechazo a esta libertad sexual capturada por el mercado, que ha cambiado la relación entre los sexos y también ha reforzado el dominio de los hombres sobre las mujeres, podría explicar algunos malestares de las mujeres que, aunque menos visibles y analizados, podrían desempeñar un papel importante en su apoyo potencial a las nuevas extremas derechas.

La incertidumbre material, emocional y vincular que convierte el futuro en una competición solitaria por la supervivencia, por una parte, y el deterioro de la autoestima de las mujeres, por otra, pueden darnos sorpresas y provocar que lo que hace una década eran fenómenos aparentemente marginales, ya no lo sean tanto. Al feminismo de la cuarta ola le ha salido un competidor astuto y reaccionario que pugna por reorientar los malestares de unas mujeres a las que la promesa de la liberación de una identidad ligada exclusivamente al hecho biológico y al amor romántico, no sólo no les ofrece seguridad material, sino que parece exigirles renunciar a una vincularidad que, ellas saben, es la condición de posibilidad irrenunciable para ir al encuentro de su destino volando en libertad.

Nota:

Este artículo es una actualización del que fue publicado en 26 junio 2021 en el debate de la Fundación Espacio Público sobre antifeminismo y extrema derecha.

Las tecnologías de inteligencia artificial (IA) han emergido con fuerza durante los últimos años llegando a convertirse en el foco de acaloradas discusiones no solo en el ámbito tecnológico, sino también político, académico, filosófico y la esfera pública en su conjunto. Las promesas de mejora y progreso que se atribuyen a la IA se entremezclan con las preocupaciones que generan los posibles riesgos que estas tecnologías pueden producir tanto a escala individual como en el conjunto de la ciudadanía y los sistemas democráticos.[1]

Aunque estos debates son útiles y sin duda necesarios, casi todos ellos asumen 1) que la adopción de la IA es inevitable y 2) que estas tecnologías son neutrales y sus efectos nocivos o beneficiosos dependen del uso que se haga de ellas. En este artículo abordamos brevemente tres grupos de problemas éticos –privacidad, autonomía humana y libertad; sesgos, discriminación e igualdad; y crisis ecosocial– que surgen en torno a la IA y que, de distinto modo, ponen de relieve como estas tecnologías, lejos de ser neutrales, son inherentemente políticas y, por tanto, su adopción responde a un compromiso con ciertos proyectos ideológicos[2]. Desde esta perspectiva la IA no es un conjunto de tecnologías neutrales, sino una industria que se vale de la extracción y explotación no solo de los recursos naturales, sino también de nuestros datos y nuestros cuerpos.

 Algunos problemas éticos de la IA

Privacidad, autonomía humana y libertad. Una de las componentes esenciales que necesita cualquier sistema de IA para poder funcionar son los datos. Los datos son la información, la experiencia si usamos una metáfora humana, de la que se nutren los algoritmos (los sistemas de reglas) que permiten que la IA funcione. Grosso modo, podríamos decir que los algoritmos aprenden de los datos a extraer las relaciones y los resultados más probables. Identifica patrones que se encuentran presentes en los datos y así puede hacer estimaciones precisas. Por este y otros motivos la recopilación de datos es una práctica que tiene lugar diariamente de forma masiva y que nos afecta a todos.

En este contexto, muchos planteamientos éticos vinculados a la recopilación explotación y uso de los datos se plantean en relación con los problemas que estas prácticas pueden suponer, primero, para la privacidad. Los datos que se recopilan a través de nuestros relojes inteligentes, el consumo de películas y plataformas en streaming, etc, pueden contener y eventualmente revelar información extremadamente privada sobre nuestras vida como nuestra orientación sexual[3], nuestras prácticas sexuales, nuestra vida sentimental, familiar, y muchas otras cuestiones que con casi toda seguridad no compartiríamos con una persona de poca confianza y, aún menos con un extraño[4].

Pero los problemas relacionados con los datos también pueden producir problemas en relación con la autonomía humana y la libertad individual. En relación con la autonomía humana el problema se encuentra relacionado con la pérdida de la capacidad para pensar y tomar decisiones por nosotros mismos en una sociedad donde el uso de algoritmos de IA es cada vez mayor. Pensemos que cuando Netflix o cualquier plataforma de streaming nos hace una recomendación sobre qué película o serie podríamos ver, casi automáticamente desaparece un abanico entero de posibles contenidos que podríamos haber elegido si hubiéramos sido nosotros los que hubiéramos hecho la selección. El problema aquí no es tanto que la recomendación en base a nuestras elecciones previas, sino nuestra predisposición a mantenernos dentro de las películas seleccionadas por el algoritmo.

En el caso de las plataformas de streaming esto puede ser algo anecdótico, pero ¿qué sucedería si este tipo de sistemas se usaran para recomendarnos que nuevos productos disponibles en el supermercado nos gustarán más en base a nuestras preferencias alimenticias? ¿Y si las recomendaciones fueran sobre qué carrera estudiar, qué universidad elegir, dónde veranear o con quién tenemos más posibilidades de construir una relación sentimental duradera? Nuestra tendencia no solo a considerar, sino en muchos casos a adoptar las recomendaciones de la tecnología puede resultar muy problemática si el número de ámbitos en los que estas actúan aumenta. Aunque seamos nosotros los que creemos tener la última palabra, lo cierto es que este tipo de recomendaciones acotan nuestro rango de actuación y en muchos casos eliminan siquiera la posibilidad de plantearnos otras preferencias, caminos y/o alternativas que rompan con ese sendero que los algoritmos marcan a partir de nuestros gustos previos.

Además de la pérdida de autonomía humana, la recopilación y uso masivo de datos también puede afectar a la libertad individual. En la tradición liberal que predomina en los países occidentales la libertad se entiende como la ausencia de interferencia para actuar de la forma que nosotros consideramos más adecuada siempre y cuando esta se mantenga dentro de los límites que permiten la convivencia dentro de una comunidad política[5][6]. Para ejemplificar como la IA afecta a esta idea de libertad normalmente se recurre al uso que hace China de estas tecnologías. El sistema de crédito social chino funciona a través de la recopilación de ingentes cantidades de datos sobre sus ciudadanos para sancionarlos o premiarlos en función de cómo de “cívica” haya sido su conducta. Así, por ejemplo, a los ciudadanos que hayan acumulado una serie de faltas, como ausencias a citas médicas o cruzar la calle con un semáforo en rojo, puede llegar a prohibirles realizar vuelos internacionales[7]. En este sentido, resulta evidente como ciertas formas de uso de nuestros datos puede entrar en conflicto con la libertad individual de las personas.

Aunque en Europa este tipo de sistemas estarán prohibidos según la regulación de IA[8], cabría preguntarse hasta qué punto, por ejemplo, el uso de sistemas de IA para determinar a qué personas se les otorga un crédito bancario y a quiénes se les deniega, controlar las fronteras, otorgar visados, etc., constituyen o no actos contrarios a la libertad. Si atendemos a otras formas de entender la libertad que se salgan del marco del liberalismo como, por ejemplo, la que se maneja dentro del marco del republicanismo donde la libertad no se entiende con relación al individuo, sino a la comunidad en su conjunto[9], entonces encontramos que es posible que los sistemas de IA preserven la libertad individual, es decir, no interfieran en nuestra vida, y, sin embargo, no nos permitan ser ciudadanos libres[10].

El concepto de libertad como no dominación que opera en el seno del republicanismo muestra cómo, a ojos del liberalismo, un esclavo podría ser considerado libre si tuviera un amo muy bueno que le permitiese hacer lo que quisiera. El hecho de que el esclavo elija sus actos no le hace menos esclavo, pues siempre se encuentra bajo el control de su amo. En este sentido, el republicanismo y sus versiones contemporáneas ofrecen unas nuevas lentes con las que problematizar la IA y ser más críticos con estas tecnologías. Estas reflexiones apuntan a que aún en aquellas circunstancias en las que la IA no llegase a interferir directamente en nuestra vida, el hecho de que estas tecnologías se materialicen en todos los ámbitos de nuestra vida convierte a las empresas que recopilan nuestros datos en dueños de nuestras vidas. En el capitalismo de la vigilancia en el que son otros los que disponen de nuestros datos y los que eligen cómo y cuándo usarlos, nosotros, la ciudadanía, dejamos de ser libres[11].

Sesgos, discriminación e igualdad. En relación con los datos no solo importa cuántos datos se recopilen. También hay problemas éticos que surgen en función del tipo de datos que se usen para nutrir los sistemas IA. Como mencionábamos en el apartado anterior la IA aprende de los datos con los que se le entrena, principalmente, buscando patrones de repetición que le permitan identificar las relaciones más probables en función de la frecuencia. El entrenamiento y uso de datos de mala calidad y poco representativos en el caso de la IA puede producir problemas de discriminación y, por tanto, resultados que generan situaciones incompatibles con la justicia entendida en términos de igualdad[12].

Los problemas de discriminación en la IA pueden tomar distinta forma y se pueden deber a cuestiones de raza, etnia, género, clase social, religión, lenguaje, etc[13]. Estos problemas se producen cuando los datos de los que se nutren los sistemas de IA no son representativos y, al contrario, tiende a sobrerrepresentar a unos colectivos frente a otros. En la medida que la IA, como sucede de manera generalizada en el ámbito científico-tecnológico, es marcadamente androcéntrica los datos suelen representar con mayor frecuencia a los hombres blancos antes que a cualquier otro grupo de personas. Así, desde que estas tecnologías han empezado a operar entre nosotros se han ido descubriendo este tipo de sesgos que generan discriminación.

Para ilustrar esta problemática podemos usar el ejemplo del sistema IA que hace unos años puso en marcha Amazon para optimizar su proceso de selección de personal y elegir a los mejores candidatos para un puesto[14]. Sin embargo, al poco tiempo de tener en funcionamiento este sistema, la compañía se dio cuenta de que a los currículums de mujeres se les asignaba, de manera sistemática, una puntuación más baja que a la de los hombres. Tras analizar qué estaba sucediendo descubrieron que en los datos con los que se había entrenado al algoritmo, que procedían de los procesos de selección de personal de la empresa durante los 10 años anteriores, había una desproporcionada presencia de hombres. Esto provocó que el algoritmo encontrase un patrón de repetición claro: si en el pasado más hombres se habían presentado para ocupar un puesto y habían sido seleccionados, entonces debe ser que ellos son más aptos para ese cargo. De este modo que cuando esta IA se puso en funcionamiento empezó a tomar la variable “hombre” como algo positivo, tal y como podría haber sido el tener más años de experiencia en un puesto similar o una formación especializada en el área de contratación.

Como hemos señalado antes, los sesgos también pueden producirse por cuestiones de raza. El proyecto Gender Shades analizó tres sistemas de reconocimiento facial y demostró como los rostros de personas negras eran identificados con menos precisión que los de personas blancas de manera sistemática. Uno de los sistemas, desarrollado por Microsoft, identificaba correctamente el 100% de las caras de hombres blancos, en el caso de los hombres negros el porcentaje de aciertos era del 94%. Las cifras de IBM eran incluso peores, frente al 99,7% de hombres blancos correctamente identificados el de hombres negros era del 88%. Si al color de la piel le sumamos la variable del género, entonces la diferencia es aún mayor. Frente al 100% de hombres blanco bien identificados por el sistema de Microsoft, este solo acertaba con el 79,2% de las mujeres negras. En el caso de IBM la diferencia era del 99,7% para los hombres blancos al 65,3% para las mujeres negras.

Estos y otros ejemplos muestran como la IA está sesgada en distintos sentidos, produce situaciones discriminatorias y evidencia de falta de neutralidad. Estos problemas no son fallos o errores puntuales que se den en la tecnología, sino que son el resultado de una forma de pensar, entender y hacer ciencia y tecnología desde presupuestos marcadamente androcéntricos y blancos. La IA, como el resto de las tecnologías, ha sido (y continúa siendo) imaginada, diseñada y usada no solo en el marco de un sistema patriarcal, sino también capitalista en el que la norma, el dato estándar, es el del hombre blanco occidental. Esta realidad que permea las estructuras de la IA, y todas las disciplinas científico-técnicas, son el verdadero motivo de las sistemáticas discriminaciones y situaciones de desigualdad producidas por la tecnología y evidencia que estas son indisociables de proyectos ideológicos, así como ciertos contextos políticos y sociales. Si buscamos construir sociedades justas en la que todos los ciudadanos y ciudadanas sean libres e iguales, entonces debería ser una prioridad no solo acabar con los sesgos, sino cuestionar el proyecto actual de IA. La tarea por delante no es sencilla, la igualdad en la IA no solo depende del uso de bases de datos que representen en igualdad de condiciones a los colectivos que se verán afectados por sus decisiones y/o recomendaciones, también implica revisar los propios fundamentos tecnológicos, científicos, políticos, económicos y sociales que han permitido que la IA surja con tanta fuerza y amenace con convertirse en un ser omnipresente en nuestra sociedad.

Crisis ecosocial. Desde finales del s. XX las tecnologías digitales han sido presentadas como radicalmente contrarias a las tecnologías industriales de la primera y la segunda revolución industrial y, por tanto, como limpias, respetuosas con el medioambiente, casi independientes de infraestructura y normalmente asociadas a trabajos de gran valor social que necesitan de alta cualificación. Así lo reflejan los distintos discursos sobre tecnologías como la IA que se encuentran plagados de metáforas ecológicas como “la nube”, “redes neuronales”, “montañas de datos”, “granjas de datos”, etc., que nos hacen relacionar estas tecnologías con el respeto a la naturaleza y un futuro verde[15]. Metáforas que tratan de ocultar una realidad muy distinta: que la IA, lejos de ser un ente casi etéreo similar a una nube, es tan material y contaminante como una mina.

De la mina proceden los materiales que se necesitan para fabricar las tecnologías de IA. Materiales como el cobre, el níquel, el litio, las tierras raras, etc., se han convertido en elementos esenciales cuya extracción genera un impacto ecológico tremendo y su apropiación, conflictos geopolíticos serios. Y es que, por un lado, buena parte de estos materiales críticos, también conocidos como CRM[16], se encuentran en suelo chino y ruso, así como en otros países como Brasil, India, Chile, Bolivia, etc. Solo una pequeña parte de ellos se encuentra en territorio europeo. Por otro lado, las prácticas de extracción asociadas a la minería producen erosión, pérdida de biodiversidad, devastación de la vegetación cercana, contaminación de las aguas, deforestación, etc. Además, la minería, el refinamiento de materiales, la manufactura fuera de Europa, etc., suele estar vinculada a unas condiciones laborales pésimas para los trabajadores implicados[17].

Una vez se dispone de los materiales adecuados y estos son manufacturados su transporte a Europa también produce un impacto ecológico importante. En 2017, el transporte a través de barcos mercantes, utilizados, entre otros fines, para transportar los productos y las tecnologías de IA, fue responsable del 3,1% de las emisiones globales de CO2, lo que supera, por ejemplo, las emisiones producidas por un país como Alemania[18]. Asimismo, los cables submarinos a través de los cuales se transmite gran parte de la información que necesita la IA para funcionar producen un impacto medioambiental muy alto y son una realidad normalmente opacada al hablar de IA.

La minería, el refinamiento, la manufacturación y el transporte ponen de relieve que lejos de ser realidades no contaminantes, la IA es un grupo de tecnologías que necesita de una amplísima infraestructura (mucho mayor que la de las tecnologías industriales) para funcionar. Una infraestructura que se extiende también dentro de las fronteras europeas. Los centros de datos donde se almacena la información –nuestros datos– que usa la IA también son realidades materiales que permanecen con frecuencia ocultas y que, sin embargo, consumen una gran cantidad de energía. En el año 2018, los centros de datos europeos consumieron el 2,7% de la energía eléctrica producida en la UE y las predicciones más optimistas, en el caso de que las ganancias en eficiencia energética crezcan al mismo ritmo que el consumo, estiman que este alcance el 3,21% en 2030. En el caso de que eficiencia y consumo no vayan de la mano este último podría alcanzar el 6%[19].

Y es que, ya en 2011, si la computación en la nube fuera considerado un país, esta sería el sexto país del mundo que más energía eléctrica demanda[20]. Entre 2012 y 2014 la industria de las tecnologías de la comunicación y la información (TIC) consumió tanta energía eléctrica como el tercer país más contaminante del mundo, solo detrás de EEUU y China[21]. También el entrenamiento de algoritmos como ChatGPT y otros grandes modelos de lenguaje consume grandes cantidades de energía que suelen ser pasadas por alto. Se estima que entrenar a ChatGPT-3 ha «generado 500 toneladas de CO2, el equivalente a ir y volver a la Luna en coche»[22]. Además, «el uso que se habría hecho de electricidad en enero de 2023 en OpenAI, la empresa responsable de ChatGPT, podría equivaler al uso anual de unas 175.000 familias danesas»[23], aunque se apunta que estas familias no son las que más consumen en Europa.

Finalmente, el reciclaje de los desechos electrónicos que se derivan del uso masivo de tecnología, entre ellas las de IA, no es todavía una práctica totalmente extendida en la UE. Gran parte de estos desechos se trasladan a países como Ghana o Pakistán donde son acumulados produciendo un deterioro del entorno y las especies que lo habitan a través de la acidificación de las aguas, la expulsión de gases tóxicos, la pérdida de biodiversidad, etc. Esta realidad pone de relieve una forma de funcionamiento de la IA muy distinta a la narrativa de los datos y los algoritmos que solemos escuchar. Al contrario, plantea serias dudas sobre si los discursos políticos, económicos y académicos qué presentan a la IA como una aliada fundamental para luchar contra el cambio climático están o no en lo cierto y si esta no sirve más bien para hacer greenwashing y seguir justificando y legitimando el consumo ilimitado en Occidente sin importar el impacto socioecológico que ello implique.

Conclusiones

Los problemas éticos que hemos expuesto en este texto son solo algunos de los que surgen en torno al diseño, adopción y uso de estas tecnologías[24]. La elección de estos y no otros se debe a que apuntan a problemas de fondo asociados el proyecto de IA en su conjunto, no a una simple enumeración de debates éticos que parten de la asunción de que dicho proyecto es bueno y/o deseable en sí mismo. El impacto socioecológico de la IA, junto a sus implicaciones para la libertad, las mujeres y otros colectivos vulnerables, pone de relieve que estas tecnologías son mucho más que sistemas enfocados a tomar decisiones iguales o mejores que las humanas, sino que más bien constituyen una idea, una forma de entender y ejercer el poder, una infraestructura y una industria extractivista de nuestros de recursos naturales, nuestros datos y nuestros cuerpos. En este sentido, la reflexión ética y política sobre la IA nunca debería limitarse a asumir los marcos tecnooptimistas que se nos imponen dentro del capitalismo y, más bien, debería a apuntar hacia como construir futuros ecológicos y socialmente justos en los que la tecnología no sea la única solución a nuestros problemas y la vía preferencial hacia el progreso.

Referencias:

Este texto forma parte de la colaboración entre ESPACIO PUBLICO y FUHEM ECOSOCIAL. Fue publicado en Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 164, invierno 2023/2024, pp. 33-43.

[1]Mariarosaria Taddeo y Luciano Floridi, «How AI can be a force for good», Science361(6404), 2018, pp. 751-752.

[2] Langdon Winner, El reactor y la ballena, Gedisa, 2013.

[3] Ryan Singel, «Netflix Spilled Your Brokeback Mountain Secret, Lawsuit Claims», Wired, 17 de diciembre de 2009.

[4]Carissa Veliz, Privacidad es poder, Debate, 2021.

[5] John Stuart Mill, Sobre la libertad, Alianza, 2013.

[6] Isaiah Berlin, Sobre la libertad, Alianza, 2017.

[7] Charlotte Jee, «China’s social credit system stopped millions of people from buying travel tickets», MIT Technology Review, 4 de marzo de 2019.

[8] Lucía Ortiz de Zárate Alcarazo, «La regulación europea de la IA», ABC, 21 de marzo de 2023.

[9] Quentin Skinner, Liberty before Liberalism, Cambridge University Press, 2012.

[10] Filip Biały, «Freedom, silent power and the role of an historian in the digital age–Interview with Quentin Skinner», History of European Ideas, 48(7), 2022, pp. 871-878.

[11] Shoshana Zuboff, La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder, Paidós, 2020.

[12] Lucía Ortiz de Zárate Alcarazo, «Sesgos de género en la inteligencia artificial», Revista de Occidente, 502, 2023.

[13] Naroa Martinez y Helena Matute, «Discriminación racial en la Inteligencia Artificial», The Conversation, 10 de agosto de 2020.

[14] Jeffrey Dastin, «Amazon scraps secret AI recruiting tool that showed bias against women», Reuters, 10 de octubre de 2018.

[15] Allison Carruth, «The digital cloud and the micropolitics of energy», Public Culture26(2), 2014, pp. 339-364.

[16] De sus siglas en inglés Critical Raw Materials.

[17] Kate Crawford, Atlas of AI: Power, Politics, and the Planetary Costs of Artificial Intelligence, Yale University Press, 2021.

[18] Zoe Schlanger. «If Shipping Were a Country, It Would Be the Sixth-Biggest Greenhouse Gas Emitter», Quartz, 17 de abril de 2018.

[19] Francesca Montevecchi, Therese Stickle, Ralph Hintemann, Simon Hinterholzer, Energy-efficient Cloud Computing Technologies and Policies for an Eco-friendly Cloud Market, Comisión Europea, 2020.

[20] Tom Dowdall, David Pomerantz y Yifei Wang, Clicking Green. How companies are creating the green internet, Greenpeace, 2014.

[21] Adrián Almazán, «¿Verde y digital?», Viento Sur: por una izquierda alternativa, 173, 2020, pp.61-73.

[22] Manuel Pascual, «El sucio secreto de la Inteligencia Artificial», El País, 23 de marzo de 2023.

[23]Ibidem

[24] Mark Coeckelbergh, Ética de la inteligencia artificial, Catedra, 2021.

“Hay que correr el Sahara Marathon porque el deporte también es una manera de manifestarse contra la injusticia y en defensa de los más desfavorecidos. Porque es una forma de apoyar a los miles de refugiados saharauis huidos de la guerra y desplazados a inhumanos campamentos en pleno desierto. Porque debemos intentar que el mundo no se olvide del Pueblo Saharaui y así logre la justicia que merece después de tantos años de dura espera”, decía el atleta Martín Fiz. Martín, premio Príncipe de Asturias de los Deportes y campeón del mundo en Goteborg 95, después de participar en la carrera Sahara Marathon.

Una carrera, cuya próxima edición, la 24, se celebrará el próximo 28 de febrero en Tinduf, en los campamentos de los refugiados saharauis, como todos los años.

Sahara Marathon es una carrera solidaria con el pueblo saharaui que se celebra desde el año 2001 coincidiendo con las celebraciones del aniversario de la fundación de la República Árabe Saharaui Democrática. La prueba principal de 42 Km  enlaza los campamentos de Aaiun, Auserd y Smara.  Y además, bajo el lema “Una carrera solidaria para los niños refugiados del Sahara Occidental”, se organizan también carreras de Maratón y Medio Maratón de 10 KM y 5 KM. El evento está organizado por la Federación de Atletismo Saharaui y el Ministerio Saharaui de Juventud y Deportes con ayuda de voluntarios internacionales.

En  esta ocasión habrá participantes de más de 20 países, procedentes también de lugares tan lejanos como Japón, México, Bolivia, Canadá o EEUU…  Además viajará hasta allí un grupo de arquitectos que va a realizar un experimento de aislamiento térmico en la jaima de una familia saharaui. Un grupo de estudiantes de Madrid de una escuela audiovisual cubrirá de forma voluntaria la carrera en las redes sociales.

En un escenario tan impresionante como el desierto, es fácil sentir miedo o angustia, pero quienes participan saben que lo hacen por una causa muy justa y quieren contribuir, poner su grano de arena para mantener viva la causa del Sáhara Libre frente a la ocupación marroquí. Una carrera para que  el pueblo saharaui tan injustamente maltratado no caiga en el olvido. Y con este evento deportivo internacional se alza una voz contra el injusto y cruel exilio que viven las familias de refugiados en los campamentos del desierto argelino hace ya cuarenta y siete años.

El alojamiento de las personas que participan y sus acompañantes se realiza en las jaimas y las casas de adobe de familias saharauis. Brahim Cheij, coordinador de la prueba nos dice que se acaba de abrir el plazo para inscribirse, que el equipaje máximo de cada participante no debe superar los 15 km, que habrá un equipo médico y que el tiempo previsto para esa fecha es de unos 25º, aunque por la noche la temperatura baja mucho.

Y añade que paralelamente al Sahara Marathon se desarrollan varios proyectos solidarios y formación destinados a niños y jóvenes. La organización se encarga de gestionar todos los trámites. Vuelo, visado, seguro de viaje, traslados, alojamiento y asistencia en carrera.

El viaje de Sahara Marathon se realizará desde el sábado 24 de febrero hasta el 2 de marzo de 2024. La carrera, como hemos dicho, tendrá lugar el 28 de febrero.

Una experiencia inolvidable.

Más Información: www.saharamarathon.org y http://www.proyectosahara.com/

Los economistas han preferido, en general, utilizar el término economía de la defensa para referirse al entramado económico militar, aunque, para ser más precisos, también podría calificarse como economía de guerra, pues no cabe llamarse a engaño, todo ese entramado no tiene otro cometido que prepararse para hacer la guerra, ya sea defensiva con el fin de evitarla mediante la disuasión, argumento este utilizado por los Estados para justificar su fuerza militar; u ofensiva para llevar a cabo intervenciones militares en otros países. Aunque cierto es que la denominación de economía de guerra se utiliza solamente cuando los Estados ponen toda la producción económica de la nación al servicio de la guerra, como así ha ocurrido en todas las grandes guerras. Pero aquí se utilizará la denominación Ciclo económico militar o Ciclo armamentista,[1] pues resulta más apropiado para describir todo el conglomerado económico que rodea toda la economía militar.

Esta denominación resulta más acertada porque el concepto de ciclo describe con mayor acierto el itinerario por dónde discurre la economía militar desde su nacimiento hasta su finalización. Este ciclo se inicia siempre de las manos del Estado con la aprobación de los créditos destinados al Ministerio de Defensa para el mantenimiento de las fuerzas armadas. Créditos que se reparten entre los salarios del personal militar, el mantenimiento de servicios, instalaciones e infraestructuras, la investigación y desarrollo (I+D) de nuevas armas y equipos, y los destinados a pagos a las industrias militares que producen y suministran las armas al propio Ministerio de Defensa; mientras que otra parte de su producción irá a la exportación bajo el control del Estado que regula el comercio de armas.

Así, cuando se habla de economía militar con referencia al gasto militar, las fuerzas armadas, la I+D militar, las empresas militares, se debe prestar atención al origen de los recursos que alimentan todo ese ciclo, que no es otro que el presupuesto de defensa de los Estados, incluidas las exportaciones de armas, pues también en su inmensa mayoría son adquiridas por Estados y tan solo una ínfima parte pueden ser adquiridas en el mercado ilegal o por la población. Un Estado que financia todo el ciclo económico militar y que se retroalimenta, pues surge bajo el paraguas del Estado y acaba su periplo en manos del Estado.

Un ciclo en el que también deben tenerse en cuenta todos aquellos aspectos que condicionan ese gasto militar, desde las políticas de seguridad y defensa del Estado, que son las que determinan la estrategia de defensa nacional, las directivas de defensa y el modelo de fuerzas armadas. Doctrinas de seguridad donde se plasman cuáles son los riesgos, los posibles peligros y de dónde proceden las amenazas. Estas doctrinas, llegado el caso, se disponen en leyes, decretos y disposiciones en el ordenamiento jurídico para regular la exportación de armas y su uso. Doctrinas que también determinan el modelo de fuerzas armadas y la clase de armamentos que se deben adquirir, así como el tipo de infraestructuras e instalaciones militares que serán necesarias para adecuar la defensa del territorio y las intervenciones en el exterior.

El ciclo económico contempla todo el mantenimiento y servicios necesarios a través de empresas privadas para que las fuerzas armadas sean operativas, y que incluye la formación de los militares en academias y universidades donde se les enseña estrategias y técnicas militares para su uso en conflictos armados. En el ciclo armamentista intervienen también las entidades bancarias financiando a las industrias militares en sus operaciones y venta de armas. Estas entidades comercializan fondos de inversión donde están presentes las grandes empresas de armamentos de las que además pueden ser accionistas.

Las fuerzas armadas como medio de control económico

La mejor manera de comprender la existencia de las fuerzas armadas y el gasto que éstas originan proviene de observar cómo actúan las grandes potencias económicas en sus relaciones político-económicas con otros Estados. En la mayoría de las ocasiones vemos cómo las potencias utilizan sus fuerzas armadas para defender sus intereses particulares. Es decir, en aras de la seguridad nacional defienden los intereses de las grandes corporaciones de su propio país. A tal efecto, solo cabe observar cómo actúan EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido o Australia en la geopolítica mundial y se puede observar cómo cuando las presiones políticas no son suficientes para conseguir sus objetivos políticos/económicos utilizan la fuerza mediante intervenciones militares para así doblegar las resistencias de los países que no se avienen a sus exigencias.

Se señala a las grandes potencias porque son estas las que condicionan el incesante aumento del gasto militar mundial debido a las presiones que ejercen sobre los países que forman parte de sus alianzas, como es el caso de EEUU sobre sus aliados dentro de la organización militar transnacional OTAN. Lo mismo ocurre con China y Rusia que aunque no tengan un organismo militar similar a la OTAN sí tienen acuerdos bilaterales entre ellos y con otros países en la Organización de Cooperación de Shanghái, o de la ASEAN, otro organismo político-económico del sudeste asiático auspiciado por EEUU, con los que pretenden hacer frente a las presiones político-militares de EEUU.

Este aspecto es algo que se constata cuando se observa cómo año tras año aumentan los recursos de las capacidades militares de la mayoría de las grandes potencias y de sus países aliados. Así, de los últimos datos de que disponemos –año 2020– el gasto militar mundial según el SIPRI[2] aumentó un 2,6% respecto a 2019, alcanzando la enorme cifra de casi dos billones de dólares (1,981). Algo que contrasta con el descenso del PIB mundial para ese mismo año de un 4,4% debido a los efectos de la pandemia de la COVID-19. De ese enorme gasto militar, EEUU consume el 39%, 778.000 millones, y si se le suman los gastos militares de todos sus países socios en la OTAN, la cifra se dispara hasta alcanzar los 1,03 billones de dólares, que representa el 52% del total del gasto militar mundial. Los dos rivales estratégicos de EEUU, China y Rusia, se encuentran a una considerable distancia en gastos militares. China destina 252.000 millones de dólares y Rusia, 61.700 millones.

Menciono estos datos para demostrar quién es más responsable en la escalada militarista, aunque esto, desde luego no disculpa a sus competidores que siguen el mismo camino de aumentar sus capacidades militares en una carrera de armamentos que solo vaticina conflictos y un mayor deterioro medioambiental del planeta.

Coste de oportunidad

Se han utilizado estos datos porque el gasto militar desde la economía crítica representa una pérdida de oportunidad para el desarrollo económico-social, pues si esos mismos recursos públicos en lugar de ser destinados a una economía ineficiente se dirigieran a la economía del ámbito civil, la real, la productiva, o a ámbitos sociales como la educación o la sanidad contribuirían mejor al desarrollo de la comunidad donde se llevan a cabo.

Los argumentos de quienes han estudiado este desajuste,[3] aducen, que el gasto militar genera endeudamiento del Estado, a lo que añaden, que si esos recursos monetarios, de bienes de equipo, de conocimientos tecnológicos y de mano de obra que consumen los ejércitos y la producción de armamentos se destinaran a sectores civiles generarían mayor empleo, así como manufacturas y servicios más competitivos. Esto es debido a que las armas deben ser consideradas productos ineficientes porque no son bienes de consumo, ni tienen valor de cambio pues no entran en los circuitos de intercambio, es decir, en el mercado, convirtiéndose tan solo en bienes de uso para los Estados que son sus principales consumidores, pero sin valor social para la población.

Un arma, como cualquier otro producto, en el proceso de producción necesita de inversiones en I+D y de capital, de otros productos manufacturados y de mano de obra asalariada. Entonces, la producción del arma beneficia tanto al trabajo como al capital (obrero y patrón), y entre ellos se producirá una conexión de intereses; el trabajador necesita el salario, el patrono desea extraer plusvalía del trabajo. Esto explica, cuando aparecen crisis, cómo los trabajadores de las industrias militares salen en defensa de sus puestos de trabajo sin tener en cuenta cuestiones humanitarias o de clase, ya que las armas que fabrican pueden ser utilizadas en guerras donde los obreros se enfrentarán entre sí rompiendo el principio de solidaridad internacional del que se supone deberían ser defensores, y donde, además, causarán un enorme sufrimiento a las poblaciones que padezcan las guerras.

Esta descripción económica, desde un punto de vista keynesiano, como cualquier otra forma de trabajo, mejora la economía, pues el trabajo comporta salario y este favorece el consumo y el crecimiento de la economía. Sin embargo, no aportan ingresos al Estado a través de los impuestos, pues este no los paga. Este periplo económico que para los keynesianos es beneficioso para la economía, no lo es para la economía crítica (Melman, Leontief…), incluidos los partidarios del decrecimiento, que niegan a las armas su carácter benéfico debido a que al ser adquiridas por el Estado no tienen valor social al no circular por el mercado como la gran mayoría de los productos, pues, como ya se ha indicado, la ciudadanía no puede adquirir un avión de combate o un buque de guerra que solo adquieren los Estados, y tan solo una pequeña parte de las armas, las ligeras, pueden ser adquiridas por la población, con enormes restricciones en la mayoría de los países del mundo.

Empero, aquí no se defiende el crecimiento económico per se, sino que debe entenderse que hay otros ámbitos de la economía donde los recursos destinados al armamentismo y al mantenimiento de los ejércitos pueden ser más beneficiosos para la sociedad sin necesidad de agravar la crisis ecológica que vive hoy el planeta.

Esta consideración es pertinente si se tiene en cuenta el gran impacto medioambiental de las emisiones de CO2e que producen las fuerzas armadas y la producción militar. Así, desde el punto de vista de la huella ecológica, las emisiones gases de efecto invernadero (GEI) de los ejércitos son una de las causas más importantes del cambio climático, de la pérdida de biodiversidad y de la reducción de los recursos fósiles no renovables que alimentan la crisis ecológica, y que anuncian, si no se pone remedio, el colapso de la biosfera.

Como ejemplos: la primera potencia militar mundial, EEUU, con sus casi dos millones de militares, su presencia militar en las más de 700 bases que tiene repartidas por todo el mundo y su participación directa en conflictos armados, entre 2010 y 2017 tuvo una media anual de emisiones de 527 millones de toneladas de CO2e, muy superior a la de países pequeños y algunos medianos [4]. Aunque a distancia de EEUU, la huella de carbono del sector industrial/militar y de las fuerzas armadas de los 27 países miembros de la Unión Europea en el año 2019 fueron estimadas de 24,8 millones de tCO2e[5], que equivalen a aproximadamente a las emisiones anuales de 14 millones de coches[6].

La dimensión económica del militarismo

Una aclaración conceptual. El militarismo es una ideología que se da mayormente en el interior de las fuerzas armadas, aunque también en algunos ámbitos de la sociedad civil. Tiene como objetivo imponer la resolución de los conflictos mediante el uso de la fuerza militar y desestimar otros medios no cruentos. Su cometido principal es presionar al poder civil para que aumente las capacidades militares de los ejércitos, que siempre se traducen en aumentar la adquisición de armamentos, mejorar las infraestructuras y el adiestramiento de los militares. En el caso de España, ese militarismo tiene un añadido: la pervivencia en el interior de la estructura militar de la ideología antidemocrática de la dictadura franquista, que impregnó toda la estructura militar durante los cuarenta años de dictadura donde los militares gozaron de múltiples privilegios que aún persisten, y que a menudo reaparece en declaraciones públicas de algunos de sus miembros.

Tal militarismo se puede constatar en el Estado español en el presupuesto del Ministerio de Defensa, con la adquisición de los grandes Programas Especiales de Armamentos (PEA). Los PEA tienen su aspecto más controvertido en lo referente a la necesidad de algunas de esas armas que no se justifican de acuerdo con las inseguridades que señala la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN).

Los PEA se iniciaron en 1996, año en el que el gasto militar del Estado español fue de 12.551,7 millones de euros corrientes y que en 2022 será de 22.796 millones [7][8]. Estas cifras muestran un colosal incremento que en buena parte se debe a los enormes costes de los PEA mencionados. Igualmente, otro coste importante fue la profesionalización de las Fuerzas Armadas españolas a partir del año 2001, hecho que también abrió el paso a una mayor militarización, pues un ejército profesional es más corporativo e impulsará más enérgicamente que los valores castrenses se impongan con mayor fuerza en la sociedad.

Pero volviendo a los PEA, desde su inició en 1996 hasta diciembre de 2021 alcanzan 33 grandes programas con el colosal coste de 51.664 millones de euros. Unos programas que están destinados a dotar al ejército de potentes armas de última generación para enfrentarse a desafíos en lejanos escenarios, como así indica la Directiva de Defensa del Ministerio de Defensa de acuerdo con los compromisos que el Estado español contrae con organizaciones internacionales como la OTAN, la UE o compromisos bilaterales con otros países[9]. Los PEA no obedecen a las necesidades de la seguridad de la población, pues de acuerdo con lo que indica la ESN, España no tiene amenazas que los justifiquen y, entonces, solo satisfacen los intereses del complejo industrial militar español, que no son otros que los de los accionistas y ejecutivos de las industrias militares; los altos mandos militares, algunos de los cuales acaban entrando como ejecutivos en las empresas militares, o políticos ligados al Ministerio de Defensa que también se integran en las empresas militares[10].

De acuerdo con esas premisas, algunos de esos programas no deberían haberse llevado a cabo y otros deberían haberse reducido en número de manera considerable. Por ejemplo, los blindados de combate Leopardo, Pizarro, Centauro o los actuales Dragón tienen poca operatividad, pues no existe la percepción de que España se vea amenazada por una invasión exterior. Los blindados Leopardo, debido a su peso, no pueden ser transportados en otra de las estrellas de los programas PEA, los aviones A400M, adquiridos para transportar material y tropa a largas distancias, porque solo admiten un peso de 44 toneladas. Algo similar ocurre con otras armas, como los helicópteros Tigre y NH-90, el Obús de 155 mm, el avión de combate EF-2000 y el submarino S-80. Armas para ser desplazadas a largas distancias y que no aportan nada a la seguridad de la población española, pues su seguridad está relacionada con otras amenazas de ámbito social: falta de empleo, de vivienda y diversas coberturas sociales.

Pero la militarización del presupuesto no solo se produce por los PEA; otro elemento a considerar son las propias fuerzas armadas, y no por el elevado número de militares que tiene el Estado español, 120.000, pues un ejército de reducido número lo podría ser igualmente. La militarización del ejército proviene de la Directiva de Defensa Nacional donde se enumeran cuáles son las amenazas a las que se debe hacer frente, a saber: preservar el medio ambiente frente al cambio climático, prevenir pandemias, desastres naturales, crisis humanitarias, ataques cibernéticos, migraciones masivas, crimen organizado, vulnerabilidad energética, inseguridad económica, terrorismo, proliferación de armas nucleares y hacer frente a posibles conflictos armados. A excepción del último, los conflictos armados, ante el resto de amenazas las fuerzas armadas nada pueden hacer para evitarlas. Aunque haya quien piense que sí frente al terrorismo, pero ya se ha demostrado que las fuerzas armadas nada pudieron hacer ante los ataques perpetrados en diversos lugares del mundo, ni en el 11S en 2001 ni tampoco en Atocha, Madrid, en 2011 ni en Barcelona en agosto de 2017.

Entonces, el papel que juega el ejército en España, donde la posibilidad de una guerra entre Estados colindantes ha desaparecido y donde el ejército, desde el punto de vista de la seguridad, tiene una escasa o nula función, fuera de llevar a cabo acciones de emergencia frente a catástrofes naturales (tormentas, incendios, pandemias) –que no son su función, pues deberían estar a cargo de servicios civiles y no de un cuerpo militar–, el principal papel que desarrollan es dar apoyo fuera de las fronteras españolas a los compromisos adquiridos con la OTAN, la UE o la ONU, donde a lo sumo se despliegan no más de 3.000 militares y normalmente siempre equipados con un armamento de escaso potencial en supuestas misiones de paz.

Entonces, ¿por qué no abordar en España una profunda revisión del ejército que rebaje su número y sus capacidades armamentísticas para ponerlas en sintonía con la realidad no solo geopolítica sino también con las necesidades de las poblaciones del entorno mediterráneo y europeo? Ello liberaría enormes recursos de capital que podrían destinarse a una economía más productiva y a necesidades más perentorias para las personas. Solo hay una respuesta: por la existencia del militarismo, tanto en el interior de la cúpula de los grandes partidos españoles, como en el interior de las fuerzas armadas. Las razones: los políticos, por una inercia que proviene de un pasado en el qué no se concibe un Estado-nación sin ejército; el de la cúpula militar, para mantener sus privilegios corporativos. Estos intereses combinados contaminan a la sociedad para que se mantenga un ejército sobredimensionado en número y capacidades militares, cuando la auténtica seguridad que precisa la población española está relacionada con aquellos otros aspectos que son vitales para la vida de las personas: el empleo, la vivienda, la salud, preservar el medio ambiente y las coberturas sociales.

¿Gasto militar o desarrollo humano?

Reinvertir el gasto militar en desarrollo humano es una antigua aspiración expresada en el segundo Informe de Desarrollo Humano (PNUD) de 1992, donde se señalaba que tras finalizar la Guerra Fría se estaba produciendo un descenso del gasto militar mundial y que si una parte, un 3% del total anual, se destinara a ayuda al desarrollo –entonces representaban 50.000 millones de dólares anuales– a la vuelta de diez años, se podrían eliminar las enormes desigualdades existentes en el mundo, y, en especial, acabar con la pobreza que entonces afectaba a unos 1.000 millones de personas. Esta propuesta recibió el nombre de dividendos de paz. Es decir, que la voluntad expresada en el PNUD de 1992, hoy, con el gasto militar mundial actual y aplicando una igual disminución de un 3% anual y destinándola a desarrollo humano de los países empobrecidos se podrían liberar 60.000 millones de dólares para destinarlos a eliminar las desigualdades más perentorias de los países empobrecidos. En especial, se podría acabar con el hambre, que en 2021 afecta a unos 811 millones de personas, y desarrollar la educación y una sanidad suficientes para que sus economías mejoraran.

Otra cuestión. La crisis financiera iniciada en 2008 permitió la disminución de los gastos en defensa en la mayoría de los países del mundo occidental. Por ejemplo, EEUU disminuyó en dólares corrientes su presupuesto en defensa de 752.288 millones en 2011 a 633.830 en 2015. Y España también lo redujo, pasando de 19.418 millones en euros corrientes en 2008, a 16.861 millones en 2016[11]. Si eso fue posible debido a la crisis financiera, ahora con la crisis económica producida por la pandemia de la COVID-19 y con el desafío de hacer realidad los acuerdos ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) para 2030, aprobados por toda la comunidad internacional, que para alcanzarlos tan solo se debería persistir en el camino de disminuir el gasto militar, en especial el de las grandes potencias y el de sus países aliados para convertir los dividendos por la paz en una realidad.

Unos dividendos de paz que se conseguirían mediante la reducción en adquirir armamentos y del número de efectivos militares. Desde luego no se trata de dejar sin empleo a los militares obligados a dejar el ejército o a los trabajadores de las industrias militares; existen múltiples ejemplos de conversión del sector militar industrial al sector civil, como también de reintegrar en el cuerpo estatal de funcionarios a los militares. Esto, además, contribuiría a reducir carreras de armamentos entre países e impedir posibles nuevos conflictos armados. Entonces saldríamos ganando en medio ambiente, habría mayor empleo y más recursos para desarrollo humano. Esa posibilidad existe, y, como siempre, tan solo es cuestión de voluntad política por parte de los gobiernos.

Este texto forma parte de la colaboración entre ESPACIO PUBLICO y FUHEM ECOSOCIAL. Fue publicado en PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global nº 157, pp. 61-71.

[1] Tal como la denominaba el economista Arcadi Oliveres que es quién apadrinó esta denominación. Arcadi Oliveres y Pere Ortega, El ciclo armamentista español, Icaria, Barcelona, 2000.

[2] Stockholm International Peace Research Institute

[3] Heidi W. Garret-Pettier, Job Opportunity Cost of War, Papers, Watson Institute, Brown University, 2017.  Wassily Leontief y Faye Duchin, Military Spending: Facts and Figures, Worldwide Implications and Future Outlook, Oxford University Press, Nueva York, 1983; Wassily Leontief,  Disarmament, Foreign Aid and Economic Growth, Peace Economics, Peace Science and Public Policy, vol.5 (3), 2005; Seymour Melman, El capitalismo del Pentágono, Siglo XXI, Madrid, 1976.

[4] Neta C. Crawford, Pentagon Fuel Use, Climate Change, and the Costs of War, Papers, Watson Institute, Brown University, 2019.

[5] Stuart Parkinson y Linsey Cottrell, (2021), Under the Radar. The Carbon Footprint of Europe’s Military Sectors, European United Left/SGR/ the Conflict and Environment Observatory, 2021.

[6] Pere Brunet, Chloé Meulewaeter y Pere Ortega, Crisis climática, fuerzas armadas y paz medioambiental, Informe 49, Centre Delàs d’Estudis per la Pau, Barcelona, 2021.

[7] El gasto militar aquí señalado incluye el presupuesto del Ministerio de Defensa más todos aquellos otros créditos presupuestarios repartidos por otros ministerios que son de carácter militar. Para mayor información, consultar Pere Ortega, Economía de guerra, Icaria, Barcelona, 2018.

[8] Pere Ortega, Xavier Bohigas y Quique Sánchez, El gasto militar real del Estado español para 2022, Informe 50, Centre Delàs d’Estudis per la Pau, 2021.

[9] No se menciona a las Naciones Unidas porque, en general, las intervenciones de los cascos azules no requieren de ese tipo de armamentos, pues sus misiones están más encaminadas a la mediación e interposición sin necesidad de armas ofensivas.

[10] Los casos más escandalosos son los de los exministros Eduardo Serra en la empresa de capital israelí Everis, afincada en España, y Pedro Morenés, después de haber estado en muchas otras industrias militares ahora lo está en Amper. Para más información, véase Pere Ortega, El lobby de la industria militar espoañola, Icaria, Barcelona, 2015.

[11] Base de datos de Centre Delàs.

Una reciente información, difundida por el Instituto Nacional de Estadística de Francia (INSEE) ha provocado inquietud entre muchos franceses y ha tenido una amplia repercusión mediática: en 2023, la fecundidad en Francia cayó a 1,63 hijos por mujer. Si el dato hubiese emanado de nuestro INE, la satisfacción, ente nosotros, sería mayúscula.

En efecto, aunque en todos los países de la Unión Europea, la fecundidad se sitúa, de forma persistente, por debajo del nivel de remplazo de las generaciones, equivalente a dos hijos por mujer, estos dos países similares y vecinos se encuentran en las antípodas. Mientras Francia lleva años como la excepción europea, rozando el nivel de remplazo[1], España ocupa el otro extremo, en pugna con Italia, con décadas en los niveles más bajos. El último dato para España estimado por la Human Fertility Database (HFDB) es de 1,21 hijos por mujer en junio de 2023.

La conexión entre neoliberalismo y descenso de la fecundidad

Francia ostenta la particularidad de ser uno de los países de la UE que más ha resistido la penetración del neoliberalismo, especialmente en lo que se refiere al debilitamiento de las políticas sociales. Por ejemplo, desde los años noventa, los intentos de reformar (recortar) las pensiones se han enfrentado a una fuerte resistencia popular, que ha conseguido frenarlos o atenuarlos.

La presidencia de Macron, el intento más intenso de imponer las políticas neoliberales, ha conseguido introducir una serie de reformas (en materia de relaciones laborales, pensiones, inmigración, por ejemplo) gracias a la mayoría absoluta, primero, y después al uso extensivo del decreto (el llamado “49.3”, por el artículo de la Constitución que lo regula), enfrentándose a una fuerte oposición en la calle (la de los “chalecos amarillos”, entre otras movilizaciones) que ha terminado por beneficiar a la extrema derecha, hoy favorita para ganar las próximas elecciones presidenciales y generales.

Uno de los efectos de esta extensión del neoliberalismo ha sido, como lo es en otros países, la disminución de la fecundidad. España, país de la UE con mayores índices de desigualdad y pobreza, en el que los jóvenes tardan más en poder emanciparse y en el que las características del empleo y de los salarios les son menos favorables, es también el país con la fecundidad más baja. Muchos jóvenes viven aún con sus padres (hasta los 30 años en promedio) porque no les alcanza, no ya para comprar una vivienda, ni siquiera para alquilar, ni siquiera compartiendo. Muchos jóvenes tardan en encontrar empleo y, cuando lo encuentran, suele ser precario y mal pagado. Estas personas se comportan con impecable racionalidad: no tienen hijos.

La extrema derecha y la vocación reproductora de la familia

Hoy, la cuestión demográfica, la baja fecundidad y la inmigración, se ha erigido en un problema político importante y en uno de los principales campos de batalla para la extrema derecha.

En materia de discurso ideológico, destaca, en particular, la pervivencia del natalismo. Este viejo conocido impregna proclamas y políticas que cuestionan y condenan toda evolución de las familias que las aparte de su vocación reproductora. Se culpabiliza al feminismo, tratándolo de “ideología de género”, y siempre considerado radical, también a la diversidad sexual, por ser antinatural. Y en el horizonte, la catástrofe, la extinción de la nación.

Este alarmismo, histriónico y agresivo (por ejemplo, cuando intentan impedir por la intimidación el reconocido derecho a la interrupción voluntaria del embarazo), se contrapone a una realidad demográfica en la que no se cumplen sus siniestros vaticinios.

Proclamas que chocan con la realidad

La población española sigue creciendo y el incremento de personas mayores no ha hecho quebrar el sistema de pensiones. Más bien ha llenado los lugares de vacaciones de nuevos turistas de temporada baja, en viajes organizados por el IMSERSO, para contento de la industria hotelera y de los propios interesados. Los mayores también ayudan a que las madres que trabajen puedan respirar un poco y no sientan a todas horas la espada de Damócles de lo imprevisto.

El discurso regresivo se expresa preferentemente mediante metáforas sin ninguna base científica, que no buscan aclarar incertidumbres, sino fomentar la inquietud en los espiritus. “Suicidio demográfico”, “Invierno o Infierno demográfico” son expresiones que apuntan a un porvenir de expiación por pecados actuales.

Sobre estas bases se construyen los discursos antigénero y antiinmigratorios de los partidos de ultraderecha que van progresivamente destiñendo en el ideario de las derechas tradicionales.

Los voceros alertan del peligro de extinción de la nación, desangrada por la baja natalidad, consecuencia de la crisis de valores que afecta a la familia, de la que acusan a la ideología de género y a las élites supranacionales. La solución, para ellos, reside en el fomento directo de la natalidad, prefiriendo las prestaciones monetarias a la extensión de los servicios, y la protección de las mujeres que acepten y ejerzan su papel de madre.

Resurgen juntos, en estos discursos, el control de la sexualidad y la prohibición del aborto, inscritos en el regimen demográfico antiguo, como medios de encauzar y mantener a la familia en la senda de la reproducción. La misma preocupación por las esencias nacionales lleva a Vox a condenar y hasta a criminalizar la inmigración, consciente de que los vacíos tienden a llenarse.

No hay que minusvalorar el peligro de involución democrática que entrañan estas críticas y propuestas. Pero hay que ver también en ellas la manifestación del desconcierto de una parte de la sociedad frente a la extensión de las libertades que contradicen los valores en que fue educada por el nacional catolicismo español.

Pudo haberse quedado en un efecto generacional si el reducto de nostálgicos no se renovara gracias a la todavía aplastante presencia de la iglesia católica, a los nocivos efectos económicos de la mundialización y a la utilización política de esos miedos por partidos como Vox y el PP, al que suponíamos mayor sensatez.

Bien es verdad que, en Europa, toda la derecha tiende a hacer suyo ese discurso, a la vez que el realismo económico favorece la llegada de inmigrantes. Un barril de pólvora.

Las teorías del Gran Reemplazo

Todo este entramado de bulos, falacias, mitos y alarmismo, al servicio de intereses políticos y financieros, ha encontrado su expresión en el lenguaje demográfico, que no en la ciencia demográfica. Los medios de comunicación manipulan con frecuencia la información relativa a los hechos de población, mediante el abuso de un lenguaje alarmista y el recurso a “expertos” que, en su gran mayoría, no son demógrafos y a menudo solo representan a grupos de presión.

El foco se dirige ahora sobre todo a la inmigración, reforzado por la visión catastrofista de la baja fecundidad. Las teorías del “Gran Remplazo” se basan en ligar la baja fecundidad, que fácilmente atribuyen a los excesos del feminismo y a la pérdida de valores, y la inmigración, que consideran una invasión que acabará sustituyendo a la población autóctona.

En este caso, la ultraderecha se limita a explotar a su favor una insuficiencia, o contradicción, importante del capitalismo actualmente imperante. La mundialización ha facilitado enormemente la circulación de las mercancías y del capital, pero impone barreras al movimiento de personas.

La propia lógica del capitalismo exacerbado conduce a restringir sin límite el coste de la reproducción tanto de la fuerza de trabajo como de los recursos naturales. Lo primero conduce a que, en los países de mayor dominio del capitalismo financiero, la fecundidad no permita ni el simple mantenimiento de la población en el ámbito cerrado del Estado-Nación. Lo segundo a que crezca la alarma ante el problema de los recursos no renovables y de que alcance el nivel de crisis aguda el deterioro de nuestro planeta, sometido a una explotación excesiva y a su uso como cloaca, sin que se asuman los costes de mantenimiento del clima, del medio ambiente y de recursos básicos como el agua.

Los negacionismos se retroalimentan

Frente a la crisis climática y medio ambiental, la estrategia de la extrema derecha, seguida por buena parte de la derecha tradicional, es un claro negacionismo. Algo de negacionismo tiene también su actitud sobre la cuestión demográfica. No reconoce que la reproducción en el ámbito cerrado de un país es hoy incompatible con la lógica del capitalismo global, a pesar de que cada vez sea más evidente que la economía y la demografía de los países más desarrollados[2] depende crecientemente de la inmigración[3].

El gran problema es que la política actual de los Estados y de la Unión Europea en materia de inmigración acredita la influencia creciente de las tesis de la extrema derecha. Todas estas políticas se orientan a dificultar la entrada de inmigrantes y sus condiciones de vida en el país de “acogida”.

Debe reconocerse una cierta coherencia a la posición de las derechas, orientada por la nostalgia de un sentimiento nacional y de unos valores, cada vez menos presentes en la realidad económica y en la vida de los ciudadanos.

Las dificultades de implantar un discurso de izquierdas

Frente a ese sinsentido que, a pesar de todo, consiguen rentabilizar, la izquierda, una vez más, se muestra incapaz de esgrimir un discurso propio. Dominada por la prudencia, que acaba convirtiéndose en aversión al riesgo, no se atreve a hablar claro a los ciudadanos, a explicarles que la inmigración, que se deriva de nuestra situación en un mundo global, no solo es necesaria, en las circunstancias actuales, para que la economía funcione, sino que permite que España (o cualquier otro país de sus características) se mantenga como entidad autónoma, en vez de marchitarse y perecer.

La izquierda no consigue exponer con autoridad los datos y los argumentos que muestran que la clase trabajadora no se ve perjudicada, que los inmigrantes no vienen para robar puestos de trabajo ni para acaparar las prestaciones sociales. Sin hablar de la necesidad de resaltar las ventajas de la fusión cultural, a la que un mundo globalizado está necesariamente destinado. Una vez más, la izquierda acepta un marco para el debate orientado por las ideas nostálgicas y retrógradas de la derecha, en vez de intentar imponer el suyo, basado en un análisis realista del momento actual y de las tendencias futuras.

La política migratoria es un tema particularmente difícil para la izquierda, que debe descartar la tentación de apelar a razones humanitarias.

En primer lugar, porque es una batalla perdida ante un mundo laboral atenazado por el miedo a la precariedad y los bajos salarios, que ha sido convencido de que los inmigrantes contribuyen a deteriorar aún más el mercado de trabajo. En segundo lugar, porque acoger inmigrantes sería un gesto humanitario si no se pretendiera admitir solo a los más cualificados, lo que lleva a perjudicar duramente a los países que los han formado, a pesar de contar con recursos escasos, y que más lo necesitan. También llevaría a una competencia entre países de acogida, perjudicial para todos. Una buena política inmigratoria debería conseguir integrar a personas de escasa cualificación y, para ello, promover el funcionamiento del ascensor social, de manera que la pirámide de cualificaciones y empleos se renueve por la base[4].

Las crisis migratorias evidencian el espíritu de rapiña del último capitalismo

Nos encontramos en el paroxismo de la parte más negativa del capitalismo. Por un lado, su necesidad inacabable de acumulación le lleva a la extracción de valor del consumo inevitable (vivienda, energía, comunicaciones…) además de acentuar la reducción de los costes laborales, lo que provoca un empobrecimiento creciente y un aumento de la desigualdad. Por otro lado, la resistencia a asumir los costes de la reproducción, de la fuerza de trabajo y de la naturaleza, conducen a la baja fecundidad y a la crisis climática y medioambiental.

La extrema derecha no ofrece, evidentemente, ninguna respuesta eficaz ante este tipo de problemas, pero sus propuestas, que llevan todas implícito volver a tiempos pasados, tienen el atractivo de lo conocido y de lo falsamente sencillo. Sobre todo, para una población castigada en su presente y amenazada en su futuro. Sobre todo, para muchos hombres, que encuentran en ellas un alivio para su frustración frente a lo que perciben como un desclasamiento provocado, según ellos, por la “ideología de género”.

Las propuestas eficaces pasan todas por un cuestionamiento del funcionamiento actual del capitalismo y un reequilibrio de lo económico y lo social. El rendimiento a corto plazo del capital financiero no puede ser el único objetivo de toda la sociedad. La extinta socialdemocracia había encontrado una modalidad aceptable de convivencia entre el objetivo instrumental de maximización del beneficio y la necesaria cohesión social, condición de continuidad del conjunto de la sociedad, incluida la actividad económica. Sin pretender volver a lo que destruyó la contrarreforma neoliberal, es necesario, para abordar cualquiera de los grandes problemas actuales, potenciar el Estado y promover como prioridades la cohesión social y la protección del planeta. Un programa difícil de llevar a cabo en las circunstancias actuales.

NOTA DEL AUTOR. Algunas de las ideas contenidas en este artículo provienen de una reseña, redactada por el autor, del libro: Domingo, Andreu (ed.) (2023)  La coartada demográfica, Icaria, Barcelona, y pueden estar influenciadas por su contenido.

[1] En el que también se encuentra Irlanda ahora, en su trayectoria de caída de la fecundidad. Un caso muy distinto al de Francia.

[2] Llamar “desarrollados” a países que, a pesar de un elevado PIB medio por habitante, mantienen una población creciente con bajos ingresos y precariedad, es ya una burla insostenible. Entendemos aquí por “desarrollados”, a falta de otro término, aquellos países con mayor penetración del capitalismo financiero actual.

[3] Fernández Cordón, J.A. (2023) “La inmigración, clave del nuevo equilibrio demográfico” en Economistas Frente a la Crisis.

[4] Este fue el modelo catalán de integración de los inmigrantes del resto de España, analizado por Anna Cabré en su tesis doctoral: “La reproducció de les generacions catalanes 1856-1960”, en 1989.

El 29 de diciembre de 2020, se publicaba en el BOE la LOMLOE  (La Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación), cuyos objetivos son mejorar la calidad, la inclusión y la igualdad de la educación en España.  Los recientes resultados de PISA han puesto el foco en los docentes y en su formación con lo que la pregunta clave será ¿qué debería saber y saber hacer el profesorado para mejorar la educación?

Y para responder a esta pregunta, nada mejor que pulsar la opinión de profesionales de la enseñanza que llevan años mostrando una profunda preocupación por la mejora de la educación en todos los niveles educativos. Conversamos con representantes de las principales asociaciones científicas de didácticas de las artes, ciencias sociales, ciencias experimentales, lengua y literatura, y matemáticas. Estas asociaciones están formadas por profesorado de las facultades de educación que llevan décadas de investigación en pro de la formación de toda la ciudadanía.

Rut Jiménez, presidenta APICE, Asociación Española de Profesores e Investigadores de Didáctica de las Ciencias Experimentales.
Josep Ballester, presidente SIDLL, Sociedad Internacional de Didáctica de la Lengua y la Literatura.
Nuria Climent, presidenta SEIEM, Sociedad Española de Investigación en Educación Matemática.
Neus González-Monfort, presidenta AUPDCS, Asociación Universitaria de Profesorado de Didáctica de las Ciencias Sociales.
Lola Alvarez, presidenta SEA, Sociedad para la Educación Artística.
Marián López Fernández Cao, expresidenta SEA, Sociedad para la Educación Artística. 

¿Cómo se está respondiendo a esta pregunta actualmente?

La formación inicial de docentes se desarrolla en las facultades de educación y en ellas participamos investigadores y docentes de pedagogía, psicología, sociología de la educación y didácticas específicas (artes, ciencias experimentales, ciencias sociales, matemáticas y lenguas y literaturas). De las materias del Grados de Maestro (Infantil y Primaria), Educación Social, Pedagogía y del Máster de Secundaria algunas se centran en contenidos generales sobre educación, psicología, didáctica general o sociología de la educación y otras sobre didácticas centradas en contenidos de lengua y literatura, ciencias experimentales, matemáticas, artes visuales, música, expresión corporal, ciencias sociales, entre otros. Actualmente, consideramos que hay un desequilibrio entre estos contenidos generales y los curriculares. Por ejemplo, a la didáctica de las ciencias experimentales se le dedica de media unas 120 horas (5% del total de los 240 créditos de la titulación) mientras que a la formación básica (en psicología, pedagogía y sociología de la educación) se le dedican 600 horas (un 25% del total de los 240 créditos de la titulación).

El desequilibrio de estos créditos en las titulaciones reduce la formación específica para la enseñanza de las materias escolares en favor de una formación general descontextualizada de las materias escolares. Tenemos que recordar que las didácticas curriculares ya incluyen todas las últimas innovaciones educativas aplicadas sobre una materia. Es decir, desde las didácticas específicas ya abordamos e incorporamos transversalmente los aspectos cruciales que la LOMLOE exige como la igualdad de género y la diversidad, o la interculturalidad o las nuevas tecnologías.

En redes sociales hay un debate polarizado de docentes que rechazan las herramientas pedagógicas, ¿qué aportan sus didácticas a resolver este conflicto?

En primer lugar, debemos indicar que este enfrentamiento solo pretende dividir al profesorado y no incidir en la mejora colectiva y conjunta de la educación. Consideramos, que el debate en educación no es blanco y negro, los grises, los matices, los contextos son imprescindibles. Es un debate infructuoso con doble arrogancia de quienes vienen a cambiarlo todo, como si los y las docentes lo hiciéramos todo mal sin valorar la implicación de los docentes que cada día realizan buenas prácticas; y de quienes reclaman lo que siempre se ha hecho así o es imposible de cambiar porque no se ha hecho nunca. No debemos posicionarnos en ninguna de ambas arrogancias sino contribuir tanto a la valoración de lo mucho que ya se hace bien y respaldar las mejoras que todos los docentes hacemos continuamente.

Creemos que herramientas pedagógicas y contenidos son necesarios en conjunto. Las didácticas específicas no sólo se refieren a contenidos actualizados, sino, y esto es lo más importante, a la didáctica de los mismos: cómo deben enseñarse las matemáticas de forma más actualizada, o cómo debe educarse la mirada y el hacer creador, las distintas visiones sobre la historia, la geografía o la economía, las lenguas y las literaturas, la lectoescritura viene de la mano de un saber enseñar. Es imposible aprender un enfoque de enseñanza sin ligarlo a un contenido concreto. Desde las didácticas específicas no podemos separar los contenidos a enseñar, de la manera de enseñarlos ni de la finalidad de para qué los enseñamos. Contenidos, metodología y epistemología van intrínsecamente vinculados.

Todo viene definido por el contenido, pero sobre todo por la enseñanza de cómo abordarlo en las aulas. Enseñar una pedagogía sin cuerpo, sin materia, deja al futuro profesorado sin verdaderas herramientas en el aula, se le transmite una teoría que luego no es capaz de aplicar en la cotidianeidad y por ello vuelve, en muchos casos, a repetir por inercia lo que se le enseñó no ya en la facultad sino en sus años de estudiante, replicando lo que recibió y desconociendo las justificaciones docentes que hubieron. Además, debemos abandonar una formación docente que destaca lo que se hace mal en pro de una centrada en la práctica de lo que tienen que realizar en el aula: desarrollar las competencias clave (plurilingüe, matemática-científica STEM, digital, personal-social, expresión cultural, ciudadana, etc.). De esta manera nos estaremos aproximando a lo que se demanda (LOMLOE) y a lo que mide PISA y PIRLS: competencias que jamás se podrán desarrollar sin contenido y sin enfoques de enseñanza competenciales.

Eso es lo que hay que renovar y es importante que el Ministerio de Ciencia y Universidades y el Ministerio de Educación comprendan que las didácticas específicas -didáctica de las ciencias experimentales, didáctica de las ciencias sociales, didáctica de las matemáticas, didáctica de la lengua y la literatura, didáctica del arte, etc.- son una interrelación de cómo ofrecer estos contenidos de forma significativa en las aulas.

Son estas didácticas específicas las que, precisamente, han introducido en sus contenidos aspectos cruciales en la LOMLOE como la igualdad de género y la diversidad, o la interculturalidad o las nuevas tecnologías. De nada sirve hablar de igualdad de género si no hay una didáctica específica en educación artística que enseñe a analizar una imagen, conozca y sepa hacer una crítica a mensajes visuales xenófobos o misóginos o no haya introducido mujeres artistas en los contenidos. Sólo las didácticas específicas, que conocen a fondo tanto la materia como la pedagogía y nuevos enfoques en educación, pueden acometer una verdadera transformación en la educación, fortaleciendo saberes y, sobre todo, aplicando visiones críticas sobre la realidad.

¿Qué propuestas planteáis al ministerio de Universidades para los futuros planes de estudio de magisterio? 

Queremos una propuesta coherente con la LOMLOE y que reconozca el necesario peso de la formación didáctico-disciplinar en asignaturas propias de la Educación Primaria (como Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Lenguas y Matemáticas), evitar el desequilibrio del número de horas de didáctica general en detrimento de las didácticas curriculares que contemple lo imprescindible de aplicar las innovaciones más necesarias en la educación a través de los contenidos: aplicar las tecnologías digitales a las matemáticas debe ser llevado a cabo por los y las especialistas en esa didáctica precisamente de un contenido que conocen a la perfección y saben de los elementos fundamentales que promueven el cambio y el aprendizaje significativo.

Del mismo modo que sólo conociendo a la perfección, como decíamos, el patrimonio cultural, podemos abrir la mirada hacia una perspectiva amplia, crítica, que sepa discernir de sesgos de género, de etnocentrismo o clasismo y fomentar una renovación crítica de la interpretación del patrimonio. Todo lo que la LOMLOE, PISA y PIRLS demandan desarrollar en competencias tiene obligatoriamente que pasar, si quiere ser significativo y no cosmético, por las didácticas específicas.

Además, en la aplicación didáctica de contenidos concretos es cuándo ésta se hace precisa y necesaria. De hecho, se desarrollan los métodos y las herramientas para el aprendizaje diverso de las materias y esto, ineludiblemente, debe hacerse de manera específica. Así, conseguimos desarrollar metodologías de enseñanza y aprendizaje adecuadas a unos determinados contenidos que luego pueden ser también utilizadas de forma más amplia o de manera interdisciplinar en situaciones de aprendizaje.

La reflexión pedagógica es imprescindible, pero la acción pasa por la enseñanza “de algo”. Y es aquí donde las didácticas específicas vinculamos intrínsecamente -como si fueran las dos caras de una moneda- “lo pedagógico” y “el contenido”. Son diferentes, pero inseparables. Un docente aplica las innovaciones y las metodologías mientras enseña la multiplicación, el ciclo del agua, las tipologías textuales, los procesos migratorios o la obra de Banksy.

 

¿Y para el Ministerio de Educación, cuál sería vuestra propuesta?

Nos estamos haciendo eco de las 24 propuestas de mejora de la formación docente del propio ministerio de Educación de actualizar el catálogo de especialidades de los maestros y maestras. En este proceso de adaptación a la LOMLOE es el momento de que el Ministerio de Educación amplíe el catálogo de especialidades pareciéndose a su propia LOMLOE con especialistas (y no proyectos o programas específicos) en competencia digital, cultural, STEM, equidad, patrimonial, etc.

Consideramos que no tiene mucho interés constreñir el título de maestro de primaria a ampliar asignaturas optativas (menciones) y que estas pretendan parecerse a las antiguas especialidades. La reforma anterior de planes de estudio de maestro pretendía resolver que los maestros especialistas, que en las escuelas en muchas ocasiones asumen también la labor de tutores, ampliaran su conocimiento en las materias diferentes a las de su especialidad, como las de Lengua y Literatura, Matemáticas, Ciencias Experimentales, Ciencias Sociales y Educación Plástica. Esta situación no ha cambiado.

Es por eso que defendemos un perfil de maestro con una base sólida para la enseñanza de las distintas materias curriculares, más que un perfil de pedagogo o de maestro especialista solo en alguna materia. Creemos que probablemente sea más adecuado una formación de maestro sin especialidad, que puede ser complementado por un master especialista en los diferentes campos. Si evitamos esta especialización parcial, todos los futuros-as maestros-as estarían mejor formados para desarrollar las competencias LOMLOE y PISA (con mayor presencia de las instrumentales: las lenguas y las matemáticas) Los resultados de PIRLS y PISA deberían hacer ver a las instituciones que el reforzamiento de las didácticas específicas en la formación de maestros puede contribuir a la mejora de la formación docente.

Aquí también queremos advertir de que no es cuestión de introducir la presencia de un profesional (un músico, un artista, un técnico de laboratorio, una escritora o una cartógrafa) en el aula, que poco o nada sabe de educación ni sabe transmitir sus conocimientos. Esa presencia será fructífera sólo si va acompañada de un docente conocedor de la didáctica específica que sepa tender puentes entre el profesional y su alumnado, que tenga la habilidad de conectar la práctica profesional con el nivel de desarrollo de su alumnado, sus intereses y sus recursos.

¿Cómo creéis que se puede conectar a los expertos-as de vuestras asociaciones de didactas con la política educativa?

En nuestras asociaciones tenemos a los expertos y expertas en didácticas específicas con una doble formación: la propia de su contenido y la aplicación pedagógica y didáctica, con dominio no solo de un contenido en permanente actualización, sino de cómo desarrollarlo en los diferentes niveles educativos.

Se habla mucho del pacto de Estado por la Educación similar al que se hizo en Ciencia y, quizás un paso en ese sentido, sería organizar una oficina E en el Congreso de los Diputados donde los expertos-as de todas las didácticas puedan realizar informes y podamos contribuir a fundamentar las decisiones políticas en pruebas y consensos.

En nuestras asociaciones tenemos a los expertos y expertas en didácticas específicas con una doble formación: la propia de su contenido y la aplicación pedagógica y didáctica, con dominio no solo de un contenido en permanente actualización, sino de cómo desarrollarlo en los diferentes niveles educativos.

Las áreas que conforman las didácticas específicas desarrollan numerosos proyectos I+Ds, tienen grupos de investigación consolidados, celebran congresos científicos que no sólo han actualizado los contenidos, sino que han desarrollado modelos educativos para esos contenidos que hacen que la enseñanza-aprendizaje se optimice.

Finalmente, ¿cómo se afronta el reto de unos nuevos planes de estudio para la educación infantil, primaria y secundaria?

El diseño de nuevos planes de estudio es un desafío y un proceso muy complejo. Hay muchos agentes implicados. Hay muchos intereses que se ponen de manifiesto. Todas las disciplinas consideramos que somos imprescindibles y que deberíamos tener más presencia en la formación inicial de los docentes. No hay ninguna que diga “yo soy menos importante, por lo que con pocos créditos cumplo mi cometido”.

Es por ello que, partiendo de la premisa que la formación inicial de docentes es una de los retos más importantes que tiene una sociedad (y un gobierno en particular y un parlamento en general), es imprescindible que se haga desde el consenso, desde el diálogo de todos los agentes. Debería ser un acuerdo de Estado. La Educación debería ser un acuerdo de Estado y no un espacio de lucha partidista.

Todas las disciplinas consideramos que somos imprescindibles y que deberíamos tener más presencia en la formación inicial de los docentes.

Consideramos que hay que pensar y diseñar la formación inicial pensando en la educación del alumnado que va a estar en las aulas de infantil, primaria y secundaria. No se puede separar la formación del profesorado de la formación del alumnado. No se puede diseñar una formación docente sin pensar en los retos que se van a plantear en las aulas del futuro a corto, medio y largo plazo. Pensamos que no se deberían tomar decisiones aplicando propuestas que responden a otros contextos y a otras necesidades.

¿Qué ciudadanía queremos? ¿Qué contenidos y cómo queremos que aprenda el alumnado? ¿Qué formación necesita el docente? La escuela es una de las instituciones más importantes de una sociedad. Por ella pasamos todas las personas, por lo que la formación del profesorado es una decisión que interpela a toda la sociedad. Actuemos desde la responsabilidad y no desde el corporativismo. 

 

El arroyo estaba seco, por primera vez. Ya no había agua para lavar, ni para bañarse, ni para echar carreras de palos flotando. No había agua que acariciara el cuerpo de Belén.

Extracto del relato “Agua” de María González Reyes[1]

La crisis del agua en el Estado español se reflejó a través de tres imágenes del verano pasado. En la primera de ellas se veía un terreno seco donde debería estar la laguna de Santa Olalla, en Doñana. Históricamente, siempre ha tenido agua y, por primera vez desde que se tienen registros, durante dos veranos seguidos se ha secado totalmente. El «humedal» de las Tablas de Daimiel aparecía en la siguiente imagen y sólo tenía agua en el 10% de toda su superficie. Si conserva algo de lo que fue es porque se mantiene con la respiración asistida que le dan los bombeos y el trasvase desde el río Tajo. Un parche que evita temporalmente su práctica desecación, como ya ocurrió en 2009. Por último, contemplamos un paisaje que tiene agua, pero no vida, la laguna costera del Mar Menor agonizante. La enorme carga de abonos agrícolas que recibe de su entorno ha desencadenado un crecimiento descontrolado de algas que consumen el oxígeno del agua y han provocado diferentes episodios de mortandad de peces y crustáceos.

Se trata de patrimonios naturales de gran valor ecológico que están desapareciendo y simbolizan el grado de deterioro de unos ecosistemas esenciales para la vida, también la humana. Pero lo cierto es que es una situación extendida por todo el territorio, como muestran los múltiples cauces secos de ríos y arroyos que habitualmente han llevado agua. Y también los más de 600 municipios con limitaciones y restricciones de agua para abastecimiento, principalmente en Andalucía y Cataluña, porque las reservas de los embalses estaban bajo mínimos. A ellos se suman varios centenares de pueblos en diferentes puntos de nuestra geografía abastecidos mediante camiones cisterna debido a que sus aguas se encuentran contaminadas por nitratos o plaguicidas, fruto de una agricultura cada vez más intensiva.

Con este panorama, los conflictos que enfrentan el mantenimiento de unos ríos, acuíferos y humedales vivos con los usos del agua están servidos. Como también los conflictos entre los usos del agua. Y estos se multiplican y agudizan, además, al mismo ritmo que avanza la sobreexplotación, la contaminación y el cambio climático. No queda otra que buscar las formas para garantizar que los ecosistemas gozan de buena salud y, a la vez, puede disponerse de agua para las personas con criterios de justicia social. Ese es el núcleo de la transición ecológica en la gestión de un bien básico para la vida que es cada vez más escaso.

Los límites del agua

En la mayor parte de la Península Ibérica predomina el clima mediterráneo, es decir, la lluvia no es abundante y, además, cada cierto tiempo se producen sequías que pueden llegar a durar varios años. A estas condiciones climáticas hay que sumar en los últimos tiempos la aceleración de los efectos del calentamiento global. El incremento de las temperaturas, especialmente en primavera y en otoño, cuando hay más precipitaciones, produce un aumento de la evaporación y evapotranspiración de las plantas. Hay, por lo tanto, una mayor transferencia de agua a la atmósfera, que circula por las masas de aire hasta volver a caer en forma de precipitaciones en otras regiones. Con un mismo nivel de lluvias, un poco más irregulares, hay más agua evaporada y menos agua en los cauces y acuíferos, que es la que podemos aprovechar. En los últimos 25 años, los cauces están llevando del orden de un 15 a un 20% menos de agua.

Lo paradójico de la situación es que en este escenario las demandas para actividades económicas están disparadas. Justo al contrario de lo que debería ocurrir para garantizar que exista agua para los ecosistemas y las necesidades de la población. Al igual que en otros sectores, la rentabilidad de las empresas demanda un consumo cada vez más voraz de todo tipo de insumos y recursos. El resultado es que la sobreexplotación está a la orden del día, especialmente en los territorios donde es más limitada su disponibilidad. Como muestra el mal estado de los acuíferos del Segura, Guadiana y las Cuencas Internas de Cataluña, donde más del 50% de estas masas de agua están menguando y se están salinizando, en el caso de que sean litorales. El primer puesto en inviabilidad ecológica corresponde a la cuenca hidrográfica[2] del Segura, cuyo índice de explotación hídrica se sitúa más de tres veces por encima del valor que señala una presión elevada.

El acaparamiento de agua por parte de la ganadería industrial, de grandes empresas embotelladoras de agua y del turismo e infraestructuras de ocio despilfarradoras y elitistas, como los campos de golf y las estaciones de esquí, generan conflictos socioambientales en numerosos territorios. Pero lo cierto es que el principal consumidor es el regadío, que se lleva en torno al 85% del total del agua que se consume[3]. Y son los regadíos intensivos los principales responsables del colapso hídrico al que se encaminan muchos ecosistemas.

La extensión de cultivos de frutas tropicales en Granada y Málaga o los frutos rojos en el entorno de Doñana están esquilmando el agua de estos territorios y muestran su inviabilidad ambiental y social a corto plazo en el marco del cambio climático. También lo hace la conversión de los cultivos que históricamente han sido de secano, como los olivares, viñedos y almendros, al regadío. El crecimiento tiene tal magnitud que el principal regadío por superficie en la actualidad es el olivar, con 875.000 hectáreas; el viñedo no llega a esa cifra, pero ya se están regando casi 400.000 hectáreas, mientras que existen 150.000 hectáreas de campos de almendros en riego. Las autonomías donde más ha aumentado son Castilla-La Mancha y, en segundo y tercer lugar, Andalucía y Extremadura. Las cifras oficiales contemplan el regadío legal, pero hay que tener también en cuenta el ilegal, que se ha venido estimando entre un 5 y un 10% más de superficie. Estimaciones que se quedan cortas en el entorno de las Tablas de Daimiel, donde los pozos ilegales regaban un 30% más de superficie, y algo similar ocurre en Doñana, en el acuífero de Los Arenales (Valladolid), y en el Mar Menor (Murcia). De hecho, los pozos ilegales pueden llegar a captar anualmente en España del orden de 4.000 hectómetros cúbicos anuales, el equivalente a lo que consumen más de 40 millones de habitantes.

En el diagnóstico de la crisis faltaría por apuntar la contaminación generada por la agroindustria, que también limita la disponibilidad del agua, porque la convierte en tóxica. Es así cuando el uso de grandes cantidades de plaguicidas llega a los ríos, como es el caso del herbicida glifosato. Su utilización masiva ha tenido como consecuencia el registro de mediciones superiores a los umbrales establecidos para garantizar la salud ambiental en prácticamente todas las cuencas hidrográficas ─Tajo, Miño-Sil, Cantábrico Occidental y Oriental, Duero, Guadiana, Cuencas Internas Andaluzas, Júcar y Segura─. Y también ocurre con los fertilizantes y los purines de la ganadería industrial, que incrementan la concentración de nitratos en el agua hasta tal punto que la hacen no apta para el consumo humano, como ha ocurrido en varios cientos de municipios.

Falsas soluciones

La vía que históricamente han utilizado los gobiernos para cubrir las crecientes demandas de agua en zonas con lluvias escasas y en épocas de sequía ha sido la construcción de grandes infraestructuras. El desarrollismo español franquista tenía como una de sus políticas de cabecera la construcción de numerosos embalses, que perseguían incrementar la oferta de agua para la agricultura, producir electricidad y contratar a las constructoras cercanas al régimen en condiciones lucrativas. Aumentar el acceso de agua a base de hormigón sigue en la actualidad considerándose la solución para los problemas de escasez. Así queda patente en la extendida alarma ante la falsa demolición de presas y en la reivindicación por parte de gobiernos regionales populistas de más embalses y trasvases para conseguir más agua. El problema es que es una política que ha fracasado a la hora de evitar la crisis en la que estamos actualmente, y cualquier infraestructura que se esté planteando en los últimos años no va a “crear” agua, sino negocio a las constructoras.

Aún con 1.225 grandes embalses[4] construidos, un récord mundial, se siguen exigiendo más a pesar de que los construidos en los últimos años se han mostrado ineficaces y algunos de ellos han sido directamente claros fracasos hidráulicos. Podemos hablar del embalse de San Clemente, en Granada, cuyo suelo permeable e imposibilidad de que el río sobre el que fue edificado pueda llenarlo lo ha hecho inservible. O el proyecto de embalse de Alcolea, en Huelva, que recoge aguas ácidas de la minería, que no es apto ni para el abastecimiento ni para el regadío. A la hora de plantear este tipo de infraestructuras hay que tener en cuenta que ya no están funcionando como almacenes o reservas de agua, sino que prácticamente se han convertido en estaciones de transferencia: el agua según llega se deriva a los regadíos. Se podría decir que estamos “viviendo al día” con el agua, y la razón es que la elevada demanda de la agricultura intensiva no puede ser satisfecha con el recurso decreciente que hay en el país. Si vivimos al día con el agua disponible, en el momento en el que se producen sequías se viven conflictos socioambientales como los que han tenido lugar en estos dos últimos años.

La inutilidad de las nuevas infraestructuras hidráulicas se puede explicar por la llamada espiral de insostenibilidad de las construcciones hidráulicas. Ante una situación de elevada demanda de agua, que no es cubierta con la disponible en cauces y acuíferos, se plantea la construcción de nuevos embalses y trasvases. Si estos proyectos se aprueban, lo que ocurre es que se generan nuevas expectativas y aumenta aún más la demanda. De esta forma, una vez construidas no llegan a cubrir las demandas, porque han crecido considerablemente desde el planteamiento del proyecto hasta su puesta en marcha. Un ejemplo paradigmático en este sentido es el trasvase Tajo-Segura: cuando empezó a funcionar, las demandas de agua para el regadío intensivo en la cuenca del Segura superaban en mucho el agua que llegaba.

La construcción de desaladoras y la modernización de las infraestructuras del regadío también han sido utilizadas para intentar sortear los límites del agua. La primera opción puede servir cuando hay mayor escasez, en una situación de elevada sobreexplotación de ríos y acuíferos o en territorios que no tienen más opción. El impacto ambiental de las salmueras sobre los ecosistemas marinos y el coste económico de su obtención limita mucho sus posibilidades.

La segunda ha conseguido reducir las pérdidas de agua en redes, pero ese volumen ahorrado se ha dedicado a intensificar y ampliar el regadío existente, siguiendo la misma lógica explicada en la espiral de insostenibilidad. Por no decir que favorece a las explotaciones con mayor tecnificación, dificultando aún más la supervivencia de las pequeñas producciones. Las infraestructuras y la modernización del regadío profundizan la insostenibilidad, pero son presentadas como soluciones para no abordar la cuestión central, y de gran complejidad, que permita afrontar la crisis del agua: el decrecimiento de su uso.

Claves para la transición ecológica en el uso del agua

Reducir el consumo de agua en las principales demandas requiere de acciones sociales y políticas en tres conflictos. Uno es el freno y desmontaje de los proyectos de grandes empresas inmobiliarias, turísticas, ganaderas y embotelladoras de agua mineral. Otro es el cierre de todos los pozos ilegales, para impedir que haya empresarios puedan robar varios millones de metros cúbicos anuales, como por ejemplo ocurre en el entorno de Doñana. Y el más complejo es la reducción del regadío hasta situarse en un nivel en que se pueda mantener el caudal ecológico de ríos y acuíferos, el abastecimiento de agua potable para la población y satisfacer de forma permanente esta demanda. Un equilibrio difícil, porque habría que prescindir de aproximadamente un millón de hectáreas de regadío existente para lograr un cierto equilibrio hídrico. La dimensión de la medida tiene, sin duda, una importante repercusión social y laboral.

La Mesa Social del Agua en Andalucía, un espacio de colaboración entre organizaciones ecologistas, sindicales, agrarias, ciudadanas y científicas, ofrece algunas claves a tener en cuenta. Entre ellas, la necesidad de definir prioridades en el decrecimiento del regadío con criterios ambientales y sociales, lo que podría plasmarse en el cierre de las explotaciones más intensivas y orientadas a la exportación. Por ejemplo, los olivares y viñedos en regadío intensivo, que, además, generan muy poco empleo. De hecho, el paso de olivar de secano a este formato de regadío reduce sustancialmente la mano de obra contratada. Igualmente, la reconversión de las hectáreas dedicadas a frutos rojos y frutas tropicales en Andalucía hacia explotaciones agrarias que puedan sostenerse con una cantidad de agua drásticamente menor. La reconversión que se plantea tiene que conseguir un empleo digno a jornaleras y jornaleros, para acabar con la situación de explotación laboral en la que viven actualmente. A la vez, hay que tener cuidado con las operaciones de cesión de derechos de agua que favorecen el mercadeo de agua. Si se reduce el agua que se consume, habría que evitar su venta a otros usuarios: necesitamos que su gestión no sea privada, sino pública.

Otra de las claves es planificar la reducción del regadío a través de un reparto social del agua, esto es, modular las dotaciones para que el agua disponible asegure la supervivencia de las explotaciones agroecológicas y de aquellas que son pequeñas y de baja huella hídrica. Con estas medidas, la idea es minimizar las situaciones en las que no exista disponibilidad de agua, una vez se mantiene el caudal ecológico y el abastecimiento a la población, para las pequeñas producciones. Y, en el caso de que se hayan recortado los usos más intensivos y de grandes empresas y aún así no haya agua para estas producciones familiares, podría afrontarse de manera participativa y colectiva cómo apoyarlas para evitar daños socioeconómicos.

Por el lado de la gestión del abastecimiento y saneamiento del agua, especialmente para evitar restricciones de agua a mucha población durante largo tiempo, se puede plantear la puesta en marcha de sistemas supramunicipales entre los principales sistemas metropolitanos y los pequeños y medianos municipios, para evitar que estos últimos sean más vulnerables a las sequías. Y en cualquier caso, blindar la función social y ambiental del agua sólo puede conseguirse con una gestión pública, transparente, con participación social en la toma de decisiones y rendición de cuentas.

Las medidas dirigidas hacia el decrecimiento/redistribución social del agua disponible deberían haberse puesto en marcha hace bastante tiempo, porque ya no hay recuperación posible tras la degradación o directamente desaparición de parte de los ríos, acuíferos, lagunas y humedales de nuestra geografía. Si no se pone freno a la sobreexplotación, el colapso hídrico que ya se está produciendo en algunas zonas puede extenderse a bastantes más territorios. La pérdida de estos ecosistemas no sólo tiene como consecuencia agravar la crisis de la biodiversidad, también se está destruyendo la naturaleza que provee de un bien básico para la vida humana. Sin los caudales ecológicos que de forma natural llevan los ríos y humedales no se puede disponer de agua de calidad para la alimentación y la salud pública. Y mucho menos para las actividades económicas. Con la desaparición de un humedal, y de la vegetación y fauna que habitan ahí, también deja de haber agua para las personas. La transición ecosocial en el uso de agua pasa, entonces, por aunar la conservación de los ecosistemas, la garantía del derecho humano al abastecimiento y saneamiento del agua y el reparto social del agua disponible para una agricultura y una ganadería agroecológica y familiar.

Notas:

Este texto forma parte de la colaboración entre ESPACIO PUBLICO y ECONOMISTAS SIN FRONTERAS. Fue publicado en el Dossier de Economistas sin Fronteras, número 52ª, invierno 2024.

[1] Yayo Herrero, Marta Pascual, María González Reyes y Emma Gascó, La vida en el centro. Voces y relatos ecofeministas, Madrid, Libros en Acción, 2019.

[2] Terreno que concentra el agua de escorrentía de las lluvias y deshielos a través de arroyos y ríos hacia un curso de agua principal que desemboca al mar.

[3] Es una cifra muy elevada y es sin tener en cuenta los retornos, es decir, el agua que vuelve a los cauces y acuíferos después de que es usada, y que en el caso del regadío es inferior al 10 %.

[4] Se considera gran embalse al que tiene una presa superior a 15 metros de altura. España es el país europeo que cuenta con más embalses y el quinto a nivel mundial.

Por fin, múltiples y unitarias manifestaciones

El sábado, 20 de enero, recorrió el Paseo del Prado una ola de solidaridad, de denuncia y de espanto, bajo el lema “Paremos el genocidio en Palestina”. Miles de personas mostraron el dolor y la rabia por la injusticia que sienten por la terrible violencia, por la masacre del pueblo palestino en Gaza.

La destrucción de las ciudades y los pueblos, de sus casas, escuelas y Hospitales, la terrible muerte diaria de cientos y cientos de niños y niñas, ancianos, mujeres, hombres que son enterrados envueltos en un sudario blanco abrazados por sus familias, niñas abandonadas que lloran su soledad por las calles…bajo las bombas, los disparos. Lo vemos cada día, en casa, en silencio, queriendo gritar contra un genocidio que ya ha provocado más de 26.000 muertos en estos meses. Y más de 6.700 enterrados por las ruinas. No es una guerra, es un genocidio.

Sevilla, Málaga, Granada, Gijón …fueron también otras de las ciudades en las que miles de personas acudieron a sus calles por esta convocatoria unitaria.

En Madrid se necesitaba esta manifestación unitaria y fuerte como ya se habían desarrollado en otras ciudades. Porque parece inhumano ver el espanto, sentir la indignación y no gritar y exigir que acabe. Volver a ver vagones de metro abarrotados como también lo estaban sus pasillos y salidas nos empujaban a la calle colectiva y airada. Nos reconocíamos.

Y también la poesía se duele: Una palabra para decir la muerte sin ahogarnos

Como también se han reconocido y encontrado voces de denuncia desde la poesía en 44 ciudades, en 10 países, a través de más de 1000 poetas que respondieron a la convocatoria Poesía por Palestina. Versos contra el genocidio realizada por el Colectivo de poetas de apoyo a Palestina.

Las ciudades que participaron fueron Alicante, Bilbao, Córdoba, Gijón, Logroño, Murcia, Santander, Tenerife, Toledo, Valladolid, Zaragoza entre otras; También se sumaron desde colectivos poéticos de Bélgica, Suiza, Argentina, Colombia, Chile, México, Perú, Uruguay, Venezuela.

El formato del encuentro, en espacios cerrados o abiertos, se concebía como un maratón de poetas desde las 10 de la mañana hasta las 22, doce horas de lecturas.

¿Quién y cómo organizó estos actos? La amistad, la militancia poética de un pequeño grupo lanza al agua una pequeña china y las ondas se van ampliando con el paso de los días y las palabras. Julio Mas Alcaraz, poeta, cineasta y productor, junto con el poeta y editor Paco Moral y Victor Gómez, poeta y miembro de una asociación de ayuda a los refugiados en Valencia, juntos, son ese primer círculo del que surge la idea. Ninguno es ajeno a actividades de promoción de la poesía. Paco ha organizado muchos actos públicos de lecturas poéticas a favor de los refugiados, contra la violencia a las mujeres… Por esta razón, sus contactos son “infinitos”. Alberto García Teresa, indispensable también en actos de poesía crítica, difundió desde este primer momento la idea y se unió al grupo. Todos ellos con sentido colectivo de organización y difusión. Enviaron un correo, un mensaje y la generosidad de los poetas para participar y colaborar se extendió por cada ciudad, creciendo como bola de nieve.

En Madrid, no quiero dejar de señalar a Belén García Nieto, Javier Gil, Jesús Bonilla y tantas otras, imposible nombrar a tantas personas que han realizado esas tareas en las que se echan horas y horas: han encontrado un local, el CSO La Ferroviaria, han definido la organización en todos sus detalles, tantos poetas en cada hora, cinco minutos cada uno. Han recogido las posibilidades de cada poeta según su disposición de tiempo y han preparado las listas y el orden. Y han puesto en marcha aquella intendencia que hace posible el éxito de los actos.

Más de 100 poetas han leído poemas, propios o no, en Madrid; muchos han dado voz a poetas palestinos. A lo largo del día han acudido a la escucha y acompañado a los versos más de 600 personas. Desde poetas muy reconocidos, otras con diferentes premios, aquellas voces que comienzan, las que mantienen un trabajo y unas ediciones constantes hasta aquellas que luchan para iniciar un proyecto editorial conseguir sacar adelante sus publicaciones. Todas juntas. El mismo grito, el mismo dolor, la misma ira,

La nana escrita por Carlos Piera y leída por Javier Gil Qué guapa en la cuna mi niña adorada/ para que la muerte cuando venga a verte te encuentre acostada/ cierra los ojitos vida de mi vida/ para que la muerte cuando venga a verte te encuentra dormida … duérmete rubí, a ver si la muerte, cuando venga a verte se me lleve a mí.

O los versos del más joven entre los poetas, Mario Obrero Es tiempo de guardar a todos en la memoria para que quienes no fueran de nadie sean también nuestros para expresar el dolor.

La voz de Rosana Acquaroni Gaza/fruto mortificado/ oigo a todos tus hijos/ látigos quebrantados/ en el nudo apretado de la noche. Carmen Crespo balbucea el dolor Algo que era/ algo como un alambre/ o una piedra/ o el recordatorio del padre muerto/ la premonición de quien no tiene nombre.

Las palabras de Antonio Crespo Massieu terminan revelando lo imposible de decir Habría que pedir/ que tal vez el viejo Dios del silencio/ dejara por fin la escena/ y como herencia nos restituyera/ una gramática del espanto/ y nos diera/ entre la emoción y el grito/ también entendimiento y palabra. / Una palabra para decir la muerte/ sin ahogarnos.

La intensidad de las últimas palabras leídas por Juan Carlos Mestre emocionaron hasta el dolor de las lágrimas, porque recogían nuestro grito silencioso:

Son los tanques frente a lo único verdadero, la vida, el valor absoluto, es la ruina moral de los actos de fuerza, la disimetría del conflicto, la violencia irrestricta contra la modesta condición de las víctimas. Llámalo como quieras, pero entiéndelo de una vez para siempre, no hay escuela en los cementerios, escrito está, escrito estuvo y escrito sigue en las Tablas: No matarás, no matarás, no matarás.

Una caja de resistencia

Organizaron una Caja de Resistencia, una Hucha, colocada en la pequeña barra de bar situada en el local. La gente colaboraba con dinero, con poemarios que se vendían en la entrada y cuya recaudación iba también a la hucha. 1.600 euros en una tarde y, sabiendo que la mayoría de poetas no son gente “de posibles”, era una cantidad apreciable.

Aquí entraba la colaboración con UNRWA Palestina, Agencia independiente de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina, financiada por contribuciones voluntarias que funciona desde hace 70 años. Ayuda a 5 millones de refugiados. Y en estos momentos atiende en los campamentos de Gaza a 1,4 millones de personas. Incluyendo las inmediaciones de los campamentos ayudan a 1,8 millones de personas. Han sido asesinados más de 152 trabajadores de UNRWA desde el 8 de octubre. Solo 6 de sus 22 centros de salud funcionan como consecuencia de los bombardeos.

Para colaborar con esta Caja de Resistencia se puede ingresar en la cuenta corriente de la Asociación colaboradora desde hace muchos años con UNRWA desde Valencia:

Valéncia és refugi
ES48 2100 3662 6422 0011 3462
Titular: Valéncia és Refugi. 
Concepto: Ayuda a Palestina

Para que este grito que nos estremece a todos se haga por fin realidad: NO MATARÁS, NO MATARÁS, NO MATARÁS

Desde el 18 de enero y hasta el 1 de marzo se puede visitar en la Quinta del Sordo (Madrid) la exposición fotográfica IDENTIDADES, una muestra que se propone mostrar la existencia de la migración provocada por cuestión de género, orientación e identidad sexual. Y reivindicar también el derecho de asilo por estos motivos, así como la creación de nuevos espacios colectivos que sean inclusivos y acaben con etiquetas, prejuicios y falsas creencias.

Y no es un tema baladí si tenemos en cuenta que en más de 70 países la homosexualidad está considerada como un delito que es castigado con severas penas de cárcel. Y que incluso en seis países la pena capital es el castigo prescrito en sus respectivos códigos penales para los actos sexuales consensuados entre personas del mismo sexo.

Esta situación es la causa que obliga a muchas personas a migrar, obligadas a abandonar sus países.

Foto de Sara Sda y Car Martín @estonovadefotos

La exposición ha sido preparada por Caleidoscopia una organización en la que sus fundadoras Carlota y Sara, entienden la fotografía como herramienta de transformación social. Por ello, se proponen mostrar al mundo al mundo realidades infrarrepresentadas de forma optimista para crear nuevos imaginarios colectivos inclusivos en los que tengan cabida todas las personas.

Así, Identidades ha realizado un proceso creativo colectivo en el que han participado personas que se han visto obligadas a abandonar sus países por no ceñirse a las normas de género. Y aportando sus propias imágenes, cada una de estas personas ha podido expresarse libremente a través del arte.

El resultado es una serie fotográfica impactante y tan ecléctica como las 7 personas que la protagonizan.

 

La idea de una transición ecológica justa aparece con fuerza en múltiples discursos políticos, económicos o mediáticos. En ocasiones se alude simplemente al cambio en las tecnologías energéticas, otras veces se apela al escurridizo y ambiguo concepto de sostenibilidad. Creemos necesario definir con nitidez a qué nos referimos cuando hablamos de transición ecológica para que la nebulosa conceptual no reste valor a los debates ni efectividad a las propuestas que de forma urgente se deberían acometer. Se trata de un cambio de tal calado que no es posible aspirar a realizarlo tomando atajos. No es un camino sencillo de recorrer y es preciso abrir debates en torno al mismo.

¿Por qué hablar de Transición Ecosocial Justa?

En 2022 se cumplió medio siglo desde la publicación del Informe Meadows sobre los límites al crecimiento y los escenarios de futuro que aquel informe planteaba son ya el presente. Es preciso reconocer que, tras decenios de retórica sobre el llamado desarrollo sostenible, los enfoques adoptados no han servido para resolver los problemas ecológicos y sociales. Más bien, desde entonces, los indicadores de crisis y destrucción de la naturaleza han venido empeorando sistemáticamente.

Comienzan a evidenciarse con intensidad las consecuencias de vivir bajo un orden económico, político y cultural antagónico con los procesos que sostienen la vida. Caos climático, escasez ligada al uso irracional de bienes finitos, vulneración de la protección social -que afecta asimétricamente en función de la clase, de la edad, del género, de la procedencia-, degradación y graves ataques a la democracia, recortes de derechos sociales y económicos, guerras, migraciones forzosas, extractivismo y expulsión…

Las reacciones al momento que vivimos son diversas. Por una parte, emergen en todos los continentes expresiones de una ultraderecha populista y negacionista que defiende explícitamente salidas autoritarias, misóginas, racistas y violentas. Por otra, se asiste, salvo excepciones, a un repliegue de las izquierdas y los progresismos. No solo porque su presencia disminuya en los gobiernos, sino porque sus políticas se derechizan. El genocidio televisado en Gaza y el abandono de las personas migrantes en las vallas de la Europa rica evidencian que el deterioro de los valores fundantes de los Derechos Humanos se extiende más allá de los límites que dibuja la ultraderecha. Palestina o el Mediterráneo ponen delante un espejo que deforma la mayor parte de la política europea.

Vivimos el tiempo, nos recuerda Isabelle Stengers, de la intrusión de Gaia [1]. La trama de la vida aparece, de forma y evidente, como agente económico y político con el que no se puede negociar. Hoy, lo que está en juego es la supervivencia en condiciones dignas de la mayoría.

Los seres humanos, queramos o no, tendremos que construir la vida en común en un contexto de contracción material. El decrecimiento es, por tanto, el marco físico en el que hay que desarrollar propuestas políticas que se centren en garantizar condiciones dignas de existencia. Habrá decrecimiento material de todos modos. Puede ser un contexto monstruoso que expulse masivamente vida humana o puede alumbrar sociedades libres, justas y democráticas. Para ello, es preciso orientar democráticamente la contracción material bajo el principio de suficiencia, la redistribución de la riqueza y la prioridad radical de sostener las vidas concretas, dignas y con derechos.

Ni el presente ni el futuro están predeterminados ni escritos. Tenemos medios, capacidad y potencialidad para poner en marcha un proyecto que salga de la trampa que obliga a elegir entre economía o vida. Un proyecto político que no rehúya ni disfrace la realidad, no deje a nadie atrás y permita mirar el presente y el futuro con compromiso y esperanza.

Las reflexiones y propuestas que se realizan a continuación no son solo de la autora del texto, son el fruto de un proceso de trabajo colectivo que involucró a casi doscientas personas y que tuvo como resultado el documento de Transición Ecológica Justa para la elaboración del proyecto país de la plataforma Sumar. Este proceso se realizó a petición de Sumar y, junto con otros treinta y tres documentos, iba a constituir la base para la dicusión y elaboración de un proyecto de país a diez años. La convocatoria de elecciones anticipadas detuvo este proceso y las propuestas posteriores, en mi opinión, no responden al enfoque que se propuso. Sin embargo, el resultado del trabajo que se hizo tiene valor en sí mismo y constituye una base desde la que poder repensar cómo organizar la vida en común en este siglo crucial para el futuro de los seres humanos.

En un contexto de profunda crisis ecosocial, ¿qué es la Transición Ecosocial Justa?

Para que la idea de sostenibilidad sea útil políticamente hay que plantearse qué es lo que hay que sostener. Corremos el riesgo de que la lucha contra la insostenibilidad o la forma política de abordar el inevitable decrecimiento de la esfera material de la economía -tanto por la escasez inducida de bienes como por la necesidad de frenar el agravamiento del cambio climático- se centre solo en indicadores de emisiones de gases de efecto invernadero o tasas de retorno energético y olvide que lo que queremos sostener, además de la vida en su conjunto, son las vidas cotidianas, concretas y vulnerables.

Judit Butler señala cómo la violencia se expresa con brutalidad cuando la sociedad se comporta como si las vidas que se pierden o sufren no merecieran ser lloradas. Siendo capaces de llorar cada vida perdida, la idea de urgencia ecosocial se amplifica. Es urgente frenar el deterioro ecológico, pero también detener las muertes en el Estrecho, el genocidio en Palestina, los feminicidios o el sufrimiento que causa el miedo, el desamparo, el hambre, los suicidios de jóvenes o la falta de techo. No son cosas incompatibles y encajarlas de forma natural en nuestras propuestas es clave para lograr un movimiento amplio y lleno de sentido para mayorías.

Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, la Transición Ecológica Justa es el camino que hay que recorrer para aspirar a mantener vidas dignas de forma generalizada. Cierto es que quienes tienen más de lo que les corresponde han de aprender a vivir con menos energía, minerales o bienes materiales, pero si pensamos en vidas con derechos básicos, económicos y sociales, cubiertos, vidas con tiempo propio disponible, derecho al descanso, cuidados compartidos y riqueza relacional, la vida de la mayoría será, sin duda, más segura.

Llamamos Transición Ecológica Justa al proceso compartido, planificado y deseado de reorganización de la vida en común, que tiene por finalidad la garantía de existencia digna para todas las personas y comunidades, con plena consciencia de que ese derecho ha de ser satisfecho en un planeta con límites ya superados, que compartimos con el resto del mundo vivo y que estamos obligados a conservar para las generaciones más jóvenes y las que aún no han nacido.

Hacerse cargo de la crisis ecológica y, simultáneamente, garantizar las condiciones de vida de todas las personas implica tener en cuenta siete ideas clave interrelacionadas: la idea de límite (relacionada con el ajuste a la realidad material de nuestro planeta), la de necesidades (que reconoce a los humanos y humanas como interdependientes), la idea de redistribución (que nos permite pensar en la satisfacción de necesidades para todas las personas en un contexto de contracción material), la idea de democracia (que pone en el centro el establecimiento de debates y la llegada a acuerdos para conseguir esa transición), la idea de urgencia (que llama la atención sobre la dinámica acelerada de la crisis ecosocial y sus consecuencias), la de precaución (que tiene en cuenta que la transición se llevará a cabo en un contexto plagado de contingencias imprevistas) y la idea de imaginación (crucial para construir horizontes de deseo compatibles con el contexto ecológico en el que han de ser materializados).

Las crisis ecológica y social son dos caras de la misma moneda. Ha llegado el momento de asumir que, mientras las propuestas y “políticas verdes” sigan ancladas al viejo paradigma, no es posible iluminar caminos alternativos. Ya no se puede dilatar en el tiempo la puesta en marcha de transformaciones que corrijan las tendencias de fondo descritas, que traten de evitar los escenarios más duros que proyectan los diferentes estudios y diagnósticos, que se adapten a los cambios que han llegado para quedarse y que tengan como prioridad la garantía de derechos y la cobertura de necesidades.

Este proceso político debe cumplir, a la vez, los siguientes objetivos:

Garantizar que todas las personas y comunidades puedan disfrutar de una vida segura y digna compatible con la restauración y preservación de sus entornos sociales, naturales y territoriales.

Sin justicia no habrá transición ecológica. Si las personas se ven obligadas a elegir entre supervivencia económica en el corto plazo, y supervivencia ecológica y económica en el medio plazo, se priorizará la primera opción, volviendo cada vez más inviable la segunda. Pero sin una política que gestione la escasez inducida por una economía que desborda los límites, con principios de suficiencia y redistribución de la riqueza, será el mercado el que racione, generando cada vez más desigualdad e insostenibilidad. El desafío político es, por tanto, asegurar una vida materialmente segura, digna y percibida como vida buena, a la vez que se adaptan los metabolismos económicos a la realidad de un planeta desbordado y en proceso de cambio.

Reducir la huella ecológica del sistema económico para compatibilizar la cobertura de las necesidades sociales con las biocapacidades locales y globales y el abordaje del cambio climático.

El modelo productivo y reproductivo de nuestro país habrá de reorientarse de modo que la huella ecológica del conjunto decrezca, sea resiliente ante el caos climático y la emergencia ecosocial y cubra las necesidades sociales. El cambio deberá estar orientado por una política general de gestión integrada de la demanda en el uso de recursos básicos (energía, agua y materiales) que se articule sobre dos elementos: la eliminación del despilfarro a través de medidas de reducción (lo que significa evitar incrementar la capacidad, aunque sea con fuentes renovables, sin haber reducido previamente y de forma sustancial el consumo de combustibles fósiles) y la transformación hacia el diseño y uso en origen de materiales reutilizables (en un contexto de contracción).

Hablar de reconversión industrial inquieta después de haber vivido el desmantelamiento de sectores enteros sin alternativa para las personas trabajadoras, pero es preciso tener en cuenta que los sectores que hoy se encuentran en la cuerda floja no lo están porque se hayan introducido restricciones de carácter ambiental, sino por haberlos hecho crecer de forma irracional y por su extrema dependencia de minerales y energía declinantes y del cada vez más complicado suministro, porque se ven afectados por el cambio climático o porque van siendo menos rentables y por tanto abandonados por los inversores.

Sería un error inyectar recursos que hacen falta para transitar a otro modelo en apuntalar el actual modelo productivo durante un poco más de tiempo, y no dedicar dichos recursos a hacernos cargo de las personas que trabajan en ellos. Los sectores económicos tienen sentido por su utilidad social. A la hora de pensar en las transiciones justas, es preciso recordar que hemos de proteger personas, y eso no es exactamente lo mismo que proteger los sectores en los que trabajan.

Adaptar el universo del trabajo y empleo a las circunstancias de la crisis ecosocial y al servicio de la Transición Ecológica Justa.

La necesidad de acoplar la economía a los límites ecológicos tenderá a reducir el empleo en algunos sectores, pero también a aumentarlo en otros, sobre todo si se incorporan todas las tareas que exige una transición ecosocial y trabajos socioeconómicos ligados a la satisfacción de las necesidades que implica una vida digna.

Sacar de las lógicas de mercado la satisfacción de las necesidades básicas y desacoplar su garantía del empleo es de gran importancia a la hora de conseguir la transición del modelo productivo.

Desplegar procesos que acometan las situaciones de contingencia y urgencia derivadas de los efectos de la crisis ecológica y climática.

Todo hace pensar en la posibilidad de vivir momentos de sobresaltos y urgencias derivados de eventos climáticos, crisis económicas o de suministros, pandemias o tensiones geoestratégicas. Ante ello, y en aplicación del principio de precaución, es preciso avanzar en dos frentes. Por un lado, planificar lo que ya se conoce, para no tener que tratar como contingencia y con urgencia cuestiones que ya son tendencia estructural y se pueden trabajar con anticipación. Por otra, establecer programas de gestión de riesgos, establecer reservas de recursos y legislar para proteger a la población de lo que sí son circunstancias inesperadas o sobrevenidas.

Detener los principales procesos de destrucción ecológica, restaurar y favorecer la resiliencia de los ecosistemas clave del país y proteger la vida animal.

El despliegue de estrategias vinculadas a la Transición Ecosocial Justa crea un marco favorable para desplegar un programa ambicioso de protección de la bodiversidad y de recuperación y restauración de los ecosistemas clave en las próximas décadas, tales como el suelo, los bosques, las masas de agua dulce, los litorales y las áreas marinas marinas, los ecosistemas litorales, las zonas áridas o los agrosistemas.

El respeto a las formas de vida no humana y la protección de las mismas constituye un reto fundamental. Hay que eliminar el sufrimiento animal y ello comporta cambios sustanciales en la alimentación, en el vestido y el rechazo a la tauromaquia y a los festejos en los que se produce la tortura y matanza de animales.

Transitar hacia modelos territoriales justos y sostenibles que generen nuevas relaciones de cooperación entre los mundos urbanos, rurales y naturales.

La transición requiere una nueva relación con el territorio. La ordenación del mismo desde la escala biorregional puede permitir planificar las transiciones a partir de una mirada integral que reconecte las ciudades, los medios rurales y los espacios naturales.

Existen desafíos enormes en torno a los modelos de ciudad, en la actualidad altamente insostenibles y a la vez muy vulnerables, y de la transición justa en los medios rurales, con respeto y escucha al tejido social que los habita, de modo que resulten a la medida de las necesidades de las personas que viven en ellos.

La transición territorial descansa sobre comunidades que deben fortalecerse y cohesionarse.

Invertir en investigación y tecnociencia orientada a resolver los retos que plantea una Transición Ecosocial Justa.

Se requiere reorientar la investigación y la tecnociencia de modo que se ponga al servicio de la transición y se centre en la búsqueda de soluciones de bajo impacto ecológico, extensibles a todas las personas, fáciles de implementar y comunitarias. Hacen falta conocimiento e investigación que apoyen los propósitos de  transición justa y ajuste a los límites biofísicos en todas sus dimensiones: energética, industrial, arquitectura, transporte, etc.

Construir un soporte económico y financiero que haga viable la Transición Ecosocial

La construcción de un sistema de financiación público y robusto es crucial. En sociedades que producen dinero a una enorme escala, no se puede decir que no hay recursos para financiar una TEJ. Es una cuestión de prioridades y de redistribución.

El desarrollo de una fiscalidad verde y progresiva, la banca pública, la persecución del fraude… Una cuestión clave es dejar de financiar lo insostenible. Los recortes deben centrarse en aquello que se quiere eliminar y que contribuye a profundizar los problemas, y se debe denominar inversión a lo que sirva para apuntar hacia el horizonte que hemos descrito como meta.

La formulación de objetivos puede plantearse sin demasiada dificultad, pero supone una profunda transformación política, económica, cultural y ética que afecta a todas las esferas de la vida social. Afecta a todas las escalas territoriales y de convivencia: el hogar, el barrio, la comunidad local, el área metropolitana, la región, el estado, la escala supranacional, los movimientos sociales, las empresas, etc. Exigirá gestionar los limites, blindar derechos, reorganizar los tiempos y reordenar el territorio, establecer deberes, aprovechar los esfuerzos ya realizados en materia de política pública y el conocimiento de quienes los han realizado, cuestionar privilegios, repartir con justicia los esfuerzos y transformar costumbres e imaginarios arraigados.

Este proceso no puede hacerse de arriba a abajo sin correr el riesgo de caer en dinámicas autoritarias,  generar una respuesta social de oposición o caer en la irrelevancia y en el mero discurso verde, así que la transición debe construirse a partir de un proceso participativo y deliberativo real que le dote de legitimidad, fortalezca y apuntale las prácticas democráticas e implique una importante transformación de prioridades, deseos y valores.

Requiere de una proyección que maneje el corto, medio y largo plazo. Hay muchos problemas sociales que no pueden esperar a ser resueltos, y, cuanto más avance la crisis ecológica, más se restringen las opciones y oportunidades de actuación. Deben percibirse mejoras y beneficios desde el primer momento y a la vez ofrecer horizontes esperanzadores y desarrollar  compromisos con el legado que dejaremos a nuestros nietos y nietas.

Se precisa tener un enfoque integrador que permita gestionar límites globales y establecer prioridades, reconversiones y reducciones en muchos campos. Si se planifica la política económica, la energía, la agricultura, el transporte, la vivienda, el turismo, la educación, la fiscalidad o los servicios públicos por separado y sin atender a los objetivos para la Transición Ecosocial Justa, esta no funcionará.

Por último, hay que asumir que hoy los imaginarios sociales, especialmente en los países más ricos, se inscriben en los paradigmas del crecimiento, el consumo y los proyectos de vida individualizados, y que, sin un amplio apoyo social, es evidente que no se podrán abordar en profundidad y con urgencia los cambios necesarios. Es más, en situaciones de dificultad, la demagogia, la frustración y la proliferación de las opciones populistas y autoritarias podrían verse fortalecidas, tal y como ya está sucediendo en algunos países europeos.

La Transición Ecosocial Justa requiere abordar la disputa de la hegemonía cultural y no es tarea pequeña. Supone nada menos que reorientar los conceptos hegemónicos de producción y bienestar, seguridad y libertad, hacer visibles los límites negados, reconocer la vida humana como ecodependiente, frágil y necesitada de cuidado y protección y explicar de forma convincente, serena y motivadora la situación de emergencia y la necesidad de transformación.

El gran reto es la reorientación de las aspiraciones y deseos de una buena parte de la sociedad. La propia crisis ofrece posibilidades y resquicios desde los que impulsar este cambio cultural. Estos momentos abren oportunidades para introducir debates y defender el cambio y la audacia. Hasta el momento, las crisis han sido mayoritariamente usadas para aplicar la doctrina del shock; quizás con anticipación y preparación podamos aprender a convertirlas en palancas de seducción para la Transición Ecosocial Justa.

Notas:

Este texto se basa en el trabajo coordinado por el Foro de Transiciones para dar respuesta a la pregunta formulada durante el proceso de reflexión que condujo a la conformación de la plataforma electoral Sumar. El trabajo trataba de responder al encargo de proporcionar criterios para la construcción de un proyecto-país a diez años vista desde la perspectiva de la Transición Ecológica Justa.

Este texto fue publicado en el Dossier de Economistas sin Fronteras, número 52ª, invierno 2024.

[1]Stengers, Isabelle (2017), En tiempos de catástrofes. Cómo resistir la barbarie que viene, Ned Ediciones, Barcelona.

Si quisiéramos resumir el declive político y moral en el que se encuentra el mundo, sin duda que habríamos elegido “Gaza” como la palabra y el sitio que mejor lo representa. Sería “Gobierno progresista” si quisiéramos destacar un actor que simbolizara la verdadera excepción que representa España en estos momentos, capaz de caminar contracorriente, a favor del progreso social en un contexto de presión creciente de las reacciones ultraconservadoras. Pero, si queremos resaltar aquella idea persistente que creemos simboliza el dominio neoliberal sobre la sociedad, aquello que ha motivado nuestro trabajo desde la Fundación Espacio Público en 2023, esa sería meritocracia.

Autoayudas y coaching, por un lado, y por otro, youTubers, tictokers e influencers representan nuevos modos de ganarse la vida que han actualizado y puesto al día la meritocracia como principio definitorio de la vida de nuevas generaciones. Con otras voces y acentos, las “enseñanzas” con las que nos desayunamos todos los días insisten que, aunque estés entre los desafortunados en la lotería social y genética, si sabes lo que quieres, te levantas muy temprano y te esfuerzas mucho, no habrá obstáculo que te impida conseguir aquello que te propongas: sea lo que sea.

El éxito no exige estudios particulares ni una preparación especial, solo voluntad, decisión y autoconvencimiento. Y si uno cae, debe saber levantarse. No se necesitan especiales aptitudes para llegar a la meta, solo las habilidades que se adquieren en la lucha por la vida y las actitudes que definen al ganador.

La meritocracia se cuela una y otra vez como principio de organización y gobernanza social. Tratándose de un tema tan central, sobre el que pensamiento progresista báscula con voces a favor y en contra, merecía una dedicación especial. Y la Fundación Espacio Público configuró un programa ambicioso en consonancia con la importancia del asunto.

El título elegido para el programa se presentó en forma de pregunta “Meritocracia: ¿un principio conservador o progresista?” lo que indica ya un enfoque abierto que necesitaba organizarse suficientemente para abordar, con la profundidad y la diversidad que merece.

Coordinado por Pedro González de Molina, profesor de Geografía e Historia, el programa se inició con un debate on line que abarcó los seis primeros meses de 2023 en el que participaron 23 expertos del ámbito académico, periodístico, de la educación, de la sociología y de las ciencias políticas, con artículos de gran calado y calidad que siguen accesibles desde aquí. Y concluyó con un acto y debate presencial el 27 de junio clausurado por la directora de Público, Virginia Pérez Alonso.

La ponencia principal estuvo a cargo de Carlos Gil, Doctor en Ciencias Políticas y Sociales por el Instituto Universitario Europeo (Italia), con la tesis Cracking Meritocracy from the Starting Gate (2020), premiada por el European Consortium for Sociologial Research (ECSR).

El planteamiento del debate

El centro sobre el que pivota el análisis es preguntarse cómo interactúan el concepto y la práctica de la meritocracia con el principio de igualdad de oportunidades sobre las estructuras, progresivamente desiguales, de nuestra sociedad.

Para ello se señalan dos líneas de interpretación de la meritocracia que conviene no confundir: aquella que la define como mecanismo de selección en el que la asignación de las posiciones y recompensas se basan exclusivamente en el mérito del individuo. Y, de otra, la meritocracia como ideología cargada de (pre)juicios morales, convertida, de facto, en el caballo de Troya del liberalismo extremo y la legitimación de desigualdades.

Mientras la izquierda considera que el mérito como categoría de selección solo sería posible en un contexto de igualdad de oportunidades, el mensaje neoliberal tacha ese esquema como mera excusa porque, cada uno por separado, dispone ya de suficientes recursos para superar las dificultades del camino. El mensaje es, tú mismo tienes ya la solución para tus problemas y para superar las dificultades que encuentres. Y si no lo consigues, tú eres el culpable.

Si el mérito es un asunto individual y privado, el fracaso también. Es evidente que, asumido ese marco mental, no cabe responsabilizar de tu situación a las estructuras sociales ni al peso asfixiante de una explotación que ningunea a las mayorías y las conduce a sobrevivir de forma precaria.  Si no lo consigues, podrás culparte solo a ti mismo por tus malas decisiones y por tu falta de habilidad, empeño o carácter.

Meritocracia y autoculpabilidad van de la mano. Y también la explosión de las enfermedades mentales como signo de nuestro tiempo. La sublimación del mérito pasa a ser, entonces, una deriva maldita hacia los infiernos.

Principales conclusiones del análisis

La meritocracia nace en las revoluciones burguesas como oposición a la herencia aristocrática

Pedro González De Molina, señala un primer contexto histórico rastreando “en el protestantismo, trazas que son similares al discurso meritocrático, especialmente en la doctrina calvinista de la predestinación”. En esta doctrina una persona sabe que ha sido predestinado a salvarse porque tiene éxito en la vida “lo que es una señal de salvación por Dios, que es quién incita al hombre a tener una vocación profesional.”

Y recuerda que Max Weber observó en esta ética del trabajo duro y el estilo de vida frugal uno de los impulsos del desarrollo capitalista. Lo que hoy conocemos como meritocracia es también un discurso de recompensas y castigos, pero es otra “divinidad”, el mercado, el encargado de sancionarlas.

François Dubet, sociólogo francés y profesor en la Universidad de Burdeos, conecta también el nacimiento de la meritocracia con el poder creciente de la burguesía y “con las revoluciones democráticas que afirman que los individuos son libres e iguales en derechos, y deben poder acceder a todas las posiciones sociales en función de su mérito y utilidad. El mérito es un principio meritocrático nacido de la abolición de los privilegios del nacimiento”.

“La meritocracia -señala- ha estado más presente en los EEUU, una sociedad más abierta sin herencia aristocrática” mientras en Europa, donde el peso de la historia y de las aristocracias es mayor, ese canal es más estrecho y solo algunos individuos excepcionalmente meritorios podían acceder a las élites.

Por lo mismo, afirma afirma Carlos Gil, autor de la ponencia que ha abierto el debate, que el sueño meritocrático americano se parecía, en su origen, “más a la utopía socialista sin clases sociales que a las sociedades capitalistas de alta desigualdad de ingresos y riqueza heredada en las que vivimos hoy”. El sueño americano ofrece hoy una visión tremendamente distorsionada de lo posible “que no refleja los altos niveles de desigualdad realmente existentes”.

Meritocracia: un principio progresista desnaturalizado por la hegemonía neoliberal

De acuerdo con Dubet, ”el principio meritocrático es indiscutiblemente de izquierdas” pues actúa “contra la discriminación en nombre de la igualdad. Por lo tanto, es correcto luchar por la igualdad de oportunidades meritocráticas y luchar contra la discriminación”.

“Todo el problema viene de los efectos de este principio”. Efectivamente en la medida en que se asume que las becas y la educación pública garantizan unas mínimas oportunidades de origen o se popularizan los casos excepcionales en los que algunas personas llegan a lo más alto por sus méritos, es más fácil asentar la idea de que “las desigualdades finales son justas”.

Como explica Carlos Gil en su ponencia: “Poco a poco, pero sobre todo desde los años 80, la meritocracia sufrió una dulce metamorfosis hasta derivar en un sistema ideológico que justifica las desigualdades y pone el foco en la responsabilidad del individuo”.

De modo que, “en lugar de una sociedad eficiente y justa, la meritocracia derivó en una tiranía cruel y despiadada con los menos afortunados”.

La gestión del resentimiento de los perdedores alimenta la extrema derecha

Antonio Gómez Villar, profesor de Filosofía en la Universitat de Barcelona (UB), destaca en su intervención el comportamiento de la clase media ante la creciente sensación de ver frustradas su aspiración al ascenso social: “La clase media siempre consideró que los de arriba están en su legítimo derecho de estar arriba. Es una lógica de su adecuación a un sentido platónico de la justicia”, que incluye “el derecho natural a ser ricos y poderosos y el derecho a ser pobre. No cuestionan los privilegios de los ricos porque confían ciegamente en la correspondencia entre esfuerzo y recompensa. Y porque el sueño de la clase media es aspiracional: ellos también pueden llegar ahí; con esfuerzo, pueden llegar a ser lo que quieran”

La cuestión es cómo metabolizan el fracaso porque si los vencedores deben su éxito sólo a sí mismos, es evidente que los vencidos deben sus fracasos sólo a sí mismos.

Dubet resalta cómo, a partir de un determinado momento, funciona la cadena de desprecios hacia arriba y hacia abajo y como se convierte en una acción política que pivota sobre la idea de mérito y merecimiento. Una vez asumida la ausencia de expectativas, “el resentimiento se convierte en emociones políticas fundamentales. Son hostiles a las élites que tienen todo el mérito y hostiles a los perdedores que no tienen ningún mérito”. Porque son despreciados por los que están arriba, desprecian a los que están debajo, los más pobres, los desempleados, los extranjeros… El electorado de Donald Trump, pero también el de Bolsonaro y la extrema derecha europea, son la expresión de estos sentimientos de ira populistas.

La conexión entre meritocracia e igualdad de oportunidades

La enseñanza y el sistema educativo ha sido considerada siempre como el espacio principal donde se juega el principio de la igualdad de oportunidades. No en balde, como nos recuerda Carlos Gil, “el término meritocracia se acuñó como una crítica a la reforma del segregador sistema educativo inglés de 1944, que introdujo la diferenciación temprana de itinerarios curriculares —el equivalente español del bachillerato o formación profesional— basada en una prueba de cociente intelectual a los 10 años”.

Pedro Mellado, profesor en la Universidad Rey Juan Carlos y miembro del colectivo DIME, vincula estrictamente la meritocracia con la igualdad de oportunidades. “Los datos indican que, si tu origen socioeconómico influye de manera significativa en las posibilidades de abandono escolar, entonces no hay igualdad de oportunidades. Y si no hay igualdad de oportunidades, no se puede hablar de meritocracia”.

La cuestión es que ni hay forma de evaluar el mérito como factor aislado de otras circunstancias sociales ni hay forma de medir cuando se alcanza realmente el momento de la igualdad de oportunidades. Y entonces el espacio para lo subjetivo y la deformación ideológica se agranda. Y la igualdad de oportunidades y la evaluación del mérito se convierten en palabras vacías, incapaces de ser medidas.

Efectivamente, como insiste Carlos Gil “el esfuerzo solo podría justificar desigualdades entre personas que han nacido en las mismas circunstancias de clase y, como no podemos cuantificar todas estas circunstancias, quizá podríamos centrar nuestros esfuerzos en ofrecer más oportunidades en lugar de juzgar quién merece qué antes de ofrecerlas”.

En otras palabras, que hay que centrarse en implementar políticas públicas de redistribución económica, así como de refuerzo de los servicios públicos, para que aproximarnos a la meta en la que todas las personas tengan acceso a desarrollar su vida en las mismas condiciones. Mientras tanto, “la igualdad de oportunidades no existe, son nuestros padres”.

El territorio sanciona y agranda las desigualdades de clase

La meritocracia es una filosofía global que impregna mentes de todos los territorios y continentes. Los países del sur de Europa son acusados por los ricos del Norte de sus desequilibrios macroeconómicos por no trabajar lo suficiente.  Los pobres del mundo, hambrientos y desheredados, son acusados de ser responsables de su situación.

Ante esa evidencia, José Ariza de la Cruz, Doctorando en Sociología urbana por la UCM, afirma que: el territorio socava la meritocracia. No solo entre países. No solo entre ciudades. También dentro de estas. Vivir en un barrio o en otro afecta a nuestras posibilidades de ascender socialmente, independientemente de la renta de nuestros padres o nuestras características sociales”.

Viviane Ogou, investigadora de las relaciones UE-África y el Sahel, refuerza este aspecto mediante la conexión entre desigualdad territorial y racismo: “Hemos comprado un discurso invasivo que nos dice que tenemos que ser mejores unos que otros. Un sistema jerarquizado, basado en el capitalismo racial y con mucha violencia estructural a las comunidades del sur global”

Y concluye: ”es imposible que exista la meritocracia. Y aunque se diera la igualdad de condiciones, ¿para qué competir?”. El objetivo del ascenso social es un mito y una farsa. “Se trata de organizarnos para tener la mejor gestión social posible”. Solo de ser más libres.

He asumido la tarea de sintetizar las conclusiones de este debate realizado en el año 2023, en mi calidad de nuevo director de la Fundación Espacio Público, función que acabo de asumir. No he sido responsable, por tanto, del extraordinario trabajo coordinado por Pedro González De Molina, bajo la dirección de Orencio Osuna, anterior responsable de la Fundación, a los que felicito afectuosamente.

Para seguir profundizando, recomiendo la lectura de:

Ponencia inicial de Carlos Gil: https://espacio-publico.com/la-meritocracia-un-principio-conservador-o-progresista.

Entrevista a François Dubet:  https://espacio-publico.com/francois-dubet-la-meritocracia-es-un-principio-justo-cuyos-efectos-pueden-ser-injustos

La meritocracia educativa, el rearme ideológico neoliberal. Pedro Mellado: https://espacio-publico.com/intervencion/la-meritocracia-educativa-el-rearme-ideologico-neoliberal.

La importancia del territorio para comprender la meritocracia. José Ariza de la Cruz: https://espacio-publico.com/intervencion/la-importancia-del-territorio-para-comprender-la-meritocracia

Meritocracia contra la casta señorial. Xavier Martínez-Celorrio: https://espacio-publico.com/intervencion/meritocracia-contra-la-casta-senorial.

Crisis de las clases medias. De la promesa meritocrática al resentimiento existencial. Antonio Gómez Villar: https://espacio-publico.com/intervencion/crisis-de-las-clases-medias-de-la-promesa-meritocratica-al-resentimiento-existencial.

El mito de la meritocracia: en busca de un bien común decolonial de Viviane Ogou: https://espacio-publico.com/intervencion/el-mito-de-la-meritocracia-en-busqueda-de-un-bien-comun-decolonial.

Estoy seguro que tendremos muchas oportunidades de seguir en contacto.

¿Llegará un momento en el cual lo que tenga peso en la vida política y ocupe el primer plano de los debates sean propuestas de cambio económicas, sociales y culturales para hacer frente a los descomunales problemas que padece la humanidad?

Esperemos que sí, porque resultan decepcionantes y frustrantes las batallas vacías de contenido entre personas y grupos sin otro objeto que no sea el de dañar al competidor, con la única ambición de disputarle espacio dentro de las instituciones. Son rifirrafes particularmente lamentables cuando se producen entre representantes de formaciones hipotéticamente comprometidas en la defensa de los Derechos Humanos y de la igualdad. Parecen incapacitadas para generar esperanzas en un futuro de buena vida y de apoyo mutuo entre personas.

Las lideran individuos a menudo autoritarios, acompañados por grupos que buscan la hegemonía, pero que no contraponen ideas sino agravios, descalificaciones, reproches, acusaciones de deslealtad, desacuerdos puntuales sobre tal o cual cargo o lugar en una lista y, en el mejor de los casos, discusiones sobre la oportunidad de cualquier gesto o decisión burocrática, a menudo acompañadas de insultos. En este contexto los protagonistas se sienten autorizados para intercambiar favores con adversarios o para llevar a cabo cualquier tipo de maniobra por sorpresa en contra de anteriores aliados. Y actúan de esa manera como si fuera lo más natural del mundo. Actos que consideran consustanciales con la vida política y que a menudo justifican en base a no se sabe qué supuestas «discrepancias estratégicas».

¿Estrategias?

¿A qué líneas estratégicas se refieren? ¿Estrategias para llegar a qué estado de cosas?

Los diferentes bandos de la izquierda que se reivindica «transformadora» repiten desde hace tiempo que lo que pretenden es «mejorar la vida de la gente». No se puede restar importancia a la subida del salario mínimo, ni a la nueva promesa de mejora de estos sueldos, ni al incremento temporal del subsidio por desocupación, ni la anunciada reducción de la semana laboral a 37’5 horas, que habrá que considerar como una conquista histórica cuando se apruebe.

Y hay que reivindicar como victoria indiscutible la ley del «solo sí es sí», a pesar de que partidos diferentes han hecho todo lo posible para desacreditar a las autoras de la iniciativa, a propósito de algunos detalles sobre la aplicación de la norma, y han dejado en segundo término el comportamiento que exige la misma.

Hay que celebrar también y sin dudar la toma en consideración de la anunciada ley de Amnistía por parte de la mayoría en el Congreso de los Diputados. Ahora hemos de esperar a que se apruebe y se aplique, y entonces se podrá medir hasta qué punto se avanza en el respeto de libertades y derechos elementales, entre ellos el de expresión, el de manifestación y el de autodeterminación de los pueblos.

La vida de la gente también mejorará si los permisos de paternidad y maternidad tienen más duración. ¿Qué duda cabe?

No entraremos en este artículo en temas tales como la eficacia de la reforma de la reforma laboral, que los ‘progresistas’ habían asegurado que derogarían, ni en lo que supone la sustitución de contratos temporales por fijos discontinuos. No insistiremos tampoco en otras promesas olvidadas como la eliminación de la ley mordaza, que para vergüenza de cualquier demócrata bautizaron como ‘Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana’.

Convendría reflexionar a fondo sobre el poder de seducción de las instituciones, que empuja a “defensores de valores republicanos” a acoger con aplausos a la familia real, a la vez que ningunean o criminalizan a quienes se pronunciaron o pronuncian en favor del fin de la monarquía y de la proclamación de una República.

Instituciones que obligan a mirar hacia otro lado cuando se produce una matanza como la de Melilla, o a votar a favor del incremento de los presupuestos de Defensa, o a hacerse corresponsables de un Gobierno que mantiene relaciones diplomáticas con un Estado genocida como el israelí.

Brutalidad sin límites

Cualquier formación política o gobierno que se diga de izquierdas, o progresista, o como le quieran llamar, en el ámbito internacional, tiene que romper relaciones con el Estado sionista, responsable del asesinato masivo de palestinos, de la destrucción de sus poblaciones y de la expulsión de su tierra.

Seguro que habrá que esforzarse en levantar el nivel de conciencia sobre estas y otras muchas expresiones de brutalidad, pero en estas notas intentaremos escribir en positivo, con todo el respeto hacia los ‘progresistas’ defensores de las reformas del régimen actual y que prometen más del mismo. No podemos dejar de recordar las multitudes que en la década pasada y en otras más lejanas vivieron animadas con la posibilidad de conseguir un cambio social, para hacer realidad la democracia, económica y política. No nos conformábamos con las migas. Queríamos el pan entero, decíamos.

Ahora se ha extendido una nueva ola de escepticismo y desafección en relación a la vida política, pero aun así podemos atrevernos a recordar, en negro sobre blanco, una sintética lista de posibles ámbitos de actuación en las raíces del sistema, porque sobran los motivos para pensar en una manera alternativa de vivir y convivir.

Conviene que se explique la nueva legislación y la acción del Ejecutivo pero quien aprueba y aplica la normativa tiene que evitar la autocomplacencia, porque resulta insultante para todo aquel que padece el castigo ‘de la mano invisible del mercado’ en cualquier ámbito de la vida propia y ajena.

Tendría que parecer necesaria, conveniente, sensata y realista, por ejemplo, la renuncia al comercio de material bélico y la sustitución de las fábricas de armamento por centros civiles de investigación, ¿verdad?

Resulta perfectamente imaginable también que los estados del norte global garantizaran el derecho de cualquier persona de cualquier país a migrar sin tener que arriesgar la vida, y el derecho a tener derechos en el lugar donde quiera residir. Los gobernantes europeos celebran ahora, mira por dónde, la firma de un nuevo acuerdo en sentido contrario. La historia de la humanidad está repleta de movimientos migratorios. En el siglo XXI no podemos mantener por más tiempo la negación del derecho a tener derechos a personas migrantes, particularmente mujeres, que desde las sociedades del norte se les reclama para ofrecerles trabajos en precario en domicilios, en empresas de servicios y en explotaciones agrarias.

El trabajo no remunerado de las mujeres, además, ha sido y sigue siendo fundamental por el funcionamiento de la sociedad. Las feministas evidencian la necesidad urgente de poner punto final a este sistema extremo de explotación. Más allá de la exigencia, sin embargo, hace falta que nos arremanguemos para concretar formas efectivas de hacerlo, ¿no?

Nuestra salud tendría que dejar de representar una oportunidad de negocio para los inversores. Solo de este modo se puede garantizar que toda la ciudadanía pueda recibir asistencia sanitaria de calidad en igualdad de condiciones. Es perfectamente posible y tendría que formar parte del programa político de cualquier fuerza que se reivindique transformadora. ¿No es evidente?

La seguridad social está inventada desde hace mucho tiempo, sin embargo, muchas personas reciben una atención y una protección del todo insuficientes, y otros, si pueden, pagan cuotas a compañías privadas para sentirse “seguras” ante necesidades de atención sanitaria, accidentes, problemas en la vivienda u otras eventualidades adversas en la vida cotidiana. Este sistema de previsión, en manos del sector público, sin excepciones, tendría que garantizar igualdad de derechos y muchísima más tranquilidad al conjunto de la ciudadanía. ¿Qué tiene que pasar para que la “izquierda transformadora” reclame en algún momento la asunción por parte del Estado de todo el sistema de seguros?

¿Qué sentido tiene el mantenimiento de intereses privados en una parte más que significativa de las escuelas y universidades? La educación, en todos sus ciclos, tiene que ser considerada como un servicio público y laico, libre de la influencia de intereses económicos o religiosos.

Y en relación a las entidades de crédito, está más que dicho y repetido que lo que interesa a los banqueros no se corresponde en forma alguna con lo que necesitan las personas que viven de su trabajo o de su pensión. Hay que democratizar el sistema financiero y hacerlo significa desprivatizar la actividad bancaria.

Miles de personas se encuentran sin hogar. El mercado inmobiliario convierte en papel mojado la legislación que reconoce el derecho a la vivienda digna y adecuada. La construcción de vivienda social y las normas que ponen límites al alquiler son positivas. ¿Qué duda cabe? Resultan, no obstante, medidas del todo insuficientes ante la voracidad de las inmobiliarias. La necesidad de atacar el problema desde la raíz es una asignatura pendiente para todas las entidades sociales y políticas.

El calentamiento global, el agotamiento de los recursos, la pérdida acelerada de diversidad biológica, las sequías, la contaminación, los fenómenos meteorológicos extremos… comprometen el futuro de la vida sobre nuestro planeta. La responsabilidad de las empresas del oligopolio energético en la degradación del medio ambiente ya es más que evidente, pero los responsables políticos de los países más industrializados confían en qué quién evitará el colapso ecológico serán las mismas compañías que nos conducen hacia la catástrofe, ahora interesadas en el negocio que pueden encontrar en la explotación de fuentes de energía renovable. Ya han dejado claro que no abandonarán los combustibles fósiles y que explotarán a su manera las reservas minerales necesarias para las nuevas tecnologías.

Sería deseable que las administraciones, en vez de favorecer la actividad de estos consorcios, tomaran en sus manos el control de las principales empresas del sector, facilitaran y promovieran la creación de comunidades energéticas, hicieran posible la existencia de redes descentralizadas de generadores de energía limpia y racionalizaran el consumo.

Y así podríamos seguir y seguir… sobre la democratización necesaria de tantos y tantos otros ámbitos de la producción, de los servicios, de la vida cultural, de la seguridad ciudadana… Y de la Justicia. El cambio en la estructura y comportamiento de un poder judicial como el español, ideológicamente sesgado hacia la derecha extrema y decidido a intervenir en la vida política, representa en la actualidad una de las tareas más complicadas en la agenda de cualquier mayoría democrática.

Hay que pensar en una fiscalidad que deje de favorecer a quién más tiene, en potenciar decididamente la economía social y solidaria y el comercio de proximidad, en unos transportes públicos libres de intromisiones del capital privado, en un sistema de telecomunicaciones totalmente público, en propiciar la creación de redes sociales de comunicación cooperativas, que marquen caminos para quitarnos de encima lo más pronto posible la dictadura de Google, Amazon y otros gigantes de la industria digital.

Se trata de poner la actividad económica e institucional al servicio de las personas y no a la inversa. Se trata, obviamente, de ideas revolucionarias y ambiciosas, que nadie puede presentar como algo fácil, pero si no se formulan propuestas concretas en este sentido, si no empezamos a dibujar de nuevo un orden de cosas justo, democrático y racional, gobernado por leyes alternativas a las del mercado, será imposible detener el avance hacia la distopía.

Hay entidades, como las que se encuentran asociadas a ECAS, o Òmnium Cultural, o Coop57, que impulsan el Projecte Lliures, o tantas otras que trabajan “por un futuro libre de desigualdades”, día a día, sobre realidades sociales y personales concretas, que no pueden dejar de señalar que la pobreza se cronifica. La precariedad laboral persiste.

Cómo salir de la pobreza

Los datos asustan. Los informes y estudios que difunden las mencionadas entidades constatan que, en Catalunya, una de cada tres personas se encuentra en riesgo de exclusión social y la mitad de la población tiene dificultades para llegar a final de mes. El sesenta por ciento de los hogares en situación de pobreza severa no reciben ningún tipo de prestación social. En la ciudad de Barcelona, 4.800 personas se encuentran sin hogar y 1.384 duermen en la calle, según los datos recogidos por la Fundació Arrels.

En el Estado español, 12,3 millones de personas viven en situación de riesgo de exclusión social, y entre ellas 1,4 millones cuentan con educación superior.

Las medidas aplicadas y anunciadas por el “progresismo” para “mejorar la vida de la gente” no se pueden menospreciar en modo alguno, pero llegan donde llegan, que es muy poco en relación a la magnitud de la fractura social existente.

La realidad, ciertamente, es la que es. El triunfalismo que caracteriza el discurso de gobernantes «progresistas» no ayuda a cambiarla. Tal como señala el informe FOESSA, «vivimos en una sociedad en la cual la integración se asienta sobre bases más débiles y la exclusión se enquista en la estructura social».

Las interpretaciones según las cuales las posibilidades de reducción de la pobreza se encuentran directamente vinculadas al crecimiento de la actividad económica y a los niveles de ocupación son excesivamente simplistas. Las recetas de la izquierda que gobierna no consiguen ni pueden conseguir cambiar la percepción que tiene una parte más que importando de la población. Un sector enorme de nuestra sociedad no ve posibilidades de salir de la pobreza, ve el riesgo de caer en ella y sufre el deterioro constante de los sistemas de educación pública, de salud, de acceso a la vivienda, del transporte, del medio ambiente…

Una parte de la izquierda consiguió suficiente apoyo para parar a la derecha extremadamente neoliberal en su pretensión de hacerse de nuevo con el aparato del gobierno central, y esto es importante, pero del todo insuficiente.

Tal como dijo el ex-diputado del la CUP David Fernàndez en un entrevista concedida a este diario, «si el programa político para que no gobierne la extrema derecha se reduce simplemente a que no gobierne la extrema derecha, únicamente como proclama, esta es la vía más corta para que gane».
Los que en otro tiempo habían escrito y hablado sobre vías de transición hacia el socialismo hace muchos años que renunciaron a las ideas de democracia económica, Dimitieron de su compromiso más o menos radical con proyectos de cambio de las estructuras sociales.

Y la mayor parte de lo que hoy se considera izquierda de la izquierda parece más interesada en ganar batallas administrativas que en la formulación y explicación de propuestas que permitan imaginar un futuro de igualdad, solidaridad y vida armónica con la naturaleza.

«Sé que las películas y series distópicas se han puesto de moda. Habrá que decir a los guionistas que no elucubren tanto, que la mayor fantasía se encuentra en el capitalismo», escribe Gustavo Duch en sus Cuentos del progreso (1). Se diría que cada vez hay más gente que entiende que la mayor parte de los problemas que sufrimos son consecuencia del capitalismo. El que falta es demasiada crítica para trabajar en favor de un cambio de sistema. Nos encontramos en un buen momento para pensar en ello, pero hay que hacerlo con urgencia.

Notas:

Gustavo Duch. Cuentos del progreso. Pol·len edicions, 2021.

 

Miles de personas han pasado ya por el Museo Thyssen-Bornemisza para ver la exposición MAESTRAS, inaugurada el pasado 31 de octubre y que se podrá visitar hasta el 4 de febrero de 2024.

Si el discurso patriarcal dominante ha ocultado históricamente el trabajo artístico realizado por mujeres, esta exposición nos permite conocer y disfrutar de casi cien obras de gran calidad cuyas autoras son mujeres, obras que fueron realizadas entre los siglos XVI al XX.

Feminismo, arte, historia concurren en esta muestra, que también tiene un indudable valor didáctico. Y nada mejor para recorrer la exposición que hacerlo de la mano de la Guía Didáctica realizada por la catedrática universitaria Marián López Fdez. Cao, que también ha dirigido el seminario Maestras españolas. Construyendo genealogía del arte español, como complemento a la exposición. Una Guía que plantea especialmente preguntas, empujando a que encuentren las respuestas quienes la leen. Le agradecemos a la autora que nos dedique una parte de su tiempo a Espacio Público para visitar con ella la muestra.

Marián López F. de Cao. Fotografía cedida por la autora.

¿Por qué esta Guía, a quién va dirigida y qué se propone?

Las exposiciones en el museo Thyssen siempre van acompañadas de un imprescindible componente educativo, especialmente a través del equipo Educathyssen, uno de los mejores equipos didácticos de España, y desde un compromiso del museo que no externaliza estos servicios sino que forma parte de su filosofía central.

Para esta exposición la comisaria, Rocío de la Villa, y el director del museo, Guillermo Solana, me propusieron ocuparme específicamente de la guía didáctica, dada mi trayectoria en el trabajo educativo en museos en clave feminista, mi conocimiento de las artistas de la exposición, el análisis de las exclusiones y tergiversación histórica de sus trayectorias y obras. Ello me daba la oportunidad de abrir temas de reflexión y cuestionamiento que me parecen importantes.

La guía invita a poner en cuestión algunos de los pilares del conocimiento al uso. La exposición Maestras puede ser considerada un hito que abre un profundo cuestionamiento a los fundamentos de la historia del arte presente en textos escolares y manuales, que se presentan como movimientos cerrados con características específicas y nombres determinados. Las y los visitantes de la exposición se quedan desconcertados ante la calidad de las obras y las autorías para ellos desconocidas, ¿De dónde salen tantas obras y de tanta calidad? ¿Dónde estaban? ¿Por qué sus autoras no están en las genealogías y vanguardias del arte? Los y las espectadoras se quedan impactados por tanta obra que desconocían y no aciertan a comprender el porqué. Si la base de la excelencia debiera ser la calidad de las obras, ¿por qué no las conocen? Y este cuestionamiento es lo que subraya esta magnífica exposición. El ocultamiento de estas magníficas obras no se debe a la calidad, sino a factores propios de la ideología subyacente a la construcción del pensamiento occidental.

Como señalo en la introducción, gracias a esta exposición, el canon comienza a ser puesto en entredicho, y desvela varios constructos que articulan no sólo la historia del arte, sino la construcción del conocimiento occidental, además del canon: el genio, la hegemonía cultural, la genealogía y el presentismo. El movimiento feminista académico lleva años alertando del presentismo –juzgar el pasado con los valores dominantes del presente– contra esta errada historiografía tradicional, que ha excluido voluntariamente a las mujeres de la historia universal (aparentemente representativa de toda la sociedad). En un discurso histórico androcéntrico, las mujeres no existen y cuando aparecen, lo hacen como la excepción, legitimando el pensa­miento patriarcal existente.

Las y los visitantes de la exposición se quedan desconcertados
ante la calidad de las obras y las autorías para ellos desconocidas. 
¿De dónde salen tantas obras y de tanta calidad? 
¿Dónde estaban? 
¿Por qué sus autoras no están en las genealogías y vanguardias del arte?

La hegemonía cultural, por otro lado, es un concepto que de­signa la dominación de la sociedad, cultural­mente diversa, por la clase dominante, imponiendo su propia cosmovisión —creencias, moral, explicaciones, percepciones, instituciones, valores o costum­bres— como norma cultural, válida y uni­versal.  La selección de obras que componen la historia del arte que nos ha sido transmitida responde a la selección de esta hegemonía cultural –a través de la genealogía que pone nombres y señala vínculos cuasi naturales de unos nombres con otros– realizada por críticos e historiadores que se han instituido como el discurso autorizado, deslegitimando cualquier otra visión.

A partir de esta reflexión que deconstruye este campo de conocimiento, abordamos las distintas secciones proponiendo textos que amplían el contexto de las secciones, ofreciendo datos relativos a las circunstancias sociales, educativas, culturales o económicas, entre otras cuestiones que pueden ayudar a comprender no sólo las obras sino las trayectorias vitales de estas artistas y su vinculación con su desarrollo profesional.

Esta guía educativa está principalmente diseñada para profesorado de educación secundaria y bachillerato, una etapa cuando adolescentes y jóvenes tienen capacidad de desarrollar su mirada crítica y poner en cuestión cánones heredados. Es una guía que tiene como intención abrir el pensamiento visual, hacer preguntas, mirar por las grietas de una narración que debe ser revisada.

La Guía está estructurada en torno a cuatro secciones que resumen las ocho que trata la muestra:

  • Mujeres, ciudadanas: La causa delle donne e Ilustradas y Académicas.
  • La mirada a la naturaleza y al otro: Botánicas, conocedoras de maravillas y Orientalismo/Costumbrismo.
  • Trabajos, cuidados y Otras visiones de la maternidad.
  • Amistad y vanguardia: Complicidades y Emancipadas.

¿Por qué estas cuatro secciones?

La exposición gira en torno a ocho secciones que se pueden ver claramente a lo largo del recorrido de la exposición que yo agrupo de dos en dos con fines educativos como señalas. Son secciones temáticas que ayudan a comprender aspectos vitales del ser humano como la lucha por la ciudadanía, el cuidado, la mirada a la naturaleza y lo otro, la amistad o la emancipación. Creo que La causa delle donne informa de la lucha por la igualdad que llevaron a cabo las mujeres desde el S. XV hasta el XVIII y que culmina con la lucha, junto a los hombres, por los derechos en la Revolución francesa. Saber que las mujeres han reclamado el acceso a la educación y estatus intelectual desde el S. XV, es para muchos y muchas jóvenes –y no tan jóvenes– algo que les sorprende, porque inexplicablemente, no aparece en los libros de historia o literatura que estudian. Yo añado algún dato relevante y textos de mujeres como María de Zayas, del S. XVI, donde, como hoy, se apoya en grandes mujeres de la historia para tratar de construir una legitimidad o Juana Inés de la Cruz que aborda temas tan actuales como el juicio masculino a la sexualidad femenina, además de parte de la vindicación de los derechos de la mujer y ciudadana, de Gouges.

Cada sección parte de una introducción amplia al concepto central y aporta datos específicos sobre algunas artistas. Aunque los modos de trabajo y de hacer arte de hombres y mujeres son similares, las miradas y los posicionamientos ante la realidad son en algunos casos, diferentes, y eso es algo que es necesario reseñar. La mirada hacia el acoso de una mujer –como es el caso de las interpretaciones de “Susana y los viejos”, o “Judith y Holofernes”, presentes en la exposición donde el artista puede conseguir que nos identifiquemos con la acosada o el acosador– difiere en muchos casos, del mismo modo que, por ejemplo, muchas de las perspectivas de las artistas a la naturaleza y al otro, precisamente por ser conscientes ellas mismas de la subalteridad a la que las somete la sociedad, son menos jerárquicas, más cercanas y respetuosas.

El “otro exótico” –la “otra exótica”– se diluye y la lucha por el sufragio coincide en muchas de ellas con la lucha por la abolición de la esclavitud. O la diferencia en la que las mujeres retratan a otras mujeres resaltando su capacidad intelectual y su verticalidad, otorgándoles dignidad, frente a innumerables representaciones a que estamos acostumbrados donde las representaciones femeninas tienden más a que se incida en su cuerpo y su horizontalidad visual que remite a la pasividad. En fin, cada sección interroga a nuestra mirada educada en la inferioridad femenina en el arte y abre ante nosotros otros modos de ver.

Aunque los modos de trabajo y de hacer arte de hombres
y mujeres son similares, las miradas y los posicionamientos ante la realidad 
son en algunos casos, diferentes, y eso es algo que es necesario reseñar.

La educación artística es un campo de batalla que nunca has abandonado. La metodología creativa y la educación de la mirada –la competencia visual y artística– debe ser fundamental en la educación”, dices. ¿Crees que se la da la suficiente importancia en los planes de enseñanza actuales?

En absoluto. Desde la Sociedad para la Educación Artística (SEA), de la que soy presidenta, llevamos casi cinco años tratando de que tanto el Ministerio de Educación, el Ministerio de Universidades y el Ministerio de Cultura comprendan la importancia de lo que hablábamos anteriormente y mucho más: de que una mirada crítica construye ciudadanos y ciudadanas libres y cultas e impide el estereotipo; que saber ver las construcciones visuales de jerarquía, de subalteridad o ejercicio de poder, nos permite no sólo desasirnos de ellas, sino modificarlas y crear nuevas.

La educación artística llevada por maestros y maestras con una formación sólida en procesos creadores y educación visual abre la mirada atenta, que es la misma que la mirada científica, que permite analizar, comparar, comprender estructuras internas y relaciones externas. Que la creación es un acto de conocimiento, vínculo y resistencia ante un mundo injusto que abre otras posibilidades más allá del aquí y ahora, el que estas mujeres de esta exposición llevaron a cabo a pesar de sus circunstancias. Ellas, las creadoras, son el ejemplo de la resiliencia a través del arte.

Queremos una red escuela-museo en igualdad donde 
los y las maestras sean profesionales formados en arte y cultura 
y también agentes activos con los museos en una red estable 
y estructurada que fomente espacios de educación 
en la inclusión, la igualdad y la diversidad.

Hoy en día, Francia y Portugal tienen un plan nacional de educación artística y cultural, que va desde lo macro a lo micro, algo que España no tiene y que desde la SEA le pedimos a los ministerios de Educación y Cultura. Sólo un plan similar será capaz de garantizar los derechos culturales, promover la creación, renovar la cultura y combatir la brecha cultural que hay en este país. Nosotros queremos que las escuelas sean espacios de cultura, no sólo los museos. Queremos una red escuela-museo en igualdad donde los y las maestras sean profesionales formados en arte y cultura y también agentes activos con los museos en una red estable y estructurada que fomente espacios de educación en la inclusión, la igualdad y la diversidad.

Actualmente, no hay red, no hay estructura, no hay formación.

Por último, después de tantos siglos silenciadas e invisibilizadas, ¿cuál crees que debe ser el papel de las mujeres en la historia del arte, en la creación y la educación artísticas?

Creo que lo que ha invisibilizado a las mujeres ha sido el relato de la historia, este relato de la historia. En esta exposición contemplamos a mujeres, como Natalia Gontcharova –que fue la primera artista, hombre o mujer, en realizar, como representante del arte ruso de vanguardia, en 1913, una gran exposición con más de 800 obras y un éxito sin precedentes–  o Sonia Delaunay –que llegó a tener un taller con más de 30 empleados– , o Helene Funke y muchas más, que fueron tremendamente famosas y con mucho éxito en su tiempo. Sin embargo, tan pronto se murieron, los libros las borraron y su obra bajó a los almacenes de los museos. Eso es el canon, la hegemonía, la genealogía.

Creo que estamos ante un momento de crisis de legitimidad de los museos, precisamente porque la historiografía feminista, al igual que la decolonial y demás movimientos críticos, está poniendo en entredicho los relatos de la hegemonía cultural, por volver al inicio. No podemos seguir mostrando a nuestras hijas e hijos que lo valioso –lo que está en los museos– es sólo lo que han hecho los hombres blancos propietaristas –en términos de Piketti– de la clase urbana. La cultura, como la creación, es mucho más que todo eso.

La exposición Maestras es una bocanada de aire puro en el museo, no sólo porque muestra y restituye la magnífica obra de mujeres tenaces, creativas y valientes, sino porque mira la realidad desde un poco más abajo, o un poco más arriba: desde las miradas de unas adolescentes planchadoras, desde las miradas de las enfermeras, de las vendedoras de zapatos, de las resistentes a la guerra que animan a los jóvenes a la deserción de las guerras y se enfrentan a la muerte. Esta nueva mirada la ha abierto el feminismo, que ha abierto a su vez, otras miradas –de clase, de origen, de diversidad–, en su continua autorreflexión crítica. Y en lo que a mi mirada atañe, al feminismo pacifista.

El arte, la creación, el proceso creador es todo lo anterior que debe acoger el museo y la educación: resignificar el mundo, mirarlo de otro modo, con cuidado y respeto, buscar una solución simbólica que nos sitúe –a través de nuestra mente, nuestra mirada y nuestras manos– en un conocimiento tácito más allá de la mera instrucción. La poesía, la danza, el teatro, el dibujo, el cine, la pintura, la música deben formar parte integral de nuestro desarrollo como humanos y es deber nuestro facilitárselo a los más pequeños. Una creación que nos haga mirar, aun en los momentos más duros, más allá. Como decía Brecht: “En los tiempos sombríos, / ¿se cantará también? También se cantará/ sobre los tiempos sombríos”.

Notas:

Marián Marián López Fdez. Cao es catedrática de Universidad (UCM). Ha colaborado con sus trabajos en Alemania (Akademie der Künste, Munich y Hochschüle der Künste, Berlín), Reino Unido (Courtald Institute of Art, Londres), EE.UU (MOMA, Nueva York) y México (Universidad de Veracruz).

Ha sido directora del Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid (2007-2011), presidenta de la Asociación Mujeres en las Artes Visuales (2012-2017), asesora del vicerrectorado de Relaciones Internacionales y directora de la Escuela Complutense Latinoamericana (2012-2019).

En la actualidad dirige el grupo de investigación consolidado EARTDI 941035 “aplicaciones del Arte en la inclusión social”.

Desde 2017 es vicepresidenta del European Consortium of Arts Therapies Education un consorcio que agrupa a 34 universidades europeas que ofrece estudios de terapias creativas (danza, música, drama, juego y artes visuales). Y forma parte del comité de expertos en cultura de la Organización de Estados Iberoamericanos.

Fotografías: Espacio Público

Utopia, transformació, resistència i claudicació: viu un model de societat alternativa en els moviments d’avui?

Vol ser una reflexió sobre la societat del futur, les utopies realitzables, al voltant de l’espai i els límits de tres conceptes: llibertat, propietat i individualitat. A càrrec de María Eugenia Rodríguez Palop, eurodiputada i professora de Filosofia del Dret; Ivan Miró, sociòleg especialista en cooperativisme i estudi de la realitat de l’Economia Social i Solidària, UPF; Sandra Ezquerra, directora de la Càtedra UNESCO ‘Dones’ de la Universitat de Vic. La presentació de l’acte va ser a càrrec de Xavier Giró, professor de periodisme polític de la UAB.

No es frecuente ver esculturas o representaciones artísticas de mujeres en las calles. Y no es porque no hayan existido mujeres que merezcan ese reconocimiento. No, no es esa la razón. Existir sí han existido, pero han sido invisibilizadas y así han quedado, sin posibilidad de que conozcamos o podamos reconocer sus ideas, sus creaciones, sus aportaciones. Y cuando han sido representadas ha sido por ser esposas, madres o amantes de hombres, generalmente de la aristocracia y la nobleza, o como objetos de deseo especialmente en obras en las que aparecen desnudas. Pero nunca, o casi nunca, como creadoras. Y mucho menos en el espacio público.

Por ello es tan interesante la iniciativa de la escultora y feminista Pilar Vicente de Foronda, que propuso y ha llevado a cabo con la colaboración la anterior corporación del Ayuntamiento de Guadalajara, (representada por su concejala de Igualdad Sara Simón) un proyecto escultórico para conmemorar en la calle a ocho mujeres cuyas vidas y actividad han tenido que ver con la ciudad de Guadalajara a lo largo de la historia, desde el siglo XIII hasta la fecha.

“Las razones que validan la presente propuesta son estas: bustos de mujeres que recuperen la memoria de las mujeres que han sido motor de actuación en la ciudad de Guadalajara, ejecutados por una mujer escultora que lleva lustros visibilizando historias de mujeres y su lugar en la memoria colectiva, Poniendo en valor cómo hay otras mujeres que la historia nos enajena y cómo hubo otras pensadoras, creadoras, constructoras, políticas, filosofas, etc. cuyo pensamiento  debe ser visibilizado para que la historia de toda la humanidad esté completa”, nos dice Pilar V. de Foronda.

Los bustos de estas mujeres, que han tomado hoy la calle, han sido modelados en barro y posteriormente fundidos en bronce, a través del procedimiento de la cera pérdida, entre 2022 y 2023, y se pueden ver hoy en el Bulevar Clara Campoamor de Guadalajara Capital.

Mayor Guillén de Guzmán, nacida en León en 1205 y fallecida en Guadalajara en 1262, es la más antigua de estas mujeres. Aparece en las crónicas de la época por haber sido amante del rey Alfonso X el Sabio y madre de su hija Beatriz, que llegaría a ser reina de Portugal. Al no tener sangre real nunca pudo casarse con el rey. A cambio recibió de él un señorío (el Infantado de Huete). Dotó y fundó el monasterio de Santa Clara en San Miguel del Monte, una aldea despoblada en el término de Alcocer, fue también responsable de la iglesia parroquial de Cifuentes y fundadora en Alcocer del monasterio de San Miguel del Monte, de las hermanas Clarisas. El acta fundacional del convento, del que apenas quedan vestigios, fue suscrita por Guillén en 1260 y confirmada por sus hermanos Pedro y Nuño, una muestra muy clara del papel de las mujeres en la época: siempre necesitaban la colaboración de los hombres de su familia para poder realizar cualquier proyecto.

Algo posterior es María de Cazalla (nacida en Palma del Río en 1487 y fallecida en Guadalajara en fecha indeterminada), una mujer valiente, religiosa, letrada y teóloga, que fue procesada y torturada por la Inquisición dentro del proceso contra Los alumbrados. Escribió un libro de comentarios bíblicos, en colaboración con Juan Cazalla (que lo tradujo al latín), en el que defiende la necesidad de una existencia religiosa más interna y propia, reprueba la frivolidad, reprocha las riquezas de los ornamentos del culto y se burla de las devociones habituales de las mujeres devotas a las que denomina «míseras» y «papamisas».

En 1532 entró en prisión. Se le acusó de luteranismo, erasmismo y alumbrados. Sufrió las torturas del potro y la toca, y permaneció amordazada y a oscuras parte del tiempo de su cautiverio. Finalmente, tras nueve años de proceso, fue absuelta de los cargos más graves, sometida a vergüenza pública en una iglesia de Guadalajara, se le impuso una multa de cien ducados y se le prohibió mantener contacto con sus antiguas relaciones.

Mencía de Mendoza, nacida en 1508 en Jadraque (Guadalajara) de una familia noble, fue intelectual, bibliófila, humanista y mecenas de las artes y letras del Renacimiento; a los 14 años sucedió a su padre como marquesa del Cenete.

Casada con Enrique III de Nassau- Breda, camarero mayor y consejero de Carlos V, vivió en Breda durante casi una década. Allí conoció a Luis Vives, que fue su profesor con el que estudió Latín y Cultura clásica. Fue una de las mujeres más ricas de su época y fue mecenas de las artes y las letras, destacando su nutrida biblioteca en el Palacio del Real en Valencia, considerada una de las más importantes bibliotecas de uso del siglo XVI. Falleció en Valencia en 1554.

¿Y quién no ha oído hablar de la princesa de Éboli, posiblemente una de las mujeres más célebres del siglo XVI en España?

Ana Mendoza de la Cerda, (Cifuentes 1540 – Pastrana 1592), princesa de Éboli, cortesana, madre, hija, monja, viuda, sufrió un duro e injusto encarcelamiento. Hija de Diego Hurtado de Mendoza, su madre Catalina de Silva y Felipe II la casan muy joven con Ruy Gómez de Silva, privado del rey Felipe II, quien, en 1559, sería nombrado Príncipe de Éboli. Fue amiga de Juana de Austria, reina viuda de Portugal, de Teresa de Ávila, de Isabel de Valois y de la pintora italiana Sofonisba Anguisola, que fue quien la retrató por primera vez con su característico parche en el ojo disfrazada de pastora.

Ana de Mendoza poseía una de las mayores fortunas de España cuando se quedó viuda en 1573. Madre de seis hijos menores, los dejó al cuidado de su madre para profesar en el convento de las monjas carmelitas en Pastrana, casa que había sido fundada a expensas suyas por Teresa de Ávila. Pero pronto es obligada por el rey Felipe II a abandonar el convento para que se ocupara de sus hijos. Relacionada con el entorno de Antonio Pérez, secretario del Rey, se vio envuelta en intrigas que la enemistaron con otra parte de la nobleza, sufrió encarcelamiento y finalmente fue enclaustrada en Pastrana junto a su hija pequeña. Allí murió a los 52 años emparedada, enferma y demenciada.

Tres siglos después, las mujeres, algunas mujeres no procedentes de la nobleza, lograron estudios y su presencia en la vida pública fue más visible. Es el caso de Crescencia Alcañiz Maestro (1868-1906).

Maestra, pedagoga, reformista social, pionera y exitosa conferenciante, defensora de la educación femenina, vivió su juventud en Guadalajara, donde posiblemente fue la primera mujer que participó en la vida cultural de la ciudad.
Su actividad no sólo se limitó a la docencia, también intervino como conferenciante en la Asociación de Amigos de la Enseñanza en el Ateneo, proponiendo la creación de escuelas para niños y niñas con discapacidad, clases para personas adultas y escuelas en las fábricas. Fue una de las fundadoras de Asociación de la Caridad Escolar para impulsar la creación de las cantinas escolares junto a Carmen Rojo, Matilde García del Real y Luciana Casilda Monreal, ejerciendo como secretaria en su primera Junta Directiva. Participó activamente en 1892 en el Congreso Pedagógico hispano-portugués-americano junto a mujeres tan destacadas en la defensa de los derechos feministas como fueron Emilia Pardo Bazán o Concepción Arenal.

El siglo XX nos trae a mujeres luchadoras e implicadas en la actividad política. En Brihuega nació (1917) la investigadora y escritora Tomasa Cuevas, militante anarquista y comunista.

A los nueve años trabajaba en un taller textil, con 14 años se afilió a la Unión de juventudes Comunistas de España y a los 19 al Partido Comunista de España, desde donde, defendiendo a la Segunda República, ayudó en hospitales, organizó talleres de costura, colaboró en tareas de propaganda, reclutó a combatientes y preparó fiestas para las tropas. Tras el triunfo del golpe de estado fascista fue delatada por un vecino, detenida y condenada a prisión. Tras pasar 5 años en la cárcel es desterrada a Barcelona donde se afilia al PSUC y sigue con su actividad política, ahora en la clandestinidad, lo que lleva a nuevas detenciones y a sufrir torturas que le dejarían graves secuelas en la columna vertebral. Exiliada a Francia y más tarde a Praga, en 1969 regresó a Barcelona, donde siguió con su actividad política y desarrolló una gran labor en solidaridad con los presos. Su experiencia le llevó a recorrer España, magnetófono en mano, recogiendo las experiencias de otras mujeres que también lucharon en apoyo a la República y contra la dictadura franquista. De esa pionera labor de investigación surgieron los libros Cárcel de mujeres (1939-1945), Cárcel de mujeres: Ventas, Segovia, Les Corts, Mujeres de la resistencia) y Presas: mujeres en las cárceles franquistas publicados en los 80.

La Generalitat de Catalunya le concedió la Creu de Sant Jordi en 2004.

Posiblemente por su profesión de actriz, el rostro más conocido sea  el de Amelia De la Torre (Guadalajara, 1905 – Madrid, 1987)

Debutó en la compañía de Margarita Xirgú en 1925, con  20 años, trabajando en montajes como Cuando los hijos de Eva no son los hijos de Adán, de Jacinto Benavente, o Doña Rosita la Soltera de Lorca.

En 1963, dirigida por José Luis Alonso en el madrileño Teatro María Guerrero, Amelia de la Torre se consagró con su magnífica representación de La loca de Chaillot. Una de sus más grandes creaciones, si no la mejor. Y en esa misma temporada, en dicho escenario también, estrenó la primera obra de Antonio Gala: “Los verdes campos del Edén”, obra en la que también trabajó en 1966 para Televisión Española.

Junto a su marido Enrique Diosdado como compañía pusieron en escena obras como: Los papeles de Aspern (1955) de Henry James, Yerma de García Lorca (1960), Casa de muñecas (1961), de Ibsen, La barca sin pescador (1963), de Alejandro Casona, Nunca es tarde (1964), de José López Rubio, El carrusel (1964) de Víctor Ruiz Iriarte, ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966), de Edward Albee, Canción para un atardecer (1973), de Noel Coward, Los comuneros (1974), estas dos últimas escritas por su hijastra Ana Diosdado, Las manos sucias (1977), de Jean-Paul Sartre o Las amargas lágrimas de Petra Von Kant (1985) de Rainer Werner Fassbinder, entre otras muchas.

Trabajó también como actriz en varias películas, como Plácido o La vaquilla entre otras, y en el famoso Estudio 1 de TVE.

Y llegando ya a los tiempos actuales, en Guadalajara también ha vivido y trabajado hasta 2004 la archivera, bibliotecaria y museóloga Juana Quilez Martí, protagonista en los años 30 del siglo XX de la modernización de las bibliotecas de la Universidad Central e impulsora del desarrollo del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara.

Dirigió una biblioteca infantil en el Grupo Escolar “Ortega Munilla” de Madrid. Decía: “es triste que un niño tenga que pelear tanto para poder leer un libro de cuentos”. Fue una activa socia en la reciente Asociación de Bibliotecarios y Bibliógrafos de España, escribiendo artículos y dando charlas radiofónicas. También participó en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía que tuvo lugar en Madrid en 1935. En 1952, comenzó una actividad que contribuiría definitivamente al desarrollo cultural de Guadalajara.

Probablemente era la única mujer entre los hombres de renombre provincial que asistía a los consejos de cultura del Ayuntamiento, Diputación o Gobierno Civil. En esos primeros años en Guadalajara, organizó la Biblioteca Pública Provincial, instalada en los bajos del antiguo Instituto de Enseñanza Media “Brianda de Mendoza”. Igualmente organizó el Archivo de Hacienda, poseedor de fondos de la Desamortización de Mendizábal.

Se jubiló en 1976, pero siguió participando activamente en proyectos ciudadanos, fundó dos guarderías, dos centros de mayores y la asociación de amas de casa Concepción Arenal. Es Hija Predilecta de Castilla–La Mancha y posee la Medalla de Oro de la Ciudad de Guadalajara.

Notas:

FOTOGRAFÍAS DE NOELIA PALAFOX, a la que agradecemos su gentileza al autorizar su reproducción en estas páginas.

Una pregunta que también se ha hecho la escritora (guionista, novelista, ensayista) Julia Montejo y que nos expone en su libro TODAS ESAS CHICAS DE ZAPATOS ROJOS. Sexo género y creatividad (editorial Huso), un estupendo y original ensayo en el que la autora muestra valentía y conocimiento al aventurarse por terrenos inéditos que le han exigido interconectar varias ramas del saber.

Le agradecemos a Julia Montejo que, con este motivo, haya aceptado conversar con Espacio Público.

En este ensayo hablas de la influencia de las hormonas en la actividad creativa de mujeres y hombres y dices que creamos a partir de nuestro cuerpo. ¿Cómo llegaste a esta idea y qué te impulsó a emprender esta investigación?

Como todas las investigaciones en las que invertimos mucho tiempo y ganas, también ésta partió de un interés muy personal. Llevo escribiendo desde que recuerdo. Leí muy pronto y también empecé a contar historias siendo muy pequeña. Al principio, en esos primeros años, más o menos hasta entrada la adolescencia, reinaba en mi cabeza lógicamente la fantasía y la aventura. Más adelante, empecé a encontrar una manera de hablar de mí a través de la ficción.

Además, empecé a ser consciente de que había días en los que me apetecía especialmente sentarme a escribir. Que el cuerpo me lo pedía. Eran ratos en los que me inundaba una paz sorprendente, o una sensibilidad a flor de piel que necesitaba canalizar. Y, por supuesto, estaban los relámpagos de rabia, impotencia, infelicidad ante los que el cuerpo reacciona y en los que sentarme a escribir era una manera de tranquilizarme, de ordenarme, de encontrar sentido. Todos eran momentos fructíferos e interesantes que empecé a observar primero como voyeur, y luego con curiosidad científica.

También aprendí que, en épocas felices, prefería disfrutar de la vida. Salir a la calle, compartir con otros. Y recordé la anécdota de Cristina Peri Rossi, de aquello que le dijo su tío cuando le manifestó su deseo de ser escritora… “Las mujeres no escriben, y cuando lo hacen, se suicidan”. Javier Peña dice que los escritores somos grandes infelices. Y, aunque tendamos a pensar que la infelicidad es algo abstracto e intangible, en realidad, si te acercas con la lupa del entomólogo, parte siempre de algo material.

En la pulsión creativa intervienen muchos factores, ¿cómo se puede separar la variable fisiológica del resto de variables?

No creo que se pueda. Yo diría incluso que es imposible. La fisiología se apoya sobre una realidad genética y epigenética, y está cruzada por variables diversas que nos demuestran una y otra vez la maleabilidad del ser humano. Más allá de la realidad biológica, de haber nacido con un cuerpo femenino o masculino, he intentado mostrar las cuestiones más relevantes que intervienen en los procesos fisiológicos. Sin embargo, lo central de mi ensayo es lo subjetivo que se superpone sobre los procesos fisiológicos, es decir, cómo interpretamos las mujeres nuestra menstruación, los embarazos y abortos o la menopausia y qué hacemos las escritoras con esa interpretación, generalmente inconsciente. Porque la creación está atravesada por quiénes somos, por el sexo y por el género, pero también por las herencias que hemos recibido.

En la primera parte del libro, “Una herencia tatuada en el cuerpo” nos hablas de las escritoras a lo largo de la historia. Se ha escrito y en la actualidad conocemos lo difícil que era para una mujer escribir, publicar; algunas lo tenían que hacer con seudónimo masculino. Lo original y novedoso de tu enfoque es que además de estos factores sociales, económicos, culturales… en el resto del libro te centras en otros que influyen también en la creación artística: menstruación, embarazo, maternidad, crianza, climaterio, menopausia… ¿de qué manera y hasta qué punto crees que intervienen estas variables fisiológicas a la hora de que una mujer se ponga a escribir?

Creo que en la escritura se conjuran demonios, se ordena el mundo y se buscan reparaciones. Y esto lo hacemos hombres y mujeres de manera más o menos consciente. Las mujeres partimos de una situación de profunda injusticia jurídica, social y familiar. Y esto es precisamente por el hecho de haber nacido mujeres. Es una cuestión de género, sí, pero sustentada por la biología. Nuestras hormonas modelan un cuerpo sobre el que se establecen unas expectativas. Las creadoras se rebelan contra ese destino subordinado tan alejado de la posibilidad de realización, de la autoridad y el reconocimiento. Así que cuando experimentamos síndromes premenstruales, embarazos más o menos deseados, abortos, el climaterio, etc… ¿cómo lo llevamos? ¿Lo ignoramos si podemos? ¿Lo contamos? El antropólogo danés Henrik Vigh ha desarrollado el concepto de navegación social, para explicar cómo se las apañan las mujeres para navegar por la realidad que nos rodea con un cuerpo en el que suceden acontecimientos que escapan a su control.  Porque tú puedes elegir tomarte una copa de vino o salir a montar en bicicleta, pero no puedes elegir tener o no un síndrome premenstrual.

Las montañas rusas hormonales son momentos de inestabilidad y la escritura para las personas que sienten la pulsión creativa siempre ha sido un buen asidero. La tristeza, la ansiedad, la sensación de vulnerabilidad… son sentimientos que buscan vías de escape para recuperar el equilibrio. Todos ello se vive en soledad. Y es en esa habitación silenciosa donde la pulsión creativa se ve estimulada, propulsada por la necesidad de comunicar con el otro. Escritoras como Ursula K. Le Guin, Alice Munro, Doris Lessing, o Toni Morrison explicaron su tremenda pulsión durante los embarazos y partos y su frustración por no poder escribir. A Virginia Woolf su marido le llevaba el calendario de su menstruación porque sabía que esos días eran difíciles y su trabajo se veía afectado. En ocasiones, los picos hormonales nos pueden llevar también a la no escritura.

Por otra parte, son precisamente estos momentos de grandes cambios fisiológicos los que hacen que las mujeres sean especialmente conscientes del paso del tiempo. “Ya soy madre y aún no he escrito la novela que quería. Tengo que ponerme a ello”. O, “estoy menopaúsica, sí, pero mis hijos ya no están en casa y por fin tengo estabilidad económica y tiempo. Es mi momento para escribir”. Una de las motivaciones más importantes para sentarse a escribir es sin duda la intención de crear algo que perdure y los hitos hormonales se convierten a menudo en piedras de toque en el camino.

Tu trabajo ha consistido en gran parte en escuchar, en saber escuchar (cosa poco habitual), ya que para escribir este libro has realizado un impresionante trabajo de investigación –que fue el objeto de tu tesis doctoral– y has entrevistado a una gran cantidad de escritoras que han expuesto con sinceridad y mucha claridad sus experiencias. ¿Nos puedes hablar de ellas?

Bueno, algunas no han querido que su nombre sea público. Otras ni siquiera quisieron participar porque consideraban que sus temas hormonales no interesaban a nadie. No es de extrañar porque durante siglos se ha ninguneado la capacidad intelectual de la mujer por considerarse inferiores a los hombres, ellas cuerpo, ellos intelecto.

Por suerte para mi estudio, muchas otras como Elvira Lindo, Rosa Montero, Marta Sanz, Lola López Mondéjar, Noni Benegas, María Tena, Laura Freixas, Paloma Díaz-Mas o Edurne Portela por citar solo algunas, aceptaron. La lista es larga y su testimonio ha enriquecido tremendamente el ensayo.

Creo que estamos en un momento de transición, y, como todas las transiciones, el debate se ha vuelto sensible. El cuerpo femenino está más que nunca en el centro del debate y de la creación. Y, por ello, una investigación que relacionaba, de la manera que fuera, algo tan corporal como son los procesos fisiológicos con el genio o el talento despertaba suspicacias, pero también interés. Agradecí la sinceridad para atreverse a reflexionar desde un lugar nuevo y, para algunas, incluso incómodo.

Es particularmente interesante el capítulo en el que hablas de la mente y el cuerpo, que muchas veces se ha interpretado como algo separado, y mencionas a las escritoras más jóvenes, que interpretan cerebro-mente como un todo integrado con el cuerpo. Para ellas “la palabra cuerpo tiene un contenido amplio que lo abarca todo”. ¿Se está produciendo o se ha producido ya este fenómeno?

Estamos en un momento de transición. No hay una línea clara que marque las distintas interpretaciones, aunque sí han aflorado dos posturas diferenciadas. En general, las escritoras más jóvenes abrazan su cuerpo con curiosidad e interés. No lo niegan, sino que lo incluyen.

Las escritoras más mayores han tendido a ignorar sus hitos hormonales. Sus referentes feministas han sido mujeres como Simone de Beauvoir quien, recordemos, creía que la mujer es más mujer cuando había entrado en la menopausia, es decir, cuando su ciclo fértil había quedado atrás para siempre. Por eso, mientras que estas mujeres nacidas en los 40, 50 o 60 se sintieron liberadas con la píldora, porque con ella conquistaban su propia sexualidad, las más jóvenes se cuestionan cómo les sienta, cómo les cambia. Se escuchan más. Se plantean otros dilemas. La construcción de la conciencia feminista corre en paralelo a la interpretación subjetiva que la mujer hace de su fisiología y de su cuerpo en relación con el mundo que le rodea, y este puede ser un asunto relevante en alguien que siente la pulsión por escribir.

Aunque es por donde se empieza, lo hemos dejado para el final, ¿por qué este título “Todas esas chicas de zapatos rojos”?

“Todas esas chicas de zapatos rojos, cogieron un tren que no pararía” rezan los versos de Anne Sexton, la poeta norteamericana quien, por cierto, también se suicidó. Sexton escribía sobre temas novedosísimos en su época: la menstruación, los abortos, el consumo de drogas. A mí me apenan y me llenan de rabia los suicidios de estas genias porque suelen estar muy relacionados con la presión de género, con los abusos sufridos a lo largo de sus vidas y con la incomprensión médica.

Estos versos surgen a partir del cuento de hadas de los hermanos Grimm. Los zapatos rojos son una metáfora de la creatividad femenina y del peligro que ésta supone para el patriarcado. Mi amiga y escritora Mariana Sández lo encontró en mi texto y me encantó. Porque esas chicas de zapatos rojos somos las creadoras, y como las de Sexton, también nosotras nos hemos montado en un tren que ya no va a parar.

Muchas gracias y enhorabuena por este ensayo.

Notas:

Julia Montejo (Pamplona, 1972) estudió Piano, Ballet y Canto en el Conservatorio Superior Pablo Sarasate y Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Es doctora por la Universidad Complutense de Madrid. Ha cursado estudios de Guion, Producción y Dirección Cinematográfica en la Universidad de California-Los Angeles (UCLA). Ha trabajado en Estados Unidos, España e Italia, como guionista y directora, cosechando importantes galardones por su película No Turning Back, entre ellos el premio Alma (la versión latina de los Oscar). Es también autora de varias novelas publicadas en Martínez Roca-Planeta y Lumen-Random House, que se han traducido al francés y al italiano. Actualmente dirige el programa Pipper en ruta para TVE.

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«Biólogos, climatólogos, oceanógrafos, edafólogos y otros muchos científicos de las diversas disciplinas que se dedican a auscultar el pulso de nuestra maltrecha biosfera llevan decenios aterrados: y basicamente seguimos sin hacerles caso» [1]. «Hay una gran probabilidad de que la mayor parte de la humanidad sea exterminada antes de que finalice el siglo XXI«.

El filósofo y politólogo ecologista Jorge Riechmann lo afirma rotundamente y lo ratifica en uno de sus últimos libros, Simbioética. ‘Homo sapiens’ en el entramado de la vida, con una exposición ordenada y exhaustiva de datos y argumentos.

«La distopía que Susan George esbozó con su Informe Lugano en 1998 se ha ido haciendo más probable en los años transcurridos desde su publicación», señala el ecologista sin ánimo alguno de deprimir a sus lectores.

«Nuestro sistema actual es una máquina universal para arrasar el medio ambiente y para producir perdedores con los cuales nadie tiene ni la más mínima idea de que hacer», escribió George en su premonitorio libro hace 25 años [2].

Hoy el grito de alarma también lo da el secretario general de la ONU, que se hace eco del último informe de la Organización  Mundial de Meteorología, y reconoce que las temperaturas récord ya queman la Tierra y que los fenómenos meteorológicos extremos, cada vez más virulentos, empujan a millones de personas hacia el hambre. Se prevé que 670 millones de habitantes del planeta quedarán sin alimentos a finales de la presente década.

«Hemos abierto las puertas del infierno», insistió más recientemente António Guterres en un nuevo llamamiento ante la Asamblea General de Naciones Unidas para referirse a las temperaturas más altas de la historia, a las sequías de larga duración, a los incendios que no se pueden extinguir, a las inundaciones catastróficas, a las tierras que se vuelven inhabitables y a los efectos terribles de todo ello sobre la vida en nuestro planeta.

Poco a poco parece que más y más personas, gobiernos, actores políticos y sociales, incluso grandes empresas, asumen que la crisis climática existe, y reconocen en cierta medida la gravedad de sus efectos, pero los gobiernos siguen empecinados en políticas de «desarrollo sostenible» y de crecimiento económico; a los inversores, naturalmente, lo que les interesa son las oportunidades de negocio que pueda ofrecer la llamada «transición energética», los hábitos de consumo no cambian, las invocaciones en favor de la utilización de energías renovables ignoran tanto la escasez de materias primeras como los daños que causan sobre el territorio los macroparques eólicos y fotovoltaicos, y en las cumbres internacionales nunca se ha abordado el problema de raíz: la extralimitación en la explotación de los recursos del planeta.

Ahora el gran problema es que aquello que sería «ecológicamente necesario es cultural y políticamente imposible», explicó Riechmann en entrevista realizada por Crític. Lo necesario sería, ha escrito, “salir a toda prisa del capitalismo, redistribuir radicalmente la riqueza, olvidarnos de la hipermovilidad y del turismo, reducir rápidamente la población humana, construir sistemas productives biomiméticos, desarrollar una cultura de simbiosis con la naturaleza… Cultivar la música en vez del crecimiento económico, el amor en lugar de la competitividad, la espiritualidad en vez de la mercantilización, la educación en lugar del poder militar…” [3].

Pronósticos escalofriantes

En su libro Simbioética cita infinidad de trabajos, informes y tomas de posición de reconocidos investigadores y pensadores, entre ellos el antropólogo Bruno Latour, que falleció ahora hace un año: «… si uno estudia seriamente cuál será la trayectoria del planeta en los próximos treinta años, la certeza del desastre es de tal magnitud que resulta comprensible que algunos se nieguen a creerla. Es como si te dicen que tienes cáncer, o bien te puedes someter a un tratamiento y luchas, o bien no te lo crees y te vas de vacaciones al Caribe para aprovechar el tiempo que te queda” [4].

Todos los datos recogidos por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, IPCC, «vistas en conjunto, indican una tendencia común acelerada, síntoma de una biosfera que se dirige hacia el colapso, lo cual significa que la especie humana se perderá«.

«Hoy, ya, en el tercer decenio del tercer milenio, por desgracia hay que constatar que el Business As Usual nos lleva al exterminio de la gran mayoría de la humanidad, si no a su extinción total, y no a largo plazo»[5].

Se dice rápido, pero la lectura de afirmaciones como estas provoca una sensación difícil de describir. ¿Desasosiego? ¿Angustia? ¿Desazón? ¿Espanto? ¿Horror? ¿Pánico? Cuesta encontrar una palabra suficientemente fuerte, porque las enfermedades que sufre el planeta en el que vivimos, como consecuencia del derroche y de la explotación excesiva de recursos realizados por las últimas generaciones de seres humanos, hacen prever que, más allá del miedo y el sufrimiento que podamos sentir las personas mayores en los últimos años de nuestras vidas, nuestras hijas e hijos, o nuestras nietas y nietos se verán abocados, en la menos mala de las previsiones, a una dolorosa lucha para sobrevivir, compartida con millones y millones de seres vivos. Un escenario de pobreza y de necesidades elementales no satisfechas en el cual se pueden extender todavía más los conflictos armados y la más descarnada insolidaridad.

También hay quien mira hacia otro lado, se encoge de hombros y confía en que el desarrollo tecnológico y el crecimiento económico aportarán soluciones. La tecnolatría paraliza las mentes de demasiada gente. «El capitalismo y la tecnociencia se han declarado en rebeldía ante el principio de realidad».  «La racionalidad económica dominante, movida por el dinero, nos arrastra hacia una catástrofe planetaria. Y las propuestas alternativas -bien trabadas, rigurosas, convincentes- existen desde hace decenios, pero no son atendidas», escribe Riechmann [6].  Y a propósito de la lógica del dinero y de la crisis ecosocial recuerda una contundente afirmación del antropólogo Jason Hickel: «Lo extraordinario del capitalismo es que produce el apocalipsis y después intenta venderse como la única solución razonable al apocalipsis«.

«Desarrollo sostenible» o cambio de sistema

No faltan negacionistas de los efectos devastadores del calentamiento global. Buena parte de la población mundial parece que prefiere escucharlos -y votarlos!-, pero a veces también parece como si existiera cierto consenso entre mucha otra gente, incluso entre algunos partidarios del «desarrollo sostenible», en torno a que la causa de la contaminación, del agotamiento de recursos y de minerales escasos, del calentamiento global, de la pérdida de biodiversidad, del riesgo de exterminio de la megafauna, de la desaparición de suelo fértil, de la extensión de partículas de plástico por todos los rincones del planeta y de sus organismos vivos, de la pérdida generalizada de acuíferos… se encuentra en la irracionalidad del sistema dominante de relaciones económicas y sociales. Incluso personajes como Joe Biden o Pedro Sánchez han llegado en algún momento a lamentar los efectos del enriquecimiento progresivo de unos pocos sobre la vida de la mayor parte de la gente. Lo que costa de entender es el motivo por el cual el número de personas que apuestan por un cambio de sistema y que se proclaman abiertamente dispuestas a hacer todo el posible para poner fin al capitalismo es hoy todavía tan pequeño. Mucho más pequeño incluso que en otros momentos de la historia contemporánea, en los cuales la conciencia sobre los límites del crecimiento era insignificante.

El pasado agosto, la organización Anticapitalistas dedicó buena parte de los ciclos, charlas y debates de su Universidad de Verano a tratar sobre la actual crisis ecosocial. ‘Un proyecto ecosocialista para un mundo en llamas’, fue el significativo titular de la XIII edición, en la cual Jorge Riechmann, más allá de señalar los efectos catastróficos que tiene sobre la biosfera de nuestro planeta la explotación de materias combustibles fósiles, habló ampliamente sobre la necesidad de un «cambio cultural profundo» en la concepción humana del mundo. Una transformación de la mentalidad dominante en Occidente desde hace dos siglos.

Una cultura amiga de la tierra

«Hay que ir a las raíces» de las crisis entrelazadas actualmente existentes, para las cuales «no hay solución técnica». «Estamos obligados a poner en cuestión la concepción de dominación del hombre por encima de todo«, insiste, y se pronuncia en favor de la consideración de la teoría Gaia, o Sistema Tierra, como camino para la toma de «conciencia de nuestra ecodependencia”. Se trata de «construir una cultura amiga de la tierra». La concepción del mundo que prevalece actualmente, «es muy negativa». Hay que «poner en cuestión el antropocentrismo moral’ y eso no quiere decir desconocer la singularidad humana. Explica, con abundantes referencias a los autores que han trabajado a fondo y desde diferentes puntos de vista sobre el comportamiento de la biosfera, que todos los seres vivos colaboran entre ellos y que el planeta Tierra se autorregula. Un planeta ‘simbiótico’, así denominado por la bióloga norteamericana Lynn Margulis para destacar que la simbiosis entre seres vivos prevalece por encima de la competencia y la «selección natural» darwiniana.

Lo que reclaman Riechmann y otros ecologistas es la asunción de una cultura de simbiosis con la naturaleza, «como seres vivos que a lo largo de millones de años hemos coevolucionado con el resto de organismos con los cuales compartimos la biosfera». «Nos va la vida» en esta asunción. Si seguimos con el Business As Usual, «las perspectivas apuntan hacia un genocidio que no tiene comparación posible en los doscientos mil años de existencia nuestra especie». Una cultura de simbiosis en contraposición a la antropocéntrica, que lo que se plantea es el dominio de los humanos sobre la naturaleza.

El homo sapiens, que es un ser complejo y que no deja de ser resultado de la coordinación entre bacterias preexistentes, no es independiente del comportamiento de la naturaleza. Es «el único animal que ha sido capaz de escribir la ‘Divina Comedia’ y de fabricar bombas atómicas», dice el ecólogo para remarcar la excepcionalidad de la condición humana. Tan excepcional, también, que en sus últimas generaciones «ha desequilibrado la capacidad de autorregulación de la Tierra».

Riechmann, sin embargo, considera Gaia («conjunto de todos los seres vivos de la Tierra, más su influencia sobre las condiciones de habitabilidad de nuestro planeta») como «un gran organismo que se autorepara» y que restablece sus equilibrios a lo largo del tiempo. No consuela demasiado, sin embargo, advirtió cáusticamente, la idea de que en un plazo de veinte millones de años la tierra haya sido capaz de autorregularse una vez desaparecido el género humano.

Él y otros significados ecologistas son, cotidianamente, objeto de ataques por parte de personajes adaptados a los intereses del poder corporativo. Ante los defensores del Green New Deal (capitalismo verde), que les descalifican y les acusan de catastrofistas y apocalípticos, Riechmann afirma: «El problema de fondo es que los sectores sociales que reconocemos que no hay posible solución de la crisis ecosocial dentro del capitalismo (y que esto del capitalismo verde es un oxímoron), y que nuestras sociedades siguen una trayectoria hacia el colapso, somos una ínfima minoría». «¿Cómo se llegó a convertir la economía, no en el arte del mantenimiento humano, sino en la gestión del crecimiento del PIB?», pregunta. «Sin hablar de combustibles fósiles, de capitalismo y también de irracionalidad humana, nada se entiende …»[7]. Él prescribe que hace falta «1) seguir el rastro a las mercancías desde la cuna hasta la tumba; 2) explorar vías para desglobalizar y relocalizar como forma de tomar T(t)ierra aterrizar (a-Tierra-r); y 3) dar pasos para salir de la ley del valor, lo cual, en realidad significa: salir del capitalismo».

Fracaso de la humanidad

El calentamiento global demuestra que la humanidad ha fracasado en su intento de dominar la naturaleza. Los humanos «interferimos en casi todo en la natura, pero no controlamos casi nada».

«El problema de los ecologismos», afirma Riechmann en libro más reciente, es que «durante demasiado tiempo nos acomodamos en exceso al posibilismo del desarrollo sostenible«[8]. «Necesitaríamos una izquierda no productivista, pero esto prácticamente no existe», lamenta.

La catástrofe medioambiental, además, no se puede entender sin tener presentes las desigualdades sociales y económicas. La batalla contra la degradación del planeta no se puede librar en el mercado. El «derecho» a contaminar no se tendría que poder vender ni comprar. Hay que recordar tantas veces como haga falta que las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por las sociedades más ricas afectan sobre todo a la población más pobre del planeta, a la cual no se puede atribuir ninguna responsabilidad en la tragedia climática.

Herramientas del ecologismo

La izquierda, en general, tiene cierta conciencia de esta realidad, pero según Riechmann, «la crisis ecológico-social contemporánea es tan profunda que nos invita a considerar los fundamentos mismos de las ideologías y el sentido común dominante» [9]. Nos invita a «construir concepciones contra-hegemónicas». Para hacerlo posible haría falta que muchos izquierdistas revisaran a fondo sus herramientas de análisis y de intervención. De esto se discutió tanto en la Universidad de Verano de Anticapitalistas como en la más reciente Escola d’Estiu de la CUP. En uno y otro lugar se expusieron estrategias para hacer frente en la crisis ecosocial y catálogos de propuestas tácticas y de experiencias del activismo realmente existente.

En las diferentes charlas se habló sobre las posibilidades de favorecer la “desmercantilización” de la vida económica, la planificación democrática de la economía, la democratización de la participación en medios de producción, la extensión de la economía social y solidaria, el crecimiento en sectores como la educación, la sanidad y los cuidados, la implementación de cambios profundos en los sectores del transporte y la energía…

Pero no faltó quién pusiera de manifiesto que muchas de estas ideas se plantean desde hace décadas y que ahora hace falta que el ecosocialismo incorpore un factor de importancia descomunal: «el choque con las limitaciones físicas de nuestro planeta».

El ingeniero y divulgador científico Ferran Puig, que ya hace un año se declaraba “escalofriado” con la lectura del informe del grupo II del IPCC sobre la situación actual del planeta, en todo el que hace referencia a los niveles de contaminación y a los datos actuales sobre extinción de especies, pero sobre todo ante la probabilidad de fenómenos extremos mucho más graves y frecuentes de lo que se pensaba, lanzó preguntas clave: «¿Cuánto tiempo puede durar la vida en estas condiciones?«, «¿dónde se encuentra la defensa de la vida?».

Activar el «freno de emergencia»

La negativa a emprender el camino del decrecimiento nos ha conducido hacia la destrucción de vida civilizada, a eliminar otras formas de vida y a degradar radicalmente la biosfera, mantienen los estudiosos de los ecosistemas.

¿De cuánto tiempo disponemos todavía para evitar el colapso? Riechmann comparte con Antonio Turiel la idea de que «nunca es tarde» para evitarlo, pero al mismo tiempo asegura sin tapujos que «nos empobreceremos colectivamente por las buenas o por las malas”. Hay que impulsar, dice, «dinámicas de decrecimiento material y energético, redistribución masiva, educación en libertad e igualitarismo, relocalización productiva, tecnologías sencillas, retorno en el campo de nuestras sociedades, renaturalización de zonas extensas de la biosfera, cultivo de una Nueva Cultura de la Tierra…”[10].

Otro gran interrogante, sin embargo, se encuentra en si hay manera de conseguir que la población adquiera conciencia sobre la necesidad de poner fin a dos siglos de crecimiento económico acelerado. ¿Qué se puede hacer para que en las sociedades industrializadas se produzca la interrupción del viaje hacia la catástrofe? ¿Cómo activar el necesario «freno de emergencia» que ya reclamaba Walter Benjamin? «¿Qué partido político con voluntad de obtener representación en las instituciones estará dispuesto a defender en sus campañas electorales que hay que reducir radicalmente el consumo?», preguntó un militante de larga trayectoria, Joxe Iriarte, Bikila, en una de las mencionadas charlas.

La elevación del nivel de conciencia y la salida de la cultura antropocéntrica hacen necesaria la actividad de los movimientos sociales, las luchas. «La conciencia no precede a la acción», «la principal tarea de nuestro tiempo es la de construir un bloque ecosocialista popular, diverso pero sólido, con capacidad de actuar estratégicamente y de golpear de forma conjunta desde diferentes frentes», mantiene el investigador ecosocialista, Martín Lallana. Él mismo y Júlia Martí Comas, doctora en Estudios de Desarrollo, explicaron que el momento actual de eco-crisis exige actuaciones urgentes, y aunque no nos encontremos en una  coyuntura de grandes movilizaciones hay que favorecer la existencia de movimiento de base «que interpele a las instituciones». Un movimiento que se conserve a sí mismo y resista, que utilice las «palancas institucionales», que tenga capacidad de actuar y de bloquear operaciones que atentan contra los ecosistemas, que pueda explicar sus objetivos al conjunto de la sociedad, que se implique en el cooperativismo y en actividades de la economía social y solidaria, que fortalezca su retaguardia y que plante la semilla para futuras luchas.

Más en concreto, presentan como referencias muy actuales el movimiento Soulèvements de la Terre, o la organización sindical del campesinado Confédération Paysanne, radicalmente opuestas a la agroindustria, a los macroproyectos energéticos, a las empresas contaminantes, al extractivismo irresponsable y a las operaciones nocivas de carácter especulativo.

Soulèvements de la Terre, que agrupa a un centenar de entidades defensoras del territorio de diferente perfil, se ha hecho especialmente conocido a lo largo de los últimos años por su capacidad creciente de actuar localmente y en todo el territorio del Estado francés, a pesar de la dureza de la represión ejercida por el Gobierno de Emmanuel Macron, que además de ordenar actuaciones policiales de extrema brutalidad ha querido ilegalizar este movimiento. Entre las iniciativas más celebradas de Soulèvements, explicó en la Escuela de la CUP uno de sus activistas, se encuentra la creación de las llamadas ZAD (Zonas A Defender), para «intentar construir desde ya el mundo que queremos«.

Esta idea, la de un activismo ecologista, descentralizado, arraigado a localidades y a zonas concretas, la valora especialmente el economista catalán Joan Martínez Alier, conocido internacionalmente y desde hace muchos años por sus estudios sobre cuestiones agrarias y sobre el ecologismo político. Él habla de la existencia de un «movimiento mundial de ecologismo ambiental, que  no tiene politburó, como tampoco lo tiene el feminismo», «un ecologismo popular que crece y que se vincula con otros movimientos».

Martínez Alier dirige una iniciativa de investigación de l’Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA) de la UAB para catalogar y situar geográficamente «miles de casos de resistencia contra proyectos perjudiciales para el medio ambiente y la población«.

La multiplicación de estas plataformas de resistencia es, seguramente, una condición indispensable para que se produzca la necesaria «contracción económica de emergencia, sustanciada en una salida rápida e igualitaria del capitalismo, acompañada de la renaturalización masiva del planeta Tierra». Es lo que se reclama desde el ecosocialismo.

Referencias:

1. Jorge Riechmann. Simbioética. Madrid. Plaza y Valdés Editores, 2022 p. 330

2. Susan George. Informe Lugano. Barcelona. Icaria, 2001, p. 254

3. Riechmann. op. cit. p 184

4. Cita de Jorge Riechmann en Simbioética  (p. 307) a entrevista con Bruno Latour. El Mundo, 19 de febrero de 2019. La modernidad está acabada

5. Riechmann. op. cit. p. 306

6. Riechmann. op. cit. p. 137

7. Riechmann. op. cit. p. 151

8. Jorge Riechmann. Bailar encadenados. Vilassar de Dalt. Icaria, 2023. p. 250

9. Jorge Riechmann. Simbioètica. Madrid, Plaza y Valdés Editores, 2022 p. 231

10. Jorge Riechmann. Bailar encadenados. Vilassar de Dalt. Icaria, 2023. p. 255-256

¿Por qué hoy son invasivas las llamadas, si son sonidos o vibración, como un mensaje de whatsapp o de instagram o de tiktok, ante las cuales uno es libre de responder o de ignorar según su voluntad?

Unos se preguntaban, durante la crisis pandémica de 2020, si a partir de entonces cambiarían algunos de nuestros usos, costumbres o rituales sociales para siempre: si dejaríamos de besarnos o de tocarnos, si nos saludaríamos con el codo o no dejaríamos de ir a ningún lado sin mascarilla.

Nada de eso ha ocurrido. Sin embargo, existen otros muchos otros rituales que, ajenos a la pandemia, impulsados tan sólo por las dinámicas económicas y tecnológicas del capitalismo contemporáneo, sí se han transformado en la última década y cuyas transformaciones son bien visibles. Una de ellas es la que se refiere al uso y al sentido social que damos a las llamadas telefónicas. Volviendo a la pregunta inicial: éstas se han vuelto invasivas porque las llamadas –es una forma de respuesta– no son una “notificación” (esa palabra que las empresas de comunicación tecnológica han diseñado –y que hemos incorporado, como tantos otros neologismos, en nuestro proceso de adaptación–). El hecho de no ser una notificación significa que es “demasiado humano”.

En nuestra percepción –transformada o, ella sí, ciertamente invadida– la vibración o el sonido de un mensaje es antes que nada y sobre todo un aviso de whatsapp, no de la persona que nos escribe. De más está decir que cualquier estudio demostraría, incluso en términos de eficacia –de tiempo,
comprensión y resolución–, la ventaja relativa de las llamadas (o video-llamadas) frente a los otros tipos de comunicación tecnológica, cuyo umbral de malentendido es, desde el punto de vista afectivo y de la comunicación interpersonal no-formal, o espontánea, mucho menor en comparación al de la comunicación escrita o diferida. (Exactamente al contrario de lo que ocurre en la comunicación formal, que trasciende lo exclusivamente personal, sea política, administrativa o bélica). Sin embargo, cuando nos llaman, tenemos la sensación de algo así como un asalto que, de ser aceptado, permitiría, convocaría o invitaría a una posible restricción de nuestra libertad.

Esto ocurre porque los mediadores tecnológicos, como membranas epidérmicas protectoras, parecen derrumbarse o desaparecer, aunque de hecho sigan existiendo. Al sonar, adviene un salto, una confrontación: acceder –¡directamente!– a la voz actual del otro, desde nuestra voz actual, ahora –y
nos sentimos en una completa desnudez–. Tal es una muestra más, un síntoma de nuestro devenir cuerpos-tecnológicos, y del devenir la tecnología antes órganos que herramientas de nuestros cuerpos. (Otro, dentro del mismo ámbito, podría buscarse en la expresión popular “me abrió” o “le abrí”, común entre los jóvenes españoles, para significar la acción de iniciar una conversación por vía móvil. No tanto la naturaleza del verbo en sí –por cierto un abrir sin cierre, irreversible–, sino sobre todo su uso intransitivo –por el que se da una omisión total del objeto (la luz que es el mensaje), como una especie de contracción esquelética, y se enfatiza así el valor pronominal y pasivo (o sufrido) de la oración–, resulta particularmente ilustrativa de la nula o escasa distancia en la que se sitúa ese umbral respecto a la corporalidad).

En el bolsillo o en el bolso, a la misma distancia de nuestros cuerpos, la llamada toma la apariencia de algo mucho más ajeno: exógeno y, por tanto, amenazante. Es la puerta que da a la voz del otro; un paso más cerca de lo viscoso y lo espeso que constituye el cuerpo de otro.

Yo quiero rescatar la frase hermosa con la que comenzaba el segundo volumen de sus memorias Maria Aurèlia Capmany: “Això era i no era, era un món feliç i no ho era, potser en realitat tot era tristíssim, però, tampoc, ningú no et podia robar el sol i el mar ni la pell de l’altre”.

PD. Llámenme.

Addenda (en el contestador)

¿Qué es lo que no se abre ni se cierra en este mundo con los dedos de una mano? Todavía: muchas cosas. Pero los amigos se pierden en el des-contacto. Parece que estar en contacto es la única manera de estar cerca. Y aparecer (repetidamente), el único modo de permanecer en contacto.
Si pienso en la palabra “contacto”, lo primero que se me viene a la cabeza es un número (en el teléfono) o un punto (en el cuerpo). Si pienso más allá, diría que es un píxel, un fragmento en el espacio, una unidad informativa y no simbolizada. Un índice (de la mano, al dedo). Un interruptor. Una entre tantas intermitencias.

Hoy he llamado a tres amigas y ninguna ha respondido. Es algo normal en estos años. El otro día me sorprendí cuando, al cabo de unos tonos, respondió una amiga al otro lado. La había dejado de llamar. Oír aparecer su voz fue como un gol, como una suerte. A alguna gente le sorprende, o así me parece, cuando digo: “sólo llamaba para saludarte”.

Pienso en la palabra como es hoy, tanto más ancha, generalizada como paradigma de las relaciones. Si pusiéramos ante ella la palabra “lazo”, creo que todos gritaríamos: “¡Dios mío!” de vergüenza. Suena tan desfasada y vieja como una metáfora mala, incluso errónea. Demasiado atada, demasiado metáfora. El contacto es, en cambio, pura concomitancia capilar. Aquí bailamos.

Somos amigos. Estamos en contacto.
Somos contacto. Estamos en amigos.

Enric Tubert, profesor de Lengua y Literatura e historiador del arte, impulsa en un pueblo del Alt Empordà ‘PUNT DE LECTURA’, una iniciativa cultural de éxito sobre narrativa catalana contemporánea.

“Escribir es difícil”, pero aun así “cada vez hay más gente que escribe”. “La iniciación a la lectura tiene cierta dificultad”. Lo reconocía con estas palabras una representante más que reconocida de las letras catalanas, Maria Mercè Roca, ante una cantidad de personas que para algunos resulta sorprendente.

Las ofertas culturales de calidad y el interés por la cultura no son ni de lejos patrimonio de las grandes capitales.

Son las que cada viernes de los meses de julio y agosto se reúnen con narradoras o narradores catalanes, en un pueblo del Alt Empordà, Agullana, para escuchar, hablar y reflexionar sobre lo que representa el hecho de escribir y sobre sus últimas novelas.

“Leer y escribir cuesta”, insistió la decana de la Institució de les Lletres Catalanes, cuando explicaba cómo había concebido y elaborado, “con mucha calma”, su último libro, Marí (La Magrana).

Maria Mercè Roca participaba por tercera vez en uno de los ciclos literarios que desde hace trece años organiza y dirige en Agullana Enric Tubert, historiador del arte y profesor de Lengua y Literatura, que demuestra reiteradamente, de muy diversas maneras, que las ofertas culturales de calidad y el interés por la cultura no son ni de lejos patrimonio de las grandes capitales.

Una actividad minoritaria

“Es un tópico decir que antes se leía más”, a pesar de que “la lectura siempre ha sido una actividad minoritaria”. “En el mundo en que vivimos hay mucha más gente que sabe leer de la que había antes”, “inevitablemente hay más gente que acaba leyendo literatura”, explica Enric Tubert, en una entrevista en la cual pone el énfasis cuando habla sobre la manera de incentivar el hábito de leer.

«La clave importante para que haya lectores se encuentra en la escuela y en la familia… y en las bibliotecas».

“La clave importante para que haya lectores se encuentra en la escuela y en la familia. La gente que crece en un contexto en el cual la lectura forma parte de la cotidianidad es muy difícil que en alguna de las fases de su vida no sea lectora”. “Y pienso que otro lugar donde ocurren milagros es en las bibliotecas. En estos momentos, en Catalunya, en las bibliotecas, especialmente entre las franjas sociales más desfavorecidas, se hace un trabajo ingente, enorme, como espacio para hacer deberes, espacio de trabajo, y con ello como espacio para descubrir la lectura”.

Punt de Lectura

Tubert es un intelectual catalán, de l’Empordà, que ha hecho posible a lo largo de estos años que sesenta y tres autoras y autores de novela en catalán participaron en las diferentes ediciones de Punt de Lectura, que es el nombre con el que se conoce “el ciclo centrado en narrativa” que tiene lugar cada verano en Agullana.

Ocho escritoras y escritores han sido seleccionados y convocados una vez más entre quienes han publicado libro en el último año. Y se ha hecho de nuevo de acuerdo con una serie de criterios: respeto de la paridad de género, “que dos o tres autores hayan obtenido premios de novela entre los más conocidos del país”, como los ‘Prudenci Bertrana’, ‘Josep Pla’, ‘Ramon Llull’ o ‘Proa’, “que como mínimo uno o dos fueran debutantes, es decir, que aquella narración que han publicado sea la de su primera novela”, como es el caso de Gemma Ventura o de Helena Guilera; que al menos uno de los autores invitados al ciclo proceda “de mundos diferentes al de la novela”, como por ejemplo el de la música, la poesía, o el periodismo, y que participe también un o una novelista como mínimo de un territorio de habla catalana que no sea el Principat de Catalunya.

Sesenta y tres autoras y autores de novela en catalán participaron en las diferentes ediciones de Punt de Lectura.

Este año, por ejemplo, se ha podido contar con la presencia del científico y narrador del País Valencià Martí Domínguez.

En Punt de Lectura se favorece además la diversidad de grupos editores y que no falte “quién publica y apuesta por editoriales más alternativas”.

Tubert explica también el peso de otro criterio no explícito y es que “en cada una de las ediciones siempre se cuente al menos con un autor o autora de una novela en la cual el arte, como tema, esté presente directa o indirectamente”. “Creo que esto es una debilidad que yo tengo”, confiesa en alusión a su formación y a su perfil de experto simultáneo en literatura y artes plásticas.

En esta decimotercera edición, por ejemplo, uno de los autores con más poder de convocatoria, Màrius Serra, se prodigó al hablar sobre La dona més pintada (Edicions Proa), un libro que combina realidad y ficción, que le exigió un gran trabajo de investigación sobre la obra y vida del pintor Maties Palau Ferré, y cuya lectura obliga a reflexionar sobre la complicada relación entre arte y comercio.

El pasado verano, la escritora Tània Juste, pudo compartir con los asistentes las inquietudes que la llevaron a escribir Amor a l’art (Columna 2021), [Amor al arte, (Ediciones Maeva, 2021)], un libro reivindicativo de la visibilidad de las mujeres artistas y de su obra.

Un momento de la sesión de ‘Punt de Lectura’, en los jardines de la sociedad La Concòrdia, de Agullana (Alt Empordà). “Públic”.

Literatura, arte, periodismo…

¿En qué estado se encuentra la literatura catalana?

“Creo que en el terreno de la narrativa pasamos por un momento francamente muy interesante. Hay autores de mucha calidad y con estilos muy diferentes. Existe una avalancha de autores que provienen del mundo del periodismo, como formación, y que a menudo tienen una posición personal mediática, de tal manera que cuando publican una novela suenan mucho y resultan exitosos en ventas, pero rápidamente te das cuenta de quienes han entrado en un mundo en el que se quedarán y de los que han hecho una pieza que ha funcionado bastante bien y que quizás es bastante buena, pero que quedará como una anécdota”, responde Enric Tubert.

«En el terreno de la narrativa pasamos por un momento francamente muy interesante».

Y añade. “También es interesante ver a gente que proviene del mundo de la pintura o de las artes plásticas y que de repente entra en el mundo de la literatura y lo hace con una mirada renovada”. “Hay una generación muy joven que en las novelas que publican utilizan dibujos, gráficos… entran con una serie de elementos que son nuevos y que conectan con toda una generación de gente a la cual le gusta seguramente un tipo de discurso más delimitado, más fragmentado”.

El poder de la palabra y el de la imagen

Sociólogos y comunicadores entran a veces en polémica sobre cambios en los paradigmas culturales. Unos valoran el poder de la palabra por encima del de la imagen que, según dicen, pone en peligro el pensamiento abstracto, y otros, profesionales y artistas, son defensores de diferentes formas de creación iconográfica y de lenguaje visual. Ya hace una barbaridad de tiempo que se dice y se repite aquello de que “una imagen vale más que mil palabras”.

Enric Tubert, en su condición de profesor de literatura, de experto en artes plásticas, y de intelectual comprometido en la difusión cultural, toma partido en favor de todas las formas de comunicación.

“Yo creo que cada vez queda más claro que el arte, más allá de ser una actividad, cuyo resultado son unos objetos que tradicionalmente se ha considerado que son ‘bonitos’, -entre comillas-, es una forma de comunicación, que está al servicio de quien sea, en función de las épocas, de un poder o de otro, de un mercado o de otro”, afirma. “Cuando eres profesor de literatura, en ocasiones, cuando quieres que quede claro un concepto estético, o un detalle propio de un autor o de una época, el mejor recurso que tienes es proyectar imágenes de pintores contemporáneos”. “A veces, lo que no se entiende al analizar las palabras o la estructura del texto, sí que se entiende viendo una imagen”, asegura.

El impulsor de Punt de Lectura, además, es también un activista cultural más que interesado en el mundo de la fotografía y, particularmente, en el legado a menudo olvidado en cajas, cajones, álbumes y estantes de muchas casas. Entre los libros que ha publicado, se encuentra el dedicado a la ‘Agullana desaparecida’, en el cual rescata un montón de imágenes en blanco y negro, que comenta para transmitir conocimiento histórico, económico, urbanístico, artístico, arquitectónico y social a través de infinidad de escenas de la vida cotidiana de su pueblo.

De hecho, en la edición de este año de Punt de Lectura, destaca también la presencia de autores de libros en los que la fotografía ocupa un papel más que destacado. Maria Mercè Roca otorga una función especial a una Leica R4, en manos de su protagonista, la Marí. A su abuelo le gusta mucho la fotografía. “La fotografía siempre dice la verdad, sobre todo las antiguas”, piensa la escritora. El periodista y escritor Martí Gironell, que fue el primer invitado del ciclo de este verano, centra su última novela, El fabricant de records (Columna Edicions), en un fotógrafo ambulante que a principios del siglo XX recorrió Catalunya para fotografiar a su gente. Gironell, explica Tubert, “reivindicó la fuerza de la fotografía como herramienta para construir recuerdos y para aprender a mirar”.

En otro extremo se encuentra Severina,  protagonista de la novela de Imma Monsó,  La mestra i la bèstia (Anagrama), que leía compulsivamente desde muy pequeña, “marcada a fuego” como su madre por la palabra escrita. “Leía porque quería salvarse. Leía porque quería ser libre, sabia, rica y feliz”, se dice en este libro también comentado con y por su autora en el ciclo literario de Agullana.

Un ciclo sobre narrativa catalana, ¿allí arriba?

«En un lugar remoto, un micropueblo de menos de mil habitantes, situado en un extremo del territorio, existe la posibilidad de dialogar con autores contemporáneos interesantes».

Punt de Lectura se ha consolidado como una iniciativa cultural de éxito. Muchos autores quedan sorprendidos por el hecho de que “en un lugar remoto, un micropueblo de menos de mil habitantes, situado en un extremo del territorio, existe la posibilidad de dialogar con autores contemporáneos interesantes con la misma naturalidad y calidad que se podría conseguir si la cita se diera en el barrio de Gràcia de Barcelona”, explica su impulsor.

“Lo que ha ido pasando es que gente del mismo pueblo… y de pueblos del alrededor, de La Jonquera, de Maçanet de Cabrenys, Darnius, La Vajol, pero también de Colera, Figueres, Llançà… ha ido adquiriendo el hábito, en función del autor que acude, de ir hacia Agullana los viernes, asistir a la sesión y, si conviene después, cenar o tomar algo en los jardines de La Concòrdia. Eso hace que a menudo el número de asistentes sea más o menos un centenar, que haya noventa, ciento veinte… este año, algún día 135… y claro, los autores, cuando contactas por primera vez con ellos, si no saben dónde está Agullana y se lo explicas, dicen, ¡ostras! ¿Allí arriba? Lo ven como un lugar alejado, remoto… Autores como Joan Benesiu, o el mismo Martí Domínguez, que ha venido este año, se desplazan desde Alacant o desde València. Para ellos es un extremo, pero una vez están aquí, cuando empieza a llenarse el espacio, y a menudo hay que añadir sillas, quedan muy sorprendidos ”.

«Se trata de entrar en las estrategias técnicas que un novelista asume a la hora de construir una novela».

“El libro es como un artefacto”, dice Enric Tubert  a las personas que manifiestan interés por su iniciativa. Lo dice porque le gusta considerarlo en su conjunto, desde la portada, “como metáfora de lo que hay dentro”, hasta su estructura. Y lo más importante, como una excusa para que los autores puedan compartir con el público lo que representa para ellos el hecho de escribir narrativa, “qué trabajos de documentación, de edición, de corrección han tenido que superar”, y para poder tratar sobre “aspectos formales de contenido y de estilo de la novela, de su trabajo”. “Se trata de entrar en las estrategias técnicas que un novelista asume a la hora de construir una novela”.

Este es seguramente uno de los secretos del éxito de Punt de Lectura.

Me merodeaba la cabeza mientras contemplaba esta exposición «Lieu de mémoire» de Helena Belzer, en el Ayuntament Vell de Sant Francesc, en Formentera (hasta el 5 de agosto) que estamos viviendo, por primera vez en la historia, el hecho de que toda una generación de mujeres artistas que rondan los 80 años está exponiendo su obra, aún sin estar en el mainstreaming del arte. Y, sin embargo, como un goteo imparable, están ahí: presentando sus trabajos, de los últimos años, al público.

Cómo mujer artista e intelectual, que ha dedicado gran parte de su trabajo a la visibilización de artistas que en la historia han sido, no puedo dejar de hacerme la pregunta de quiénes van a ser las guardianas de nuestra memoria, de la memoria de nuestros trabajos, de nuestra propiedad intelectual, del trabajo de todas las mujeres artistas que han surcado la segunda mitad del siglo XX y este primer tercio del XXI.

Cómo artista pienso en la necesidad de la trascendencia: las artistas mujeres que ya han comprendido que el talento es exhibicionista, se plantean dónde irá su legado. ¿Dónde y cómo pueden enseñar todo aquello que su pensamiento, su creatividad ha producido y, todavía, produce? Son artistas que ya saben convivir con la frustración y que saben lo que es la falta de reconocimiento aún a pesar de su excelencia. Son artistas resilientes que, como Helena Belzer, siguen trabajando y recuperando lugares que les ayuden a sujetarse a la memoria, que les ayuden a ser para la trascendencia.

Aquella súplica que la joven Julia Conesa, antes de ser fusilada contra la tapia del cementerio del Este de Madrid junto a otras 12 compañeras, siete menores de edad, en la madrugada del 5 de agosto de 1939, le dejó escrita a su madre y hermanos: “que mi nombre no se borre en la historia”, nos deja la pregunta, convertida en título de película por Diaz Yanes: «¿Quién hablará de nosotras cuando hayamos muerto?»

Esta pregunta, como autora, me resulta tan incómoda que según me la hago, la esquivo y me concentro en lo pragmático, en el día a día. Este lugar de confort en el que me coloca la cotidianidad, dónde tan a gusto me encuentro y del que la exposición de Helena Belzer, Lieu de Memoire, me saca como si de un calambre eléctrico se tratara. No se puede ser la memoria de otra artista, pero si se puede difundir la memoria de otra artista. Y eso es lo que hace este pequeño artículo: contar y narrar entre nosotras, nuestras acciones para poder seguir siendo en el futuro.

Helena Belzer tropieza, en Bruselas, con uno de los Stolpersteine que, desde el año 95, el artista Günter Demming va instalando por toda Europa, adoquines con los que homenajea a las víctimas del nazismo, logrando un Memorial Escultórico que interpela a todos aquellos que lo vean (o que tropieza con ellos). En el instante del tropezón, Belzer decide que tiene que tomar acción y pintar, buscar, conocer y reconocer lo que hay en su memoria de mujer alemana nacida en los tiempos de Hitler. ¿Cómo sobrevives cuando has visto pasar los trenes hacia los campos de concentración? Helena Belzer sobrevivió viajando, dejando de hablar alemán, abandonando su país de origen, para refugiarse en Formentera y Bruselas, y pintando, sobre todo pintando. Con una disciplina que, a día de hoy, continúa.

Helena Belzer y Manolo Oya con la obra “Pierres de mémoire  II” (2021). Fotografía de Pilar Aldea.

“Pilar, pinto las lágrimas que no soy capaz de llorar” me dijo cuando me descubría que lo que yo pensé que eran baldosas amarillas versión Mago de Oz, son su versión de los Stolpersteine y sus lágrimas son un intento de continuar manteniendo viva la memoria del horror nazi. En el documental “Shoah”, Claude Lanzmann enfrenta, a veces confrontado, la tristeza de aquellos testigos niños/as, que, como Helena Belzer, veían pasar los trenes. A uno de ellos le pregunta porque siempre lo cuenta sonriendo y el interrogado no tiene respuesta, el dolor le ocupa y se le humedecen los ojos. No hay nada más que decir.

Helena Belzer nos requiere como cómplices. “Estos son los objetos que necesitamos para vivir” me explica ante ese cuadro con una silla, una mesa y una cama, remitiendo el pensamiento a Thureau. Solo le faltó decirme para “vivir deliberadamente”. Toda su exposición remite a que “todos los hombres quieren algo que hacer para poder ser”. Helena Belzer, pinta sin parar desde los años 60. Sin detenerse. Y pintando se recupera, y recupera la memoria de los otros, porque es a través de la memoria que el espíritu tiene el poder “para hacer presente lo que es irrevocablemente pasado, y por tanto ausente a los sentidos”. Para Hannah Arendt la memoria es el ejemplo “más plausible de la capacidad del espíritu para hacer presente lo invisible”. Poner en valor aquello que no se ve, aquello que el pensamiento, por no salir de su zona de confort, no quiere retener, confrontarnos con que, al fin, sólo somos eso: la memoria que los demás puedan tener y retener sobre nosotras. Sin memoria, no hay trascendencia. Y esto es lo que el talento quiere.

Helena Belzer y Manolo Oya. Fotografía de Pilar Aldea.

Helena Belzer, casi parecería que sin querer, nos trae a esta exposición uno de los más hermosos y tristes lugares de memoria. Como bien dice el comisario de la exposición, Manolo Oya, en el catálogo de la misma: “Con el ejercicio de la memoria las ausencias se convierten en presencias. Es el recuerdo de las personas lo que las mantiene junto a nosotros. Compartimos el espacio que habitamos, sentados en la misma mesa, durmiendo en el mismo lecho con las almas que nos acompañan”. Que así sea.

Nota:

Agradecemos a Pilar Aldea su gentileza al ceder estas fotografías a la Fundación Espacio Público.

La imagen de un abrazo en Barcelona entre Felipe González y Javier Solana fue la más difundida en prensa y televisión para celebrar «el éxito» de la Conferencia que tenía que establecer las bases de la colaboración entre gobiernos de los quince países que en 1995 formaban parte de la Unión Europea y otros doce de la ribera sur mediterránea. Se felicitaban por el inicio de lo que se conoció y todavía se conoce como ‘Proceso de Barcelona’.

Los participantes en la cumbre aprobaron in extremis una declaración, de forma unánime, que representaba un «ambicioso proyecto», según el presidente González. Una iniciativa que tenía que permitir «mirar hacia el futuro y no al pasado», dijo Solana, entonces ministro de Asuntos Exteriores, poco antes de ser nombrado secretario general de la OTAN.

El rey Juan Carlos, hoy emérito, también se dirigió a los gobernantes asistentes a la Conferencia Euromediterránea para referirse a la capital de Catalunya como «síntesis de la estética y del espíritu mediterráneos», de la «creatividad mediterránea… cuna de civilizaciones», y para afirmar que “la paz y la seguridad de nuestros pueblos son indivisibles…”, faltaría más.

No se quería mirar hacia el pasado de las relaciones políticas, económicas y humanas entre países de la denominada región euromediterránea, no fuera a ser que se pudiera aprender alguna lección. La historia reciente no invitaba lo más mínimo al optimismo. Había que hablar del futuro. Lo que tenía que venir, no obstante, sería todavía peor.

Los participantes en la cumbre se comprometieron a crear una gran región económica y política euromediterránea, con una serie de objetivos, entre los cuales figuraba la creación de una área de libre comercio y la recomendación de cerrar acuerdos bilaterales para la «readmisión» en los países de origen de los «nacionales» que se encuentran en Europa «en situación ilegal». Un eufemismo para referirse a devoluciones en caliente, expulsiones y deportaciones.

Los gobiernos europeos favorecían de este modo el avance hacia la libre circulación de mercancías, que se concreta a menudo en ventas de material militar, y la obstaculización al mismo tiempo del movimiento de personas migrantes. Acuerdos bilaterales se han firmado desde entonces, ciertamente, para reforzar mecanismos de control policial en los países del sur sobre personas que necesitan migrar hacia el norte. Acuerdos migratorios vergonzosos, como el que la UE firmó con Turquía en 2016, o como el más reciente, firmado el pasado 16 de julio de 2023 por la presidenta de la Comisión Europea, la primera ministra italiana y el jefe de gobierno holandés con el presidente de Túnez. Se informó que la UE pagará a este país norteafricano más de 100 millones de euros para que impida la salida de migrantes hacia Europa.

El Estado tunecino se aplica en la “labor”, sin duda. La organización Migrant Rescue Watch pudo comprobar el pasado 25 de julio la llegada a la frontera libia de personas subsaharianas forzadas a huir por el desierto por las autoridades de Túnez. Se calcula que unos dos mil expulsados se encontraban hace pocos días en una zona desértica de la frontera, muchos de ellos deshidratados. Algunos habían muerto por el camino.

«Cooperación» contra los derechos humanos

Las bases de la «cooperación» euromediterránea se habían «consolidado» en 2004 en la Unión Europea, con la creación de una «agencia» de carácter represivo, Frontex, para «proteger las fronteras exteriores» de su espacio de «libre circulación», es decir, para el «control de las migraciones».

Cuatro años más tarde, en París, se fundaba la Unión por el Mediterráneo, formada por 42 estados. 27 de la UE y 15 socios del norte de África y de Oriente Próximo, para promover la estabilidad en la región y la integración entre países del norte y del sur, de acuerdo con el espíritu del ‘Proceso de Barcelona’. Se trataba, decían, de conseguir «paz, seguridad y prosperidad para todo el mundo».

El balance de tal «cooperación» resulta escandaloso. Lo sucedido durante estas últimas décadas en países como Siria, Irak, Palestina, Libia, Túnez o el Sahara Occidental, por mencionar solo algunos de los países destrozados, tiene muy poco que ver con la estabilidad, la paz, la seguridad o la prosperidad. Hay que ser muy hipócrita para concluir que en estas naciones o en otras del  África subsahariana se ha avanzado en algún sentido en el respecto de la vida.

«El aumento de las desigualdades entre Europa y África del norte y la subsahariana, el empobrecimiento de países del Este, sometidos a políticas despiadadas de ajuste estructural, la extensión incontrolable del caos en Oriente Medio, con la destrucción del Estado iraquí en 2003 y la descomposición de Siria desde 2011, provocan la huida de millones de personas hacia Europa», advertía el politólogo Sami Naïr en 2016 en debate abierto por Espacio Público. Un debate por escrito y presencial que aconsejamos revisitar. ¿Qué debe hacer la UE sobre la inmigración? (1), nos preguntábamos hace siete años. Y buscamos respuestas entre personas conocedoras de la cuestión desde diferentes puntos de vista.

Supuestamente, desde el Tratado de Roma (1957), la libre circulación de personas ha sido «un objetivo prioritario de Europa». «Tendría que haber sido una realidad desde la entrada en vigor del Tratado de la Unión Europea. No ha sido así», reconocían ya en 1997 destacadas representantes del grupo parlamentario de los socialistas europeos (2).

Ahora no sabemos ni sabremos nunca cuántas personas han muerto ahogadas en lo que llevamos de siglo XXI en el Mediterráneo y en las costas del Atlántico en su intento de huir de la miseria y de la muerte, y de buscar acogida en alguno de los países de la ribera norte. Solo conocemos algunas aproximaciones a las cifras de naufragios, de muertos y desaparecidos registradas por organizaciones humanitarias. Se cuentan ya por decenas de miles. Los gobiernos de la ribera norte solo hacen cálculos con quienes consiguen llegar. Deshumanizan la tragedia y siguen discutiendo sobre nuevas medidas para reducir lo que denominan «presión migratoria».

Desvían la mirada ante la transformación del Mediterráneo y de las costas atlánticas del Magreb en inmensas fosas comunes. Miran hacia otra parte e intentan borrar de la memoria colectiva la realidad más dolorosa. Recordaremos aquí solo algunos hechos significativos de las últimas décadas, entre otras muchísimos que se podrían citar.

El 18 de abril de 2015 un pesquero con más de 800 personas a bordo volcó en las costas de Sicilia. Sobrevivieron 28, se recuperaron 24 cuerpos. El resto desaparecieron. ¿Quién se acuerda de aquellas víctimas?

El 25 de julio de 2019 se dieron por desaparecidas 116 personas, ante las costas de Libia, en el naufragio de otra embarcación, en la cual según las autoridades libias viajaban 250 migrantes. Los supervivientes, dijeron, fueron trasladados a diferentes puntos de detención de aquel inseguro territorio.

El pasado 14 de junio de 2023, otro pesquero naufragó en las aguas del mar Jónico. Viajaban en él más de 700 personas. Un centenar sobrevivió, se rescataron algunas decenas de cadáveres y del resto no se supo nada más. ¿Quién lo recordará?

Durante aquellos días los medios estaban demasiado ocupados en difundir información sobre si cuatro barcos, junto a una decena de helicópteros norteamericanos, con la ayuda de aviones del Canadá y de un submarino francés, habían conseguido saber algo sobre cinco millonarios, tres británicos, un francés y un estadounidense, que se habían embarcado en un batiscafo para ver de cerca los restos del Titanic, en aguas del Atlántico norte.

El hundimiento de una barca que había salido el pasado 21 de junio desde el Sahara Occidental con unas sesenta personas a bordo casi pasó desapercibido en los medios de comunicación europeos. Se rescataron los cuerpos sin vida de dos personas. Veinticuatro sobrevivieron. El resto, desaparecidos. ¿Importa algo a nuestras instituciones? Otras cincuenta y una perdieron la vida dos semanas más tarde cuando intentaban llegar a Canarias. Habían pasado ocho días a la deriva en una lancha neumática. Si hubieran sido tripulantes blancos de una embarcación europea cerca de las mismas islas los informativos de radio y TV habrían abierto con el tema, se investigarían las causas, se darían todo tipo de detalles en publicaciones impresas y digitales y nuestras redes se llenarían de mensajes de pésame dirigidos a los amigos y familiares.

La ONG ‘Caminando Fronteras’ calculaba a principios de julio que, desde principios de este año, 951 personas habían muerto en el mar cuando intentaban llegar a las costas españolas.

El lector seguro que sabe que podríamos seguir y seguir, y continuar con infinidad de episodios, datos y más datos sobre muertes en circunstancias extremas y también sobre el tratamiento inhumano que reciben las personas que consiguen pisar territorio europeo, procedentes de países gravemente afectados por guerras y por los efectos de un cambio climático que la población de su tierra no ha provocado.

Dejamos para los «expertos» en geoestrategia las consideraciones sobre el grado de influencia de China y de Rusia en estos estados. Lo que nos ocupa en este texto es la insensibilidad de los defensores occidentales de hipotéticos valores democráticos, la piel gruesa que se le ha hecho a parlamentarios, funcionarios y gobernantes de la Unión Europea ante una tragedia permanente y extrema, que nunca debería considerarse como un mal secundario inevitable.

¿Hay algún representante de nuestros gobiernos, sean «progresistas» o «conservadores», que se interese por las familias de las personas que día tras día desaparecen en nuestras costas? ¿En algún momento se detienen a pensar en la tremenda e imborrable angustia que sienten madres, padres, hermanas y hermanos de personas que iniciaron un viaje en condiciones durísimas y de las cuales no han podido saber nada más? Las instituciones de la Unión Europea son directamente responsables de la deshumanización de lo que denominan «políticas migratorias», de la actuación represiva de Frontex, de la criminalización de las ONG que se ocupan de salvar y prestar auxilio a la gente que huye del hambre, las guerras, la miseria y la muerte.

¿En algún momento se depurarán responsabilidades por la acción conjunta de las policías española y marroquí, el 24 de junio del 2022, en la frontera melillense? ¿Cuántas veces habrá que recordar que en aquel lugar murieron no menos de 37 personas y que otras 76, por lo menos, siguen desaparecidas como consecuencia de la violencia policial? Tal como denunció Amnistía Internacional, ningún funcionario español o marroquí ha comparecido ante alguna instancia judicial por aquellos hechos.

Al actual Gobierno español de coalición y al que probablemente se conformará bien pronto, encabezado de nuevo por Pedro Sánchez, le corresponde en estos momentos la Presidencia rotatoria de la Unión Europea. Desde esta función se dispone a hacer frente a «un gran reto»: conseguir un «Pacto sobre Migración y Asilo», «un acuerdo equilibrado» con el cual todos los países de la Unión se sientan cómodos.

Tal como señala la CEAR, lo que se propone, por el momento, no garantiza la responsabilidad compartida en materia de asilo, introduce un control previo de entrada y profundiza en el modelo de externalización de fronteras. «No pone en el centro de las políticas migratorias y de asilo la protección de las personas”.

El tratamiento que reciben las personas que vienen hacia Europa desde otros países tendría que cambiar radicalmente con el nuevo gobierno. La llamada cooperación euromediterránea se encuentra actualmente marcada por la xenofobia y el racismo institucional. Las fuerzas que apoyen al nuevo Ejecutivo, si se proclaman defensoras de los derechos humanos, no solo tienen que denunciar comportamientos discriminatorios, sino que han de plantar cara a los gobiernos europeos y regionales, partidos, organismos y entidades que atentan contra derechos y libertades de la población, independientemente de su origen.

Hay que favorecer las redes de auxilio y de apoyo ciudadano a todo aquel que se ve obligado a abandonar su tierra, y que se apruebe, como dice la CEAR, «un mecanismo de solidaridad obligatorio y permanente». Lo que se gasta en control policial, dentro y fuera de la UE, hay que invertirlo en auténtica cooperación humanitaria y en garantizar vías seguras para quienes tienen necesidad de migrar.

(1) Varios autores ¿Qué debe hacer la UE sobre la inmigración? Espacio Público, 2016

(2) Anna Terrón y Francisca Sauquillo. 1997, año europeo contra el racismo y la xenofobia. Libre circulación, migraciones y asilo: la problemática de las fronteras. Grupo Parlamentario del Partido de los Socialistas Europeos.

Conversamos con Ángel Luis Lara 

Doctor en Sociología y guionista, Ángel Luis Lara es profesor de Estudios Culturales en la State University of New York (SUNY). Sociólogo e investigador social, guionista… posee un currículo tan amplio que hemos preferido publicarlo al final de esta conversación. Recientemente ha estado en España donde ha participado, en Granada, en el  Taller de Capacitación en Socioanálisis Narrativo y Etnografía creativa a  través de las Historias.

Con este motivo Espacio Público tenemos hoy la oportunidad de conversar con él.

En primer lugar, le damos las gracias por dedicarnos una parte de su tiempo. Antes que nada, podría explicarnos qué es eso del socioanálisis narrativo.

El socioanálisis narrativo es una propuesta metodológica en el ámbito de la investigación social y la práctica comunitaria que se articula a partir de situaciones grupales que colocan en el centro de su hacer las capacidades narrativas y fabuladoras, muchas veces olvidadas, que tenemos las personas. A partir de una práctica que erosiona la diferencia entre un sujeto investigador y un objeto investigado, el socioanálisis narrativo conforma colectivos de investigación-intervención con un horizonte transformador. Conjugando y rescatando saberes narrativos, realizamos ejercicios de autoanálisis grupal y diagnósticos situados que nos sirven para construir tejido comunitario. De este modo activamos procesos que generan conocimiento crítico sobre lo real, al tiempo que inventamos instrumentos de intervención y comunicación a través de los lenguajes de las ficciones.

En cualquier caso, el nombre “socioanálisis narrativo” no es nuestro, fue propuesto por el colectivo italiano Sensibili alle Foglie, que lleva años trabajando con este tipo de dinámicas. Igualmente, la propuesta socioanalítica no es nueva: nació en Francia en los años sesenta del pasado siglo ligada a ese laboratorio de prácticas sociales que fue el mayo del 68,  en torno a investigadores-activistas como George Lapassade, René Loureau o Félix Guattari. En nuestro país, el sociólogo Jesús Ibáñez realizó una labor de profundización metodológica y teórica muy importante en los años ochenta, al igual que Tomás Rodríguez Villasante y otros investigadores e investigadoras, quienes recogieron todo ese archipiélago de claves para la investigación-acción transformadora en una caja de herramientas abierta llamada “sociopraxis”.

Tenemos que felicitarnos de que la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Complutense de Madrid, muchas veces a pesar de la propia universidad, haya funcionado como uno de los epicentros mundiales de este tipo de propuestas en el ámbito de las ciencias sociales.

¿En qué campos es útil esta herramienta? ¿Podemos decir que se trata de otra forma de investigación en el campo de las ciencias sociales?

Dada la familiaridad con las series de televisión que presenta un porcentaje cada vez mayor de la población, así como el enorme peso de estos mundos de ficción en los imaginarios y en el curso de la vida cotidiana, en nuestra práctica socioanalítica llevamos varios años trabajando sobre todo con los códigos propios de las ficciones mediáticas seriales. Cuando usamos estos códigos para articular tejido social o para construir conocimiento e intervención junto a movimientos y colectivos sociales lo llamamos socioanálisis narrativo. Por el contrario, cuando utilizamos las ficciones para comunicar investigaciones realizadas desde la academia con un lenguaje no académico que juega con los modos de contar propios de las series de ficción lo llamamos etnografía creativa a través de las historias.

Ambos prismas abren campos de intervención: en el primer caso, las investigadoras trabajamos con gentes y colectivos no familiarizados con la investigación social, mientras que en el segundo caso las investigadoras tratamos de que nuestras investigaciones trasciendan el corto alcance social que normalmente presenta la actividad académica, entre otras cosas debido a la jerga y a los formatos en los que ésta suele expresarse. Comunicando nuestras investigaciones a través de los lenguajes de las ficciones seriales, consumidas masivamente en nuestros días, tratamos de hacerlas llegar a la gente, al tiempo que desarrollamos procesos de alfabetización mediática, intentando estimular posiciones críticas acerca de los lenguajes y los productos mediáticos que consumimos.

¿Las radionovelas, series televisivas, teatro social son las modalidades narrativas de esta investigación o hay alguna más?

Hasta ahora no hemos trabajado con la dramaturgia y los lenguajes teatrales, sino que nos hemos propuesto explorar el uso de los modos de narrar de las series de ficción mediática a partir, sobre todo, de los códigos de la televisión y del podcast serial, así como de las formas más clásicas de la radionovela.

Usted es autor de Of Kites and Borders (Yolanda Pividal, 2013), definida como “una película única y esencial para comprender cómo las fronteras afectan la vida de la gente”. Este documental habla de la lucha diaria de ser niño al otro lado de la frontera con Estados Unidos. La historia es narrada por tres niños y una niña que trabajan en Tijuana. ¿Puede contarnos su experiencia concreta de socioanálisis narrativo en este caso?

En la construcción de la película Of Kites and Borders no empleamos el socionálisis narrativo, sino que nos movimos en las coordenadas tradicionales del oficio del guionista en el ámbito del cine documental. A continuación, le facilito la información de algunos de los proyectos más reseñables en los que hasta ahora hemos activado procesos socioanáliticos o hemos jugado con los lenguajes de las ficciones mediáticas para socializar los resultados de una investigación social de carácter convencional:

  • Una séptima mujer: políticas e infrapolíticas migrantes en la ciudad neoliberal (Nueva York). Una práctica de etnografía colaborativa y narrativa comunitaria desde el querer vivir. Proyecto de investigación que formó parte de la iniciativa “Procesos emergentes y agencias del común: praxis de la investigación social colaborativa y nuevas formas de subjetivación política. [Acrónimo: PEAC]”. Convocatoria 2014, modalidad 1: Proyectos de i+d, del Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia, Subprograma Estatal de Generación del Conocimiento. Ministerio de Economía y Competitividad; Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación; Gobierno de España. Referencia: CSO2014-56960-P.
  • Una experiencia de etnografía colaborativa junto al colectivo STOP Desahucios-15M de Granada. El proyecto se ha inscrito en el programa PEAC [CSO2014-56960-P] citado anteriormente, dirigido por investigadoras del Departamento de Antropología Social de la Universidad de Granada. El resultado de este proyecto ha sido la radionovela “Ya no estás sola”, que fue presentada el pasado 11 de junio.
  • “Epistemologías feministas y activismos en salud: practicas, cuidados y saberes emergentes en contextos biomédicos”. Subprograma Retos, Plan Nacional de I+D+I, Ministerio de Educación y Ciencia de España. Entidades participantes: Universidad Complutense de Madrid, Universidad Rey Juan Carlos, CSIC, Universidad de Valencia, Hospital Universitario de Alcorcón, Media Lab Prado-Madrid y State University of New York. 1 de enero de 2017 / 31 de diciembre de 2020. Referencia: FEM2016-76797-R.

Algo que nos esperábamos cuando comenzamos a activar este tipo de dinámicas es que el socioanálisis narrativo abre también un espacio común de cuidados. Las mujeres latinoamericanas indocumentadas con las que hemos trabajado en Nueva York lo han llamado “terapearse”.

¿Qué importancia tiene explorar el hacer grupal con los lenguajes de las ficciones en series de televisión, radionovelas, podcasts, etc.?

En los proyectos que hemos desarrollado hasta la fecha hemos descubierto que se activan tres fenómenos combinados: procesos de análisis y diagnóstico crítico de los modos de vida en los que estamos insertos, dinámicas de politización de la existencia y experiencias de alfabetización mediática a partir del aprendizaje de las herramientas y los lenguajes propios de las ficciones televisivas y radiofónicas. Esta pauta alfabetizadora no solo nos hace pasar del papel de espectadores al de productores de historias, sino que nos regala una perspectiva útil para comprender el carácter sistémico de la mayoría de las ficciones mediáticas que consumimos en nuestra vida cotidiana.

Cuando trabajamos junto a colectivos y movimientos sociales, los procesos de socioanálisis sirven además para generar radionovelas o series de podcast con las que se comunican proyectos e iniciativas de intervención, así como se convoca a la participación o se denuncian situaciones locales. Algo que nos esperábamos cuando comenzamos a activar este tipo de dinámicas es que el socioanálisis narrativo abre también un espacio común de cuidados. Las mujeres latinoamericanas indocumentadas con las que hemos trabajado en Nueva York lo han llamado “terapearse”.

Casi todas las series de televisión están siendo producidas por grandes plataformas privadas: Netflix, HBO, Filmin…, ¿qué influencia cree que tienen en sus contenidos?

Antes sólo veíamos televisión en el televisor, ahora la cargamos en el bolsillo y la activamos en cualquier momento. El relato televisivo posee un carácter ubicuo: ha colonizado íntegramente nuestra existencia. En este contexto, la influencia de las series de televisión en nuestras vidas es enorme. Intervienen en el tejido de lo sensible, construyen sentido común, socializan formatos estéticos y modulan nuestras inclinaciones éticas. Lejos de expresar la vida, la representan. Como ocurre en toda forma de representación, aquello que resulta representado está siempre ausente. No por casualidad los políticos funcionan cada vez más a partir de los lenguajes de este tipo de ficciones: lo crucial no es lo verdadero, con toda la cautela con la que siempre conviene usar este término, sino lo verosímil.

El primero que lo entendió fue Ronald Reagan, quien empleó dichos lenguajes en su campaña electoral de 1981. Su alumno más aventajado ha sido Barack Obama: para materializar su histórica visita a Cuba en 2016 no puso como condición reunirse con los mandatarios políticos de la isla, sino que exigió formar parte de uno de los episodios de la serie más importante del primetime televisivo cubano: Vivir del cuento. La clave de la intervención política de Obama no fue su encuentro con Raúl Castro, sino su comunión con don Pánfilo, un personaje de ficción. Volodimir Zelenski ha rizado el rizo al saltar directamente de un mundo televisivo ficticio, la serie ucraniana Servidor del pueblo, a la presidencia de su país.

Las ficciones han sido siempre un campo de batalla. La industria mediática y la clase política nos las han privatizado. Los movimientos de matriz emancipadora deberían tomarse más en serio las series. Esos relatos mediáticos son mucho más que aparatos ideológicos o instrumentos propagandísticos: constituyen el mundo en el que vivimos. Necesitamos con urgencia producir una ecología de la comunicación social que nos capacite para construir laboratorios comunitarios que construyan y disparen series de ficción televisiva y podcast.

Fotografía de Paloma Candela Soto, 2023.

¿Qué experiencia le ha proporcionado este taller que acaba de realizarse en Granada?

En este caso, se trataba de una iniciativa promovida y organizada por el Grupo de Investigación Charles Babbage en Ciencias Sociales del Trabajo, de la Universidad Complutense de Madrid. Amén de algunas personas que provenían del activismo vecinal o de la práctica del Teatro del Oprimido, la mayor parte de la gente tenía en común la condición académica, entre docentes y estudiantes de máster y doctorado. Uno de los aprendizajes que me he llevado del taller ha sido, precisamente, la enorme dificultad que tenemos las personas que habitamos la academia para pensar y expresarnos a partir de otra razón que no sea la académica. Definitivamente, me ha quedado claro que la universidad funciona, entre otras cosas, como un aparato de erosión de la creatividad y de la inventiva.

Por otro lado, hemos vuelto a comprobar el entusiasmo grupal que despierta el trabajo con las historias y el rescate de nuestras capacidades fabuladoras, así como el aprendizaje crítico de las herramientas narrativas con las que la industria mediática fabrica las series que consumimos. En este tipo de encuentros entendemos el carácter eminentemente político de las historias. La humanidad las ha usado desde sus orígenes para hacer sentido del mundo, pues su utilidad ha sido siempre la de posibilitarnos un puente explicativo entre lo conocido y lo desconocido. Se trata de un común que, como otros, ha sido privatizado. Desde mediados del siglo pasado la industria mediática, con su epicentro en Hollywood, nos ha arrebatado nuestra capacidad para contarnos historias. Hubo un tiempo en que las historias nos las contaban nuestras abuelas o las construíamos colectivamente alrededor de un fuego, ahora las adquirimos en un mercado. Hemos sido desposeídos de una de las principales herramientas que teníamos para construir sentido en común.

Por último, ¿qué le parece La Casa de papel y qué serie nos recomienda?

La Casa de papel es un muy buen producto mediático: espectaculariza la vida y genera distancia con lo real. Como casi todas las narrativas de este tipo, posee una naturaleza perversa: presentándose como mundo aparentemente crítico, ofrece un relato realmente sistémico. Nos condena al papel de espectadores dentro y fuera del propio relato: los atracadores hacen, la gente común mira. Este tipo de historias nos entretienen al tiempo que nos despolitizan.

Una serie española que me resulta muy recomendable es Antidisturbios, dirigida por Rodrigo Sorogoyen y creada por él mismo y Belén Peña. De las últimas que he visto, sin duda recomendaría El último artefacto socialista, una maravillosa serie croata dirigida por Dalibor Matanic que se puede encontrar en Filmin. Un clásico que reside un mi cofre particular del tesoro es Okupas, escrita y dirigida por Bruno Stagnaro.

Como guionista y profesor de guion en el campo de las ficciones televisivas no soy de fiar a la hora de recomendar series, pues lo devoro todo y en toda historia suelo encontrar elementos que me interesan…

Una serie española que me resulta muy recomendable es Antidisturbios, dirigida por Rodrigo Sorogoyen y creada por él mismo y Belén Peña. De las últimas que he visto, sin duda recomendaría El último artefacto socialista, una maravillosa serie croata dirigida por Dalibor Matanic que se puede encontrar en Filmin. Un clásico que reside un mi cofre particular del tesoro es Okupas, escrita y dirigida por Bruno Stagnaro. Buenos ejemplos de relatos seriales estadounidenses basados en rigurosos procesos de investigación de lo real son series como Dopesick, producida por Michael Keaton, o todas las series creadas por David Simon.

Algunas de las series que se hacían en España en los años ochenta del pasado siglo resultan infinitamente más recomendables que la mayoría de las que se emiten en la actualidad. Verano azul o Curro Jiménez nos ayudan a entender parte del grave deterioro producido en la esfera mediática local a partir de su completa liberalización en los años noventa. Globomedia no fue una productora más: operó como paradigma de captura de lo imaginable y de encierro de lo posible. En aquel tiempo, Italia produjo a Berlusconi y España a Los Serrano. El viejo costumbrismo patrio de las comedias de Lope de Vega pasado por el tamiz neoliberal. Lo llamaron dramedia. De aquellos lodos, estos ansiolíticos.

Ángel Luis Lara es Profesor Titular de Estudios Culturales en la State University of New York, 
donde además dirige El Conuco, un centro cultural y académico centrado en las culturas iberoamericanas 
y latinas en Estados Unidos. Ángel ha enseñado Métodos de Investigación Social 
en Eugene Lang College-The New School for Liberal Arts y Parsons The New School for Design (Nueva York). 
También ha sido docente de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid.
Profesor invitado de escritura de guion de ficción televisiva en la 
Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en Cuba, desde 2007,
ha impartido también seminarios y cursos de guion en la escuela de cine “Lugar de Cinema” en Belo Horizonte (Brasil) 
y en el Instituto Cervantes de Nueva York. Ha coordinado programas de escritura audiovisual comunitaria 
en el Jacob Burns Film Center-Arts Media Lab de Nueva York y ha dirigido seminarios sobre usos de la ficción mediática 
para la investigación social en la Universidad de Costa Rica, la Universidad de Granada y la Universidad Complutense de Madrid. 
En el campo del documental, Ángel ha impartido seminarios de guion en el Instituto del Cine de Madrid (ICM). 
En los últimos años, ha participado en diferentes proyectos de investigación social y comunitaria a través de las historias y 
las narrativas mediáticas de ficción.
Autor de numerosos artículos, ha sido coguionista de Caminantes de Fernando León de Aranoa (2001) 
y formó parte del equipo de guionistas de Hospital Central, una de las series más premiada de la televisión española. 
Igualmente, es el autor del guion de Of Kites and Borders (Yolanda Pividal, 2013), definida como “una película única y 
esencial para comprender cómo las fronteras afectan la vida de la gente”, premiada como mejor película documental en el 
San Diego Film Festival, Festival Internacional de Cine Documental de Ciudad de México y New York Havana Film Festival. 
Acaba de adaptar a España la serie Far Away Cows Have Long Horns, creada por el guionista escocés Paul Laverty.
Además de todo esto, es gran aficionado al cante flamenco, campo sobre el que ha investigado en los últimos años. 
En el mes de julio, durante la celebración de la LIV Reunión de Cante Jondo de La Puebla de Cazalla, 
participará en un laboratorio de construcción de ficciones seriales entorno al flamenco.

 

La extrema derecha cada vez tiene más fuerza en las instituciones y hace tiempo que suenan señales de alarma. Los progresistas reflexionamos sobre la manera de actuar ante este fenómeno.

«Progresismo» es una expresión que usamos últimamente con una frecuencia extraordinaria para referirnos de manera muy imprecisa a organizaciones situadas a la izquierda de los mapas políticos de diferentes territorios, particularmente de Catalunya y del Estado español. En los últimos tiempos utilizan muy a menudo esta palabra personajes públicos que no hace mucho anunciaban la llegada de la nueva política y explicaban que la distinción entre izquierda y derecha había perdido utilidad. Desde el actual gobierno español se ha reivindicado el «progresismo» hasta la saciedad, y ahora, en campaña, esta palabra se pronuncia ya de manera constante, sin sentido alguno de la medida.

Tiempo atrás tuvo otras acepciones el «progresismo». Tuvo y todavía tiene incluso una abreviatura, con cierta connotación a veces despectiva, con la cual nos referíamos a personas que intentaban romper aparentemente con las formalidades de la vida social del establishment. Al típico ‘progre’, en otro tiempo, se le podía distinguir por su talante, que podía parecer más o menos radical o contestatario, pero también por su aspecto. Desde finales de los años sesenta, las melenas, pañuelos, ropa tejana, botas de piel vuelta, barbas y zurrones permitían identificar a un ‘progre’ sin mucho margen de error. Con el tiempo todo eso cambió. Hoy prescinde de la corbata, viste informal y habla chapuceramente cualquier alto ejecutivo de empresa multinacional.

Dibujo de Lluís Juste de Nin

A lo largo de la historia, sin embargo, la denominación «progresista» se ha utilizado para referirse a causas muy diversas. Algunos ejemplos resultan ilustrativos para significar la ambigüedad del concepto:

Federación Progresista fue el nombre elegido por el economista Ramón Tamames y por otros disidentes del Partido Comunista de España para la fundación, a mediados de los 80, de una organización política de corta vida. Cómo cambian las cosas…

Mucho antes de todo eso, en el siglo XIX, el Partido Progresista agrupó a políticos liberales, defensores de una monarquía constitucional, que consiguieron cuotas más que importantes de poder político gracias al apoyo de sectores del ejército.

Podríamos recordar una gran cantidad de ejemplos antiguos y recientes, pero ¿Quién dice hoy en día que no es o que no quiere aparecer como progresista? «Progresista» es lo contrario de «reaccionario». A la gente de derechas, salvo a algún descerebrado, no le gusta que la califiquen de reaccionaria. Lo que quieren es que se les considere «de centro» o, como mucho, del «centro conservador» o del “centro-derecha».

Actualmente cuando se habla de progresismo no se explica casi nada sobre la naturaleza de las ideologías y de los proyectos políticos hipotéticamente contrapuestos que engloba. En realidad, casi no se habla de proyectos. ¿Existen diferencias claras e importantes entre las propuestas sociales del PSOE, las de Sumar, Esquerra Unida, Podemos o de los Comuns? ¿Quién es más de izquierdas o más socialmente «progresista», el PSC o ERC? ¿La Catalunya del futuro que sueñan los dirigentes de ERC es muy diferente a la que imaginan los de Junts per Catalunya? ¿Es más justa, más democrática o más igualitaria la sociedad que desean o imaginan para las futuras generaciones unos y otros?

Todos proclaman que quieren «mejorar la vida de la gente», pero socialistas y comunistas ya solo guardan un recuerdo desdibujado y lejano de los proyectos revolucionarios y de los programas políticos que dieron sentido al nacimiento de sus organizaciones. Para la mayor parte de la población la palabra «socialista» solo es una denominación, para referirse a los afiliados a una gran entidad, el PSOE. Hace muchas décadas que esta palabra, «socialismo», ya no sirve para referirse a un sistema de relaciones sociales y económicas alternativo al actual. Tal como dejó escrito el historiador Josep Fontana (1), las organizaciones de la izquierda tradicional «no solo aplazaron los objetivos por los cuales decían estar luchando desde 1939, sino que renunciaron a ellos para siempre».

¿Qué quiere decir pues ser «progresista»? ¿En qué consiste el «progreso»? ¿Progresismo, para qué?

Cuando los marxistas, conocedores de la obra de Karl Marx, «utilizan los términos progreso social o progreso histórico, se refieren a un proceso estrictamente definido y casi exactamente mensurable: las posibilidades de desarrollo de las fuerzas productivas, medidas por la productividad media del trabajo». Ernest Mandel lo explicaba de este modo en 1983 (2) para recordar que el sistema capitalista constriñe implacablemente a la humanidad a producir por producir y que los adelantos sociales reales siempre han sido consecuencia de actos de «resistencia, rebelión y revolución contra la injusticia, la desigualdad, la explotación y la opresión».

¿Tiene algo a ver el «progresismo» con el crecimiento económico? ¿Por qué se presentan siempre los incrementos del PIB como datos positivos a pesar de las ya evidentes consecuencias catastróficas de la sobreexplotación de los recursos del planeta?

¿Es progresista que las rentas del capital crezcan y que la flexibilidad del mercado de trabajo se mantenga inalterable sobre fórmulas medio reformadas de contratación y despido?

El incremento del salario mínimo benefició a muchas personas, qué duda cabe, pero ¿se puede pasar por alto que las políticas gubernamentales y los acuerdos entre sindicatos y patronal en materia de salarios no impiden la devaluación inexorable del poder adquisitivo de las asalariadas?

Vemos como más de la mitad de las mujeres jubiladas se ven obligadas a sobrevivir con pensiones miserables. Una cuarta parte de la población de Catalunya vive por debajo del umbral de la pobreza, un nivel que no consigue superar el 10 por ciento de trabajadoras y trabajadores con ocupación. El número de personas que duermen en la calle crece. El banco de los alimentos se ha visto obligado a reducir en un 20 por ciento la cantidad de alimentos que distribuye entre sus usuarios como consecuencia del encarecimiento de los productos.

Esta realidad y muchos datos como estos no se tendrían que esconder. Si se tuvieran presentes en el balance de la acción de los gobiernos progresistas quizás se podría empezar a reflexionar sobre los motivos por los cuales la derecha crece y la ultraderecha gana peso en las instituciones.

A veces hemos visto o leemos discursos en los cuales desde el «progresismo» se afirma que la precariedad laboral ha desaparecido y que ya existen garantías para el ejercicio del derecho a la vivienda. Discursos que tienden a considerar que la población que vota a la derecha o ignora las convocatorias a las urnas es más bien tonta, porque no sabe ver la buena gestión gubernamental y los cambios legislativos en favor de las mujeres, del trabajo estable, las prestaciones sociales, pensiones, fiscalidad, vivienda, salud, educación, seguridad…

La responsabilidad de esta ignorancia la tienen, según estos progresistas, los medios de comunicación, que no hacen otra cosa que desinformar sistemáticamente a la ciudadanía. No les falta una parte importante de razón a quienes constatan el estado lamentable de un sistema mediático extremadamente dócil con el poder económico y que cotidianamente transmite una percepción de la realidad totalmente sesgada, pero las raíces del crecimiento del voto en favor de los económicamente poderosos tiene otras raíces más profundas.

Los análisis demoscópicos sobre quién vota qué, y sobre qué sumas y restas se pueden hacer con unos y con otros para ganar peso en parlamentos, ayuntamientos y diputaciones son necesarios, pero también son del todo insuficientes para explicar comportamientos sociales. Los gritos de «no pasarán» emocionan y responden a voluntades necesarias, a pesar de que resultan demasiado endebles actualmente para evitar la derechización de la sociedad.

Las causas del desencanto de la gente trabajadora con los actores políticos que en otro tiempo la representaron se encuentran en la incapacidad de estas entidades de salir de la ambigüedad, de transmitir confianza en la posibilidad de un cambio social. Si además de promesas incumplidas, a los excluidos de la sociedad y a todos aquellos que ven amenazado su futuro y el de sus hijas e hijos, el progresismo del siglo XXI no les puede ofrecer mejor perspectiva que un balance de pequeños remedios para grandes enfermedades, a nadie le tendría que sorprender el crecimiento de la derecha.

Y si al mismo tiempo, desde el progresismo gubernamental se aplauden los discursos de la Corona, se justifica la represión contra personas migrantes, se pone en cuestión la libertad sexual de las mujeres, se aprueba el aumento extraordinario de los presupuestos en armamento, se niega el derecho de autodeterminación de los pueblos, como el saharaui, se criminaliza el soberanismo de catalanes, vascos y gallegos, se acepta resignadamente la conversión de servicios públicos en oportunidades de negocio, se potencia la construcción de nuevas infraestructuras que atentan contra la biodiversidad y el medio ambiente y se facilita que la transición energética se realice de acuerdo con los criterios de las grandes empresas, se dificulta que sectores importantes de población vean lo que se esconde en los mensajes del populismo autoritario y tomen conciencia de la necesidad de hacer frente a la derecha .

En algún momento la izquierda organizada tendrá que reflexionar y movilizar en favor de causas tales como la racionalización de las rentas, la producción y del consumo, la detención de la destrucción del planeta, la desaparición de la opresión de género, la igualdad económica, la eliminación de la banca privada, la desprivatizació de todos los servicios públicos y sociales, la desburocratización de las administraciones, el control democrático de las fuerzas de seguridad y su depuración de elementos ultraderechistas, la eliminación de las inversiones en armamento, el reconocimiento del derecho a tener derechos de las personas migrantes, la democratización del poder judicial, el derribo de la monarquía… En algún momento habrá que rescatar y renovar ideas socialistas y republicanas y explicar que el progreso en esta dirección no solo es posible sino necesario.

El futuro de la izquierda depende de la buena gestión que pueda realizar cuando obtiene representación en ayuntamientos, parlamentos, gobiernos y entidades públicas, pero sobre todo dependerá de su capacidad de cambiar las estrategias, para no dilapidar periodos de ilusión colectiva y de fuerza popular como los vividos en los años 70 y en la segunda década de este siglo, en el Estado español y particularmente en Catalunya. El futuro de la democracia depende de la capacidad de los demócratas de impugnar el sistema actual y de dibujar un horizonte de efectiva igualdad de derechos.

Notas:

(1) Josep Fontana. La Formació d’una identitat. Una història de Catalunya. Editorial EUMO, 2014

(2) Ernest Mandel. Marx, Engels y el problema de la doble moralViento Sur, n.º 187. Abril 2023

No lo tenía fácil Rosana Acquaroni para superar el magnífico poemario La casa grande. Premio Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid en 2019, logró atraparnos desde el primer verso… LLEVO ALOJADA EN EL CORAZÓN/una bala de plata./La misma que mi madre/no supo disparar. Un libro con tres ediciones y más de 1.000 ejemplares vendidos. Ahora regresa con la publicación del bello, comprometido y descarnado, 18 ciervas; un viaje emocional a través de la palabra poética que nos interpela con el trasfondo de las relaciones personales, el amor, el desamor, la dependencia afectiva, la libertad, la violencia, el perdón…

Un libro lleno de verdad, sin pliegues, sin fuegos de artificio.

La autora se desnuda y nosotros con ella, consiguiendo que, como señala Manuel Rico, director de la colección, el lector no salga indemne.

Hablamos con Rosana Acquaroni en la vorágine de la Feria del Libro de Madrid, con el horizonte de la lectura que realizará el próximo 28 de julio a 1.700 metros de altura, dentro de la segunda edición del festival Lo Sagrado, en plena naturaleza, en los parajes espirituales del Cerro de la Mesa de Navarrevisca.

¿Por qué el título de 18 ciervas?

Tal y como aparece recogido en la nota a pie de página que acompaña al poema nº 5 (pp. 32-33) el título hace referencia a las dieciocho ciervas que hay pintadas con la técnica del tamponado rojo en la cueva prehistórica de Covalanas, en Ramales de la Victoria, Cantabria, y que tuve oportunidad de visitar en el verano de 2018.

Aquella experiencia junto al hombre que amo fue una verdadera revelación. Sentí que el amor es regreso al origen, tal como luego se dice en ese mismo poema. Lo que empezó siendo deslumbramiento, experiencia vital y sensorial, se convirtió con el tiempo en veta poética. Además, supe enseguida que ese sería el título del poemario. La cierva se convierte en imagen dialógica, en voz interior que reverbera junto a la propia voz poética a lo largo del libro. Hay dieciocho poemas numerados que lo atraviesan, lo vertebran y le dan un vuelo simbólico al relato.

HAY ALGO EN TI/de mí/que ya ha tomado cuerpo… Encontramos tres partes diferenciadas en el libro, en las que emerge siempre un deseo de luminosidad, una reivindicación del amor a pesar de todo, de la violencia, del maltrato… y lo autobiográfico de nuevo como fuente de inspiración. ¿Por qué lo autobiográfico? ¿De donde surge esa necesidad?

No sé si calificarlo de necesidad, en sentido estricto. De hecho, no creo en una poesía encharcada de aquello que yo necesite decir. Busco una poesía que sea capaz de decirme y, sobre todo, de decirse a sí misma, para que el lector encuentre, en ese acopio, su propio sentido. Sin embargo, es cierto que La casa grande (2018) marca un antes y un después en mi escritura y que ese sustrato autobiográfico se mantiene claramente en 18 ciervas. Pero, insisto, los restos argumentales por los que el libro transita se han ido articulando a lo largo del proceso creativo nunca de manera deliberada.

Lo que empezó siendo un ars amandi, un libro de celebración del nuevo amor se fue convirtiendo en un libro mucho más complejo donde se abre también la grieta del desamor que lo precede. Una grieta que no busca la reparación sino la reflexión profunda a partir de lo vivido;  acerca del perdón, de la culpa, del deterioro de una relación: Cómo el amor pudo llegar a ser disparo, dice uno de los poemas. No hay nada mejor que dar tiempo a los poemarios… Dejarlos reposar y que ellos mismos vayan trazando esa organicidad que necesitan más allá del poeta y sus circunstancias.

Fotografía cedida por Rosana Acquaroni y Concha Hernández.

Han pasado cinco años desde que comenzaste a escribir 18 ciervas, ahora el libro ha empezado a caminar, a la espera de la opinión de los lectores ¿te sientes satisfecha con los resultados?

El libro encuentra su sentido esencial a partir de 2021. Y es en 2022 cuando se precipita el proceso de escritura y se convierte en obsesión necesaria y en voluntad de cierre. Tengo al mismo tiempo un sentimiento paradójico de plenitud y vacío que no me había pasado con libros anteriores, ni siquiera con La casa grande. Siento que 18 ciervas conjuga verdad y belleza, dos elementos fundamentales de la poesía que me interesa porque son los que consiguen la emoción en el lector que es, en definitiva, quien tiene la última palabra.

Vimos en la presentación en la Biblioteca Eugenio Trías a un público que llenaba la sala y gente sin poder entrar… ¿qué momento vive la poesía?

Estamos viviendo un momento complejo, en el que hay que estar muy atenta: por un lado, la poesía brota en las redes sociales con fuerza, casi, diría, de manera eruptiva, incluso virulenta; y esta nueva manera hipertextual, inmediata, discontinua y multimodal de leer en las redes sociales ha conseguido una apariencia de renacimiento. Pero no es poesía todo lo que navega en las redes. Hay cierta tendencia a la banalización que no le hace bien a la verdadera poesía.

Un momento de la presentación 18 ciervas en la biblioteca Eugenio Trías, Madrid. Fotografía cedida por Rosana Acquaroni y Concha Hernández.

Publicas 18 ciervas en una editorial, Bartleby, que cumple los 25 años.  ¿Qué dirías de esta tu editorial?

Creo que solo es necesario navegar por su catálogo para entender la enorme labor que Bartleby lleva realizando desde sus inicios. Su arriesgada apuesta por las ediciones bilingües, por ejemplo. Su apuesta por poetas norteamericanas tan importantes como, por ejemplo, Sharon Olds, que no estaban apenas traducidas y que ahora son y siguen constituyendo un referente inspirador. Su compromiso con la poesía escrita por mujeres… y como dice su editor, Pepo Paz, “la radical apuesta por la pluralidad, la independencia editorial y la calidad de las propuestas poéticas”.

El próximo 28 de julio estarás presentando tu libro en Navarrevisca a 1.700 metros de altura, en un paraje natural donde subsisten peñas sacras y ruinas arqueológicas de templos de diferentes épocas, dentro del festival Lo Sagrado, ¿qué supone para ti presentar este libro en este contexto, teniendo en cuenta que, según señalaba Fanny Rubio, el ciervo es el animal místico por excelencia, símbolo también de lo espiritual? ¿Rescata la poesía lo sagrado?

Para mí será una de las citas más importantes que me regala este libro. Poder recitar en plena naturaleza, rodeada de un paisaje mágico, de piedras cargadas de resonancia y ritos ancestrales va a ser un verdadero lujo. Lo sagrado es el lugar de la poesía, su espacio natural. Por otra parte, la figura de la cierva está presente en múltiples iconografías tanto occidentales como orientales, así como en muchas literaturas: desde el antiguo testamento, San Juan de la Cruz, hasta llegar al luminoso poema de la cierva blanca de Jorge Luis Borges, pasando por la cultura grecolatina, celta, etc. Espero que toda esa carga vibre en Navarrevisca  esta vez a través de 18 ciervas.

18 ciervas
Rosana Acquaroni
Bartleby Editores/2023

¡Más libros, es la guerra!

Todas las guerras son guerras entre ladrones demasiado cobardes para luchar, que inducen a los jóvenes varones de todo el mundo a hacer la lucha por ellos.

Emma Goldman

Durante tres años y medio esquivé la guerra tanto como pude. (…) Usé todos los medios posibles para que no me pegaran un tiro y no pegarlo, no usé los peores de los medios. Pero yo habría usado todos los medios, todos sin excepción, si me hubieran forzado a hacer algo así.

Kurt Tucholsky

Con este lema, ¡Más libros, es la guerra!, comienza hoy 4 de mayo, una campaña autogestionada contra la guerra, que ha sido lanzada por varias librerías y editoriales; entre ellas, Katakrak, Traficantes de sueños, Enclave de Libros, La Pantera Rossa y Ediciones del Oriente y el Mediterráneo. Hasta el momento la apoyan unas cuarenta entidades relacionadas con el mundo del libro, y está abierto un enlace en la web para que se puedan adherir tanto entidades como personas físicas.

PRIMERAS LIBRERÍAS Y EDITORIALES ADHERIDAS A LA CAMPAÑA 
LIBROS CONTRA LA GUERRA
Katakrak -- Enclave de libros -- Traficantes de sueños -- La Pantera Rossa 
-- Ediciones del Oriente y del Mediterráneo -- El corral de San Antón -- Zambra/Baladre 
-- Delirio, Diógene–Dyskolo -- La habitación propia -- Irrecuperables/Dado 
-- Louise Michel Liburuak -- Pepitas de Calabaza -- Verso/Manifest -- La Vorágine–Zapateneo
-- Librería Ícaro -- La oveja roja -- Pol.len -- La imprenta -- El local 
-- Urrike liburudenda -- Documenta -- Anònims -- Fundación Anselmo Lorenzo -- La buena vida 
-- Drac Màgic -- Cambalache -- Librería Lentejo y Castañuela -- Librería La Hora Azul 
-- La fuga -- Sputnik librería café -- La revoltosa -- Librería suburbia -- La llocura 
-- Noski liburudenda -- Libros en Acción/Ecologistas en Acción -- La Figaflor–Zuloa -- Anti liburudenda

Con el lema “Libros contra la guerra”, “hemos querido transformar nuestro dolor e impotencia en acción: queremos ser parte responsable de un cambio cultural que contribuya a la eliminación de las causas que provocan las guerras. No queremos apoyar el patriotismo nacional ni el supremacismo imperialista de uno u otro bando, nos negamos a cualquier forma de colaboración con esta injusticia y nos declaramos insumisas a todas las guerras y a la militarización social”, dicen.

Aitor Balbás de Katatkark nos dice que ya son 50 las entidades que se han adherido a la campaña y que la idea surgió en el Congreso que se celebró en Madrid en el pasado mes de febrero Ecosistema crítico del libro en el que analizaron que vivimos en un “espacio comunicativo y político polarizado por dos posiciones que no compartíamos,  y formaron un grupo de trabajo sobre la necesidad de difundir las ideas pacifistas y antimilitaristas entre todas las entidades que integran el mundo del libro: editoriales, librerías, distribuidoras, imprentas, bibliotecas…

Para ello se pondrán en marcha actividades culturales de todo tipo. Mesas redondas, charlas, conferencias, itinerarios de libros… recorrerán diferentes ciudades del territorio de todo el Estado español contra la cultura de la guerra y por la eliminación de todos los conflictos armados.

En el Manifiesto que  han publicado afirman: “La guerra nos atraviesa y determina nuestro presente. La invasión rusa de Ucrania y la guerra civilizadora «occidental» que se ha desencadenado como respuesta han hecho más fuerte al capitalismo y han provocado una nueva crisis a nivel planetario. Una amenaza letal se cierne sobre los derechos humanos, las conquistas sociales y los ecosistemas en los cinco continentes. Nada de esto es accidental, responde a una lógica clásica de partición del mundo entre potencias militares que avanza en un río revuelto de élites corruptas, mercaderes de armas, extractivistas, oligarcas y etnonacionalistas. Es la guerra del capitalismo global.

De cada 10 euros que va a invertir el Reino de España en 2023, tres serán para pistolas, tanques, bombas y cazas de combate. A más guerra más sacrificios salariales, en las pensiones, en la educación o la sanidad públicas”.

Añaden que la disyuntiva militarista de matar o morir se resuelve llamando a la vida, que no puede ser que se hable de paz mientas se aviva la escalada bélica y se militariza nuestra economía, haciendo de la guerra y la muerte un negocio para las grandes corporaciones, fondos de inversión y conglomerados bancarios.

Por último, llaman a apoyar a la deserción y la objeción de conciencia en Ucrania, Rusia y Bielorrusia, y a participar en los movimientos de resistencia a la guerra a través de la campaña internacional  #ObjectWarCampaign. Exigen que se paralice el envío de armamento a Ucrania. Y que el gasto militar español asignado al conflicto ucraniano se dirija a las organizaciones independientes que trabajan sobre el terreno, atendiendo a víctimas de esta y otras guerras .Que se potencien políticas europeas de negociación, conciliación y convivencia entre las poblaciones enfrentadas, y que el presupuesto militar europeo se destine a la reconstrucción de Ucrania sin coste para la sociedad ucraniana ni negocio para las multinacionales occidentales.

“Peccata Minuta. No solo buenas prácticas”

Con este título se inicia el próximo lunes 17 y hasta el 26 de abril, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, un ciclo de charlas/conferencias en el que diversas figuras de la cultura reflexionarán sobre cómo los errores les han servido en sus carreras como una forma de aprendizaje. En la primera sesión serán la polifacética Itziar Castro, actriz, cantante, productora, directora, autora y la cantautora malagueña Maria Peláe, las que expondrán sus “peccata minuta”, esas pequeñas faltas, errores leves, inevitables tropezones que les han servido para avanzar en sus respectivas carreras.

Un par de días después, el miércoles 19, será el turno del productor  Enrique Lavigne y de la artista multidisciplinar Etsy Quesada.

Sobre la importancia de la salud mental reflexionarán el 24 de abril  el psicólogo Pablo R. Coca (Occimorons). Y sobre las dificultades de abrirse camino en un mundo lleno de obstáculos nos contará sus experiencias la cantante Travis Birds.

El 26 de abril finalizará el ciclo con las intervenciones de la influencer (actriz, cómica, presentadora, escritora, columnista y activista española) Asaari Bibang y del conocido  Manuel Burque, actor, guionista y presentador.La productora y creadora de este ciclo, Cristina (Mía) Abelló, nos dice que la pretensión de estas charlas no es en absoluto debatir sobre lo que es el éxito o el fracaso, sino conocer cómo los errores pueden ser también una fuente de inspiración, no de penitencias ni remordimientos.

Cuenta que imaginó estas conversaciones sobre el fracaso como “un manual de sabiduría, una caja de herramientas, un mea culpa popular, un valioso conjunto de experiencias. La mayoría de nosotros prefiere no correr riesgos, no equivocarse, no fallar, es decir, no fracasar.” Y continúa afirmando “¿Desde cuándo le hemos concedido al término fracaso la posibilidad de generarnos angustia, frustración, ansiedad, miedo? ¿Por qué pensar que podemos equivocarnos nos paraliza, nos autodestruye, nos limita?”

“Las experiencias de todas estas personas deben servir para que podamos humanizar el fracaso y seguir adelante. Y quizás, después de escucharles, tengamos miedo a equivocarnos”, concluye.

El título de la maravillosa película de Bertrand Tavernier, Ça commence aujourd’hui, (‘Todo empieza hoy’), que narra la lucha por la dignidad de la gente trabajadora en un pequeño pueblo francés, es una valiosa y útil expresión para poner el acento en las necesidades de hoy. Las conquistas y avances se necesitan hoy, no mañana. Los ataques a los derechos de las clases populares y los retrocesos en las condiciones de vida se producen ahora. No son cosa de mañana.

Por eso es tan importante lo que ocurre hoy en Francia. Importante para su población, pero también para el futuro inmediato de las clases subalternas del resto de la Unión Europea. Desde la Comisión Europea se avanzan nuevas líneas de austeridad acordes con los intereses del gran capital en el capítulo de pensiones, que condicionan las políticas de cada uno de los países miembros, para imponer ampliaciones del número de años de trabajo cotizados necesarios para la jubilación, el retraso de la edad para retirarse de la vida laboral y para cambiar las cuantías a percibir, en función de la correlación de fuerzas entre clases sociales y entre gobernantes y gobernados en cada país. Frente a esa estrategia conjunta de los de “arriba”, la resistencia de las y los asalariados se da país a país y con escasas si no nulas muestras de solidaridad internacional.

Las movilizaciones que tienen lugar en Francia representan un movimiento histórico, por la dimensión y composición de las manifestaciones, su generalización en todas las ciudades, su duración, la unidad de las organizaciones del movimiento obrero y de las organizaciones sindicales, la convergencia con sectores ecologistas, feministas y rurales, expresión de la profundidad del malestar social y del hartazgo que existe en amplias capas de la población contra el Gobierno.

Trabajadoras y trabajadores, jóvenes y no tan jóvenes, estudiantes y personas jubiladas conforman una mayoría social apabullante en contra de la reforma del sistema de pensiones que el presidente francés, Emmanuel Macron, y el gobierno de Élisabeth Borne quieren imponer. Un cambio que implica el aumento de la edad de jubilación de 62 a 64 años y un incremento de los años de cotización para conseguir pensión completa.

Miles de personas se manifiestan en Perpinyà contra la reforma de las pensiones (6 de abril 2023). Foto de Marià de Delàs.

Las encuestas coinciden en señalar que la mayor parte de la ciudadanía francesa no solo rechaza las condiciones para acceder a la jubilación que quiere mantener Macron sino que comparte preocupación por el hecho de que este político demuestra absoluta falta de respeto por un valor fundamental de la República que preside: el régimen de libertades.

Llevan tres meses de movilizaciones. Las cifras de personas que han participado en las manifestaciones en ciudades grandes y pequeñas de Francia son las más importantes de las últimas décadas. Han salido a la calle millones de personas, pero hasta el momento el Gobierno no solo no ha cedido ni un palmo sino que ha utilizado y utiliza las herramientas más duras de su arsenal administrativo y represivo para intentar que la revuelta se extinga.

La voluntad de aprobar la reforma a cualquier precio condujo a la primera ministra a utilizar un artículo de la Constitución francesa, el 49.3, que permite aprobar un cambio legislativo sin mayoría parlamentaria. Las amenazas del ministro de Interior, Gérald Darmanin, ha pretendido que la Liga por los Derechos humanos deje de recibir la financiación pública a la que tiene derecho, el escándalo por la contaminación del agua potable con clorotalonil, las nuevas revelaciones sobre la violencia empleada por la gendarmería en Sainte-Soline durante la movilización contra las megapresas … son indicadores de los estrechos límites (¡incluso en Francia! y no digamos en otras latitudes) de las libertades y derechos políticos en un contexto de neoliberalismo autoritario. Lo que se libra en Francia es algo más que una batalla social.

La actuación más y más violenta de la policía ha reforzado la exasperación de una ciudadanía que se siente cada vez más excluida de la vida política. Parece que el gobierno francés haya decidido tratar a la clase trabajadora del mismo modo que lo hizo Margaret Thatcher y que está dispuesto a cualquier cosa menos a retroceder. Observan la generalización de las asambleas, las manifestaciones, las huelgas y los bloqueos de carreteras y medios de transporte, pero esperan que la tormenta social pase de largo, y si en algún momento la situación les parece insoportable optan por incrementar la violencia policial y recurren a las detenciones.

El futuro del sistema de pensiones preocupa y mucho, pero el descontento social va mucho más allá. La gente también sale a las calles con confianza en la posibilidad de ganar, porque ve la necesidad de defender la democracia y su derecho a intervenir en la vida política más allá del tiempo de elecciones. La reforma de las pensiones concentra, “la mayor parte de mecanismos que hoy la ciencia política identifica como alimento del resentimiento social, que nutre así a los partidos de la derecha radical”, afirman los investigadores Bruno Palier y Paulus Wagner (1). “Si el movimiento pierde, la ultraderecha llegará al poder”, explicó recientemente en conferencia en Barcelona una militante anticapitalista francesa.

Las protestas se han generalizado y eso ha sido así porque existen más motivos junto al rechazo a la subida de la edad de jubilación (2). Se reclaman mejoras salariales, incremento de las prestaciones para los parados, servicios públicos de calidad, cambio de políticas en relación a las personas migrantes, medidas en favor de una transición ecológica justa… “No habrá pensiones en un planeta muerto”, dicen los jóvenes anticapitalistas, que explican cómo “ante el productivismo degenerado, que impacta sobre los ecosistemas y pone en peligro la sostenibilidad de nuestra existencia, lo que se nos propone es trabajar más tiempo”. Hace apenas unos días se viralizó un significativo video en el que se puede ver a una joven que baila al frente de una manifestación, al ritmo de una canción y un mensaje. “Pensiones, clima, un mismo combate. No hay jubilación en un planeta quemado”, repite Mathilde Callart, militante de un movimiento ecosocial nacido en el País Vasco.

En algunos países de Europa se han organizado concentraciones de solidaridad ante embajadas y consulados, convocadas por organizaciones de izquierdas, pero la rebelión de los trabajadores franceses pasa más bien desapercibida en los medios de comunicación. Coincidiendo con la movilización francesa y sin relación aparente pero sí efectiva, porque corresponde a una misma reacción ante la pérdida de derechos y condiciones de vida, en Alemania se produjo una gran huelga para desbloquear las negociaciones del convenio colectivo del sector del Transporte.

Ante esto cabe hacerse varias preguntas relevantes ¿Qué han hecho los sindicatos de cada país en solidaridad con los franceses? ¿Qué ha hecho la Confederación Europea de Sindicatos? La respuesta a la doble pregunta es: nada a la altura de los problemas y del momento actual. CCOO y UGT han enviado mensajes de aliento a la lucha de las y los huelguistas franceses y de denuncia de la brutal represión gubernamental, pero no se ha dado ni un solo paso práctico para sostenerla y para coordinar las estrategias de resistencia ante el incierto futuro. Parece hoy altamente improbable o inimaginable que las centrales sindicales europeas piensen en la articulación de algún tipo de campaña conjunta en defensa de los derechos elementales de trabajadoras y trabajadores, que cambie la correlación de fuerzas actual.

En el Estado español solo algún sindicato minoritario y alguna organización anticapitalista se han esforzado en la convocatoria de actos para explicar lo que pasa en Francia y para hacer ver la excepcionalidad que representa esa revuelta para la historia de las movilizaciones populares en el continente europeo.

Sobre el territorio francés, en las manifestaciones multitudinarias, que se reproducen en todo tipo de poblaciones, se expresa rechazo contra la criminalización del movimiento sindical, así como una clara determinación a mantener la movilización. “No nos rendiremos” (On lache rien) se escucha una y otra vez en boca de huelguistas y manifestantes, que ven en el mantenimiento de la actual y excepcional unidad sindical la fórmula para hacer retroceder al Gobierno. La ‘Intersyndicale’, que agrupa a trece organizaciones de personas asalariadas y de defensoras de la juventud, confía en que la protesta no se debilitará, en que se mantendrán las asambleas, huelgas, bloqueos y manifestaciones, sin ceder a las “invitaciones” a la paz social que expresa la primera ministra y sin confianza en lo que pueda resolver un Consejo Constitucional –comienza sus deliberaciones el 14 de abril- tradicionalmente significado por anteponer intereses de los poderosos por encima de necesidades sociales.

La victoria o derrota de este movimiento dejará profundas huellas en Francia y en toda Europa en un momento en el que la inflación generalizada, la guerra en Ucrania y ahora de nuevo en otros países, y el recrudecimiento de la competencia entre potencias económicas y militares pueden determinar un rumbo u otro para el movimiento popular. Las clases subalternas tienen ante sí el desafío de hacer presente su participación cualitativa en las decisiones, reconstruir su identidad y conciencia de clase ante los desafíos del siglo XXI y asumir de nuevo un papel activo ante la cuestión del poder.

De inmediato sabremos cómo se resuelve la cuestión en el plano legal, y, más importante, cómo se plasman los avances del movimiento social en las calles y en las empresas, que hagan posible el predominio de una alternativa política capaz de acabar con el macronismo, hacer frente al ascenso de la derecha e iniciar un nuevo marco constituyente democratizador y superador de las limitaciones de la Vª República. Quizás, ¡ojalá!, estemos ante un nuevo “tiempo de las cerezas” que desde Francia aliente al continente.

Notas:

(1) Benoit Bréville. Un peuple debut. Dossier: Retraites, l’onde choc. Le Monde Diplomatique, nº 829 Abril 2023.

(2) Antoine Larrache. Una semana movida ¿para ir hacia la victoria? Viento Sur, 1 abril 2023.

Este texto fue antes un artículo en CTXT y una ponencia para un encuentro en el museo Reina Sofía sobre cómo “desmilitarizar la comunicación política” y frenar el neofascismos. Lo reciclo ahora, urgido por las tensiones para fraguar una coalición de las izquierdas que materialice esos objetivos.

Para empezar, desertemos de las guerras culturales y de la autopromoción mercadotécnica. Recuperemos una comunicación política democrática: la que sostiene comunidades que dialogan entre sí para cobrar protagonismo e impacto institucional [1]. Eso practicó el 15M y lo olvidan quienes se disputan representarlo. Protagonizan, en cambio, caudillismos que abortan la comunicación entre los y las de abajo y de estos con los aparatos de partidos.

La inmensa mayoría de las “noticias” sobre la convergencia de las izquierdas más allá del PSOE se limitan a reproducir discursos de elites enfrentadas. O bien suman las ausencias y restan presencias de cargos (ex)podemitas en los actos convocados por Sumar. Si esas “informaciones” parecen carteles electorales, ajustes de cuentas y el cuento de la lechera electoral resuenan en muchos “análisis” de quienes lideraron procesos ahora enfrentados. De ahí la necesidad de identificarse para hablar de este embrollo y que yo lo haga al final de este escrito.

El marketing político, en campaña electoral permanente, ha generado polarización e inflación retóricas. Ambas lacras impiden dialogar y sustituyen la verdadera acción política con verborrea ideológica y puestas en escena. Quizás sean los dos peores legados comunicativos del 15M y que venían a suplir la carencia de propuestas. Sirvieron para impugnar lo existente pero lastran la gestión del presente. También cualquier proyecto futuro.

Ahora, desde las instituciones, la hegemonía cultural y las urnas se entienden como botines de guerra. Bien que lo entienden y rentabilizan los fascismos de nuevo cuño. Así eluden el pacto, extienden la antipolítica y tapan la desigualdad con diatribas ideológicas y postureos. Por ello, esta no puede ser la estrategia de quien se reclama de izquierdas o progresista. Si, encima, opone ambos términos es para irse a casa y pasar de votar.

La guerra y el márquetin encumbran hiperliderazgos, justifican el cesarismo. Blindan a “los mandos” que envían “mandados” al frente. Soldadesca fungible y consumidores de mensajes impostados que ayudarán a viralizar. “Carne de chatbot”, que dice un ilustre tocayo. En lugar de diálogo se emite pseudoinformación: propaganda disfrazada de noticias. Belicosas o edulcoradas, según el bando, instrumentalizan al receptor. Se le considera un objetivo publicitario. Una diana –target, en inglés- publicitaria, donde clavar la flecha, anulándonos como actores comunicativos dotados de autonomía.

Desde los años 90, los (neo)conservadores establecieron el consenso neoliberal que ha desembocado en regímenes “iliberales”. En el tránsito de Silvio Berlusconi a Giorgia Meloni se ven amenazados derechos fundamentales y principios liberales básicos. La xenofobia cultural del neofascismo empata con el electoralismo populista, desmentido por una gestión política favorable a las elites.

Las guerras culturales y el autobombo electoralista presuponen la mentira. Juntas han instaurado una pseudocracia donde gobierna quien más y mejores mentiras (en griego, pseudo) emite. Llega al poder viralizado por la ciudadanía (hater o fan, tanto da) y avalado con las métricas del mercado [2]. La política se convierte, entonces, en retórica que suplanta la realidad, arrasada por ejércitos de trolls y de propagandistas.

La pandemia ultra no se cura con discursos identitarios o electorales. Resultan insoportables por la superioridad moral, intelectual o identitaria que rezuman. Porque, además, luego no se ven avalados por el desempeño institucional ni la coherencia personal. Urge desarmar los discursos castrenses y autopromocionales que disimulan la falta de imaginario y de un proyecto político, sólidos y compartidos.

Las iniciativas que se reclaman emancipadoras o progresistas se sustancian en medidas políticas concretas, aquí y ahora. A los conservadores les vale con el circo que distrae de la guerra de clases que se vanaglorian de ir ganando. Pero la política no se limita -no debe, por tanto, supeditarse- a construir hegemonía ideológica o ganar elecciones. Los políticos profesionales comen de las marcas electorales y de los votos, los activistas y la población no.

Hacer política consiste en articular acuerdos que redunden en el bienestar de la mayoría social. Obviamente, los acuerdos son, primero, entre quienes se sienten afines. Y, si son democráticos, se abren a la diferencia. Sobran ejemplos en los municipios y autonomías en las que ya se han alcanzado listas comunes. Tómense, pues, como ejemplo. Porque enseñan a fraguar, paso a paso y poco a poco, un consenso inclusivo entre muchos y muchas. Aspirando -porque se quiere gobernar- que se sumen todos y todas.

La democracia nos convoca a realizar colectivamente “el análisis más afilado sobre el funcionamiento del poder y al diseño de la política más sofisticada para desafiar esas relaciones de poder existentes”[3]. Eran palabras de Pablo Iglesias Turrión, que lidera una guerrilla semiótica ante la guerra mediática contra su persona y partido. Aplica el foquismo guevarista y, en consecuencia, concibe las redacciones periodísticas como trincheras y la Red, un campo de batalla. Esa guerra de tronos choca con la batalla electoral de actores autodenominados progresistas y que Sumar pretende amalgamar. La contienda se plantea en términos de “integristas” frente a “entreguistas”. En suma, asistimos a una guerra cultural intestina entre izquierdas (se supone) afines; que, sin embargo, se revelan (otra vez) incapaces de ofrecer listas electorales comunes, coincidiendo en el 90% del programa (P. Iglesias, dixit).

Cabe reivindicar una comunicación política que se declara noviolenta y realista, No arenga a masas uniformadas ni edulcora los mensajes desactivando su potencia transformadora. Emplácense, emplácennos, emplacémonos a transformar la realidad. Tras reconocerla, construyamos futuros de emancipación aquí y ahora, desde ya. Fue posible en las plazas. No saben materializarlo en las instituciones.

Diseccionar las tensiones de poder y los desequilibrios reales, crear una comunidad de intereses e identidades, que no está al servicio de las marcas personales o tribales, sino de las organizaciones y colectivos, del cuerpo social que dicen representar. Ahí está el reto. Más allá de la autopromoción (imprescindible para visibilizarse), conviene ligar retórica y acción política: enmarcar los acontecimientos de la actualidad en narrativas colectivas, que promuevan acción institucional y movilización cívica.

La comunicación política no es tarea que pueda dejarse a “cuentacuentos” adanistas. Su storytelling siempre parte de cero. No “suman” sobre lo existente y disputan juegos de suma cero: su victoria presupone la derrota del otro. Insistimos: planteen acuerdos específicos, con la generosidad y la geometría variable que tanto invocan, y medidas concretas. Quien se demuestra incapaz de hacerlo, revela su inanidad como agente político. No tanto ante sus capataces electorales, sino ante los cinco millones de votos que este espacio –a la izquierda del PSOE y de la progresía bipartidista- llegó a sumar. El reto reside en denunciar condiciones objetivas de agravio a la ciudadanía y concretar cómo mejorarlas. La precarización laboral y económica, la consiguiente obturación de los proyectos de vida y la degradación del protagonismo de las clases populares son los motores de la involución democrática.

Unidas Podemos y Sumar no parecen conscientes de su desconexión respecto a la realidad. Es el primer síntoma de los abducidos por el ardor guerrero y el márquetin. UP, con razón, se reivindica como imprescindible para que el PSOE acepte realizar políticas de izquierdas en un gobierno de coalición. Pero resulta suicida negar que Yolanda Díaz representa el mejor aval de ello. Ella, por lo que le corresponde, debiera asumir que postularse como presidenciable exige poner en valor el apoyo de UP y de los nacionalismos periféricos, sin los cuales nunca llegará a la Moncloa. No hacerlo, le condena a ser muleta, un apéndice funcional y con muchas posibilidades de ser asimilado por la socialdemocracia gestora de lo existente.

Fundamenten y argumenten racional y empíricamente entre ustedes sus posiciones. Usen argumentos lógicos y datos incontestables. Han sabido hacerlo en el pasado con enorme eficacia. No hacerlo ahora, conlleva la autoexclusión y revelarse como actores resentidos, movidos por intereses personales e incompetentes. De poco valdrán más postureos: el insulto o la descalificación del contrario, presentarse como víctima excluida y censurada [4]. Quien así actúe se invalida. Se deslegitima ante el electorado que le abandonará en las urnas por estéril y cansino.

Los discursos de odio y miedo –si esto no cambia, acabarán gobernándonos- no se desactivan con etiquetas ideológicas o exaltaciones identitarias. Menos aún si comparecen enfrentadas. Exijamos información y diálogo veraces. Generémoslo. Al electorado, con razón, le desagrada la trama y le repugna la pugna de intereses. Y ya que estamos haciendo amigos, para quienes nos publican: la misión de una periodista es desmontar la tramoya del espectáculo no crearlo. Legítimas tensiones internas se transforman en trifulcas tertulianas. ¿Cuántas veces habremos de recordar que de casa se viene llorado y que los trapos sucios se lavan en casa?

Debieran desactivarse los enfrentamientos infundados, descartar falsos culpables y soluciones basadas en la exclusión. Por si fuera poco, además hay que infundir esperanza. La comunicación política debe presentar la realidad cotidiana desde una narrativa emancipatoria (por ende, desmilitarizada y no edulcorada) de la vida pública. El gran relato de la democracia anima a ocuparnos de los asuntos relevantes por el volumen de la población afectada y/o la gravedad de su situación.

Para mejorar las condiciones vitales (que de eso que se trata), los mensajes deben identificar responsabilidades y soluciones. Estas últimas, por definición, serán específicas y factibles. Avaladas con criterios técnicos y plasmando ciertos valores sociales, reverberarán en la experiencia y las conversaciones cotidianas. Comunicar algo es, precisamente, eso. La condena del otro y el enconamiento paralizan la deliberación y la práctica democráticas. Ese es, precisamente, el botín de la ultraderecha: presentar la democracia como inviable -máxime si gobiernan los socialcomunistas,- y ocupar sus instituciones -empezando por los medios- para vaciarla de contenido e imponer el sectarismo[5].

A la ciudadanía, que carece de las palancas de presión o censura de las maquinarias partidarias, solo le resta practicar una democracia comunicativa radical: abordar los retos desde la raíz, reclamar cambios estructurales -también en el mapa de partidos- y promoverlos con propuestas incrementales, exigiendo reciprocidad y facilitando consensos. Faltan foros donde hacerlo posible porque se priorizan las tribunas y las plataformas personales. Pero aún hay tiempo para emplear las vías de comunicación a nuestro alcance con vocación de servicio público. En eso deberíamos empeñarnos.

Notas:

* El autor no ha formado nunca parte de las listas electorales de (Unidas)Podemos ni de los equipos encargados del programa de Sumar. En 2018 fue elegido miembro del Consejo de Administración de RTVE por el Congreso de los Diputados, a propuesta de Podemos. Nunca tomó posesión de su cargo.

1) Víctor Sampedro, 2021. Comunicación política digital en España, 2004-2019. Del “Pásalo” a Podemos y de Podemos a Vox. Barcelona: UOC Press.

2) Víctor Sampedro, 2023. Teorías de la comunicación y el poder. Opinión pública y pseudocracia. Madrid: Akal.

3) Pablo Iglesias “Tu supermercado yugoslavo”, CTXT, 18/01/2023.

4) Santiago Alba Rico, 2/01/2023, CTXT, “Posturas”.

El próximo 30 de abril la ciudadanía paraguaya está llamada a las urnas para elegir presidente y vicepresidente/a (que ejercen el poder ejecutivo del Estado), los 45 senadores/as y 80 diputados/as que conforman el Congreso Nacional de la República del Paraguay (una asamblea bicameral —Senado y Diputados— que desempeña el poder legislativo), además de los cargos y juntas departamentales (algo parecido a las provincias en España).

Ese domingo 30 de abril las urnas distribuirán en Paraguay el poder institucional tanto central como regional de este país latinoamericano de régimen político presidencialista y unitario, fuertemente centralizado, que cuenta con alrededor de siete millones de personas y que tiene una superficie algo mayor que la de Alemania y menor que la de España. Entre las candidaturas presentadas solo una “chapa electoral” —término con el que se conoce a la dupla conformada por los aspirantes a presidente y vicepresidente— lleva a una mujer como candidata a presidenta (aunque sin ninguna opción real de ser elegida); de las dos candidaturas con posibilidades de lograr atraer el voto popular mayoritario —el conservador Partido Colorado (actualmente en el gobierno) y la Concertación Nacional (progresista y aspirante a gobernar)— solo la segunda lleva a una mujer en la chapa: la candidatura opositora conformada por Efraín Alegre y Soledad Núñez (con posibilidades reales de conseguir la victoria).

No hay lugar aquí para explicar toda la historia política del Paraguay, ni siquiera la reciente, pero sí podemos indicar ciertos aspectos históricos que resultaron clave para configurar su régimen político y su sistema electoral actual: Paraguay es un país con una escasa —siendo incluso generosos— experiencia democrática a lo largo de su historia y, como también sucedió en España, padeció durante la Guerra Fría un gobierno dictatorial militar fuertemente autoritario y personalista: el régimen del general Alfredo Stroessner, que inició en 1954 y finalizó en 1989 con un golpe de Estado interno, producido desde las entrañas del propio régimen.

Durante todo ese periodo, el dictador se apoyó en un partido político para sustentar lo que se denominó la “unidad granítica” que controló el país, conformada por el propio presidente Stroessner al frente del poder ejecutivo, las Fuerzas Armadas para mantener el orden manu militari, y la Asociación Nacional Republicana (ANR), popularmente conocida como “Partido Colorado”, para controlar el ámbito legislativo. Este el mismo partido que hoy, en 2023, sigue gobernando el país. Por entonces, en dictadura, había en Paraguay una “democracia de fachada” que permitía al régimen mantener hacia el exterior la ilusión óptica de tener una institucionalidad democrática (algo que los datos y las fuentes históricas no permiten corroborar).

No obstante, el poder de este partido y su fuerte implantación social no nace con la dictadura, sino antes: desde hace 75 años el país es dirigido por la misma organización política, la ANR o Partido Colorado, una institución corporativa con una férrea implantación en las instituciones estatales que con la dictadura se acrecentó y se consolidó, perfeccionando el modelo político de dominación y cooptación —cuando no parasitación— de las instituciones públicas. La ANR solo fue desalojada del poder ejecutivo en una ocasión durante los últimos 75 años: fue en 2008, cuando Fernando Lugo Méndez alcanzó la presidencia del país encumbrado por una concertación de partidos y movimientos de oposición que se denominó Alianza Patriótica para el Cambio; aquella coalición política de partidos de izquierda (sobre todo de partidos socialistas y socialdemócratas), incluía también al otro gran partido histórico del país, el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), que alberga en su interior varias almas políticas (entre otras, la socialdemócrata, la socioliberal, y también la neoliberal). En este 2023, la oposición ha reeditado el modelo de candidatura de concertación de aquella Alianza Patriótica para el Cambio, victoriosa en 2008.

Sin embargo, aquella interrupción de la hegemonía colorada lograda por la coalición progresista en 2008 terminó de forma abrupta en 2012, cuando todavía no había finalizado el periodo de gobierno de Fernando Lugo (los mandatos presidenciales en Paraguay duran 5 años). Menos de cuatro años después de ser elegido por el voto popular, Lugo fue destituido mediante un golpe parlamentario (pueden llamarlo también juicio político, golpe blando, impeachment… les dejo que elijan el término que más les guste), golpe que fue orquestado por la ANR —entonces en la oposición— y también por un sector del propio PLRA.

Así, en la única ocasión en que el sistema político paraguayo tuvo la oportunidad de cambiar la organización política que venía gobernando desde décadas atrás —incluyendo todo el periodo dictatorial— y de alternar con ello el signo ideológico en el gobierno del Estado, la experiencia acabó en trauma: el presidente fue destituido en apenas 48 horas sin mayor motivo que un nuevo cálculo político de las élites, la coalición de gobierno quedó deshecha, y todo el campo de la oposición histórica paraguaya estalló por los aires, con reproches más que justificados de traición política y con una izquierda ideológica, en consecuencia, empujada de nuevo hacia la atomización y la marginalidad electoral, en una sociedad en la que no se habla de ideología ni de proyectos de país, y donde los dos partidos tradicionales copan prácticamente entre el 60% y el 90% del padrón electoral.

Pero hoy, a diez años vista, aquella ruptura parece olvidada entre la oposición, sabedora de la necesidad de concentrar el voto en una “chapa” con posibilidades de victoria, bien conocedora también del resultado invariable de una concurrencia dividida a los comicios. La oposición asumió en 2022 que si quieren tener una oportunidad de ganar deben acudir detrás de un proyecto común que combine tres elementos: un programa económico riguroso y coherente, para captar el voto la clase media paraguaya y de una juventud mucho mejor formada e informada que antes; un programa social ambicioso, para convencer a las clases populares de que asumirán el reto de alterar su durísima e incomprensible situación; y finalmente un proyecto político que respete, incorpore y ofrezca espacio de participación a todos los actores, sectores partidarios y colectivos sociales que se han implicado en ese proyecto —para no romper la unidad de la Concertación—, y quizá también algunos independientes externos para ampliar el apoyo en el último tramo de la campaña o incluso después —si ganaran— para gobernar.

Sin esos tres elementos no existe oportunidad, porque enfrente se encuentra un partido-Estado (la ANR) que aunque dé muestras de desgaste interno y a pesar de todos los desastres de su gestión, rehúsa perder el poder, sencillamente porque perder el poder es perder su casi único canal de financiación. La ANR es una organización muy antigua (fue fundada en 1887), tiene mucho arraigo social, con cerca de dos millones de afiliados de los siete millones de personas del país (lo que representa el 40% de la población y el 60% del padrón electoral). Sí, han leído bien: alrededor del 60% de los electores en Paraguay están afiliados al mismo partido que gobierna desde hace 75 años (lo que no significa que invariablemente todos ellos voten por “su” partido).

¿Por qué ocurre esto? El crecimiento o mantenimiento de la masa afiliada a la ANR se produce principalmente por vía de la adscripción comunitaria o identitaria de la militancia, una incorporación que las más de las veces es familiar: “soy colorado porque mi familia es colorada”, así se afilian muchos jóvenes en Paraguay. Por fortuna, otras y otros paraguayos ya no lo hacen, lo que permite atisbar luz en el horizonte. Pero esta afiliación identitaria no valdría por si sola para mantener la lealtad del militante y del votante: “para todo lo demás, Mastercard” (como decía el anuncio), o sea, billetera. Y es que el Partido Colorado es la organización que mejor maneja los mecanismos propios del funcionamiento clientelar y prebendario en las instituciones públicas; además, el control de las mismas durante tanto tiempo, así como el modelo de manejo e incorporación de funcionarios, asesores, contratos de servicios públicos, etc., han dotado al partido de un aparato y un músculo económico y social descomunal.

Básicamente, y mirado con cierta perspectiva histórica, desde que comenzó el proceso de democratización en Paraguay —y ya hace más de tres décadas de aquello— en la ANR jamás dejaron de participar “dopados” en las elecciones (y no estoy hablando de droga, al menos no todavía). Si quieren conocer más y mejor sobre cómo funcionan los partidos políticos paraguayos recomiendo a las lectoras y lectores acudir a los investigadores que más y mejor están abordando el asunto: Lorena Soler, Marcello Lachi, Raquel Rojas Scheffer, Marcos Pérez Talia, Fernando Martínez Escobar, Magdalena López, Félix Pablo Friggeri o Benjamín Arditi, entre otros y otras especialistas.

Pero el dopaje electoral crea adicción, y parece que en la ANR ya no supieran escapar de la trampa en la que se metieron; no es raro, en consecuencia, que cuando en 2008 perdieron el poder perdieran también una buena parte de ese músculo económico, lo que explica que el partido terminara cayendo en el encantamiento del dinero, derretido en los brazos del empresario Horacio Cartes Jara, en un gran “abrazo colorado” que puso también colorada a la propia democracia paraguaya (pero en otro sentido). El poder económico de Cartes y algunos otros socios permitió al partido sobrevivir tras los años de sequía del torrente de billetes que otrora fluían desde las arcas públicas merced a la presencia de la ANR en las principales instituciones del Estado. Basta con googlear las palabras clave “Horacio-Cartes-negocios-droga-corrupción” para hacerse una idea de la dimensión de la situación, porque Cartes no solo logró entrar y presidir el Partido Colorado (del que no era militante) sino que además fue presidente del país desde 2013 hasta 2018. Presidente del país, que no es cualquier cosa…

El partido todavía hoy vive y necesita de su liquidez, pero la soga empezó a estrecharse cuando, a comienzos de este año, la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos sancionó al expresidente Horacio Cartes y al actual vicepresidente del país, Hugo Velázquez Moreno (también de la ANR) por “participación en corrupción desmedida que socava las instituciones democráticas en Paraguay” (según rezaba el comunicado de prensa del 26 de enero de 2023 de la Embajada norteamericana en Asunción). Para empezar a entrar en esa materia les recomiendo este trabajo del portal digital independiente paraguayo El Surti.

Como afirmaba recientemente la periodista paraguaya Estela Ruiz Diaz, la decisión estadounidense de señalar a Cartes es una medida que “pone en jaque todos sus proyectos porque el pedido de extradición pende como espada de Damocles”, y continuaba señalando que la grave acusación internacional de corrupción genera “una interrogante que lacera las carpas coloradas, ya que tanto la presencia como la ausencia de Cartes tendrá fuerte impacto». Estela Ruiz se mostró muy tajante a este respecto: “Horacio Cartes, el salvador de la ANR en el 2013, el poderoso empresario que puso bajo sus pies a medio Estado, a empresarios y a políticos a base de dinero, se está convirtiendo en un peso muerto para la ANR, mientras Santiago Peña busca desacoplarse de su controvertida figura”.

Santiago Peña es el actual candidato de la ANR para la presidencia (comparte chapa con el también colorado Pedro Alliana), y a día de hoy compite casi en pie de igualdad de oportunidades de victoria con la chapa conformada por Efraín Alegre (PLRA) y Soledad Núñez (independiente, aunque afiliada desde mayo de 2022 a la Concertación Nacional, la fórmula electoral que reúne a más de una decena de partidos de oposición para estas elecciones). No obstante, a diferencia de la chapa opositora (con mucha mejor imagen política y social), el candidato de la ANR carga a sus espaldas varios hándicaps nada desdeñables.

En primer lugar, Santiago Peña no es colorado de cuna —pertenecía antes al Partido Liberal—, pues se afilió a la ANR para ser el delfín de Cartes (toda vez que éste no podía ser reelegido porque en Paraguay está constitucionalmente prohibida la reelección presidencial), algo que le resta abolengo colorado (y ser colorado añeteté —en lengua guaraní, “colorado verdadero”— es una baza con la que no cuenta Peña para convencer a una parte de la militancia de la ANR); en segundo lugar, que precisamente ser el delfín de Cartes en estos momentos es un gran problema político por la imagen de corrupción ya difícilmente disimulable; en tercer lugar, que una chapa electoral conformada solo por hombres puede tener un cierto coste político a pesar del conservadurismo de la sociedad paraguaya; y en cuarto lugar, porque flaco favor se hace el candidato veleta cuando, como hizo en unas recientes declaraciones de finales de febrero, elogia la dictadura de Stroessner —aunque fuera con matices— ante los medios de comunicación.

Es difícil destruir más la imagen de un candidato que pretende ganar unas elecciones democráticas que cambiando de partido como de chaqueta, asociándose con la corrupción, abanderando el machismo institucional y blanqueando la dictadura; demasiado peso para tan poco carro. Sobre todo si, como parece que va a ocurrir, esta vez tanto la Unión Europea como la Organización de Estados Americanos van a tomarse en serio su Misión de Observación Electoral en Paraguay, que puede impedir las tradicionales artimañas electorales antidemocráticas —algunas de carácter expresamente fraudulento— a las que tanto se ha recurrido desde los partidos en el gobierno.

¿Pero cuál es la alternativa a la ANR? Todos los especialistas consultados apuntan a una única opción real: la chapa conformada por Efraín Alegre y Soledad Núñez, o sea, la Concertación Nacional, coalición progresista de centro izquierda con la incorporación de algunos grupos de derecha moderada cansados de la corrupción y la mala gestión del coloradismo. Si la ANR es la “espada”, ellos son la “pared”, literalmente un lienzo en blanco. ¿Qué podrían hacer? Esa es una buena pregunta. Por lo pronto, renovar el espíritu democrático, abrir las ventanas, y airear; lo que no es poca cosa en la situación actual. El país necesita un cambio: en algunos indicadores internacionales Paraguay aguanta el tirón general de América Latina —sin poder alardear, pero aguanta—, mientras que en otros va mal, o de mal en peor, y entre estos figuran la educación, la sanidad y la confianza en la democracia; nada más, y nada menos. En esta coyuntura cualquier cambio parece que tiene que ser, por fuerza, a mejor.

En las elecciones de 2013 la diferencia entre la ANR y la candidatura opositora de coalición (que también encabezó el propio Efraín Alegre) fue muy reducida, de apenas 75.000 votos (una diferencia inferior al 4%). Hoy, a la luz de los pocos datos y encuestas fiables de los que se puede disponer en Paraguay, esa diferencia se ha reducido, e incluso puede haberse revertido ya en intención de voto. Por su parte, en lo tocante al exterior, el voto paraguayo desde el extranjero a las candidaturas de oposición fue de hecho superior en 2013 al resultado obtenido por la ANR, y en 2018 la diferencia aumentó, cuando la alianza opositora recibió 4.444 votos frente a los 2.849 obtenidos por los colorados; una superioridad manifiesta que muy probablemente se repetirá o se ampliará el mes que viene en las mesas electorales habilitadas en Argentina, España, Brasil y Estados Unidos.

Conviene tener en cuenta que en España están radicados decenas de miles de paraguayos y paraguayas, quienes tienen el derecho constitucional al voto desde el exterior. En las elecciones paraguayas de 2013 había en España unos 4.000 electores inscritos en el Registro Cívico Permanente (RCP) —y que en consecuencia podían participar en aquéllas— de los que votaron algo más de 1.600; cinco años después, en 2018, el número de electores paraguayos en España se había incrementado hasta los 6.500 inscritos, votando unos 2.100. Para las elecciones paraguayas del 30 de abril de 2023 hay 7.248 personas registradas en el RCP que son residentes en España; esas 7.000 personas constituyen el 10% de los votos que hubo de diferencia en 2018 entre la ANR y el cambio político.

Para las elecciones paraguayas del próximo 30 de abril, las encuestas revisadas y los especialistas consultados hasta la fecha vaticinan un resultado que puede oscilar entre un empate técnico entre las dos candidaturas principales y una victoria ajustada de la Concertación Nacional (la chapa progresista de Efraín Alegre y Soledad Núñez), que ganaría por un reducido margen de votos (entre un 1% y un 3% superior al resultado de la ANR). El ciclo progresista en América Latina puede tener la guinda con un cambio histórico y muy necesario en Paraguay. Como en los mejores partidos de fútbol habrá emoción hasta el último minuto, y contará cada voto.

EL AÑO DE LAS REVOLUCIONES ROTAS (BRUNO ESTRADA)

Año bisiesto, declarado por la ONU Año Internacional de los Derechos Humanos, 1968 fue el año en el que parecía que la Revolución se estaba dando en todas partes, en el que volaron los sueños, se extendió la rebeldía y todo apuntaba a que algo muy nuevo estaba pasando en el mundo. Cincuenta y cinco años han pasado desde entonces, por lo que una gran mayoría de personas solo conocerá los acontecimientos de ese año por haberlos leído, escuchado en la radio o en la música, o visto en el cine.

No se preocupen, este libro les permitirá recorrer 1968 en un viaje en el que el autor ha querido que hablen los hechos a partir de historias reales, pero que él ha ficcionado, convirtiendo la lectura de este libro en un apasionado relato, riguroso con los acontecimientos históricos, pero ágil y con mucho ritmo. En cada capítulo nos acompañarán personajes reales –periodistas, escritores o protagonistas de cada uno de los episodios que se van narrando–, tejiendo un hilo conductor que nos lleva desde los Estados Unidos y la guerra del Vietnam al triunfo de Nixon, pasando por los asesinatos de Bob Kennedy o Luther Martin King o las impresionantes manifestaciones contra la guerra que se vivieron en muchas ciudades estadounidenses. Movilizaciones que se vivieron también en Francia, en un Mayo del 68, que quedará para la historia como un año de huelgas, grandes manifestaciones, despertar del movimiento obrero, pero sobre todo como el detonante que permitió que empezara a estallar en el mundo occidental el apretado corsé de las tradiciones culturales y religiosas que asfixiaban a la sociedad. París contagiaba al mundo. Ya no valían las ideas que sostenían el viejo mundo. Por eso fue también el año en el que se vivió una eclosión del feminismo.

Mientras, Checoslovaquia vivía la ilusión de su Primavera de Praga y la decepción de su aplastamiento por los tanques soviéticos. China vivía su Revolución Cultural en la que en lugar de seguir aquella máxima de “Permitir que 100 flores florezcan y que cien escuelas de pensamiento compitan”, lo que se sufrió en realidad fue la persecución de toda disidencia.

La imagen, en las Olimpiadas de México, de dos atletas afro-estadounidenses levantando el puño en defensa de los derechos de la población afroamericana, dio la vuelta a un mundo que veía con espanto cómo las autoridades mexicanas aplastaban violentamente las movilizaciones estudiantiles, obreras y campesinas.

Un año que vio también cómo fueron aplastadas revoluciones como las de Panamá o Pakistán y en el que la CIA, siempre presente en todas partes y al mismo tiempo, comenzaba, especialmente en América Latina, a intervenir para apoyar a militares golpistas, destituir a los mandatarios elegidos democráticamente e impulsar dictaduras, que en los años siguientes quedarían en la Historia como el horrible símbolo de la represión y opresión más violentas.

Un libro muy recomendable en estos tiempos en los que la revolución tecnológica en las comunicaciones, la globalización financiera, el deterioro del planeta y el crecimiento la desigualdad han fomentado un creciente individualismo en la sociedad.

Tiempos de “zozobra”, como dice Bruno Estrada en el capítulo de Agradecimientos, pero también tiempos de esperanza e ilusiones, con la aparición de nuevos importantes movimientos protagonistas en el camino del progreso y los cambios sociales: el feminismo y el ecologismo.

La Fundación Espacio Público te invitamos a participar en la presentación de este libro de nuestro compañero Bruno estrada el próximo jueves 30 de marzo.

1968
El año de las revoluciones rotas
Bruno Estrada López 
Prólogo de Daniel Bernabé
Catarata, 2022

Bruno Estrada es economista, miembro de la Fundación Espacio Público, coordinador de la Secretaría General de CCOO y director adjunto del curso de Relaciones Laborales de la UNED. También es presidente de la Plataforma por la Democracia Económica, miembro del consejo editorial de CTXT y de la Revista Temas. Es autor, entre otros libros, de La revolución tranquila (2018) y 20 razones para que no te roben la historia de España (2019).

Ante un panorama político y social incierto que padecemos en la actualidad, el próximo 2 de abril, supongo que por fin se pondrá en marcha el Proyecto Sumar, con Yolanda Díaz al frente de este ambicioso proyecto progresista de participación ciudadana integrado por distintas formaciones políticas.

Esta iniciativa es, no sólo largamente esperada, sino que, posiblemente, el proyecto de futuro más ambicioso, desde un punto de vista democrático y humanista, planteado en este país como forma de recuperar y ensalzar el concepto de Soberanía Popular; por medio de una idea de democracia popular en contraposición a la fracasada democracia liberal procedimental, que ha encadenado, durante estas últimas décadas, un sin fin de crisis financieras, políticas y sociales, incrementando la desigualdad, eliminando servicios y derechos sociales hacia la supresión de la Justicia Social alterando el principio de convivencia.

El deseado éxito del Proyecto Sumar requiere una verdadera unidad de las distintas fuerzas progresistas, dejando de lado egos personales y con el firme propósito de avanzar en un plan común con la mayor celeridad posible, debido al actual panorama político incierto con el riesgo de padecer un gobierno futuro entre PP y Vox como ya ocurre en Andalucía, Castilla León y Madrid.

En absoluto se trata de apelar al voto del miedo, más bien todo lo contrario, recuperar el voto de la esperanza de la revolución social permanente en busca de la recuperación de los derechos y servicios públicos básicos para la ciudadanía con la consiguiente mejora de la Seguridad Jurídica para un mejor desarrollo social y económico.

Para la consecución del éxito de este Proyecto y sus propósitos, se requiere destacar una serie de puntos que considero fundamentales y que se deben profundizar con la mayor rapidez y seriedad posible para la credibilidad de un programa social para todas y todos:

– Impulso y Desarrollo del Sistema de Educación Pública bajo el principio de «educar en derechos humanos, igualdad y respeto de género, interculturalidad y en la lucha contra la pobreza». Para esto debemos reforzar la figura de las educadoras y educadores social y económicamente. Además, es imprescindible planificar de forma eficiente la educación pública en el mundo rural muy desfavorecido en la actualidad.

La educación pública es la piedra angular para una verdadera cohesión social y la forma más eficiente de luchar contra la desigualdad social, por consiguiente el modo de conseguir una sociedad más empática y humanista basada en el respeto común a través del conocimiento y el pensamiento crítico.

– Leyes que refuercen la Sanidad Pública Universal con una financiación adecuada para su desarrollo y sostenibilidad, así como su implantación dentro de todo el territorio incidiendo, de nuevo, especialmente en las zonas rurales para que a nadie se le niegue la asistencia médica pública.

– Nueva Ley sobre la Función Pública que dote de eficiencia y prestigio a los funcionarios públicos como ejecutores del desarrollo de las políticas sociales más importantes en la lucha contra la desigualdad social. Para impulsar este punto abogo por la creación de una carrera universitaria, media y superior, de Gestión de los Servicios y Recursos Públicos para una mayor profesionalización en la gestión administrativa en sectores públicos estratégicos (hospitales, centros educativos,…etc).

– Potenciar un verdadero parque de vivienda pública.

– Desarrollo legislativo que bloquee e impida la privatización de los servicios y derechos públicos esenciales.

Lo expuesto hasta el momento es una humilde y sencilla pincelada básica como base por la lucha de igualdad de género, lucha contra el bullying escolar o cualquier otra discriminación, por el cuidado y protección de nuestros mayores, por el desarrollo y prevención de la ley de garantía integral de la libertad sexual, por la protección a la salud mental… En definitiva, devolver la soberanía y condición de ciudadanos a las personas en contraposición al concepto de súbdito como principio de sociedad gregaria que hemos padecido durante estas últimas décadas y que, en la actualidad, buscan mantener las élites y privilegiados sociales, económicos y eclesiásticos.

Recuperar la condición de ciudadanos significa, a mi modo de ver, promover la participación dentro del espacio público; centros educativos, centros de salud, asociaciones vecinales…como definición de DEMOCRACIA de John Rawls «el ejercicio de la Razón Pública» para ser partícipes de una sociedad más participativa, solidaria y humanista, siempre en busca de una mayor Igualdad, Respeto y Justicia Social.

Necesitamos que en la formación de este nuevo proyecto Sumar se ejerzan los principios de diálogo, debate y consenso con la mayor participación ciudadana posible, desde una perspectiva positiva, para la consecución de nuevos avances sociales con prosperidad, con un desarrollo económico justo y sostenible.

Considero que nos queda poco tiempo, pero que no es tarde para unificar nuestras fuerzas e ideas, que el mensaje debe de llegar hasta el último rincón de la ciudadanía para contrarrestar bulos y sofismas vertidos por la derecha y sus élites privilegiadas, así como evitar el grave problema de la abstención; pero no sólo movilizar el voto, sino concienciar e incentivar a la ciudadanía en la participación pública… en el espacio de todas y todos.

Decía Aldous Huxley en “Las puertas de la percepción” que los poetas ven el interior de las almas con una sensibilidad más vulnerable a la maravilla y también a la miseria de la existencia. Clemente Bernad (Pamplona, 1963) es un reconocido fotógrafo documental, pero sobre todo es un poeta de la imagen. Mira por una rendija y nos golpea. Es una mirada que crece desde abajo, inasequible al tráfico, se ocupa de todas las víctimas y de la dignidad humana allí donde fue arrebatada.

Los trabajos fotodocumentales que lo aseveran ocuparían un espacio que aquí no tenemos, porque queremos que nos hable de la monumental obra sobre el conflicto vasco “Cerca de aquí” que ha tardado 30 años en reconstruir y deja sin aliento a quien se acerque a ella. Un puzzle que dice ha conseguido componer lentamente entre las dudas y el dolor, sabiendo que ser todo es ser parte y que mirar dentro de casa es más difícil, más comprometido, más peligroso.

Durante esas tres décadas ha estado muy solo, pero ya no. Bernad, admirador de la Comuna de París, se ha acompañado de más de 80 personas que interrumpen una repetición visual desesperanzada del conflicto acompañándolo en un acto simbólico, que creemos, de reparación personal y colectiva. La potencia de esta voz comunal se desvela en esto que dice de manera tan hermosa: no es importante quién dice cada cosa, sino el hecho de colaborar y acompañar. Han faltado muchos cuidados y mucho acompañamiento en este conflicto.

El conflicto vasco, especialmente para quienes hemos vivido el conflicto dentro de casa es un legado de dolor, un legado traumático, lleno de tabúes y silencios de distinto tipo. Hubo silencios elegidos que sirvieron para preservar lo que la razón quería suspendido, justo lo que se encuentra en el entre tú y yo, en el entreser. Pero llegó el tiempo de contarnos qué es lo que hicimos, qué es lo que fuimos, qué es lo que pasó.

Mientras nos arrulla el recuerdo de la melodía de “El tiempo de las cerezas” escuchamos a Bernard susurrarnos “romper el silencio es un imperativo moral. El pasado no tiene remedio, porque no puede volverse a vivir, pero alcanzar la verdad de los hechos y procurar justicia y reparación para las víctimas es cosa del presente. Para entrar en la memoria con la mayor dignidad posible”. Seguid escuchándole, sus palabras son imperdibles.

EP: En tu libro dices que un fotógrafo documental no es un voyeur. En la misma línea reflexiona Ana Longoni cuando señala que el documentalista se confunde -entre la neblina y el humo, el fuego, la lluvia y el llanto porque una foto es una pregunta- ¿Cómo entiendes la fotografía documental y, en particular, en este trabajo? ¿Cuál crees que debe ser el lugar del fotógrafo?

Clemente: La fotografía documental o lo documental es una mirada de alguien. Yo entiendo esa mirada, en particular la mía, como un posicionamiento, como una forma de involucrarme en aquello que quiero contar a través de un discurso documental. Lo documental no es el mundo real ni lo sustituye. Es el territorio de la no ficción. Es tan real que no tiene guion, las cosas pasan y no están escritas de antemano como en la ficción. Tienes siempre la sensación de tirarte a una piscina vacía. Eso lo convierte en un material muy complejo porque representa el mundo y elabora un discurso sobre el mundo real. Por eso es importante que ese discurso no desmienta los hechos de los que va a hablar y asuma una responsabilidad sobre lo que cuenta, precisamente porque lo hace a través de personas y momentos delicados y a veces, muy duros. Una mirada responsable también es una mirada consciente del lugar que ocupa quien mira. Para mí es cada vez más importante una mirada que renuncia a sus privilegios, que se sabe no neutral, porque los fotógrafos muchas veces no sólo han impuesto su mirada, su discurso, sino que lo han hecho de manera absolutamente indigna.

Además, la fotografía es una herramienta muy pobre para contar algo. Por eso no aspiro a que tenga una función curativa o sanadora, una especie de misión mesiánica. Sin embargo, y, aunque suene contradictorio, sí creo que el compromiso con aquello que vas a contar, además de necesitar información y análisis crítico, tiene cierta voluntad de transformación. El documentalista no mira y se va. Mira, pero al colocar su mirada en el espacio público tiene el efecto de una piedra que cae en un charco y lo cambia. Aunque se ha puesto de moda, no me interesa nada usar el discurso documental como medio para contarse a uno mismo. Para mí es importante que mi trabajo sirva a la historia, no que yo me sirva de la historia.

EP: La narración del libro se estructura en torno a dos relatos que ofrecen perspectivas temporales y puntos de vista diferenciados. El primero es un relato visual y sigue el ritmo repetitivo, pesado, monótono, cansino y asfixiante del conflicto vasco. Muerte, muerte y más muerte por todas partes, dice Ana Longoni. El segundo es un relato colectivo. Más de 80 personas lo acompañan. Háblanos de este relato colectivo.

Clemente: La fragilidad de la imagen fotográfica para elaborar discurso, como decía antes, hace que para mí el contexto sea muy importante. Que esas imágenes débiles, pero que cuentan cosas sobre historias fuertes, estén acompañadas por otras voces. Eso permite un punto de vista poliédrico, multivocal. Que el relato sea colectivo ayuda a luchar contra una cosa contra la que yo lucho habitualmente que es contra la versión oficial. En el caso del conflicto en el País Vasco ha habido una versión oficial con la que nos han machacado constantemente y ha creado agujeros negros tremendos. Además, creo que el contexto y la coralidad de voces hacen menos manipulable el libro porque todas las voces se apoyan entre sí y conforman un concepto que a mí me gusta mucho y es el del apoyo mutuo.

Este libro fue un trabajo colectivo desde el principio. En ese relato colectivo hay tres textos de tres personas no vascas y cuyas voces son tremendamente importantes. Los de la argentina Ana Longoni, la estadounidense Jackie Urla y el madrileño, Emilio Silva. Sus biografías están ligadas a una memoria de exilio, represión y todas tienen un amplio conocimiento sobre procesos revolucionarios y prácticas culturales activistas. Luego vienen esos más de 80 testimonios que son muy importantes también. Son personas que he ido conociendo durante los años en los que hice las fotos del libro y que como digo en el libro, tienen algo razonable que decir sobre el conflicto. No hicimos un casting para seleccionarlas, pero casi. Sí decidimos que no hubiera políticos profesionales o que no tuvieran una trayectoria como parte combatiente dentro del conflicto. Creo que estas voces aportan sensibilidades muy diferentes y también aportan una herida que toma la forma de una especie de arrepentimiento, de lamentación, una especie de no sé qué hice, de desorientación y de pena.

Hernani, 1996.

EP: El título “Cerca de aquí” sitúa el conflicto dentro de tu propia casa. No está a miles de kilómetros de distancia. Justo allí donde dices se encuentran los miedos y los fantasmas. Donde nada es en blanco y negro. Donde no es posible volver a casa y dejar atrás a las partes en conflicto porque el conflicto forma parte de tu identidad. Qué dificultades tiene esa mirada que aborda lo que está cerca, lo que forma parte de uno ¿se puede uno o una  desprender de esa mirada?

Clemente: No, yo no puedo hacerlo. Casi todos mis trabajos personales sirven para contar lo que tengo cerca que es lo que me interesa. El título del libro conecta con esto y también la propia cubierta. Es una foto tomada de una pegatina que estaba en el portal de nuestra casa en Pamplona. Es una pegatina de un miembro de ETA preso que era del barrio, imagino que era una pegatina de Euskal Presoak, y esa pegatina estaba rayada, o sea alguien la rayó. Esa pegatina es como una sublimación del conflicto. Ahí está todo.

Cuando trabajas sobre lo que está cerca conoces las claves porque las claves están en las discusiones que tienes sobre este tema con tu familia, con tus amigos, con tu entorno. Todos los que hayan vivido en el País Vasco lo saben. Cuando lo que está cerca lo miras como lo he mirado yo te conviertes en sospechoso para todos. Los que sospechan suele ser gente que piensa que el mundo tiene que ser como ellos piensan, que no hay grises y matices, que no hay miles de posiciones distintas y formas de organizar la vida.

En este trabajo he tenido que hacer muchas elecciones como sacar fotos a realidades invisibles que nadie conoce realmente y a nadie le interesa. Y como fotógrafo no tomé precauciones. Por ejemplo, elegí subirme a un autobús que los familiares de presos siguen cogiendo para ir a visitar a los presos de ETA. Estos autobuses eran parados sistemáticamente por controles de la Guardia Civil. Yo podía haber dicho que tenía un carné de prensa y que iba a hacer fotos, pero elegí mantenerme cerca de aquí. Decidí formar parte de la historia del autobús en el que me habían facilitado ir. En el libro también hay muchas fotos de la kale borroka y antes de poder hacer esas fotos me destrozaron un par de cámaras en dos episodios en Pamplona. Eres siempre sospechoso cuando decides hacer fotos y no irte a tu casa. Esto no ocurre cuando eres un fotógrafo de una agencia internacional que se aloja en un hotel, hace cuatro fotos y se va.

EP: La imagen documental te sirve para mostrar un virulento conflicto político, que  afectaba de manera transversal a una sociedad que se encontraba dividida y herida gravemente. Sin embargo, dices que, el sufrimiento de las víctimas y el odio enquistado, discurría de manera oculta, fuera de los focos. Como también señala otra de las voces que acompañan el libro, el conflicto era una guerra con pausas administradas a lo largo del tiempo, acciones que discurrían en distintos tiempos históricos y por eso es difícil ponerle un principio y un final ¿Cómo se ha representado el conflicto? ¿Qué función ha tenido el silencio y los tabúes en esa representación?

Clemente: Creo que la representación de este conflicto ha sido muy deficitaria. Se han utilizado símbolos, estereotipos y escenificaciones habituales en la imagen fotográfica -cuatro banderas, una pintada, una manifestación, capuchas…- para comunicar de una manera tremendamente pobre lo que estaba ocurriendo. Creo que también ha habido una mirada policial que ha capturado la mirada de los medios de comunicación con una intención propagandística. También ha habido mucho silencio por miedo a las represalias. Yo he intentado mirar los silencios y los tabúes. Quise mirar lo visible, lo que estaba a disposición de todo el mundo, pero asumiendo una distancia digamos que distinta, y también quise mirar las zonas de sombra, lo que quedaba fuera de la existencia común y se convirtió en tabú. En el libro hay varias fotos que hablan de la humanidad de los miembros de ETA, de sus familiares y de su entorno. Era gente que mataba, pero que también vivía experiencias llenas de cariño y de humanidad y que han permanecido ocultas.

Donostia / San Sebastián

Bilbao/Bilbo, 1997. Funeral de Modesto Rico, agente del CNP asesinado por ETA.

Por otro lado, el conflicto vasco demandaba una especie de control  de la identidad,  una ficha, un DNI, algo por otra parte muy policial. En el libro he tratado de enfrentarme a eso, impugnar esa historia. En las fotografías del libro hay muy pocas identidades reconocibles, sólo algunos políticos, algunas caras de gente que aparece en ciertas circunstancias, pero en todo momento, su identidad está rebajada. En el conflicto vasco hacerse ver era un tabú. Ha sido un conflicto muy silencioso y este silencio también ha sido voluntario. La voluntad de no comunicarse. Yo creo que esa ha sido una particularidad de este conflicto a diferencia de otros como el de Irlanda del Norte. De alguna forma, en ese mantenerme cerca de aquí también he querido dar coherencia a esa voluntad de las y los vascos de no ser vistos, de mantenerse en silencio.

EP: Dices que el trabajo de las instituciones de este país para con las víctimas ha sido profundamente deficitario. De hecho, se ha tenido que esperar hasta 2011 para que desde el Estado se implementen algunas medidas dirigidas a obtener verdad, justicia y reparación. Sin embargo, también dices que el Estado ha categorizado a las víctimas ¿Quiénes son las víctimas y qué debe hacer una democracia que quiera merecer tal nombre para reparar el daño de todas?

Clemente: El conflicto vasco no nace como un champiñón en mitad de la nada, nace en plena dictadura franquista. Las víctimas causadas por ETA han sufrido mucho por la marginación, el silencio, la dejadez del Estado, pero luego se ha legislado y han recibido verdad, justicia y reparación, pero hay otras víctimas que están abandonadas. Dice Emilio Silva que a su abuelo lo mataron como a Miguel Ángel Blanco pero que a su abuelo nadie le ha hecho ningún tipo de reparación. Todas son víctimas, pero su tratamiento es profundamente desigual.

Una cosa importante para mí es saber que ser víctima no te imprime carácter porque esa condición no te hace víctima en todos los contextos. Puedes haber sufrido un atentado de ETA pero eso no puede ser una coartada para blanquear tu pasado criminal, como puede ser el caso de Carrero Blanco pero de muchos otros también. Como dice Emilio Silva en el texto del libro hay que luchar contra el silencio, pero lo que no podemos hacer es promover más silencio. Los principios de la justicia transicional, verdad justicia y reparación tiene que llegar a todas las víctimas del conflicto vasco, cualesquiera que sean estas. Las familias de los presos de ETA que han sufrido la dispersión son víctimas del conflicto vasco. Frente a las simplificaciones, hay muchísimos miembros de ETA cuyas familias han diferido completamente de la actuación de sus hijos y han sido víctimas de un conflicto en el que ellas no participaron. El único camino es meterse en la piel del otro, hay que subir la montaña del otro y, aunque es complicado, es lo que hay que hacer.

Irún, 1996. Agentes del CNP detienen en la frontera a los autobuses que regresan de una marcha en Bruselas contra la dispersión de lxs presxs vascxs.

EP: Has tenido que hacer tu trabajo conviviendo con la amenaza, acosado, criminalizado, sufriendo campañas sucias de desprestigio y un monstruoso apartheid profesional ¿ha merecido la pena?

Clemente: Hacer este trabajo fue una decisión que comportaba riesgos desde el principio y yo los asumí. Nadie me pidió que lo hiciera y nadie me lo encargó. Luego es verdad que me ha provocado mucho sufrimiento porque he tenido que enfrentarme a todo tipo de experiencias, sanciones, retenciones. Algunas de ellas, como la del Guggenheim, las cuento en el libro. Me quedé solo. Me di cuenta de que nadie quería mancharse con una cosa que era absolutamente sucia, que salpicaba a todos. Esa soledad la he sentido en todo momento hasta el final. También sé que esas condiciones en las que hice el trabajo están relacionadas con mi necesidad de mantener una libertad y una independencia que también implican trabajar a la intemperie. Así que no me planteo nunca si ha merecido la pena, yo creo que todo merece la pena pase lo que pase en la vida.

EP: Dice Ana Longoni que las mujeres no abundan en las fotografías seleccionadas para este libro y que eso puede darnos claves de la lógica de un conflicto que se dirime entre masculinidades y cuerpos de varones básicamente ¿Qué lectura feminista se puede hacer del conflicto a través de la ausencia y escasa presencia de las mujeres en el libro?

CB: Ana Longoni tiene razón. Cuando la cosa va de violencia y agresividad los hombres se llevan el protagonismo. En las fotos, la presencia de las mujeres es importante, pero escasa. Probablemente también se explique por el momento histórico en el que está contextualizado el conflicto vasco. Un contexto muy masculinizado y machista que también fue evolucionando e hizo evolucionar el papel de las mujeres en el conflicto, pasando de ser familiares acompañantes a ser militantes de ETA, por ejemplo. Creo que ese hecho fue duramente castigado. Ha habido casos paradigmáticos que lo han puesto de manifiesto como el caso de Yoyes o la hipersexualización de Idoia López de Riaño, alias “la tigresa”. En otros ámbitos del conflicto hubo también pocas mujeres en las estructuras de decisión política, en los partidos, en otro tipo de entidades. En la última parte del conflicto, después del alto al fuego, hubo una mayor visibilidad de plataformas por la paz en las que las mujeres han sido muy importantes.

Donostia / San Sebastián, 1991. Féretros de Jokin Leunda, Patxi Itziar e Iñaki Ormaetxea, militantes de ETA muertos por disparos de la Guardia Civil.

Sin embargo, como decía, para mí la presencia de las mujeres es importante, precisamente porque están en momentos que yo considero claves: la presa que tiene un hijo en el hospital y que luego tiene que volver a la cárcel o esa mujer tumbada sobre el cadáver de su sobrino, que es un miembro de ETA que muere en el barrio de Morlans, que es una especie de Piedad llorando al varón que ha muerto en un acto de violencia.

EP: En el libro cuentas “Un día de 2015 pudimos entrar por un agujero en la pared en la nave abandonada del diario Egin, clausurado por Baltasar Garzón. Detenerse ante aquella redacción devastada y contemplarla sin prisas y en silencio supuso un taciturno viaje a un pasado implacable”. Dices que fue un auténtico revulsivo que intuiste podría cerrar un círculo inacabado y doloroso ¿El verdadero viaje es el retorno?

Clemente: Estoy completamente de acuerdo con esa frase que la dice Úrsula K. Le Guin en su libro “Los desposeídos”. También con esta otra que también dice si quieres volver continúa. Todo mi trabajo ha sido volver constantemente. Son 30 años de trabajo, así que hubo una fase del trabajo que fue ir, pero luego empecé a volver. Entrar en la nave de Egin fue brutal porque yo había abandonado el trabajo. Había tenido disgustos como el del Guggenheim y otros que de alguna manera me desautorizaban haciendo que cuestionara la situación en la que me encontraba. Entrar en Egin fue como entrar en una cápsula del tiempo. Todo se ordenó allí porque vi que todo tomaba sentido.

El libro es muy cíclico, vuelve todo el rato sobre lo mismo, no es nada lineal. Se repite el sufrimiento una y otra vez. Lo de Egin fue un cierre total. El cierre de algo que existió y ya no está. La fotografía en sí misma es un proceso de memoria total y es un proceso de muerte porque cualquier imagen fotográfica tiene algo de mortuorio. Cuenta algo que ya pasó, que quedó ahí y nunca más va a volver a suceder. Empecé con 30 años y ahora tengo 60, así que cualquiera de las imágenes del libro son un viaje en la memoria para mí como persona y también como acontecimiento. Es un pasado que queda detenido y queda detenido para el futuro. También le he leído decir a Úrsula K. Le Guin que no sabe dónde empezó todo. Y yo me siento así también, no sé cómo empezó realmente todo. Este trabajo es un viaje en el tiempo que para mí tiene algo de misterio. En fin, creo que sí, que el verdadero viaje es el regreso.

EP: Muchísimas gracias por tu generosidad, Clemente.

CERCA DE AQUÍ // Hemendik Hurbil
Clemente Bernad
Concepto: Clemente Bernad & Carolina Martínez

Textos de: Imanol Aguirre, Ignacio Ayestarán Úriz, Iñaki Alforja, Ana
Aliende, Mónica Allende, Bingen Amadoz, Txema Aranaz, Mikel Aramburu Zudaire,
María José Aranzasti, Silvia Casado Arenas, Fernando Armendáriz, Iñaki Arzoz,
Bernardo Atxaga, Pepe Baeza, Álvaro Barrientos, Joseba Beramendi, Clemente
Bernad, Iosu Bezunartea, Isabel Cadenas Cañón, Christian Caujolle, Federico
de los Ríos Marín, Martxelo Díaz, Ana Díez de Ure Eraul, Lee Douglas, Juantxo
Egaña, Aingeru Epalza, Xabi Epalza, Santi Eraso, Amaia Ereñaga, Alicia Ezker, Gari
Garaialde, Ander Gillenea, Iván Giménez, Laura Gómez, Carles Guerra, Peio H.,
Carlos Hernández, Xabier Idoate, Patxi Irurzun, Jabier Izquierdo, Yulia Kovarskaya,
Ikor Kotx, Alberto Labarga, Joxe Lacalle, Hasier Larretxea, Mariano Llorente, Ana
Longoni, Joxe Mari López, Juanjo López, Maite López Flamarique, Maite Lorés,
Andoni Lubaki, Jagoba Manterola, Carlos Martínez, Carolina Martínez, Rosa
Martínez, Arantxa Mendiharat, Aitor Merino, Juan Carlos Mestre, Álvaro Minguito,
Oskar Montero, Mariasun Monzon, Víctor Moreno, Fermin Muguruza, Fermin
Munarriz, Juan Luis Napal Villanueva, Aitor Ortiz, Pedro Osés, Orreaga Oskotz,
Martxelo Otamendi, Fernando Pérez, Edurne Portela, Rafa Rivas, Paco Roda, Jabier
Salutregi Mentxaka, Pablo S. Quiza, Virginia Senosiain Sánchez, Emilio Silva,
Helena Taberna, Mabel Tapia, Ana Unanue, Jacqueline Urla, José Ramón Urtasun,
Vincent West, Idoia Zabaleta, Joseba Zabalza.

Alkibla Editorial, 2023.

“Un rasgo curioso del problema ontológico es su simplicidad. Puede formularse en dos monosílabos: «¿Qué hay?». Puede además responderse en una sola palabra: «Todo»; y todos aceptarán esta respuesta como verdadera. Sin embargo, esto es sólo decir que hay lo que hay. Queda lugar para discrepancias en casos particulares; y así la cuestión ha persistido a través de los siglos.”

(Willard Van Orman Quine, filósofo estadounidense, 1908-2000)

Acaba de hacer ahora justo un mes que la Sala Segunda del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) tuvo a bien publicar (15/02/2023) la Sentencia desestimatoria de todos los recursos contenciosos (9) presentados contra la aprobación del planeamiento urbanístico relativo al ámbito del entorno de la estación madrileña de Chamartín, que fue reciente y pomposamente rebautizado como “Madrid Nuevo Norte”.

Tiene lugar la Sentencia treinta años después del inicio (1993) de una dilatada trayectoria salpicada de hechos y de actos inconexos en apariencia, guiados eso sí por un propósito invariable: la realización de un colosal negocio asociado a la transformación de un espacio, de un “vacío” situado en un lugar de la ciudad con máximo valor estratégico en su proceso de  expansión.

En su conjunto la referida sucesión de actos -y de hechos- tanto los ya registrados como los que en adelante acontecerán, reúne las condiciones para su consideración como un “caso”, pudiendo y debiendo ser contemplada como tal para su cabal comprensión. Y ello por una doble razón.

En primer lugar y desde un punto de vista ontológico -por así decir-, en tanto resulta ser la expresión particularizada de un “universal“: el Urbanismo, al examinarse éste en la degradada evolución que ha experimentado en los últimos 30-35 años, con especial intensidad y alcance en su plasmación propiamente madrileña.

Pero además, por los numerosos vestigios de ilicitud, susceptibles de investigación en cuanto tales, que el propósito antes mencionado ha presentado -y seguirá presentando- en su discurrir; propósito y ribetes asimilables por entero a los que han movido, impulsado y caracterizado los ya innumerables “casos” que de día en día, la inteligencia policial ha ido bautizando con sugerentes  e ingeniosas denominaciones[1] en su labor de investigación de tramas y escándalos. Y de nuevo aquí comparece la ontología, solo que ahora el “universal” pasaría a ser la Corrupción[2].

Con respecto a lo sucedido hasta ahora y desde el planteamiento que se acaba de exponer, los principales elementos en juego serán examinados en las líneas que siguen procediendo del siguiente modo: identificándolos y desglosándolos primero, para reagruparlos a continuación en tres planos o facetas:

1. La creación y preparación institucional de un espacio o campo de juego en el que diversos agentes que representan las diversas modalidades extractivas del capital, esencialmente el inmobiliario y el financiero, podrán disputarse esa.

2. La plasmación concreta del planeamiento, en su devenir, en tanto instrumento de ordenación del espacio urbano y sobre todo en tanto instrumento que constituye un soporte básico para la obtención de ganancias al tiempo que regula su apropiación.

3. La Sentencia, como episodio en el que finalmente se condensan las maniobras y esfuerzos destinados a justificar desde la autoridad judicial un más que dudoso ajuste entre lo ya sancionado en la esfera administrativa (y también en la política en el presente caso) y la legalidad a la que debería haberse sujetado.

Estos tres planos pese a ser distintos y aparentemente autónomos están estrechamente interrelacionados y gobernados por la lógica impuesta por el primero de ellos, es decir por ese permanente propósito de cosechar en forma de ganancia privada los frutos derivados del proceso de expansión y transformación de la ciudad.

Foto de Jesús Gago.

Espacio codiciado. Negación flagrante de un precepto constitucional y oportunidad perdida

En 1993 RENFE convoca un concurso para “poner en valor” una limitada parte [3] de los terrenos que ocupan sus instalaciones ferroviarias en Chamartín, en cuanto tales adscritos al dominio público y cuya administración y destino a ese fin le había sido encomendada una vez que fueron adquiridos mediante expropiación.

Las 62 hectáreas que originariamente RENFE trataba de “poner en valor” se vieron así triplicadas y con ellas mucho más todavía sus frutos. Con ello sin embargo, la incesante codicia que mueve cualquier negocio sustentado en la extracción de rentas no quedaba colmada. Hubo pronto (2002) que recurrir a lo que ha sido la principal regla en la gestión del Plan General vigente desde 1997 -sus incesantes modificaciones- hasta saciar las ansias de negocio quintuplicando la superficie originaria, para así superar los tres millones de metros a construir.

La conversión de terrenos de dominio público en bienes patrimoniales para su consiguiente mercantilización y traducción en dinero ha sido -y sigue siendo- práctica común y generalizada entre los diferentes entes del Estado y del resto de las Administraciones Públicas.

Ese ingreso en la esfera del codiciado negocio inmobiliario ha implicado, por un lado, la adopción de la misma lógica que preside y guía la persecución y obtención privada de lucro y que no es otra que su maximización; y por el otro lado, de modo simultáneo, ha supuesto el alejamiento -de hecho- de cualquiera de los valores de índole social que se conocen bajo los nombres de “bien común” o de “interés general”, en cuya tutela y defensa el Estado tendría que comprometerse de modo efectivo.

Una retórica invariable que da por supuesta la bondad finalista, como atributo natural de los actos del Estado en tanto representante de lo público, ha querido asimilar la mencionada inmersión en el negocio inmobiliario como una de las formas en que la comunidad puede participar en “las plusvalías que genera la acción urbanística de los entes públicos” (artículo 47 de la CE in flne); según ello, la financiación de infraestructuras o el aligeramiento de la deuda pública legitimarían por sí solas tal participación, cualquiera que sea la forma adoptada.

El problema es que esa creencia deja en la sombra el esencial cometido que ese mismo artículo, con anterioridad, ha encomendado a los poderes públicos y que es nada menos que “impedir la especulación”.

En el caso que nos ocupa dentro del ámbito ‘perimetrado’ como MNN, la propiedad pública de suelo es mayoritaria y dentro de ella la proporción más elevada pertenece a RENFE, La entrega del que ésta dispone, mediante su venta a un solo operador, que adquiere con ello un inestimable ‘poder de mercado’, entra en flagrante contradicción con el mencionado precepto constitucional ya que supone justo lo inverso de lo establecido por el mismo (“impedir la especulación”). Máxime cuando la actividad y por tanto la naturaleza de dicho operador -el BBVA- ni siquiera es inmobiliaria sino financiera y cuando, además, la entrega es total, se efectúa en una sola vez y por un tiempo de tan dilatada duración (más de 20 años con toda probabilidad); lo que inevitablemente le convertirá en dueño y señor en régimen de oligopolio de esta estratégica e importantísima porción del territorio madrileño.

De este modo la pretendida legitimidad en la “participación pública en las plusvalías generadas por la acción urbanística”, al resolverse en este caso mediante la venta de unos terrenos públicos en condiciones tales que todas las ventajas -precio y forma de pago [4] incluidos- quedan en el campo del comprador, lleva consigo la creación de un campo abonado para ejercitar libremente la especulación durante años y años (previsiblemente tantos como ya ha requerido la preparación del mismo).

La otra cara de la perversión en ese comportamiento del poder público es la pérdida de una de las ya escasas oportunidades que la ciudad de Madrid y con ello la metrópoli de la que es lugar central, ofrecía para materializar un verdadero cambio de rumbo en la forma de intervenir sobre el territorio[5].

Deslegitimación del urbanismo

El “caso” Chamartín, examinado a través de su plasmación en el planeamiento urbanístico, resulta ser la verificación más elocuente del completo derrumbe de los pilares sobre los que parecía haberse asentado la legitimidad del urbanismo en tanto disciplina profesional, como consecuencia de su agrietamiento progresivo y acelerado[6]. Bajo tal ruina solo queda ya un único cimiento: un amasijo de leyes, reglas y procedimientos burocráticos, envuelto en tediosa literatura de pésima calidad.

Un planeamiento que es la consecuencia de concebir el urbanismo como instrumento cuya principal función fuera la de convertir “terrenos” en “derechos” y estos en “dinero”.

Un planeamiento en que todo queda supeditado irremediablemente al fin principal, que no es otro que el del afloramiento y la maximización de plusvalías y con ello la ‘extracción’ de rentas como motor de la transformación del territorio y como fuente principal de lucro privado.

Un planeamiento que deliberadamente o por ignorancia tiene como pretensión borrar el territorio físico –con sus preexistencias– y que renuncia -como meta-, a construir un nuevo paisaje urbano respetuoso con los condicionantes impuestos por la geografía física y social.

Un planeamiento que parte de un equívoco, tan extendido como arraigado, según el cual los terrenos “generan” edificabilidad, es decir como si ésta “brotase” de la tierra como consecuencia de una suerte de “fertilidad” natural, en vez de ser consecuente resultado de meras decisiones administrativas, adoptadas con un muy alto grado de discrecionalidad, cuando no de arbitrariedad.

En efecto, lo que ocurre con frecuencia -y en operaciones como la que nos ocupa resulta más que palmario- no es sino la consecuencia de haber establecido ‘a priori’ y como variable, o más bien como “dato” exógeno, el ‘quantum’ de edificación que ha de ‘meterse’ dentro de determinado ámbito, bien sea por mostrenca aplicación de un índice igualmente exógeno, bien sea para ‘casar’ las cuentas de la plusvalía que es preciso obtener para sufragar los costos de infraestructuras, dato o variable en todo o en parte igualmente exógenos- a la propia implantación de lo proyectado.

En concreto el susodicho planeamiento ha significado el olvido o el arrinconamiento del que debiera ser el principio rector de cualquier ordenación urbanística: la racionalidad en la reconfiguración urbana del espacio o lo que es lo mismo la adecuación máxima entre las cualidades potenciales de los suelos y el destino que se les asigna.

Desde ese elemental y al mismo tiempo esencial principio resulta extravagante edificar sobre lo que reúne las mejores condiciones físicas, sociológicas, posicionales y paisajísticas para convertirse en parque y, en cambio, asignar ese destino a la inmensa losa de hormigón que cubrirá las vías mediante una costosísima estructura, convirtiendo la estación en un sótano y privando además a ese nuevo espacio soterrado de un elemento arquitectónico de importancia y valor tan elevado como es la iluminación y ventilación natural.

¿Cómo responder a la Sentencia?

La oposición del CDU frente a la Operación Chamartín viene de lejos, tiene un largo pasado. Al principio no solo junto a otras instituciones de la sociedad civil, sino también en convergencia con lo que en tiempo no demasiado lejano fueron las posiciones de los partidos políticos de izquierda, incluidos los que han tenido y tienen representación institucional.

Así pues, la decisión que llevó al CDU a presentar un Recurso contencioso frente al planeamiento aprobado, no es sino la prosecución consecuente de lo que hasta el momento había venido haciendo respecto a la referida Operación.

Siete fueron las causas de nulidad finalmente aducidas en el Recurso[7]. En su selección se descartaron algunas otras que, pese a no carecer de fundamento, eran parciales o de carácter más formal y podían distraer del principal objetivo perseguido con aquél: la reiteración formalizada y canalizada ahora por vía judicial de una enmienda a la totalidad a esta funesta Operación, cuyo último acto de una largo proceso había sido la aprobación definitiva del planeamiento.

Así pues junto a razones más sustanciales y de fondo para oponerse a la Operación, reiteradamente manifestados con anterioridad, se sumaban ahora las graves y numerosas infracciones de ley de que adolecía dicho planeamiento

La respuesta que la Sentencia da a los razonados argumentos aportados en el Recurso sobre los referidos motivos de nulidad no ha podido ser más evasiva y decepcionante. Lejos de rebatirlos en concreto y de modo directo, la Sentencia se guarece tras un fárrago de citas que reproducen in extenso -para tergiversar a continuación su sentido- sentencias anteriores del mismo tribunal, o de otra instancia superior y páginas de la Memoria del Plan recurrido al que concede de modo tan generoso como ostentoso el beneficio de la presunción de veracidad y de raciocinio.

Naturalmente, la Sentencia, como cualquier otra, en su alcance meramente jurídico ha de ser acatada. Ello no es sino el reconocimiento de la ontología del Poder: el poder es lo que es. O si  se quiere recordando la cita de Quine que encabeza este escrito: ”Hay lo que hay”.

Por el contrario, desde el punto de vista exclusivamente intelectual o de la razón, la Sentencia no solo puede sino que debe ser rechazada. Es más el rechazo o el desacato intelectual a la misma es la única respuesta honesta que nos queda a quienes simultáneamente nos resistimos a dar por irremediable la muerte del Urbanismo, ni por válida el acta levantada sobre dicha defunción por quienes en este caso han ejercitado burocráticamente la función de administrar, tal  y como predica la Constitución, la Justicia, pero más en nombre del Rey que no del pueblo del cual emana.

Notas:

1) “Caso Gürtell”, “caso Madeja”, “caso Pitusa”, “caso Pokemon” etc.

2) En 2013, según el Consejo General del Poder Judicial, en España se investigaban 1661 casos de corrupción.

3) 62 has de las 320 que al discurrir de los años acabaría alcanzando el “terreno de juego”.

4) Mientras que RENFE pone sus terrenos a disposición del comprador al principio y de una sola vez, a éste se le aplaza el pago para que lo vaya haciendo en cuotas anuales durante veinte años.

5) Es decir para colmar carencias y satisfacer necesidades tan desamparadas y perentorias como el alojamiento para quienes el mercado y la inexistencia de vivienda pública en alquiler vetan cada vez más su acceso; haciéndolo al tiempo con nuevos modos, atentos a la a la preservación, cuidado y transformación del medio urbano, sin desnaturalizar su original esencia de ‘bien del común’, para el uso y disfrute de los ciudadanos que ahora estamos; y para devolverlo, una vez transformado, mejorado a quienes nos sucederán.

6) Manuel de Solá Morales, en un tan condensado como magistral artículo advirtió hace ya más de tres lustros de esa irremisible pérdida de legitimidad asentada hasta entonces en:
a) El conocimiento especializado, la racionalidad técnica y la autoridad científica como supuestos atributos de esa disciplina y por consiguiente inherentes a quienes la ejercitan.
b) La existencia de una moral específica (reformismo social) sobre el interés público y la mejora de las condiciones de vida, particularmente las de los más desfavorecidos.
c) La persecución de valores estéticos como objetivo (embellecimiento de la ciudad) y en consecuencia la ‘artisticidad’ como cualidad del urbanista en el desempeño y en el resultado de su trabajo.

7) De un modo aún mas conciso y con la única finalidad de servir de recordatorio, se enuncian a continuación esos siete motivos de nulidad :
1. La clasificación de suelo.
2. Atribución de derechos de edificabilidad con fraude de ley a suelos de dominio público que no pueden ser ni serán desafectados o alternativamente a fincas inexistentes (la losa de cubrición de la playa de vías del ferrocarril).
3. Fraude de ley igualmente en la configuración de zonas verdes al considerar dicha losa como la principal y más extensa de las calificadas como tales.
4. Arbitraria y fraudulenta asignación de edificabilidades y aprovechamientos urbanísticos en clara ventaja para Renfe y sobre todo para su afortunado adjudicatario (BBVA) en el Centro de Negocios, con infracción del equitativo reparto de beneficios y cargas.
5. Reserva de suelo para vivienda protegida inferior a los mínimos legalmente establecidos.
6. Planeamiento consecuencia de un previo convenio no configurado ni tramitado formalmente como tal , pero nulo de pleno derecho según vigente legislación.
7. Desviación de poder al primar el interés particular sobre el general.